Iglesia y Sociedad

Noticias sobre el Sínodo

17 Oct , 2023  

Hay poca información sobre lo que sucede en esta sesión 2023 del Sínodo sobre la sinodalidad. Para dolor mío, creo que esta ausencia de noticias interesa muy poco en nuestra iglesia diocesana. Da la impresión, en general, que no caemos en la cuenta de lo importante que será este vuelco reformador de Francisco para el futuro de la iglesia católica en el mundo. Por eso comparto aquí una imperfecta traducción de este artículo informativo de Christopher Lamb, experto vaticanólogo, presente ahora en Roma para seguir de cerca el sínodo y hablar con algunos participantes. Es sólo la visión de un periodista especializado en la religión católica, pero puede servir pera que sepamos un poco más de lo que ocurre en la sala Paulo VI, donde el Papa sesiona junto con cientos de obispos, sacerdotes y mujeres y hombres laicos, para definir los rumbos venideros de la vida y la misión de la iglesia en estas atribuladas épocas que vivimos.

Noticias desde el Sínodo

Christopher Lamb

LAS EXPECTATIVAS que ha despertado el Sínodo son altas. Se espera que se produzcan cambios significativos en las enseñanzas de la iglesia en temas como la ordenación sacerdotal de las mujeres y las relaciones entre personas del mismo sexo. Para algunos observadores del sínodo, incluyendo los medios de comunicación, no parece haber otro sentido para esta reunión sinodal sino “entregar” reformas específicas.

No cabe duda que falta una mirada más amplia. “Es importante recordar que esta reunión, en la que todos los temas importantes están sobre la mesa, sería impensable hace apenas 12 años”, me comentó un importante dirigente de la iglesia de Roma. “Hay algunos que olvidan esto”.

Efectivamente, estamos presenciando un nuevo momento y esto se nota en la manera como los participantes están sentados en el aula de audiencias Pablo VI y en los distintos momentos de participación que tendrá el sínodo a lo largo de su proceso. Nunca antes se había visto en un Sínodo de Obispos en el Vaticano, cardenales, obispos, laicos y laicas juntos en torno a una misma mesa para discutir, escuchar y discernir el futuro de la iglesia. En el pasado, las sesiones plenarias tenían lugar en una especie de teatro con las figuras que presidían de cara a los miembros de la audiencia, dispuestos en filas según el orden de su jerarquía. La semana pasada fue estremecedor ver al Papa Francisco dirigirse a los participantes desde una de las mesas redondas en la que participaba y no desde el estrado, como los papas anteriores hubieran hecho en el pasado.

Aún si nada más cambiara, el nuevo proceso que está siendo adoptado -que incluye sacerdotes y personas laicas, incluyendo mujeres, que tienen voz y voto al igual que los obispos- representa un significativo cambio. Mientras en el pasado ciertas cuestiones simplemente se eliminaban de la agenda, en este sínodo, todos los temas, incluyendo aquellos considerados “candentes”, están sobre la mesa.

Austen Ivereigh, uno de los teólogos que participan como expertos en la reunión, me dijo que el “gran cambio” es que la mayor parte del trabajo del sínodo será llevado a cabo en estos pequeños grupos que usan el método de “conversación en el Espíritu”. Me explicó que no es fundamentalmente un debate sino un espacio en el que los participantes escuchan y responden a los puntos a tratar. Cada uno puede hablar dentro de su pequeño grupo y también dirigirse a toda la asamblea y es libre también de hacer observaciones escritas a la secretaría del sínodo. La tecnología tiene también su lugar importante en esto: cada participante tiene una tableta electrónica y puede usarla para pedir la palabra. Otro de los cambios es que la lengua usada como primaria dentro del aula es el inglés y no el italiano.

“El objetivo de este ejercicio en su conjunto es la sinodalidad misma”, me comenta Ivereigh. “Es una nueva manera de proceder, de operar y de pensar dentro de la iglesia, que se centra en la comunión, participación y misión, esto es, en el involucramiento del pueblo en el proceso de discernimiento antes de que se tomen las decisiones en la iglesia”.

Aunque Francisco ha subrayado la autoridad del sínodo, éste permanece como un cuerpo consultivo, y el Papa tiene la palabra final. El sínodo de octubre de 2023 producirá un documento que sintetice las conclusiones de las conversaciones. Ivereigh predice que serán establecidas una serie de comisiones para estudiar las propuestas antes de la segunda samblea sinodal que tendrá lugar en octubre de 2024.

EL NUEVO proceso sinodal va a tomar su tiempo en establecerse. Para muchos, incluyendo los obispos, es un territorio que no les es familiar. ¿Puede una mujer joven asegurar que los obispos sentados en su mesa van a escucharla seriamente? Un delegado que desee plantear alguna cuestión incómoda ¿se sentirá capaz de hablar libremente frente a toda la asamblea? Los miembros del sínodo con los que he hablado me han dicho, de manera informal, que para la gran mayoría el proceso está funcionando bien y que -al menos hasta este momento- la reunión no ha llegado a una polarización.

Una intervención del Cardenal Fridolin Ambongo, arzobispo de Kinshasa en la República Democrática del Congo, mostró un cauto optimismo. Durante una rueda de prensa le preguntaron si no le causaba preocupación que el sínodo pudiera permitir bendiciones para parejas del mismo sexo. El cardenal, franciscano capuchino, contestó diciendo que no respondería con una “opinión personal”, apartándose así del “espíritu de sinodalidad”, sino que la respuesta surgiría del “discernimiento colectivo”. El Cardenal es presidente del simposio de las conferencias episcopales de África y Madagascar. Él encabeza una diócesis de más de seis millones de católicos y cuenta con 130 seminaristas. El Cardenal explicó que estaba confiado en que el sínodo nos brindará “buenos frutos”, añadiendo que este sínodo es diferente de los anteriores, en los que uno “ya sabía más o menos cuáles serían los resultados”.

MÁS ALLÁ del evento principal del sínodo, tienen lugar muchas otras reuniones paralelas que buscan tener alguna influencia en las conversaciones. Una de ellas es la llamada “Espíritu sin cadenas”, una reunión híbrida (mezcla de presencial y en línea) de católicos reformistas tanto de Roma como de Bristol, con el tema “Derechos Humanos en la Iglesia Católica”. El evento se publicita como ofreciendo un balance guiado por laicos frente a un sínodo “clerical y dominado por varones”. Se trata de una reunión larga, que esta semana tuvo una lista impresionante de conferencistas, incluyendo la Hermana Joan Chittister, la Dra. Mary McAleese, el ex presidente de Irlanda, Cherie Blair KC, Leonardo Boff, Tina Beattie y James Alison. Este grupo clama por reformas profundas en la iglesia, incluyendo una constitución. Entre otras cosas, el evento “Espíritu sin cadenas” representa la frustración de muchos católicos que piensan que el camino de reformas en la iglesia lleva un ritmo demasiado lento y piensan en las profundas heridas causadas por la crisis de la pederastia clerical.

VER DESDE FUERA la sala sinodal a los obispos, sacerdotes y laicos/as provenientes del todo el mundo que llegan para cada sesión, te da una visión instantánea de la iglesia universal. La sesión matutina dura de 8.45 a 12.30 y la vespertina de 4 a 7.15 de la tarde. Los participantes trabajan seis días a la semana, con descanso dominical. En las meditaciones del retiro que ofreció Fr. Timothy Radcliffe, se enfatizó la importancia de construir amistades a través de los debates y decisiones. Fray Timothy dijo: “Idealmente, deberíamos haber logrado ser amigos durante estas tres semanas de sínodo, en vez de seguir yendo por caminos separados al final de todo”. Un punto interesante: Para profundizar la comunión y la amistad, ¿podría llevarse a cabo la sesión de octubre de 2024 en alguna casa de retiro cercana a Roma?

MIENTRAS TANTO, la confidencialidad y discreción pedida por el Papa Francisco a los miembros del sínodo parece haber sido violada muy pronto, cuando el Cardenal Gerhard Müller apareció en al programa de ETWN de Raymundo Arroyo al día siguiente del inicio del sínodo. A pesar de que el Cardenal ha sido un crítico abierto del sínodo, aceptó la invitación del Papa a participar en él. Yo le pregunté a Paolo Ruffini, prefecto de comunicación de la Santa Sede, acerca de la aparición de Müller en la televisión y él me comentó que dependía de cada participante individual el ejercicio de la discreción. En su entrevista con Arroyo, el cardenal expresó “una cierta forma de optimismo” a propósito del proceso sinodal, diciendo que la conversación en su mesa había sido “muy buena”.

Lo que parece unir a los dos polos críticos opuestos en el sínodo es el escepticismo frente al proceso. Algunos lo ven como potencialmente debilitador de las enseñanzas de la iglesia, mientras que el otro extremo piensa que no terminará lográndose gran cosa en cuestión de reformas significativas y permanentes.

EL CRECIMIENTO del conflicto en Israel, la guerra de Ucrania y la crisis climática han venido a recordarnos duramente que el sínodo no puede focalizarse solamente en asuntos internos de la iglesia. Giorgio Parisi, premio nobel de física, ha descrito la última carta apostólica del Papa sobre la crisis climática, Laudate Deum, como una descripción detallada de la situación, según los más recientes datos de la ciencia. Él alabó a Francisco por responder con vigor a aquellos que todavía niegan la evidencia de que es la actividad humana la mayor responsable en esta situación alarmante global. El mundo necesita una iglesia sinodal que busque inyectar esperanza en estos asuntos. Ha sido, por tanto, muy apropiado que, en la entrada del salón de reuniones, los participantes sean recibidos por la cruz de san Damián. Se trata de una réplica de la cruz frente a la cual oraba san Francisco cuando recibió el divino encargo de “reconstruir” la iglesia.

Texto del artículo en el original inglés

SYNOD EXPECTATIONS are high. There are hopes that it will bring about significant changes to the Church’s teaching on the priestly ordination of women and on same-sex relationships. For some watching the synod, including in the media, there doesn’t seem to be much point to the gathering unless it can “deliver” specific reforms.

But a longer view is needed. “It’s important to remember that this gathering, where all the big issues are on the table, would have been unthinkable 12 years ago,” one senior Church official in Rome told me. “Some people have forgotten that.”

That we are witnessing a new moment is underlined by the way the participants are seated inside the Paul VI audience hall and by the very different process that is being followed by this synod. Never before has a Synod of Bishops in the Vatican seen cardinals, bishops, laymen and women together at round tables to discuss, listen and discern the Church’s future. In the past, the plenary sessions took place in a theatre-style hall with the presiding figures facing members of the audience arranged in rows, according to their place in the hierarchy. Last week it was striking to see Pope Francis address fellow participants from one of the round tables and not from a stage, as popes would have done in the past.

Even if nothing else changes, the new process that has been adopted – which includes priests and lay people, including women, as well as bishops as voting members – represents a significant shift. While in the past certain questions would simply be taken off the agenda, at this Synod all the hot-button issues are on the table.

Austen Ivereigh, one of the expert theologians inside the hall, told me that the “big shift” is that most of the work in the synod is being done in small groups using the method of “conversations in the spirit”. He explained that this is not primarily a debate but a space in which the participants listen and respond to the points made. Everyone can speak within their small groups and to the assembly, and is free to make written submissions to the synod secretariat. Technology also plays its part: each participant has an electronic Tablet and uses it to request to speak. In another shift, the primary language being used inside the hall is English rather than Italian.

“The object of this whole exercise is synodality itself,” Ivereigh said. “It’s a new way of proceeding, of operating, of thinking within the Church, which centres on communion, participation and mission, that is, the involvement of people in processes of discernment prior to decision-taking in the Church.”

Although Francis has strengthened the synod’s authority, it remains a consultative body, and the Pope has the final say. The October 2023 synod will produce a document synthesising the discussions. Ivereigh predicts that a series of commissions will be established to study proposals before the second Vatican synod assembly in October 2024.

THE NEW synod process is going to take time to bed in. For many, including the bishops, this is unfaemiliar territory. Will a young woman be able to ensure the bishops on her table hear her voice? Will a delegate wishing to raise an awkward issue feel able to speak freely in front of the assembly? The members of the synod I have spoken to informally have all told me that, for the most part, the process is working well, and – so far, at least – the gathering has not become polarised.

An intervention from Cardinal Fridolin Ambongo, the Archbishop of Kinshasa in the Democratic Republic of Congo, demonstrated this cautious optimism. During a media briefing, he was asked about whether he was worried the synod would allow same-sex blessings. The Capuchin Franciscan cardinal replied by saying he would not offer a “personal opinion” as it would “depart from the spirit of synodality”, but the answer would emerge through “collective discernment”. The cardinal is President of the Symposium of Episcopal Conferences of Africa and Madagascar. He leads an archdiocese of more than six million Catholics with 130 seminarians. The cardinal explained he was confident the synod would “bear Good fruits”, adding that this synod was different to previous ones as, in the past, “we knew more or less what the outcome would be.”

ALONG WITH the main synod event, there are several other gatherings taking place seeking to influence the conversation. One of them is “Spirit Unbounded”, a hybrid in-person and online gathering of reform-minded Catholics in both Rome and Bristol taking as its theme “Human Rights in the Catholic Church.” The event is being billed as offering a lay-led balance to the “clerical, male-dominated” synod.

It’s a large gathering, which this week Drew together a host of impressive speakers, including Sr Joan Chittister, Dr Mary McAleese, the former President of Ireland, Cherie Blair KC, Leonardo Boff, Tina Beattie and James Alison. The group is calling for sweeping reforms to the Church, including a constitution. If nothing else, the “Spirit Unbounded” evento represents the frustration many Catholics feel with the slow pace of reform in the Church and the deep wounds caused by the clerical sexual abuse crisis.

STANDING OUTSIDE the synod hall watching bishops, priests and lay people from across the world arrive for each session gives you a snapshot of the Church Universal. The morning sesión runs from 08.45 to 12.30 and the afternoon from 4pm to 7.15pm. The participants work six days a week, with a break on Sunday. In his retreat meditations, Fr Timothy Radcliffe emphasised the importance of building friendships amid the debates and decisions. He said: “Ideally, we should have done that during these three weeks of the Synod instead of going our separate ways at the end of the day.” An interesting point: To deepen communion and friendship, could the October 2024 session of the synod take place in a retreat house near Rome?

MEANWHILE, the confidentiality and discretion requested by Pope Francis of synod members appeared to have been breached early on when Cardinal Gerhard Müller appeared on Raymond Arroyo’s EWTN show the day after the synod got under way.

Although the cardinal has been a vocal critic of the synod, he accepted the Pope’s invitation to participate. I asked Paolo Ruffini, the Holy See communications prefect, about Müller’s television appearance, and he said that it was up to individual synod members to exercise their discretion. In his interview with Arroyo, the cardinal expressed “a certain form of optimism” about the process, saying the conversation at his table had been “very good”.

What seems to unite the different poles of criticism of the synod is scepticism about the process. Some see it as potentially undermining Church teaching, while others don’t think it will deliver significant and lasting reforms.

THE ESCALATING conflict in Israel, the war in Ukraine and the climate crisis have been sharp reminders that the Synod cannot simply be focused on internal Church matters. Giorgio Parisi, the Nobel Prize-winning physicist, described the Pope’s latest document on the environment, Laudate Deum, as an accurate description of the situation based on the latest scientific data. He praised Francis for responding to those who still dispute the evidence that human activity is a major driver in global warming. The world needs a synodal Church that seeks to weave hope into its affairs. It is appropriate, then, that at the entrance to the synod hall participants are greeted by the San Damiano cross. It is a replica of the cross St Francis of Assisi is said to have been praying in front of when he received a divine commission to “rebuild” the Church.


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