Iglesia y Sociedad

Anotaciones sobre Dante y Villaurrutia

29 Jul , 2025  

Probablemente los versos más famosos de la Divina Comedia sean los referidos en el V Canto del Infierno a la pareja formada por Paolo y Francesca. En ellos, Dante hace referencia a una pareja de jóvenes que, leyendo en un libro la historia entre Lancillotto y Ginevra, llegado el momento del beso entre el caballero y la reina, ellos también, la pareja lectora, se dejan llevar por el sentimiento sin freno y se besan llenos de emoción. Nada más que, a diferencia de los personajes de la trama libresca, los lectores son una pareja dispareja, pues Paolo es hermano de Giancciotto, el esposo de Francesca y, por tanto, su cuñado.

Esta historia amorosa le sirve a Dante para cerrar su cántico. Es una especie de demostración de parte del poeta de que, aun la gente llevada por la lujuria, puede haber llegado a esa experiencia sensual por amor. Y el amor, lo sabe Dante y lo sabemos todos, termina provocando perdón debido a la limpieza de corazón del que ama. Así que, después de mencionar una larga lista de amantes que se dedicaron al puro placer de la carne, Dante invoca a estos dos personajes que se besaron con súbito e imprevisto amor, aunque cometían el pecado de infidelidad. Pecado que, finalmente, se cobrará Giancciotto asesinando a ambos.

Dice Giuliana Poli que, con esta mención, Dante señalaba un desarrollo en su largo poema: “como cuerpos etéreos que vagan por los aires desde los inicios del mundo, Paolo y Francesca, con su beso, han generado un nuevo empuje hacia la evolución del poema. El elemento de conjunción de las parejas de amantes del infierno es la traición y el beso”. En virtud del beso de Paolo y Francesca, la traición se mira con ojos más amables. Si ha sido el amor el que nos ha conducido a esta muerte, esto generará un cambio de destino provocando un renacimiento.

Xavier Villaurrutia (1903-1950), uno de los más talentosos componentes del grupo Los Contemporáneos, tiene un poema intitulado con el verso de Dante: Amor’ condusse noi ad una morte… También el escritor mexicano, como Dante en el infierno, se pregunta por el amor, pregunta poética por excelencia. Su respuesta es este poema que, bajo el título tomado de La Divina Comedia, desarrolla en ocho párrafos (6 cuartetos y 2 quintetos) su comprensión del amor. Estos ocho párrafos están atravesados por tres dísticos:

1

Amar es una cólera secreta

Una helada y diabólica soberbia

2

Amar es una envidia verde y muda

Una sutil y lúcida avaricia

3

Amar es una insólita lujuria

Y una gula voraz, siempre desierta

Como cualquier lector o lectora se dará cuenta, hay en estos versos la mención de seis de los siete pecados capitales: ira y soberbia, envidia y avaricia y, finalmente, lujuria y gula. Todos ellos pecados de exceso, sea excesos de carácter, de deseo de posesión, de acumulación o de consumo. Queda, sin embargo, un pecado capital no enlistado en los dísticos del poema: la pereza… ¿Cómo poder entrelazar un pecado, que se antoja pecado de omisión, con la irresistible fuerza del amor? El quinteto final del poema es la respuesta magistral de Villaurrutia.

No sé si sea un abuso, pero no queda más remedio. No sabemos exactamente todo lo que Villaurrutia quería decir en su mundo de metáforas. Lo único que tenemos a mano es la versión final del poema publicado por él en el lejano 1939 (aunque aparecería solamente en la edición de 1948 de su libro “Canto a la primavera y otros poemas”). Pero el poema no le pertenece ya a Villaurrutia sino a quienes hoy, aunque mucho tiempo haya pasado, lo leemos. Lo mismo que Villaurrutia hizo con Dante, nos corresponde a nosotros hacer ahora con el poema del mexicano.

El quinteto final es singular porque establece la equivalencia que para Villaurrutia tenía el sueño con la muerte. El sueño es una muerte momentánea. Pero el placer carnal, la expresión máxima de goce que es el orgasmo, es también, no lo olvidemos, llamado en francés “la petit morte”.

La pereza, por tanto, no necesita ser añadida a los dísticos que enlistan los pecados capitales porque está mejor descrita en el verso final:

“Pero amar es también cerrar los ojos,

dejar que el sueño invada nuestro cuerpo

como un río de olvido y de tinieblas,

y navegar sin rumbo, a la deriva,

porque amar es, al fin, una indolencia”.

¿Hay alguna manera mejor de incluir la flojera en el arte de amar?


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