¡Alto a los feminicidios!
Ema Gabriela, in memoriam
Hay quienes dicen que eso del miedo de los escritores ante la hoja en blanco es un mito. Supongo que esta afirmación utiliza la acepción de ‘mito’ de uso corriente (como el libro “Diez mitos sobre la mariguana”), es decir, que identifica mito con algo falso. Hay programas titulados “Tal cosa: ¿mito o realidad?”, identificando al mito con la mentira. La acepción antropológica del término, en cambio, es bastante más compleja y se refiere, para utilizar la definición de José Manuel Losada, a “un relato explicativo, simbólico y dinámico, de uno o varios acontecimientos extraordinarios personales con referente trascendente, que carece en principio de testimonio histórico, se compone de una serie de elementos invariantes reducibles a temas y sometidos a crisis, presenta un carácter conflictivo, emotivo, funcional, ritual y remite siempre a una cosmogonía o a una escatología absolutas, particulares o universales” (Tomado de Wikipedia). Mitos serían, pues, los relatos del Popol Vuh, los once primeros capítulos del Génesis, o los arquetípicos relatos de la antigüedad griega. La identificación de mito con falsedad, tan en boga en los medios de comunicación y las redes sociales es, cuando menos, simplista.
De cualquier manera, el miedo, o nerviosismo, o trauma ante la página en blanco es una experiencia muchas veces citada por los autores, sobre todo de narrativa de ficción. Hay un libro que me gusta mucho. Lo compré en la FILEY 2016 (que en la más reciente no tuve ni siquiera chance de husmear por entre los estantes). Está publicado en la Ediciones Cal y Arena y tiene por compiladora a Delia Juárez y como ilustrador a Daniel Camacho. El libro se llama “Así escribo” y es la reunión de los testimonios de 53 escritores mexicanos que cuentan la forma en que escriben, cómo entienden el misterio de la creación literaria, cuáles son sus filias y fobias, cuáles los lugares y horarios en que escriben. Un libro delicioso que recomiendo ampliamente.
En varias ocasiones, en el libro que he mencionado, los escritores y escritoras se refieren a la página en blanco. Enrique Serna, por ejemplo, afirma que “aunque solo beba tres whiskies cada quince días, el síndrome abstinencia que todo ex borracho arrastra consigo me quita el sueño, y cuando amanezco atarantado después de una noche en blanco, la frase más inocua me cuesta sangre”. En cambio, dice Ana Clavel, “poco a poco la tentación de sentarse a escribir comienza a ser insoportable. Pero no cedo. No puedo empezar si no doy con la primera frase. Para escribir, por ejemplo, una primera línea como ‘La violación comienza con la mirada’, tuve que esperar más de veinte años a que Las Hortensias que había leído en la Facultad de Filosofía y Letras florecieran con una extraña intensidad violeta; así como tuve que recordarme mirando mirar a los hombres: lecciones silenciosas del deseo y sus anatomías que contemplé en la mirada de hermanos y primos mayores desde que era niña”.
Hugo Hiriart, por su parte, ofrece todo un manual “con un consejo que doy siempre a mis alumnos para casos de bloqueo de escritor o tortura de la página en blanco: el procedimiento, es un verdadero algoritmo, consiste en (1) escribir como sea, a lo loco, como salga… (2) no se debe volver al texto escrito hasta el día siguiente… (3) al regresar al día siguiente nuestro dominio sobre el texto seguro que ha crecido… (4) la voluntad juega escaso papel, nadie escribe como quiere, escribe como buenamente puede…” Y cada uno de los pasos de este algoritmo se desmenuza en un texto que tendría que leerse (y disfrutarse) en el libro.
Todo esto es para decirles que el pánico ante la hoja en blanco no es una experiencia que afecte solamente a quien escribe en este espacio, sino que es un fenómeno extendido. Nadie me envíe a un hospital psiquiátrico por ello. Hace algunos años escribí algunas líneas para expresar este sentimiento. Se las comparto ahora que, después de varias semanas, perdí (momentáneamente) el horror ante la página en blanco.
ANTES DE ESCRIBIR
Luminosa distancia que apabulla
como un desierto enorme, como sangre
contagiada de sida
Horror teatral a la Darío Argento
con locos degollando a la portera
en dos rápidas tomas
Vergüenza triste del recuerdo sucio
y un tocamiento oscuro, sudoroso,
en un clóset de infancia
Miedo fatal, terror casi dantesco,
al grandulón que espera a la salida
de una tarde de escuela
Odios acumulados, rebeldía
que no se olvida nunca, que despierta
puntual el dos de octubre
Pasión, estrés, nostalgia, vanidades,
destellos de crueldad y de impotencia
…cansancio del cansancio
Todo esto es hoy, ayer, cada mañana
una página en blanco y esperando
las líneas del poema