Iglesia y Sociedad

Hombre, si te dices hombre…

15 Mar , 2011  

Comentarios al libro VILLAGÓMEZ G., ESCOFFIE E., VERA L. (Coordinadoras) Varones y Masculinidades en Transformación (UADY, Mérida 2010)

Introducción

Agradezco a las coordinadoras de este libro la amable invitación que me hicieron a través de la Dra. Ligia Vera, para participar con ellas en la presentación pública de la obra. Su decisión es tanto más generosa y arriesgada cuanto que el que les habla no es antropólogo social, ni médico ni psicólogo, sino solamente un activista de derechos humanos que es, al mismo tiempo, ministro religioso y, para escándalo de muchos, mantiene una opinión “inusual” –por decirlo de una manera suave– sobre algunos temas, como la intrínseca maldad del capitalismo o la riqueza que implica la aceptación de la diversidad sexual. Esto no es tan malo, viéndolo bien: que quien se dirige a ustedes sea un lego en la materia me da permiso de decir aquí todo lo que pienso sin tener que cuidar de manera excesiva una pulcritud técnica que no poseo y de apelar a la bondad de tanta gloria de nuestro firmamento académico, como las que están aquí presentes.

Permítanme por ello comenzar con un comentario muy personal. Tengo 52 años. A algunas personas les parecerá poco y a otras mucho, depende del cristal con que se mire. A mí me parece que, más allá de esas consideraciones, los años vividos vienen marcados por la época en que dichos años se vivieron. A mí me ha tocado, como a la casi totalidad de personas aquí presentes (a menos de que aquí hubiera un niño o niña menor de once años) vivir mis años a caballo entre dos siglos. En mi caso he vivido las cuatro últimas décadas del siglo XX y voy entrando en la segunda del siglo XXI. Esto me ha permitido ser testigo de cambios inimaginables y ha marcado mi comprensión de la realidad.

Hace unos días, el equipo de derechos humanos Indignación con el que trabajo, publicó el segundo Cuaderno para Comadrear. Se trata de propuestas de conversación para mujeres sobre asuntos de equidad de género. En esta ocasión, como las autoras sugieren en su prólogo, las reflexiones están dirigidas “para las mujeres más libres que hay: las que luchan contra el patriarcado en la política, en la escuela, en la familia, en las asambleas ejidales, en la fiesta, en los ritos antiguos… pero que en las iglesias claudicamos de nuestro corazón feminista porque ‘así lo quiere Dios’. El dios del patriarcado, macho, varón y violento, con minúscula, que ha estado tapándonos la boca a tantas mujeres”. Se trata, pues, de reflexiones bíblicas desde la óptica feminista. El cuaderno puede conseguirse en las oficinas de Indignación y consultarse y “bajarse” desde su portal electrónico.

Pues bien, en el prólogo de dicho Cuaderno recibí un piropo que me sorprendió. Y no es solamente porque no esté muy acostumbrado a los piropos (desde hace algunos años recibo iracundos insultos en mucha mayor cantidad que cariñosas alabanzas), sino porque creo que es un piropo que parecerá extraño a muchas personas y que toca el tema al que nos invita a reflexionar el libro que hoy tendré el honor de comentar.

Las compañeras indignadas escribieron en su prólogo titulado “Comadres y Obispas”, lo siguiente: “Así nació este cuaderno. Somos católicas las tres mujeres que parimos este cuaderno, y –diferente de cómo pasa aquí en el pueblo– este cuaderno no tuvo partera, sino partero: el más feminista de los curas, Raúl. Casi parece mujer, y estamos seguras que esto lo llena de orgullo y no de vergüenza, como a tantos que amenazan porque ‘parecen viejas’…”

Nací en 1958. En esas épocas, en que la mayor parte de las calles no estaba todavía petrolizada, jugábamos mucho a las carreras. Era muy común escuchar: “¡vieja el último!”. La identidad femenina como objeto de escarnio. Y ni para cuándo usar alguna camisa de color rosa, porque un varón no debería usar colores “de vieja”. Hoy en 2011, a mis casi 53 años, decir que “casi parezco mujer” se ha convertido en uno de los halagos que guardaré en mi memoria hasta que muera. ¿Qué ha sucedido que, en el arco de apenas cincuenta años, he sido personal testigo de un cambio tan asombroso? ¿Qué ha ocurrido delante de nuestros ojos, que la palabra “macho” ha dejado de ser el símbolo de orgullo que aparecía, hablado y cantado, en las cintas de Pedro Infante y ha llegado a ser un vituperio del que todos quieren tomar distancia: “¡De veritas, te juro que no soy machista!”?

Lo que ha sucedido es que se ha operado una auténtica revolución, la revolución feminista o revolución de género. Venidas de una opresión secular, las mujeres han dicho su muy particular ¡Ya Basta!. Lo han dicho irrumpiendo en el mercado laboral, saliendo del ostracismo de las cocinas en donde los varones las mantenían confinadas, combatiendo la violencia de género, animando cambios estructurales para garantizar la igualdad que se iba conquistando. El resultado de esta revolución está a la vista: han sido trastocadas muchas costumbres dentro y fuera de los hogares y ha comenzado a perfilarse un nuevo imaginario colectivo que, combatiendo inercias, va tendiendo universalmente a establecer nuevos patrones de igualdad en la relación entre los géneros.

Estas modificaciones sustanciales que han venido incorporándose a nuestra convivencia han tenido efectos colaterales, acaso el más relevante de ellos es la lucha abierta y frontal contra la violencia de género. En la medida en que las sociedades se han ido permeando de las nuevas ideas y prácticas de la equidad, se ha ido identificando cada vez con mayor precisión las causas de la violencia de género y esto ha servido también, como en una especie de círculo hermenéutico que se retroalimenta a sí mismo, a definir de mejor manera los contornos de la desigualdad de género. Así, los conceptos “patriarcado y sistema patriarcal” han venido a irrumpir de manera definitiva en el universo conceptual de quienes, por vocación o por obligación, trabajamos en la búsqueda de la igualdad de género.

El derrotero que nos ha abierto la reflexión feminista nos ha llevado de manera irremediable a experimentar, me refiero de manera especial a los varones, una especie de inexplicable orfandad, una situación que en terminología futbolística calificaríamos como “fuera de lugar”. Se trata, ni más ni menos, de que nos hemos quedado sin los asideros que conformaban nuestra manera de ser varones. Antes de la revolución de género, nuestra identidad estaba muy bien delineada: proveedores en lo económico, omnímodos en el ejercicio del poder y la autoridad, rudos, valientes, osados (o como quiera denominarse a nuestra obligación de ser violentos para demostrar nuestra masculinidad). Los tres elementos (dinero, poder y violencia) se han hecho añicos en los últimos años como factores de identidad masculina. Con la crisis y ruptura de la masculinidad tradicional, los varones hemos quedado, para decirlo provocativamente, en desventaja. Reconstruir un nuevo modelo de masculinidad en el marco de la igualdad de género nos está costando a los varones más de lo que nos imaginábamos. Desafortunadamente, repitiendo patrones del pasado que se niegan a desaparecer, esto ha significado un repunte de la violencia contra las mujeres.

El libro

Este es, justamente, el tema del libro que hoy se presenta. No es casual que el título que engloba los 17 trabajos que en él se reúnen sea: “Varones y masculinidades en transformación”, una edición de la Universidad Autónoma de Yucatán, coordinada por la Dra. en Antropología Social Gina Villagómez Valdés, la Mtra. en psicología Elia María Escoffié Aguilar y la médica y sexóloga Ligia Vera Gamboa.

El libro, de más de 300 páginas (313), es una colección de colaboraciones de más de 25 especialistas (27) de las ramas de antropología, psicología, historia, filosofía, medicina, educación y sociología. Las colaboraciones han sido distribuidas en tres capítulos que se acercan a las masculinidades desde sus aspectos sociales, psicológicos y biomédicos y sexuales.

Una lectura lega como la mía, se acomoda mejor a otro tipo de divisiones. Trataré someramente de exponer una clasificación que me acomoda más. Como el objetivo de mis comentarios no es suplir la lectura del libro, sino incentivarla, me referiré muy escuetamente a los trabajos contenidos en el libro para terminar con algunos comentarios finales.

Hay en la obra que presentamos algunos estudios de caso. Se trata de acercamientos de índole investigativa, realizados entre poblaciones muy localizadas y sujetos a una metodología rigurosa. La gran virtud, a mi juicio, de que sean publicados este tipo de trabajos, aun cuando se refieran a microcosmos cuya observación y comprensión difícilmente pueda extenderse a otros campos más generales, es que proporcionan un cúmulo de datos que constituyen la materia prima de posteriores reflexiones. Sin atender a esta clase de estudios, la reflexión de las y los científicos sociales podría ponerse en riesgo de carecer de soporte fáctico y de bordar en el vacío.

Identifico los siguientes estudios de caso:
Masculinidades en transición en una comunidad maya de Yucatán, investigación realizada por la Dra. Denise Faye Brown en Chemax, localidad maya situada al oriente del estado de Yucatán, y que identifica las transformaciones ocurridas en la población a raíz de la emigración de los varones de la comunidad a la zona de desarrollo turístico en la costa del Caribe. La renegociación de género queda de manifiesto en los cambios comunitarios recientes que retan la construcción de lo que la especialista llama ‘performance de masculinidad’ y provocan tensiones y conflictos entre los géneros.
Los hombres y la salud reproductiva. La visión de un grupo de hombres rurales, estudio llevado a cabo por los Dres. Ligia Vera y Roger Mézquita con 50 hombres de la comunidad de Xoy, en el sur del estado, en el que se identifican sus opiniones y creencias sobre salud reproductiva, infecciones de transmisión sexual y uso de métodos de planificación familiar.
Participación masculina en planificación familiar en una comunidad rural de Yucatán, México, realizado por los Dres. Ana María Lucas Navarrete, Andrés Santana Carvajal y la socióloga Yolanda Oliva Peña con casi todos los residentes varones (105 de 116) de la comisaría de Mucel, en el municipio de Chemax y que indaga sobre los factores que influyen en la toma de decisiones de los hombres en materia de métodos anticonceptivos.
Las interacciones sociales en el saber masculino para el cuidado de la salud de la mujer embarazada. Una propuesta de cambio a través de la educación, llevado a cabo por los Dres. Elsa Rodríguez Angulo, William Manrique Vergara y Andrés Santana Carvajal con 40 varones de la comunidad de Chemax, estudio en el que indagan a propósito de qué es lo que saben los varones en relación con el cuidado de la mujer embarazada a partir de la interacción con los servicios de salud, el trabajo de las parteras, el uso de remedios caseros y la práctica de la medicina tradicional.
Masculinidades diversas: prácticas sexuales en jóvenes de Mérida, Yucatán, estudio realizado en el arco temporal de julio 2004 a agosto de 2006 entre ocho varones gay meridanos y que fue la materia prima de la tesis de maestría de su autora, la antropóloga Celmy Teresa Noh Poot. En el trabajo se aborda la manera como la homosexualidad es interpretada desde el molde de la ideología dominante de género y las ambiguas relaciones de los entrevistados con su propia identidad de género, a veces retando la masculinidad dominante, a veces haciéndose cómplice de ella.
Masculinidades desde la diversidad. Sexo anal no protegido y su significado en HSH en Mérida, estudio llevado a cabo por los Dres. Jorge Toledo González, María Rojas Bolaños y Ligia Vera Gamboa para obtener datos que permitan interpretar el significado del sexo no protegido en el contexto de las relaciones estables de pareja. La muestra fue realizada en el otoño de 2006 y en ella participaron 11 hombres gays con experiencia de pareja estable, localizados a través del muestreo en bola de nieve. Los resultados muestran situaciones de poder genérico presentes en las relaciones homosexuales estables y la concepción del sexo no protegido como consolidación de la pareja, con todos los riesgos que esto implica.

La mayor parte de estos estudios nos permiten asomarnos a la manera como el modelo hegemónico de masculinidad, poco erosionado en algunos de los casos estudiados, influye de manera decisiva en la toma de decisiones y mantiene a las parejas femeninas, cuando las hay, en un segundo plano. La noción de masculinidad, es decir, la manera como los actores sociales siguen definiendo quién es y cómo se comporta un varón, tiene una importancia social relevante, con consecuencias en la redistribución del poder, en la modificación de patrones sociales de convivencia y en el cuidado de la salud. Se atisba, sin embargo, las transformaciones que, en el ejercicio de la masculinidad, irán llegando irremediablemente a todos los sectores de la población.

Un segundo bloque de artículos aborda reflexiones que tienen cierta relación con algún trabajo comunitario, sin llegar a ser estudios de caso. Me refiero a los artículos siguientes:

La violencia masculina en las parejas jóvenes, de Elva Rivera Gómez y Cirilo Rivera García, basado en una aproximación al tema de las relaciones de noviazgo entre parejas jóvenes de la ciudad de Puebla.
Abordaje de la violencia masculina en la política pública municipal, de Alicia Canto Alcocer y Rodrigo Cueva G Cantón, que presentan reflexiones verdaderamente desafiantes a partir de la experiencia de trabajo con varones participantes en el programa municipal “Hombres con problema de violencia en la familia” (GHPVF), desarrollado a partir del año 2001 en el Centro Integral de Desarrollo y Atención a la Violencia Intrafamiliar (CIAVI) del Ayuntamiento de Mérida. Presenta el marco de reflexión teórica del abordaje de GHPVF: la perspectiva de género y el humanismo. Uno de los trabajos más lúcidos y comprehensivos.
Masculinidades y violencia en la relación de pareja, de Gina Villagómez Valdés que basa sus reflexiones sobre la relación entre masculinidad y violencia en la participación de cerca de 120 varones que han participado en el Grupo de Hombres con Problemas de Violencia Intrafamiliar, también en el CIAVI del Ayuntamiento de Mérida durante el año 2008 con el propósito de eliminar la violencia que ejercen en sus hogares. La autora deriva sus conclusiones de las declaraciones de algunos de los varones que conforman el grupo y anota las variaciones que se registran en los roles de género y las expectativas que cada género tiene sobre la pareja.
Conversando las masculinidades en Yucatán. Trabajo colectivo desde la sociedad civil, de Sergio Moreno Cabrera, que desarrolla sugerentes reflexiones a partir de conversaciones con varones de distintas comisarías del municipio de Mérida y que muestra el aspecto transicional en el que se sitúa el discurso de las masculinidades, en comunidades que uno podría pensar impermeables a cualquier modificación del discurso sobre los roles de género.
Hombres de papel. Representaciones de la masculinidad en los cómics eróticos mexicanos, de José Gamboa Cetina, un interesantísimo estudio que analiza 100 distintas historietas (CEM: cómics eróticos mexicanos) para encontrar en ellas el tipo de representación social de género que manejan, estudio que se completa con entrevistas realizadas a 100 mujeres lectoras. A lo largo del trabajo desfilan los varones considerados como objetos sexuales, los maltratados, los cornudos, los mañosos, los dominantes y violentos. Las conclusiones insisten en la relación entre este imaginario y la conformación de la idea como se debe ser o no ser varón, reflejando los cambios que se están operando en las representaciones sociales.

Un tercer bloque de artículos es el que desarrolla sus reflexiones sin referencia a grupos concretos de trabajo, sino que lleva adelante sus reflexiones teóricas circunscribiéndolas a un aspecto de la realidad que se analiza a partir de datos estadísticos o documentos publicados. Estos artículos son:

Los niños y niñas de Yucatán. Masculinidades al descubierto, de Leticia Paredes Guerrero, que analiza la influencia de las condiciones de salud y la experiencia de maltrato de niños y niñas en la configuración del patrón de masculinidad. La autora extrae sus conclusiones del estudio de las estadísticas sobre muerte de infantes y a partir de las denuncias registradas sobre maltrato infantil.
Las masculinidades. Construcciones desde la educación, de Carlos David Carrillo Trujillo y Jorge Armando Revilla Fajardo, que mira de cerca el papel que las instituciones educativas (la familia desde lo privado y la escuela desde lo público) juegan en la construcción del rol social masculino. El trabajo hace énfasis en la necesidad de una nueva formación para los docentes en este campo.
Entre masculinidades te veas: HSH y vuelta al clóset, de Roberto Díaz Manzanilla, que aborda los riesgos de traspasar sin más la terminología de “hombres que tienen sexo con otros hombres”, usada en el lenguaje epidemiológico de combate al VIH/SIDA, al discurso académico. El autor señala el retroceso que, a su juicio, esto provocaría en la lucha contra la segregación social de las homosexualidades y el empobrecimiento que de ello resultaría en la discusión pública sobre las masculinidades. Un artículo provocativo.

Un cuarto y último bloque de colaboraciones son aquellas que abordan reflexiones más teóricas, sobre todo en el campo de la psicología. Estos artículos son:

El narcisismo: una dificultad para la transformación masculina, de José de Jesús González Núñez, que aborda, desde la teoría psicoanalítica, la relación de pareja heterosexual, las etapas del noviazgo y los elementos que contribuyen a una maduración en la vida matrimonial. Describe también una caracterización de la persona narcisista, profundizando, a partir del análisis de un caso (no sabemos si real o hipotético), en las implicaciones que este tipo de personalidad tiene en la degradación de la relación amorosa y la vida sexual.
La figura paterna en la construcción de la identidad de género, de Elia María Escoffié Aguilar, estudio que, partiendo de la teoría clásica freudiana y pasando por concepciones más actuales sobre el desarrollo infantil, analiza la influencia de la figura paterna en la manera como aprendemos a ser hombres y mujeres, estableciendo semejanzas y diferencias con nuestras figuras parentales. El trabajo hace referencia tangencial a un estudio comparativo entre niños/as de familias monoparentales y de familias completas realizado en Mérida.
La psicología masculina, de Pedro Sánchez Escobedo, Sandra Martín Tun y Paulina Carrillo Espadas, que partiendo de la escasez de trabajos académicos serios sobre la psicología masculina que vayan más allá de los estereotipos populares de “Marte y Venus”, se propone revisar algunos de los discursos actuales sobre la masculinidad, discernir entre los aspectos biológicos de aquellos que son producto de construcciones sociales y enfatizar los determinantes conductuales, afectivos y cognitivos de la masculinidad y reivindica el derecho a la androginia, entendiendo por esto la posibilidad que ha de tener todo ser humano de manifestar conductas, pensamientos y sentimientos tanto del repertorio masculino como del femenino para contar con mayor libertad de decisión y una flexibilización de estereotipos fijos. Es el trabajo que aborda con mayor énfasis la complementación que se necesita entre los orígenes genéticos y biológicos de la psicología masculina, con los aspectos de socialización y construcción cultural del rol masculino.

Comentarios finales

Como se ha podido ver en esta brevísima (e injusta, precisamente por su brevedad) presentación del contenido del libro, hay en el texto al que hoy nos acercamos “de dulce y de manteca”. Las perspectivas presentes en estos estudios sobre las masculinidades son múltiples, como compleja es la transición que el rol masculino va teniendo en confrontación con la revolución feminista del siglo pasado.

Los estudios son parciales, aun aquellos que pretenden echar una mirada complexiva sobre el objeto de discusión. Y lo son porque, probablemente sin quererlo, son testimonio de una discusión aún en ciernes. No es de extrañar: las primeras reflexiones teóricas hechas sobre este tema no se remontan a mucho más allá de treinta años. En este sentido, el libro que hoy comentamos es un libro pionero, porque permite echar una mirada local y/o regional sobre una cuestión que está en debate continuo en nuestros días desde casi la totalidad de las ciencias sociales.

Quisiera, para terminar, subrayar algunas consideraciones conclusivas:
1. La crisis de las masculinidades no es un presupuesto simplemente teórico: tiene relevantes consecuencias en la convivencia entre los dos géneros. No es casual que una buena parte de los artículos contenidos en el libro hagan referencia a la violencia masculina, una de las manifestaciones más graves relacionada con esta crisis.
2. Varios artículos del libro, haciendo honor al método de investigación científica, no temen abordar temáticas políticamente incorrectas. Hurgar en las motivaciones de la violencia masculina, por ejemplo, no soslaya los avances legislativos y/o judiciales que tienden al castigo de los agresores, y sí nos permite tener un panorama mucho más amplio para lograr la erradicación de la violencia de género, sin clavarnos exclusivamente en la vía del castigo legal o una visión incompleta que sólo aborda el fenómeno de la violencia desde su caracterización delincuencial.
3. Es notable la complementación de las diferentes áreas de trabajo en la búsqueda de una comprensión mayor del fenómeno de la crisis de la masculinidad tradicional y el esbozo, así sea utópico por el momento, de los caminos que pueden conducirnos a una construcción renovada del rol masculino. La colaboración interdisciplinaria nos hace más humildes en la búsqueda de la verdad y en la construcción de vías alternativas de relación entre los géneros.
4. Esta es la mirada de alguien que, como decía al principio de mi intervención, es un lego en la materia. Seguramente será de mucho más provecho a los teóricos de la identidad de género y, espero fervientemente, para aquellos que trabajan cotidianamente en la erradicación de la violencia y la construcción de nuevos modelos de convivencia. Felicito a la Universidad de Yucatán por haber abierto su colección “Estudios de la Mujer y Relaciones de Género” a una temática tan poco explorada en nuestra realidad local.
5. Soy varón y mi identidad de género está en crisis. El piropo de que “casi soy mujer” se convierte en reto y desafío. El patrón de comprensión de qué significa ser varón tendrá que dejar de tener como únicas referencias el dinero, el poder y la violencia. Estos estudios colaboran, sin duda, a someter a la crítica y a la discusión pública los rumbos que las nuevas masculinidades van tomando y los obstáculos para el surgimiento de un nuevo tipo de varón que todavía se resisten a desaparecer.


One Response

  1. ANGELICA ARANDA dice:

    SIEMPRE TE HEMOS SENTIDO COMO UNA MAS DE NOSOTRAS, AMIGO QUERIDO

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *