El pasado domingo 17 de octubre, el Diario de Yucatán publicó un artículo escrito por el cronista Juan Francisco Peón Ancona, el más férreo defensor público del monumento a los Montejo y quien pronunció un discurso laudatorio el día de su inauguración. En dicho artículo el cronista comenta la “Clase de historia para niñas y niños”, aquella actividad que motivara la airada reacción de otro cronista, Jorge H. Álvarez Rendón a quien, como publicamos en este espacio la semana pasada, respondió puntualmente Cristina Muñoz Menéndez, integrante del equipo de derechos humanos Indignación A.C.
El Sr. Peón Ancona se lanza ahora contra Martha Capetillo Pasos para recriminarla por la misma actividad, acusándola de irresponsable y atribuyéndole erróneamente la expresión de un niño, recogida en la nota de un reportero del rotativo de marras. Por la fecha que coloca al final de su escrito, 12 de octubre, es posible que el cronista no hubiera leído la respuesta de Cristina al escribir su colaboración. De cualquier manera, con su escrito continúa una polémica de esas que son deliciosas, porque desnudan los más recónditos pensamientos y sentimientos de quienes públicamente debaten.
La semana pasada, sin embargo, recibí algunas reclamaciones. Varios lectores y lectoras de esta columna no leen el Diario de Yucatán, por lo que no pudieron disfrutar del todo la respuesta de Cristina, porque no conocían el texto de Álvarez Rendón. Para evitar que eso suceda de nuevo, reproduzco el artículo del Sr. Peón Ancona tomándolo de la edición electrónica del Diario, e inmediatamente después esta nueva, también espléndida respuesta de Martha Capetillo Pasos. Contumaz como soy, pienso que el Diario no publicará la réplica de Marthita. Es posible que, como ocurrió la semana pasada y como ocurre muchas más veces de las que quisiera, yo me equivoque y el Diario sí cumpla con su deber de publicar la réplica. De todas formas, he querido consignar aquí, en atención a quienes no visitan ese medio de comunicación, este sabroso intercambio. Que lo disfruten.
El monumento a los Montejo
¿»Que lo aplasten»?…
Juan Francisco Peón Ancona
Triste impresión me causaron las declaraciones de Martita Capetillo Pasos, joven maestra de buena familia, quien adoctrinó a unos niños escolares contra el monumento a los Montejo, hallándose frente al mismo, en unión de sus «educandos», a quienes irresponsablemente está induciendo a odiar desde su más tierna edad.
Y es que según la nota periodística del Diario de Yucatán, aparecida en la sección Local el sábado 9 de octubre firmada por el reportero Roberto García Hidalgo, la joven activista del «Grupo Indignación» llegó a expresar que dicho monumento debe «ser aplastado», por la forma agresiva con que Montejo el Mozo fundó la ciudad de Mérida y por los despojos de los españoles contra los indígenas, en la conquista de Yucatán, conceptos superficiales e incompletos, que callan otras realidades trascendentales como la llegada a nuestra tierra de la religión, la lengua y el mestizaje, y otros beneficios de la civilización occidental, que deben enseñarse a la niñez y no ocultarse.
Pero entre sus declaraciones destaca la gran contradicción en que cae la joven activista, quien despotrica contra la violencia de los conquistadores españoles y al mismo tiempo predica la misma violencia e incita al odio histórico-racial contra un monumento público, exigiendo su destrucción.
Tal violencia destructora nos mueve a compararla con aquella de la «Noche Negra» de septiembre de 1915, cuando turbas violentas de inspiración alvaradista asaltaron la Catedral de Mérida, «aplastando» -como hoy dice la maestra con sus propias palabras- las joyas artístico-religiosas de nuestro patrimonio histórico-cultural.
Por eso, el caso de Martita, supuesta descendiente de conquistadores, no deja de sorprendernos al rechazar a su propia raza. Tal vez le convendría cambiar de apellidos por otros mayas que hay muchos para escoger (aunque creo que no le gustaría), y así borrar ese sentimiento que le hace sufrir cosas que ocurrieron hace casi 500 años, lo cual resulta difícil de creer. ¿No sería mejor que Grupo Indignación al que pertenece canalizara sus arrestos agresivos hacia causas diferentes; V. gr., contra quienes oprimen al pueblo, lo empobrecen, lo encarcelan y abusan de sus hijos en las escuelas o contra la falta de atención en centros hospitalarios?
Además de todo, la autora de las declaraciones cae en algunas inexactitudes: 1. No es cierto que el alcalde Cesar Bojórquez haya erigido el Monumento a los Montejo a última hora de su mandato municipal «para evadir las críticas ciudadanas, que se hubieran opuesto a ello». Puedo asegurar que la tardanza hasta el último momento de su gestión se debió a que no se había reunido el dinero suficiente para pagar las estatuas montejunas, dinero que apenas se consiguió en las últimas horas de su mandato, gracias a una donación particular.
2. Dice que la alcaldía ha recibido muchas cartas pidiendo la remoción del monumento, lo cual es una exageración y sólo sirve para hacer creer a los ciudadanos que son muchos los meridanos que apoyan dicha remoción, cuando en realidad son unos cuantos: uno o dos grupos que se oponen a ello, pero que han tenido amplio acceso a internet y a diferentes medios de comunicación, impresos, radiofónicos y otros, donde vociferan a sus anchas.
El monumento a los Montejo ya está en su sitio. Un sitio del cual no debe moverse jamás, pues es el que le corresponde, ya que incluye al fundador de esta ciudad en un Paseo que lleva su nombre. Así debe considerarlo el Ayuntamiento meridano que cada 6 de enero, desde tiempo inmemorial, celebra con bombo y platillos, en unión de los ciudadanos, la fundación de nuestra emeritense urbe. Y así lo considera un servidor, cronista de Mérida nombrado por el propio Ayuntamiento y que no será quien traicione la memoria del fundador de la ciudad que le vio nacer.
Mérida, Yucatán, a 12 de octubre de 2010, Día de la Hispanidad
(Re)tirar una estatua
Martha Capetillo Pasos
Estimado don Juan:
Qué espléndida ocasión para saludar a quien conocí a través de admiradas referencias producto de filial cariño; de esto hace ya tantos años que es sólo su galantería la que me llama “joven” y alguna confusión la que puede otorgarme a mí, eterna alumna y aprendiz de todo, título de maestra.
Mención aparte merece ese peculiar concepto de “buena familia” (¿hay buenas y malas familias? Y cuénteme, ¿Cómo se obtiene esa certificación?). En todo caso, don Juan, sin duda me confunde usted. Mis hermanos son migrantes y son desplazados; mis hermanas trabajan en maquiladoras y algunas en prostíbulos que ni siquiera cuentan con cama.
Mis hermanos y hermanas se mueren en la sala de urgencias del hospital O’Horán, después de 36 horas de esperar una cama, porque son mayas y “esos indios” no merecen un buen hospital, ni buen trato, como tampoco merecen escuelas y, mucho menos justicia.
Merecen, sí, una estatua que les recuerde, permítame citarle, “realidades trascendentales”: quién les trajo “religión (los mayas del siglo XVI ¿eran ateos?), lengua (los mayas de ese tiempo ¿eran mudos?) y mestizaje (Violación, pero omitámoslo en la versión infantil)”.
Merecen una estatua que enseñe que el despojo de hace 500 años se repetirá interminablemente y para muestra un Country Club donde los albañiles mayas tendrán que levantar y después limpiar las lujosas residencias construidas en las tierras que antes eran suyas y que les fueron arrebatadas acaso por gente de “buena familia”.
Quizá leyó demasiado aprisa la nota de la clase de historia. No fui quien propuso destruir el monumento con una aplanadora, pero inevitablemente recordé que tres tractores destruyeron San Antonio Ebulá, en Campeche, y dejaron a más de ochenta familias desplazadas. Claro que eran familias mayas y, bueno, la cosa cambia. Ni compararlas con un monumento ¿verdad?
Y no es que la invasión del XVI explique todos los males actuales, pero el voraz capitalismo neoliberal que en todo el mundo causa estragos aquí tiene el ingrediente del racismo y la discriminación. Y sí, don Juan, el anacrónico monumento ha venido a añadir una tarea más a las muchas que esta tremenda realidad nos impone (¿y por qué, habiendo tanto qué hacer, se desviaron recursos, tiempo y esfuerzo para construirlo?).
Pierda cuidado. De todo nos ocuparemos. De hecho le comparto una primicia: un fragmento del capítulo “instrucciones para (re)tirar una estatua” que forma parte del amplísimo “Manual para hacer posible otro mundo”, de próxima aparición, imperdible y detalladísimo compendio que permitirá enfrentar lestrigones, cíclopes y cronistas en el largo camino hacia un futuro que lo sea, al fin, para todas y todos.
Pero, don Juan, me acusa de “rechazar mi raza” por exponer las barbaries cometidas por los invasores. Hubiera usted condenado a Fray Bartolomé por no encubrir los crímenes de sus contemporáneos. Bueno, mire, el libro tendrá una versión infantil, ya que constatamos cuán peligroso resultó contarles la historia y, más aún, sugerir, que no estamos fatalmente condenadas a repetir las barbaries ni a reproducir el racismo ni la discriminación. Va el fragmento ofrecido:
“Sitúese usted en la parte inferior de la historia, lo más abajo que pueda y haga memoria; reúna toda la memoria posible y extiéndala. Si se colocó del lado correcto, notará pliegues y contradicciones. No intente eliminarlos; son indispensables para lo que sigue.
(…parte suprimida por cuestiones tácticas, para despistar a la policía…).
Por esas inexplicables ironías de la historia, de las insurrecciones y de la memoria que la física no puede explicar, la mole de piedra o bronce aplastará a quienes están o pretenden estar arriba, no a quienes permanecen abajo”.
Mérida-Ichkansijó. 18 de octubre de 2010.
Querido Martha y Raúl:
He disfrutado mucho la respuesta de Martha al señor Peón. Lamento que el estar ocupado aprendiendo cosas al sur del mundo me haya impedido leer antes el intercambio. Por cierto, quiero preguntarles si ya tiene fecha el anunciado foro para decidir el retiro de las estatuas.
Un abrazo fraterno a ambos,
Definitivamente muy atinada, extremadamente clara y concisa la respuesta de Sra Martha Capetillo, pero definitivamente tambien triste pues desvela nuevamente pero con gran nitidez lo mal fundamentada que esta nuestra sociedad yucateca con el clasismo. No desmuestra con su escrito que de alguna manera nos merecemos esa estatua, por necios, es triste que la Sra. Capetillo tenga razon seria mucho mejor que estuviera equivocada, desgraciadamente no lo esta. los que tenemos apellidos mayas y nos hemos preparado un poco, sabemos lo dificil que es no venir de una «buena familia» o mejor dicho de pellejo blanco.
¡Bien dicho señora Capetillo y que Dios nos ampare!
hermosa rotura de….
con todo respeto.
🙂