Isabel Turrent es una analista internacional y mantiene una columna quincenal en el periódico Reforma. Interesada en la plena integración de las mujeres a la vida económica y política, uno de los atajos que nos van conduciendo al cambio de mentalidad conocido como ‘la revolución de género’, ha escrito en el número 184 de la revista Letras Libres un provocativo artículo titulado “¿Paloma para el nido?”
El título proviene de un poema de Salvador Díaz Mirón. El cuarteto donde se menciona la metáfora es el siguiente:
¡Confórmate, mujer! Hemos venido
A este valle de lágrimas que abate,
Tú, como la paloma para el nido,
Y yo, como el león para el combate.
Recuerda Turrent que el poema de Díaz Mirón, de proverbial incorrección política en nuestros tiempos, no deja, sin embargo, de reflejar “una visión milenaria y patriarcal sustentada en la biología: recluidas en el nido, las mujeres daban puntualmente a luz año con año. Ni siquiera en las florecientes democracias occidentales había una sola rendija que les permitiera rebasar las fronteras de la vida doméstica”, señala en su artículo la analista.
Parecería el poema de Díaz Mirón una rémora del pasado si no fuera porque se mantiene aún, y en ocasiones se sostiene con ferocidad, una mentalidad que no termina de aceptar en los hechos la igualdad de varones y mujeres. El periódico Finantial Time publicó, en febrero de este año, un estudio sobre la brecha de salarios que existe entre el trabajo femenino y el masculino: “No hay ningún país del mundo –señala el estudio– donde a las mujeres se les pague lo mismo que a los hombres”. Y eso puede corroborarse en datos duros: la OIT (Organización Internacional del Trabajo), que hace un seguimiento puntual de los cambios en el mundo laboral, señala que, en promedio, las mujeres ganan 23% menos que los hombres (77 centavos por cada peso, dólar o libra).
Una de las dificultades claves para la permanencia de esta desigualdad está basada en la capacidad reproductiva de las mujeres. Aun en los países que presumen de mayor igualdad salarial, como Suecia o Noruega, el salario femenino empieza a disminuir cuando las mujeres tienen hijos. Sin embargo, con lucidez, Isabel Turrent subraya que no son solamente los hijos los que causan la diferencia salarial: “Con o sin familia, en cualquier sector de la economía y en cualquier país del mundo, aun con las mismas capacidades y preparación, las mujeres ganan menos que los hombres… y no sólo ganan menos: tampoco ascienden al mismo ritmo que sus compañeros en las empresas donde laboran”.
Muchas mujeres, en los países en que se ha avanzado en legislar para la igualdad, quieren una vida en equilibrio entre el hogar y el trabajo. Para manejar, sin embargo, la doble carga de trabajo las que tienen oportunidad de hacerlo, tienen que disminuir frecuentemente la carga de trabajo optando por trabajar menos tiempo o abandonan temporalmente el trabajo, pero con ello pierden antigüedad, práctica y oportunidades de ascenso.
Se necesitan muchas concurrencias para acabar con la desigualdad laboral que aqueja a las mujeres. Turrent ofrece algunas ideas que pueden ser útiles: un entramado legal que castigue rigurosamente el acoso y el abuso sexual (causa de innumerables despidos y abandonos de oportunidades laborales para las mujeres), la construcción de una red de instituciones que, como las écoles maternelles de Francia, permita a las mujeres horarios flexibles de trabajo y una reinserción al trabajo sin costos después de tener un hijo, el establecimiento de cuotas obligatorias –como se ha probado exitosamente en Noruega– para asegurar un porcentaje razonable de mujeres en los puestos más altos de la pirámide de empresas y burocracias y la garantía legal de salario igual por el mismo tipo de trabajo.
Estas medidas no solucionarán por sí mismas la desigualdad de las mujeres en el campo laboral, porque el cambio medular está en las conciencias y la mentalidad colectiva es lo más lento en cambiar, pero sí ayudarán a ejercer presión sobre algunas de las ideas que, no por políticamente incorrectas son menos efectivas y que sostienen el andamiaje de la desigualdad, promovidas en muchas ocasiones por las iglesias, los medios de comunicación y por el mismo Estado. Pero algo es algo. Como bien concluye Isabel al final de su interesante artículo: “Las mujeres deben entender, finalmente, que ningún grupo –ni siquiera si tiene mayoría numérica– derruye órdenes tradicionales centenarios sin una presión sistemática, solidaria y sin tregua…” Y también deben entenderlo, agrego yo, los varones. A eso quiere colaborar esta humilde reflexión.
Nota: el artículo de Isabel Turrent puede leerse en: Letras Libres 184 (abril 2014) pp. 8-10 y es parte del dossier que dicha revista dedica al tema de la igualdad de género, con cuatro artículos más sobre temas relacionados y escritos por maravillosas escritoras.