Iglesia y Sociedad

Yucatán: crímenes de odio por homofobia

2 Abr , 2012  

Daniel Zamudio
In memoriam

Hasta la década de los ochentas no existía la denominación “crímenes de odio”. Es un nombre nuevo para un delito antiguo, que desafortunadamente nos ha acompañado como humanidad a lo largo de muchos siglos. Se trata de una nueva definición de crimen que atiende, para su clasificación, al hecho de que la víctima pertenezca a un grupo socialmente discriminado (las más de las veces minoritario) y, por tanto, en estado de vulnerabilidad y que la acción criminal se haya llevado a cabo justamente con motivo de la pertenencia de la víctima a ese grupo o minoría, sea étnica (indígenas), genérica (mujeres), sexual (diversidad sexual), etárea (niños y/o ancianos), religiosa (convicciones espirituales), por discapacidad, etc. Los crímenes de odio suelen caracterizarse por una saña especial en su comisión: decenas de cuchilladas, estrangulamientos, torturas previas a la muerte, etc.

No siempre es fácil determinar cuál es un crimen de odio y cuál no. No todos los asesinatos de las mujeres son feminicidios, ni todas las personas homosexuales asesinadas lo han sido en virtud de su orientación sexual. Si, por ejemplo, ocurre un asalto en un domicilio, y la familia entera es ultimada, será difícil sostener que las mujeres de la familia fueron víctimas de feminicidio. Ocurre lo mismo cuando algún asaltante golpea en la calle a una persona para arrebatarle su teléfono celular. Aunque, casualmente, la persona agredida fuera homosexual, difícilmente se podrá argumentar que fue víctima de violencia homofóbica.

Sin embargo, los crímenes de odio no son tan difíciles de discernir. La mayor parte de las víctimas sobrevivientes acusan haber escuchado imprecaciones relacionadas con su pertenencia a un grupo social. Como sostiene Carlos Bonfil, “el crimen de odio es una construcción social… debe estudiarse a partir de la prevalencia de discriminación social en sociedades que toleran, e incluso promueven, la violencia ejercida contra las minorías sexuales, religiosas o raciales”(1). Los crímenes de odio están, pues, directamente ligados al fenómeno de la discriminación, sobre todo cuando tal discriminación se encuentra socialmente aceptada y justificada por motivaciones ideológicas o religiosas. A la base de los crímenes de odio se encuentra con frecuencia, lo que los especialistas llaman la “falacia discriminatoria”(2), es decir, una serie de prejuicios que no son evidentemente reconocidos como tales sino que son adoptados por quien discrimina simplemente como una verdad natural e incuestionable, lo que contribuye a concebir las desigualdades como resultado de la naturaleza y no como construcción social. Es por esta vía que, usualmente, la discriminación busca y consigue su aceptación y legitimidad.

La investigación de los crímenes de odio por homofobia no deja de estar permeada de este tipo de prejuicios. No es solamente que la modalidad “crimen de odio” no esté tipificada como agravante en la mayoría de las legislaciones locales de nuestro país, como ocurre, por ejemplo, en España, sino que el mismo proceso de investigación resulta viciado de origen porque la mayor parte de las veces se les califica de “crímenes pasionales” o “típicos de homosexuales”, lo que prejuicia la procuración e impartición de justicia. Esta tipificación policiaca tan reiterada provoca que, generalmente, esta clase de crímenes quede en la impunidad.

El argumento suele ser el mismo: la víctima propició, ya sea por su atuendo, sus insinuaciones, su manera de vestir o por el hecho de haber contratado algún servicio sexual, que se cometiera el delito que finalmente lo privó de la vida.

Responsabilidad especial tienen en esto los medios de comunicación social. Como bien señala Bonfil en el artículo antes citado: “En México se ha vivido durante décadas un importante vacío legal que permite que la discriminación contra una minoría homosexual se practique y difunda libremente a través de los medios masivos de comunicación, desde revistas sensacionalistas como Alarma! o Alerta!, hasta emisiones televisivas y representaciones fílmicas que hacen del homosexual objeto de mofa y escarnio social… En su relación de los hechos, los reporteros se presentan a sí mismos como guardianes de la moral en turno, defensores de las virtudes ciudadanas, y apelan a las buenas conciencias a quienes llaman a indignarse por la decadencia moral que se percibe en las grandes urbes. Los “cínicos”, una variante verbal en la descalificación de los “desviados”, han obtenido al final su merecido, y poco importa entonces que la justicia terrenal siga su curso, si la divina ya hizo lo que le correspondía”.

El caso del reciente asesinato de Daniel Zamudio, joven chileno agredido por un grupo de presuntos neonazis, ejemplifica muy bien de qué hablamos cuando nos referimos a crímenes de odio: sus agresores le arrancaron parte de una oreja, le marcaron el cuerpo con esvásticas, le dejaron caer varias veces una gran piedra sobre el estómago y las piernas y le fracturaron una de ellas. Días después de la agresión (Daniel sufrió una agonía de 25 días), Juventud Guzmán, un grupo ligado a la oficialista Unión Demócrata Independiente, escribió en su twitter: “La enfermedad que portaba Daniel Zamudio no lo hacía peligroso. Era un desviado sodomita”.

Pero no hay que ir tan lejos: en nuestro estado, Yucatán, han sucedido en los últimos años crímenes de odio que parecen seguir el esquema planteado líneas arriba: prejuicios en la procuración y administración de justicia y trato discriminatorio en las notas informativas. Para erradicar los crímenes de odio es necesario, pues, no solamente un cambio legislativo, sino medidas concretas que tiendan a la modificación de patrones de pensamiento y comportamiento social. Para ello resulta de medular importancia que los discriminadores sepan bien a lo que deberán atenerse en caso de que sus prejuicios los impulsen a cometer un delito de este tipo.

Por eso resulta importante cómo se resolverá un caso de violencia homofóbica que se encuentra ahora ante la Fiscalía General del Estado de Yucatán. Un joven, a quien llamaremos Rolando, fue abordado en la Plaza Grande por un individuo que lo invitó a tomar unas cervezas. A los pocos minutos salieron de la cantina para dirigirse a un céntrico hotel, una vez que acordaron sostener un encuentro sexual. Llegados al cuarto del hotel, en el interior del baño, el individuo comenzó a golpear a Rolando a puñetazos y patadas. Lo sometió derribándolo al suelo y colocó su rodilla sobre el pecho de Rolando mientras le ordenaba desnudarse. Una vez sin ropa, le robó una esclava de oro. Cuando Rolando, aprovechando un descuido, intentó defenderse y escapar, el individuo le gritó: “¿te acuerdas que te dije que había estado con otros dos homosexuales antes que tú? Pues a ellos los maté y tú vas a ser el tercero que mate, porque odio a los homosexuales, a maricones y putos”. Entonces continuó golpeándolo en la cara con el puño, intentó ahorcarlo y le estrelló la cabeza contra el piso dejando a Rolando inconsciente por unos minutos, lo que el agresor aprovechó para robarle dinero y un teléfono celular.

Cuando Rolando volvió en sí, caminó tambaleante y ensangrentado hasta la cama. Cuando logró sentarse el agresor volvió a decirle: “odio a los maricones y por eso les hago lo que te hice”. Rolando alcanzó a suplicarle que ya no lo golpeara más, a lo que el agresor respondió “no te voy a matar, me caíste bien, por eso no te mato… pero si me denuncias, ya sé tu dirección y te voy a buscar para matarte”.

La amenaza no fue en vano. Cuatro días después, mientras Rolando esperaba el autobús cerca de su casa para dirigirse a su trabajo, el agresor lo abordó de nuevo, amenazante, y le arrebató el teléfono celular que cargaba, llevándose también la cartera con los documentos de identificación de la aterrada víctima. Superando su miedo y una vez que su agresor se había alejado, Rolando llamó a una patrulla que circulaba por el entorno, la cual después de un rápido operativo, alcanzó al ladrón, deteniéndolo mientras todavía tenía las cosas robadas en su poder. El delincuente fue presentado ante la Agencia Cuarta del Ministerio Público y posteriormente se consignó el expediente dando inicio a la causa penal 220/2011 radicada ante el Juzgado Sexto Penal del Primer Departamento Judicial del estado.

En su denuncia, Rolando no dejó de hacer hincapié en el carácter homofóbico del ataque. Su defensa señala que se está “frente a un caso de evidente agresión por homofobia. Lo anterior implica que esta autoridad investigadora, debe ser especialmente escrupulosa al momento de investigar, pues los crímenes de odio en contra de personas con una orientación o preferencia sexual no heterosexual, suelen invisibilizarse y quedar en la impunidad, a pesar del alto índice y la brutalidad con la que son cometidos”. Rolando ha logrado reunir muchos elementos probatorios, incluyendo la declaración de testigos, entre los que honrosamente se cuenta el encargado del hotel donde sucedió la agresión.

La Fiscalía General y el Poder Judicial del Estado tienen en sus manos la oportunidad de ofrecer a la ciudanía las garantías necesarias de que crímenes de esta índole no serán solapados ni minimizados. El caso de Rolando, uno entre muchos, confirma lo afirmado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos que, en su Informe Especial sobre Violaciones a los Derechos Humanos y Delitos Cometidos por Homofobia, señala que “Los delitos y violaciones a los derechos humanos por orientación sexual, identidad o expresión de género no son hechos aislados, obedecen a patrones de conducta de algunos miembros de la sociedad y al proceder recurrente de ciertos servidores públicos, tales como prejuicios, aversiones y rechazos, lo que refleja la existencia de un problema estructural serio de intolerancia, y que requiere de su reconocimiento expreso y de una atención especial por parte de las autoridades encargadas de promover la educación, la cultura, el respeto a la legalidad y la no discriminación en el país …”

Notas:

[1] BONFIL C., Crímenes de odio en México. Suplemento Letra S del periódico La Jornada, disponible en www.jornada.unam.mx/2007/05/03/ls-crimenes.html. Consultado el 27 de marzo de 2012

[1] La Discriminación en México. Por una nueva cultura de la igualdad. Informe General de la Comisión Ciudadana de Estudios contra la Discriminación, México 2001

 


5 Responses

  1. Que fuerte… Creo que todas las personas debemos tener los mismos derechos y obligaciones, respeto a la dignidad humana nos hace falta, no importando la prefencia sexual que se tenga, o credo que se profese.

  2. En Mérida conozco a un sexoservidor que asalta y agrede a homosexuales, pero increíblemente es mantenido y vive con un homosexual, ha estado en la Penitenciaría, y sale rápido gracias a su amante homosexual. Han dicho en las noticias que uno de los asesinos de Agnes es precisamente su novio prófugo. Efectivamente como dices, la homofobia, la discriminación y los crímenes de odio no están siendo atendidos ni estudiados ni prevenidos, con la debida seriedad, por ninguna institución…

  3. Gracias Raúl por tu testimonio, valor y amor al estilo de Cristo. Dios te bendice!

  4. Estrujante artículo sobre la discriminación.

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