Iglesia y Sociedad,Pascua

Pregón pascual 2006

17 Abr , 2006  

17 de Abril de 2006

Raúl H. Lugo Rodríguez

Hoy es quince de abril, ya son las once. Nunca la luna estuvo más radiante. Jamás su luz resplandeció en la noche con tal intensidad. Esta noche es noche que da día. Florida es esta pascua en primavera.

Ayer veíamos a un cordero triste, llevado brutalmente al matadero como un reo de muerte. Pero hoy la noche se viste de mañana. Abrimos nuestra risa y nuestro canto igual que un abanico. Si tenemos coraje, escucharemos cómo se mece en el viento una noticia, una ancestral noticia siempre nueva: la pascua es hoy victoria, Jesús es nuestra aurora amanecida en mitad de la noche, es su resurrección una promesa de vida nueva y de hermandad posible.

Pero la vida nueva no es asunto de futuros lejanos. He visto ya, con los ojos nublados por el llanto, dignos renacimientos. Algo distinto crece entre las sombras, igual que una semilla criolla entre transgénicos.

Frente a la canallada de los legisladores, que entregaron la patria a dos televisoras y vendieron su honra por un par de monedas, hay una radio oculta, marginal, clandestina, que toma su destino entre las manos y ocupa la frecuencia que una ley ilegítima le quita. Nunca la música tuvo notas tan claras ni las noticias fueron tan verdaderas. Cuando el pueblo despierta, no hay senado que valga. Crece la libertad como los hongos: eso es resurrección aquí y ahora.

Mariela vivía ayer en las márgenes del miedo. En la colonia Sambulá su casa era hogar de violencia. Ayer dijo ya basta: nunca más un amor que justifique golpes, palabras que lastimen o desprecios que hieran. Puede mirar ahora sin vergüenza los ojos de su prole. Ya no renunciará a ser ella misma por temor a una herida. Crece la dignidad como flor nueva: eso es resurrección aquí y ahora.

Ramiro habita en la crujía Equis. La cárcel es su casa desde hace siete años. Mira pasar la droga, veneno tolerado y promovido, sabe cuándo se vende, dónde y en qué momentos. No hay en estas paredes, húmedas y agrietadas, atisbos de esperanza. La violencia carcome los sentidos. La ausencia de programas se comprende: la droga es gran negocio que llena los bolsillos y mantiene quietos a los rebeldes. Ramiro habla en pasado: “fui adicto, dice, hace ya casi un año que me mantengo limpio; lo he logrado solito, a despecho de guardias y custodios; me acordé cuando, afuera, iba a sesión de alcohólicos: solamente por hoy, y así ha pasado el tiempo”. Crece la gallardía en la mazmorra: eso es resurrección aquí y ahora.

Podría multiplicarles los ejemplos, pero temo aburrirles. Bastaría abrir los ojos y notar que la resurrección llega cantando como lluvia temprana, como un anticipado chubasco refrescante. Se llama resistencia y ojos limpios, dignidad y trabajo y mariposa. Tiene por nombre libertad y esperanza, democracia de abajo y a la izquierda, autonomía, hermandad, luz multiforme. Viene rompiendo muros de ignominia y echando abajo leyes fraudulentas, tanto en París como en las avenidas de cada ciudad gringa, en las calles de una colonia al sur de Mérida o en una celda oscura del Cereso.

Mucho más que en un cambio de gobierno, yo creo en la resurrección.

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RESURRECCIÓN

28 Mar , 2005  

28 de marzo de 2005

Raúl H. Lugo Rodríguez

Cuando tengamos un sueño en la mirada
y la esperanza aquí entre las dos cejas,
y no hayamos perdido aún el gusto
de pensar que mañana, que algún día
se podrá sonreír yendo al trabajo,
y tener una casa,
y calzar a los hijos con zapatos
que no sean regalados.

Cuando en nuestro deseo tenga un puesto
-un lugar por derecho-
la mesa en la que todos nos sentemos
a compartir el pan y la alegría,
donde el poder no sea de unos pocos
y donde decidamos
que existan hospitales para todos,
y escuelas para todos,
y empleos para todos…
donde no hallemos tiempo para amar la tristeza,
ni encontremos lugar para las lágrimas.

Cuando creamos juntos que es posible
construir la sociedad a esta medida,
entonces no tendremos ya más miedo
de pronunciar tu nombre.
Y podremos decir alegremente
Resurrección con R de Romance,
de Ruiseñor y de Radicalismo
de Rosa, de Remedio y Romería,
de Reconciliación y de Respuesta,
Reino de Dios y Rostros sonrientes
y -por qué no decirlo-
R de Roma.

(Y es que en la misma letra
está también el lado de lo opuesto
-y la Resurrección sabrá acabarlo-:
r de reformismo y risotada,
de robo y de rapiña,
r de ricachón y de ratero
y de rapacidad,
de rastreros, de rapto, de rivales
y -por qué no decirlo-
r de roma)

Y cuando decidamos que te asientes
en las orillas de nuestra existencia
habremos dado un paso, sólo uno,
en la insomne carrera de la historia.
«No habrá resurrección –escuché un día–
hasta que cada uno haya aprendido
a vivir para el otro».

Y en esta iglesia en la que te quedaste
a mitad del camino,
en la iglesia del prolongado invierno,
en mi iglesia -ese cofre de misterio-
te harás presente un día.
Ojalá que la aurora nos encuentre
peleando de tu lado.
Ojalá no nos tome de sorpresa…

Iglesia y Sociedad

MITIN EN TLATELOLCO A LOS 26 AÑOS

3 Oct , 1994  

Al poeta, en su cumpleaños

ABAJO corre sangre
hundiéndose hasta el fondo, en las raíces,
en la piel de la plaza.

BARREN hoy las palabras los recuerdos.

COSTRAS negras
henchidas de memoria,
recuerdan el dolor.

CHACALES de uniforme verde olivo
mataron ansiedades imposibles
hervidas entre sol y tarde tibia.

¿DE dónde escapa el líquido vital,
ELIXIR siempre rojo de la vida?

FÉTIDO olor de acusación y muerte
dejó escapar la sangre derramada.

GIGANTES ángeles de la inocencia,
los muchachos caídos asemejan
héroes embravecidos en la arena.

HURACANES de amor, de rebeldía:
¿qué hacían a esa hora allá en la plaza
sino sembrar de muertes el futuro?

INAUGURAN las cruz y los calvarios,
caminan sin saberlo
al cadalso de piedra y de silencio.

JUGUETONES destinos
la muerte y sus conjuros.

KIOSQUITOS de banderas victoriosas
pululan por las calles
en recuerdo del mes del espectáculo,
de la patria, le llaman.
Sin embargo nos sobra tinte rojo:
en esta plaza faltan dos colores.

LASTIMADOS ayer por la barbarie,
las pendones no ondearon antes nunca
como en esta terraza,
en esta bulliciosa explanada,
en esta inmensidad de puño al viento.
MAÑANA será igual:
aquí estaremos,
pacientes en la lucha y el ensueño.

NINGÚN soldado podrá ya arrancarnos
la patria de la piel y de las venas.

ÑANDÚ fatal y derrotado cisne,
no podrá ya el gobierno con la vida,
con la perseverancia combativa,
con el sueño sellado.

OBSTACULIZARÁ la democracia,
la hará más lenta,
el fantasma del golpe y del garrote.
Pero nadie después de Tlatelolco
detendrá impunemente
el paso presuroso de la historia.

PARAÍSOS cercanos, conseguibles
por la hermandad de muchos y el coraje:
sueño roto en pedazos.
¡Plaza de los martirios clandestinos!
¡Templo donde el imperio ha masacrado
la inocencia que quiso en un otoño
parir la patria nueva!

QUE vibre la canción enardecida.
Un sollozo común une de nuevo
dos semillas de canto y de futuro:

RAMÓN de la Cañada y los caídos
El Ché y Tlatelolco,
Ernesto y los muchachos.

SUBIENDO aquí otra vez,
sobre estas ruinas,
en esta plaza de los sacrificios,
vendrá una aurora virgen.
¡No estamos derrotados!

TERQUEARÁ Tlatelolco días nuevos
de pan y leche fresca para todos.

UTOPÍAS bordadas de piñatas,
de paz y de sonrisas,
de justicia en capullo, de armonía…
¡El tiempo se ha cumplido!

VENCIENDO en esta hora perfumada
de música y magnolias,
ya viene la incontable caravana
del pueblo organizado.

XENOFOBIAS estériles,
teologías de muerte,
infantilismos zurdos, trasnochados,
murallas de pureza,
falsedad y egoísmo disfrazados,
quedarán como sombra en el olvido.

YA viene el mar con un nuevo bramido,
un rojo amanecer sin la vergüenza
de no estar a la altura de los sueños.

ZAHERIDAS multitudes
vienen por el camino
con el humor a tiempo y a destiempo,
con la procacidad a flor de rabia,
correteando en las calles,
sin miedo a la traición, miedo al casero,
miedo a la oscuridad que se nos cuela,
cual virus infeccioso, por la sangre:
tal es el sueño convertido en mitin,
la esperanza sentada en la pirámide.
¡Porque este octubre y cada dos de octubre
son puerta de otro Méjico!

Iglesia y Sociedad

VENGANZAS PERSONALES

1 Ago , 1994  

Cuando la revolución nicaragüense cumplió 10 años, hubo una gran concentración en la plaza principal de Managua. Muchos artistas de todo el continente fueron a felicitar a los nicaragüenses con cantos y poesías, que es la manera como acostumbran hablar los habitantes de ese pequeño país, llamado alguna vez por el obispo poeta, Monseñor Casaldáliga, «la niña de la honda». Pues bien, fue en esa plaza repleta de gentes y de sueños, en donde por vez primera se cantó una hermosa canción que reflejaba, a diez años de la victoria, el temple resistente de tantos hombres y mujeres que habían visto morir a sus mejores hijos e hijas a manos de la guardia asesina, y que abrigaban una particular percepción de la venganza.
«Venganza personal» era el título de aquella canción que se ha vuelto, al paso de los años y de los fracasos, de los reinicios y de las luchas contra gigantes, en símbolo de la generosidad de un pueblo y en ejemplo de respuesta cristiana a los problemas. No resisto la tentación de transcribir algunos de los más hermosos versos de la canción de la que hablamos: «Mi venganza personal será el derecho de tus hijos a la escuela y a las flores / mi venganza personal será entregarte este canto florecido sin temores / Mi venganza personal será mostrarte la verdad que hay en los ojos de mi pueblo: / implacable en el combate siempre ha sido el más firme y generoso en la victoria./ Mi venganza personal será decirte: / ‘buenos días’ sin mendigos en las calles / cuando en vez de encarcelarte te proponga que sacudas la tristeza de tus ojos / cuando vos, aplicador de la tortura ya no puedas levantar ni la mirada / mi venganza personal será entregarte estas manos que una vez vos maltrataste / sin lograr que abandonaran la ternura. / Y es que el pueblo fue el que más te odió / cuando el canto era el lenguaje de violencia / pero el pueblo hoy, bajo de su piel / rojo y negro tiene erguido el corazón».
He pensado mucho en esta canción en los últimos días, en estos aciagos tiempos de la patria nuestra. Las amenazas parecen crecer mientras más se acerca el tiempo de las elecciones. La multiplicación de las intimidaciones y de los atentados han hecho que yo también piense en una serie de «venganzas personales», a la manera de aquellos revolucionarios nicaragüenses, para poder proponerlas después de la victoria de los sueños.
Mi venganza personal será seguir en la lucha por la democracia, aunque las más oscuras fuerzas de la traición muevan los hilos de un trailer sin placas y pretendan arrollar, junto con un candidato, nuestro anhelo de alternancia democrática.
Mi venganza personal será abrir las puertas de mi comunidad y de mi corazón a aquellos que quisieron comprarme, a los que quisieron pasarme a las filas de los bien vestidos y decentes funcionarios de culto, a los que se compadecieron de mis alpargatas y de la austeridad de mi cuarto. Les abriré las puertas de mi comunidad y de mi corazón cuando la historia haya dictado su veredicto inapelable en favor de los más pequeños, y les enseñaré la generosidad de una pared desnuda y la hermosura de un pie bronceado por el sol y por la tierra.
Mi venganza personal será ofrecer un curso de defensa de los derechos humanos a quienes allanaron la casa de los jesuitas en Guerrero y ofrecerles mi ayuda para que nunca vean atropellado su derecho a reunirse pacíficamente y a opinar de manera diversa a las autoridades en turno. El Obispo de Guerrero recibirá también de mi parte el apoyo solidario que le negó a sus hermanos en la fe y en el ministerio.
Mi venganza personal será mostrar la frente limpia y la sonrisa amplia a la anónima voz que amenazó de muerte a mi amigo sacerdote en un teléfono que vomitaba sangre, y decirle que ya no habrá razón para que tenga miedo, porque mi amigo y yo defenderemos su vida con la fuerza de la ley y del derecho.
Mi venganza personal será no abandonar nunca esta trinchera en favor de la justicia y de la libertad para todos, de la pluralidad y de la igualdad ante la ley. Ofreceré mi mano amiga a quienes, desde el poder, hubieran querido quemar las mías, y mis escritos y mis palabras lanzadas a los vientos, y mis folletos y mis comunicaciones. Daré un órgano de comunicación a quienes quisieron colocarme una mordaza e imploraré una bendición para aquellos enemigos de la memoria que me maldijeron cuando tomé la pluma para no permitir que el dolor de la herida se olvidara.
«Cuando vos, aplicador de la tortura, ya no puedas levantar ni la mirada / mi venganza personal será entregarte estas manos que una vez vos maltrataste, sin lograr que abandonaran la ternura»

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LA ESTABILIDAD SOCIAL EN PELIGRO

2 May , 1994  

Algunas noticias aparecidas en la prensa nacional en esta última semana son muy preocupantes. La creación de un organismo coordinador que agrupará bajo un solo mando a todos los órganos nacionales de seguridad ha recibido una casi unánime respuesta negativa de las fuerzas que trabajan por la democracia y el cambio social. «El miedo no anda en burro», dice el refrán. Los organismos civiles y los partidos de oposición tienen toda la razón del mundo al sospechar que un organismo de esta índole pueda fácilmente ser utilizado para la represión de la organización ciudadana y pueda caer en la tentación de actuar por encima de la ley y de las garantías constitucionales.
También la semana pasada nos enteramos de que han sido adquiridos (¿por el gobierno federal?) 18 vehículos provistos de cañones de agua y diseñados para dispersar manifestaciones y controlar desórdenes. Es difícil pensar que dichos vehículos blindados vayan a ser utilizados para regar las superficies desérticas del país o para dispersar alguna manifestación del partido oficial; la compra de estos vehículos parece tener destinatarios bien precisos. Cuando Sergio Aguayo, director de la Academia Mejicana de Derechos Humanos, supo de la compra afirmó, «Esta es una señal ominosa de que algo va a suceder. No me gusta»: certera síntesis de lo que una buena parte de los mejicanos habrán pensado al enterarse de la noticia.
Un tercer acontecimiento viene a sumarse a los dos anteriores: hay una creciente intimidación de parte de la secretaría de estado encargada de la seguridad nacional en contra de activistas de derechos humanos, miembros de organizaciones civiles y -en relación con la guerra de Chiapas- de gente de iglesia, laicos/as, religiosos/as y sacerdotes, comprometidos en la toma de conciencia de sus comunidades o que han manifestado su simpatía por la labor pastoral de la iglesia chiapaneca. Esta intimidación ha sido documentada y públicamente denunciada por la red nacional de organismos de derechos humanos «Todos los derechos para todos».
Una conclusión tentativa ante todos estos hechos es que el gobierno nacional se está preparando para enfrentar un proceso de desestabilización o un previsible estado de ingobernabilidad en la nación. El problema es que no sabemos quiénes son o serán los promotores de esa desestabilización o ingobernabilidad contra la cual el gobierno parece estarse preparando con tanta eficiencia.
Aunque lo normal sería pensar que el gobierno se prepara para combatir a enemigos de la paz y la tranquilidad del país que, lógicamente, se encuentran fuera de sus filas, algunos ciudadanos -yo entre ellos- estamos acostumbrados a que en Méjico las cosas suelen ocurrir al revés. Ya Breton afirmaba que nuestra patria es un país «surrealista». Y no hablo gratuitamente: que en las investigaciones acerca del asesinato del candidato del PRI a la presidencia, por ejemplo, estén ya implicados como presuntos responsables en algún grado, algunos de los encargados mismos de la seguridad del candidato, muestra que las cosas en nuestro país están más revueltas de lo que nos imaginamos.
La situación es delicada; la hora actual es, quizá, el momento político de mayor trascendencia desde el fin de la revolución mejicana. No se puede jugar con fuego. La posición de algunos comentaristas de radio y televisión plenamente identificados con la linea oficial que, con creciente insistencia, afirman a voz en cuello que el gobierno no debe tolerar más el desorden, aumenta más las sospechas de que -como dice Aguayo- «algo va a suceder». Tal vez nunca ha sido tan grande la responsabilidad del gobierno y de sus órganos de seguridad en la toma de decisiones, como en el período que culminará en el proceso electoral del 21 de agosto y en sus tiempos postelectorales. No se puede en estos momentos aventurar públicamente hipótesis que aumenten la confusión; no puedo -sin embargo- dejar de asentar aquí que, en mi humilde opinión, la creación de una «superpolicía», la compra de carros para reprimir manifestaciones públicas, y la intimidación de ciudadanos que realizan labores de toma de conciencia popular, no son medidas que ayuden a promover la estabilidad social y la gobernabilidad.
Desde hace algunos días, seis para ser exactos, he intensificado mi oración por esta atribulada patria en la que vivimos. Le he pedido a Dios que prive en esta hora la sensatez y la cordura y que todos, especialmente el gobierno del país, tengamos la valentía y la humildad necesarias para poner el bien de todos en primer lugar. He pedido también fortaleza y serenidad para aquellos que, desde las más diversas trincheras, han decidido colaborar para el florecimiento de una patria más justa, fraterna y democrática, y han apostado a este sueño («sin aval», como diría el poeta) hasta su propia seguridad personal. Le he pedido, por último, que la realidad desmienta mis sospechas. Nunca como ahora he deseado resultar solamente un falso profeta de catástrofes.

Cuentos de navidad,Iglesia y Sociedad

QUIERO VIVIR UN AÑO MÁS

3 Ene , 1994  

No sé si sea una oscilación patológica, pero no puedo dejar de reconocer que hay fechas y acontecimientos que me hacen pasar con bastante rapidez del pesimismo y la tristeza, a un optimismo irremediable. La temporada navideña, no sé por qué extrañas razones, me llena siempre de nostalgia: recuerdo a las personas a quienes la muerte me ha arrebatado y siento sus ausencias que no dejan de doler aunque pasen los años; recuerdo a los vivos que quisiera que estuvieran junto mí y que la distancia me arrebata irremediablemente; finalmente, cargo sobre los hombros la silenciosa y lacerante realidad de tantos hermanos y hermanas a quienes la sociedad -y la manera como ésta está organizada- no permite que pasen una navidad feliz. De manera que las fiestas navideñas siempre tienen para mí un cierto sabor de insatisfacción, de nostalgia inevitable, de alegría incompleta y, por esto mismo, agridulce.
El Año Nuevo, en cambio, representa para mí un ejercicio de higiene mental. Es tiempo de esperanza y de acción de gracias. Por eso, en este 1994 que inicia, quisiera dejar pública constancia de las cosas por las que creo que vale la pena vivir un año más.
Quiero vivir un año más porque 1993 me proporcionó la experiencia de la enfermedad y, con ella, la conciencia clara de que no tenemos la vida comprada, de que el tiempo se nos escapa de las manos sin sentirlo, y de que -como dice la canción- no podemos permitir que «la reseca muerte nos encuentre / vacíos y solos, sin haber hecho lo suficiente».
Quiero vivir un año más porque tengo aún que pagar una gran deuda de cariño y afecto a mi familia, a mis amigos y a todos los que en este año que termina estuvieron cerca de mí y me ofrecieron su alegría cuando yo estaba triste, su apoyo cuando yo estaba desanimado, su palabra de afectuosa advertencia cuando estuve a punto de equivocarme y su comprensión cuando, en efecto, me equivoqué.
Quiero vivir un año más porque trabajo en Tecoh, y allá el pueblo me ha enseñado a sobrevivir sin perder la alegría y la ternura; porque muchas personas del pueblo han dejado sus rostros y sus nombres, sus personas y sus sentimientos, grabados a sangre y fuego en mi alma; porque con ellos he aprendido a creer en Dios mejor y más fuertemente y a esperar contra toda esperanza; porque me han enriquecido con sus raíces indígenas y me han enseñado a amar la dulce lengua de los mayas; porque me han adoptado como hermano de camino y han soportado con inagotable paciencia mis incongruencias, animándome con cariño a superarlas.
Quiero vivir un año más porque el trabajo de defensa y promoción de los derechos humanos es un camino largo que he comenzado a transitar en la más hermosa de las compañías; porque todavía quedan muchas personas para quienes la dignidad es más importante y valiosa que un plato de lentejas, aunque éstas sean de oro de 24 quilates; porque todavía quedan gritos que no se escuchan, manos que no se aprietan con fuerza a otras manos, sueños que no se cumplen.
Quiero, en fín, vivir un año más porque, a pesar de mis desvaríos, no he podido arrancar de mis huesos el fuego del evangelio; porque no he terminado aún de luchar por que mi servicio a la comunidad no se convierta en un aburrido y degradante ejercicio burocrático; porque mantengo todavía las ganas de gastarme y desgastarme por merecer el nombre de cristiano.
Quiero vivir un año más porque Dios no ofrece oportunidades de balde y yo quiero aprovechar la que ahora me brinda.

Cuentos de navidad,Iglesia y Sociedad

BIENAVENTURANZAS NAVIDEÑAS

27 Dic , 1993  

Hace unos días recibí una hermosísima felicitación de navidad. Junto a la fotografía de un niño indígena recién nacido, deslumbraba un texto del profeta Zacarías: «Todavía te queda algo que anunciar: Yo te aseguro -dice el Señor- que en mi pueblo habrá abundancia de todo» (Zac 1,17).
Ha sido éste un año cargado de pesares. Como los pastores de las cercanías de Belén, también nosotros hemos trabajado toda la noche y nos parece que no amaneciera nunca. Como ellos, recibimos de repente la visita de los ángeles y el anuncio del Dios que se hace niño indefenso. Y nos acercamos con sigilo a la cuna de la ternura para encontrar en ella a la esperanza recién nacida.
¡Cuánta falta nos hace la esperanza! ¡Qué secos son sin ella nuestros días y qué árido nuestro camino! No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes, pero hay noches en que he sentido el cansancio del mundo en mis espaldas, noches en que he apretado los dientes por la rabia y en las que he conocido la impotencia. Por eso me hace falta la esperanza, por eso quiero que el Dios débil del pesebre vuelva a nacer hoy y repita su anuncio de vida plena para todos.
La felicitación que recibí terminaba con un deseo navideño: «Hoy renovamos la esperanza, con la certeza de que Dios tiene la última y la única palabra: Jesús y su proyecto de Reino». Yo también quiero hoy renovar la esperanza. Creo que si los ángeles aparecieran súbitamente en Mérida volverían a proclamar bienaventurados a los hombres y mujeres de buena voluntad. Sus bienaventuranzas bien podrían ser las siguientes:

«Bienaventurados los que buscan la paz,
los que caminan en medio de la lluvia protestando,
los que llevan la frente siempre en alto,
los violentamente pacifistas: tercos para defender su dignidad.
Bienaventurados los que no se cansaron a medio camino,
los que en Umán lograron castigo para el culpable,
los que en Valladolid se organizaron,
los que en Catmís no cejan en sus luchas,
los maestros que aún gritan en la Plaza,
los que se duelen con el dolor de sus hermanos.
Bienaventurados los que luchan por la unidad,
los que no prohíben a sus hijos tener amigos indios,
los que por buscar mayor honestidad en la iglesia, en el estado y en el partido, son acusados de destruírlos,
lo que no confunden unidad con uniformidad
diálogo con discusión,
conflicto con división.
Bienaventurados los que defienden la amistad,
los que saben que una sola persona es una causa por la que vale morir,
los fuertes que ofrecen su hombro para el llanto ajeno,
los débiles que tienen lágrimas que compartir.
Bienaventurados los que no cierran su puerta a la esperanza,
los que, a pesar de todo, siguen firmes,
los que beben el cáliz de la rabia
y le guardan su espacio a la ternura,
los que apuestan todavía por el Reino
y desgastan su vida en realizarlo.

Estas y muchas más podrían ser las modernas bienaventuranzas navideñas, las variadas motivaciones de nuestra esperanza. A los ocho lectores de esta columna, si todavía están allí, les deseo fervientemente ser de estos bienaventurados, les anuncio de nuevo la esperanza.
Hace unos días recibí una hermosísima felicitación de navidad. Era de color verde.

Iglesia y Sociedad

LA VIRGEN DE GUADALUPE

20 Dic , 1993  

Una noticia bastante desagradable ha sido la de saber que se pretende usar la religiosidad popular como instrumento de chantaje político. La desafortunada declaración hecha la semana pasada por un líder sindical pone de manifiesto, por un lado, la prepotencia de quien se cree dueño de la voluntad de los trabajadores agremiados y, sin pudor ni respeto, habla en nombre de ellos sin consultarlos. Pero, al mismo tiempo, muestra el miedo que incuban en su corazón los poderosos, delante de una práctica religiosa que amenaza con «derribar a los potentados de sus tronos… y despedir a los ricos con las manos vacías».
Como acertadamente declaró Monseñor Castro Ruiz, yo también estoy seguro de que la mayoría de los taxistas no están de acuerdo con las declaraciones de su líder. Todavía más: estoy seguro de que muchos taxistas irán el día que les toca peregrinar al Santuario de la Virgen, en San Cristóbal, a pesar de las amenazas y chantajes a las que, seguramente, se verán sujetos.
A quienes no irán al santuario por mezquinos intereses, seguramente la sociedad les cobrará algún día la cuenta de sus acciones. A quienes no irán por conservar el trabajo que da pan a sus hijos, les comprendo y les animo en su resistencia silenciosa. A quienes, desafiando el uso pervertido del liderazgo sindical, irán a la peregrinación, así sea sin sus taxis y como incógnitos, les quiero compartir algunos fragmentos de la oración que el Movimiento Juvenil Parroquial de Tecoh promovió para uso de los antorchistas guadalupanos en este año.
MADRE NUESTRA DE GUADALUPE, SEÑORA DE AMÉRICA, AQUÍ A TUS PLANTAS VENIMOS TUS HIJOS PARA OFRECERTE ESTE ACTO DE HOMENAJE Y DE CARIÑO.
QUEREMOS QUE ESTA PEREGRINACIÓN NOS RECUERDE QUE SOMOS PARTE DE UN PUEBLO QUE VA CAMINANDO UNIDO HASTA DIOS. QUEREMOS QUE LA ANTORCHA QUE LLEVAMOS EN NUESTRAS MANOS SIMBOLICE LA FE QUE QUEREMOS CONSERVAR ENCENDIDA, DEFENDER Y TRANSMITIR A LOS DEMÁS.
TÚ, MADRE NUESTRA, HAS ESTADO SIEMPRE PRESENTE EN LOS MOMENTOS MAS DIFÍCILES DE NUESTRA PATRIA: CON EL CURA HIDALGO EN EL INICIO DE LA INDEPENDENCIA Y CON LAS FUERZAS DE ZAPATA EN LA LUCHA POR LA TIERRA, EN TIEMPOS DE LA REVOLUCIÓN. POR ESO TE PEDIMOS QUE ESTA PEREGRINACIÓN NOS AYUDE A PARTICIPAR MÁS EN LA LUCHA POR HACER DE ESTA PATRIA NUESTRA, UN LUGAR DONDE NO HAYA DISCRIMINACIÓN NI INJUSTICIA, DONDE SE ACABE LA ENFERMEDAD Y EL SUFRIMIENTO, DONDE TODOS PODAMOS SER IGUALES Y TENER LOS MISMOS DERECHOS. UNA PATRIA DONDE TODOS PONGAMOS NUESTRO GRANO DE ARENA PARA HACERLA UN LUGAR DIGNO PARA NOSOTROS Y PARA LAS FUTURAS GENERACIONES.
MADRE SANTÍSIMA DE GUADALUPE, TÚ ESCOGISTE A JUAN DIEGO COMO TU MENSAJERO. NO ESCOGISTE AL REY O AL OBISPO PARA LLEVAR TU MENSAJE, SINO A UN HUMILDE INDÍGENA CAMPESINO. CON ESO NOS MOSTRASTE QUE EL AMOR DE DIOS ESTÁ MÁS CERCA DE LOS POBRES Y DE LOS QUE SUFREN ABANDONO Y MARGINACIÓN. TE PEDIMOS QUE NOS DES FUERZAS PARA VALORAR EL TRABAJO DE NUESTROS HERMANOS CAMPESINOS Y NOS DES CARIÑO POR LA TIERRA QUE DIOS NOS DIO PARA QUE VIVIÉRAMOS TODOS FELICES. TE PEDIMOS QUE NOS AYUDES A ORGANIZARNOS PARA DESTERRAR DE ENTRE NOSOTROS LA MISERIA, LA EXPLOTACIÓN Y EL ABUSO DE LOS PODEROSOS. TE PEDIMOS QUE, EN MEDIO DE LOS PROBLEMAS POR LOS QUE PASAMOS, NUNCA PERDAMOS LA SONRISA NI EL BUEN ÁNIMO, NUNCA PERDAMOS LA PALABRA AMABLE NI LA TERNURA. AMÉN.
Creo que esta oración juvenil es una buena síntesis de devoción guadalupana y muestra con claridad cómo la piedad guadalupana lleva al cristiano a comprometerse con las mejores causas de su pueblo. Todo lo contrario de lo que el vergonzoso (y esperemos que fracasado) boicot de la directiva sindical de los taxistas persigue.

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CONSEJERO DE GOBIERNO

13 Dic , 1993  

Yo siempre he sido bueno para los consejos. El afamadísimo franco-mejicano Joseph-Marie Córdoba Montoya, asesor de los asesores del Presidente Salinas de Gortari, debería participarme un poco de su extranjera suerte y darme un puestecito de Consejero Honorario de la República. Algunas recomendaciones interesantes podría darle este servidor al Presidente neoliberal que hoy nos gobierna.
Pero como no gozo de las simpatías de Córdoba Montoya (ni siquiera tiene el gusto de conocerme, ni yo a él), me conformaría con el cargo de Consejero (aquí sí: nada de honorario) del Gobierno de Yucatán, para poder desde ese lugar de servicio dar uno que otro consejito para ayudar a sacar a nuestro Estado de su abatimiento.
Podría dar, por ejemplo, unas cuantas ideas para hacer más creíbles los próximos comicios. En primer lugar recomendaría al gobierno tomarse unas buenas y obligadas vacaciones durante el proceso electoral, de manera que la sociedad civil y los partidos políticos organizara dicho proceso de principio a fin, y en caso de que la sociedad civil siguiera empeñada en hacerse fraude a sí misma, ya no tuviera pretextos para echarle la culpa al gobierno ni a la Comisión Federal de Electricidad.
Aconsejaría, además, que -en caso de paros laborales postelectorales- el gobierno participara dejando de trabajar. Así, los que nacimos y crecimos en las décadas del anarquismo, tendríamos la oportunidad de pasar algunos días al año saboreando un Yucatán sin autoridades legítimas, y gozaríamos al ver la frustración de quienes pensaban que, sin gobierno, Yucatán no seguiría en pie.
Recomendaría colocar de Procurador de Justicia a una persona con capacidad suficiente para idear una prisión especial para delincuentes electorales, cuyo proceso de readaptación contaría con el pedagógico paso a las celdas de algún líder sindical que les ofrecería a los presos, todos los días de la cadena perpetua, un kilo de carne a cambio de quedarse un tiempecito más en la cárcel.
Para no convertirme solamente en un consejero en asuntos de elecciones, podría idear algunas soluciones para otro tipo de problemas a los que cualquier gobierno bien nacido tendría que enfrentarse. Por ejemplo, recomendaría la formación de una comisión que vigilara el buen uso de los fondos del PRONASOL, PRODEZOHE, PROCAMPO y todos los nuevos PROES que pudieran surgir en un sexenio, para que los recursos ya no siguieran dedicándose a hacer escarpas sobre las que no se puede caminar, a menos que sea uno equilibrista y haya practicado algunos años en la cuerda floja, o parques infantiles en los que los niños acaban jugando con tubos, porque los columpios nunca llegaron.
Recomendaría también al gobierno apoyar deportivamente a los jóvenes, evitando que las asociaciones futbolísticas cobren tanto a quienes quieren jugar y elevando la calidad de los árbitros, para que griten menos y arbitreen más. Así podríamos volver a los memorables tiempos en que había pleitos apasionados entre los jugadores, dado que ahora sólo hay pleitos entre jugadores y árbitro, y eso desmerece el espectáculo.
Tengo algunos consejitos más guardados bajo la manga y que serían de gran utilidad para el gobierno: sobre el funcionamiento del CERESO, sobre la habilidad policíaca para conseguir confesiones, sobre cómo aplicar técnicas brasileñas en la solución del problema de los niños de la calle, sobre las múltiples ventajas de que la CFE continúe en manos del gobierno, y muchísimas brillantes ideas más. Es por eso que, desde esta popular tribuna, suplico a mis ocho lectores que apoyen mi autopostulación para Consejero Permanente del Gobierno del Estado de Yucatán.
El único problema es que no puedo aconsejarles a quién mandar sus cartas de apoyo. Los abogados de la anarquía estamos de luto ante tanta autoridad que hay en el Estado. A lo mejor en el próximo artículo puedo comunicarles con certeza a quién pueden mandarle las cartas de apoyo: si al Gobernador Constitucional, si a la Gobernadora ausente, si al Gobernador que despacha en Palacio, si al Gobernador electo o a la Gobernadora moral. Una disculpa por mi indecisión: tantos gobernadores causan confusión hasta en el mejor de los consejeros.

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LA RAÍZ DE MI ESPERANZA

6 Dic , 1993  

En solamente una semana hemos vivido en el Estado situaciones sorpresivas y decepcionantes. Muchas cosas han dejado a los yucatecos en un estado de consternación pocas veces visto: la frustrante experiencia de los comicios pasados, la posibilidad cierta de un enfrentamiento violento entre las principales partes en contienda, la renuncia de la titular del Poder Ejecutivo, las posteriores explicaciones que no explicaron nada, el manejo de los principios éticos y las lealtades a todos, menos al pueblo, la dolorosa constatación de la corrupción de todos los partidos y del pueblo mismo y tantas cosas más que nos han sumido en un anonadamiento sin parangón… y, al final, la pregunta del inicio: ¿qué está pasando en Yucatán?
Como un túnel sin salida, la avalancha de los acontecimientos nos coloca en el riesgo de perder el último y más preciado de los tesoros: la esperanza. ¿Con qué cara podremos mañana invitar de nuevo a la gente a votar? ¿Cómo no recordar los reproches que dirigimos a los que promovían el abstencionismo conciente y dejar de reconocer que les asistía, al menos, parte de razón? ¿Cómo devolver el ánimo perdido a esa enorme cantidad de ciudadanos que, sin el desahogo de los gritos en la plaza pública, tienen que morderse su rabia y llorar su impotencia?
Preparando una junta del Movimiento Familiar Cristiano, releí un texto evangélico que me hizo retornar a las raíces de la esperanza. Se trata del pasaje de San Juan en el que Jesucristo comparece ante Pilato. Me asombré al redescubrir a un hombre indefenso, semidesnudo y azotado, acusado públicamente y humillado, pero de pie, con la frente en alto, retando con su majestad de pobre al representante del máximo poder imperial de la época, armado solamente de la verdad y del anuncio de un Reino diferente a los de este mundo: Jesús, sangrientamente gallardo. Y del otro lado al poderoso, enfundado en sus trajes elegantes y en la investidura de su autoridad, pero temblando, temblando de miedo ante la presencia del subversivo de Nazaret: Pilato, poderosamente frágil.
En la escena se dibujan dos maneras de concebir la vida y la historia: el poder frente al no-poder. El resultado es paradójico: el indefenso que se planta como alternativa al poder ejercido como dominación porque no tiene nada que perder, y el poderoso que tiembla frente a la acusación personal y quemante de un hombre débil, pero que no tiene precio, que no está en venta.
Este texto, leído a la luz de los más recientes acontecimientos de nuestro Estado, me ha reabierto la puerta a la esperanza. Y me ha hecho comprender la equivocación que encierra pensar que la democracia se construye en el tiempo de las campañas electorales, o que el respeto a los derechos humanos se logra con el simple castigo de algún culpable que permanecía impune. No, la tarea es más larga y la empresa de mayores dimensiones. Se trata de transformarnos en personas nuevas, de trabajar callada y pacientemente por la abolición de la cultura de opresión y muerte, de asumir que el no-poder es el único horizonte que producirá el cambio cualitativo; se trata de acompañar al pueblo en el proceso de recuperación de su identidad y de su dignidad, de prestar nuestra humilde ayuda para que todos, un día, pudiendo abusar no lo hagamos, porque amamos a los débiles; habiendo recibido mayores conocimientos los pongamos al servicio de los otros, porque los apreciamos como personas; habiéndonos ganado el don de la autoridad hagamos de ella un servicio a los hermanos.
Y todas estas cosas del Reino, en las que estoy dispuesto a empeñar mi vida, mis capacidades, mi pasión y hasta mi muerte, no se agotan, ni siquiera se cumplen cabalmente, en la lucha por el poder. La tarea de construír un ser humano y una sociedad nuevos, realizada a la manera de Jesús, es decir, al lado y a partir de los más pequeños, de los indefensos y despreciados, de quienes, hasta hoy, venden su voto por hambre y su dignidad por un kilo de carne, al lado de los pobres sin eufemismos ni mistificaciones, esa tarea, digo, es mucho más grande que la trágica comedia de enredos a que ha conducido el reciente fraude electoral. La raíz de mi esperanza y de mi lucha está más allá y no puede ser derrotada en las urnas del voto no respetado. La raíz de mi esperanza está en Jesús, el indefenso de Galilea.