Para Luis Peniche, en su cumpleaños
Hace unas semanas la prensa publicó que comenzará un proyecto de trabajo que tiene como propósito elaborar un padrón de comunidades mayas en el estado de Yucatán. Esto como resultado de una ley aprobada en mayo de 2011, la Ley para la protección de los Derechos de la Comunidad Maya del Estado de Yucatán y de la nueva Ley del Sistema de Justicia Maya del Estado de Yucatán, recientemente aprobada en mayo de 2014, ambas con cierto tufo a proteccionismo y tutelaje propio de otros tiempos. Encomendado a académicos y especialistas, la elaboración del padrón de comunidades mayas seguirá un proceso que no ha sido suficientemente explicado ni se conocen los criterios que se usarán para clasificar a las comunidades que entren en la composición de dicho padrón.
En un panorama en el que, hasta hace diez años, la existencia del pueblo maya no era ni siquiera reconocida por la Constitución estatal, pareciera que estas leyes fueran un paso adelante. Así piensan los gradualistas. Pero hemos de irnos con cuidado en esta valoración. Los intentos porque los derechos del pueblo maya queden reconocidos en las leyes pueden terminar dados al traste porque luchan contra una muy extendida mentalidad, defendida incluso por muchas personalidades públicas, que sostiene que, en realidad, no existe el tal pueblo maya como sujeto de derecho, que todos en Yucatán somos simplemente yucatecos y que hacer una diferenciación entre pueblo maya y pueblo no maya en Yucatán es fomentar la división y profundizar las diferencias sociales y culturales.
Tal posición, defendida a capa y espada por las buenas conciencias (Fuentes dixit), ha llevado a muchas personas a defender, por ejemplo, las colocación de las estatuas de los invasores españoles en el inicio de la avenida más importante de la ciudad de Mérida, no sin ironía llamada “la blanca”. Mestizos todos, hijos de la Conquista, no somos ya otra cosa más que un pueblo mixto, híbrido, irremediablemente mezclado, aunque en las casas y colonias de los sostenedores de esta hipótesis, las personas de habla y cultura maya encuentren lugar solamente en los cuartos destinados al servicio doméstico.
Lo que está en juego en este tipo de discusiones, me parece, es la construcción de un consenso colectivo sobre la existencia del pueblo maya como sujeto de derechos. Y no me refiero a sus derechos individuales, que les son consagrados a todos los habitantes de este país sin excepción por la Constitución Federal, sino a si son un pueblo distinto, de los llamados pueblos originarios, con derechos propios, de esos que le reconocemos a los palestinos, a los judíos, a los catalanes, a los vascos.
Para abonar datos a esta discusión, que enciende –como es de suponerse– un gran debate cada vez que viene a cuento, vale la pena recordar lo que nos comparte Eduardo Frades en el interesante artículo “Bartolomé de Las Casas y la libertad” (Agenda Latinoamericana 2014, pp. 12-13) en que el autor, a partir de la anécdota de que Cristóbal Colón, en 1499, entregó un indio como esclavo a cada uno de los españoles que llegaron al nuevo continente en dos navíos (300 españoles, 300 indios entregados como esclavos) y de la reprimenda que Colón recibiera de la Reina de España, que aconsejada por su confesor, Francisco Jiménez de Cisneros, proclamó su liberación inmediata, hace un recorrido por el largo proceso de comprensión que tuvo que pasar Bartolomé de Las Casas (quien siendo niño, desde 1943, tenía un esclavo a su servicio, recibido de su tío Francisco y que tuvo que devolver en 1499 debido a la orden de la Reina) hasta llegar a entender y defender el derecho a la libertad de los pueblos originarios de América.
Baste aquí, para refrendar mi recomendación de lectura, mencionar que la conclusión final de Bartolomé de Las Casas en relación con la elección de soberano está en su Tratado Comprobatorio en el que dice: “La elección de los reyes y de quien hubiere de regir hombres y pueblos libres, pertenece a los mismos que han de ser regidos, de ley natural y de derecho de gentes, sometiéndose ellos mismos al elegido por su propio consentimiento, que es acto de la voluntad que en modo alguno puede ser forzado… como quiera que todos los hombres han nacido y son libres…” Esta fue la razón por la que Bartolomé de Las Casas, oponiéndose a la Bula Papal, señaló que “privar a los señores de Las Indias de sus estados es incorrecto… Nunca Dios quiera que tal cosa se diga del Vicario de Cristo”, cuestionando así la famosa “donación” papal y cuestionando su valor jurídico, para terminar, provocativamente, con esta idea: “Tanto después del bautismo como antes, si los indios no quieren admitir a nuestros reyes como príncipes supremos, no hay ningún juez en el mundo que tenga poder para castigarlos por ese motivo…”
Quienes, en la línea de Las Casas, nos inclinamos por el reconocimiento de la libertad fundamental del pueblo maya (el actualmente existente y no sólo el recuerdo de los antepasados dejado por las antiguas ciudades o el trillado recurso de promoción turística), con todos los derechos que de su libertad como pueblo se derivan, como –por ejemplo– la autodeterminación, nos preguntamos de qué manera el pueblo maya está incluido en la construcción de un padrón que sólo a ellos le corresponde o, para decirlo mejor, quién autoriza a quienes no somos integrantes del pueblo maya a decidir qué comunidades o pueblos merecen la adscripción étnica.
Preguntas que se le ocurren a uno. Y quien diga que el teatro, entretenimiento como no hay dos, no suscita cuestiones vitales en el espectador (pienso en la magnífica puesta en escena de la obra de teatro Gente de Razón, pero también en Ah Kin Chi o en Guerrero en mi estudio) deje ya de llamarse a engaño.
Habría que ver con que especialistas y académicos pues desde hace dos años quería Indemaya que se les apoyara en este padrón y se les dijo una y otra vez que eso solo podría ser con la participación de los mayas en un proceso de autoadscripción; que aceptaban en apariencia y daban largas para terminar con un "censo" a su gusto
quienes se encargarán de ello? los dzules como siempre, los que siempre han catalogado a nuestros puebloS como objetos de estudio y de foclore, aquellos que han visto en el pueblo maya una forma de vivir y de sacar dinero? llamese Jesus Lizama, CIESAS, indemaya con directora no maya, o peor aun la UADY con un investigador «defensor de los mayas» miguel guemez? entonces si a esas vamos , seguro volveremos a los tiempos de la eterna conquista. somos y seremos mayas por sobre cualquier encuesta.