Iglesia y Sociedad

El año que se fue

2 Ene , 2014  

El año nuevo me pone nostálgico. Es un lugar común, lo sé, pero no puedo evitarlo. Uno siente que la vida comienza a escapársele, sobre todo cuando se ha traspasado la temible frontera de los cincuenta. Los recuentos de fin de año son buenos, a condición de que no se conviertan en un recuento de enfermedades y dolencias. Y como mi recuento adolecería de tal defecto, me propongo solamente hacer un recuento de impresiones, cuatro cosas que se me quedaron grabadas en el alma en este 2013.

Libertad, libertad, libertad. Es el tema de la Agenda Latinoamericana 2014. Asombra la coincidencia. La larga lista de exigencias zapatistas se ha ido reduciendo en los últimos años a una sola: libertad, libertad, libertad. Será porque ellas y ellos, los zapatistas, las zapatistas, han aprendido y nos han enseñado que libertad es lo único que hace falta para convertir la aspiración a una vida digna en una realidad. Libertad, no imposiciones. Libertad, no partidos políticos. Libertad, no dádivas de los administradores del erario, funcionarios de los barones del dinero. Las zapatistas, los zapatistas, lo anuncian en su consigna y ahora lo muestran en los hechos. La escuelita zapatista, los acercamientos a las bases, la oportunidad de aprender su ejercicio de la libertad, ha sido una de las mejores noticias de este 2013 que termina.

Me encanta la bendición que se lee, año con año, en la primera lectura de la Misa del día 1 de enero: “Así bendecirán a los israelitas: el Señor te bendiga y te guarde, el Señor te muestre su rostro radiante y tenga piedad de ti. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz. Así invocarán mi Nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré” (Num 6,22-27). Cualquiera puede darse cuenta que el leit-motiv del texto es el rostro de Dios. En alguna traducción recuerdo haber leído “el Señor te muestre su rostro sonriente”, en lugar de “rostro radiante”, quizá porque la sonrisa es el más grande de los esplendores, si de rostros hablamos. Esa es la invocación que suelo pronunciar sobre las personas que solicitan de mí una bendición: que Dios te muestre su rostro sonriente. Pienso en los rostros de Dios que me han sonreído en este año que termina y me siento profundamente agradecido: Indignación, U Yits Ka’an, Oasis, Kimbilá, Amaro, Tecoh, Chicago, Cucá, san José Obrero, Tenosique, Nicaragua, Nueva Esperanza, Ecuador… Dios parece no cansarse de reír y reír.

Me gustó la Noche Blanca. No el nombre, que tiene tufo al racismo tan preciado y extendido en esta ciudad capital. Me gustó una noche de galerías y museos abiertos, de gente caminando por las calles con un mapa cultural, me gustaron los espacios que se abrieron a nuevas propuestas, la generosidad de artistas que compartieron sus galerías con otros nuevos y jóvenes creadores, los grupos de teatro, los espectáculos musicales… Hay una oferta cultural, no siempre apoyada por mecenas gubernamentales, que crece y crece en Mérida. El teatro que se hace por estos lares es sobresaliente, el quehacer literario se le acerca mucho. No sé cuántas ciudades tengan un movimiento cultural tan agitado. A mí me gusta Mérida.

El Tribunal de los Pueblos camina hacia el enjuiciamiento al Estado mexicano. En la senda hacia la audiencia final se han desarrollado muchas pre-audiencias de una gran variedad de temas. En el local de la Escuela de Agricultura Ecológica de Maní se realizó la pre-audiencia sobre las políticas de exterminio contra el pueblo maya. Una asamblea de víctimas y organizaciones que las acompañan. Una feria de encuentro y de denuncia. Las resistencias siguen teniendo colores y dolores diversos, pero saben encontrarse, saludarse, enriquecerse mutuamente. Algo se mueve en la planicie peninsular. Estoy feliz de haber sido parte de este atisbo.

¡Feliz año!


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