Iglesia y Sociedad

La Palabra dentro de las palabras

16 Jun , 2008  

Hace unos días conversaba con Calicho sobre poesía. Le comentaba yo que algunos poemas, sólo algunos, tienen la suerte de volverse eternos; que cuando esto sucede, uno cae en la cuenta que la poesía es mucho más que la cuidadosa colocación de las palabras, o la afortunada versificación, o la transmisión de una experiencia emocional en términos simbólicos. Hay poemas pulcros y cuidados, pero sin poesía. Versos impecables, pero vacíos… Pero de repente, sin saber bien a bien cómo, la poesía acontece. Entre cientos de poemas aparece uno vital, auténtico, vivo, uno cuya manufactura está al servicio de la luz. Entonces comprende uno por qué hay poemas eternos: porque en ellos las palabras se convierten en vehículo para la Palabra.

Me quedé pensando largamente en nuestra conversación porque me parece que tiene aplicación también a otros campos. Hoy quiero aplicarlo a las Escrituras Sagradas. Como se sabe, algunas religiones, entre ellas las religiones cristianas, tienen Escrituras Sagradas. Las tiene también el judaísmo, el Islam y algunas vertientes del hinduismo, aunque sus conceptos de revelación no sean siempre los mismos.

Todas las confesiones cristianas creen que la Biblia es la Palabra de Dios. Pero eso no significa que al decirlo sostengan lo mismo. Hay en las diferentes iglesias personas que piensan que el texto de la Biblia salió de manera mágica de la mano y de la mente de Dios. Conciben el acto revelativo como algo mecánico, como si Dios hubiera tomado la mano del escritor sagrado y, sin que mediara la voluntad del instrumento, se hubiera pasado al papel aquello que Dios quería. Para estos creyentes, cada palabra tiene la misma densidad de sacralidad. Llamamos a esta mentalidad “fundamentalismo”. Una lectura así, que sostiene la inalterabilidad de todas las doctrinas bíblicas, que no acepta ningún tipo de mirada crítica sobre el texto, termina por convertirse en una lectura ridícula. A menos que se siga pensando que Dios ordena asesinar personas, o que la mujer es la causa de todos los males, o que hay que tener esclavos.

La mayor parte de las iglesias cristianas históricas manifiestan un rechazo absoluto a la lectura fundamentalista en sus documentos oficiales, pero siguen manteniendo ese mismo espíritu en la práctica cotidiana. No acertamos a desterrar aquellos textos cuyo contenido es evidentemente contrario al rostro misericordioso de Dios revelado en la persona de Jesucristo. Las palabras escritas nos impiden reconocer la Palabra, precisamente porque el exceso de celo, el miedo a lo nuevo, el ansia de control de las mentes y los corazones por parte de los líderes eclesiásticos, la falta de fe en la razón humana y en la acción del Espíritu, nos hacen seguir considerando a toda la Escritura como Palabra de Dios. Terminamos de leer textos de doctrina absolutamente inaceptable para una persona de nuestro tiempo, como los que muestran la imagen de un Dios castigador y violento o sostienen la superioridad del varón sobre la mujer en el matrimonio, y nos atrevemos a decir “Esta es palabra de Dios”. Convertimos así a las palabras en cárcel del Espíritu.

Como esto que digo puede parecer escandaloso a algunos, prefiero que lo diga alguien que lo expresa mucho mejor que yo. Dejo aquí la palabra al sacerdote español Jairo del Agua, que a más de su poético nombre, tiene a mi juicio una claridad teológica digna de envidia.

Es muy importante caer en la cuenta de que toda la Escritura no es Palabra. Más bien la Palabra discurre entre la Escritura, la riega como un río de agua sanadora, fecunda, orientadora, que recorre una concreta historia humana (la de los judíos y primeros cristianos), durante un concreto tiempo.

No podemos confundir el río con sus orillas agrestes, ni con sus monstruos, ni con la vegetación invasora. Hay que distinguir claramente entre el río y la historia que riega. En muchas ocasiones esa historia está habitada por hombres perversos, rudos, ignorantes, que tan pronto reniegan de Dios como le creen inspirador de sus propios crímenes. Algunos pasajes -totalmente secundarios que no explicitan el mensaje central del Primer Testamento- son pura bazofia y su lectura no es recomendable. Esa es la razón por la que la Biblia fue un libro prohibido o no divulgado durante muchos años. Conviene decirlo porque parece, que ahora, todo está bendecido por el hecho de estar en el Libro.

Tampoco podemos pensar que la mano que escribe es sabia, incontaminada, guiada al dictado. Todo lo contrario. Está limitada por su personalidad, por su ambiente humano y material, por su nivel cultural, etc. Es decir, la Escritura no sólo está contaminada por la precariedad o bajura de la historia humana que describe, sino también por los subjetivismos y condicionamientos de quien la escribe. Esto ocurre de forma relevante en el Primer o Antiguo Testamento porque el primitivismo era mayor y menor la evolución humana. Pero también puede afirmarse del Nuevo Testamento. Es más, esto ocurre y ocurrirá siempre, porque los humanos somos limitados e incapaces de agotar la Palabra. Sólo podemos recoger algunos de sus destellos para iluminar nuestra humana oscuridad”.

Hasta aquí la larga cita. Quedan, sin duda, muchos asuntos sobre los que habría que profundizar. ¿Cuáles son los criterios entonces para encontrar la Palabra en medio de tantas palabras? ¿Qué escollos habría que evitar para no terminar haciendo una lectura simplemente caprichosa? Abordarlos, sin embargo, rebasaría con mucho las dimensiones de este artículo. En el portal www.eclesalia.net podrán conocer la propuesta completa de Jairo del Agua (bajo las fechas 12, 20 y 26 de noviembre de 2007). Baste lo aquí dicho para que nos vayamos con más cuidado cada vez que nos sintamos tentados a utilizar textos de la Biblia para imponer nuestra moral, ganar pleitos o discriminar personas.

Colofón: “La importancia de llamarse Ernesto” es una de las piezas más emblemáticas de la dramaturgia de Oscar Wilde. Hace mucho tiempo que no veía una presentación tan pulcra y bien lograda como la que se presentó el pasado lunes en el teatro Daniel Ayala. La adaptación de José Ramón Enríquez y la dirección de Raquel Araujo, impecables. Los actores y actrices, todos dignos y acertados, en armónica amalgama de madurez y frescura. Toda una delicia. Me alegra que la obra haya sido vista por numerosos estudiantes en el programa de teatro escolar: es un tipo de teatro que cumple cabalmente la función de crear públicos y despertar la chispa del amor por el teatro.

Raúl Lugo Rodríguez


10 Responses

  1. Juan Alberto Bermejo Suaste dice:

    He leído -porque soy capaz de leer cualquier cosa- muchas veces acerca de diversas religiones y, mereciéndome el mayor de los respetos cada una, como cada una de las formas de pensar así no sean religiosas, me resulta muy difícil suscribir alguna porque además, no puedo evitar comparar la palabra con la práctica. He conocido a verdaderos apóstoles al servicio de los desposeídos sin haberlos oído mentar a Dios alguna vez, y ellos han merecido más respeto que otros que sólo de Dios hablan pero que o son opresores de otros seres humanos o son sus cómplices. Esos no sólo no merecen mi respeto, sino que tienen todo mi… desamor. Pero los religiosos que ven a Dios en sus semejantes y trabajan y luchan con ellos y por ellos, son mis hermanos más cercanos. Juan Alberto Bermejo Suaste = jabs

  2. Jorge Rubio dice:

    Estoy de acuerdo con lo escrito. Sin embargo creo que hay que dejar las cosas muy en claro en cuanto a que la iglesia es la encargada de interpretar las escrituras y si nosotros queremos interpretarlas puede pasarnos que un pasaje verdaderamente importante le quitemos importancia pensando que eso no era Palabra, así que creo que siemrpe antes de querer «interpretar» tenemos que conocer lo que dice la Iglesia que es la iluminada por el Espíritu Santo. También no vaya a ser que un adía a toda esa gente sencilla que cree todo le vaya mejor que a nosotros que a veces somos un poco incrédulos, lo cual no está mal ya que de esta manera llegamos a la verdad, investigando, pero… no se nos vaya a pasar la mano…

  3. Ruz dice:

    Los fundamentalistas son los borregos de la fe. A Dios le darían náuseas descubrir que hay seres humanos que siguen la Bibia como un instructivo. El pensamiento es un volcán gigantesco y lleno de poder, pero la crítica es su lava y, sin ella, el pensamiento permanece frío y apagado. Los amantes de la fe descubrirán, al notar la primera incongruencia en la Biblia, que por fin la están entendiendo.

  4. Javier Bolio dice:

    Yo creo que hay que interpretar la biblia y saber bine el contexto historico en que se escribio y saber bien que era lo que se queria decir en ese momento, pero lo increible de la biblia que cada dia es mas actual, vas a misa y con un problema y la respuesta esta ahí, solo hay que prestar un poco mas de atención a lo que dice y no solo tomarlo tal cual como se hace muchas veces.

  5. Regina Carrillo R.-Valenzuela dice:

    Es impresionante toparse hoy en día con personas que hablan del Genesis casi como si se tratase de una verdad científica.
    La ignorancia se acompaña de falta de criterio, y ésto es aún peor cuando interviene la intransigencia.
    El amor y la verdad se pueden leer y escribir, pero solo viviéndolos, aún cuando contradigan lo que está escrito, se puede llegar a la real experiencia de Dios.
    De nuevo gracias, Raúl!!

    pd- por cierto, creo que se agotó «iglesia y homofobia» en amaro…tengo que ir a España por más? jaja

  6. Gerardo Trejo dice:

    Definitivamente la Biblia trae la Palabra, pero no toda la Palabra esta en ella. En la Biblia encontramos las bases de la Palabra, por lo que podemos llegar a conocer por medio de la razón a los puntos que no se encuentran en la Biblia, pero que son parte de la palabra y no son contrarios a lo sí escrito. Cuanto se necesita aprender a conocer estas diferencias de las que habla usted hoy el día.

  7. Noemí Avilés Marín (Mimosa) dice:

    ¡Qué bueno que continúan los visitadores y habladores (como yo), los seguidores. Así seguirá también, bien respaldada, esta Página!

    No son meras ganas de salirme del hilo del artículo; sin embargo, su punto de partida da pie a lo que quiero comentar:

    La palabra (texto, escritura u otro) trasciende y es, porque es vehículo de la palabra. ¡Ay! Dios, dice la expresión; esto creo que no está en La Biblia; más bien, no lo sé. Pero en cambio, como bien se señala, sí sabemos que hay mucha gente que agarra la Palabra (para el caso, nada más y nada menos que La Biblia: la Palabra de Dios) como una orden a seguir y hay quienes, con toda intención, la agarran y la usan PARA SEGUIR CON UN ORDEN y ¡qué mejor que esa palabra y orden sea la de Dios! Irrebatible ¿verdad?

    Entonces, que esta ´columna´ también:

    Sirva para desenmascarar a quienes, en el fondo, lo que quieren es usar la Palabra para dictar órdenes e imposiciones.

    Sírva a mi ignorancia en estas cuestiones de «Iglesia y Religión».

    Sirva, sin más, a la Palabra: agua que fluye para llevar su propia agua.

  8. Mariana Cervantes dice:

    Hace unos meses la mamá de una de las niñas con las que trabajo, violentada desde mucho tiempo por su pareja, concluía una larga plática conmigo diciéndome que lo único importante era que tenía que regresar junto a él porque la biblia decía que «la mujer debe someterse a la voluntad de su marido». Recuerdo muy bien el sentimiento de furia que me invadió y más aún, la impotencia de luchar contra la fuerza de sus creencias, tan introyectadas y casi imposibles de cambiar. Creencias que supuestamente son las mismas que las mías!! pero probablemente con la carencia de la presencia viva de Cristo, que seguramente no ha sido compartida, y donde no queda más que utilizar como fundamento palabras vacías dentro de la escritura .
    Aquello que verdaderamente nos da vida como criterio para encontrar la Palabra en medio de las palabras….. que difícil, pero que urgente!

  9. Carlos Escoffié dice:

    Hace un mes aproximadamente tuve la oportunidad de hablar con dos hermanos separados. La primera de ellas era cristina evangélica y el otro era mormón. Con cada uno hablé en situaciones diferentes, pero en ambas me di cuenta de un patrón: ambos veían la Biblia como algo definitivo, textual, como un dictado hecho de manera directa a los hombres, parecido a la tradición islamica con respecto al Corán. En definitiva no menos precio la fe de ninguna de estas dos personas que durante toda la plática no hicieron más que demostrarme su convicción en el amor de Cristo y en el amor en sí como propuesta de vida, pero si debo reconocer que esa concepción puede verse limitada si no se entiende el verdadero contexto en que se escribió la Biblia.

    Debemos recordar que Cristo jamás pidió a sus apóstoles escribir la Biblia. Él únicamente dijo “vayan y prediquen el evangelio, que yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo.” Por lógica, en aquella época uno de los escasos medios para difundir el mensaje, aparte del discurso oral, era la escritura. El mismo Juan reconoce que no todo lo que dijo e hizo Cristo estaba en la Biblia “ni en ningún otro libro” puesto que no alcanzaría para registrarlo todo. ¿Es importante todo aquello que se perdió? Sí, lo era. Pero Cristo tiene otras formas de hacernos llegar su palabra. El que conoce y entiende el amor de Cristo y la forma en que lo vivó y enseño aprende a ver más allá del texto y ve el trasfondo inmutable del mensaje de Dios a los hombres. ¿Qué importa si Adán y Eva no existieron y son tan solo una alegoría? Lo que si sabemos es el amor que hay bajo todo el relato, en el cual Dios crea todo para el hombre y su felicidad, y este en respuesta le da la espalda. Hay que entender la Biblia con la fe y la razón, que no son antagónicas, sino complementarias. Podría decirse, parte de la misma esencia.

  10. Ricardo Pech George dice:

    He escuchado decir a otras personas que en la Biblia, Dios se contradice. Y de adolescente siempre me recordaron en el catecismo que la Bilbia era la Palabra de Dios y pues sentia que cada párrafo era sacratísimo. Nunca voy a olvidar cuando alguno de nosotros encontró la historia de las hijas del padre Abraham que tienen descendencia con él, y la historia de Betsabé, la mujer de Urías. La catequista descalificó esos párrafos diciendo que había mucho de la cosecha del autor. La ley del talión y la prueba a Jacob e Isaac le hicieron pasar apuros. Peor se puso la cosa cuando alguien sugirió consultar a alguno de los sabios supremos de la parroquia. Fuimos regañados por preguntar tantas cosas.
    No cabe duda de las limitaciones humanas de los escritores y tal vez incluso de quienes la interpretan, mas aún de los que imponen una interpretación.

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