In memoriam
La Asociación de Biblistas de México renueva, cada tres años, su directiva. Por segunda ocasión, los años 2017-2019, pude prestar el servicio de secretario de la Asociación, esta vez acompañado de Benito Rivera, de Matamoros, en la presidencia y de Antonino Cepeda, de la CDMX, en la tesorería. En enero de 2019 tuvimos la última asamblea convocada y organizada por nuestro equipo de servicio, que coincidió con los 30 años de existencia de la Asociación.
Traigo esto a colación porque fue en esa asamblea de 2019 que la editorial Verbo Divino, que nos visita anualmente para promover y vender libros de cultura bíblica en el marco de esta reunión de estudiosos, nos regaló un folleto de propaganda en que aparecía a la venta la monumental obra de James Dunn denominada “El cristianismo en sus comienzos”.
Se trata de tres tomos, en cuatro volúmenes, que recogen la tarea de investigación del autor británico sobre los orígenes del cristianismo. El primer volumen se titula “Jesús recordado” y es una maravillosa síntesis de las pesquisas que, desde la mitad del siglo pasado, se han desarrollado en la búsqueda del Jesús histórico. El segundo tomo, titulado “Comenzando desde Jerusalén” y dividido en dos volúmenes, aborda un estudio histórico, literario y teológico de la primera generación cristiana, la expansión de la Buena Noticia y la irrupción del genio paulino en el proceso de evangelización. Finalmente, el tercer tomo, titulado “Ni judío ni griego”, aborda la última parte de los comienzos cristianos; a partir de la destrucción de Jerusalén en el año 70, Dunn va desmenuzando la construcción de la identidad cristiana retratada en los escritos cristianos de finales del siglo I e inicios del siglo II.
Lo monumental de la obra puede apreciarse desde diversos ángulos. Si de dimensiones hablamos, un primer signo de su monumentalidad es que cada uno de los volúmenes consta de alrededor de 1,000 páginas y que su aparato crítico es un repaso de prácticamente todas las investigaciones realizadas sobre el tema en todo el siglo pasado y lo que va de éste. Si al tiempo de composición nos referimos, los dos primeros tomos fueron escritos entre los años 2003 y 2009, mientras que el último salió a la luz en 2015. Más de diez años de trabajo continuo.
Para nuestra fortuna, la editorial Verbo Divino se encargó de la pulcra traducción de los tres tomos, encomendándola a Serafín Fernández Martínez. En 2009 se tradujo el primer tomo, en 2012 el segundo y, ya hacia fines del año 2018 quedaba lista, con la traducción del tercer tomo, la colección completa en castellano. Así que la oferta de toda la colección completa en enero de 2019 era una primicia que los representantes de Verbo Divino ofrecían a la ABM en su 30º Asamblea.
Yo conocía el trabajo de Dunn solamente por alguna consulta que debí realizar en el abordaje de una de sus grandes pasiones: la persona y teología del Apóstol de los Gentiles. Mirar el catálogo de Verbo Divino con el anuncio de sus tres tomos ya traducidos y sentir que se me hacía agua la boca fue una sola y misma cosa. No contaré aquí los avatares por los que tuvo que pasar la compra de la obra; sólo apunto que, entre juntar el dinero y poder acceder los libros, me llegó el mes de octubre de 2019 y tuve necesidad de la intervención de amigos queridos temporalmente avecindados en la CDMX. Pero una vez con la obra en las manos, fue mi propósito de año nuevo abordar, apenas comenzado el 2020, la lectura y estudio de la obra más importante de James Dunn.
La pandemia del coronavirus me ofreció la insospechada posibilidad de meterme al estudio del primer tomo. Quedé agradablemente sorprendido. Aunque la obra de John Meier “Un Judío Marginal. Nueva visión del Jesús histórico”, con sus cuatro tomos henchidos de sabrosas notas a pie de página, me había gustado mucho, el encuentro con Dunn fue un deslumbramiento. Por primera vez, después de mucho tiempo, reencontraba el lugar de la fe en medio de la inmensa avalancha de obras relativas al Jesús histórico. La sensatez de Dunn, su diálogo mesurado y crítico con las aportaciones de sus colegas, la hondura de su aproximación a la persona de Jesús, me enamoraron. Durante el mes de marzo anduve buscando una manera de comunicarme con él. Sentía la necesidad de decirle lo que su lectura había despertado en la trayectoria de mi propia búsqueda.
Lamentablemente, google no es todopoderoso como parece. A pesar de muchos esfuerzos no pude encontrar la manera de hacerle saber al autor mi opinión sobre su obra.
En el prólogo del último tomo de su trilogía, Dunn comentó de una crisis de salud que hizo que, junto con su esposa, tuviera que dejar Durheim, donde enseñó durante muchos años hasta su jubilación, y trasladarse a la costa meridional inglesa. Ese cambio lo obligó a reducir su biblioteca de 7,000 a 3,000 volúmenes. Fue solamente su tesón y las conexiones con el King’s College de Londres y con la Universidad de Oxford lo que le permitieron desarrollar la última parte de su trabajo. Anunciaba finalmente, en el prólogo de referencia, su retiro de la investigación con estas palabras: “quiero decir adiós a las grandes empresas de mi investigación y dedicarme más a mis responsabilidades y placeres como marido, padre y abuelo. Eso sin olvidar los goces de la amistad y las oportunidades y retos de algunas predicaciones y conferencias… los trabajos manuales y la jardinería en casa. ¡Y luego están todas esas novelas que he comprado a lo largo de los años y que tengo aún por leer!”.
Ayer por la mañana me sorprendió una dolorosa noticia: James D. G. Dunn falleció el 26 de junio pasado, a la edad de 81 años. Lo anunció Xabier Pikaza en su blog. Nunca pude decirle cuánto lo admiraba y todo lo que su obra, en fechas recientes, había impactado en mí. Esto me confirma que he llegado ya a la edad en que las orfandades se acumulan sin tregua.