Tres poemas desde el avión
Poema 1: Leyendo Letras Libres
Me gustan los artículos ventanas,
los que en las pétreas y macizas catedrales
abren alguna grieta
casi invisible, escondida y transgresora,
dejando entrar el rayo de la luna
que modificará la escena y su conjunto.
Amo la gris palabra, que como flecha ardiente
se clava en la mirada y abre surcos
cuyo fin ignoramos,
la que se vuelve guía y testimonio
en los nuevos e ignotos territorios.
Poema 2: Camino a TGZ
Me asomo a la ventanilla del avión.
Por detrás del estruendo de las nubles,
blancas como hervidero lácteo,
se perfila una línea al horizonte:
Es el dibujo perfecto,
trazado por un pincel maestro,
de una cordillera.
Nunca he entendido a quienes necesitan
vías para intuir la existencia de Dios.
A mí me basta
este retrato imborrable del camino aéreo
entre la ciudad monstruosa de José Emilio
y la capital del estado de mayor diversidad étnica.
Poema 3: viaje célibe
Otra vez sobre las nubes,
camino de irredenta itinerancia.
¿Cuándo pondré final a esta vagancia?
¿Cuándo descansaré de subterfugios?
Si la voraz mirada abarca todo
desde esta altura de impresionante vértigo
¿Qué será limitarse a un techo plano
y a dos o tres ventanas sin postigos?
Aunque es cansada la luz que se derrama
sobre la mesa de servicio, impune,
(Y ni leer se puede, pues deslumbra)
viajar es un remedio de la ansiedad oculta,
un lanzarse a dormir sobre las nubes.
Prefiero esta ventana diminuta
que me abre a otros mundos,
que la cama infectada de deseos
que mi edad y mi cuerpo vuelven nulos.
Viajaré, pues, lo más que pueda
dejando la lujuria en la almohada.