Iglesia y Sociedad

El libro de Job y El Árbol de la Vida

8 Feb , 2012  

Mientras más leo el libro de Job, más me convenzo de que es una de las obras cumbres de la literatura universal. Fuera del Cantar de los Cantares (o “El Mejor Cantar”, como prefiere traducir la Biblia del Peregrino) es la única obra dramática que encontramos en la lista de los libros de la Biblia judía. El padre Alonso Schökel solía decir que el prólogo y el epílogo de la obra podían ser representados en un plano escénico doble: lo que sucede en el cielo (en un mezzanine, al fondo del escenario) y lo que sucede en la tierra (en el proscenio), en una simultaneidad que resaltaría en un inteligente juego de luces y de oscuros.

El caso es que, entre el prólogo y el epílogo, ambos parte de una adición probablemente inspirada en alguna leyenda oriental conocida por el redactor final, encontramos un espléndido poema dramático que combina cuatro rondas de diálogos: las tres primeras entre Job y algunos amigos suyos que, conociendo su desgracia, vienen a llamarlo a la cordura. El cuarto y último diálogo es un diálogo de Job a solas con Dios.

Y sí, porque Job parece loco a los ojos de sus contemporáneos, tan ortodoxos ellos y tan cultivadores de una imagen ordenada, previsible de Dios. Job, en cambio, se enfrenta con Dios cara a cara a partir de su propia experiencia de dolor inocente. Aborda así, en este drama de cuatro actos, un problema que ha sacudido la vida y el pensamiento de hombres y mujeres de todos los tiempos: la sinrazón del dolor inocente, la consabida pregunta “¿y por qué a mí?”, el grito de angustia que brota del corazón de quien no encuentra explicación ninguna para la aparición del mal en su vida.

La imagen de Job que se desprende del prólogo y el epílogo de la obra, desentona de manera radical con el conjunto del poema dramático central. El Job paciente, que no levanta la voz contra Dios y por ello recibe su recompensa final está muy lejos del rebelde, del iconoclasta, del ser humano profundo que, sin pretenderlo, termina representando a toda la humanidad doliente que busca respuestas para su dolor. Algunas frases audaces de Job podrían ser consideradas blasfemias, si no brotaran de un corazón transido por el sufrimiento: Dios me entrega a los malvados, me arroja en manos criminales. Vivía yo tranquilo cuando me trituró, me agarró por la nuca y me descuartizó, hizo de mí su blanco; cercándome con sus saeteros, me atravesó los riñones sin piedad y derramó por tierra mi hiel, me abrió la carne brecha a brecha y me asaltó como un guerrero… (16,12-14) Dios me niega mi derecho, el Todopoderoso me llena de amargura… (27,1-2) Ahora quiero desahogarme: Él me agarra con violencia por la ropa, me sujeta por el cuello de la túnica, me arroja en el fango… te pido auxilio y no me haces caso, espero en ti y me clavas la mirada, te has vuelto mi verdugo y me atacas con tu brazo musculoso, me levantas en vilo, me paseas y me sacudes en el huracán… (30,16-22)

A pesar de lo estremecedor de los diálogos entre Job y sus amigos, sin duda el culmen de la obra se encuentra en el último diálogo entre Job y Dios. Un recorrido por la creación y sus orígenes termina haciendo enmudecer a Job. De un Dios sabido, convencional, encasillado, que premia casi automáticamente a los buenos y castiga a los malos, surge un Dios incomprensible, difícil de entender, misterioso, que es capaz de mirar con otros ojos, en un plano de sabiduría para nosotros impenetrable, el sufrimiento inocente. Y es que el libro de Job, a decir del Padre Alonso Schökel (que, por cierto, ya desde la primera edición de su Biblia Española, conservó la hermosa, poética traducción del mexicano José Luz Ojeda), es un libro singularmente moderno, provocativo, no apto para conformistas.

Es el libro de Job el que desafió a Terrence Malick, director y guionista del estupendo largometraje “The Tree of Life” (USA 2011). Los epígrafes colocados en diversas partes de la cinta lo confirman. Malick aborda el problema de la sinrazón del sufrimiento a partir de la experiencia de la familia O’Brien, que pierde a uno de sus tres hijos. El diálogo de uno de los hermanos sobrevivientes (Hunter McKracken – Sean Penn) con Dios, imitando el de Job, es realizado a través de una impecable, alucinante, luminosa fotografía del coterráneo Emmanuel Lubezki.

Cine denso, con las inconexiones narrativas y temporales propias del nuevo estilo cinematográfico al que pertenecen también las obras de Iñárritu, “El Árbol de la Vida” se atreve a mirar, como si formaran parte de un mismo plano, la casi insignificante historia de una familia media norteamericana, con su padre violento y autoritario, su madre protectora y sus hijos, más despiertos y curiosos mientras más roza la niñez con la adolescencia, junto con el milagro mismo del sentido de la vida, de la Vida –con mayúscula–, de la respuesta última que traspasa, desde el Big Bang hasta la misteriosa formación del genoma humano, todo en un estallido de belleza visual que requiere una disposición nunca mejor definida que en la crítica de Miguel A. Delgado: Estamos ante una oración, y por eso también un poema. Hay una exposición, hay un relato, pero que exige del espectador el mismo esfuerzo del creyente que se arrodilla maravillado en una catedral e intenta buscar, a través del silencio y rodeado por la magnificencia del edificio que le rodea, una respuesta. Como la iluminación, como la fe, nunca viene como una sentencia fácil de comprender, perfectamente legible, sino como indicios, pistas que deben ser tejidas como los hilos de un tapiz.

Con una memorable actuación de Brad Pitt y Jessica Chastain y la estremecedora selección musical de Alexander Desplat, “El árbol de la Vida” es, por todo esto, una cinta altamente recomendable. Hay que atreverse a verla.

Colofón 1: La ficha
Película: El árbol de la vida. Título original: The tree of life. Dirección y guion: Terrence Malick. País: USA. Año: 2011. Duración: 141 min. Género: Drama. Interpretación: Brad Pitt (Sr. O’Brien), Sean Penn (Jack), Jessica Chastain (Sra. O’Brien), Fiona Shaw (abuela), Irene Bedard (mensajera), Hunter McCracken (Jack joven), Laramie Eppler (R.L.), Tye Sheridan (Steve). Producción: Dede Gardner, Sarah Green, Grant Hill, Brad Pitt y William Pohlad. Música: Alexandre Desplat. Fotografía: Emmanuel Lubezki. Montaje: Mark Yoshikawa. Diseño de producción: Jack Fisk. Vestuario: Jacqueline West. Distribuidora: Tripictures. Estreno en USA: 27 Mayo 2011. Apta para todos los públicos.

Colofón 2: En nombre técnico es ejecución extrajudicial, concepto definido por el derecho internacional de los derechos humanos como “un caso de violación a los derechos humanos que consiste en el homicidio de manera deliberada de una persona por parte de un servidor público que se apoya en la potestad de un Estado para justificar el crimen. Pertenece al género de los delitos contra personas y bienes protegidos por el derecho internacional humanitario”. La muerte de Oswaldo Cervera Peraza es precisamente eso: ni más, ni menos.


2 Responses

  1. Marcelo Euan dice:

    Nuevamente es increible que aunque ve lo grandisoso del libro de Job inspiración desde hace muchos siglos de los Cristianos y Judios, no distinga la parte mas grandiosa, Job es un persona excepcioan sin duda, pero los mas grandioso del libro de Job no es las calamidades y la restauración de Dios, ambas cosas apuntan a algo mucho mayor la SOBERANIA DE DIOS, eso es lo grandioso del libro de Job.
    DIOS SOBERANO, hombre pecador, que podemos esperar, solo MISERICORDIA. o muerte. yo prefiero clamar por misericordia.

  2. Josefina I. Cervera A. dice:

    Que bello, lo que dice y cómo lo dice. Gracias.

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