Iglesia y Sociedad

Colapso civilizatorio

11 Nov , 2016  

Al Movimiento Ecuménico de Teología India Mayense

En su 26º Encuentro en Kancab, Yucatán

 

Algunos la llaman crisis. Otros, con tono más angustioso, lo llaman colapso. Como quiera que se le denomine, la situación marcada por este cambio de época no deja de ser motivo de análisis y reflexión. Pareciera que los cimientos mismos sobre los que habíamos construido nuestra convivencia como especie están siendo cuestionados por un sistema económico y sociopolítico que ha convertido el lucro en la razón última para el actuar humano, rebasando todos los límites que nos habíamos impuesto para sobrevivir más o menos armónicamente. Las propias bases materiales sobre las que se sostiene la vida están amenazadas por el sistema en el que vivimos. No se trata solamente de una crisis de valores: es la sobrevivencia de la especie humana la que está en juego.

 

La profundización de las desigualdades, la ruptura del tejido social, la desconfianza en las instituciones, el riesgo de la debacle del ecosistema son solamente algunas de las manifestaciones de este colapso. Se trata de un conflicto sistémico, nombrado por algunos especialistas como una “emergencia planetaria”.

 

El analista madrileño Yayo Herrero nos explica de manera comprensible que hay dos características o presupuestos de nuestra civilización que están siendo puestos en cuestión: la ecodependencia y la interdependencia. Lo dice así: “Los humanos somos radicalmente ecodependientes. Todo lo que necesitamos para mantener la vida y satisfacer nuestras necesidades materiales procede de la naturaleza, sobre la base de un planeta físicamente limitado, Asumir estos límites físicos, implica comprender que nada, absolutamente nada, puede pretender crecer de manera ilimitada. Pero, además, los humanos somos también seres interdependientes. Durante toda la vida, pero sobre todo en algunos momentos de nuestro ciclo vital (infancia, vejez, diversidad funcional, enfermedad, etc.) las personas no podríamos sobrevivir si no fuese porque otras dedican tiempo de trabajo a cuidarnos”. (Agenda Latinoamericana 2016, pp. 142-143)

 

Pues bien, son justamente estas dos características, estas dos columnas que han sostenido la construcción de civilización humana y sobrevivencia armónica, las que están en riesgo debido al sistema capitalista extractivo que se ha construido en franca oposición a estas dos relaciones: la ecodependencia y la interdependencia.

 

El régimen del capital pretende ignorar que el planeta tiene límites físicos que ya estamos sobrepasando. La declaración del “Overpassing day” en meses pasados, nos anuncia que hemos comenzado a rebasar los límites: hoy se necesitaría más de un planeta para satisfacer los requerimientos de la humanidad. Todo esto debido a la sociedad de consumo que hemos creado. Este sistema pugna por un crecimiento económico ilimitado, pondera como virtud fundamental la competitividad sin frenos, olvidando que este tipo de crecimiento solamente puede realizarse a costa de destruir todo lo que necesitamos para sobrevivir. Quizá la técnica extractiva conocida como “Fracking” sea el ejemplo más acabado.

 

Quizá también por ello, la mirada que hoy dirigimos al futuro sea tan radicalmente distinta de aquella que teníamos hace unos cincuenta años. Los programas futuristas de los sesentas y setentas (Los Supersónicos, por ejemplo) miraban con optimismo hacia el futuro: todo sería mejor, más rápido, más eficiente y haría nuestra vida más disfrutable. Las películas futuristas de hoy podrían ser consideradas casi películas de terror: naturaleza devastada, hambre, muerte de poblaciones enteras, necesidad de buscar otro planeta dónde vivir…). Cada vez más, traer hijos al mundo es una decisión que debe enfrentar la superación del desaliento ante el futuro que se nos avecina.

 

Han bastado los doscientos últimos años para cosechar los frutos del podrido árbol del capitalismo feroz: la energía fósil ha entrado en franco declive, el cambio climático es una realidad que nos afecta y que sólo es negada por un pequeño grupo (pero con grandes intereses económicos) entre los que se cuenta el electo presidente de los Estados Unidos, y hay una profundización de las desigualdades que causa escalofríos: el 99% de los bienes en manos de unas pocas compañías transnacionales, que dictan a los países, otrora soberanos, las políticas que han de seguir y los ponen al servicio de un sector social privilegiado que no tiene empacho, para garantizar su estatus de vida, en engullirse bosques, ríos, suelos y minerales. Todo, como mercancía que se compra y se vende.

 

No hay planeta, por rico que sea, que aguante esto. La producción que busca el crecimiento económico a toda costa ha dejado de distinguir si produce bienes y servicios que realmente necesitamos o si, en la lógica de la compra venta como motivo de vivir, nos ofrece artefactos indeseables que destruyen y agotan materiales finitos e impiden que la naturaleza tenga tiempo de regenerarse.

 

Yayo Herrero ofrece, en el análisis al que he hecho referencia, elementos para un nuevo punto de partida. Habla de la necesidad de asumir el inevitable decrecimiento porque es consciente de que la humanidad, quiéralo o no, tendrá que aprender a vivir con menos energía y menos recursos materiales. Por otro lado, propone comenzar a “desacralizar y cuestionar la legitimidad de una propiedad ligada a la acumulación que impida una vida devente para muchas personas… la suficiencia material deberá tener una dimensión normativa que ponga límite a los excesos… habrá que repartir los trabajos derivados de la interdependencia para que sean realizados por hombres y mujeres en condiciones de igualdad…

 

El reto será si la humanidad logrará esto a la buena o a la mala. Es decir, si será capaz de diseñar un modelo productivo que se ajuste a la capacidad material del planeta y minimice las desigualdades económicas y patriarcales: volver a poner al ser humano –y no al mercado– como epicentro de la convivencia humana, y si podrá retomar la ecodependencia y la interdependencia como criterios de organización social. Para responde a ese reto habrá que volver los ojos a las culturas de los pueblos originarios, expertas en sobrevivencia. Es paradójico: serán aquellos pueblos, tradicionalmente explotados y depreciados, quienes, en acto de generosidad amorosa, nos entregarán las llaves para la reconstrucción del planeta.


2 Responses

  1. AMADOR DE LOS ANGELES NAAL CABALLERO dice:

    PUEBLOS DEPRECIADOS Y EXPLOTADOS ESTAN UNIDOS POR LA ECODEPENDENCIA Y LA INTERDEPENDENCIA

  2. Gerardo Tristan dice:

    Yo croe que hay que poner al planeta como epicentro de la civilización > El antropocentrismo esta ya agotado y nos hay llevad a esto también. Biojusticia YA!

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