Iglesia y Sociedad

Retos y pendientes de la acción frente al VIH/SIDA

28 Nov , 2011  

He tenido la oportunidad, ya desde hace más de diez años, de venir acompañando al Oasis de san Juan de Dios en su encomiable trabajo a favor de las personas afectadas por el VIH/SIDA. Eso me ha permitido ser testigo de grandes avances en relación con el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad, pero sobre todo de la denodada lucha de muchas organizaciones de la sociedad civil que, a veces heroicamente, han dado la batalla para la consecución del acceso universal a los tratamientos y han acompañado a cientos de personas que se han visto afectadas directa o indirectamente por esta pandemia que lleva ya más de treinta años establecida entre nosotros.

He visto también, es preciso reconocerlo, avances en las políticas públicas respecto al VIH/SIDA. De hospitales públicos que echaban a los enfermos a la calle hasta contar ahora con acceso a medicamentos y con clínicas especializadas para el tratamiento. Algunas cosas permanecen, sin embargo, como lastres que se arrastran en el tiempo: el estigma y la discriminación contra las personas que viven con VIH, el reforzamiento de este estigma con argumentaciones pseudo religiosas, el descuido asesino del Estado en materia de prevención, lo que obstaculiza la erradicación de la pandemia, etc.

El 1 de diciembre se celebra el “Día Mundial de Lucha contra el Sida”. En ocasión de esta efeméride quiero compartir con los pacientes lectores y lectoras de esta columna, los que, en mi experiencia, considero algunos de los principales pendientes en el combate contra la enfermedad.

1. Ampliación del diagnóstico. El estado debe favorecer las pruebas rápidas de detección temprana. De esta manera, los casos podrían ser detectados antes de que surgieran los primeros síntomas de la enfermedad y tratados tempranamente.

2. Acceso universal al tratamiento, lo que implica no solamente el acceso a los medicamentos antirretrovirales y los exámenes periódicos a que deben someterse los pacientes, sino la interconexión entre las áreas que ofrecen servicios a la población afectada por el VIH/SIDA. De nada sirve, por poner un ejemplo, que una persona tenga acceso a la medicación antirretroviral si terminará muriendo tempranamente debido a que en el mismo hospital no se encontró ningún médico que quisiera operarlo del riñón. Todo esto, desde luego, será difícilmente conseguible si no se parte de una reorientación del gasto público y del abandono de las prácticas corruptas y clientelares en el diseño del presupuesto.

3. Control social de las políticas públicas. Tener cada vez más personas preparadas, con incidencia política, que ejerzan una especie de contraloría a los órganos de gobierno encargados de la prevención y atención de la pandemia. El ejercicio del dinero público invertido en el combate a la enfermedad debe ser totalmente transparentado y las organizaciones de la sociedad civil que trabajan directamente con la población afectada debe ser escuchada en la elaboración e implementación de estrategias de combate contra el VIH/SIDA.

4. Defender los derechos humanos de los grupos vulnerables, es quizá el mayor reto. Esto incluye no solamente el derecho a la salud, sino garantizar que las personas que viven con VIH no se verán excluidas del ejercicio de ninguno de los derechos consagrados para todos.

5. Empeñarnos en la erradicación de toda conducta discriminatoria hacia las personas que viven con VIH. Para esto habrá que insistir en desmontar los argumentos, incluso los religiosos, sobre todo los religiosos, que castigan la diversidad sexual. Habrá que visibilizar y hacer público cada acto discriminatorio para que la exclusión tenga costos para el discriminador.

6. Insistir en la prevención. El objetivo ha de ser no solamente mejorar las condiciones y la calidad de vida de las personas afectadas por la pandemia, sino erradicar de manera permanente la presencia del virus en la especie humana. Esto no podrá lograrse si los gobiernos no emprenden campañas serias de prevención, dirigidas a públicos específicos y concebidas y desarrolladas en el marco cultural de cada pueblo.

7. Mantener el tema en la agenda. A treinta años de su aparición se corre el peligro de pensar que la epidemia del VIH/SIDA es algo ya superado. No solamente tenemos que aprender a convivir con el virus de manera continua, sino que debemos garantizar políticas permanentes para la atención de la enfermedad sin bajar la guardia.

8. La confianza sólo se gana con la transparencia. Frente a la experiencia extendida de la corrupción a todos los niveles, habrá que pugnar porque las organizaciones civiles que trabajan en VIH/SIDA, las que manejan fondos públicos, pero no solamente éstas, sean capaces -aún en fondos limitados- de dar cuenta del gasto de éstos fondos, ser capaces de vivir en la confianza y la transparencia y dar ejemplo frente a una realidad con un terrible déficit de confianza y credibilidad.

Habrá seguramente muchos más retos que se me escapen. Sirvan éstos para motivar la reflexión de las y los lectores de este espacio en el Día Mundial de Lucha contra el Sida.


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