Iglesia y Sociedad

CONSEJERO DE GOBIERNO

13 Dic , 1993  

Yo siempre he sido bueno para los consejos. El afamadísimo franco-mejicano Joseph-Marie Córdoba Montoya, asesor de los asesores del Presidente Salinas de Gortari, debería participarme un poco de su extranjera suerte y darme un puestecito de Consejero Honorario de la República. Algunas recomendaciones interesantes podría darle este servidor al Presidente neoliberal que hoy nos gobierna.
Pero como no gozo de las simpatías de Córdoba Montoya (ni siquiera tiene el gusto de conocerme, ni yo a él), me conformaría con el cargo de Consejero (aquí sí: nada de honorario) del Gobierno de Yucatán, para poder desde ese lugar de servicio dar uno que otro consejito para ayudar a sacar a nuestro Estado de su abatimiento.
Podría dar, por ejemplo, unas cuantas ideas para hacer más creíbles los próximos comicios. En primer lugar recomendaría al gobierno tomarse unas buenas y obligadas vacaciones durante el proceso electoral, de manera que la sociedad civil y los partidos políticos organizara dicho proceso de principio a fin, y en caso de que la sociedad civil siguiera empeñada en hacerse fraude a sí misma, ya no tuviera pretextos para echarle la culpa al gobierno ni a la Comisión Federal de Electricidad.
Aconsejaría, además, que -en caso de paros laborales postelectorales- el gobierno participara dejando de trabajar. Así, los que nacimos y crecimos en las décadas del anarquismo, tendríamos la oportunidad de pasar algunos días al año saboreando un Yucatán sin autoridades legítimas, y gozaríamos al ver la frustración de quienes pensaban que, sin gobierno, Yucatán no seguiría en pie.
Recomendaría colocar de Procurador de Justicia a una persona con capacidad suficiente para idear una prisión especial para delincuentes electorales, cuyo proceso de readaptación contaría con el pedagógico paso a las celdas de algún líder sindical que les ofrecería a los presos, todos los días de la cadena perpetua, un kilo de carne a cambio de quedarse un tiempecito más en la cárcel.
Para no convertirme solamente en un consejero en asuntos de elecciones, podría idear algunas soluciones para otro tipo de problemas a los que cualquier gobierno bien nacido tendría que enfrentarse. Por ejemplo, recomendaría la formación de una comisión que vigilara el buen uso de los fondos del PRONASOL, PRODEZOHE, PROCAMPO y todos los nuevos PROES que pudieran surgir en un sexenio, para que los recursos ya no siguieran dedicándose a hacer escarpas sobre las que no se puede caminar, a menos que sea uno equilibrista y haya practicado algunos años en la cuerda floja, o parques infantiles en los que los niños acaban jugando con tubos, porque los columpios nunca llegaron.
Recomendaría también al gobierno apoyar deportivamente a los jóvenes, evitando que las asociaciones futbolísticas cobren tanto a quienes quieren jugar y elevando la calidad de los árbitros, para que griten menos y arbitreen más. Así podríamos volver a los memorables tiempos en que había pleitos apasionados entre los jugadores, dado que ahora sólo hay pleitos entre jugadores y árbitro, y eso desmerece el espectáculo.
Tengo algunos consejitos más guardados bajo la manga y que serían de gran utilidad para el gobierno: sobre el funcionamiento del CERESO, sobre la habilidad policíaca para conseguir confesiones, sobre cómo aplicar técnicas brasileñas en la solución del problema de los niños de la calle, sobre las múltiples ventajas de que la CFE continúe en manos del gobierno, y muchísimas brillantes ideas más. Es por eso que, desde esta popular tribuna, suplico a mis ocho lectores que apoyen mi autopostulación para Consejero Permanente del Gobierno del Estado de Yucatán.
El único problema es que no puedo aconsejarles a quién mandar sus cartas de apoyo. Los abogados de la anarquía estamos de luto ante tanta autoridad que hay en el Estado. A lo mejor en el próximo artículo puedo comunicarles con certeza a quién pueden mandarle las cartas de apoyo: si al Gobernador Constitucional, si a la Gobernadora ausente, si al Gobernador que despacha en Palacio, si al Gobernador electo o a la Gobernadora moral. Una disculpa por mi indecisión: tantos gobernadores causan confusión hasta en el mejor de los consejeros.


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