Iglesia y Sociedad

Cuatro viñetas para el Padre Obispo Lázaro

26 Oct , 2009  

1. Profesor sin miedo.
Era septiembre de 1979. Regresábamos de nuestro año en el seminario de Puebla, después de aquella apoteósica batalla que fue la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano. Entraba yo al segundo año del cuatrienio teológico. Recuerdo que nos tocó llevar la materia “De Gratia” (que todavía llevaban las materias, aunque fuera de manera simbólica, el nombre en latín). El profesor era el padre Lázaro Pérez Jiménez. Durante toda nuestra formación teológica no tuvimos otro profesor en el área de la teología dogmática más que él. Siempre Lázaro. Cuando terminaba la clase me acerqué para conversar con él. Le comenté que, como único fruto de una beca ganada en Puebla, había yo recibido de regalo el libro “Gracia y Liberación del Hombre”, del teólogo brasileño Leonardo Boff. Era, por así decirlo, la versión del tratado “De Gratia” desde la perspectiva de la teología de la liberación. Estuvo encantado de que yo expusiera en la clase una síntesis del libro. A partir de entonces, nunca estudié otro tratado teológico sin que el padre Lázaro me pidiera hacer una presentación de la otra versión de la materia, la liberadora… “De todas formas, no te olvides que el examen será sobre mis apuntes, ¿eh? No sobre esas novedades…”

2. Guardián fraterno
Octubre de 1986. Había yo terminado mi ciclo de formación en el extranjero y regresaba a la diócesis de Yucatán para iniciar mi servicio ministerial. Fui nombrado vicario de la parroquia de Lourdes y profesor del seminario conciliar. El padre Lázaro fue a visitarme un día a la parroquia. Su propósito era convencerme de ayudarlo en la conducción del equipo de paternidad responsable. Le dije que sí. Trabajamos juntos por algunos meses. Paulatinamente fue dejando la responsabilidad completa en mis manos, pero manteniendo siempre conmigo una fraterna comunicación. Más tarde, ya con mayor confianza, me reveló que aquella invitación no había sido decidida por él. El arzobispo Castro Ruiz, preocupado por algunos conflictos que tuve en Roma con el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, le había pedido a Lázaro que me invitara a trabajar con él en el equipo de paternidad responsable de manera que, estando así cerca de mí, vigilase la rectitud de mis posiciones teológicas. “Que nunca vaya a saber don Manuel que yo te conté esto…”, me dijo Lázaro. Don Manuel nunca lo supo.

3. Con el pie en el episcopado
De 1987 a 1996 fui profesor de la Universidad Pontificia de México. El padre Lázaro era ya profesor de tiempo completo, de manera que durante varios años compartimos casa y trabajo. Preocupado siempre por los seminaristas yucatecos que estudiaban en la UPM, Lázaro propiciaba salidas comunitarias, encuentros festivos, reuniones de conversación, de manera que, yucatecos en el exilio, conserváramos siempre vínculos de comunicación. Una noche nos invitó a todos a cenar. Una extraña alegría le brillaba en los ojos. Dos días más tarde recibimos la noticia de que había sido preconizado obispo de Autlán. Supimos entonces que, sin decirlo, quiso celebrar con nosotros su nombramiento. “Claro que ya lo sabía… pero ni modo de decírselos… ¡Estaba yo bajo secreto pontificio!”. Le susurré que yo, previamente, algo había sabido de la intención de la Santa Sede de elegirlo para el episcopado. Me preguntó que qué es lo que yo había sabido. No le contesté. Entonces se echó una carcajada: intuyó enseguida que también yo, como él, estaba “sub secreto pontificio”.

4. La amistad del Padre Obispo
Con la pícara sonrisa de un niño travieso me hizo pasar a la cabina. Era una estación de radio en Autlán desde la cual el padre obispo predicaba domingo a domingo. Escuché su sermón y los saludos que dirigía a las personas: “Mando un abrazo fuerte a doña Juanita, una abuelita adorable a quien conocí en una parroquia que visité esta semana. Ojalá que este saludo le ayude a recuperarse de su dolor de pies… Un saludo a don Ernesto, sacristán de la parroquia del Sagrado Corazón. Dice que siempre me escucha, así que le mando un abrazo agradecido…” y así por varios minutos. Siempre quiso ser llamado “padre obispo”, desterrando hacia su persona cualquier tipo de trato reverencial como “Excelentísimo” y “Reverendísimo”, títulos de los que siempre hacía mofa llamándolos “anticonciliares”. En repetidas ocasiones me invitó a ofrecer cursos a su presbiterio, tanto en Autlán como en Celaya. Lo hizo a pesar de las expresas desautorizaciones y suspicacias que circulaban a mis espaldas. Siempre se lo agradecí. Cuando me vio titubear en la aceptación de una invitación suya (tan escamado estaba yo de las presiones en mi contra), me dijo no sin cierta sorna: “Hey Raulito, yo te estoy invitando… no te olvides que también yo soy sucesor de los apóstoles…”. El curso que me propusiera para el año próximo, a través de su coordinador de pastoral bíblica, el padre Jerónimo Cabrera Muñoz-Ledo, ya no podrá llevarse a cabo.

El adiós intempestivo
Otros tantos recuerdos llevo grabados en la memoria y en el corazón. Algunos de ellos, como el sacrificio que significó su traslado repentino a la diócesis de Celaya, vivido con entereza y confiado solamente a contados amigos, deberán ser guardados con la discreción que ameritan. Otros, como sus desvelos pastorales, su prudencia doctrinal al frente de la Comisión para la Doctrina de la Fe de la CEM que atemperó infames cacerías de brujas, su cariño por la gente sencilla, serán, con toda seguridad, proclamadas a los cuatro vientos ahora que nos ha dejado por un presbiterio y un pueblo que aprendieron a quererlo y valorarlo. No es poca cosa, si de obispos hablamos. Me queda a mí el recuerdo del profesor, del amigo, del colega, del pastor… Su muerte me ha llenado de tristeza.


2 Responses

  1. Marcos Heredia Pérez dice:

    Escribe tu comentario aqui

    Nolo conocí, pero da gusto saber que existió un religioso con esas características porque nos devuelven o acrecentan la confianza en la humanidad.

  2. FRANCISCO JOSE PEREZ BATES dice:

    EN LO PERSONAL, LE AGRADEZCO, SU ANECDOTARIO DE CONVIVENCIAS CON MI TIO LAZARO , EL EN VARIAS OCASIONES LE MENCIONO EN LAS SIEMPRE APACIBLES COMIDAS EN LA CASITA , COMO EN FAMILIA SE MENCIONA A LA VIVIENDA DE LA ABUELA CARMITA EN TIZIMIN, Y POR SUPUESTO EN LAS EXTENSAS PLATICAS DE SOBREMESA , LE EMVIO UN ABRAZO A UN MUY BUEN AMIGO DE NUESTRO ENTRAÑABLE TIO PADRE . A SUS ORDENES.

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