Iglesia y Sociedad

¿Globalización o globalizaciones?

23 Ene , 2011  

Contamos hoy con datos que pueden guiar una discusión en torno al título de este artículo. El primero es que, aunque suene extraño, nunca había habido menos pobreza en el mundo. El Banco Mundial estima que 600 millones de personas mal viven con un solo euro diario. Son los “desesperadamente pobres” y conforman el 9.38 por ciento. Si sumamos a éstos a aquellos que el mismo BM considera como “simplemente pobres” a las personas que viven con dos euros diarios, unos 1,200 millones de personas, llegamos al 18.75 % de la población mundial, estimada en algo más que 6,400 millones de personas. Hace cien años, la proporción de pobres era de un 25 o 30% y, en siglos anteriores, la proporción se eleva en mucho hasta llegar hasta un 50%.

El segundo dato es que tampoco ha habido tanta riqueza nunca antes, al menos acumulada en tan pocas manos. Los reyes y terratenientes antiguos eran unos pigmeos comparados con los ricos de hoy. Dice el Finantial Times (14.02.2004) que en el mundo existen 600 “multimillonarios” o sea, personas que tienen un patrimonio personal de más de 1,000 millones de dólares. La riqueza acumulada por estas personas (si tomáramos una media de 15.000 millones, lo cual no es exagerado dado que Bill Gates tiene 80.000 millones) equivale al producto anual bruto de la economía más grande del mundo, los EE.UU. Comparar ingresos con riquezas es, ya lo sé, comparar peras con manzanas… ¡pero peras de ese tamaño son difíciles de encontrar!

Si a estos dos datos añadimos los fenómenos que acostumbramos ligar al fenómenos que llamamos “globalización”, como la explosión de los medios de comunicación, el desarrollo de nuevas técnicas e instrumentos, la transformación que, por obra de la tecnología, han sufrido algunos elementos naturales o minerales que en otro tiempo no tuvieron ningún valor, como el petróleo, el mayor conocimiento de los mecanismos que establecen y regulan las relaciones de causa y efecto de los fenómenos económicos, la mejor organización para hacer más eficientes y eficaces las empresas y aprovechar los recursos que se tienen de la mejor manera posible, uno queda confundido al ver que el binomio riqueza-pobreza es en la actualidad más extremo que nunca antes en la historia.

Efectivamente, la desigualdad puede medirse a simple vista. Los ejecutivos de algunas grandes empresas ganan en promedio entre 300 y 400 veces más que el salario promedio de los empleados. En muchos países desarrollados el 1% de la población con mayores ingresos puede recibir anualmente 500 veces más que el 1% de menores ingresos. Y con el patrimonio que se le imputa a Bill Gates o a Carlos Slim se podrían comprar todos los bienes y servicios que se produzcan en Bangladesh (de 133 millones de habitantes) y de algunos países pobres más.

La sociedades de ahora son cada vez más sociedades duales, que viven en lugares separados y distantes y en niveles de vida (económica y culturalmente hablando) muy distintos. “La desigualdad no sería tan grave si los que están peor estuvieran bien… y sobre todo, lo más rechazable de la desigualdad en las sociedades democráticas es que implica un reparto desigual del poder social, que puede ser incompatible con la democracia. El que tiene mucho poder no pierde nunca, ni tiene por qué ceder nada, ni respetar los intereses de los otros. Con los muy poderosos no hay negociación posible, ni pacto social, ni por lo tanto democracia”(1).

Es al menos ingenuo proponerse una batalla contra la globalización, no solamente porque es un fenómeno irreversible, sino porque reporta indudables beneficios a la comunidad humana. Las personas anti-globalización a ultranza suelen comunicarse, paradójicamente, a través de la red cibernética, uno de los elementos consustanciales al fenómeno de la globalización.

El problema no es, pues, el de un rechazo irracional a la globalización, sino, tejiendo fino, renunciar al dogma de que sólo este tipo de globalización es posible. Por las cuentas que hemos hecho al principio resulta que somos testigos de una antinomia vergonzosa en el mundo contemporáneo: en un mundo cada vez más “integrado” por la globalización, existe la convivencia irracional y absurda entre una indebida pobreza y una riqueza nunca vista.

Si con las capacidades actuales no hemos resuelto el problema económico de una tercera parte de la humanidad, es porque hemos organizado mal el uso de estas capacidades y la distribución de sus innegables beneficios. Resolver el problema económico de todos y cada uno de los seres humanos en sus múltiples dimensiones (alimentación, vivienda, salud, educación, empleo, ahorro, seguridad, etc.) debería ser, en un mundo bien ordenado, democrático, solidario, pacífico y humanos el OBJETIVO PRIORITARIO, lógico y natural, del sistema económico. Es un fallo de nuestras sociedades que cientos de millones de seres humanos, reconocidos universalmente como “iguales y tan dignos de disfrutar de los beneficios de la naturaleza y del desarrollo como los demás” no puedan satisfacer sus necesidades materiales y morales.

Domesticar los mercados secuestrados por los grandes poseedores de capital, trucados e ineficientes, proponer la vigilante intervención de los ciudadanos a través de procesos participativos, defender las instituciones del Estado de Bienestar (a pesar de las dificultades que plantea el desequilibrio demográfico de muchas de las naciones desarrolladas), organizar a los consumidores para hacer frente a los monopolios, organizar los efectos del fenómeno migratorio, detener el deterioro ambiental, etc., son retos de la otra globalización posible.

… Todo esto, en lo que acabamos con el capitalismo.

NOTA:
(1) El texto citado y los datos anteriores están tomados de Luis de Sebastián, Problemas de la Globalización, Cuadernos Cristianisme i Justicia 135 (Barcelona, agosto de 2005), p. 2-6.


One Response

  1. Marcelo Euan dice:

    Creo que pensar un que el mundo pudiera estar mejor que hace 200 años, en cuanto a la pobreza, tiene que hacernos pensar primero, ha habido algún gran cambio en la sociedad para suponer algo asi? bueno en lo personal creo que los cambios no han sido en el lado correcto ni tengo muchas esperanzas que lo sean en el futuro, pues como tambien se mencionan un poco, la sociedad ha prestado mas oido a Dios? ha estado mas dispuesta ha seguir sus mandatos? quiere obedecer a Dios mas que negociar con el? ha reconocido su incapacidad para autogobernarse? ha reconocido que aun en sus buenas obras hay maldad? yo creo que nos vamos alejando de esta situaciones por lo tanto nos vamos alejando del reino de Dios, y por lo tanto nos estamos alejando de la justicia social. Pero gracias a Dios que el depende su Reino y no nosotros, que cuando regreso lo va instaurar y alla comenzará el crujir de diente para muchos y la alegria completa espero para nosotros.

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