Pedro o Fernando, Verónica o María
Quizá algún raro, adelantado espécimen llamado Estéfani o Yocasta…
Nombres todos de jóvenes mujeres
De desgarbados y escuálidos muchachos
Ellas y ellos de cabellos largos
De sangre apasionada
De juventud en fiesta.
Hace cuarenta y dos años eran sólo un montón de zapatos apilados
En una plaza llena de sangre
Y después, poco tiempo después
Pulcramente lavada
Desinfectada de voces y de gritos
Protegida por un templo cuyo culto nunca se interrumpió.
Hace cuarenta y dos años no pudimos
Encontrar sus huesos
Ni sus vestidos
Ni sus alegres cantos de protesta
Ni sus puños alzados al viento y a la esperanza.
Un camión de redilas se llevó los cuerpos
Y dejó los zapatos
En el punto más oscuro de la noche.
Hace cuarenta y dos años hubo solo silencio
Silencio de temor, de almas vendidas
De cobardía y de rostro volteado hacia otra parte
De olímpicos aplausos
Y llanto clandestino
Hoy los cuarenta y dos años nos pesan
Como una dura losa a las espaldas.
Pípilas irredentos, seguimos cuesta arriba
Rumbo a la nueva alhóndiga
Donde una muerte menos gloriosa nos espera.
Como hace cuarenta y dos años hoy tan solo hay silencio.
Pero además de llanto se vislumbran
Otras clandestinidades:
Acaso el beso dado a contracorriente
El asedio interminable de una rosa
La mano entrelazada en la montaña
O una revolución en ciernes
En este dos de octubre, sí, hay silencio
Pero hay también memoria
Y mientras recordemos
No todo está perdido.
Roma, 2 de octubre de 2010
A los caídos y caídas de 1968
Me recuerda a dos cancioncitas de Ismael Serrano: «Al bando vencido» y «Papá, cuéntame otra vez…» que aunque, ciertamente hablan de otros eventos, son
remedios, como tu escrito, para la anestesia.