Iglesia y Sociedad

La iglesia y Ayotzinapa

23 Oct , 2014  

La semana pasada escribía sobre el impacto que me provocó encontrarme a mi llegada a México con la tragedia de Ayotzinapa. Entre las frases de dolor de la pasada entrega escribí sobre “el silencio de las iglesias”. Estoy aquí para reparar mi dicho.

Es confusión común, contra la que frecuentemente alerto a las y los lectores, decir iglesias y referirnos a las jerarquías de las iglesias. Es más frecuente esto aún en la iglesia católica, donde la jerarquía se empeña en que tal identificación se mantenga no como una confusión, sino como la verdad simple y llana. Pero la teología de las primeras generaciones cristianas desmiente esta pretensión. Y una vuelta al origen, como la que intentó el Concilio Vaticano II e impulsa con singular empeño el Papa Francisco, es hoy indispensable. La iglesia está conformada por todos los bautizados y bautizadas y la jerarquía adquiere sentido solamente cuando está al servicio de la animación del seguimiento de Jesús de sus hermanos y hermanas, no como dominadores, sino –para emplear una palabra neotestamentaria– como sirvientes de los fieles.

Pero ha sido injusto de mi parte, tanto refiriéndome a la jerarquía como al Pueblo de Dios, hablar de “silencio de la iglesia”. Hay iglesia en las manifestaciones que exigen verdad, justicia y reparación ante la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa y se unen al grito que recorre toda la geografía nacional y varios foros internacionales: ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!

De parte de la jerarquía, aunque sea solamente uno, ha habido un Obispo con la decencia de convocar al Pueblo de Dios que peregrina en su Diócesis, don Raúl Vera, que el miércoles pasado presidió la Eucaristía en el marco de la jornada nacional de protesta. Ese acto de dignidad no redime a los responsables de la Basílica de Guadalupe que impidieron que muchos sacerdotes se unieran a otra Misa, aquella en la que se acompañó a los familiares de los desaparecidos, pero los coloca en su pequeña mezquindad.

De parte de laicos y laicas y de parte de la iglesia que no es la jerarquía, debo reconocer que muchos de ellos/as han caminado con los manifestantes. En honor a ellos y ellas quiero compartir el mensaje de la Provincia Mexicana de Religiosas de Jesús María, congregación a la que me unen muchos lazos de afecto. El texto muestra cómo, en el acompañamiento del dolor de las víctimas, muchos católicos y católicas vamos reencontrando nuestra vocación original: hacer de este mundo una casa grande de hermanos y hermanas. Les comparto la carta:

Sean por siempre alabados Jesús y María
A NUESTRAS FAMILIAS, AMIGAS Y AMIGOS Y A TODOS LOS QUE SIENTEN CERCANO Y VIVO EL CARISMA DE JESÚS-MARÍA EN SUS VIDAS:
Dios se revela en la solidaridad

No soy muy amiga de “exponer” el dolor de las personas. Me parece que hay un obligatorio pudor que brota del respeto y de una especie de veneración cuando tocamos realidades muy dolorosas.

Le pedí permiso a María Herrera Magdaleno…
Ella está presente en distintas redes sociales, por lo que no hablaré algo distinto de lo que ella misma ha dicho en estos últimos años.
Tuvimos el privilegio de caminar a su lado desde la Estela de Luz en Reforma, (también llamada estela de Paz) hasta el Zócalo de la ciudad de México el pasado 8 de octubre, cuando alrededor de 500,000 personas (niños, abuelas, gente en sillas de ruedas, muchos jóvenes) acompañábamos el drama de las 43 familias de los jóvenes normalistas de Ayotzinapa desaparecidos…
La historia la conocemos y nadie como María para entenderla, ella que tiene cuatro hijos desaparecidos desde hace 6 años. Nadie mejor que María para llorar y para tener esperanza junto a las 43 familias que viven un dolor que la mayoría de nosotros seguramente no alcanzamos ni a imaginar.
Y todos ellos, los jóvenes de Ayotzinapa, los hijos de María y tantos más, son nuestros hermanos: ¿Dónde está tu hermano? Gn. 4,9. Tremenda pregunta dirigida hoy y siempre a cada una y a cada uno de nosotros.
Hace un año, las religiosas de Jesús- María celebramos el 36 capítulo General en Roma. Procedentes de 28 países, compartimos y nos preguntamos por “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias” (GS 1) de nuestros hermanos y hermanas en los lugares donde somos enviadas.
Y de las preguntas nacieron propuestas y prioridades, acentos que deseamos, junto con cada una y cada uno de ustedes, poner en la vida:
Tres prioridades:
1. VIVIR EL PERDÓN, LA RECONCILIACIÓN Y LA SANACIÓN, para que mujeres como María y como cada uno de nosotros sigamos caminando con la libertad que nace del perdón, de la reconciliación que llama a un nuevo modo de JUSTICIA, la que RESTAURA tanto al ofendido como al ofensor. El perdón de Claudina que se transformó en una propuesta de vida que pronto cumplirá 200 años.
2. DEJARNOS CONMOVER COMO CLAUDINA, POR LAS MISERIAS DE NUESTRO TIEMPO. Con-movernos, dejarnos tocar por las angustias de nuestros hermanos que están en desventaja por la desigualdad, la falta de oportunidades, la pobreza, la violencia, para poder movernos-con ellos y transformar juntos/as la realidad.
3. UN MODO DE VIDA COMPROMETIDO CON LA JUSTICIA LA PAZ Y LA INTEGRIDAD DE LA CREACIÓN, para que sucesos como los de Ayotzinapa nos duelan y despierten nuestra creatividad y generosidad y para que nuestra manera cotidiana de relacionarnos con nosotros-as mismos-as, con las otras personas con lo creado y con Dios, pueda colaborar a construir un mundo más humano.
En algunas de nuestras obras ya se están poniendo medios para vivir estas prioridades.
En próximas comunicaciones iremos compartiendo posibilidades y redes de apoyo, así como distintas reflexiones que despierten nuestra esperanza, que nos hagan preguntas y que inquieten nuestra conciencia y nuestras posibilidades de amor y de servicio.
Me despido con la certeza de que “cuando nos rebelamos contra la injusticia, Dios se REVELA MOVIÉNDONOS A LA SOLIDARIDAD”.
Con cariño y esperanza,
Paola Clerico Medina rjm
H. Provincial


2 Responses

  1. ESCRITO DESLUMBRANTEPARA AQUELLOS Q SIGUEN EL SACRIFICIO Y SE UNEN AL DOLOR DE NUESTROS HERMANOS

  2. Pepe Marchand dice:

    Bellísimo Padre. Bellísimo.

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