Hay palabras que se ponen de moda. Desde hace algunos años suena mucho en boca de todos, la palabra NEOLIBERALISMO. Después de la caída de los regímenes de la Europa Oriental, el neoliberalismo suele plantearse como solución a los problemas de producción de la riqueza y de organización de la sociedad. Ultimamente, incluso la asamblea de obispos latinoamericanos en Santo Domingo ha hablado del neoliberalismo para advertirnos que «afecta principalmente a los más pobres» (DSD 181).
Sin embargo, corremos el peligro de hablar del neoliberalismo como si fuera una idea lejana a nosotros y no caer en la cuenta de que es precisamente la política promovida por el actual régimen. Por eso, en esta ocasión, no me referiré yo al neoliberalismo con palabras abstractas, sino con un ejemplo arrancado del desempleo y el hambre que está causando en la zona henequenera.
He aquí que, por obra y gracia del presidente neoliberal en turno, se decretó la muerte del campo, es decir, se reformó el artículo 127 constitucional de manera tal que los antiguos ejidatarios se verán obligados a vender sus tierras. En Yucatán la muerte del campo (y de los campesinos) se llama PRODEZOHE, es decir, programa de desarrollo de la zona henequenera.
Aunque se han repartido algunos libros que describen con muchas fotografías en qué consiste el PRODEZOHE, la verdad es que casi nadie lo entiende. Y no se crea que es por incapacidad mental o por torpeza, sino porque uno busca en el plan elementos de promoción de la producción en el campo y se encuentra, (¡ESTO ES NEOLIBERALISMO!), con proyectos empresariales que lo único que buscan es engordar las arcas de los grandes propietarios de medios de producción, hacer de los campesinos unos asalariados de mano de obra barata y declarar que las actividades agrícolas han pasado de moda.
Solamente un ejemplo: los campesinos henequeneros, algunos de ellos, fueron indemnizados. Cuando el gobierno decidió sacar las manos del campo, después de años de explotación y manipulación de los campesinos, les dejó como única alternativa utilizar lo mejor posible ocho millones de pesos antiguos. Muchos de ellos compraron cerdos para hacer pequeñas granjas porcinas familiares. Pasado el tiempo de engorda, el precio de la carne bajó por la sobreabundancia; pero no era una crisis temporal de precios: el PRODEZOHE anunció el apoyo a un megaproyecto porcícola.
Los campesinos temen que les suceda lo que a la tienda de Don Chencho: era una preciosa y surtida tienda de barrio, hasta que a una esquina de distancia se abrió uno de esos supermercados grandotes. Don Chencho tuvo que cerrar su tiendita porque era imposible competir contra un monstruo de ese tamaño. Claro, el supermercado significó muchas fuentes nuevas de trabajo (Don Chencho mismo se empleó de afanador cuando cerró su tienda), pero a costa de acabar con los pequeños comerciantes. Al final de cuentas, los ricos acabaron más ricos y los pobres más pobres. Como dicen por mis rumbos: «negocio de Peto».
Los campesinos, volviendo al tema, temen que les pase lo que a Don Chencho… y tienen razón. Pero como lo que hay que hacer, según la doctrina neoliberal, es producir y producir, no importa quién se quede con las ganancias de esa producción, el PRODEZOHE continuará llenándole las bolsas a los grandes empresarios. Y si hablamos de los cerdos, habría que hablar también de las granjas avícolas, de las cooperativas artesanales, y de un montón de proyectos de este mismo corte. Desenmascarar la doctrina neoliberal que sustenta la actuación del gobierno, es un imperativo para hacer crecer la conciencia de los ciudadanos más pobres y comenzar a desmantelar este sistema productor de miseria y muerte. No hay que quitar el dedo del renglón.