El adjetivo es definido así por la Academia Española: Infausto, infeliz, desgraciado, de mal agüero. Así ha sido el año que va terminando para nuestro país. Como acumulación de catástrofes se han sucedido a lo largo de los meses de 2014 desapariciones, asesinatos, persecuciones, impunidad, corrupción de las autoridades, venalidad de los partidos políticos (de todos), represión, crecimiento de la violencia delincuencial (la de las bandas y la de los gobiernos), la venta de los recursos del país al mejor postor, Tlatlaya, Ayotzinapa… un cuento de nunca acabar que ha dejado al desnudo la desaparición del Estado, la frustración definitiva de esta forma de partidocracia mal nacida y del sistema capitalista que la ha engendrado.
Hemos perdido el rumbo. Da vergüenza que nuestro país sea hoy internacionalmente conocido como la patria donde desaparecen los jóvenes, donde se asesina a estudiantes y mujeres, donde se reprime el derecho a la protesta, donde la corrupción galopa al lado del crecimiento de la pobreza. Un país a la deriva.
Pero llega el fin de año. Y en la evaluación de haber y deber surgen otras realidades que, por no mirar hondo, pueden pasarnos desapercibidas. Hay un cus cus de esperanza, surgido seguramente de mi fe cristiana, que se niega a creer que todo esté perdido o que la violencia, ese monstruo grande que pisa fuerte (Gieco dixit), sea la única vía de salida.
Así que ondearé aquí mis dos banderas de esperanza. No son esperanzas menores, sino promesas de una reconstrucción que impida la permanencia de la barbarie que se ha establecido en esta patria en jirones.
Mi primera bandera de esperanza es el Primer Festival Mundial de las Resistencias y las Rebeldías contra el Capitalismo, convocado y organizado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y por el Congreso Nacional Indígena. “Donde los de arriba destruyen, los de abajo reconstruimos” reza el lema del encuentro. Saludo desde este rincón del ciberespacio esta reunión concebida para fortalecer la convicción de que el capitalismo no es invencible. Que se puede vivir de otra manera, sometiendo las ansias de lucro y la codicia a las necesidades que brotan de la fraternidad universal. Pueblos, tribus y naciones que viven y sobreviven en esta geografía de los de abajo se reunirán en un gigantesco intercambio de experiencias con las comunidades zapatistas, para que todos los proyectos autonómicos se fortalezcan entre sí. “Nuestros pueblos que somos del maíz al compartir con ustedes seremos como la milpa que florece, para fortalecernos en nuestras resistencias y cuidar a nuestra madre tierra en este nuevo caminar que queremos compartir” dicen en la invitación. Desde este rincón de letras y teclas, yo los saludo.
La segunda bandera es de reto, además de esperanza. Se trata de la iniciativa de convocar una Nueva Constituyente Ciudadana que rehaga este país desde la voz y la participación de todos sus ciudadanos y ciudadanas. Esta convocatoria, que se dará a conocer en detalle el próximo 5 de febrero de 2015, es fuente ya de una gran esperanza. Se trata de rehacer el esqueleto que sostiene a nuestro país. Un camino largo de reconstitución de nuestra dignidad, de tomar entre todas y todos las opciones que nos hagan un país viable, asentado en las necesidades más urgentes de los pobres, promotor del diálogo y de la conciliación de nuestras diferencias, sin convertirlas en una uniformidad asfixiante. Un camino que nos obligará a mirarnos entre todos y juntos mirar en dirección de la justicia y la felicidad que merecemos. Ruta que es ya puerto, hacia un país en armonía con la dignidad de sus habitantes.
Acaso de la manera como ondeen estas dos banderas dependerá la posibilidad cierta de bordear el peligroso precipicio al que nos hemos asomado, con su dolorosa profundidad, en el año que termina. Son caminos que pueden conducir a un cambo auténtico, ese que no ha sido capaz de darnos el interminable proceso de elecciones que han convertido al país en rehén de los intereses de los partidos. No más elecciones: vamos por todo, por la reconstrucción de la patria.
Feliz y combativo año 2015 a las cinco lectoras de esta columna y a sus familias.
Colofón eclesiástico:
Una señora de la parroquia donde trabajo me comentó de una ocasión en que se había acabado el suministro de agua en algunas manzanas de la colonia. Los vecinos se organizaron para solicitar la regularización del servicio. Después de semanas de penurias con el agua, recolectaron firmas. Un vecino se negó a firmar: él tenía servicio de agua, así que no veía la necesidad de firmar ningún documento que pudiera comprometerlo o pudiera hacerlo ver como un revoltoso.
Los vecinos, cuando no fueron escuchados y se les despreció en las oficinas del agua potable, organizaron una manifestación ante sus instalaciones. El vecino disparejo no se manifestó: yo tengo agua potable, así que las manifestaciones me viene huangas. Mi tiempo no es para perderse en esas cosas, dijo.
Unos días después, el vecino disparejo dejó de tener agua potable. Entonces se presentó en una junta a solicitar que se le admitiera en la lista de nombres de los que protestaron. Hubo una grande discusión en la colonia. Muchos se oponían a que el arrepentido se integrara al caminar común, pero privó la generosidad de la mayoría. “No importa que haya tenido que esperar a que su casa no tuviera agua para pensar en sus vecinos que desde hace tiempo padecían la escasez”, dijo doña Tencha en la asamblea, “tienen razón en ser desconfiados con él… pero si quiere unirse a la lucha, bienvenido”. La palabra generosa de la señora cerró la discusión.
Ha muerto un sacerdote de la diócesis de Ciudad Altamirano, en el estado de Guerrero. El episcopado mexicano ha manifestado su horror ante el suceso violento y ha pedido un alto a la violencia irracional que tiene como fuente a las organizaciones criminales y la complicidad y omisión de los poderes públicos. En los chats eclesiásticos y en los medios de comunicación afines a la iglesia se eleva un clamor que, ahora sí, exige justicia y alto a la violencia. Bienvenida su indignación. Hay quienes esperaban una contundencia parecida en las marchas del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad o, al menos, cuando desaparecieron los 43 estudiantes de Ayotzinapa o varias personas murieron a manos del Ejército en Tlatlaya. No la hubo. Dios dé a la sociedad civil organizada la generosidad de doña Tencha.
Un saludo a los otros «cuatro» lectores que seguimos la columna semanal (yo la recibo como suscriptor a mi cuenta de correo) esta noche decidí además ingresar por esta vía para compartir dos comentarios:
1. En relación a la segunda bandera de esperanza: Nueva Constituyente Ciudadana, espero el detalle de la convocatoria (febrero 5) pues evidentemente somos un país sin ley o bien en donde las leyes se ajustan en favor de los poderosos y perjuicio de los más desprotegidos; con la complicidad de los legisladores venales que no nos representan en las cámaras y que aprueban las leyes de Herodes: «O te chin… o te jod…»
2. En cuanto al colofón eclesiástico, ya se le hacia de noche a la jerarquía de la Iglesia (aclaro jerarquía) para manifestarse en defensa de las necesidades de TODOS; sin embargo, bienvenida aunque creo suponer que lo hace por un rato y en defensa de su interés jerárquico y no comunitario. Ahora si como dijo algún despistado: «haiga sido como haiga sido»
Para terminar: BUEN AÑO para TOD@S y sí CONSERVEMOS LA ESPERANZA; nos han quitado tanto, no permitamos que se la lleven a ella también. Un abrazo fraterno, amigo Raúl.
Padre, al igual que usted mantengo ‘la posibilidad de bordear el peligroso precipicio al que nos hemos asomado’, como país, como sociedad, como personas… y déjeme decirle que creo que somos más de cinco los que leemos su columna y la esperamos con avidez cada que sale! Saludos y un abrazo fraterno!!!
Ojalá y nos construyamos un mejor 2015. Ya los eventos presentados sin duda ventilan cosas buenas.
P.D.- Esperaba con emoción leer el cuento de Navidad, ese que año tras año me insufla esperanza y ganas de seguir creyendo.