Iglesia y Sociedad

La esperanza mira hacia abajo

8 Ago , 2011  

Hans Küng ha escrito un nuevo libro. El texto de presentación revela el tenor de todo el contenido: “Diagnóstico: enferma terminal ¿Se puede salvar aún la iglesia?”. El teólogo suizo-alemán vuelve a las andadas, octogenario y con su cúmulo de experiencia teológica a cuestas. En una entrevista concedida a Ralf Caspary, de la agencia Religión Digital, Küng aborda algunas propuestas que le parecen dignas de ser discutidas hacia dentro de la comunidad cristiana: el celibato ha de ser opcional, las mujeres han de tener acceso a todos los cargos eclesiales, se ha de permitir que los divorciados participen de la Eucaristía, se han de establecer comunidades eucarísticas entre las diferentes confesiones cristianas, etc.

El diagnóstico de Hans Küng no deja de ser revelador: “La enfermedad es el sistema romano. Lo introdujeron los Papas de la denominada Reforma gregoriana, en honor a Gregorio VII. Así fue como se introdujo el papismo, el absolutismo papal, según el cual una sola persona en la Iglesia tiene la última palabra. Esto produjo la escisión de la Iglesia Oriental que no aceptó dichas modificaciones. De esa época procede el predominio del clero sobre los laicos. Padecemos un celibato para todo el clero que se introdujo en el siglo XI. Aquí pienso que está el origen de la enfermedad. Ahí surgió el germen. Se intentó erradicarlo con la Reforma pero en Roma encontró resistencia.
Con el Vaticano II se intentó luchar contra todo esto. Tuvo un éxito parcial, aunque no se permitió debatir ni sobre el celibato ni discutir sobre el papado. Se puede considerar que el Concilio tuvo éxito a medias. En estos momentos la situación es calamitosa. En Roma, en lugar de haber aprendido algo, como hubiera sido de esperar, y haber emprendido el camino de la liberalización, los dos Papas restauracionistas -Wojtyla y Ratzinger- han hecho lo contrario. Han hecho todo lo posible para que el Concilio y la Iglesia retrocedan a una fase preconciliar… no hay persona ilustrada que se lo tome en serio. ¿Quién va a admitir a estas alturas que una sola persona reclame para sí el poder legislativo, ejecutivo y judicial sobre una comunidad de más de mil millones de personas?”.

Y no obstante la pertinencia de las preguntas de Küng, uno no deja de sentir un sabor demasiado eurocéntrico en sus cuestiones. Empeñados como estamos en México y en muchos otros países del sur en sobrevivir a la barbarie de un sistema económico y político que no sólo ha saqueado nuestras naciones, sino que ha propiciado el surgimiento de un tipo de violencia desalmada que nos hace presenciar todos los días el asesinato atroz de tantas hermanas y hermanos nuestros, uno se pregunta si la discusión sobre la reforma de la estructura de la iglesia tiene tanta importancia.

Una cosa, no obstante, ha llamado poderosamente mi atención en la entrevista concedida por Küng al periodista y que considero en consonancia con lo que muchas personas, en las iglesias latinoamericanas, estamos descubriendo. Cuando Ralf Caspary, con cierta mala leche, le pregunta a Küng si su propuesta contempla abolir el papado, la respuesta es iluminadora: “No. Siempre he estado a favor del equilibrio, del check and balance. Es bueno que haya una comunidad, también es bueno que haya algunas autoridades. Un hombre como Juan XXIII tuvo un efecto maravilloso en la Iglesia. Hizo más en cinco años que Wojtyla con sus docenas de viajes. Cambió toda la situación. Fue una gran oportunidad. No obstante, Sr. Caspary, he de confesarle que hoy tengo más confianza en las parroquias y no le quiero privar de una buena noticia que he recibido. Dos parroquias de Bruchsal, las comunidades romano-católicas de St. Peter y la comunidad parroquial de Paul Gerhardt, evangélica, escriben: ‘Damos por terminada la división que durante casi 500 años ha vivido la cristiandad en nuestra zona’. Y añaden -espero que se publique pronto-: ‘Reconocemos que en todas las parroquias firmantes se vive igualmente como seguidores de Cristo y como comunidades de Jesucristo. Reconocemos que en nuestras parroquias Jesucristo nos invita a la mesa del Padre y sabemos que Él no excluye a nadie que quiera seguirle. Por la presente, manifestamos expresamente nuestra recíproca hospitalidad’. Espero que haya muchas parroquias en Alemania que hagan lo mismo. Si los de arriba no quieren, a nivel parroquial podemos dar por superada y finalizada la escisión”.

Aunque la observación de Küng hace alusión a un tema de relevancia para las comunidades cristianas europeas, particularmente en Alemania donde prácticamente la mitad de la población es católica mientras que la otra mitad es evangélica luterana, tema que puede parecer menos prioritario a quienes vivimos en una sociedad mayoritariamente católica, me llama la atención la coincidencia de la noticia que Küng platica con esperanza con lo que está ocurriendo en estos meses en nuestro país.

Me explico. Suelo escuchar con frecuencia quejas en contra del silencio de la jerarquía eclesiástica en torno de algunos temas de relevancia social o sobre su interesada cercanía con las clases ricas, o sobre la complicidad que su silencio establece frente a fenómenos tan graves como la corrupción o la violencia de Estado. No estoy en contra de que tales quejas se pongan de manifiesto. Por el contrario: me parece que a las iglesias les haría mucho bien tener fieles más críticos. Sin embargo, no hay que perder de vista el otro lado de la moneda, al menos para no morir de desesperanza.

Y el otro lado de la moneda ha estado muy a la vista en los últimos días. Todos hemos visto en los medios el impacto del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que ha sido capaz de sentar a dialogar con las víctimas y su dolor, al mismísimo Felipe Calderón y a los representantes del Congreso. Hemos seguido con pasión la Caravana “Paso a Paso hacia la Paz” que reivindica el trato digno para las y los migrantes que sufren tanta vejación en su paso por nuestro país hacia la frontera norte. Hemos sido testigos de la fuerza que ha tomado el movimiento que denuncia las desapariciones forzadas y la ineficacia de la procuración de justicia en los estados del norte de la república. Se trata, ni más ni menos, que una auténtica insurgencia popular en camino, que no sabemos cómo y en qué vaya a terminar.

Pues bien, y ésta es la buena noticia, hermana de aquella que Küng nos compartiera en su entrevista: Javier Sicilia es un cristiano a carta cabal, el movimiento de los migrantes cuenta con el Padre Solalinde y con Fray Tomás, las familias mineras y las de los desaparecidos tienen el apoyo crucial de Monseñor Raúl Vera… Estos cuatro cristianos militantes, que son solamente el rostro visible de una enorme cantidad de mujeres y hombres de iglesia comprometidos con el cambio social en nuestro país, se parece a los dos párrocos a que alude Küng: no han pedido permiso a nadie y han decidido pasar por encima de algunas de las normas de la iglesia para ser fieles a su conciencia evangélica. Por algo ninguno de ellos es bien visto en las altas cúpulas eclesiásticas.

El entrevistador vuelve a la carga: ¿Ha hablado de desobediencia civil en la iglesia? ¿Puede concretar? ¿Qué hacen los curas en sus parroquias? A la pregunta, responde Küng con aplomo: “Los párrocos alemanes, en su mayoría, practican una desobediencia discreta. Si una persona evangélica se acerca a recibir la comunión, no le preguntan si es evangélico, tal y como se ha llegado a hacer en las jornadas de jóvenes de Colonia. Tampoco anuncian, tal y como se les vuelve a exigir, que de conformidad con el Papa, sólo determinadas personas puedan participar en la eucaristía. Los párrocos, los buenos párrocos, prescinden de esas normas y se las arreglan bastante bien. Aunque yo apoyaría que hubiera más párrocos como los de Bruchsal que sacaran a la luz su resistencia, de forma que la gente se dé cuenta de que avanzamos”.

También yo desearía que se multiplicasen los Solalindes, los Fray Tomás, los Javier Sicilia. Desearía que muchos presbíteros católicos “sacaran a la luz su resistencia” y se decidieran a poner el evangelio por encima del derecho canónico. Desearía que muchas laicas y laicos conversaran más abiertamente su sentir de iglesia con los pastores. Desearía que las parroquias dejaran de ser centros comerciales de bienes espirituales y fueran más comunidades fraternas y cálidas, abiertas para todos y todas. Quizás así el mundo de fuera podría recuperar la esperanza en la fuerza del evangelio. Quizá así los católicos dejaríamos de mirar tanto para arriba y apostaríamos a lo que está sucediendo en los márgenes.

Colofón: He colocado la entrevista completa en mi sitio de Facebook, para quien guste leerla y/o compartirla con otras personas.

Colofón 2: Me tomaré una semana de vacaciones (no merecidas, pero sí necesarias). Nos vemos aquí dentro de 15 días.


5 Responses

  1. Marcelo Euan dice:

    Anonimo, siempre y cuando se una sola familia y no con varias mujeres, no vayan a resultar luego poligamos, verdaderamente no entiendo tu posición anonimo. Seria una manera más de demostrar a la sociedad como vivir sin ser esclavos a las cosas materiales, vivencialmente no solo desde el pulpito. creo que es como dijo el Señor, No es bueno que el hombre este solo, le hare ayuda idonea, POR SU PUESTO LA MUJER, no otro hombre para los que piensan que puden mejorar la creación de Dios.

  2. anónimo dice:

    ¿y la feligresía tendría que mantener a los curas con familias completas? sería peor el «comercio de bienes espirituales»
    Conozco a muchos católicos que no tienen esta experiencia distorsionada.

  3. Anónimo dice:

    ¿y la feligresía deberá mantener a los sacerdotes con familia completa? entonces sí que sería mucho más «el comercio de bienes espirituales» Conozco a muchos y muchas laicas católicos de profunda fé que no tienen esta experiencia distorsionada.

  4. Hola Padre, muchas gracias por sugerirnos siempre libros tan interesantes y cargados de alimento intelectual y espiritual. El libro que menciona, lo compró aquí en Mérida? Acabo de terminar de leer Rayuela y ya ando buscando qué leer 🙂 . Reciba un fuerte abrazo.

  5. Que el descanso sea reparador, querido Raúl; gracias por estas reflexiones. Voy a leer la entrevista completa. Un abrazo.

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