Ya todo huele a semana santa. La celebración cumbre del triduo pascual resulta para los cristianos y cristianas una conmemoración de aquello que nos identifica en lo más hondo: el aprecio por la entrega salvadora de Jesucristo en la cruz. He insistido ya en otras ocasiones en que me parece un desvío separar el misterio de la pasión, muerte y resurrección del conjunto de la vida de Jesús. Como bien señalara el teólogo brasileño Leonardo Boff en su libro ‘Pasión de Cristo. Pasión del mundo’: “Muerte no es solamente el último momento de la vida. Es la vida toda que va muriendo, limitándose, hasta sucumbir en un límite último. Por eso, preguntar ‘¿Cómo murió Cristo?’ equivale a preguntar cómo vivió, cómo asumió los conflictos de la vida… Él asumió la muerte en el sentido de haber asumido todo lo que trae la vida: alegrías y tristezas, conflictos y enfrentamientos, por causa de su mensaje y de sus opciones de vida”.
Siempre he pensado que la pregunta ‘¿por qué mataron a Jesús?’ es mucho más pertinente de aquella ‘¿por qué murió?’. Y es más pertinente porque Jesús no buscó la muerte. No fue un suicida. No quiso el sufrimiento ni para los demás, ni para él. Es más, una lectura atenta de los evangelios nos muestra a Jesús combatiendo el sufrimiento ahí donde lo encontraba: en la enfermedad, en las injusticias, en la desesperanza. Por eso el relato de la oración en el huerto de Getsemaní nos muestra que Jesús no corrió tras la muerte… pero tampoco se echó para atrás.
Aquí reside, me parece, la clave para darle al sufrimiento un sentido redentor. Empeñarse en que haya un mundo en el que sea menos difícil el amor y la justicia, la hermandad y la igualdad en la diversidad, implica denunciar situaciones que engendran odio, implica comprometerse en la transformación del mundo, en la gestación de estructuras sociales, ideológicas, psicológicas, políticas y religiosas que hagan posible la justicia y la fraternidad.
Y, como nos lo enseña el testimonio de tantos mártires, este compromiso lleva a enfrentamientos, a sufrimiento, en una palabra, a la cruz. Pero ése es el trabajo de los cristianos y cristianas. Por eso dice Boff que “cargar la cruz hoy como Jesús la cargó significa, por tanto, solidarizarse con aquellos que son crucificados en este mundo, los que sufren violencia, son empobrecidos, deshumanizados, ofendidos en sus derechos”.
Y porque en nuestra sociedad, machista y patriarcal, resulta que los crucificados de este mundo son, muchas veces, más crucificadas que crucificados, es que me alegra que en el marco del mes de marzo y en pleno tiempo cuaresmal, el equipo Indignación A.C. haya publicado el informe “Náach Yano’on” (¡Qué lejos estamos!) sobre la situación de las mujeres y su acceso a la justicia.
El informe, que puede ser consultado completo, en sus 42 páginas, en el portal electrónico www.indignacion.org.mx, fue realizado en ocasión de que, el pasado 20 de marzo, se cumpliera un año de la entrada en vigor de la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida sin Violencia en el Estado de Yucatán. Con datos duros, el documento nos presenta una realidad altamente preocupante: las mujeres yucatecas, especialmente las mujeres mayas, no han experimentado ningún cambio en su acceso a la justicia a raíz de la entrada en vigor de la ley. Las prácticas viciadas siguen siendo las mismas: no solamente continúan en aumento las cifras de la violencia, sino que los ministerios públicos ni siquiera conocen la ley y se perpetúan los obstáculos para denunciar, enjuiciar y sancionar a quienes cometen violencia en contra de las mujeres.
De nuevo, el equipo Indignación A.C. desnuda hasta sus mismas entrañas el sistema de procuración e impartición de justicia en Yucatán. Queda en el informe, a través del relato de acompañamiento de algunos casos (Doña Rafaela, Doña Eduviges, Doña Antonia, Doña Alicia…), el cúmulo de problemas que enfrentan las mujeres yucatecas y mayas en su determinación de buscar la justicia: las trabas en los Ministerios Públicos, las leyes que están mal hechas, aquellas otras leyes que ni siquiera se han hecho, es decir, todas las ausencias que, por negligencia o incompetencia, son atribuibles al gobierno en todos sus niveles.
Como el nombre mismo del informe afirma, asomarse a la realidad del fallido acceso de las mujeres a la justicia es reconocer cuán lejos estamos de cumplir con los más altos estándares establecidos en el derecho internacional de los derechos humanos. A pesar de la flamante adaptación yucateca de la norma federal, el calvario de una mujer en búsqueda de justicia es hoy en Yucatán una realidad vergonzosa.
Para muerta basta un botón: Doña Rafa es una mujer de una comisaría de Conkal. Ha vivido violencia verbal, psicológica, física y sexual por parte de su esposo durante treinta años. Acudió en varias ocasiones al juez de paz de su comunidad y su marido fue arrestado hasta por 36 horas en algunas ocasiones. En septiembre de 2006, doña Rafa acudió de nuevo al juez de paz para denunciar al marido. El juez conminó al agresor a permanecer lejos de su hogar e hizo que firmara un convenio en el que se comprometía a cumplir con esa orden. El mismo juez recomendó a doña Rafa acudir al Ministerio Público para ahí presentar su queja, advirtiéndole que en el ayuntamiento ya no podían hacer nada más.
Doña Rafa interpuso su denuncia penal ante la agencia del Ministerio Público especializada en delitos sexuales y violencia familiar desde el año 2007. Ha ampliado su declaración en varias ocasiones, ha presentado testigos, ha ofrecido una valoración psicológica que le realizaron en la Casa de la Mujer… Sin embargo, hasta marzo de 2009 su expediente no había sido consignado. ¿Qué otra cosa necesitará hacer, dado que en la agencia del Ministerio Público no sabían siquiera de la existencia de la nueva ley y, mucho menos, cómo ponerla en práctica?
Con este informe, el equipo Indignación A.C. nos ofrece un testimonio más del dolo y el desinterés de las autoridades yucatecas en la administración de justicia a favor de las mujeres. Y nos confirma también, con talante profético, aquello que señalaba Boff: “Defender (a quienes se ven privados de sus derechos), atacar las prácticas en cuyo nombre se les convierte en no personas, asumir la causa de su liberación y sufrir por ella, es cargar con la cruz. La cruz de Jesús y su muerte fueron consecuencia de un compromiso a favor de los desheredados de este mundo”.
Colofón: Sigue hablando cuando muchos callan, recuerda cuando muchos apuestan por el olvido, hurga en los entresijos de la historia y comparte la visión de los vencidos: es Eduardo Galeano, el montevideano de América, escritor entrañable, historiador de los nadies… y estará en Mérida, en el teatro de la UADY, hoy lunes 6 de abril a las 19.00 horas, y en Maní, en la Escuela de Agricultura Ecológica “U Yits Ka’an”, mañana martes 7 de abril a las 17.00 horas. Es una oportunidad única que no hay que desaprovechar. La entrada es libre.
Concuerdo con el padre Lugo que Jesus no quisiera que suframos, de alguna manera, pero tambien es necesario saber, que el sabe que necesitamos sufrir, el mismo dijo que vino a traer sufrimiento y no tranquilidad, que sus dicipulos van a ser perseguidos golpeados, encarcelados, asesinados, sin respetar derechos etc. el tan poco vino para que los humanos vivamos en paz, pero si nos promete que a todos sus hijos, un dia el sufrimiento acabará. En Mateo 10 Jesucristo dice cual es nuestro futuro como hijos de Dios:
10:34 No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada.
10:35 Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra;
10:36 y los enemigos del hombre serán los de su casa.
10:37 El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí;
10:38 y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.
10:39 El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.
Sin embargo luchar contra la injusticia es algo muy piadoso y no debemos claudicar aunque eso nos robe nuestra paz, desgraciadamente no solo los indigenas, los pobres y los homosexuales no se les da justicia, mi padre medico de profesión fue chocado por alcance por un borracho que no vio que habia un tope, hace mas de 3 años hasta el dia de hoy no le han pagado un peso de los daños a mi padre y el borracho feliz de la vida andando libre por la calle. NO MAS INJUSTICIAS PARA TODOS.