Iglesia y Sociedad

Minegra: ¿novela o colección de cuentos?

27 Ago , 2013  

Presentación del libro Minegra. Las mil y una noches de Mary, de Gaspar Jesús Azcorra Alejos. Mérida, Yucatán, agosto de 2013

Agradezco al Padre Azcorra su invitación a participar en la presentación de este libro, primera obra narrativa de largo aliento que el autor publica. A decir la verdad, no sé si sea yo la persona adecuada para presentar este libro. Sucede que soy amigo del autor desde hace muchos años y no es esa la situación ideal para hacer un comentario objetivo sobre la obra. Cuando esto ocurre, y un amigo presenta la obra de otro amigo, se corren dos riesgos: que la visión crítica deje de serlo y se convierta en un repaso tan placentero, que el autor no se sienta tocado ni por el pétalo de una rosa. El segundo peligro, menos frecuente, estriba en que el crítico, para demostrar su independencia de los afectos, se abalance sobre la obra para destrozarla, como si esto fuera la señal segura de su autonomía. Trataré de evitar ambos extremos.

Minegra tiene una larga historia. La primera lectura la hice en un manuscrito tripartita. La segunda lectura ha sido en esta edición que ahora tengo en las manos. Cuando el Padre Azcorra me solicitó la primera lectura, la obra llevaba un subtítulo: novela corta. Las tres partes del manuscrito eran lo suficientemente voluminosas como para que, unidas, ya no cupieran en la clasificación que el autor proponía. Las batallas del desierto, de mi admirado José Emilio Pacheco, una de las más entrañables novelas cortas que haya yo leído, tiene poco más de 60 páginas. La obra de Azcorra Alejos terminó en 231, con la posibilidad de que en un futuro próximo el autor le añada muchas páginas más. Supongo que esa cantidad de material escrito habrá disuadido al autor a continuar subtitulándola “novela corta”.

Lo primero que tengo que decir es que no estoy seguro de que Minegra sea una novela. En el sentido clásico de la palabra, la novela se distingue por su carácter abierto y su capacidad de contener elementos diversos en un relato de mediana o alta complejidad. Por eso la novela le concede al autor una gran libertad para poder establecer historias cruzadas, integrar nuevos personajes, alterar el orden de tiempos y espacios y hasta introducir dentro del relato mayor textos de naturaleza diversa, como ocurre con algunas de las novelas de Mario Vargas Llosa o Julio Cortázar.

Por eso no estoy seguro de que la obra de Chucho Azcorra pueda ser clasificada como novela. No sé si la nueva subtitulación de Minegra (Las mil y una noches de Mary) se deba al comentario que yo le entregué por escrito al autor después de mi primera lectura y que él terminó colocándolo en la contraportada, en donde señalo la obra como “emulación de las Mil y Una Noches”, pero me parece que el género al que pertenece Minegra es justamente el que corresponde a la célebre obra oriental de origen medieval: recopilación de cuentos que utiliza la técnica del relato enmarcado.

El relato enmarcado en la obra del padre Azcorra es sencillo: una niña tiene una muñeca y conversa con ella contándole cuentos. La relación de afecto entre la muñeca y Mary, su dueña, se extiende a lo largo del tiempo, lo que da lugar a la subdivisión interna de la obra en infancia, adolescencia y juventud. Esa es la trama breve de conjunto. Lo que constituye el grueso de la obra, en cambio, son los cuentos que Mary le cuenta a su muñeca.

Si contamos solamente la primera parte de la obra, que corresponde a la infancia de Mary, encontramos al menos catorce relatos de distintos estilos. Algunos son simples recuerdos de experiencias en la escuela, otros son historias que involucran animales (pez, león, pájaro, perro, gato…) otros, más elaborados como el cuento del Charro Negro o de la familia de robots que los terrícolas mandan a un viaje espacial, uno, el cuento de los caballos, que incluye cuartetos infantiles en verso, otros más introspectivos como el del niño de las tres agresiones y alguno de naturaleza onírica como el cuento de los frijoles. Sería interminable enumerar los cuentos de las otras dos partes de la obra. Baste estas menciones para dar cuenta de la diversidad temática de Minegra y justificar el encuadre clasificatorio que propongo.

La propuesta no deja de ser arriesgada. La sucesión de cuentos podrá parecer cansada a cierto tipo de lectores, pero tiene la ventaja temática (no tipográfica) de poder suspender la lectura al terminar un cuento y continuarla más tarde con otro sin que deba repasarse el marco de referencia. La manufactura de los cuentos es dispareja y va desde relatos simplicísimos hasta elaboradas construcciones que incluyen referentes externos, como el relato del león que hace directa alusión a un relato contenido en la Biblia, en el libro de los Jueces. Y no es la única alusión bíblica que contiene el libro. Pero esta disparidad temática y estructural no es necesariamente un elemento en contra de la obra sino que puede considerarse parte de sus activos.

Quisiera señalar, para terminar, dos elementos que me parece que empequeñecen la obra. Uno debido al autor y otro al editor. Hay un excesivo uso de las comillas, que sirven tanto para señalar una expresión inusual, un vocablo en otra lengua, como para dar un tono distinto a lo que se enuncia. Lo que podría ser un recurso estilístico válido pierde su peso a fuerza de repeticiones innecesarias. Así sucede en la sección de la adolescencia, en la página 75, donde en un párrafo de cinco líneas encontramos tres palabras entrecomilladas: chapeado, tronquitos y finados. O el extremo al que se llega en la página 93, donde se entrecomillan por separado dos palabras contiguas, sustantivo y adjetivo (“abogado” “marrullero”). Habrá que buscar una manera menos repetitiva de subrayar los matices en la escritura.

El segundo elemento son la gran cantidad de detalles o errores tipográficos que pueden encontrarse en la obra. Pongo como ejemplo lo que sucede en la página 81, donde el diálogo se representa por la sucesión de guiones:
– ¡Cállate! le contestó Elvira con un susurro.
– Si quieres puedo seguir contando ¿Te acuerdas cómo terminó todo? Todos ebrios, menos el primo que te llevó a lo oscuro. ¿Cómo sabes tanto? Yo todo lo olvidé.
– Y sé más todavía
El problema, como puede verse en una lectura atenta del párrafo anterior, es que la frase “¿Cómo sabes tanto? Yo todo lo olvidé” corresponde a Elvira y no a la persona con quien conversa. Pero esto confunde al lector porque, sin haber sido separada por un guión, pareciera parte del discurso inmediatamente anterior. Y muchas otras cosas por el estilo.

A veces siento nostalgia por la antigua corrección de pruebas, que constituía la base del prestigio de una editorial o de un medio de comunicación escrita. Hoy hemos abdicado ante la tecnología deshumanizada y dejamos que el sistema corrector de las computadoras haga el trabajo que antes hacía un ojo aguzado y una inteligencia perspicaz. Los resultados son desastrosos, particularmente en la prensa escrita, antes considerada modélica en el arte de escribir. Lo mismo puede decirse de las editoriales, antes afamadas compañías que se ocupaban de lo que daba en llamarse cuidado editorial y que consistía en hacer que un libro se librara de las maléficas erratas. Era esto tan complicado que, desde que el texto entraba para su corrección hasta que quedaba listo para la impresión, pasaba generalmente por cinco lecturas o procesos de revisión. Hoy hay muy pocas personas que hagan ese trabajo y, menos aún, editoriales que lo paguen. Somos ya bichos extraños los que no podemos leer sin un lápiz o una pluma en la mano para señalar las erratas de un libro.

Y como esto va asumiendo el tono de la queja de un viejo del siglo pasado, mejor aquí le paro. Jesús Azcorra ha lanzado su propuesta. La pelota está ahora en la cancha del lector y la lectora. Gracias y buenas noches.

 


One Response

  1. Daní Nimín dice:

    ¿231 páginas? entonces no sé qué versión fue la que leí.
    El libro de Minegra me lo regalaron en la FILEY, en la compra de otro libro del mismo autor. Sinceramente no me gustó, y me pareció malo, así de sencillo.
    El libro que yo tengo tiene solo 52 páginas, y termina con la historia del niño y los frijoles. No sé si acortando el numero de páginas pretendían apegarse al concepto de "novela corta", pero como se menciona aquí, debió publicarse como una colección de cuentos, porque no tiene nada que ver con la novela corta.
    Además, tiene errores imperdonables, tanto de redacción como gramaticales; errores insoportables ciertamente.
    Creo que no todas las historias son malas, pero todos esas equivocaciones te quitan las ganas de seguir leyendo (incluso me desanima porque me hace pensar que el libro que compré puede ser igual de malo). Y gracias que solo eran 52 páginas porque si no, no lo habría terminado. El autor debería buscar corregir todo esto, y hacer una nueva edición, como colección de cuentos, en lugar de seguir produciendo estas malas versiones.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *