Iglesia y Sociedad

La pregunta sobre el divorcio

8 Oct , 2012  

El texto del evangelio que fue leído el domingo pasado en las misas de todas las iglesias católicas del mundo, ofrece la oportunidad de reflexionar acerca de lo que los estudiosos de la Biblia llaman “anacronismo” y que suele ser uno de los matices más relevantes de las lecturas fundamentalistas.

Me refiero a la perícopa que va de los versículos 1 al 12 del capítulo 10 del evangelio de Marcos. Unos fariseos se acercan a Jesús para tenderle una trampa. La pregunta que le plantean tiene relación con un texto de la Ley de Moisés que aprueba el repudio de parte del varón hacia su mujer mediante la entrega de un libelo de repudio o acta oficial de despedida de la esposa. Como las traducciones modernas suelen usar el término divorcio para referirse a esta prescripción de la Ley mosaica, fácilmente las y los lectores hodiernos podemos caer en el error de identificar el “divorcio” de tiempos de Jesús como si fuera equivalente al divorcio de nuestros días. En esto consiste el anacronismo, que ha llevado a conclusiones moralizantes pero que termina por escamotear el sentido del texto original y alejarnos de la intención del Maestro de Nazaret. Ojalá las y los amables lectores de esta columna pudieran tener a la mano el texto. Es posible que algunas de las reflexiones que aquí compartiré sean más difíciles de constatar sin acceso al texto evangélico.

La pregunta que le plantean a Jesús es: “¿Le está permitido a un hombre despedir a (repudiar, divorciarse de) su mujer?”. La pregunta hace referencia al texto de Deuteronomio 24,1, que según la literalista traducción de la Biblia de Jerusalén, dice: “Si un hombre toma a una mujer y se casa con ella, y resulta que esta mujer no halla gracia a sus ojos, porque descubre en ella algo que le desagrada, le redactará un libelo de repudio, se lo pondrá en su mano y la despedirá de su casa”. Como en otras ocasiones (Juan 8,1-11, por ejemplo), Jesús está siendo puesto a prueba por los especialistas en el estudio de la Ley de Moisés acerca de la particular interpretación que él sostiene de los textos que son sagrados para los judíos

La pregunta es, desde luego, tramposa. No en balde el evangelista señala que le fue hecha a Jesús “con la intención de ponerlo a prueba”. La Ley de Moisés no era para los judíos equivalente a cualquier otro tipo de legislación. Se trataba de la Ley de Dios, es decir, las prescripciones que Dios le había dado a Moisés para conservar la identidad del pueblo judío como “pueblo elegido”. La Ley de Moisés, o Torah como la llaman en hebreo, no era un término que se ajustase solamente a los textos expresamente normativos (prohibiciones, castigos, mandamientos, etc.), sino que era un término que englobaba los cinco primeros libros de la Biblia que hoy conocemos como Pentateuco. Esta Torah, considerada por los judíos como su ley fundamental, era indiscutible. Todos los distintos grupos que conformaban el panorama plural del judaísmo de la época de Jesús (fariseos, saduceos, esenios…), a pesar de sus muchas diferencias, coincidían en considerarla como la columna vertebral de la religión de Israel.

Es extraño, entonces, que la pregunta dirigida a Jesús fuera acerca de si se debía obedecer o no la Ley de Dios. Esto quedaba fuera de toda posibilidad de discusión. Por lo tanto, muchos estudiosos han visto detrás de esta pregunta un interrogatorio dirigido a Jesús para saber en cuál de las dos líneas de interpretación en boga en aquellos tiempos se alineaba Jesús. Explicaré brevemente esto, a riesgo de cansar a mis estimados/as lectores/as, citando la síntesis que nos presenta Joachim Jeremias:

“El derecho al divorcio estaba exclusivamente de parte del hombre. La mujer podía exigir la anulación jurídica del matrimonio sólo en el caso de que el marido se dedicara a uno de tres oficios repugnantes: recogedor de inmundicias, fundidor de cobre y curtidor de pieles, principalmente a causa del mal olor producido por esas actividades. Fuera de eso, no podía exigir el divorcio… En todos los otros casos, el derecho del divorcio estaba exclusivamente de parte del varón. En la época de Jesús, dos escuelas exegéticas, la de Hillel y la de Shammai, discutían acerca del alcance de Dt 24,1, donde se menciona como razón que permite al hombre despedir a su mujer el caso de que éste encuentre en ella “algo vergonzoso”. Triunfó la exégesis de Hillel, que interpretaba el texto en dos sentidos: 1º. Una impudicia de la mujer, y 2º, cualquier cosa que desagrade al marido. Esta opinión redujo a pleno capricho el derecho unilateral al divorcio que tenía el marido”.

La escuela rigorista de Shammai no admitía como causa de repudio sino el adulterio y las malas costumbres, pero la escuela más laxa de Hillel se contentaba con cualquier motivo, incluso fútil, como que la mujer hubiese guisado mal un plato o, sencillamente, que otra mujer le gustase más al marido. Por eso nos explicamos que en el libro del Eclesiástico 25,26 de tradición deuterocanónica, se diga al marido: “Si tu esposa no obedece a tu señal o a tu mirada, sepárate de ella”. Esta aclaración era relevante para distinguir entre el divorcio de nuestros días, un arreglo más o menos pacífico entre dos personas que libremente deciden separarse y romper el vínculo conyugal, y el divorcio o repudio en el tiempo de Jesús, una institución, como puede verse, profundamente inequitativa y símbolo paradigmático –si hay alguno– de lo que significa la sociedad patriarcal.

Pero Jesús no cae en la trampa. Como buen polemista, dirige la discusión hacia lo que él considera realmente fundamental. No se alinea en ninguna de las líneas interpretativas en boga, sino recurre al mismo proceder metodológico que usan sus adversarios para confrontarlos con el sesgado y obtuso acercamiento que tienen hacia las Escrituras sagradas. A partir de un tema particular quiere abordar una cuestión hermenéutica de primera importancia. Por eso Jesús los obliga a citar el texto de donde sacan su pregunta. Los fariseos, ni tardos ni perezosos, le contestan citando el texto sagrado con el que avalan y justifican la situación de profunda inequidad que sufría la mujer.

La respuesta de Jesús es genial. Relativiza, por una parte, el valor del texto sagrado: “Eso lo prescribió Moisés debido a la dureza de los corazones de ustedes…” pero no es la voluntad del Dios del Reino. Ante el mensaje de Jesús, ante su apasionada defensa de las víctimas, incluso la ley de Dios, usada por las autoridades religiosas para justificar desigualdades, ha de ceder. Pero, además, Jesús denuncia la mirada patriarcal que los fariseos lanzaban sobre la Torah cuando les señala que en el mismo conjunto sagrado de textos podría encontrarse la justificación para la igualdad. Y cita entonces los dos relatos de la creación que trae libro del Génesis (Gn 1 y 2). O sea, que deja claro que la misma Biblia puede servir para esclavizar y para liberar y que, más allá de la letra, lo que distingue estas dos posibilidades es la sintonía del corazón del que lee con los sentimientos del corazón de Dios. Y al corazón de Dios le duele la desigualdad que ha hecho de la mujer un objeto en manos del varón y le ha negado una vida libre y digna.

La respuesta de Jesús equivale a lo que santa Teresa de Jesús dice en una de sus obras, si mal no recuerdo, (aquí los estudiosos del teresianismo podrían ayudarme) cuando señalaba que hay personas que leen algunas partes de la Biblia, las que les son convenientes, y omiten leer las otras partes que no les favorecen.

Jesús continúa entonces con su argumentación: “pero en el principio (y cita Gn 1,27) Dios los hizo varón y mujer”. El argumento fundamental de Jesús reside en que, estas palabras del primer relato de la creación, establecen la igualdad fundamental de todas las personas creadas, independientemente de su sexo y/o género. Este espíritu igualitario que una mirada desde el Reino descubre en este texto antiguo, le confirma a Jesús la profunda inequidad que produce la aplicación del texto de Dt. 24,1 tal como lo plantea la interrogación farisea. Los fariseos clavan la mirada en un texto machista y omiten leer desde la perspectiva de liberación otros textos igual de fundamentales. Y como solamente a los varones estaba permitida la lectura de los textos sagrados en aquellas épocas (y en algunos sectores ultraconservadores del judaísmo actual, incluso en las épocas actuales), lo lógico era que la interpretación patriarcal de los textos se impusiera como la única válida. Jesús desenmascara esta lectura, tan lejana a la visión del Reino que el predicaba y a sus gestos, muchos de ellos escandalizantes, de cercanía y trato igualitario a las mujeres.
(Uno no deja de asombrarse que una expresión que Jesús usó para combatir una inequidad ‘En el principio Dios los hizo varón y mujer’ sea usada hoy, paradójicamente, para justificar la desigualdad y avalar religiosamente la discriminación contra las personas homosexuales… pero esa es otra discusión)

Jesús no se detiene ahí: quiere aplicar su interpretación igualitaria a la cuestión del divorcio que le ha sido planteada. Entonces cita un segundo texto, esta vez de Gn 2,24, para abonar a la idea de que en el matrimonio hay escondido un secreto amoroso que va más allá de las lucubraciones machistas a propósito del texto de Dt 24,1, muy conveniente para mantener el dominio masculino sobre la mujer. Y que de igualdad de los sexos se trata, lo confirma el final de la perícopa, en el que, a solas, Jesús continúa con sus discípulos su aproximación hermenéutica (Mc 10,10-12): en una relación igualitaria los derechos y las obligaciones son de ambos. Por eso Jesús establece que ambos cometen adulterio si se casan con otra persona, diciendo esto en una sociedad en la que la única que era castigada por el adulterio era la mujer cuya infidelidad podía llevarla a una muerte violenta (Lev 20,10) mientras que las infidelidades del varón no eran consideradas punibles en manera alguna.

Eso hizo que yo escribiera en otro lugar, hace ya algunos ayeres: “Puede entenderse ahora la carga revolucionaria de la respuesta de Jesús, que arrancó a los varones, en desafío abierto a la ley que Dios diera a Moisés, la posibilidad de despedir a sus mujeres por cualquier motivo. Esto era tanto más grave en la medida en que la mujer israelita era considerada siempre menor de edad, propiedad primero del padre y después del marido. La posición de Jesús a favor de la unidad matrimonial no es solamente una cuestión de moral sexual, sino un acto de justicia hacia la mujer que podría ser repudiada por cualquier motivo. La opción de Jesús, correspondiendo a la intención original de Dios, dejaba a la mujer a salvo de las arbitrariedades del marido” (1).

¡Ah! Este rabino itinerante del siglo I me convence cada día más…

Nota: (1) LUGO – MACIEL, Mujeres de la Biblia. Mujeres para hoy (UPM, México 2004)


8 Responses

  1. psoriasis dice:

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  2. Estimado Padre Lugo: Lo felicito de todo corazón por sus valientes posturas. Mucho más valientes por ser públicas y por vinir de un prelado. ¿Como me tardé tanto en encontrarlo? ¿Como le va con su obispo? Me sorprende que aún lo dejen vivir dentro de "su iglesia", y uso este término al igual que AMLO usó el de "sus insituciones", pues veo que el espíritu que vive en usted es libertario, al igual que el que creeo Nuestro Señor Jesús siempre promulgó. Desde Mty. es el saludo. Espero conocerlo personalmente pronto. Tenemos un par de amigos en común. Cesar Valdez y la madre Consuelo Morales. Un abrazo fraternal, y mis mejores deseos.

  3. Ines dice:

    Ah! yo estoy casada por lo civil. Mis hijos tienen 23 y 25 años, y ya les vale.
    He visto que he dado a respuesta, como si me contestara a mi misma. No se preocupen, mi despiste se puede subsanar. Sus mentiras no.
    Menudo jaleo que me han armado, con la no disolución de mi matrimonio. Las leyes españolas y locales, están amparadas en la idea religiosa del Opus. Mi matrimonio, repito es civil. Mi ex-cuñado del Opus, y mi ex, están emperrados en continuar sin romper este estúpido matrimonio. Yo no quiero estar casada con ese elemento perverso. Yo no lo quiero, desde hace 20 años. Lo de que la familia es importante, estoy de acuerdo, pero si me enferma como lo ha hecho, hay que resolver el caso. Yo no tengo interes en recuperar la primogenita religión, que era femenina. Ni tampoco ha estado en mi espíritu, ser Santa Virgen y mártir. Lo de santa, porque no puedo ser más santa que los demás. Virgen, no es algo que a mi edad tenga que dar explicación. Y mártir, porque no me gusta y no acepto que se me pegue.
    Ya les vale hacer creer que la crisis es debida a los divorcios, ¿a quien quieren engañar?
    Si Ud. no me atiende y menos me entiende, no se preocupe quiero hablar con el jefe actual de la Iglesia. Pongame en contacto y me pasen primero en las listas de espera. El Sr. Papa, lo veo como es; un sr. mayor, que me parece, que no se cree que el papel que hace sea de su agrado. Él lo vive como una cruz.

  4. Ines dice:

    Después de tanta lectura contradictoria que quiere manipular lo que yo ya se.
    Que interesante texto. Uds. se rayan. Tantos estudios para nada. Que sepa la Iglesia que todas las mujeres somos Lilith, creadas del barro junto con Adan. A imagen y semejanza de Dios, e igual a él. El Sr. Adan se enfadó con esta mujer y escribió sobre ella que era un demonio. Como no puede ser de otra manera, ¿quien habla bien del enemigo?. Claro después Adan pidió a Dios una Eva, para controlarla y manipularla a su antojo, por lo que se ve, esta se dejaba manejar mejor. Increíble el tema. Yo estoy hasta las narices. Por intervención de la Iglesia, no me dan el divorcio, se rien de mi y me roban. No me digan que voy mal encaminada, se muy bien este camino. No los conozco, pero no los temos. Yo como Jesucristo y cualquier ser humano, soy DIOS. Si ud. no se ha enterado, se entere. Jesús no murió en la Cruz. La virgen María, es ridículo creer en ello, etc. La religión la montaron los demás, Jesucristo no escribió ni una palabra en ningún sitio.. Menudo negocio llevan uds. Y por supuesto hay más.
    Que me den el divorcio, y que de las dos cass en común que tenemos, quede a mi nombre una de ellas y se me abone la diferencia del valor de ellas.
    Qué no se con quien estoy hablando? No lo se ni me importa. Solo quiero lo que es mio y que no me roben. Avd. si? pues que le vaya bonito.

    • Ines dice:

      Vale moderen, moderen. Ya se que no se publicara esto. Pero sepan que los conozco y que no me dan ningún miedo. La muerte es natural que se produzca, igual que la vida. Uds., no son mis amos y sres. ni de cuando nací, ni de cuando muera. NO MANDA NADIE EN MI. Soy Rebelde,, indomable. protestona y quiere saber más, aunque lo referente a la Iglesia, lo tengo claro. Yo no necesito ir al Vaticano, para saber secretos que guardan con tanto celo, con el fin de seguir con su negocio; porque de eso se trata, un negocio muy lucrativo. A mi no me controla nadie, solo mi Dios interior. Averigüe quien es su Dios, le han lavado el cerebro.

  5. Luis Peniche dice:

    Con su amor y su fidelidad, este itinerante del siglo XXI, me reconvence cada semana más…

  6. Martha Capetillo dice:

    «Pensando si tenían razón los que les parecía mal que yo saliese a fundar (…) pues San Pablo dice del encerramiento de las mujeres y me han dicho que esta sería la voluntad de Dios, díjome: ‘Diles que no se sigan por solo una parte de la Escritura, que miren otras, y que si podrán por ventura atarme las manos'».
    Teresa de Ávila. Cuentas de Conciencia 16a 😉
    (una no estudiosa pero siempre poch teresiana 😉

  7. Martha Capetillo Pasos dice:

    La columna de Raúl… 😉

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