Iglesia y Sociedad

Benedetti y el debate que viene

1 Jul , 2016  

Mario_Benedetti

Dice Jaime Ibáñez Quintana (Universidad de Burgos, España), en su artículo La poesía burocrática de Mario Benedetti, que Poemas de la oficina (1953-1956) constituyó “el primer gran éxito como escritor de Mario Benedetti, y el libro que le abrió camino en la literatura uruguaya. Con él se iniciaría la siempre creciente popularidad de la obra de nuestro autor”.

 

Menospreciado por ciertas camarillas literarias, Mario Benedetti es un prolífico autor que ha tenido la desventaja de convertirse en un escritor popular. Digo desventaja, porque los amantes de la cultura de élite consideran una desgracia la aceptación de las grandes masas. Crear un público de lectores suele ser una tarea invocada con vehemencia en las palestras, pero desdeñada en la práctica en las distintas –y a veces antagónicas– repúblicas literarias. Por eso sobresale la independencia de juicio de José Emilio Pacheco, que con gusto aceptó hacer un delicioso prólogo a la edición de Alfaguara de los cuentos completos de Mario Benedetti y supo reconocer sus indudables talentos literarios.

 

En el caso de los Poemas de la Oficina, Benedetti introduce en el discurso poético la realidad de la clase media uruguaya, en el país que tiene la tasa más alta de funcionarios públicos por habitante. Esto permite que una multitud de lectores empatice con libro, al verse reflejados en las tristes condiciones que describe en sus poemas. La introducción de este nuevo contenido en el continente poético, no se trata, como bien señala Miguel Ángel Oviedo: de un simple “(…) canje de motivos poéticos (en vez de los bosques, escritorios; en vez de encuentros en el jardín, citas en el café) sino de una rotación total de la actitud creadora exigida por la presencia de nuevas realidades concretas. La oficina no sólo es un paisaje (o un no-paisaje): es un modo de sentir el mundo, porque configura todo un destino humano dentro de características inconfundiblemente mezquinas.”

 

Puede ser que suene un tanto arbitrario identificar per se la tarea burocrática con las ‘características inconfundiblemente mezquinas’ de las que habla Oviedo. Es posible que conozcamos burócratas generosos y felices. Pero el imaginario que relaciona labores de oficina con infelicidad es muy exitoso. Quizá porque la mayoría de los burócratas, sepultados entre una montaña de papeles, nos parecen siempre ansiosos o aburridos, y los que desempeñan su función en la atención directa al público, rara vez merecen comentarios elogiosos por el trato que dan a las personas que acuden a las oficinas a realizar trámites.

 

El mismo Mario Benedetti, en una entrevista realizada por Hortensia Campanella, confesó la razón por la que había optado por esta temática para sus poemas iniciales: “(…) En esa época yo estaba muy preocupado por la influencia que la vida burocrática del país tenía sobre el desarrollo de cada individuo en particular. Había como una obsesión burocrática en el país. Eso traía una rutina que llevaba a la frustración. En esos momentos, yo conocía a una cantidad de ejemplares humanos que eran formidables por lo lúcidos, por lo inteligentes, por lo sensibles, y que, a poco, se iban agrisando, como opacando.”

 

Es justo lo que se manifiesta en los Poemas de la Oficina y que aparece, por poner un ejemplo, en el poema titulado ‘Cosas de Uno’:

 

Yo digo ¿no? / esta mano / que escribe mil doscientos / y transporte / y Enero / y saldo en caja / que balancea el secante / y da vuelta la hoja / esta mano crispada en el apuro / porque se viene el plazo / y no hay tu tía / que suma cifras de otros / cheques de otros / que verdaderamente pertenece a otros / yo digo ¿no? / esta mano / ¿qué carajo / tiene que ver conmigo?

 

Divago sobre este tema porque tengo una deuda con los pocos lectores (que son casi todas lectoras) de esta columna, no solamente por mis intermitentes ausencias, sino porque en una entrega precedente prometí continuar con mis reflexiones acerca del debate sobre la familia que está en curso en nuestro país. El incumplimiento se explica por mi reciente incorporación al mundo de la burocracia oenegenera. Me explico. Por una multiplicidad de circunstancias, la mayor parte de ellas atribuibles a acontecimientos fortuitos y fuera de nuestro control, he quedado temporalmente a cargo de los proyectos e informes que, tanto Indignación como U Yits Ka’an, tienen que ofrecer a las Fundaciones que nos apoyan. Un trabajo que, sin ser equiparable a la burocracia estatal, tiene con ella muchos puntos de contacto. Y con la poesía de Benedetti, un acercamiento que me espanta por momentos. Sepultado en una montaña de papeles (bueno, más bien por una avalancha de archivos Word, Excell y PDF) no me ha quedado mucho tiempo para la reflexión en este espacio y para compartir mis locuras, como acostumbraba hacer semanalmente hasta hace algún tiempo. Ruego a Dios que este trabajo no termine por apagar la pasión por aquello en lo que he trabajado durante tantos años.

 

Pero, volviendo al asunto de las familias, por acción de la buena fortuna (obra de la gracia, le llamamos los creyentes), la discusión sobre el tema ha venido a alcanzar nuevas tonalidades gracias a una serie de artículos publicados en las páginas del Diario de Yucatán y está a punto de cristalizarse en un debate público entre un representante de la organización “Unión por la Familia” y el Dr. Antonio Salgado Borge, profesor universitario y notable editorialista de diversos medios escritos.

 

El debate al que sido invitado –los beligerantes dirían ‘retado’– Salgado Borge ha estado precedido de muchos artículos y exposiciones del profesor universitario sobre el tema y, más recientemente, por un intercambio público de posiciones entre el Dr. Víctor Pinto Brito, presidente de la Asociación de Médicos Católicos, organización que forma parte de la Red Pro Yucatán, y el Dr. Rodrigo Llanes, presidente del Colegio de Antropólogos de Yucatán. Sería aconsejable que, quienes aspiramos a seguir de cerca el debate público al que me refiero en el párrafo anterior, repasemos este intercambio en las páginas del Diario. En fin, que parece llegada la hora, si ninguna de las dos partes abdica de la intención manifestada públicamente, en que podremos presenciar una discusión civilizada y más allá, eso esperamos, de los ataques y las descalificaciones personales, sobre un tema de apasionante actualidad y que tiene que ver con el reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo y los derechos y obligaciones que de su reconocimiento se derivarían.

 

Así que yo espero con ansias este debate (que podría incluso ser transmitido en vivo, según sugerencia del contendiente Salgado Borge) y estoy dispuesto a escuchar y sopesar las posiciones de las dos partes en controversia. Creo que será una oportunidad magnífica para que estos asuntos dejen de ser solamente objeto de diatribas o de cadenas en las redes sociales, y se convierta en un verdadero diálogo donde las partes se escuchen la una a la otra, propongan sus razones e ilustren a un público sediento de argumentaciones y hastiado de asumir el tema en base a simples descalificaciones. Espero conocer pronto los datos precisos de la realización del debate. Seguramente lo disfrutaré mucho.


2 Responses

  1. Retomando las palabras del Papa Francisco, hay que pedirles perdón y no solamente a ellos, sino a muchos.

  2. También nosotras lo esperamos con ansia. Deseamos que siente un precedente de civilidad y respero a las opiniones ajenas.

Responder a Sara Teresa Meléndez Cruz Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *