Iglesia y Sociedad

Alison en el debate de la sinodalidad

5 Ene , 2022  

En 2011, hace ya diez años, invitado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, participé en la Semana Cultural de la Diversidad Sexual para ofrecer mi punto de vista en torno a las relaciones entre la religión y la sexualidad, particularmente con la diversidad sexual. Mi intervención, titulada “Entre leyes divinas y prejuicios: la homosexualidad”, fue después incluida en el libro PEÑA – HERNÁNDEZ Coords., Diversidad Sexual, Religión y Salud. La emergencia de las voces denunciantes (Ediciones del INAH, México 2013, pp. 75-104)

En dicha intervención, me preguntaba si los avances de la lucha contra la discriminación y el reconocimiento de los derechos de gays y lesbianas en el mundo no podía tener una lectura distinta de la convencional dentro de la iglesia. Si los datos de la realidad y de la ciencia no nos estaban invitando a abordar este asunto, que impacta la vida de muchas personas ocasionándoles sufrimiento, desde un ángulo distinto. Lo expresaba yo, en aquel entonces, de la siguiente manera:

“En las iglesias, no todos pensamos y sentimos lo mismo respecto a este tema; es necesario promover un diálogo que privilegie la escucha mutua. Hay amplios sectores en la sociedad y en las iglesias que piensan que el avance mundial del reconocimiento de uniones entre personas del mismo sexo y la misma despenalización de la homosexualidad, no son avances sino retrocesos, muestra palpable del nivel de degradación al que ha llegado la humanidad. Muchas iglesias piensan que todos estos cambios en los países se deben exclusivamente a un “lobby” realizado por grupos de homosexuales que, rijosos y manipuladores de los medios de comunicación, van imponiendo sus agendas a una sociedad inerme, que no encuentra políticos capaces de defender las verdades tradicionales. Otras personas pensamos que este cambio de mentalidad es obra del Espíritu, que nos va haciendo entender las cosas cada vez mejor, y que, desafiando barreras culturales, quiere que todas las personas, cada una en su situación específica, respondan de la mejor manera posible al llamado del evangelio. Y pensamos que la orientación sexual no es un obstáculo para esto si se vive en el marco del amor y de la responsabilidad”.

Hubiera querido desarrollar más adelante, de forma más amplia, qué es lo que quería yo decir cuando hablaba de que el actual cambio de mentalidad podría ser leído como “obra del Espíritu”, pero ni mis capacidades argumentativas lo permitieron, ni tampoco la enfermiza cerrazón de ciertos ambientes en los aparatos de conducción en la iglesia.

Por eso ahora me alegro de encontrar la iluminadora palabra de James Alison.

Explicaré un poco el contexto. Como todos sabemos, está en marcha un proceso amplio de consulta a todos los niveles de la iglesia católica. El causante es Francisco, esa buena noticia sentada en la silla del apóstol Pedro, que ha promovido una reflexión a nivel mundial acerca de qué significa hoy, en las actuales circunstancias, caminar juntos en el seguimiento de Jesús. Es lo que en la iglesia se define como sinodalidad.

Pues bien, en el marco de este proceso sinodal –que afortunadamente no tiene que pasar por la convocación de las estructuras diocesanas que están obligadas a promoverlo, puesto que Francisco ha provisto de canales independientes a través de los cuales la opinión de los católicos y católicas puede llegar a Roma sin cortapisas– le fue pedida su palabra al teólogo Alison, que, desde su perspectiva girardiana, borda fino, cuando de hacer teología se trata.

En una intervención amplia, el teólogo inglés pone el dedo en la llaga: una conversación, un diálogo respetuoso en toda forma, en el que gays y lesbianas católicos/as puedan participar, sólo es posible “entre quienes han empezado a cuestionar el esquema sagrado”. ¿Y a qué esquema “sagrado” se refiere con ironía Alison? Pues al hecho de considerar “que la existencia de la homosexualidad es una especie de defecto o falla dentro del orden querido por Dios”.

Alison despliega en su intervención una mirada alternativa que parte de un recorrido histórico. Los hace de manera sencilla, sin apelar a teorías o ideologías, sino describiendo con sencillez lo que históricamente ha ocurrido. Lo dice así: “Varios factores confluyeron finalmente para que, en los años 50, se consolidara un momento auténticamente científico. Entre estos factores se encuentra la desmovilización masiva de cientos de miles de hombres y mujeres jóvenes tras las dos guerras mundiales. Entre ellos, muchos que se encontraron por primera vez con otros como ellos, ya sea bajo las armas o en las fábricas de armamento. Éstos pudieron trasladarse a las grandes ciudades, donde encontrarían aún a otros como ellos, en lugar de volver a sus hogares en pequeñas comunidades rurales. El siglo XX hizo que la vida en pequeños apartamentos, y por tanto la relativa privacidad, fuera cada vez más normal en las grandes ciudades. Así, las personas que no se preocupaban por su “homosexualidad” empezaron a poder decir: “Sí, lo soy, ¿y qué?”. Por primera vez se dispuso de una masa crítica de “sujetos” que no se presentaban como “problemas”, y las nacientes disciplinas de la psicología y la psiquiatría empezaron a reconocer su incapacidad para señalar cualquier patología intrínseca a la orientación hacia el mismo sexo. Resulta que, teniendo en cuenta los factores de estrés normales de las minorías, los gays y las lesbianas están tan jodidos como los demás. No menos, pero tampoco más…”

Con particular destreza, Alison desarrolla después su argumentación teológica desde un lugar epistemológico diferente: el del reconocimiento de que la orientación estable hacia el mismo sexo es una variante minoritaria y no patológica de la condición humana, dato que se ha convertido en algo cada vez más seguro y pacíficamente aceptado tanto por los científicos como por la población en general. El resultado es una nueva mirada al misterio de la salvación desde una perspectiva novedosa: como un camino –largo y sinuoso, diríamos con la metáfora de McCartney– para reconocer, aceptar y amar la verdad que el Espíritu nos revela.

Pero no quiero ‘espoilearles’ más la lectura de año nuevo que a través de estas líneas les recomiendo. Baste decirles que la considero un buen punto de partida para iniciar un diálogo que supere, ya con los datos que la ciencia y la investigación actual nos ofrecen, el impasse en que nos encontramos en este ámbito desde las declaraciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1986.

Para acceder al artículo de James Alison, basta con entrar al siguiente vínculo:

https://www.religiondigital.org/mundo/Verdad-penitencia-evangelio-perdon-iglesia-gays-lesbianas-homosexualidad-james-alison_0_2410258954.html


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