No sabemos cómo será la alimentación del futuro. Un buena parte de los niños y niñas que han nacido y viven en las ciudades, no saben de dónde vienen las cosas que comen. Probablemente llegará un momento en el que ya no sea necesario saber de dónde vengan los alimentos porque los comprimidos de vitaminas producidas en laboratorio habrán terminado por sustituirlos completamente. No me gusta ese futuro y doy gracias a la vida (¿o habrá que decir a la muerte?) que me lo va ahorrar. Pero quizá ese sombrío panorama esté dando como resultado la revaloración de los alimentos naturales. El crecimiento de propuestas de comida sana, de regreso a lo orgánico, es cada vez mayor y atraviesa todos los estratos sociales y las localizaciones geográficas.
Pero, a pesar de este movimiento mundial, el panorama no deja de ser desalentador. En los Estados Unidos y en la Unión Europea sólo el 5% de la gente vive del campo. Y de ellos solo el 1% son campesinos. En México el 22% de la gente vive en el campo y de éstos el 80% son campesinos y ocupan el 58% del territorio nacional. Nuestras cifras son, desde luego, menos alarmantes que las europeas. Sin embargo, muestran una tendencia creciente a la baja. Hay quienes hablan, basados en datos del INEGI, de la primera entidad federativa sin campesinos: Tamaulipas. La industrialización parece haber terminado por desplazar al campesinado en aquél estado federativo.
Aquí resalta una diferencia que quiero enfatizar: no es lo mismo vivir del campo o en el campo que ser campesino/a. El monocultivo industrializado, concebido para responder más a la voracidad de los mercados y al afán de lucro que a las necesidades de la población, quisiera un campo sin campesinos. Para los detentadores del poder económico, un campo descampesinado es mucho más rentable. Los campesinos y campesinas resultan un estorbo en este modelo de crecimiento desenfrenado en que se ha convertido el sistema económico neoliberal. Me temo que bajo la retórica de la modernización del campo y la producción alimentaria, se esconde no pocas veces un proyecto de desaparición del sistema de vida de los campesinos/as.
Armando Bartra, con su lucidez acostumbrada, ha publicado un hermoso texto titulado “La Milpa”. Cualquiera puede consultarlo en el portal electrónico www.uyitskaan.org. Bartra sostiene que los mesoamericanos no sembramos maíz: hacemos milpa, que no es lo mismo. La milpa es, desde la perspectiva del artículo, un símbolo de la riqueza de la vida campesina, que no consiste solamente en sembrar, sino que involucra un mundo de sentido, una visión del universo, un paradigma relacional entre los seres humanos y la naturaleza y los seres humanos entre sí.
El establecimiento de un modelo económico que ha terminado por convertir la agricultura en agronegocio, que favorece la producción a gran escala para desplazar la producción familiar y de autoconsumo, que mira a la tierra como mercancía y no como madre nutriente, busca, persigue la destrucción del modelo de vida campesino. El capitalismo es, por eso, esencialmente anti ecológico y depredador del campo.
Es por eso que más de setenta centros de educación alternativa reunidos en el Encuentro Nacional de Escuelas Campesinas, entre los cuales se encuentra la Escuela de Agricultura Ecológica U Yits Ka’an de Maní, decidieron, en la asamblea de 2012, lanzar la iniciativa de celebrar el Día del Campesino y la Campesina. Este año, por primera vez, U Yits Ka’an pone en práctica ese acuerdo celebrando dicha efeméride el próximo sábado 7 de septiembre.
Confluirán en Maní todos los grupos de campesinos y campesinas asociados al trabajo de la escuela: los alumnos y alumnas de las subsedes donde semana a semana se imparte instrucción agroecológica, las comunidades que trabajan en el rescate del cerdo criollo y la abeja melipona, la medicina tradicional y las artesanías, las y los campesinos que producen hortaliza orgánica en granjas ecológicas, maestros y maestras de las instituciones asociadas a U Yits Ka’an, como la UADY y el CRUPY de Chapingo, todos reunidos para reflexionar en la situación del campo yucateco y de las y los campesinos mayas que trabajan y viven en estas tierras peninsulares.
Al conversar sobre sus fortalezas y debilidades, sobre sus dolores y las amenazas que se ciernen sobre ellos, al compartir sus logros y sus experiencias exitosas, las y los campesinos que participarán en Maní este sábado 7 de septiembre, podrán ofrecer un diagnóstico actualizado de la situación de los campesinos y campesinas en la península, harán escuchar sus voces de advertencia y compartirán sus estrategias de supervivencia. Tenemos mucho que aprender de ellos/as.