Iglesia y Sociedad

El administrador astuto

19 Sep , 2010  

Este domingo se leyó en las iglesias católicas de todo el mundo la parábola conocida como del “administrador astuto” (Lc 16,1-9). Acompaña una enseñanza de Jesús sobre las riquezas, enseñanza que termina con una de las frases que la gran mayoría de los especialistas considera como auténtica, es decir, como muy probablemente salida de la boca del mismo Jesús: “no se puede servir a dos amos… no podéis servir a Dios y al dinero”.

La parábola pone en aprietos a los predicadores, que muchas veces se sienten incómodos de la alabanza que el texto parece lanzar a la “astucia” mostrada por el administrador. Pero esto ocurre porque pretende sacarse de este texto una enseñanza simplemente moralizante. Ya suficiente sería con que miráramos la parábola en todos sus términos sin centrarnos solamente en la acción del administrador que defrauda a su amo. Es decir, que atendiéramos a lo que el evangelista añade al final de la parábola para definir la actitud que es la consecuencia lógica de la enseñanza parabólica. La astucia del administrador no estriba en su capacidad de robarle a su amo, sino en la decisión que toma de perdonar las deudas de los pobres, así sea con el mismo dinero de su amo, que así sale doblemente defraudado, y no obstante eso, es capaz de admirar la astucia de su administrador.

Como bien señala José Antonio Pagola en su homilía semanal: “La sociedad que conoció Jesús era muy diferente a la nuestra. Sólo las familias poderosas de Jerusalén y los grandes terratenientes de Tiberíades podían acumular monedas de oro y plata. Los campesinos apenas podían hacerse con alguna moneda de bronce o cobre, de escaso valor. Muchos vivían sin dinero, intercambiándose productos en un régimen de pura subsistencia. En esta sociedad, Jesús habla del dinero con una frecuencia sorprendente. Sin tierras ni trabajo fijo, su vida itinerante de Profeta dedicado a la causa de Dios le permite hablar con total libertad. Por otra parte, su amor a los pobres y su pasión por la justicia de Dios lo urgen a defender siempre a los más excluidos.

“Habla del dinero con un lenguaje muy personal. Lo llama espontáneamente «dinero injusto» o «riquezas injustas». Al parecer, no conoce ‘dinero limpio’. La riqueza de aquellos poderosos es injusta porque ha sido amasada de manera injusta y porque la disfrutan sin compartirla con los pobres y hambrientos. ¿Qué pueden hacer quienes poseen estas riquezas injustas? Lucas ha conservado unas palabras curiosas de Jesús. Aunque la frase puede resultar algo oscura por su concisión, su contenido no ha de caer en el olvido. «Yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas».

“Jesús viene a decir así a los ricos: “Emplead vuestra riqueza injusta en ayudar a los pobres; ganaos su amistad compartiendo con ellos vuestros bienes. Ellos serán vuestros amigos y, cuando en la hora de la muerte el dinero no os sirva ya de nada, ellos os acogerán en la casa del Padre”… Sus palabras no fueron bien acogidas. Lucas nos dice que «estaban oyendo estas cosas unos fariseos, amantes de las riquezas, y se burlaban de él». No entienden el mensaje de Jesús. No les interesa oírle hablar de dinero. A ellos sólo les preocupa conocer y cumplir fielmente la Ley. La riqueza la consideran como un signo de que Dios bendice su vida.

“Aunque venga reforzada por una larga tradición bíblica, la visión de la riqueza como signo de bendición no es evangélica. Hay que decirlo en voz alta porque hay personas ricas que de manera casi espontánea piensan que su éxito económico y su prosperidad es el mejor signo de que Dios aprueba su vida. Un seguidor de Jesús no puede hacer cualquier cosa con el dinero: hay un modo de ganar dinero, de gastarlo y de disfrutarlo que es injusto pues olvida a los más pobres”.

Insisto que con esto bastaría para que la parábola fuera ya importante en el marco de la predicación de Jesús. Pero hay algo más. Juan Luis Segundo, ese lúcido teólogo uruguayo ya fallecido, leía en esta parábola un sentido hermenéutico más amplio. “Lo que constituye el tema de la parábola –dice el jesuita– es una cuestión interpretativa: cómo es que una persona que parece ir de manera obvia en contra de los intereses que administra, resulta, al final, casi se diría que por arte de magia, coincidir con la tácita intención del propietario. ¿De dónde surge esta ‘astucia’ interpretativa?”

Lo que hace Juan Luis Segundo (reconozco que soy muy aventurado en querer resumir aquí la lectura de este teólogo… habría que dirigir a los lectores interesados a su libro de más de seiscientas páginas) es colocar esta parábola entre la serie de parábolas cuyo objetivo es mostrar cuál es, según Jesús, la auténtica lectura de la Palabra de Dios, porque hay muchas lecturas y no todas aciertan con el querer de Dios. Para decirlo más claro: la Palabra liberadora de Dios ha sido leída tan mal en tiempos de Jesús (aun por las autoridades encargadas oficialmente de su interpretación, los sacerdotes y doctores de la Ley) que ha sido convertida en instrumento de opresión de pobres y pecadores. Y esta parábola, junto con la comparación de la sal (Lc 9,50), la parábola de los talentos (Mt 25,14-30), la parábola del juicio final (Mt 25,31-46) y –sobre todo– la parábola del buen samaritano (Lc 10,25-37), tienen como objetivo, justamente, enseñar desde dónde se puede acudir a la lectura de la palabra normativa de Dios para hallar en ella el sentido que Dios puso (lo cual no es nunca algo inmediato): desde un proyecto liberador y humanizador.

En efecto, puesto entre la espada y la pared, el administrador decide confiar su suerte a sus compañeros de infortunio, los deudores, aunque solamente su propia desgracia ha hecho que los vea como compañeros. Sorpresivamente, elige bien. Le da otro sentido a su administración, pero ahora en beneficio de los deudores de su amo, que sufren por no poder pagarle. Misteriosamente, coincide con el verdadero interés del propietario, que lo alaba. Si leemos la parábola no solamente en relación con el uso de la riqueza, sino en relación con la revolución hermenéutica que Jesús está planteando en su discurso del Reino, entonces la parábola muestra su virtualidad mayor. Para decirlo con palabras de J.L. Segundo:

“¿Cuál es entonces para un rico (como el administrador antes de que le pidieran cuentas) el modo de dar con la verdadera intención del dueño: el cumplimiento literal de lo que la Ley dice sobre la propiedad o una respuesta basada en los valores y amigos del propietario? El administrador acosado se decide por lo que hoy llamaríamos una ‘opción por el pobre’ que parece dejar a Dios de lado… y Dios parece alabarlo por su ‘habilidad’”.

Colofón 1: Reconozco al releer lo escrito que la argumentación queda lejos de estar clara para el potencial lector o lectora. Perdón. La fuente, para quien se interese, es SEGUNDO J.L., “La historia perdida y recuperada de Jesús de Nazaret. De los sinópticos a Pablo” (Sal Terrae, Santander 1991).

Colofón 2: Escribo desde hoy domingo porque estaré fuera tres semanas. Salgo mañana a una peregrinación a Tierra Santa. Les pido que recen por mí. Si las circunstancias son propicias durante el viaje (hablo del fácil acceso a Internet… pero no solamente) estaré presente en este espacio. Si no es posible, ustedes habrán de disculpar.


2 Responses

  1. ITO dice:

    Escribe tu comentario aqui

    HOLA HERMANO: GRACIAS POR TU COMENTARIO QUE ILUMINA TANTO, AYER HABLABAMOS EN MI CLASE DE CRISTOLIGIA DE ESTA PARABOLA.
    BUEN VIAJE,NUESTRAS ORACIONES ESTARAN ACOMPAÑANDOTE. UN ABRAZO ITO

  2. ROSA ANGELICA ARANDA dice:

    QUE ENCUENTRES LO BUSCADO EN TU VIAJE,QUERIDO AMIGO.LA CIUDAD TE EXTRAÑA
    ANGELICA Y LAURA

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