Iglesia y Sociedad

La Pascua, preludio de la Eucaristía cristiana

9 May , 2012  

Las fiestas detrás de la fiesta

Pocas festividades religiosas judías tienen tan rico pasado como la fiesta de la Pascua. Aunque los textos bíblicos nos la presentan como recuerdo de la liberación de la esclavitud de Egipto, experimentada por Israel, puede verse aquí y allá en el texto de la Biblia judía, testimonios de algunas festividades antiguas que alimentaron los orígenes de la actual fiesta pascual.

Es muy probable, como el texto de Ex 5,1 deja entrever, que hubiera una fiesta que los hebreos celebrasen aun antes del Éxodo: “Deja salir a mi pueblo para que me celebre una fiesta en el desierto”. Muchos especialistas opinan que esta sería una fiesta pastoril que se celebraba cada primavera, en la que se sacrificaba un animal tierno que se ofrecía a la divinidad, en un lugar sagrado, para obtener prosperidad y la fecundidad de los rebaños. De rasgos nómadas y domésticos, ésta parece ser la fiesta que los hebreos piden al Faraón que les permita ir a celebrar al desierto.

Hay quienes opinan también que la fiesta de los panes ázimos estaba originalmente separada de la pascua. Las primicias de la recolección (siega) se presentaban a la divinidad acompañadas de panes ázimos. Por eso en algunos textos la pascua y los ázimos aparecen como fiestas distintas y separadas (Lev 23,5-8; Esd 619-22; 1Cro 35,17), mientras que en otros textos aparecen ya unidas (Dt 16,1-8; 2Cro 30,1-13). Si esto es cierto, la fiesta de la pascua tendría como antecedentes cercanos estas dos fiestas distintas: la pascua pastoril y la fiesta de los ázimos, que habrían cristalizado en una nueva fiesta que contendrá elementos de ambas.

La pascua: experiencia de liberación histórica para Israel

El rito del cordero y los panes ázimos son asumidos en un nuevo acontecimiento que marca para siempre la historia del pueblo hebreo: se trata de la potente intervención del Dios de Israel que, habiendo escuchado el sufrimiento de su pueblo esclavo en Egipto, decide liberarlo. En esta ocasión la salvación se experimenta, no en un rito como antaño, sino en una intervención histórica. Esta es la conciencia religiosa que está a la base de la revuelta comandada por Moisés que culmina en el éxodo.

Es cierto que uno de las principales características de la fiesta que conmemora la liberación de Egipto es la cena que la conmemora. Pero el recuerdo de la pascua es concebido siempre como MEMORIAL, no como simple recordatorio. Las antiguas fiestas toman ahora un nuevo sentido: la sangre del cordero será la señal del pacto de Yahvé que viene a liberar a su pueblo de la esclavitud y que se escoge a Israel como su pueblo, en medio de los demás pueblos. Dios ha exterminado a los primogénitos egipcios, pero la sangre del cordero ha preservado a los israelitas de este paso destructor de Dios. Por eso la fiesta recibe el nombre de “pascua”, “paso”.

Del recuerdo al memorial

Es la noche de la pascua. Todos los hogares judíos están de fiesta. Esta noche recuerdan la gran hazaña que Dios realizó en los albores de la historia de Israel, al liberarlos de la esclavitud de Egipto. Todos están preparados para la celebración de la cena pascual. Con celo, han empleado toda la semana en limpiar hasta los últimos rincones de la casa para eliminar cualquier resto de alimento fermentado. Esta es la fiesta de los panes ázimos.

En la cena pascual participan todos: hombres y mujeres, niños y ancianos. Se ha colocado alrededor de la mesa el lugar de cada uno. A la cabeza el jefe de la familia, que presidirá la cena. Alrededor, todos los miembros. De pronto, según manda un antiquísimo ritual, el niño más pequeño se dirige a su padre y cantando le pregunta: “¿qué es lo que hace que esta noche sea diferente de las demás noches?” Y entonces el padre le contesta: “Es que éramos esclavos en Egipto, y en una noche como ésta Dios nos libró con mano poderosa y brazo extendido…” Y continúa en una larga descripción de los prodigios que se celebran en la noche de pascua.

No dice el padre: “nuestros antepasados eran esclavos en Egipto y hoy los estamos recordando con esta fiesta”. No. Dice: “éramos esclavos en Egipto”, es decir, nosotros, los que ahora celebramos esta fiesta somos los destinatarios directos de la acción de Dios, somos sus beneficiarios. La acción de Dios, situada en el pasado, se hace presente en esta misma celebración. Es el paso del simple recuerdo al memorial.

Del memorial a la celebración litúrgica

Es así como el Éxodo se convierte en el acontecimiento mayor de la historia de Israel. Por eso será recordado cada vez que el pueblo pasa por situaciones de sufrimiento o de esclavitud. La historia comienza a ser vivida por Israel en perspectiva de Éxodo. Jer 23,7-8, por ejemplo, habla del retorno del pueblo a su tierra, después del tiempo del exilio en Babilonia, como un éxodo decisivo que eclipsará al antiguo.

Más tarde, la tradición judía postexílica dotará a la fiesta de la Pascua de un revestimiento litúrgico que incluye una peregrinación al templo de Jerusalén. De tradición familiar, la fiesta pasa a ser una fiesta del templo. La Pascua se convierte en el crisol de toda la historia salvífica: la noche de pascua, Dios sacó al mundo del caos, a Israel de Egipto, al pueblo deportado de Babilonia, etc. Todas las experiencias salvíficas de Israel se celebran, como si en ella se concentraran, en la noche de la pascua.

Por último, la tradición judía se la pascua se enriquece con la expectativa mesiánica. La salvación definitiva, la victoria total sobre el mal, el Éxodo definitivo (Is 62,25) será instaurada por intervención del Mesías, cuya venida se aguarda en cada noche pascual.

Pascua y Eucaristía cristiana

Jesús celebra una cena de despedida en los días previos a la Pascua. Aunque no se propiamente una cena pascual, Jesús aprovecha esta cena de amigos celebrada en el ambiente festivo de la Pascua para anticipar su pasión. En las bendiciones rituales destinadas al pan y al vino, Jesús inserta la institución de la Eucaristía. Después que Jesús se ausenta físicamente, los elementos de la cena de pascua les sirven a los cristianos para identificar en la muerte y resurrección de Jesús la verdadera y definitiva pascua: Jesús es el nuevo templo y santuario definitivo, es el nuevo cordero que ocupa el puesto de la víctima de pascua, y en una comida pascual Jesús simboliza su propio éxodo: su paso del mundo pecador al Reino de su Padre (Jn 13,1) que se realizará más tarde en su muerte y resurrección.

Las iglesias cristianas de los inicios fueron muy conscientes de esto. Por eso en la celebración de la fracción del pan, después de una larga disputa, se conservó la utilización del pan ázimo. Por eso también, antes de invitarnos a la comunión, el ministro que preside la celebración nos invita a contemplar en Jesús al “cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Por eso los cristianos asumieron la celebración de la muerte y resurrección de su Maestro dentro del marco de una cena que la renueva y actualiza: la Eucaristía.

Hay que recordar, para ser fieles al rico pasado veterotestamentario de nuestra celebración Eucarística, estos elementos: la Eucaristía, como la cena pascual, es una celebración de la libertad y compromete a quien de ella participa, a formar un pueblo de hombres y mujeres libres. El pan ázimo, que se parte y se reparte, es también para nosotros una comida de viajeros. Como en la pascua antigua, nosotros también participamos de la fracción del pan como si estuviéramos vestidos con ropas de viaje, porque somos peregrinos (1Cor 11,26; 1Pe 1,13-21). Quizá por ello uno de los nombres más hermosos de la Eucaristía, cuando se administra en situación de enfermedad grave, sea la de “viático”.


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