Iglesia y Sociedad

Cuento de Navidad

2 Ene , 2018  

“Si me agarra la navidad ya me fregué”, le dice María Isabel a su esposo. Concluye así una larga y animada conversación sobre el bebé que viene en camino. A la vieja usanza, ninguno de los dos, padre y madre, han querido saber de antemano el sexo del nené que viene. Criticada por sus mismos familiares, Maribel ha defendido una y otra vez la opinión de que a los críos hay que quererlos incondicionalmente y que eso incluye esperarlos en el desafío de no saber quién ni cómo nacerá.

Y cuando le argumentan que el amor incondicional no tiene nada que ver con si uno averigua antes el sexo del bebé, entonces María Isabel, furiosa anticapitalista, ve abierta la oportunidad para preguntar cuál sería entonces el objetivo de saberlo y, apenas se le responde que es para poder comprarle al bebé las cosas que necesita, acertando ya a su sexo, entonces María Isabel se suelta con la perorata en contra del consumismo y de la división patriarcal de los sexos y así y así hasta que la conversación termina siempre, de manera indefectible, en la alusión a las comunidades zapatistas y la ejemplar construcción de su autonomía, “única buena noticia que sigue dando esperanza a este atribulado país”, sostiene Maribel.

“Y qué tiene que ver lo que estábamos conversando, el nacimiento del bebé, con las comunidades zapatistas”, esperada contestación de los oyentes, cansados del encendido discurso de la embarazada, anticapitalista y antipatriarcal (que no es lo mismo, pero es igual, había señalado Maribel, también fanática de Silvio), permite a Tony, así le llaman a José Antonio, el afortunado marido, entrar al quite y cerrar la animada charla evocando al poeta mexicano, que el mes próximo cumplirá su cuarto año de fallecido, diciendo: Todo tiene que ver con todo. La lapidaria frase le permite a Tony cambiar a otro tema.

María Isabel y José Antonio llevan ya varios años de casados. Todavía en edad de concebir, ambos decidieron traer el mundo a su cuarto hijo. Maribel prefiere que sea niña. Ya tienen tres: mujer la mayor y dos varones que le siguen, el último de los cuales, de apenas nueve años, ha sido ya nominado ‘miembro supernumerario del CNI Yucatán’, por la manera tan linda que tiene de hacer ondear con garbo la bandera maya en los mítines a los que sus padres lo llevan.

Tony y Maribel conciben la familia, sí, como espacio de amor incondicional, pero también como centro de agitación de las conciencias. El grito zapatista de 1994 los sorprendió siendo todavía recién casados, y en él descubrieron una razón más para seguir juntos. Se inscribieron en el FZLN mientras duró y se hicieron adherentes y propagandistas de la Sexta Declaración, cuando los zapatistas decidieron darle la vuelta a la historia mexicana anunciando la construcción unilateral de su autodeterminación a pesar, o justamente debido a, las traiciones del gobierno mexicano. Han seguido así, tras el nacimiento de todos sus críos, pendientes de las comunidades zapatistas y sus avances, participando en cuanta iniciativa en su favor surge desde la sociedad civil y siendo de los primeros en inscribirse en la Escuelita Zapatista de la que regresaron, con sus tres hijos, hinchados de esperanza.

No podían faltar, pues, a la llegada de Marichuy a tierras mayas. Maribel hubiera querido participar más y mejor en la preparación de la llegada de la vocera del CIG, pero “esta panza apenas si me deja moverme”, decía continuamente, disculpándose.

Lo que menos se imaginó es que la niña (sí, fue una niña) viniera a nacer en circunstancias tan especiales. Cuando se acercó el tiempo de la llegada de Marichuy, Maribel se empeñó en asistir a todos los encuentros que la vocera tendría con los distintos pueblos mayas. El doctor le advirtió que el parto podría ya suceder en cualquier momento y que no era recomendable que ella viajara en tal estado. Tony quiso persuadirla y logró que Maribel abandonara la idea de acompañar a la vocera en todo su recorrido, negociando con Maribel un solo lugar entre los tres programados. Cuando Tony le comentó que el médico opinaba que solamente podrían ir a la reunión de Chablekal, que era el lugar de encuentro más cercano a Mérida y que debían evitar viajar a Valladolid o a Maní, Maribel quiso insistir diciendo que “a Valladolid lo acepto, pero a la Escuela de Maní seguro que voy, porque allá promueven la labor de las parteras mayas, así que puedo avisar para que tengan a una lista, por si las moscas”, sin saber que el refrán ‘el hombre propone y Dios dispone’ no deja de contener cierta verdad, aunque su expresión fuera machista.

Maribel no llegó a Maní. Todavía no terminaba Emiliano de cantar sus canciones sobre el estrado colocado en la plaza de Chablekal, cuando ella sintió que un líquido le corría por las piernas: “Ya se rompió la fuente”, le dijo con angustia Adela, que estaba sentada a su lado. No había tiempo que perder. Tony le echó un grito a su amigo Beto y en menos de lo que canta un gallo ya habían cargado a Maribel para subirla al coche.

En el camino hacia el automóvil se cruzaron con la comitiva que, en sentido contrario, acompañaba a Marichuy camino al estrado. La vocera se dio cuenta de lo que pasaba y se ofreció a ayudarla. En el templete, un rapero maya fue avisado de que debería alargar su participación con algunas canciones extra, porque Marichuy se demoraría todavía unos minutos. En lugar de dirigirse al coche, Tony y Beto se enfilaron hacia el Uay Já. Ahí la vocera pidió agua caliente y se dispuso a recibir a la niña. Cuando Maribel terminó la labor de parto y recibió a su hija entre los brazos, murmuró: “más zapatista no podías ser”. Bastó un intercambio de miradas con Tony para que éste último anunciara que la niña se llamaría María Jesús, “que es el nombre que la esperanza llevará en México este 2018”, remató.

Poca gente se dio cuenta que Marichuy llevaba el vestido todavía húmedo, mientras daba su discurso. Tampoco se fijaron en que la voz le tembló cuando habló del mundo de justicia y dignidad que estamos obligados a dejar a nuestros hijos e hijas. Los que presenciaron el acontecimiento, en cambio, se dieron por adelantado, cuatro días antes, el abrazo de navidad.


One Response

  1. Sebastián Liera dice:

    Casi me hace llorar padre, casi.

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