Estúpida, incomprensible, insensata, irracional, dolorosa, hiriente… estos y más calificativos merece la violencia que se ha desatado en nuestro país a raíz de la guerra emprendida por Felipe Calderón en contra del crimen organizado, una guerra que ha consumido más de 30,000 vidas en menos de cinco años. Cada día aumenta en nosotros el temor a la noticia del día siguiente: cuántos muertos más, cuánta sangre derramada, cuántos –inocentes o culpables– más tendrán que morir.
En un panorama lleno de confusión, donde el ciudadano y ciudadana no alcanzan a distinguir dónde están los buenos y dónde los malos, la violencia ha llamado a las puertas de la casa de un hombre entrañable, de un intelectual y poeta reconocido y harto querido, Javier Sicilia, y le ha arrancado a un hijo, muerto de la manera más atroz, junto con algunos amigos suyos, casi todos ellos entre los 20 y los 24 años. Hasta el momento nadie se ha hecho responsable… ¿En qué país vivimos?
Es por eso que el día de hoy ofrezco el espacio de esta columna a la voz de Javier Sicilia, que ha escrito en la revista Proceso una carta abierta dirigida a los políticos y a los miembros del crimen organizado, una carta estremecedora en la que invita a retomar en las manos este país extraviado, para ver qué es lo que todavía puede salvarse de esta podredumbre. En la carta, Javier hace mención de una marcha convocada en la ciudad de Cuernavaca para el próximo miércoles 6 de abril a las 17.00 horas, lugar en el que ocurrieron los lamentables hechos, y que por obra y gracia de la solidaridad nacional, se ha convertido en un proyecto de marcha nacional que muestre el hartazgo al que hemos llegado los mexicanos y mexicanas. Esta marcha tendrá su edición local, uniéndonos a las marchas que se llevarán a cabo en las distintas ciudades y pueblos de la república. En el caso nuestro, la marcha saldrá el mismo miércoles 6 de abril a las 5 de la tarde del remate del Paseo de Montejo hacia la Plaza Grande. Estamos todos invitados. Dejo ahora la palabra a Javier Sicilia:
“El brutal asesinato de mi hijo Juan Francisco, de Julio César Romero Jaime, de Luis Antonio Romero Jaime y de Gabriel Anejo Escalera, se suma a los de tantos otros muchachos y muchachas que han sido igualmente asesinados a lo largo y ancho del país a causa no sólo de la guerra desatada por el gobierno de Calderón contra el crimen organizado, sino del pudrimiento del corazón que se ha apoderado de la mal llamada clase política y de la clase criminal, que ha roto sus códigos de honor.
No quiero, en esta carta, hablarles de las virtudes de mi hijo, que eran inmensas, ni de las de los otros muchachos que vi florecer a su lado, estudiando, jugando, amando, creciendo, para servir, como tantos otros muchachos, a este país que ustedes han desgarrado. Hablar de ello no serviría más que para conmover lo que ya de por sí conmueve el corazón de la ciudadanía hasta la indignación. No quiero tampoco hablar del dolor de mi familia y de la familia de cada uno de los muchachos destruidos. Para ese dolor no hay palabras –sólo la poesía puede acercarse un poco a él, y ustedes no saben de poesía–. Lo que hoy quiero decirles desde esas vidas mutiladas, desde ese dolor que carece de nombre porque es fruto de lo que no pertenece a la naturaleza –la muerte de un hijo es siempre antinatural y por ello carece de nombre: entonces no se es huérfano ni viudo, se es simple y dolorosamente nada–, desde esas vidas mutiladas, repito, desde ese sufrimiento, desde la indignación que esas muertes han provocado, es simplemente que estamos hasta la madre.
Estamos hasta la madre de ustedes, políticos –y cuando digo políticos no me refiero a ninguno en particular, sino a una buena parte de ustedes, incluyendo a quienes componen los partidos–, porque en sus luchas por el poder han desgarrado el tejido de la nación, porque en medio de esta guerra mal planteada, mal hecha, mal dirigida, de esta guerra que ha puesto al país en estado de emergencia, han sido incapaces –a causa de sus mezquindades, de sus pugnas, de su miserable grilla, de su lucha por el poder– de crear los consensos que la nación necesita para encontrar la unidad sin la cual este país no tendrá salida; estamos hasta la madre, porque la corrupción de las instituciones judiciales genera la complicidad con el crimen y la impunidad para cometerlo; porque, en medio de esa corrupción que muestra el fracaso del Estado, cada ciudadano de este país ha sido reducido a lo que el filósofo Giorgio Agamben llamó, con palabra griega, zoe: la vida no protegida, la vida de un animal, de un ser que puede ser violentado, secuestrado, vejado y asesinado impunemente; estamos hasta la madre porque sólo tienen imaginación para la violencia, para las armas, para el insulto y, con ello, un profundo desprecio por la educación, la cultura y las oportunidades de trabajo honrado y bueno, que es lo que hace a las buenas naciones; estamos hasta la madre porque esa corta imaginación está permitiendo que nuestros muchachos, nuestros hijos, no sólo sean asesinados sino, después, criminalizados, vueltos falsamente culpables para satisfacer el ánimo de esa imaginación; estamos hasta la madre porque otra parte de nuestros muchachos, a causa de la ausencia de un buen plan de gobierno, no tienen oportunidades para educarse, para encontrar un trabajo digno y, arrojados a las periferias, son posibles reclutas para el crimen organizado y la violencia; estamos hasta la madre porque a causa de todo ello la ciudadanía ha perdido confianza en sus gobernantes, en sus policías, en su Ejército, y tiene miedo y dolor; estamos hasta la madre porque lo único que les importa, además de un poder impotente que sólo sirve para administrar la desgracia, es el dinero, el fomento de la competencia, de su pinche “competitividad” y del consumo desmesurado, que son otros nombres de la violencia.
De ustedes, criminales, estamos hasta la madre, de su violencia, de su pérdida de honorabilidad, de su crueldad, de su sinsentido.
Antiguamente ustedes tenían códigos de honor. No eran tan crueles en sus ajustes de cuentas y no tocaban ni a los ciudadanos ni a sus familias. Ahora ya no distinguen. Su violencia ya no puede ser nombrada porque ni siquiera, como el dolor y el sufrimiento que provocan, tiene un nombre y un sentido. Han perdido incluso la dignidad para matar. Se han vuelto cobardes como los miserables Sonderkommandos nazis que asesinaban sin ningún sentido de lo humano a niños, muchachos, muchachas, mujeres, hombres y ancianos, es decir, inocentes. Estamos hasta la madre porque su violencia se ha vuelto infrahumana, no animal –los animales no hacen lo que ustedes hacen–, sino subhumana, demoniaca, imbécil. Estamos hasta la madre porque en su afán de poder y de enriquecimiento humillan a nuestros hijos y los destrozan y producen miedo y espanto.
Ustedes, “señores” políticos, y ustedes, “señores” criminales –lo entrecomillo porque ese epíteto se otorga sólo a la gente honorable–, están con sus omisiones, sus pleitos y sus actos envileciendo a la nación. La muerte de mi hijo Juan Francisco ha levantado la solidaridad y el grito de indignación –que mi familia y yo agradecemos desde el fondo de nuestros corazones– de la ciudadanía y de los medios. Esa indignación vuelve de nuevo a poner ante nuestros oídos esa acertadísima frase que Martí dirigió a los gobernantes: “Si no pueden, renuncien”. Al volverla a poner ante nuestros oídos –después de los miles de cadáveres anónimos y no anónimos que llevamos a nuestras espaldas, es decir, de tantos inocentes asesinados y envilecidos–, esa frase debe ir acompañada de grandes movilizaciones ciudadanas que los obliguen, en estos momentos de emergencia nacional, a unirse para crear una agenda que unifique a la nación y cree un estado de gobernabilidad real. Las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una marcha nacional el miércoles 6 de abril que saldrá a las 5:00 PM del monumento de la Paloma de la Paz para llegar hasta el Palacio de Gobierno, exigiendo justicia y paz. Si los ciudadanos no nos unimos a ella y la reproducimos constantemente en todas las ciudades, en todos los municipios o delegaciones del país, si no somos capaces de eso para obligarlos a ustedes, “señores” políticos, a gobernar con justicia y dignidad, y a ustedes, “señores” criminales, a retornar a sus códigos de honor y a limitar su salvajismo, la espiral de violencia que han generando nos llevará a un camino de horror sin retorno. Si ustedes, “señores” políticos, no gobiernan bien y no toman en serio que vivimos un estado de emergencia nacional que requiere su unidad, y ustedes, “señores” criminales, no limitan sus acciones, terminarán por triunfar y tener el poder, pero gobernarán o reinarán sobre un montón de osarios y de seres amedrentados y destruidos en su alma. Un sueño que ninguno de nosotros les envidia.
No hay vida, escribía Albert Camus, sin persuasión y sin paz, y la historia del México de hoy sólo conoce la intimidación, el sufrimiento, la desconfianza y el temor de que un día otro hijo o hija de alguna otra familia sea envilecido y masacrado, sólo conoce que lo que ustedes nos piden es que la muerte, como ya está sucediendo hoy, se convierta en un asunto de estadística y de administración al que todos debemos acostumbrarnos.
Porque no queremos eso, el próximo miércoles saldremos a la calle; porque no queremos un muchacho más, un hijo nuestro, asesinado, las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una unidad nacional ciudadana que debemos mantener viva para romper el miedo y el aislamiento que la incapacidad de ustedes, “señores” políticos, y la crueldad de ustedes, “señores” criminales, nos quieren meter en el cuerpo y en el alma.
Recuerdo, en este sentido, unos versos de Bertolt Brecht cuando el horror del nazismo, es decir, el horror de la instalación del crimen en la vida cotidiana de una nación, se anunciaba: “Un día vinieron por los negros y no dije nada; otro día vinieron por los judíos y no dije nada; un día llegaron por mí (o por un hijo mío) y no tuve nada que decir”. Hoy, después de tantos crímenes soportados, cuando el cuerpo destrozado de mi hijo y de sus amigos ha hecho movilizarse de nuevo a la ciudadanía y a los medios, debemos hablar con nuestros cuerpos, con nuestro caminar, con nuestro grito de indignación para que los versos de Brecht no se hagan una realidad en nuestro país.
Además opino que hay que devolverle la dignidad a esta nación.
Esta carta se publica en la edición 1976 de la revista Proceso, ya en circulación.
hoy en dia hay muchos padres que no saben que hacen sus hijos, es un denominador común entre padres trabajadores o con muchos compromisos sociales, asumir que su hijo se encuentra bien y haciendo bien las cosas, solo por que no le falta nada y va a una «buena escuela» yo tengo hijos pequeños aun no se lo que me depara su adolecensia, pero desde ahora procuro generar vinculos estrechos con ellos para evitar que si alguien les habla a media noche para pedir su ayuda, tengan la confianza de decirme el problema y sepan que yo los puedo ayudar, y no que se salgan sin ser vistos. queremos hecharle la culpa a nuestros gobernantes del problema de violencia, cuando nosotros somos mexico, nosotros hemos hecho lo que tenemos, todos hemos contruibuido a la violencia, el problema no es es gobierno el problema es la sociedad y es urgente que hagamos algo, no solo hecharle la culpa a otros. no mas violencia, no mas pirateria, ni comprada ni vendida, no mas mordidas, no vas estacinarse en doble fila o lugar prohibido no mas tirar basura en la calle, en los rios en los bosques, no mas robar tiempo en el trabajo, no mas de nuestro modus vivendi.
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Deseo tener forma de comunicarme con el Padre Lugo, soy alumna del Dr. Raúl Herrera Cervantes C.O. y él desea comunicarse con Ud.
Gracias
la próxima vez puede sólo incluir el link de lo que quiere compartir ó comentar,para quienes no lo hayan leído, no hace falta copiarlo todo, circuló la carta a casi todos los correos.
A los delincuentes no los inventó Calderón, ya se paseaban inpunemente por todos lados desde mucho años antes y nadie les hacía nada, hasta les daban protección. La culpa no es de Calderón, sino de Fox (PAN), Zedillo, Salinas, de la Madrid, etc. (PRI).
Es esperanzador saber que haya habido gran cantidad de ciudadanos libres, sin pertener a una organización, hayan salido a elevar la voz en contra de lo que ha estado ocurriendo en el país como consecuencia de la violencia inntitucional y no-institucional. Es cierto que la marcha d ehoy no hará todo, pero es un buen motivo para empezar, para estar decididos a decirles «no» a los «señores» políticos. Presionarlo para que dejen esos puestos de los que sólo quieren enriquecerse a ciudadanos que sí tengan la capacidad y voluntad de conducir al país. Es esperanzador que haya gente que ponga estas reflexiones en la mesa de la discusión. Es esperanzador que aún haya gente que piense, y que esté convencida que la violencia nunca será erradicada con violencia. Porque si tuviéramos un «franco», la violencia la ejercería él, y al igual que hoy o peor, muchos inocentes caerían sin motivos.
Definitivamente ya no más violencia.
Todos los violentos al paredón, y que luego lloren los de la CNDH pero ya ni modos. Muerto el perro se acabó la rabia. Mientras se proteja al delicuente no se va a acabar con la delincuencia. Si los delincuentes tuvieran una leve sospecha de que van a terminar en la cárcel el resto de sus días les garantizo que se portarían como Hermanitas de la Caridad. La culpa la tiene Calderón por no aplicar la mano dura.
Bien doloroso perder un hijo,pero en este México actual parece comun porque practicamente se ha vuelto cotidiano.y como dijera alguien (ya no me acuerdo quien?) perdimos la capacidad de asombro y reaccion ante ante la brutalidad de los hechos.
pero servira de algo la marcha de hoy? apenas servira de una ligera sacudida y decires de lamentos y luego olvidaremos, desafortunadamente por los años que he vivido (56)la gente olvida rapido, creo que hay que convocar y organizarnos para impulsar como diputados y senadores a ciudadanos fuera de los partidos policos de todos que hasta hay han servido para nada (solo defienden sus intereses de partido y no se encargan de crear un plan nacional de desarrollo del pais para salir del estancamiento en que estamos.
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Excomunion para este cura revoltoso.
Tranquilidad viene de tranca.
Excomunión para el pseudopresbítero Raul H. Lugo Rodríguez. En tiempos de la Santa Inquisición ya lo hubieran quemado en la hoguera.
La única forma de acabar con la violencia es matando a todos los delicuentes que andan suelos. Pregunten si había violencia en España en tiempos de Franco o aquí en México en tiempos de Don Porfirio.
O como decía el general revolucionario Francisco Villa: Que los fusilen luego averigüanos. La mejor forma de acabar con la delincuencia es acabar con los delincuentes. ¡Viva México!
Padre, debería de expandir su opinión al Twitter, o cuando menos, dejar que se pueda propagar por esa red social. Gracias por la reflexión obligada que genera siempre. Necesitamos de gente que nos detenga un momento a pensar, y usted lo hace cada semana. No lo felicito, sino que se lo agradezco.