Iglesia y Sociedad

Flashazos para un cuento de navidad

15 Dic , 2021  

(Inspirados en La Noche de Fuego, de Tatiana Huezo, 2021)

1. Ana Joaquina yace tirada en el suelo. No hay nada que pueda consolarla. Desde que María manchó los pantalones de rojo en la escuela, Ana Joaquina supo que el destino de su hija María estaba sellado. Ahora trae a la memoria, entre sollozos, las largas noches en que la tuvo en sus brazos cuando chiquita. Recuerda sus enfermedades, el llanto por su primer corte de pelo, su gusto por los deportes de varones. Ahora María ya no está. Ana Joaquina siente el dolor de los golpes que le propinaron los malosos para que la soltara. Pero nada es comparable con el dolor de su alma. María tenía apenas 13 años.

2. María fue siempre una niña muy despierta. Pronto se dio cuenta de lo difícil que es ser mujer en la tierra caliente michoacana. “Nomás esperan que tengan la primera regla y, como por arte de magia, como si lo leyeran en las estrellas, esos cabrones llegan y se las llevan… pinches narcos, nos joden la vida…”, escuchó María que su tía Cleofás le decía a su mamá, “…qué bueno que a María le falta todavía harto”. A los seis años, María ya sabía cuál era el futuro que le esperaba. Por eso aprendió de memoria los escondites que Ana Joaquina le preparó: “si estamos en la casa, escóndete en el tapanco que está debajo de la cama, si estamos en el patio, corre al establo y enciérrate en la bodega…”. Cuando María hizo botar la pelota, desoyendo a Ana Joaquina, ésta la jaló del brazo: “deja de jugar, chamaca, y escucha bien a tu madre, que de esto depende tu vida…”

3. Pepe conoció a María cuando entró al quinto año de primaria. Había llegado de su tierra, Badiraguato, para vivir en casa de sus tíos, después que los malosos entraron a la tienda de sus papás allá en su pueblo y los mataron a sangre fría porque no quisieron pagar su derecho de piso. Sólo ver a María hizo que todos sus fantasmas desaparecieran. Entonces, a los 14 años, supo que María era la mujer de su vida. Por eso la invitó cuando terminaron la primaria, para que fuera su pareja en el baile de clausura. Desde entonces comenzaron a verse con frecuencia. Pepe no se enojó cuando María le dijo que no podía aceptarlo de novio, porque ella pensaba crecer así, sin novio, por su cuenta, hasta que terminara una carrera. A María no le importaba que Ana Joaquina le dijera: “estás loca, chamaca, si aquí los maestros apenas si duran un año y salen volando pa’ su casa… les da harto miedo, así que ruégale a Dios que termines la primaria”. María pensaba que quería ser bióloga, no porque entendiera en qué consistía esa profesión, sino porque una vez que andaba jugando con los gusarapos del agua estancada en el patio de la escuela, el profe Juan le dijo: “¿Podrías ser bióloga, sabes…?”. Y es que la María andaba encampanada con el profe Juan, que si estaba chulísimo, que si nunca había visto a alguien con el pelo rizado como el profe Juan, y dale y dale con el profe Juan. Pero cuando el profe Juan, como todos los demás maestros, decidió irse y solicitó su cambio para escapar de la violencia, entonces María permitió que Pepe la abrazara para consolarla y comenzó a fijarse en lo bonita que era la nariz de Pepe…

4. María dice a veces que ya no quiere ser bióloga, como le sugirió el profe Juan. Que lo que ahora quiere ser es maestra. Si algún día logra terminar la secundaria y salir del pueblo, estudiará en la Normal Rural Vasco de Quiroga, en Tiripetio, sí señor. Pepe le conversó de la otra escuela normal, la que está en Guerrero, la de Ayotzinapa: “ahí se estudia para servir a los pobres y yo siempre escucho que tú quieres ayudar a tu gente…” Pero María la ve difícil, no solamente porque Ana Joaquina no la va a dejar ir a donde masacraron a los 43, sino porque le gusta mucho Michoacán y no quisiera dejar su tierra para irse a vivir en otra parte. Su tía Isabel vive en Iguala, pero siempre que llama por teléfono cuenta lo terrible que anda la violencia por esos rumbos. “Aquí tampoco es el paraíso –comenta María a Pepe– pero no se trata de salir de Guatemala para irse a Guatepeor”. María se acuerda entonces de los apuros por los que pasó su tía Chabela. Todavía colgada del brazo de Ana Joaquina, María fue a visitar a su tía para echar la mano en lo que se necesitara cuando Chabela diera a luz. Por poco se le muere el chamaco. Ni en el IMSS ni en el ISSSTE quisieron atenderla. Solamente porque doña Simeona, la partera, se acomidió, el chamaco pudo llegar con bien al mundo. Noooo, le comenta María al Pepe, a Guerrero no voy, aunque tenga que conformarme con Tiripetio.

5. Ana Joaquina no encuentra su esquina. Hace ya cuatro meses que se llevaron a María y no sabe nada de ella. La policía del pueblo solamente le dice que andan investigando. Pero todo el pueblo sabe que, ante las chamacas que desaparecen, la policía no puede hacer nada. Van tres en este año. Y eso que el pueblo es chico. De veras que nomás esperan que les venga la regla para robárselas. El peor miedo de Ana Joaquina, la imagen que no la deja ni dormir, es que le avisen que apareció el cuerpo de María muerto en alguna barranca. Ya pasó con la Magdalena y con la Susana… Por las tardes, Ana Joaquina se sienta un rato en el sillón que tiene en la puerta que da al patio. Desde ahí mira el sol ponerse. A veces se imagina que, con el sol a sus espaldas, María aparece de repente en el horizonte. La mira correr hacia ella, con el pelo suelto al viento. Entonces, cuando María parece estar ya cerquita, la visión desaparece y Ana Joaquina se queda ahí sentada, llorando, hasta que oscurece.

6. La noticia corrió como zarigüeya en estampida: que la María apareció desmayada en las orillas del camino que lleva a Apatzingán. Desmayada, pero viva. Dicen que su mamá, la Ana Joaquina, la recogió y se la llevó a su casa. De eso hace ya dos meses. Todos compadecen a Ana Joaquina porque la alegría de reencontrar a María se empañó luego luego, al saber que estaba embarazada. ¡Qué mala pata! No es la mejor manera de traer un hijo a este mundo. Pero cuando Jezabel se acercó a Ana Joaquina para proponer llevarla con la señora de los menjurjes, Cleofás le asestó un regaño marca diablo: “¡Deja de meterte en lo que no te importa!”, le espetó Cleofás. “Si alguien tiene que decidir aquí es María, ni tú, ni Ana Joaquina. Y la chamaca ya dijo abiertamente que quiere tener al chamaco”. “Es que va a estar viendo siempre la cara de esos hijos de su madre en la cara de su hijo, ¿qué no te das cuenta?”, le reviró Jezabel. “Y eso a ti qué chingados te importa. María ya dijo que va a tener al niño y no está sola. Además, para eso y muchas cosas más le sobran ovarios. Así que lárgate con tus insinuaciones a otra parte”.

7. Pepe siente que nunca, como ahora, había estado en el sitio y el momento adecuados. “Mi lugar es aquí contigo”, le dice a María mientras con su brazo le rodea los hombros. Cuando salen de la clínica, Pepe la invita a un helado. Pepe piensa que María es una mujer gigante. Por eso no hizo caso a sus amigos cuando quisieron disuadirlo de recuperarla para estar a su lado. Ella se merece todo, les dijo, y si quiere tener al niño, yo voy a asegurarme de que la criatura tenga papá.

Pepe mira a María comer su helado y piensa en lo felices que serán cuando tengan al niño en sus brazos. Acerca su rostro al oído de María y le dice quedito: “Estaré a tu lado cuándo y dónde tú quieras, juntos levantaremos al chamaco; si la gente te cansa o el ambiente se hace irrespirable, pues nos vamos un tiempo y nos llevamos a Ana Joaquina a donde tú quieras, al norte o a Yucatán. Es hora de que vivamos sin miedo y sin vergüenza. Y tú cumplirás tu deseo de ser maestra, que para eso voy a rajarme yo el cuero”. María le pide a Pepe que la acompañe a la iglesia, antes de que regresen al rancho. Cuando traspasan el umbral, una bandada de pájaros se levanta del campanario y sus graznidos suenan a anuncio festivo.


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