El poeta chileno Pablo Neruda es una voz entrañable. En sus poemas de juventud se puede escuchar una voz todavía tímida y temblorosa. Me refiero al Neruda de los tiempos estudiantiles.
He aquí que el galardonado poeta muere. Como todo poeta Neruda tiene, además de los poemas publicados, ensayos antiguos, juegos de juventud, líneas garabateadas y escondidas en cajones antiguos, papeles arrojados al cesto de la basura, etc. Un día, la fama póstuma convierte al poeta en pasto de investigaciones. Insolentes estudiosos hurgan entre los trebejos poéticos de Neruda y descubren los “Cuadernos de Temuco” con cientos de poemas de juventud que el chileno no pudo o ni quiso publicar. Nuevos voyeuristas de la poesía, también nosotros podemos acercarnos a estos materiales, publicados en 2002.
Hay también otros libros tempranos publicados por el poeta: el titulado “Crepusculario” (1923), “Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada” (1924), “El Hondero Entusiasta” (1933) y “Residencia en la Tierra II” (1935). Es su primera obra de juventud, “Crepusculario”, la que contiene el que es, quizá, el poema más conocido y más declamado del autor chileno: ‘Farewell’.
A propósito de este último poema quisiera contar dos anécdotas que le escuchara yo a Juan José Arreola. En una ocasión, una errata se coló en una antología de Neruda. El verso de ‘Farewell’ que dice: “amo el amor que se reparte en besos, lecho y pan” fue tergiversado por el malvado duende de las erratas. El verso quedó: “amo el amor que se reparte en besos, leche y pan”. La mojigata y exorcisante errata que cambió lecho por leche, se multiplicó sin que pudiera evitarse. Cuentan que fue grande el enojo del poeta cuando cayó en sus manos una versión inglesa que rezaba “kisses, milk and bread”. La errata había trascendido las fronteras de la lengua.
Contaba también el Maestro Arreola que Neruda llegó a disgustarse con este poema. Cuando ya había escrito una buena parte de su obra de madurez, el poeta se dedicó a andar los caminos rurales de su Chile natal. Se iba a leer su poesía a los mineros, a los campesinos, a la gente sencilla. Mientras Neruda esperaba que los trabajadores le solicitaran algún poema del “Canto General” o algunas de sus fervientes loas a Stalingrado, siempre había un trabajador que, para disgusto de Neruda, le solicitaba que declamara ‘Farewell’, su poema de juventud. Socarronamente el poeta llegó a decir: “No vuelvan a pedírmelo. Creo que nunca escribí ese poema”. Hoy, a 37 años de la muerte de este gigante de la poesía, como los mineros chilenos, uno puede leer de nuevo ‘Farewell’ y celebrar su nostálgica y dolorosa lozanía.
El poeta sabe que no es un ser humano especial, como tocado por el halo de la divinidad. Nada de eso. Los trabajadores de la poesía sudan, y su sudor apesta. Practican un oficio ingrato que incluye, desde el aterrador momento en que se plantan ante la hoja en blanco, hasta el cesto lleno de papeles inútiles y de tinta desperdiciada. Pero la voz del poeta puede, a veces, centrarse solamente en su propia experiencia, en su propio sufrimiento. Como los demás seres humanos el poeta, o la poeta según su caso, sabe que es un ser lleno de ataduras y de cicatrices, pero no deberá nunca olvidar que hay un mundo fuera de su propia persona.
Algunos poetas son tan “espirituales”, en el peor sentido de la palabra, que no suelen mancharse con las cosas de este mundo. No dicen malas palabras y pasan por encima de la realidad como el ave que no se mancha el plumaje. Recuerdo un crítico que se lamentó mucho cuando Octavio Paz, el poeta mayor, se dirigiera a las palabras diciéndoles: “chillen, putas”. Su crítica cambió radicalmente, como se imaginarán, cuando Octavio Paz recibió el Premio Nobel. Tales críticos me recuerdan aquello que Bertolt Brecht decía a propósito del teatro: “nuestro teatro es patético. Nuestros héroes son sociables, pero no comen; nuestras mujeres tienen sentimientos, pero no nalgas; en cambio nuestros ancianos hablan siempre como si tuvieran la dentadura completa”. Para quienes piensen que la poesía no debe contaminarse con las cosas de todos los días, con cuestiones de esfínteres y de servilletas, Neruda no es un poeta que les sirva.
A partir de 1956, en plena madurez poética, Neruda presentó su primer libro odas titulado “Odas Elementales”. A este le seguirían dos libros más (“Nuevas Odas Elementales” y su “Tercer Libro de las Odas”). En ellos el poeta plantea una especie de regreso a las raíces simples de la vida, canta las sencillas cosas de la naturaleza.
La presentación que Neruda hace de las Odas Elementales habla por sí misma: “Yo me río de los viejos poetas: siempre dicen “yo”, a cada paso les sucede algo, sólo ellos andan por las calles, nadie más, no pasan pescadores, ni libreros, no pasan albañiles, nadie se cae de un andamio, nadie sufre, nadie ama, sólo a mi pobre hermano, el poeta, a él le pasan todas las cosas… nadie vive sino él solo, nadie llora de hambre o de ira porque no puede pagar el alquiler, a nadie echan a la calle con camas y con sillas, en las fábricas no pasa nada: hay huelga, vienen soldados que disparan contra el pueblo, pero mi hermano el poeta no lo vio porque estaba enamorado, o sufría escribiendo sobre océanos que no conoce… el poeta es tan grande que no cabe en sí mismo, todos los días come pan, pero nunca ha visto a un panadero, ni ha entrado a un sindicato de panificadores…”
Neruda, en sus Odas Elementales, se convierte en un ser invisible. Parecen ser las cosas las que le piden ser cantadas, todo está lleno de sueños y sonidos, Neruda quiere que todos vivan en su vida: él no tiene importancia, no tiene tiempo para sus asuntos porque de día y de noche tiene que anotar lo que pasa, sin olvidar a nadie. En las Odas, Neruda realiza el milagro, hace posible lo imposible, en sus propias palabras descrito así: “Dadme todo el dolor de todo el mundo, yo voy a transformarlo en esperanza”. Las Odas nerudianas son tan humanas, tan auténtica y profundamente humanas, que no puede uno más que escucharlas con devoción.
Finalmente, llegamos al Neruda más entrañable, el Neruda del poema “Vals”, que, a decir de Hernán Loyola, marcó un cambio radical en la poética de Neruda que ingresa en la poesía autobiográfica. Debo decir que no estoy de acuerdo con el famoso crítico porque, ¿qué poesía no es, en cierta medida autobiográfica? Están también los cien sonetos de amor escritos por Neruda para su esposa Matilde Urrutia. Fue la mujer con la que compartió la mayor parte de su vida, habiéndola encontrado después de un primer, desafortunado matrimonio con una mujer holando-javanesa que Rafael Alberti gustaba de describir así: “Pablo me dijo que se trataba de una mujer muy alta, muy grande, una verdadera giganta, advertencia que yo encontré algo inocente y divertida. Comprendí realmente a lo que se refería cuando subió con ella: al sentarse en una baja butaca que tenía en mi casa, se le incrustaron las rodillas en el mentón”. Matilde Urrutia, en cambio, fue su compañera última y entrañable, de quien Neruda diría en un poema: “hay sólo tu mirada para tanto vacío, sólo tu amor para cerrar la sombra”.
La República Española fue para Neruda, como para muchos poetas de la época, dolorosa experiencia y mítica utopía, Fue también lugar de encuentro con muchos poetas que le fueron especialmente queridos: García Lorca, Miguel Hernández, Rafael Alberti… Por lo que España significó para Pablo Neruda es que los poemas en los que habla de esa gesta bélica están tan cargados de sentimiento, como su hermoso poema “España en el corazón”.
Con mucho sentido del humor, Neruda se describió a sí mismo. Termino estas líneas con el currículum vitae de Neruda escrito con inigualable humor por él mismo: “Por mi parte, soy o creo ser duro de nariz, mínimo de ojos, escaso de pelos en la cabeza, creciente de abdomen, largo de piernas, ancho de suelas, amarillo de tez, generoso de amores, imposible de cálculos, confuso de palabras, tierno de manos, lento de andar, inoxidable de corazón, aficionado a las estrellas, mareas y maremotos, admirador de escarabajos, caminante de arenas, torpe de instituciones, chileno a perpetuidad, amigo de mis amigos, mudo de enemigos, entrometido entre pájaros, maleducado en casa, tímido en los salones, arrepentido sin objeto, horrendo administrador, navegante de boca y yerbatero de la tinta, discreto entre los animales, afortunado de nubarrones, investigador en mercados, oscuro en las bibliotecas, melancólico en las cordilleras, incansable en los bosques, lentísimo de contestaciones, ocurrente años después, vulgar durante todo el año, resplandeciente con mi cuaderno, monumental de apetito, tigre para dormir, sosegado en la alegría, inspector de cielo nocturno, trabajador invisible, desordenado, persistente, valiente por necesidad, cobarde sin pecado, soñoliento de vocación, amable de mujeres, activo por padecimiento, poeta por maldición y tonto de capirote”.
UNA VEZ MAS, GCS QUERIDO RAUL POR HACEME CAMINAR NUEVAMENTE LAS CALLES DE MI JUVENTUD JUNTO A NERUDA, A GARCIA LORCA, A KAVAFIS
UN ABRAZO