Iglesia y Sociedad

El precio de la desigualdad

19 Mar , 2014  

El fin de semana pasado fue particularmente gustoso y emotivo. Presenciar y participar en una ceremonia nupcial en la que se dan cita dos tradiciones, la judía y la cristiana, tan distantes y al mismo tiempo tan cercanas, dado que manan de una misma fuente, no es cosa de todos los días. Agradezco a Jimena y Diego, los contrayentes, y a sus familias (Berdichevsky-Káter y Castilla-Arrigunaga) el honroso privilegio.

Entre las muchas cosas que disfruté de la convivencia, fue conocer personalmente a Víctor Káter, tío del novio, economista argentino-norteamericano, que tuvo la gentileza de regalarme el libro de J. Stiglitz: The Price of Inequality: How Today’s Divided Society Endangers Our Future, publicado por la editorial W.W. Norton & Company en 2012. Aunque no lo he visto traducido, entiendo que la editorial hispana Taurus lo ha publicado bajo el título de El precio de la desigualdad.

Nacido en 1943, en Indiana, USA, Joseph Stiglitz, autor del best-seller mencionado, es un economista que cuenta con amplio reconocimiento debido a sus contribuciones al estudio de los fenómenos económicos. Ha sido maestro e investigador de las principales universidades norteamericanas (Cambridge, Yale, Stanford, Oxford, Princeton y Columbia) y recibió en 1979 la Medalla John Bates Clark y en 2001 el Premio Nobel de Economía. Sus aportaciones giran en torno a la desmitologización de la llamada “mano invisible” del mercado, propugnada por Adam Smith y desmentida por la realidad y por los acuciosos estudios de Stiglitz. Pueden conocer los muchos títulos de su obra escrita si la consultan bajo “Stiglitz Joseph” en la Wikipedia.

Estoy por hincarle el diente al libro. No es la economía mi fuerte, desde luego, pero el libro parece estar escrito en un lenguaje accesible a los lectores y lectoras comunes. En el libro, Stiglitz estudia a detalle el funcionamiento de la economía norteamericana y la analiza, con un modelo aplicable mutatis mutandi a otros países del mundo, para mostrar cómo es justamente este funcionamiento el que produce la desigualdad. La teoría económica liberal radical que sostiene que las fuerzas del mercado terminan por poner las cosas en su lugar y que mientras menos manos humanas (entiéndase “controles gubernamentales”) se le metan, mejor funciona, queda radicalmente desmentida. Sí, mi querido/a lector/a, Stiglitz se refiere al modelo económico que se ha implementado en México desde los tiempos de De La Madrid y Salinas, y que ha continuado, sin ser tocado ni con el pétalo de una rosa, antes bien, radicalizado al extremo, durante los sexenios panistas y la administración actual.

Me da gusto que este libro haya llegado a mis manos. Y me da gusto por dos razones. En primer lugar porque soy poco amante de los dogmas. Tengo suficiente con los dogmas religiosos para admitir sin chistar los dogmas económicos que se presentan como la única vía para el desarrollo y la solución de los problemas. Desde el trabajo agroecológico y desde la espiritualidad indígena, hace tiempo que venimos desmontando las falsas verdades que rigen el sistema económico imperante. Me da gusto encontrarme ahora, a base de explicaciones sólidas y comprensibles para la mayoría de las personas, con una refutación de ese modelo que, incluso en los Estados Unidos, ha propiciado que un uno por ciento (sí, un 1%) de depredadores económicos, mantenga al 99 por ciento de la población atada a un sistema de desigualdad que les quita oportunidades. La democracia formal, mientras esta dictadura económica continúe, no será más que una pantalla que cubre la realidad: mandan en este mundo los que más tienen. Plutocracia, pues, no democracia.

En segundo lugar, celebro la llegada de este libro, porque a su vez podré recomendarlo. Y digo esto porque las recientes reformas estructurales que se han implementado en nuestro país, sobre todo la reforma energética que abre las puertas a las compañías transnacionales para el manejo y uso de los hidrocarburos, han generado una avalancha de nóveles economistas que se erigen como voces autorizadas solamente para repetir las fórmulas que han demostrado su fracaso y que han llevado al mundo al panorama de inequidad que ya es inocultable para todos, incluyendo a los países del llamado Primer Mundo.

Cualquier cuestionamiento arrancado de la vida de los pobres suele ser calificado por estos testaferros de los barones del gran capital, como ideologización. Como si la economía liberal ultra radical no tuviera una ideología que la mueve (“el que esté libre de ideología que tire la primera piedra”, decía un memorable maestro). Stiglitz devela, más allá de cualquier argumentación ideológica, cómo funciona el mecanismo que produce la desigualdad. Y, como decía el adagio latino, contra facta non sunt argumenta.

Estoy muy curioso, debo confesarlo, por saber si el libro hace alguna referencia al desastre del ecosistema como una de las consecuencias del inicuo sistema económico que estudia. De ser así, no duden que lo comentaré en este mismo espacio. Hasta la próxima.


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