Iglesia y Sociedad

¿Sexo o poder?

11 May , 2010  

Por varias razones expongo hoy en esta columna un artículo que no es mío. En primer lugar porque este artículo editorial del National Catholic Reporter, (un periódico católico norteamericano, para que no se yerre pensando que se trata de un escrito de enemigos de la iglesia) coincide en mucho con lo que yo pienso, y que he tratado vanamente de expresar en entregas anteriores.

En segundo lugar, porque he decidido no tratar más este tema por algún tiempo, para dejar que se decanten las resoluciones eclesiásticas respecto a los escándalos y podamos tener más elementos de juicio. Quería, pues, cerrar el tema con las advertencias de esta colaboración.

Finalmente, la tercera razón, la más pedestre, es que ando fuera del estado, empeñado en un curso que no me deja mucho tiempo para dedicar a la escritura de esta columna. De cualquier manera, desde algún lugar de las montañas del sureste mexicano, mando a mis estimados lectores y lectoras mi saludo semanal.

La crisis de abuso es en realidad una crisis de jerarquía

Editorial del National Catholic Reporter (http://ncronline.org)

La crisis de abuso sexual no es fundamentalmente sobre sexo. La frase es una etiqueta conveniente que se ha aplicado a un problema más profundo que está sucediendo y que, en su esencia, tiene que ver con el poder y la autoridad y cómo es utilizado en la iglesia.

La crisis de abuso sexual es en realidad una crisis de jerarquía, es una crisis de una cultura que ya no puede mantener su superioridad a fuerza disposiciones de una oficina o reclamando alguna diferencia ontológica con resto de la humanidad. La abrumadora evidencia muestra que, desde el sacerdote de una parroquia hasta el Papa, los encargados de proteger a la comunidad, al oír que los niños eran víctimas de abusos sexuales, actuaron en primer lugar para proteger a la Iglesia institucional.

Una verdad central y triste corre a través de la historia que ha sido desentrañada de los últimos 25 años: Cuando la comunidad más necesitó que sus líderes actuaran como pastores ellos eligieron actuar como príncipes, ignorando el problema a su alrededor al tiempo que emplearon todos los medios disponibles para salvar su reino.

Los líderes de la Iglesia han esgrimido una serie de defensas. La mayoría de ellas apuntaron a influencias o causas provenientes de fuera de la cultura clerical, al secularismo, el materialismo, el relativismo, una sociedad obsesa por sexual, a medios de comunicación hostiles, abogados anti-católicos, las reformas del Concilio Vaticano II, y la más absurda de todas, la defensa que lo que ocurrió en la iglesia está siendo indebidamente destacada dado que el abuso de niños ocurre en todos los sectores de la sociedad.

Seguramente algunos entre la jerarquía deben darse cuenta ahora que su respuesta a la crisis se sustenta en el secularismo y el relativismo que condenan. ¿Quién de entre los obispos se podría presentar en un púlpito y en un sermón llamaría a la comunidad a seguir su ejemplo en el trato con el pecado grave: negar, atacar al acusador, ocultar el crimen, pagar por el silencio si se descubre y admitir que «se cometieron errores» sólo cuando la presión del público lo hizo aparecer de forma inevitable?

Uno no necesita mirar más allá de los confines de la comunidad en búsqueda de las causas. No cabe duda ahora, cuando la difusión de la crisis se extiende en todo el mundo, que los obispos utilizaron el secreto de su cultura privilegiada, la confianza de aquellos de dentro de la iglesia e incluso que la sociedad en general les confiere, así como los laberínticos y ocultos protocolos de su cultura para ocultar a los sacerdotes ofensores y evitar el escrutinio de las autoridades civiles.

La estrategia de los obispos surgió a partir de un modelo de gobierno que debe más al concepto de la realeza y a la conducta de una corte, que a las exigencias del Evangelio. El modelo real no admite equivocación, requiere lealtad absoluta y no debe rendir cuentas a nadie. La compasión tiene poco lugar en el mundo de los príncipes.

La historia muestra, sin embargo, que los reyes y los príncipes tienen tiempos difíciles cuando los sujetos se vuelven educados y entienden que tienen derecho a saber lo que está pasando, para ser parte del proceso de gobierno y exigir rendición de cuentas de los responsables.

El P. Donald Cozzens, quien ha escrito extensamente sobre la cultura del clero y sus lados de sombra, comentó: «Estamos siendo testigos de la caída del Imperio Católico romano y no –espero- de la Iglesia Católica Romana. Los imperios ya sea en lo temporal o en lo eclesial, no funcionan más»

El imperio eclesial ya no funciona porque la gente que hace su trabajo y proyecta su mensaje al mundo y ya no confía en que sus líderes hacen lo correcto. No funciona porque las exigencias siglo XXI demandan la rendición de cuentas de sus instituciones y dirigentes.

El hecho de que la crisis parece no tener final y en esta última etapa la información y difusión de los hechos llegue hasta el apartamento papal no debería ser una sorpresa dado el historial del Vaticano durante el papado anterior.

No existe mejor ejemplo de la corrupción que se extendió a los más altos niveles de la Iglesia que el difunto P. Marciel Maciel Degollado, fundador de la orden secreta llamada los Legionarios de Cristo.

En las últimas semanas el National Catholic Reporter ha documentado algunos de los elementos más sórdidos de la subida al poder de Maciel, un ascenso impulsado por los regalos de lujo y un sinfín de dinero en efectivo para las figuras de gran alcance en la curia. El difunto Papa Juan Pablo II ejemplifica la ceguera de la cultura clerical, rechazando la mayor parte de su reinado papal los persistentes gritos de las víctimas de abuso en todo el mundo. Su acción en el caso de Maciel fue especialmente desafortunada. Él abortó una investigación del Vaticano sobre Maciel, a pesar de las abundantes advertencias de una gran cantidad de fuentes fiables que informaban que Maciel había abusado sexualmente en repetidas ocasiones de jóvenes seminaristas a su cargo. En cambio, Juan Pablo elogió a Maciel como una «guía eficaz para los jóvenes» y le otorgó honores especiales a la Legión. Al mismo tiempo, Maciel fue una burla para la iglesia y todo lo que ella debe representar, así como manipuló la curia para sus propios fines.

El arzobispo Diarmuid Martin de Dublín, Irlanda, después de leer la documentación reunida como parte de una investigación del gobierno irlandés sobre abuso sexual por sacerdotes en su arquidiócesis, pronosticó que se convertiría en «una iglesia más humilde.» Martin llega como una voz fresca, libre de cualquier participación en el escándalo. Hasta el momento ha realizado una evaluación sobria y honesta de la crisis y sus causas. Quizás Irlanda, tan fuertemente católica y tan profundamente sacudida por los escándalos, podría ser el lugar en que una nueva eclesiología emerja. Una que sea más incluyente y transparente que el “modelo real” que está en declive. Tal vez podría ser el lugar de nacimiento de una eclesiología que sea humilde, no humillada, pero de una manera que haga un balance de lo que una comunidad cristiana debe ser y cómo debe estar presente en el mundo y para el mundo.

Tal vez podría proporcionar un ejemplo del tipo de introspección seria y profunda que se requerirá del clero, sobre todo de la jerarquía, para llegar a la raíz de las causas profundas de la escandalosa conducta de cultura clerical y para discernir que reformas son necesarias para transformarla en una cultura de servicio y compasión.

Los católicos quieren caminar con sus líderes, no debajo de ellos. Queremos estar muy involucrados en la búsqueda, en la marcha de los peregrinos, y no ser enviados en una marcha forzada. Queremos ser el pueblo de Dios, no acobardados siervos. Queremos a nuestros pastores de vuelta. Hemos tenido demasiados príncipes.


9 Responses

  1. Ricardo Pech George dice:

    Muchas felicidades por tu onomástico, Raúl, que Dios te conceda mucha vida. Te mando un abrazo fuerte. Saludos.

  2. Regina Carrillo dice:

    Olvidé poner mi nombre.

  3. Anónimo dice:

    Es realmente desesperanzador escuchar a un ministro de la Iglesia autonombrarse príncipe de la iglesia para pedir solemnidad y respeto; y más desesperanzador gente que le aplauda eso.
    Un mundo utópico no necesita de jerarquías porque todos saben cómo jugar, si la iglesia se supone que es la búsqueda de esa utopía, debería ser la primera en rechazar este modelo arcáico y absurdo.

    A pesar de todo…

    Esto ya me huele a reforma, a cambio, a concilio, a Jesús, a Verdad…

  4. RTOSA ANGELICA ARANDA dice:

    AUNQUE EL ESCRITO NO ES TUYO, PARECIERA QUE BROTO DE TU PLUMA, TAL ES LA CLARIDAD CON QUE RESEÑAS.
    SIEMPRE MOVIENDO A LA REFLEXION. GCS POR DARNOS TU TIEMPO

  5. Ricardo Pech George dice:

    Esto de la reforma en la Iglesia Católica me parece inevitable. Estamos viviendo fenómenos muy importantes como para cerrarnos los ojos ante las posibilidades de cambio. Me imagino el miedo que habran sentido los cristianos cuando se propuso el Concilio Vaticano II. Pero a final de cuentas hubieron cambios en ese entonces. Con respecto a aquello de la jerarquía, me pregunto si Jesús quiso dejar su enseñanza en príncipes, o es que por algo escogió a gente común para dar a conocer su Evangelio. Yo no sé absolutamente nada de religión, pero lo cierto es que más y más católicos hoy por hoy están aceptando que el actual sistema, ni funciona, ni es el que originalmente quiso Jesús para su Iglesia. Saludos desde Monterrey.

  6. Silvia dice:

    Jorge:
    Te mando un extracto de lkas declaraciones del Papa en Portugal, anteayer.
    «No solo de fuera vienen los ataques al Papa y a la Iglesia, sino que los sufrimientos de la Iglesia vienen justo del interior de la Iglesia, del pecado que existe en la Iglesia. Eso lo hemos visto siempre, pero ahora lo vemos de una manera realmente aterradora: la mayor persecución a la Iglesia no viene de los enemigos de fuera, sino que nace del pecado de la Iglesia. Y la Iglesia tiene por tanto profunda necesidad de reaprender la penitencia, aceptar la purificación, aprender el perdón pero también la necesidad de (ofrecer) justicia. El perdón no sustituye a la justicia». (El País, 11-5-2010)
    No hay que ser más papistas que el Papa… así no se defiende a la iglesia, sino que se da armas a sus enemigos.

  7. Anónimo dice:

    Jorge Rubio:

    Abrir los ojos es una cuestión buena para cuando el amor a nuestra Iglesia ciega.

    No veo ningún tipo de odio en la columna que publicó Raúl hoy. Antes bien, veo objetividad, veo coherencia. La historia de la Iglesia está repleta de, como dice el texto, «príncipes» en el Vaticano.

    No soy quien para juzgar la historia, pero no acabaría si nos ponemos a ver cómo ha vivido la jerarquía por siglos y siglos con los más grandes lujos (que ni Cristo mismo tuvo ni quiso tener) y muestras de arrogancia que no tienen nada que ver con sn Pedro y muchísimo menos con ntro Señor Jesucristo («Nadie en la tierra puede juzgar al papa» o «Un papa legítimamente elegido es indiscutiblemente un santo, por los méritos de Pedro» o «Todos los príncipes deberán besarle los pies al papa» sólo esas de Gregorio VII).

    Me da mucho gusto que la Iglesia como comunidad esté empezando a abrir los ojos, a pedir que se predique con el ejemplo, a exigir una Iglesia como Cristo la quiso y la quiere. Necesitamos exactamente como dice el texto «pastores» y no príncipes, necesitamos personas cercanas a los necesitados, como Cristo lo fue, no ministros que busquen más el dinero y la fama.

    Aclaro que no todos son malos, sé y conozco de muchos amigos sacerdotes buenos, entregados, que edifican con su palabra y su obra, pero igual conozco otros que también son mediocres.

    Pues que Dios nos ayude para que todo esto que está pasando la Iglesia sea para su renovación, para su acercamiento más a la obra que Jesús dejó encargada, para que seamos más santos.

    Creo que si no se levanta polvo, no se puede barrer a profundidad.

    Saludos… y a ud, Raúl, que Dios lo ayude en su chamba. Sabe que lo quiero un buen.

  8. Jorge Rubio dice:

    Se que usted no escribió eso padre, pero no entiendo porque tanto odio hacia la jerarquía?, en todas las instituciones tiene que haber una organizacion, tienen que haber los que gobiernen. Por qué mejor no publica el comunicado de la Arquidiócesis de Yucatán sobre estos casos o la carta de Benedicto XVI a los obispos de Irlanda??? Les recomiendo leer el escrito del padre Fortea llamado obedecer o echarse al monte: http://blogdelpadrefortea.blogspot.com/

  9. Raúl Lugo dice:

    Espero se haya entendido que publico dos columnas esta semana porque no publicaré la semana próxima. La chamba es mucha y el operario… se cansa. ¡Hasta el 24 de mayo próximo!

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