Iglesia y Sociedad

3, 2, 1… Eduardo Galeano

24 Abr , 2015  

Yo me encontré tres veces con Galeano.

Para Alejandro Cárdenas, por la idea

3. La visita a Maní
Es 21 de abril de 2009. La tarde es agradable. El patio central de la Escuela de Agricultura Ecológica U Yits Ka’an está lleno de sillas y adornado como para una fiesta. En unos momentos más deberá llegar Eduardo Galeano. Quienes llenan las sillas no son intelectuales ni literatos, sino campesinas y campesinos mayas. El lugar dista apenas unos dos kilómetros del pueblo maya de Maní, al sur de la península de Yucatán, en México.
Tanto el grupo nutrido de campesinos/as como el mismo Galeano, esperan con ansias este encuentro. Los campesinos y campesinas porque quieren conocer al señor famoso, a aquel cuyas historias les han gustado tanto cuando las han escuchado en boca de algunos de sus maestros. Galeano porque después de haber escrito tanto acerca de los mayas y del auto de fe de Maní, por fin podrá estar en el lugar de los hechos.

Maní es una de las obsesiones de Galeano. Lo expresó bien en uno de sus textos:
“Fray Diego de Landa arroja a las llamas, uno tras otro, los libros de los mayas.
El inquisidor maldice a Satanás y el fuego crepita y devora. Alrededor del quemadero los herejes aúllan cabeza abajo. Colgados de los pies, desollados a latigazos, los indios reciben baños de cera hirviente mientras crecen las llamaradas y crujen los libros, como quemándose.
Esta noche de año 1562 se convierten en cenizas ocho siglos de literatura maya. En estos largos pliegos de papel de corteza, hablaban los signos y las imágenes: contaban los trabajos y los días, los sueños y las guerras de un pueblo nacido antes que Cristo. Con pinceles de cerda de jabalí, los sabedores de cosas habían pintado estos libros alumbrados, alumbradores, para que los nietos de los nietos no fueran ciegos y supieran verse y ver la historia de los suyos, para que conocieran el movimiento de las estrellas, la frecuencia de los eclipses y las profecías de los dioses, y para que pudieran llamar a las lluvias y a las buenas cosechas de maíz.
Al centro, el inquisidor quema los libros. En torno de la hoguera inmensa castiga a los lectores. Mientras tanto los autores, artistas-sacerdotes muertos hace años o hace siglos, beben chocolate a la fresca sombra del primer árbol del mundo. Ellos están en paz, porque han muerto sabiendo que la memoria no se incendia. ¿Acaso no se cantará y se danzará, por los tiempos de los tiempos, lo que ellos habían pintado?”

Galeano había llegado a Yucatán después de una extensa gira por varios estados de México. Venía a presentar su más reciente obra “Los Espejos” y se había presentado en Mérida invitado por la promotora cultural y amiga de las grandes causas, Olga Moguel.
Galeano llega con algunos minutos de retraso a la Escuela. Se ha demorado un poco más de lo planeado en el pueblo de Maní. Ha mirado de cerca el monumental convento franciscano, desde donde Fray Diego de Landa dirigió el Auto de Fe del que ha escrito en el primer volumen de su obra Memoria del fuego. El pueblo maya sangra todavía por esa herida. Ha escuchado con atención el relato de los jóvenes franciscanos que, hace apenas unos años, realizaron un acto de desagravio ante las puertas del convento. Fray Diego de Landa pertenecía a esta orden religiosa. Los ojos de Galeano se afilan cuando escucha la anécdota. Más tarde la incluiría en alguno de sus libros aún por escribir.
Mientras Galeano lee algunos fragmentos de obra, echo la mirada sobre la multitud absorta. El corazón se me estremece. Difícilmente Galeano encuentre en otra de sus presentaciones un público que palpite al unísono de la manera como lo hizo el pueblo maya en aquella tarde apacible. En la Escuela U Yits Ka’an la memoria de Eduardo Galeano ha quedado grabada a sol y viento.
Este mi tercer encuentro con un autor que tanto ha aportado a la reflexión latinoamericana me ha dejado arrobado.

2. Porto Alegre
Durante muchos años se ha realizado en la ciudad brasileña de Porto Alegre el Foro Social Mundial. Es el año 2005. He sido invitado a participar en el Foro de este año. Será el último año que Porto Alegre será la sede única de este tipo de reuniones anticapitalistas que intentan encontrar caminos alternativos para enfrentar el actual des-orden mundial. Va la crónica del Foro que escribí en aquellos ayeres.

Las fotos: Vladimir Ilich Lenin, san Francisco de Asís, el infaltable Che Guevara, Evita Perón. Bob Marley, Buda, el Subcomandante Marcos, Carlos Marx, Mahatma Gandhi, Luiz Inacio da Silva “Lula”…
El río humano parece interminable. Los colores impactan al espectador. La marcha ha salido a las 6 de la tarde desde el Mercado Municipal y los contingentes terminan cuando se llega al anfiteatro “Pôr-do-Sol”. Son las 8.30 de la tarde (¡sí, a esta hora el sol no se ha puesto en estos confines!) y los contingentes siguen arribando. Todo es fiesta y algarabía.

Las causas: la defensa de los ecosistemas amenazados, el alto a la guerra de invasión en Iraq, el fin del sistema patriarcal, la democratización de los medios de comunicación social, los derechos de los pueblos indios, la liberación de Palestina, la defensa de las universidades públicas, la diversidad sexual y cultural, la resistencia en Cuba, la globalización de los derechos humanos, el rechazo a los tratados comerciales injustos…
Después de un tramo de gente, viene la batucada; más allá los tambores; una banda improvisada (con todo y trombón) viene alegrando a otros grupos. Hay niños y ancianos, niñas y mujeres maduras, atletas y personas con discapacidad, rubios y trigueños, la diversidad tiene hoy un nombre: Porto Alegre.

Las organizaciones: Caritas Internacional, Amnistía Internacional, Oxfam, Fraternidades Franciscanas de América Latina, Movimiento Anti-Manicomios, Católicas por el Derecho a Decidir, Organismo de defensa de los osos pandas, Central Única de Trabajadores, una larga lista de partidos políticos de izquierda de países diversos, Red brasileña de prostitutas, Movimiento de los sin techo, Red feminista, Pastoral del Sida de la Conferencia de Obispos Brasileños, Alianza de Obreros Revolucionarios, Mundo Sustentable, Vía Campesina…
Los vendedores traen banderas del foro social mundial en sus carritos. Venden agua y cerveza, refrescos y churros, aquí y allá puede uno conseguir recuerditos para llevarse a casa y contar a todo mundo que estuvo uno en el Foro de Porto Alegre, hay cientos de repartidores de volantes apoyando las causas más diversas y anunciando actividades (parecen no confiar en que la gente vaya a leer un programa que muchos no consiguieron por la excesiva fila de la mañana o que, quienes lo consiguieron, tendrán flojera de abrir porque tiene las dimensiones de un directorio telefónico).

Las banderas: de la Autoridad Nacional Palestina, de Argentina, de Paraguay, de Bolivia, de Cuba, de Puerto Rico, una bandera del pueblo Aymara, cientos de banderas del PT y del partido que se escindió después del primer año de gobierno de Lula, el Partido de Socialismo y Libertad (P-Sol), de la Central Única de Trabajadores, banderas multicolores del movimiento gay, una enorme (tan enorme que, llegados al campo abierto donde sería el espectáculo musical, cubrió a casi una cuarta parte de la multitud) bandera del Brasil y una solitaria, pero nunca más orgullosa, bandera tricolor con el águila en el centro…
La gente va llegando a la plaza al terminar la marcha de clausura. No parece cansada. Vienen bailando, con la sonrisa a flor de labio. El calor del mediodía ha disminuido y sopla fuerte el viento fresco. Tienen causa y eso se les nota en las facciones del alma. Con los cabellos al viento, me parecen los hombres y las mujeres más hermosos del mundo. Lo son.

Lo más llamativo: La figura más discutida y controvertida: Lula. La causa más popular: la lucha del pueblo palestino. El villano más vilipendiado: Bush. El contingente más creativo: las feministas (muchas de ellas vestidas de novias). El símbolo que más llamó la atención: unos ataúdes de los que emergían plantas. El intelectual más celebrado: Eduardo Galeano, a quien la multitud (entre ellos me cuento yo) escucha en impresionante silencio en la jornada de clausura del Foro. Atrae a las multitudes como un rock star, pero solamente dice lo que piensa. ‘Ese es su chiste –me dice un vecino de asiento– decir bonito lo que todos llevamos en el corazón’.

Es mi segundo encuentro con Eduardo Galeano. Conocerlo personalmente no me ha decepcionado. Y eso es mucho decir cuando se habla de escritores famosos.

1. En el fragor del Charras
La Universidad Autónoma de Yucatán, en México, tiene un mártir en su historial. Se trata de Efraín Calderón Lara, mejor conocido como El Charras. Siendo aún pasante de la carrera de Derecho, se dedicó a asesorar a sindicatos que quisieran liberarse del férreo control de las centrales sindicales oficialistas. Eran los tiempos del autoritarismo priísta, ese que parece estar de regreso. Yo era un estudiante de segundo de preparatoria cuando el Charras desapareció. Era 1974.
Me integré al comité de huelga de la Escuela Preparatoria. Fui testigo presencial del ataque armado contra el edificio de la Universidad de Yucatán (no era todavía “autónoma”). En una de las tantas reuniones que manteníamos para sostener la huelga universitaria, un amigo se me acercó cuando notó que yo, adolescente y católico, estaba a punto de tirar la toalla. Largas (y aburridísimas) discusiones entre maoístas y guevaristas en la Facultad de Economía sobre el rumbo que debería tomar el movimiento social en el que participábamos comenzaban a minar mi ánimo. Yo estaba ahí por el corazón, no tanto por la cabeza.
Mi amigo, compadecido de mi hartazgo me comentó al oído: ‘no te pierdas en estos rollos. Te traigo un libro que te va a hacer entender los mecanismos de la opresión en nuestro continente… y además, está muy bien escrito. Salió apenas hace tres años…’
Entonces puso en mis manos “Las venas abiertas de América Latina”. Lo leí en apenas unos días y mi manera de ver el mundo cambió de manera radical (todo lo radical que se puede a los 16 años).
Fue mi primer encuentro con Galeano… en realidad, fue el definitivo.

 


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