Iglesia y Sociedad

Tolerancia y pluralidad en la iglesia

18 Jun , 2013  

El cristianismo no fue siempre lo que es hoy. Al principio no era visto sino como un desprendimiento sectario de la religión judía. De hecho, así era percibido por el imperio romano que permitió, sin entrometerse, que algunas autoridades judías persiguieran, amonestaran, encarcelaran a los cristianos e incluso les dieran muerte porque, como declara el procurador romano Festo en la comparecencia de Pablo: los acusadores comparecieron ante él, pero no presentaron ninguna acusación de los crímenes que yo sospechaba; solamente tenían contra él unas discusiones sobre su propia religión y sobre un tal Jesús, ya muerto, de quien Pablo afirma que vive (Hech 25,18-19). Pero los que fuimos objeto de intolerancia por parte de la religión judía, terminamos por convertirnos en una religión universal. Y la historia prueba, muy a nuestro pesar, que nuestra iglesia se convirtió también en una institución intolerante. Recuerdo ahora dos momentos culminantes del proceso de intolerancia por el que se despeñó la iglesia católica.

El primer momento es el siglo XV europeo, en el concilio de Florencia (1452), en que los obispos católicos declararon: firmemente creer, profesar y enseñar que ninguno de aquellos que se encuentran fuera de la iglesia católica, no sólo los paganos, sino también los judíos, los herejes y los cismáticos, podrán participar en la vida eterna. Irán al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles (Mt 25,4), a menos que antes del término de su vida sean incorporados a la iglesia… Nadie, por grandes que sean sus limosnas, o aunque derrame su sangre por Cristo, podrá salvarse si no permanece en el seno y en la unidad de la iglesia católica. (DS 1351). El segundo momento tiene lugar en el siglo XIX, el 15 de agosto de 1832, cuando Gregorio XVI afirmó: Otra cosa que ha producido muchos de los males que afligen a la iglesia es el indiferentismo, o sea aquella perversa idea extendida por doquier, merced a los engaños de los impíos, y que enseña que puede conseguirse la vida eterna en cualquier religión, con tal que haya rectitud y honradez en las costumbres… De esta cenagosa fuente del indiferentismo mana aquella absurda y errónea sentencia o, mejor dicho, locura, que afirma y defiende a toda costa y para todos la libertad de conciencia. Este pestilente error se abre paso, escudado en la inmoderada libertad de opiniones que, para ruina de la sociedad religiosa y de la vida civil, se extiende cada día más por todas partes, llegando a la imprudencia de algunos a asegurar que de ella se sigue gran provecho para la causa de la religión… La más antigua experiencia enseña cómo los estados que más florecieron por su riqueza, poder y gloria, sucumbieron por el solo mal de una inmoderada libertad de opiniones, libertad en la oratoria, ansia de novedades…” (GREGORIO XVI, Encíclica Mirari Vos, números 9 y 10).

¿Qué ocurrió para que llegáramos a posiciones tan cerradas? Nadie defendería ahora estos posicionamientos… ¿De dónde sacó el Vaticano II las intuiciones que le llevaron a convertir en doctrina oficial de la iglesia lo que Gregorio XVI consideraba«la absurda y errónea idea, es más, la locura de la libertad religiosa»? ¿Hay posibilidades de que la iglesia se siente en un plano de igualdad delante de las otras religiones y anuncie, sin imponer, su riqueza a toda la humanidad? ¿Tiene fundamento bíblico la pretensión de acabar con toda disidencia hacia el interior de la vida de la iglesia prohibiendo, por ejemplo, el trabajo de inculturación que –con todas las deficiencias que pueda tener una tarea humana– llevaba adelante el jesuita Anthony de Mello o continúa empujando la Teología India en nuestro continente? Son preguntas que no dejo de hacerme.

En el libro de los Hechos de los Apóstoles pueden encontrarse experiencias de pluralismo que abrieron a la iglesia a tiempos nuevos y la obligaron a desligar el mensaje de Jesús del molde cultural judío al que estaba atado. El conflictivo proceso que siguió la integración de los paganos a la iglesia cristiana, que cuenta con la celebración de la Asamblea de Jerusalén (Hech 15), y el áspero encuentro entre Pedro y Pablo debido a las concepciones diferentes que tenían de la convivencia entre cristianos procedentes del judaísmo y cristianos procedentes del paganismo (Gal 2,11-14) entre sus puntos más álgidos, es una muestra de lo difícil que fue para las iglesias del inicio aprender a convivir en tolerancia y abrir de par en par las puertas de la comunidad cristiana a todas las personas sin distinción.

Actualmente tenemos muchos asuntos en discusión dentro de las iglesias cristianas: la inculturación de la fe en los pueblos indígenas, el status de la mujer en la iglesia, las formas legítimas de ejercicio de la sexualidad y la conversión de la iglesia a la participación democrática propia de la modernidad, por nombrar algunos. Aunque estos retos están lejos de encontrar vías de solución, es imperativo planteárnoslos para comenzar a generar la discusión que desembocará en un nuevo paradigma de iglesia.

Antes de hacerles una propuesta atrevida, quisiera decir una opinión acerca de la verdad y las verdades en la doctrina de la iglesia. La pregunta fundamental es más filosófica que religiosa: ¿existe una verdad absoluta por encima de toda relación con el sujeto que la conoce? San Agustín contesta que la verdad en sí sería solamente la verdad como Dios la conoce. La verdad humana, en cambio, es siempre un encuentro entre sujeto y objeto. Y como un sujeto no registra las cosas de la misma manera que una cámara fotográfica, de allí se desprende que hay un elemento irreductible de pluralismo en la verdad y en el conocimiento humano, como bien señalaba Casiano Floristán. Puede hablarse de ideas y conceptos unívocos solamente cuando se trata del conocimiento científico y experimental, referente a objetos cuantificables y delimitados. Pero cuando se habla de realidades propiamente humanas nos damos cuenta que son conceptos necesariamente abiertos, que no pueden ser apresados en una delimitación rigurosa y definitiva. ¿Qué es el amor? ¿la belleza? ¿la amistad? ¿la simpatía? ¿el odio? ¿la poesía? ¿Hay acaso una sola respuesta a estos interrogantes fundamentales?

Que no podamos dar respuesta única y definitiva a estas cuestiones no quiere decir que no haya intentos válidos y respetables de respuesta, pero que son necesariamente intersubjetivos y condicionados al tiempo y a la cultura en que se emiten. Podemos, necesitamos hablar entre nosotros de estos asuntos, y llevar nuestro diálogo más allá del tiempo para conversar estos asuntos con las generaciones del pasado, pero sólo podemos hacerlo como intercambio de significaciones, nunca mecánicamente, porque nuestras ideas hunden sus raíces en una cultura que nos antecede. Además, las experiencias personales e históricas modifican esta conceptualización. Así ha sido siempre y así será. Todo esto nos indica la necesidad de una actitud de diálogo en nuestra marcha hacia la verdad. Nadie tiene la verdad para dictarla a otros. Estamos todos llamados a intercomunicarnos nuestra búsqueda y nuestros hallazgos, siempre dinámicos y evolutivos.

«Lo esencial de la actitud dialogal es la apertura y receptividad frente al otro. Y la sinceridad. Esto requiere un clima de libertad. Con un dogmatista no se puede dialogar. Tampoco con un inquisidor o un comisario de policía. Pero humanamente el diálogo es un momento insustituible para profundizar en el conocimiento y en la búsqueda de la verdad», nos recuerda con razón Juan José Tamayo. Con las actitudes inquisitoriales pasa lo mismo que con la multiplicación de normas en la tradición oral de los judíos, denunciada por Jesús en el evangelio: comienzan por querer servir a la “ortodoxia” y terminan obstaculizando el camino hacia la verdad. No hay diálogo posible si no hay disposición de ambos interlocutores de recibir algo del otro. No se puede dialogar con quien está enteramente satisfecho y absolutamente seguro de su verdad.

Y aquí viene mi propuesta. Creo que algunas de las cuestiones que tienen que ver con el pluralismo y la inculturación son urgentes y acuciantes. Me refiero a cuatro campos en los que es necesario que la discusión plural se garantice, sin satanizaciones de ningún tipo. Por eso, en lugar de dar un discurso con mi opinión en torno a estos casos o esperar que alguien nos dé permiso, como si infantes fuéramos, quisiera promover una discusión de todos/as en torno a estos asuntos. Les propongo conversar con sus amigos y amigas sobre las siguientes preguntas. No son todas y, probablemente, ni siquiera las más importantes, pero pueden ser un buen inicio.

La inculturación de la fe en los pueblos indígenas.
¿Ha penetrado la buena noticia del evangelio en el imaginario indígena maya yucateco? ¿en qué lo notas?
La liturgia de nuestros pueblos, ¿tiene algún rasgo indígena? ¿cuál?
¿Cuál es tu opinión sobre la religiosidad popular? ¿debe aceptarse? ¿debe combatirse? ¿debe purificarse?

El estatus de la mujer en la iglesia
¿Crees que la mujer juega un papel importante en la iglesia? ¿en qué lo notas?
¿Qué margen de decisión tienen las mujeres en sus comunidades eclesiales?
¿Qué opinas del acceso de las mujeres a los ministerios de conducción en la iglesia? (ordenación de las mujeres, desempeño de tareas exclusivas del varón en la iglesia actual, etc.)

La iglesia y la diversidad sexual
¿Conoces personas homosexuales que formen parte de las comunidades eclesiales que conoces? ¿Cuál te parece que debería ser su participación?
¿Crees que las personas homosexuales puedan llevar su vida cristiana viviendo de acuerdo con su orientación sexual, o tienen que cambiarla?
¿Qué opinas de que las personas homosexuales lleguen a puestos directivos en sus comunidades eclesiales?

La iglesia y la conversión a la vida democrática
La iglesia habla de democracia a los Estados, pero no practica la democracia hacia su interior, señala un crítico. ¿Estás de acuerdo con esta afirmación? ¿Qué entiendes por iglesia democrática?
¿Estarías de acuerdo en que los ministros ordenados fueran elegidos democráticamente?
¿Qué medios sugerirías para hacer que los cristianos y cristianas participaran en las tomas de decisiones en sus iglesias?

Todo diálogo requiere respeto por la opinión y la persona del otro. Ejercitemos nuestra capacidad de crítica y de propuesta. Démonos tiempo para conversar de estos asuntos con nuestros compañeros y compañeras de apostolado, en nuestras parroquias… Estaremos gestando ya, en pequeño, una iglesia más abierta, plural y tolerante, más dispuesta a leer los signos de los tiempos.


2 Responses

  1. La importancia capital de la crítica a la doctrina judaizante de la Iglesia, radica en que nos aporta los elementos de juicio necesarios para deslindar objetivamente el camino ecuménico. Y darnos cuenta de la felonía moral que cometió San Pablo en sus epístolas al desviar el movimiento cristiano inicialmente laico, hacia la ecumene Abrahámica. Cambiando la __objetividad de los hechos y enseñanzas de Cristo hombre narrados en los Evangelios, como ejemplo para motivarnos a seguirlo practicando el altruismo, el misticismo y el activismo social intensos, a fin de alcanzar la trascendencia humana y la sociedad perfecta__ por la subjetividad de la explicación teológica para seguir a Cristo resucitado, practicando la el culto, el rezo, el rito y la lectura bíblica. Convirtiendo en religión, el movimiento cristiano inicialmente laico, con el fin de que los judíos cristianos siguieran cumpliendo la ley de Israel o Torah, y los cristianos no judíos siguieran a Israel sin darse cuenta. Privando a la humanidad de la posibilidad del hombre de desarrollarse espiritualmente siguiendo las jornadas y metas del camino ecuménico que siguen los místicos a fin de alcanzar el perfil de humanidad perfecta o trascendencia humana cuyos rasgos elevó Cristo a bienaventuranza eterna. http://es.scribd.com/doc/148809387/Cristianismo-Sin-Judaismo

  2. Jair Colli dice:

    La pregunta filosofica si existe una sola verdad filosofica, creo que San Agustin fue mucho mas claro de como es citado en este escrito, En lo personal creo que si hay una Verdad unica y la pongo con mayuscula por que es el mismo Dios, Jesus dijo Yo Soy la Verdad y la Vida, por lo tanto creo que la verdad no es propiedad de alguien, si no que somos propiedad de la Verdad, es decir de Dios, y en la medida que no acerquemos al caracter de nuestro Dueño la conoceremos más es Verdad unica del universo, pero a medida que nos alejemos de el, nos rebelemos, queremos ser autosufientes, independisarnos, hacer las cosas a nuestro modos, según nuestros gustos, o lo que nos parece mejor en nuestra mente y finita, entonces entraremos en la confusión enorme de ¿quien tiene la verdad? Dios es la verdad y todo lo que nosotros pensemos debemos medirlo ante el caracter Santo de Dios descrito en su palabra y en su creación si se ajusta a Dios, entonces estamos cerca de la verdad, si no se ajusta a Dios, aunque la mayoria piense que es correcto, es mentira.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *