Iglesia y Sociedad

Inventario

8 Ago , 2017  

Eduardo del Río, in memóriam

Hace más de tres años que falleció José Emilio Pacheco. Extraordinario poeta, narrador e investigador de la cultura, su ausencia se hace cada vez mayor. Una faceta de su quehacer cultural ha quedado desperdigada en las páginas de la revista Proceso. Me refiero a la legendaria columna Inventario, con la que semana a semana José Emilio iluminaba las páginas del semanario. Habíamos quienes comprábamos la revista principalmente para gozar de las páginas de Inventario.

Inventario comenzó a publicarse en agosto de 1973 en el Diorama de la Cultura, del periódico Excélsior de tiempos de Julio Scherer y, después del golpe echeverrista siguió publicándose en la revista Proceso, hasta que José Emilio envió su última entrega el 24 de enero de 2014, unas horas antes de que se fuera a dormir para no volver a despertar.

Durante más de cuarenta años José Emilio Pacheco escribió y escribió de historia y de literatura. Por las páginas de esta columna semanal desfilaron historias y comentarios sobre Rimbaud y Rosario Castellanos, Martín Luis Guzmán y Sacco y Vanzetti, Mussolini y Rubén Darío. Recuerdo con delicia un comentario sobre una de las leyendas de Día de Muertos, que yo pensaba mexicanísima, y que él demostró que tenía similitudes con literatura de algunas zonas de la Gran Bretaña. Este artículo confirmaba una de sus principales convicciones, que le llevaba a descubrir conexiones entre los elementos más disímbolos: que todo tiene que ver con todo

Humor, imaginación, información histórica, deleite cultural, uno podría encontrar cualquier cosa en el Inventario de la semana. Recuerdo haber leído en alguna parte que José Emilio se había negado terminantemente a que los artículos de esta columna se publicaran como libro. Alguna reflexión hacía en aquella nota sobre la naturaleza del periodismo cultural y su día a día, que hacía de este tipo de publicaciones algo efímero, para fundamentar su negativa. Cuando supe de la muerte del escritor, lamenté que toda esa información y la genial visión que sobre ella arrojaba, fuera a perderse.

No fue así. El mes de mayo recibí una sorpresa. Entré a la librería de CONACULTA en la terminal 1 del aeropuerto de la Ciudad de México. Salí con los tres tomos de Inventario. Así, como un milagro que se encuentra a la vuelta de la esquina. Fue mi mejor regalo de cumpleaños. No son, desde luego, todos los Inventarios, hubiera hecho falta muchos tomos más para poder reunirlos todos. Por eso, con honestidad, los editores subtitularon la titánica tarea de los responsables de la selección con la palabra ‘Antología’.

Perece que no era yo el único que lamentaba, desde mucho antes de la muerte de José Emilio, que la columna Inventario no se transformara en libro. En contra de lo que siempre pensé, o de lo que aquella vieja nota a la que me referí más arriba me hizo pensar, la contraportada nos informa que “Pacheco siempre quiso que sus ‘Inventarios’ se recogieran en libro, pero nunca todos. La presente selección sigue sus instrucciones y recorre las variadísimas facetas de esta columna.” Algunos de los criterios quedan mencionados en la presentación de la edición: sería una selección  cronológica (aprobó para ello una propuesta del excelente cuentista Eduardo Antonio Parra), no incluir poemas suyos, en cualquier estado de redacción que se encontraran (era un corrector incorregible), ni publicar ninguna traducción o versión de poemas de otros, etc.

La edición es en tres volúmenes, cada uno de ellos de cerca de 800 páginas. El primer tomo reúne artículos de los años 1973-1983; el segundo recoge colaboraciones correspondientes a los años 1984-1992; y el tercero los de 1993-2011. No sé si habrá volúmenes posteriores. Me gusta cómo termina la presentación del primer volumen: “Para José Emilio Pacheco, hombre de libros si los hay, Inventario fue una forma de vida, una forma de leer, un espacio donde un libro era el pretexto para llegar a otros y a otros y a otros, para tejer historias y relaciones iluminadoras. La abundancia de libros era para él la única riqueza concebible. Esa pasión por saberlo todo y compartirlo todo lo llevó desde muy joven a intentar este nuevo género, a modificarlo y darle vida en el camino. Esta edición quiere poner en las manos de los lectores el momento más alto del periodismo cultural mexicano que Pacheco llevó a una cumbre que parece inalcanzable”.

Cuando el pasado 19 de mayo salí de la librería del aeropuerto con mis tres tomos bajo el brazo conocí, así sea fugazmente, ese sentimiento que llaman felicidad. Lo revivo ahora que, después de tres meses de agobios por otros menesteres, puedo tomarlos en mis manos e iniciar su lectura. Lo reconozco con rubor: soy un lector feliz.


One Response

  1. Ely dice:

    Yo soy lectora, cada vez con menos tiempo, de JEP. Voy a ser madre pronto (enero, si Dios quiere) y ansío leer a mi hijo pequeñas coplas y rondas para que, con el tiempo, pueda disfrutar de la Poesía.

    Pero tengo una duda mayor, ¿qué le puedo leer para que comprenda las enseñanzas de Dios? Soy católica y feminista, creo en Dios y en la ciencia, amo la vida y estoy a favor del aborto, tengo fé pero pocas veces me identifico con la lectura de evangelio en misa.

    Me siento más identificada con el «no practicante» cuando me preguntan sobre religión.

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