Uno de los temas que más preocupa a los seres humanos en estos tiempos de crisis es el deterioro del medio ambiente, la llamada crisis ecológica. El actual modelo económico vigente, sumado a actitudes depredadoras e irresponsables, ha llevado al mundo al borde de un colapso. En muchas ocasiones se piensa que la crisis energética, la contaminación atmosférica, el calentamiento global o la basura fuera algo que nada tiene que ver con nosotros, que son otros los que la producen y los que la padecen. Sin embargo, esto no es así, el ser humano, con su actuar, produce un impacto importante en el medio que le rodea. Gran parte de ese impacto no afecta dramáticamente a la naturaleza, sin embargo otra parte sí la afecta de manera duradera, particularmente como producto del reciente desarrollo industrial, tecnológico y científico.
Y aunque se puede decir que el deterioro ambiental apareció sobre la Tierra aun antes de la aparición del ser humano sobre ella, dado que, según algunos especialistas, gran cantidad de gases tóxicos se han liberado a la atmósfera y han permanecido suspendidos durante cientos de años, y algunos de esos contaminantes han sido señalados como culpables de la extinción de algunas especies, es también cierto que el deterioro ocasionado por la intervención del ser humano, sobre todo en los últimos tres siglos, es la causa de las dimensiones catastróficas de esta crisis emergente.
Hace algunos años, cuando el tema ecológico llamó a las puertas de los teólogos, los primeros acercamientos a la Escritura tenían, todos, resonancias bucólicas. El primer relato de la creación (Gn 1,1-2,4), los textos utópicos de los profetas (Is 11,1-9), los salmos de alabanza por las obras de la creación (Sal 8; 96; 104; 148), los apasionados versos del libro de Job (Job 38), etc., marcaron la reflexión teológica inicial. Tiempo después la reflexión teológica se acercó a algunas leyes del Primer Testamento, como muestra de una concepción respetuosa del medio ambiente que marcaba la espiritualidad del pueblo de Israel (Lev 25,2-7; 19,23-25; Dt 20,19-20; 22,6-7).
En los últimos tiempos, sin embargo, han aumentado los reclamos a la manera como las religiones enfocamos el problema del deterioro del ecosistema. Se nos acusa de sabotear, con el antropocentrismo, una visión más holística que contemple al ser humano, no como superior al resto de la naturaleza, sino como parte integrante de la misma. Así lo afirma Carlos Portillo cuando dice:
“Las religiones resultaron para la humanidad creciente y progresista un boomerang que tiene el potencial de decapitar nuestra capacidad de reconocernos a nosotros mismos como parte de la naturaleza… pero quizás la característica mas dañina es que se asume y se considera al Hombre como un ser especial, mas allá de todo lo animal, por encima de todas las otras especies. He aquí el Boomerang. La aceptación y perseverancia de la ignorancia a nivel mundial, ha permitido la destrucción de los bosques tropicales, nuestra principal fuente de oxígeno, la contaminación de las aguas, el desequilibrio indiscriminado de los últimos ecosistemas naturales, y la barbarie que se comete con todos los otros seres vivos. La incomprensión de nuestra verdadera humanidad, son la causa fundamental de todo racismo, guerra, y violencia alrededor del mundo”.
En efecto, los relatos del Génesis, con su enorme carga de belleza, aportan una visión en la que el ser humano difícilmente llega a verse a sí mismo como una parte más de la naturaleza. La centralidad del ser humano está presente en ambos relatos de la creación. Hay textos antiguos de características más holísticas, como ciertas tradiciones mayas en que la bondad o maldad de los seres humanos creados se evaluaba por los dioses en relación con su comportamiento con las criaturas. En el relato del Popol Vuh del pueblo maya quiché, por ejemplo, después del primer ensayo de creación del ser humano, (de lodo), el segundo intento se lleva al cabo con madera:
«Al instante aparecieron los hombres de madera, que se parecían al hombre, hablaban como el hombre y se reprodujeron, poblando la superficie de la tierra; pero no tenían espíritu, ni entendimiento, no se acordaban de sus creadores, caminaban sin rumbo y andaban a gatas. No tenían sangre ni humedad ni gordura; estaban secos. No se acordaban del Corazón del Cielo y por eso cayeron en desgracia. Entonces el Corazón del Cielo produjo una gran inundación que destruyó a los muñecos de palo. Una resina abundante cayó del cielo y los hombres fueron atacados por extraños animales, y se voltearon contra ellos sus perros, las piedras, los palos, sus tinajas, sus comales, por el uso que les habían dado, como castigo por no reconocer a los creadores. Los perros les dijeron: “¿Por qué no nos daban de comer? Apenas estábamos mirando y ya nos arrojaban de su lado y nos echaban fuera. Siempre tenían un palo listo para pegamos mientras comían… nosotros no podíamos hablar… Ahora nosotros los destruiremos a ustedes”. La descendencia de aquellos hombres son los monos que existen ahora en los bosques; éstos son la muestra de aquéllos, porque sólo de palo fue hecha su carne por el Creador y el Formador”.
Lo mismo puede decirse de este famoso y popular texto proveniente de la tribu piel roja Seattle, y que según una tradición extendida, pero no comprobable, dirigió el Gran Jefe Seattle al 14º presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce, en 1885:
«El agua cristalina, que brilla en arroyos y ríos, no es sólo agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos nuestra Tierra, deben de saber y aceptar que es sagrada, y que sus hijos aprendan que es sagrada, y que todos los pasajeros reflejos en las claras aguas son los acontecimientos y tradiciones que refiere mi pueblo. El murmullo del agua es la voz de mis antepasados. Los ríos son nuestros hermanos, ellos apagan nuestra sed. Los ríos llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos…Sabemos que el blanco no comprende nuestra manera de pensar. Para él una parte de la Tierra es igual a otra, pues él es un extraño que llega de noche y se apodera en la Tierra de lo que necesita. La Tierra no es su hermana, sino su enemiga, y cuando la ha conquistado, cabalga de nuevo. Abandona la tumba de sus antepasados y no le importa… Trata a su madre la Tierra, y a su hermano, el Cielo, como cosas que se pueden comprar y arrebatar, y que se pueden vender, como ovejas o perlas brillantes… ¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales desapareciesen el hombre también moriría, por la gran soledad de su espíritu. Lo que le sucede a los animales, luego también le sucede a las personas. Todas las cosas están estrechamente unidas. Lo que le acaece a la Tierra también les acaece a los hijas e hijas de la Tierra. Tienen que enseñar a sus hijos que el suelo que está bajo sus pies tiene las cenizas de nuestros antepasados».
El reto que esta realidad lanza a la reflexión bíblica y teológica es grande. El antropocentrismo, es una posición filosófica que, conectada con ideologías religiosas, justifica que todos los seres y materiales terrestres deben permanecer subordinados a las necesidades del ser humano. La ciencia moderna ha trabajado bajo la clave del antropocentrismo. Pero, en palabras de Leonardo Boff: “el antropocentrismo es un equívoco, pues el ser humano no es un centro exclusivo, como si todos los demás seres solamente adquiriesen sentido en cuanto ordenados a él. El ser humano es un eslabón, entre otros de la cadena de la vida”. Quitar al hombre del centro de todo, en otras palabras, descentrar el antropocentrismo y reconocer que es el planeta, con sus dinámicas complejas, al que hay que situar como centro (y el ser humano como parte de él), es parte de los paradigmas científicos complejos que están surgiendo y que retan a nuestra reflexión de creyentes.
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El hermano Francisco, Santo al que admiro, llamaba a todas las cosas vivas como sus hermanos, a la naturaleza en general. Es conocida y famosa la frase hermano sol, hermana luna. Dejeme decirle que alguna vez platicaba con alguien que quiero y admiro sobre la vida de San Francisco, y le preguntaba el porque de ese amor a la naturaleza. En aquella ocasion esa persona me daba un analisis diferente de esas frases, diciendo que San Francisco pensaba que era mas facil hablarle a los pajaros y animales sobre el reino que a las autoridades que en ese momento estaban en la jerarquia, quienes eran bastante cerrados a las formas de vivir el evangelio que tenia Francisco.
Sr Marcelo, respeto sus comentarios, jamas me he referido a usted para descalificarlo. Yo me referì al texto de Raùl, y me vino a la mente esa admiracion de Francisco por la naturaleza y al mismo tiempo su lucha por una iglesia mejor. De ahi mi comentario PARA RAUL.
Si yo quisiera decirle algo acerca de sus opiniones, se lo diria directamente y con respeto. Suponer es delicado en un «dialogo» , y todavia mas hacer afirmaciones sin conocimiento ni fundamento.
No dire mas por respeto a las indicaciones de los comentarios de la pagina.
Ricardo Lopez
Cuando no hay argumentos, entonces se pasa a la descalficación y a la calumnia, yo no he dado calficativos con los que difiero de opinión, ni de mente cerrada, ni abierta, ni tampoco de sabios o ignorantes, o de excluyentes o incluyente, solamente ha intercambiado mis puntos de vista y respetado sus opiniones aunque no este de acuerdo y expresado por que no estoy de acuerdo. Es justo terminar una discusión cuando uno ya este cansado aunque no se haya llegado a un acuerdo, lo que no es justo es descalficar al que piensa diferente, pense que eso es lo que se busca en indignación.
Hermano sol, Hermana luna. A veces es mas facil hablarle a ellos que con los que estan cerrados a un evangelio incluyente y liberador.
Padre, gracias por sus reflexiones, dios le colme de bendiciones.
Hace algunos meses de forma anónima le invito a que conozca la página http://www.lavozdeuman.com ese espacio de información y comunicación es suyo si así lo desea. Mucha gente necesita de su mensaje.
Creo que es verdaderamente imposible querer negar la diferencia que hay entre el ser humano y el resto de la creación es mas el ejercició que estamos haciendo ahora es una muestra de la diferencia entre las demas criaturas y el hombre tambien creado, si fuesemos igual que las demas criaturas, debieramos ver por nosostros y no nos importaría lo que sucediese en el mundo, pero NO, por que fuimos puestos en la creacion de Dios para cuidarla,administrarla y disfrutarla, somos mayordomos de la creación de Dios, es por ejemplo si yo tuviese la oportunidad de tener un Mercedes Benz, lo cuidaría, le daria su mantenimiento, estaria pendiente de todos los aspectos del coche por si hay algo que no esta en su lugar, si lo hago por mi Tsuru, cuanto mas lo haria por un Mercedes, pero sin embargo yo no lo hago por que es mi hermano el auto, que gracias a el voy al super a misa, a la escuela de mis hijos a mi trabajo, no no es mi hermano, pero esta bajo mi cuidado y en la medida que yo lo cuide y lo proteja lo voy a poder usar para mi bien, no es mi hermano el auto, pero lo cuido por que esta bajo mi mayordomia, el planeta Dios los dejo bajo nuestro cuidado si no lo cuidamos y lo destruimos esa va ser parte de la cuentas que vamos a dar, no solo haber desamparado a la viuda, olvidado al enfermo, despreciado al pobre y abandonado al preso, si no tambien no haber cuidado la creación de Dios, que fue una de las encomiendas dadas antes del pecado del hombre.
Es un tema que como Iglesia hemos olvidado hacer peso y desde hace tiempo me parece que debe ser el centro de reflexión durante la misa,sobre todo en las homilías, ya que como católico practicante nunca he escuchado que este tema sea tocado en una misa por el sacerdote, lo cual no quiere decir que ninguno lo haga, pero mínimo no la mayoría, como debería ser, siendo igual o más urgente que algunos otros temas que sí se tocan.
Al final no entendi muy bien la posición que tiene pero lo que tengo para decir es que ciertamente nos falta mucha educación a las personas en cuanto al cuidado del medio ambiente, muchos no saben que incluso los pecados contra la naturaleza van contra el mandamiento «no robarás», en la Iglesia también nos falta un poco más hablar sobre esto. Sin embargo no podemos poner al ser humano al mismo nivel de los seres creados ya que nosotros estamos hechos a imagen y semejanza de Dios.