Nota bibliográfica: GÓMEZ HINOJOSA José Francisco, ¿Tiene futuro la iglesia católica? Su actuación ante la situación actual (Editorial PPC, Madrid 2022) 229 páginas.
Estamos ante un libro decisivamente optimista. Encadenado en la reflexión del autor a ensayos anteriores de títulos parecidos (¿Tiene futuro el socialismo? (1992), ¿Tiene futuro el capitalismo? (1993), ¿Tiene futuro la postmodernidad? (1993), la obra que hoy presentamos es de mayor aliento y, desde el principio, el lector o lectora intuye que la respuesta será positiva, sea porque el autor es un ministro católico en toda regla, sea porque la editorial y el mismo lugar de la presentación se inscriben dentro del espectro amplio de la iglesia católica.
El libro es, cuando menos, inusual. Una buena parte de los lectores darían, a bote pronto, una respuesta negativa a la pregunta lanzada por Paco. Vista desde su situación actual, el futuro de la iglesia católica está todo, menos garantizado. Paco nos ayuda a echar una mirada distinta sobre la situación y, sin negar los altos niveles de descrédito en que se ha sumido la iglesia católica debido a la crisis de la pederastia, apunta a reforzar la intuición reformadora del Papa Francisco: la iglesia no tiene salvación si no regresa a sus orígenes, es decir, si no regresa al evangelio de Jesús. Me alegro, por eso, de que Paco haya salido de la zona de la reflexión filosófica y el análisis riguroso de los datos de la realidad al que nos tenía acostumbrados, para entrar decisivamente en la zona de la reflexión teológica, así sea de la llamada teología narrativa.
Pero, además, el optimismo de Paco se enfrenta, no solamente a que la Iglesia católica vive, lo que podríamos llamar, “horas bajas”, sino que también colisiona con una cada vez más extendida desconfianza hacia el ser humano, hacia la capacidad de la humanidad de rehacer su camino. Los anuncios del nuevo orden social que surgiría una vez vencida la peligrosidad de la pandemia se han ido esfumando. Aunque se recomienda no mentar la soga en la casa del ahorcado traigo aquí a colación el reciente informe sobre cómo se usó el agua en esta pasada crisis hídrica en Monterrey, crisis que se presentó ya a finales de la pandemia. La nota del periódico El Norte está fechada el 22 de septiembre pasado y firmada por Daniel Reyes. El título es elocuente: “Son sampetrinos los más ‘gastones’ de agua en sequía” y revela que el consumo de agua en san Pedro, a pesar de que se había llamado a todos al cuidado y la reducción del consumo, no sólo no se redujo, sino aumentó: fue superior a 27 mil litros mensuales por hogar, cuatro veces el promedio de otros municipios, como García. La nueva organización social más solidaria que debía haber surgido en la post pandemia, la cultura de compartir con austeridad un bien preciado como el agua, brillaron por su ausencia. Uno continúa en la duda de si el mundo posterior al coronavirus será en algo mejor a lo que dejamos atrás. Las notas del ensayo traen una abundante muestra de ese escepticismo en las citas de muchos autores (nota 30).
Por eso me parece que el libro de Paco puede ser valioso para las personas que se acerquen a leerlo: ofrece un chisguete de luz al final del túnel y, aunque su propuesta se identifique con la propuesta evangelizadora de Jesús –en tiempos y circunstancias distintas a las del primer siglo, claro– o precisamente por ello, aparece como una nueva proclamación del kerygma original del movimiento de Jesús, adaptado, desde luego, a las circunstancias de un siglo que se asoma a su primera cuarta parte, cargado de incertidumbres y amenazado por varios flancos.
Entremos, pues, en materia. Metodológicamente hablando, Paco subraya la triple misión de la iglesia: predicar, vivir y celebrar, conceptos sucedáneos de la clásica división de la triple misión recibida por el católico en su bautismo: ser miembro de Cristo profeta, Cristo rey y Cristo sacerdote. La misma división con la que se organizó el Catecismo de la Iglesia Católica: Lo que creemos (dogma), lo que vivimos (moral) y lo que celebramos (liturgia).
Una de las cosas que hay que agradecerle a Paco, importante para un texto que, escrito ordenadamente en metodología académica (1, 1.1., 2.3, etc.), puede resultar árido o complejo debido a la gran cantidad de información que nos comparte, son los párrafos conclusivos con los que adorna la reflexión: someros pero completos resúmenes de cada sección. Así que me referiré aquí a algunos de ellos.
En su primer resumen (La reflexión de la fe en tiempos de coronavirus) queda de manifiesto que uno de los elementos que jalonan la reflexión son los asuntos que tienen relación, así sea tangencial, con el ejercicio de la sexualidad: divorciados vueltos a casar, anticonceptivos, matrimonio universal, celibato obligatorio, sacerdocio femenino, etc. Las aportaciones de Paco demuestran que uno de los puntos ciegos en la reflexión de la iglesia católica (por no meternos a hablar de las otras iglesias cristianas) es todo lo relevante a la tradición moral de la iglesia. Existe una deuda en esa materia y no abordar los temas aludiendo a unos puntos “innegociables” no ayuda gran cosa. La mutación antropológica que Paco denomina “cambio epocal” tiene mucho que ver con este orden de cosas. Cerrar todo tipo de reflexión y de disenso en estas materias no ayuda en nada, sino que, contrariamente a lo deseado, se convierte en un obstáculo insuperable para las nuevas generaciones. Hay que revisar, y pronto, estos temas que llevan tanto tiempo en la discusión pública dentro de la iglesia y que no nos permiten avanzar en otras áreas que necesitan urgente reforma.
En su segundo resumen (La vivencia de la fe en tiempos de coronavirus) Paco no registra en la síntesis una de las más interesantes reflexiones de este apartado: la escasa importancia que se ofrece en la práctica eclesial a la pastoral social, considerada como la cenicienta de las pastorales, y el combate contra ciertos presupuestos que descalifican toda labor asistencial pero que no insisten en los aspectos de promoción y cambio estructural.
Respecto a la celebración de la fe en tiempos de pandemia, uno no puede sino saborear la crítica de Francisco, el de Monterrey, a la pastoral juvenil y su método de ver – juzgar – llorar y a la escasa profundidad de los influencers religiosos.
La segunda parte es del todo teológica. Y aunque algunos piensen que la teología narrativa es endeble en su sistema argumentativo, eso depende de quién lo dice y desde dónde lo dice. Es, efectivamente, una teología que no sigue los estrictos canones de la reflexión académica, con un tratamiento de la revelación y de la tradición a la que están acostumbrado los profesores de seminarios, y por eso es calificada como una teología “entregada al espíritu del tiempo”, como menciona atinadamente Jesús Martínez Gordo en la reseña que hiciera del libro de Paco en la revista Vida Nueva Digital. Pero, mucho me temo, es la teología que tiene algo relevante que decir a la gente de a pie.
Ya desde el inicio, Paco establece su diagnóstico sobre la crisis que quedó a la vista en ocasión del coronavirus: “Creo que la progresiva ausencia de los problemas e intereses vitales de la gente, en especial de sus fieles jóvenes, por parte de la doctrina eclesiástica, y la negativa a dar saltos cualitativos, aunque pequeños, en materia de disciplina interna, ha sido la causa principal el deterioro que la IC ha sufrido en los últimos años”, diagnóstico que remata la misma conclusión ya expresada en la sección anterior: temáticas relacionadas con erotismo y sexualidad, con el papel de las mujeres y la acogida a minorías, “son temas que, querámoslo o no, no se irán, y conviene enfrentarlos”. Señalado este aspecto decisivo, Paco puede ya dedicarse a lo que sigue: preguntarse de qué manera el seguimiento de Jesús impacta los tres elementos de la fe que abordó en la primera parte: la manera en que creemos, vivimos y celebramos.
Paco aborda en esta segunda parte la predicación de Jesús, centrándose en la categoría teológica que marcó su mensaje: el Reino de Dios y la necesidad de convertir a él toda nuestra vida entendiendo esta conversión no solo ni principalmente como algo individual o un asentimiento teórico a las verdades propuestas por el Maestro, sino a una actitud de fondo que implica a toda la persona y le hace comprometerse en todos los ámbitos de la vida. En el resumen (p. 75) apunta a tres ejes temáticos básicos en el mensaje de Jesús: Reino, misericordia y conversión, coloreado con el mandato fundamental del amor a Dios y al prójimo.
En el cómo de la predicación de Jesús, Paco se extiende en el poder transformador de las parábolas, consideradas no solamente como un factor pedagógico (hacer fácil lo difícil), sino con poder de plantear al escucha una disyuntiva de vida. Conocimiento del auditorio, fuerza transformadora del lenguaje parabólico y la constante del diálogo son los tres elementos considerados como fundamentales en el cómo de la predicación de Jesús.
A esta altura del ensayo, el lector/a va vislumbrando la propuesta hacia el futuro que ofrece la reflexión de Paco: la vuelta a Jesús implica necesariamente la vuelta al tema del Reino y sus valores. Esto nos permitirá purificar muchas de nuestras ideas sobre Dios. Ya se sabe que los cristianos no creemos simplemente en Dios, ni siquiera en cualquier Dios. Creemos en el Dios que Jesucristo vino a revelarnos. Y es lamentable que estemos todavía anclados en el Dios del Antiguo Testamento.
Esto me lleva a recalcar, en la línea de lo expuesto por el autor, la densidad teológica diferenciada del Nuevo Testamento y, en particular, de los evangelios canónicos. Hay que decirlo sin rubor: todo en la Biblia es Palabra de Dios, pero no todo lo que la Biblia dice tiene el mismo valor. Remarcar la lectura cristológica del Antiguo Testamento nunca estará de más. Es un legado de la tradición que nos viene desde los más antiguos testigos, como Pablo y los sinópticos. La imagen que Jesús nos presenta de Dios es un parteaguas que nos permite acceder con ojos críticos a las imágenes de Dios que Él critica. Por eso Paco insiste en su resumen (p. 86) en la necesaria purificación de nuestra idea de Dios.
Sobre las acciones amorosas de Jesús y sus destinatarios, Paco insiste en las mujeres, los niños, los pobres y los pecadores, para añadir después a los discípulos/as y apóstoles. Las características del amor de Jesús que subraya en el texto: la misericordia, el cuidado amoroso libre y gratuito –de especial pertinencia debido a la pandemia– son actitudes que permitirán a la iglesia tener futuro.
Acercándose ya al final de su reflexión, Paco aborda las celebraciones de Jesús. Un análisis de otras comidas realizadas por el Maestro fuera de las festividades religiosas, como la mencionada con Marta y María o con Leví y su grupo de amigos pecadores, hubiera completado aún más el ya completo panorama que Paco nos presenta. El cómo celebrativo del Maestro es, al mismo tiempo respetuoso de la tradición, pero innovador y libre. Sobre esa senda encontrará la iglesia católica la oportunidad de celebrar la fe en el futuro y abre panoramas en lo que tiene de más arriesgado la propuesta de Paco: la ordenación de mujeres, la bendición de parejas homosexuales y su apuesta por la inculturación de las celebraciones litúrgicas.
Hasta aquí mis observaciones de lector. Las conclusiones enlistadas al final del ensayo no tienen pérdida. Con toda seguridad, Paco tendrá muchas reflexiones más que compartirnos en el futuro. Y yo, espero –además de seguir siendo su amigo hasta la muerte– seguir teniendo la fortuna de continuar como su comentarista de cabecera.
Excelente y renovadora reflexiones. Nuestra iglesia debe retomar sus principios y no tener miedo a la evolución guiados de la mano de Cristo. Para el encuentro con ese Dios de Cristo