Iglesia y Sociedad

Una mano para La 72

5 Oct , 2015  

la72

Para los otros caídos… los del 68

La primera masacre de San Fernando fue un crimen cometido por Los Zetas entre el 22 y 23 de agosto de 2010, en el ejido de El Huizachal del municipio tamaulipeco de San Fernando. Los 72 ejecutados, 58 hombres y 14 mujeres, fueron en su mayoría migrantes provenientes de Centro y Sudamérica, asesinados por la espalda, para posteriormente ser apilados y puestos a la intemperie. Las primeras investigaciones señalan que fueron asesinados porque, luego de ser secuestrados, no pagaron el dinero que les exigían para dejarlos libres y también se negaron a formar parte del grupo criminal. Tres meses después de la masacre se habían reconocido 50 de los 72 cuerpos: 21 hondureños, 14 salvadoreños, 10 guatemaltecos, un ecuatoriano, y 4 brasileños.
Según funcionarios federales mexicanos, los migrantes, quienes iban repartidos en dos camiones, partieron de Veracruz el 21 de agosto con la intención de pernoctar en algún poblado de Tamaulipas. Antes de llegar a San Fernando fueron interceptados por un grupo de sujetos armados quienes les obligaron a brindar “información” sobre parientes en Estados Unidos, asimismo les exigieron dinero a cambio de su libertad. Ante las negativas eran golpeados. Por el testimonio del testigo los captores ofrecieron el “ingreso” al cartel, aunque no está claro el propósito.
De acuerdo al sobreviviente ecuatoriano, Luis Fredy Lala Pomavilla, el número de migrantes era de 76. Más adelante, la PGR declaró que “72 fueron asesinados, 2 sobrevivieron y 3 se encuentran desaparecidos, estos últimos dos choferes y un ayudante, de nacionalidad mexicana…, de quienes aún no se ha determinado si formaban parte de una red de traficantes de ilegales hacia Estados Unidos (polleros) y tenían conexión con Los Zetas”. Los sobrevivientes pudieron escapar porque, en su huida, llegaron a un Centro de Atención al Migrante que les brindó protección.

Hasta aquí un fragmento de la información que ofrece Wikipedia sobre la masacre ocurrida en San Fernando hace ya cinco años. Algunos meses después de la tragedia, Fray Tomás González OFM fue trasladado a Tabasco después de varios años de servicio en Yucatán y quedó encargado de la atención a los migrantes centroamericanos que llegan a Tenosique desde Guatemala. Conoció entonces de mano propia las atrocidades cometidas en contra de los migrantes en los apenas 60 kilómetros que separan Tenosique de la frontera con Guatemala. Tras horas y días de escuchar sus sufrimientos y curar sus heridas, Fray Tomás tomó la iniciativa de fundar un hogar y refugio para migrantes y no dudó en ponerle por nombre “La 72”, en memoria de los asesinados en Tamaulipas.

Ha llovido mucho desde entonces. La 72 se ha convertido en un hogar, así sea fugaz, para miles de centroamericanos que han pasado por el albergue y han recibido ahí trato digno, comida caliente, un lugar donde dormir, defensa de sus derechos, curación para sus llagas y protección ante las bandas del crimen organizado y sus cómplices del Instituto Nacional de Migración. Fray Tomás se ha convertido, junto con otras y otros activistas por los derechos de los migrantes en el país, en un referente en la batalla contra la crueldad de la xenofobia y la insensibilidad del Estado mexicano ante el holocausto migrante.

Como todas las obras de servicio social, La 72 necesita medios económicos para poder seguir prestando el servicio que ofrece a los migrantes. Por eso promueve ahora la campaña “Brazos Solidarios”, con la que busca asegurar recursos para garantizar el abasto anual de alimentos para el funcionamiento de la casa refugio de Tenosique en 2016. Como parte de esa campaña tendrá lugar en nuestra ciudad de Mérida una exposición itinerante de fotografías. La exposición recorrerá Universidades y Escuelas que le han abierto las puertas. Habrá que estar pendientes, porque en unos días más se hará el anuncio oficial del itinerario de la muestra y las fechas en que estará en cada una de las Universidades que se han comprometido a recibirla.

Las fotografías que componen la muestra son obra de la artista visual Silvia Carrillo y fruto de su convivencia con migrantes que han pasado por el albergue de Tenosique. Las imágenes retratan rostros, miradas, gestos de hombres y mujeres, niñas y niños, que llevan en los ojos el dolor de la expulsión de sus propios países, sea por persecución, por hambre, por pobreza o por la amenaza de la violencia, pero que llevan también la esperanza de que, en algún lugar, en algún momento, puedan encontrar las condiciones para tener una vida digna y tranquila. Saben a lo que se enfrentan al pretender atravesar este infierno llamado México para llegar a su frontera norte, pero lo hacen porque no encuentran otra opción y porque, para decirlo en palabras del periodista salvadoreño Óscar Martínez: “Es así, digan lo que digan los funcionarios estadounidenses, argumenten lo que argumenten los más radicales republicanos, es así. Alguna gente se va porque no quiere morir”.

Muchas personas se han sentido tocadas por el drama de los migrantes. Hay corazones conmovidos ante su tragedia. Otros más, sienten vergüenza porque, en el holocausto migrante, se participa por acción o por omisión. Por eso algunos, algunas, de alma generosa, quisieran prenderse del sayal de Fray Tomás o subirse a la camioneta del padre Solalinde o unirse al grupo de Las Patronas para aportar su trabajo generoso a favor del tránsito digno de los migrantes por nuestro país, pero no encuentran las circunstancias propicias para poder hacerlo. No todos podemos irnos a Tenosique, o a Ixtepec o al albergue Belén de Saltillo.

La exposición fotográfica a la que les invito a estar atentos, es un pretexto, un artístico pretexto, para que nos informemos de cómo podemos unir nuestros esfuerzos a los del valiente equipo que lleva adelante la Casa Refugio de La 72 y colaborar para asegurar el alimento a las y los migrantes que pasan por Tenosique en busca de mejores oportunidades de vida.

Yo que ustedes, iría… ya ven que en algún lugar está escrito: “Porque fui forastero y me hospedaron…”

Iglesia y Sociedad

Chablekal y la independencia posible

18 Sep , 2015  

Me quedan algunas marcas de mi formación autodidacta en ciencias sociales. Que las revoluciones (entendidas éstas como las transformaciones operadas en la estructura social que permiten una refundación de los modos de producción, de distribución de bienes y de consumo) solamente pueden tener lugar cuando se han dado las condiciones mínimas que permitan su surgimiento, es una de ellas.

El caso de la principal celebración del santoral cívico mexicano –la independencia– es paradigmático. El surgimiento y fortalecimiento de un estrato ilustrado de población criolla en la época colonial, las ideas de la ilustración y la experiencia reciente de la revolución francesa y su impacto en el debilitamiento de la ideología monárquica, fueron elementos sin los cuales habría sido imposible el estallido de la guerra de independencia.

¿Cuál es la revolución que nuestro tiempo necesita? Este año, la celebración de la independencia ha sido especialmente desesperanzadora. Sumidos en lo más hondo de una crisis que abarca la economía (depreciación del salario, aumento de los precios), la política (corrupción gubernamental y cinismo de la partidocracia), la procuración y administración de justicia (desapariciones forzadas y crecimiento de la impunidad) y la convivencia social (niveles de violencia y persistencia de patrones discriminatorios), el grito desangelado del titular del ejecutivo federal ante un zócalo a medio llenar con acarreados del estado de México reflejó solamente el hartazgo colectivo y la inoperancia cada vez mayor de los instrumentos clásicos de manipulación de masas: el pan y el circo.

Aprovechando las herramientas digitales doy una ojeada a los artículos que, año tras año durante las dos últimas décadas, he escrito en ocasión de las fiestas patrias. La desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y los recientes escándalos de corrupción en el gobierno son las notas que distinguen la celebración del 205º aniversario del grito de Dolores en este año 2015. En estos tiempos México ha terminado por convertirse en un gigantesco cementerio. Sobrevivimos sobre una pila de muertos: migrantes indocumentados, víctimas de secuestros, mujeres asesinadas, periodistas y activistas de derechos humanos, jóvenes estudiantes, indígenas que defienden su territorio… y todo ello con la participación, por complicidad o por omisión, del Estado. En un panorama así, cuesta trabajo encontrar lugar para la esperanza.

La depresión, sin embargo, es desmovilizadora. Tanto a nivel personal como social, deprimirnos solamente nos inmoviliza y permite que la situación trágica continúe su carrera hacia el caos y la destrucción. Refundar desde sus raíces este país parece ser la tarea revolucionaria del actual momento. Hay iniciativas que caminan en este sentido. No solo es el zapatismo y su sostenido testimonio de la posibilidad de construir la convivencia social desde otra perspectiva, sino que van surgiendo aquí y allá iniciativas, como la de la Constituyente Ciudadana, que apuntan a nuevas direcciones, que enderecen el rumbo de este caos en el que hemos convertido a México.

Por eso quiero referirme aquí a un movimiento local que despierta muchas esperanzas. Los pobladores y pobladoras de la comisaría meridana de Chablekal han sufrido la venta indiscriminada de su territorio: algunos ejidatarios se han llenado los bolsillos mientras muchas familias se han quedado sin poder ofrecer a sus hijos e hijas un pedazo de tierra donde puedan hacer su casa (ya ni pensar en cultivar la tierra, que la mancha urbana crece con apetito voraz e esos territorios, alentada por la ineptitud de los tres órdenes de gobierno). Así pues, han comenzado a reunirse para conversar qué pueden hacer para conservar como territorio del pueblo las hectáreas que aún no han sido vendidas por el comisariado ejidal.

Hay mucha novedad en el movimiento de Chablekal por la defensa de su territorio: en primer lugar, las y los pobladores sustentan su petición en leyes internacionales que defienden el territorio de los pueblos originarios. Con la reciente reforma constitucional en materia de derechos humanos, ha quedado consagrado el nivel de obligatoriedad que dichos instrumentos legales internacionales tienen en nuestro país. Pero movimientos como el de Chablekal obligan a las autoridades agrarias y ejidales a enfrentarse con un nuevo discurso y desnudan las reformas que solamente son pronunciamientos pero que no favorecen la legislación menor que puede hacerlos exigibles.

Por otro lado, el movimiento de Chablekal es novedoso también porque coloca en la discusión pública una realidad que resulta políticamente incorrecta, incluso para las izquierdas: la actual inoperancia de las estructuras ejidales y la conversión de una estructura, originalmente surgida para la defensa del uso de la tierra por las y los campesinos, indígenas en su gran mayoría, en un instrumento al servicio de la voracidad de los empresarios inmobiliarios y/o extractivistas. El ejido, medio de reivindicación usado ayer por los pueblos indios para la defensa de su territorio, ha terminado por convertirse (no, desde luego en todos los casos de nuestra geografía… hablo aquí de Chablekal) en un instrumento de despojo por el que los pueblos originarios se van quedando sin el territorio que les da identidad y permite la reproducción de sus patrones culturales.

Ambas novedades están siendo duramente combatidas por quienes se ven afectados por el crecimiento vigoroso del movimiento. La reciente respuesta del comisariado ejidal de Chablekal ante el Tribunal Agrario negando la existencia de mayas en este territorio, expone en toda su crudeza la ideología “yucatequista” (aquí no hay mayas y no mayas, lo que habemos son yucatecos) y los oscuros intereses que esta ideología termina por favorecer. No es poco abjurar de la diversidad cultural que tendría que ser una de las auténticas glorias de nuestra patria. Pero terminar favoreciendo con nuestra manera de clasificar a las personas a un puñado de capitales de dudosa procedencia, es vergonzoso.

Una tercera novedad, no menos importante, es la manera cómo este movimiento de Chablekal ha ido tomando sus decisiones: en asambleas comunitarias abiertas, democráticas y en busca de consensos. Muy distinto del ejercicio del poder dentro del ejido, donde los comisarios son casi amos y señores que operan en lo oscurito y sacan pingües ganancias de corruptas ventas, donde se hacen ilegales depuraciones del padrón cada determinado tiempo a conveniencia de quienes mandan y donde las mujeres son, en la práctica, un cero a la izquierda.

En fin, que ya ustedes podrán juzgar con mayores elementos al leer el comunicado que la Unión de pobladores y pobladoras del pueblo de Chablekal ha emitido en el primer aniversario de su movimiento y que ahora les comparto. Consideren ustedes, amables lectoras y lectores de estas páginas, si conocer y seguir este movimiento popular de Chablekal no es una buena manera de celebrar la independencia… aunque haya usted ido a ver a Espinosa Paz que, según me cuentan, está en su mejor momento…

Unión de pobladores y pobladoras de Chablekal.

Comunicado

El 28 de agosto se cumplió un año de que los pobladores, avecindados y comuneros de este pueblo de Chablekal, tomamos posesión de las tierras que siempre nos fueron negadas por parte del ejido y de las autoridades agrarias. En esta fecha se constituyó la Unión de pobladoras y pobladores del pueblo de Chablekal. Por el derecho a la tenencia de la tierra, el territorio y los recursos naturales.

Esta unión la conformamos poco más de 250 personas entre hombres y mujeres; muchos somos hijos e hijas de ejidatarios, otros somos hijos e hijas de ejidatarios que fueron depurados de manera ilegal, también estamos aquellos que hace años llegamos y que nos establecimos, haciéndonos vecinos. Todos aquellos somos vecinos y naturales porque somos hijos e hijas nacidos en este pueblo de Chablekal.

Nuestra Unión de pobladoras y pobladores ha resistido un año de lucha comunitaria, se ha mantenido unido y comunicado. Ha permanecido todos los domingos en las tierras que hemos ocupado, en el polígono denominado Misne-Balam (El gato-Jaguar). Hemos logrado mantenernos informados de todas las acciones que se han realizado, por medio de nuestras asambleas de todos los lunes por las noches, en la explanada de la unidad deportiva.

Algunos compañeros han renunciado a esta lucha; para ser exactos, fueron diez varones que por su propia voluntad, manifestaron no querer seguir en esta causa; hay otros que nunca se acercaron al movimiento, a pesar de que se les visitó muchas veces. Por otra parte, muchos más compañeros y compañeras se han acercado para solicitar información del movimiento, y hasta se han integrado nuevos miembros de esta Unión.

También tenemos que decir que muchos ejidatarios se han acercado al movimiento y nos han dicho que están muy de acuerdo con lo que estamos haciendo, es decir que muchos ejidatarios han comprendido que la tierra es de todos y todas. Seguramente estas personas ya están entendiendo que vender toda la tierra de nuestro pueblo no es la mejor solución. Nuestra Unión de pobladoras y pobladores está siendo acompañada y asesorada por los abogados/as del equipo de derechos humanos INDIGNACION A.C., que han preparado todos los recursos legales que se han presentado ante las dependencias agrarias, es decir, la Procuraduría y el Tribunal Agrario, así como también ante el Instituto para el Desarrollo de la Cultura Maya del Estado de Yucatán, (Indemaya) y ante la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI).

ACCIONES JURIDICAS. A MODO DE RECUENTO
La Unión de pobladores presentó el día 8 de septiembre de 2014 una demanda ante la Procuraduría Agraria del Estado de Yucatán, en la que se solicitaba la intervención de dicha autoridad para que suspendiera toda clase de transacción que se pudiera hacer con las tierras de nuestro pueblo. También se solicitó el reconocimiento de los derechos que todas y todos tenemos a la tenencia de la tierra y el territorio. La Procuraduría Agraria no contestó nuestra petición en el tiempo que manda la ley, por esa razón la Unión solicitó un amparo ante la justicia federal, la cual obligó a la Procuraduría Agraria a contestar nuestra demanda.
El delegado federal de la Procuraduría Agraria en Yucatán, Pablo José Castro Alcocer, respondió a nuestra demanda diciendo que las cosas que le estamos pidiendo no las podía hacer, ya que eso es facultad únicamente del Tribunal Agrario. Sin embargo, el mismo delegado nos invitó a que formáramos una comitiva de la Unión de pobladores para que nos presentáramos en sus oficinas para conversar sobre la problemática que estamos denunciando. El día 14 de enero del 2015 tres compañeros de la Unión nos presentamos y sostuvimos una plática con el delegado, el cual nos prometió invitar al comisario ejidal de Chablekal, para que entablásemos una mesa de diálogo en la que él mismo fungiría como mediador y defensor, para que ambas partes saliéramos beneficiadas. El delegado, Pablo José Castro Alcocer, nunca más nos volvió a hablar para dicha mesa de diálogo. EL GOBIERNO Y SUS INSTITUCIONES LE MIENTEN AL PUEBLO.

El 10 de octubre del 2014 presentamos nuestra demanda ante el Tribunal Unitario Agrario; en ella exigimos se reconociera nuestro derecho a la tenencia de la tierra, el territorio y los recursos naturales. También exigimos que dicho Tribunal dictase las medidas precautorias necesarias para detener la venta de nuestras tierras. Este Tribunal tampoco nos quiso contestar, por lo que, otra vez, tuvimos que solicitar el amparo de la justicia federal para que nos contestara. Recalcamos que este Tribunal Unitario Agrario en dos ocasiones ha rechazado nuestras demandas, señalándonos cosas que creemos que son solamente pretextos para retrasar la admisión de nuestra demanda. El Tribunal nos ha dicho, entre otras cosas, que no ha podido aceptar nuestra demanda porque no sabe dónde notificarle al comisario ejidal; sin embargo, todos hemos visto en muchas ocasiones al visitador del Tribunal en la casa del comisario. LE VOLVIERON A MENTIR AL PUEBLO: PUROS PRETEXTOS.

En el más reciente rechazo a nuestra demanda, el magistrado del Tribunal, Dr. Rubén Gallardo Zúñiga, señaló el que sería el último requisito que nos faltaría para poder aceptar nuestra demanda. El 3 de agosto de este año, presentamos la última prevención que se nos había solicitado: la ley dice que el magistrado tiene de cinco a diez días para contestarnos y ya se ha pasado su tiempo; seguramente tendremos que volvernos a amparar para que nos conteste. Como diríamos en el pueblo: a esta autoridad, si no las jurgas, no te contesta. EL GOBIERNO EN SUS INSTITUCIONES LE MIENTE AL PUEBLO.

El pasado 23 de abril del año en curso, presentamos una solicitud de mediación ante la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), así como también ante el Instituto para el Desarrollo de Cultura Maya del Estado de Yucatán (INDEMAYA), presididas por sus respectivos directores, C. Jesús Carlos Vidal Peniche y C. José Nicolás Ávila Cervantes. La Unión de pobladores decidió pedir la intervención de estas instancias ya que estas fueron creadas para salvaguardar y defender los derechos de los pueblos. Hasta el día de hoy estas instancias no han contestado a nuestra petición. EL GOBIERNO Y SUS INSTITUCIONES SOLAMENTE LE MIENTE AL PUEBLO.

LOS POBLADORES Y EL COMISARIO EJIDAL
Los pobladores y pobladoras hemos sostenido dos encuentros informales con el señor Leoncio Coot Kantún. El domingo 31 de agosto de 2014, alrededor de 150 pobladores y pobladoras sostuvimos una plática informal en los montes de Misne-Balam con el señor Leoncio Coot Kantún, que estaba acompañado de sus colaboradores. En esa ocasión, el comisario nos advirtió que no tomáramos posesión de esas tierras ya que, según él, la asamblea había acordado la prohibición de que fueran ocupadas. También nos dijo que la asamblea nos sancionaría por haber entrado en esos montes. Los pobladores, por nuestra parte, le reclamamos que el ejido siempre nos había negado nuestro derecho y le dejamos en claro que la tierra es de todos, y también le exigimos que convocara a una asamblea, la cual nunca convocó.

El domingo 28 de septiembre mantuvimos un segundo encuentro con el comisario en el monte de Misne-Balam. En esta ocasión, el comisario solamente comentó que seguía viéndonos de cerca y que convocaría una asamblea para que ésta decidiera qué iba a pasar con nosotros. Nunca convocó a la asamblea. En esa misma ocasión, los señores Fidelio Cohuo Chí, Rubén Azueta Cohuo y Tomás Cohuo, junto con el consejo de vigilancia, se acercaron al grupo para exigirnos que abandonáramos ese monte ya que, dijo el señor Fidelio Cohuo, ese polígono era su posesión; además, nos dijo que el comisario ejidal no es autoridad, que la verdadera autoridad es el consejo de vigilancia, y que por esa razón lo había llevado al monte para que viera lo que los pobladores estábamos haciendo. El consejo de vigilancia solamente nos dijo que a ellos no se había acercado ninguna persona de nuestro grupo para manifestarle lo que estábamos haciendo. Al final de la discusión, el señor Fidelio Cohuo terminó aceptando que los pobladores sí tenemos ese derecho, sin embargo nos dijeron que era una lástima que hubiéramos reaccionado tarde ya que las tierras se habían acabado, y que lo que quedaba era para ellos.
En otra fecha un grupo de pobladores nos apersonamos en la casa del comisario para entregarle una copia de la demanda que interpusimos ante la Procuraduría Agraria; sin embargo, él nunca salió a recibir el documento a pesar de que muchos lo vieron dando vueltas adentro de su casa.

¿QUÉ ES LO QUE ESTAMOS EXIGIENDO?
Las y los pobladores de Chablekal le exigimos al ejido que paren las ventas de las tierras de nuestro pueblo. LA TIERRA ES DE TODOS Y TODAS
Que reconozcan el derecho que tienen todos los pobladores, avecindados, comuneros y posesionarios, sobre las tierras y seamos incluidos en la toma de decisiones. ¡El ejido tiene facultad para reconocernos! ¿POR QUÉ SE NIEGA? El ejido al negarnos este derecho viola todos nuestros derechos humanos y nuestras garantías colectivas e individuales. Eso es un DELITO.
Exigimos a la Procuraduría Agraria que deje de solapar todas esas ventas que se han hecho de manera ilegal y tramposa. Le exigimos que sea una autoridad que garantice el derecho de todas y todos. Su trabajo es PROCURAR EL DERECHO DEL PUEBLO.
Le exigimos al Tribunal Unitario Agrario que admita nuestra demanda y deje de poner pretextos para su aceptación. Le recordamos al Tribunal Agrario que ya un Tribunal Federal ha reconocido la validez de nuestra organización. QUE DEJE DE DEFENDER A LOS EMPRESARIOS Y QUE DEFIENDA AL PUEBLO. ESE ES SU TRABAJO.

¿QUÉ ES LO QUE DEMANDAMOS HOY LAS Y LOS POBLADORES DE CHABLEKAL?
Después de analizar la situación que hoy existe en la mayoría de nuestros pueblos, naciones y comunidades indígenas que vivimos en el territorio nacional, en Chablekal hemos resuelto manifestar nuestra palabra.
Damos a conocer que actualmente muchos de nuestros pueblos mayas de Yucatán somos víctimas de despojos violentos de nuestras tierras, territorios y recursos naturales. Los grandes empresarios de Mérida, junto con el capital extranjero, están acaparando todo nuestro territorio. Y peor aún es lo que pasa en otros estados de la república, en donde se ha asesinado, desaparecido y encarcelado a cientos de hermanas y hermanos indígenas. Y lo mismo que pasa en nuestro país, pasa en todo el continente. Los malos gobiernos capitalistas neoliberales han practicado, en complicidad con las empresas transnacionales y nacionales, las políticas de desprecio, discriminación, destrucción y muerte que han impedido el ejercicio de nuestro derecho a la autonomía y libre determinación. ¡EL GOBIERNO ES CÓMPLICE DE TODO ESTO!
ESTAMOS EN CONTRA de las reformas constitucionales y legales promovidas por los malos gobiernos a través de sus diputados de todos los partidos políticos; ellos han aprobado la modificación de leyes y de nuestra Constitución de 1917, poniendo en el mercado nuestras tierras, territorios, recursos naturales, así como conocimientos y saberes indígenas.
La intromisión de los malos gobiernos y las empresas en nuestras comunidades y pueblos, se ha dado a través de los programas gubernamentales que las dependencias, funcionarios, partidos políticos y empresarios, a través de mentiras, corrupción, engaños y traiciones han venido imponiendo sin consultar a nuestras comunidades. El PROCEDE, PROCECOM, la SEMARNAT, Secretaría de Turismo, SEDESOL, INEGI, Procuraduría Agraria, el CDI, INDEMAYA, FANAR, CULTUR, y Tribunal Unitario Agrario: ¡ÉSTOS SON LOS QUE CHINGAN AL PUEBLO!
Lo anterior es una manera en que los malos gobiernos convencen, confunden, controlan y someten a muchas de nuestras comunidades, generando divisionismos y pleitos que han permitido a los malos gobiernos facilitar muchas veces la represión, el asesinato y la cárcel. Insistimos en que la tierra, que es nuestra madre, NO SE VENDE, CON LA VIDA SE DEFIENDE. Exigimos el respeto a los acuerdos asumidos por las y los pobladores de Chablekal, aprobados en su asamblea general del 28 de agosto del año 2014.

Iglesia y Sociedad

La CODHEY, acusada penalmente

29 Ago , 2015  

Era bola cantada. Y aunque no me gusta usar el estribillo “se los dije”, en este caso es inevitable debido a todas las columnas dedicadas al tema en este espacio durante los últimos nueve años. Jorge Victoria Maldonado condujo a la CODHEY –que no ha sido nunca cabalmente, a pesar de las previsiones de ley, un organismo auténticamente ciudadanizado– a un nivel tal de frivolidad, de connivencia con los poderes gubernamentales y de irrelevancia social, que difícilmente podrá esta institución recuperarse de su paso devastador en el futuro cercano.

En el recuento de los daños no hay que dejar de considerar al Congreso de Estado (¡de tres legislaturas distintas y con la anuencia de todos los colores partidistas!) que avaló la ratificación del anterior Ombudsman para un segundo período, a pesar de dos juicios políticos que una decena de organizaciones interpusieron en su contra en distintos momentos y de la renuncia en bloque de tres de los Consejeros Ciudadanos del mismo organismo gubernamental, ocurrida en 2008.

Amparado en el apoyo de las organizaciones civiles más recalcitrantemente conservadoras, Jorge Victoria concluyó su segundo período como lo inició: a los pies del Ejecutivo. De Ivonne Ortega Pacheco afirmó que “ha encabezado un gobierno enteramente respetuoso de los derechos humanos” y a Rolando Zapata Bello lo proclamó “una persona convencida del valor superior de los derechos de todas y de todos. Que posee además una sólida formación ética personal y política; y eso, ya de entrada y como virtud de cualquier gobernante, se convierte en garantía de forjar un gobierno con prácticas permanentes de respeto por la dignidad de todas y de todos”. En cambio, al presentar el informe correspondiente a su gestión en 2012, omitió siquiera mencionar la golpiza propinada por golpeadores contratados por las autoridades municipales el 4 de julio de 2011. Mudo cuando se trata de víctimas; obsequioso cuando se trata de victimarios en el poder.

No voy aquí a repetir el listado de omisiones y negligencias de la CODHEY durante la gestión de Victoria Maldonado. Informes puntuales y periódicos sobre los nueve años de su desempeño pueden encontrarse en www.indignacion.org.mx. Acaso el más reciente análisis, realizado a la conclusión de su segundo período, sea un apretado resumen de la catástrofe que para la defensa de los derechos humanos significó la gestión que acaba de concluir. La presentación del informe es ya implacable: “En un extenso anexo, Indignación documenta la negligencia, la dilación, la omisión de ejercer facultades, la tolerancia frente a la tortura, la falta de publicidad de las recomendaciones, el encubrimiento de las autoridades de la actual gestión de la CODHEY… El trabajo del actual presidente de la Comisión de Derechos Humanos ha sido complaciente y cómplice del poder, lo cual pervierte la naturaleza de la institución pública de Derechos Humanos, la corrompe y deja vulnerable a una ciudadanía ante los abusos de las autoridades”.

Una vez concluidos estos dos períodos que se antojaban interminables, el actual Ombudsman, José Enrique Goff Ailloud, comienza a cosechar lo sembrado. El escándalo suscitado por la denuncia conjunta del Oasis de san Juan de Dios y del equipo Indignación, muestra los niveles de corrupción a los que ha llegado la CODHEY en su funcionamiento. La denuncia pública (que puede consultarse en http://indignacion.org.mx/2015/08/18/grave-corrupcion-en-la-codhey/), que tiene ya su contraparte penal ante la Fiscalía General del Estado, es verdaderamente grave, sobre todo tomando en cuenta que la CODHEY es un organismo de fe pública: se trata de la falsificación de firmas realizada por funcionarios de la CODHEY en cuando menos dos casos, con la intención de mantener la impunidad de funcionarios públicos involucrados en ellos y permitir al anterior Ombudsman entregar la casa recién barrida y habiendo cerrado los expedientes particularmente molestos. En sendos casos, uno de acceso a medicamentos para personas con VIH/SIDA y otro por el fallecimiento de una paciente por descuido de los servicios públicos de salud, la CODHEY no tuvo empacho en mentir y, sin el mínimo cuidado (que hasta para mentir se necesita pericia), falsificó la firma de una testigo fallecida meses antes. ¡Sí!, émula de los viejos procedimientos electorales, la CODHEY hizo que firmara… ¡una muerta!

Seguramente, sabiendo cómo se cocinan las cosas en procuración de justicia en nuestro estado, haya quien apueste al olvido. No estén tan seguros: las pruebas presentadas son difícilmente refutables y las organizaciones demandantes, ambas indoblegables, se mueren de ganas, como Teseo en el laberinto, de enfrentarse al Minotauro con el objetivo de liberarse de la tiranía cretense. La atención pública sobre esta demanda tiene un ingrediente añadido: el actual Ombudsman fue Secretario Ejecutivo de la anterior administración de la CODHEY durante sus dos períodos de funcionamiento. Si no conocía de estos hechos de corrupción, malo. Si estaba enterado, peor. La limpieza que necesita la CODHEY para conquistar la credibilidad pública pasa por determinar quién sabía qué cosas y desde cuándo. Es la primera prueba de fuego del actual Presidente de la CODHEY.

Iglesia y Sociedad

Obispos USA y matrimonio gay

18 Ago , 2015  

Hace ya más de un mes, después que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) declarara inconstitucional cualquier definición de matrimonio que excluyera de esa figura a las parejas del mismo sexo, planteé en este mismo lugar mi opinión sobre el acontecimiento (La Suprema y el Matrimonio, junio 23 de 2015). Un amable lector de la Comunidad En Otro Canal, comentó lo siguiente en el portal electrónico: “El sacerdote católico Raúl Lugo habla de la Jurisprudencia de la Corte que permite el matrimonio igualitario en México. Interesante su punto de vista a contrapelo de lo que sostiene la Iglesia Católica”.

Agradezco, desde luego, el comentario del lector, pero creo que hay que hacer énfasis en que estamos metidos en un gran debate dentro de las iglesias con respecto al tema de la homosexualidad. Y no lo ve solamente quien no quiere verlo. Mi opinión es también opinión de iglesia, aunque no sea LA posición de la iglesia. La posición sobre la homosexualidad, calificada por algunos blogs conservadores como uno de los “irrenunciables” de la moral católica, no lo es en absoluto. Respecto a este tema no todos en la iglesia pensamos lo mismo y se necesitará tiempo antes de que las divergencias cada vez más amplias decanten en un nuevo consenso. No soy el único, sin embargo, que sostiene posiciones que disienten de la opinión mayoritaria. Por eso me ha parecido conveniente ofrecer el espacio de esta entrega a un artículo publicado en el periódico National Catholic Reporter. Como es de todos conocido, también la Suprema Corte de los Estados Unidos se ha manifestado en la misma línea a propósito del tema pero, además, ha decretado la obligatoriedad para la legislación de todos los estados de la Unión Americana de reconocer los matrimonios civiles entre personas del mismo sexo. Aunque las circunstancias y los intereses de la cultura norteamericana (o como quiera que se califique al American Way of Life) son muy otros que los nuestros, aquí les comparto los consejos que un sacerdote ofrece a los obispos norteamericanos. Nada más para enriquecer la discusión.

Cómo deben responder los Obispos a la decisión de la Corte
sobre los matrimonios del mismo sexo

Thomas Reese S.J.

De frente a la decisión de la Suprema Corte de los Estados Unidos de legalizar el matrimonio gay en todo el país, los obispos católicos norteamericanos necesitan llevar adelante una nueva estrategia. La lucha contra el matrimonio gay ha sido una pérdida de tiempo y de dinero. Los obispos deberían plantearse un nuevo conjunto de prioridades…y de abogados.

Algunos oponentes al matrimonio gay están llamando a la desobediencia civil, invitando a los oficiales del registro civil a ignorar la decisión de la Corte y a no realizar los matrimonios entre personas del mismo sexo. Otros están proponiendo una enmienda constitucional para revocar la decisión. Muchos han argumentado también que la decisión de la corte no eliminará la discusión sobre el asunto como tampoco la decisión Roe vs Wade lo ha hecho en el debate sobre el aborto (1)

En primer lugar, hay que dejar en claro lo que la decisión de la Corte no hace: no le pide a los ministros religiosos realizar matrimonios entre personas del mismo sexo, ni les prohíbe predicar en contra del matrimonio gay. Estos derechos están protegidos por la quinta enmienda. La Corte ha dejado también claro que cualquier iglesia tiene la completa libertad para contratar o despedir ministros (o empleados) por el motivo que considere conveniente.

El estatus legal del matrimonio gay es similar al de los divorciados vueltos a casar. Divorciarse y volver a casarse es legal en todos los estados de la Unión Americana, pero si una iglesia está en contra de una nueva unión después del divorcio, sus ministros no están obligados a realizar tales uniones y sus predicadores pueden continuar hablando en contra del divorcio desde el púlpito. Si un ministro o ministra se divorcia, la iglesia puede despedirlo/a.

Esta analogía con el divorcio es adecuada. Los obispos actuales harían bien en fijarse en sus predecesores, que se opusieron a la legalización del divorcio y perdieron. Esos obispos terminaron aceptando eventualmente el divorcio como ley del país, aunque no permitieron un nuevo matrimonio sin un decreto de nulidad de sus iglesias.

El día de hoy, las instituciones católicas norteamericanas muy rara vez despiden empleados cuando se divorcian y se vuelven a casar. Divorciados y vueltos a casar son empleados en instituciones católicas y sus cónyuges gozan de los beneficios conyugales. Y nadie se escandaliza por esto. Nadie piensa que otorgar beneficios conyugales a empleados divorciados y vueltos a casar signifique un apoyo de la iglesia a su estilo de vida.

Si en el pasado, los obispos pudieron aceptar el divorcio civil como una ley del país ¿por qué no podría obrar de la misma manera el actual episcopado ante el matrimonio gay? Debido a toda la publicidad que se ha dado en los medios a la oposición de la iglesia al matrimonio gay, nadie pensaría que la iglesia lo está apoyando.

Es tiempo que los obispos admitan su derrota y sigan adelante. El matrimonio gay ha llegado para quedarse y como sabemos, eso no es el fin de la civilización.

Quienes comparan Hobergefell vs Hodges (2) con Roe v. Wade, no han dado una ojeada a los números de las encuestas. La población norteamericana ha permanecido polarizada por el aborto durante décadas, mientras que el apoyo al matrimonio gay no ha dejado de subir. No hay absolutamente ninguna posibilidad de una enmienda constitucional que eche atrás esta decisión. El matrimonio gay no es cuestión de vida o muerte. Puede ser que se convierta en una cuestión en este año de elecciones primarias republicanas, pero no es un asunto en litigio en la población considerada como un todo.

Ahora que el matrimonio gay ya es una ley nacional muchos obispos tienen miedo de que la siguiente batalla sea sobre la libertad religiosa de las personas que objeten el matrimonio gay. Es hora de ser absolutamente claros. En la moral católica no hay ningún mandato que le prohíba a un juez o a un empleado católico realizar bodas entre personas del mismo sexo. Ni tampoco hay ninguna obligación moral por parte de un empresario católico de negarse a ofrecer servicios de flores, comida, espacio y otros servicios en una boda entre personas del mismo sexo. Y debido a toda la controversia que se ha suscitado en los medios, los obispos necesitan aclarar muy bien que esto no implica un problema moral para los empleados gubernamentales católicos o para los empresarios católicos.

Volvamos a la argumentación: los jueces católicos han realizado matrimonios civiles para todos los solicitantes, incluyendo aquellos que se estaban casando en contra de las enseñanzas de la iglesia. Empresarios católicos han ofrecido servicios de todo tipo en bodas, incluyendo las de los católicos divorciados que se casan fuera de su iglesia. De manera similar, no hay ninguna cuestión moral para ellos si hacen lo mismo para las parejas gays.

La iglesia tiene una sofisticada doctrina moral que incluye la distinción entre cooperación material y cooperación formal y hasta la eliminación de la culpabilidad moral cuando una persona obra bajo compulsión. Puede ser que para otras religiones esto sea un asunto moral, pero no para los católicos. Y dada toda la retórica que ha rodeado esta discusión, los obispos necesitan ser absolutamente claros en esto en beneficio de los católicos escrupulosos.

Leyes antidiscriminación
Actualmente no hay ninguna ley federal que penalice la discriminación contra las personas gay en cuestión de empleo o vivienda, pero un creciente número de estados ha venido formulando estas leyes. ¿Deberán pelear los obispos en contra de este tipo de leyes por miedo al impacto que pudieran tener en las instituciones católicas?

La mejor estrategia para los obispos norteamericanos sería la de imitar a la iglesia mormona, que trabaja junto con los activistas gay para legislar en contra de la discriminación tanto en empleo como en vivienda en el estado de Utah. A cambio de este trabajo de apoyo por parte de la iglesia mormona, la comunidad gay está considerando aceptar excepciones para los Boy Scouts e instituciones mormonas como la Universidad Juvenil Brigham. John Wester, ahora arzobispo católico de Santa Fe, Nuevo México, apoyó esta legislación cuando era obispo de Salt Lake City.

Puede ser demasiado tarde en algunos estados para trabajar en conjunto con los activistas gay porque ellos ya tienen los votos que necesitan, pero en otros estados el apoyo de la iglesia a las leyes antidiscriminatorias puede hacer la diferencia para que sean aprobadas. De cualquier manera, dejar bien claro que la iglesia se opone a la discriminación contra la gente gay podría ayudar a curar la agria división entre la iglesia y los activistas de los derechos gays.

Sería posible apelar a los gays pragmáticos que reconocen que, políticamente, resultaría más inteligente para ellos ser generosos en la victoria. Oponerse pandilleramente a las iglesias podría hacer que perdieran sus objetivos primarios. Unas pocas excepciones son un precio pequeño para pagar el alcance de sus objetivos principales. No hay duda de que cuestiones de libertad religiosa se debatirán en el futuro, sea debido a las leyes antidiscriminación o a las ataduras provenientes del financiamiento gubernamental.

Por ejemplo, colegios católicos y universidades que proveen vivienda a los cónyuges tendrán que enfrentar la solicitud de vivienda conyugal por parte de parejas del mismo sexo. A menos que estas escuelas hubieran conseguido una excepción para ellas en la legislación antidiscriminación del estado, estarán obligados a proveerles de vivienda. Pero, dado que ofrecen vivienda a parejas casadas ilícitamente de acuerdo con la doctrina de la iglesia, nadie podrá decir que tal acceso a la vivienda pueda significar un apoyo a su estilo de vida. Y considerando toda la amplia vida sexual en curso que hay en colegios y universidades católicas, dar vivienda a una minoría gay que se ha comprometido de manera permanente el uno con el otro en matrimonio, difícilmente podría considerarse un gran escándalo.

Una segunda cuestión sería la de los beneficios conyugales para empleados/as gay en instituciones católicas, especialmente universidades y hospitales. De nuevo viene la analogía: estas instituciones conceden tales beneficios a los empleados divorciados y vueltos a casar. Y nadie considera esto como un escándalo. El hecho de que la iglesia considere el cuidado de la salud como un derecho debe ser el factor decisivo, no el género del o la cónyuge.

Finalmente, el aspecto más polémico a enfrentar es el de los hijos/as de parejas del mismo sexo. Felizmente, es claro para todos que tales niños/as deben ser bautizados y recibidos en las escuelas católicas. Pero los servicios católicos para la adopción han perdido el financiamiento público porque se han negado a destinar niños/as a parejas del mismo sexo, aun cuando estos deseaban orientar a tales parejas hacia otras agencias. Irónicamente estas agencias sí destinaban niños a personas gay solteras en el pasado, siguiendo la política “no preguntar, no decir” acerca de si estaban viviendo con alguien. Fue solamente las personas gay casadas las que fueron objetadas por los obispos.

Autoridades eclesiásticas, incluyendo el Papa, han argumentado que cada niño tiene derecho a tener una madre y un padre, infiriendo que sin una madre y un padre, los niños tendrían alguna clase de sufrimiento. Hay muchos problemas con esta posición. En primer lugar, esta posición pone en duda a los millones de madres y padres solteros que levantan heroicamente a sus hijos sin el apoyo de un cónyuge. En segundo lugar, hay una visión muy estrecha de la familia. La iglesia tradicionalmente ha reconocido la importancia de los tíos, tías y abuelos en la educación de los hijos. Hay presencia del otro sexo en la familia extensa de esos niños y niñas. En tercer lugar, frecuentemente, las parejas del mismo sexo adoptan niños/as que nadie más quiere… ¿estarán mejor estos niños/as creciendo en albergues u orfanatos?

Y, finalmente, no hay evidencia científica de que los hijos/as de parejas del mismo sexo sufran necesariamente como resultado de su educación. El estudio original que argumentaba que a los niños/as crecidos por parejas del mismo sexo no les iba tan bien como a los criados por parejas heterosexuales ha sido demostrado que es defectuoso. En una declaración (amicus curiae) de 2013, oponiéndose a la Ley de Defensa del Matrimonio, la Asociación Sociológica de América dijo: “La queja de que los padres del mismo sexo producen menos resultados positivos en los niños que los padres de distinto sexo –sea porque tales familias carecen de un padre o de una madre según el caso, o porque ambos padres no son los padres biológicos de sus hijos/as– contradice una abundante cantidad de estudios de las ciencias sociales”. En cambio, “el bienestar positivo de un niño es el producto de la estabilidad en las relaciones entre los dos padres, estabilidad en las relaciones entre los padres y el hijo, y suficientes recursos socioeconómicos de los padres”.

La Academia Americana de Pediatría se manifestó de acuerdo y apoyó el matrimonio entre personas del mismo sexo porque el matrimonio provee la estabilidad que los niños/as necesitan para sus vidas:
“Muchos estudios han demostrado que el bienestar de los niños/as se ve afectado mucho más por la relación con sus padres, por la competencia de los padres y la seguridad que inspiren y la presencia y apoyo social y económico que reciban más que por el género y la orientación sexual de sus padres. La falta de oportunidad de las parejas del mismo sexo de casarse abona el stress familiar, que afecta a la salud y el bienestar de todo el conjunto familiar. Y dado que el matrimonio fortalece a las familias y beneficia el desarrollo de los niños, ellos, los niños/as, no deberían ser privados de la oportunidad de que sus padres puedan casarse”.

De la misma manera que el Papa Francisco dependió del consenso científico cuando trató asuntos del medio ambiente, la iglesia debería también consultar lo mejor de la ciencia social antes de hacer afirmaciones tan radicales sobre los niños/as y sus familias.

Es tiempo de que los obispos norteamericanos hagan girar su eje hacia las prioridades de política pública articuladas por el Papa Francisco: cuidado de los más pobres y del medio ambiente y la promoción de la paz y la armonía interreligiosa. Con la férrea oposición a la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo los obispos han logrado que los jóvenes consideren a la iglesia como una institución fanática con la que no quieren verse asociados. Como pastores, deberían estar hablando más acerca del amor y la compasión de Dios en lugar de seguir tratando de controlar la conducta sexual de la gente a través de las leyes.

 

Notas del traductor:

(1) El Caso Roe contra Wade o Roe v. Wade, es el nombre del caso judicial por el cual se legalizó en 1973, (por fallo dividido) el aborto inducido en Estados Unidos
(2) Obergefell v. Hodges fue un caso judicial en la Corte Suprema de los Estados Unidos en el cual el tribunal falló que el matrimonio entre personas del mismo sexo no puede ser prohibido por la legislación estatal, por lo que estableció que los matrimonios de este tipo son válidos en todos los estados y deben poder celebrarse en todo el país, conforme lo prescribe la Constitución de los Estados Unidos. La sentencia es del 26 de junio de 2015, el fallo se funda en otros tres procesos, Tanco v. Haslam (Tennessee), DeBoer v. Snyder (Míchigan), Bourke v. Beshear (Kentucky), que fueron iniciados a fin de que esos estados reconocieran el matrimonio igualitario.

(El P. Thomas Reese, sacerdote jesuita, es un analista mayor del periódico El Reportero Nacional Católico (NCR) y autor de “Inside the Vatican: The Politics and Organization of the Catholic Church”. Este texto ha sido tomado de su columna semanal Faith and Justice, correspondiente al 2 de julio de 2015. Para obviar las imperfecciones de esta traducción, puede consultarse el texto original en http://ncronline.org/blogs/faith-and-justice. )

Iglesia y Sociedad

Creación y sabiduría bíblica

3 Ago , 2015  

R.M. Isabel de la Trinidad OCD, in memoriam

El segundo capítulo de la Encíclica Laudato Si’ es, a mi gusto, el más hermoso. Si el capítulo primero nos muestra el drama de la destrucción del medio ambiente; el segundo nos permite contemplar la naturaleza con una mirada de gozo. Para quien corre el riesgo de mirar el documento del Papa solamente como un diagnóstico entre otros muchos de la depredación medioambiental que nos rodea, este segundo capítulo titulado “El evangelio de la creación” muestra el corazón creyente del documento.

Francisco retoma en este capítulo la tradición judeocristiana para lanzar una mirada de comprensión hacia la naturaleza, mirada que de sentido y favorezca la congruencia de nuestro compromiso con el medio ambiente. Si una analogía puede ayudarnos podríamos decir que el capítulo segundo es el alma del documento. “Si tenemos en cuenta la complejidad de la crisis ecológica y sus múltiples causas, deberíamos reconocer que las soluciones no pueden llegar desde un único modo de interpretar y transformar la realidad. También es necesario acudir a las diversas riquezas culturales de los pueblos, al arte y a la poesía, a la vida interior y a la espiritualidad”. Así introduce Francisco su abordaje de la tradición judeocristiana, sobre todo de los textos bíblicos, para iluminar el tema del medio ambiente.

Una buena noticia es la óptica con la que el Papa aborda los textos: no a partir de lecturas fundamentalistas, sino de acuerdo a los modernos acercamientos hermenéuticos. Podría decirse que Francisco asume una hermenéutica ecológica para acercarse a los relatos de la creación y evitar la lectura que ha favorecido el concepto de “dominio” por parte del ser humano hacia el resto de la naturaleza. Insistiendo mucho más en la función de guardián que de dominador, el Papa desmantela uno de los apoyos más sólidos con los que contaba el antropocentrismo: “Esto permite responder a una acusación lanzada al pensamiento judío-cristiano: se ha dicho que, desde el relato del Génesis que invita a «dominar» la tierra (cf. Gn 1,28), se favorecería la explotación salvaje de la naturaleza presentando una imagen del ser humano como dominante y destructivo. Esta no es una correcta interpretación de la Biblia como la entiende la Iglesia. Si es verdad que algunas veces los cristianos hemos interpretado incorrectamente las Escrituras, hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas… De este modo advertimos que la Biblia no da lugar a un antropocentrismo despótico que se desentienda de las demás criaturas”.

De las consideraciones específicamente bíblicas, Francisco pasa a afirmar el evangelio de la creación. El término mismo de “creación” no es la propuesta creyente para la resolución de un acertijo, como si la decisión estuviera entre creación y big bang. Es más bien la oportunidad de arrojar un haz de luz comprehensiva sobre un misterio que nos sobrepasa. Desde la perspectiva creyente “…el mundo procedió de una decisión, no del caos o la casualidad, lo cual lo enaltece todavía más. Hay una opción libre expresada en la palabra creadora. El universo no surgió como resultado de una omnipotencia arbitraria, de una demostración de fuerza o de un deseo de autoafirmación. La creación es del orden del amor… Entonces, cada criatura es objeto de la ternura del Padre, que le da un lugar en el mundo. Hasta la vida efímera del ser más insignificante es objeto de su amor y, en esos pocos segundos de existencia, él lo rodea con su cariño…

De aquí se desprende también la enorme dignidad del ser humano y su singularidad en el conjunto de la naturaleza: “La capacidad de reflexión, la argumentación, la creatividad, la interpretación, la elaboración artística y otras capacidades inéditas muestran una singularidad que trasciende el ámbito físico y biológico… Pero también sería equivocado pensar que los demás seres vivos deban ser considerados como meros objetos sometidos a la arbitraria dominación humana. Cuando se propone una visión de la naturaleza únicamente como objeto de provecho y de interés… los recursos pasan a ser del primero que llega o del que tiene más poder: el ganador se lleva todo… Así agregamos un argumento más para rechazar todo dominio despótico e irresponsable del ser humano sobre las demás criaturas. El fin último de las demás criaturas no somos nosotros. Pero todas avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el término común, que es Dios”.

En una visión que subraya la armonía de todo lo creado, donde cada ser de la creación es parte de un lenguaje amoroso y donde “el suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios”, Francisco apunta a una armonía universal, una gran familia cósmica a la que el ser humano pertenece. Sin igualar a todos los seres vivos, de manera que el ser humano pierda la singular responsabilidad que tiene hacia todo lo creado, y sin divinizar a la naturaleza, Francisco rescata el destino común de todos los bienes y califica al medio ambiente como “un bien colectivo, patrimonio de toda la humanidad y responsabilidad de todos… (de suerte) que la desertificación del suelo es como una enfermedad para cada uno, y podemos lamentar la extinción de una especie como si fuera una mutilación”.

Finalmente, Francisco dirige su mirada al misterio de Jesús, el hombre que vivió en armonía plena con toda la creación, porque “estaba en contacto permanente con la naturaleza y le prestaba una atención llena de cariño y asombro”. Jesús, dice Francisco, “estaba lejos de las filosofías que despreciaban el cuerpo, la materia y las cosas de este mundo. Sin embargo, esos dualismos malsanos llegaron a tener una importante influencia en algunos pensadores cristianos a lo largo de la historia y desfiguraron el Evangelio”. Y esto trajo consecuencias no solamente en la depredación del medio ambiente, sino también en el desprecio de la diversidad cultural, social, sexual, añado yo.

Concluye así este segundo capítulo, que bien podría convertirse en materia de meditación y de oración.

Iglesia y Sociedad

Los síntomas de la crisis ambiental

20 Jul , 2015  

Cuando yo era niño, hablar del futuro significaba mirar hacia el progreso e imaginar los posibles avances de la tecnología. Y no era solamente yo quien lo pensaba. El Concilio Vaticano II, leído en retrospectiva, deja una sensación de fe casi ciega en el progreso de la humanidad. Todos nos sentíamos subidos a un tren que avanzaría hacia la resolución de los grandes problemas que aquejaban a la humanidad. Nuestras películas y series de televisión así lo reflejaban: Odisea en el espacio, Star Trek, Perdidos en el espacio y hasta la serie de dibujos animados Los supersónicos. Eran otros tiempos. Nuestra visión actual del futuro es mucho más sombría, seguros como estamos de que el declive ecológico no tiene marcha atrás. Nuestras películas son ahora sombrías y, en el caso de Elysium, incluso proféticas, aunque sea una profecía del desastre.

En la encíclica de Francisco sobre el cuidado de la casa común hay, todavía, una visión optimista que brota de la fe cristiana. Lo dice claramente el Papa desde su introducción: “El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común”. De ahí que su llamado confíe en oídos abiertos que lo reciban: “Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos”.

El primer capítulo, sin embargo, deja poco espacio a la esperanza. La manera como Francisco describe ‘lo que le está pasando a nuestra casa’ es sobrecogedora. La finalidad de esta descripción no es invocar al miedo o la resignación ante lo inevitable. Francisco afirma que el objetivo “no es recoger información o saciar nuestra curiosidad, sino tomar dolorosa conciencia, atrevernos a convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar”.

La lista de problemas enumerados y descritos en el primer capítulo comienza con lo más urgente: la contaminación y el cambio climático. La contaminación es abordada en su más amplio espectro: la generada por el humo de combustibles y desarrollo industrial, la que proviene de la aplicación de agroquímicos a los suelos y cultivos y la contaminación de la basura y los desechos tóxicos, producto en gran parte de la cultura del descarte y de la sumisión a los dictados de una tecnología consumista que se erige como la solución única de los problemas.

Respecto al cambio climático el Papa toma partido por el cada vez mayor consenso científico respecto al factor humano que está detrás del calentamiento global. “La humanidad está llamada, dice el Papa, a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo, para combatir este calentamiento o, al menos, las causas humanas que lo producen o acentúan”. No deja de apuntar Francisco en este análisis el “patrón de desarrollo basado en el uso intensivo de combustibles fósiles, que hace al corazón del sistema energético mundial”.

Aborda también Francisco, en esta especie de repaso por las catástrofes ecológicas que padecemos, la cuestión del agua, señalando la “imposibilidad de sostener el actual nivel de consumo de los países más desarrollados y de los sectores más ricos de las sociedades, donde el hábito de gastar y tirar alcanza niveles inauditos”, mientras que en las regiones más pobres del planeta, particularmente en África, “grandes sectores de la población no acceden al agua potable segura, o padecen sequías que dificultan la producción de alimentos”. El deterioro en la calidad del agua para el consumo humano y la tendencia a la privatización de este recurso vital forma parte del análisis implacable de Francisco.

Aborda inmediatamente el grave problema de la pérdida de la biodiversidad. Con audacia, la encíclica afirma que “los recursos de la tierra también están siendo depredados a causa de formas inmediatistas de entender la economía y la actividad comercial y productiva”. Habla de la pérdida de selvas y bosques y la extinción evitable de muchas especies vegetales y animales. El diagnóstico pontificio es sin ambages y debería ser escuchado por los grandes de este mundo: “El cuidado de los ecosistemas supone una mirada que vaya más allá de lo inmediato, porque cuando sólo se busca un rédito económico rápido y fácil, a nadie le interesa realmente su preservación. Pero el costo de los daños que se ocasionan por el descuido egoísta es muchísimo más alto que el beneficio económico que se pueda obtener”. Ahora comenzamos a entender por qué la carta del Papa ha despertado tan airadas respuestas en el ámbito de los que negocian con el medio ambiente.

Finalmente, Francisco aborda dos problemas más: el deterioro de la calidad de vida de las personas y la degradación social, junto con lo que él llama ‘inequidad planetaria’, dado que “el ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social”. Aquí Francisco hace énfasis en los más pobres, que resultan simultáneamente los más dañados por la crisis ecológica que padecemos y apunta a que no habrá solución para el planeta que no cruce por la modificación estructural del sistema socioeconómico que considera el sufrimiento de los pobres como simples daños colaterales.

Termina este primer capítulo con dos observaciones que afrontan sendos problemas: el primero es la debilidad de las reacciones ante la crisis medio ambiental y el sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas. Pareciera que las medidas se toman, no para solucionar el problema de fondo, sino para evitar que los negocios fracasen. El segundo aspecto es el reconocimiento papal de que hay diversidad de opiniones respecto de la situación: el extremo de quien piensa que la situación actual no se debe a la intervención humana y que los problemas terminarán por resolverse solos o con recursos tecnológicos que podamos crear, y el extremo opuesto de quienes ven cualquier intervención humana como esencialmente mala para el ecosistema y abogan por la restauración de un paraíso sin homo sapiens. No obstante, “entre estos extremos, la reflexión debería identificar posibles escenarios futuros, porque no hay un solo camino de solución. Esto daría lugar a diversos aportes que podrían entrar en diálogo hacia respuestas integrales”. Esta es la invitación con la que Francisco concluye su primer capítulo.

P.D. Releo lo que hasta aquí he escrito. Es un mal resumen que no arranca sentimiento alguno. Nada sustituye la lectura directa de la prosa honda y directa de Francisco. Así que les dejo con cinco perlas del Papa tomadas de la introducción y del primer capítulo.

1. La hermana Madre Tierra clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla… entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra (cf. Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura. (No. 2)
2. Sobre san Francisco: Él manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. Amaba y era amado por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal. Era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior. (No. 10)
3. Si nos acercamos a la naturaleza y al ambiente sin una apertura al estupor y a la maravilla, si ya no hablamos el lenguaje de la fraternidad y de la belleza en nuestra relación con el mundo, nuestras actitudes serán las del dominador, del consumidor o del mero explotador de recursos, incapaz de poner un límite a sus intereses inmediatos… El mundo es algo más que un problema a resolver, es un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa alabanza. (No. 11 y 12)
4. Lamentablemente, hay una general indiferencia ante estas tragedias, que suceden ahora mismo en distintas partes del mundo. La falta de reacciones ante estos dramas de nuestros hermanos y hermanas es un signo de la pérdida de aquel sentido de responsabilidad por nuestros semejantes sobre el cual se funda toda sociedad civil. (No. 25)
5. No basta pensar en las distintas especies sólo como eventuales «recursos» explotables, olvidando que tienen un valor en sí mismas. Cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya no podrán ver, perdidas para siempre. La inmensa mayoría se extinguen por razones que tienen que ver con alguna acción humana. Por nuestra causa, miles de especies ya no darán gloria a Dios con su existencia ni podrán comunicarnos su propio mensaje. No tenemos derecho… Posiblemente nos inquieta saber de la ex-tinción de un mamífero o de un ave, por su mayor visibilidad. Pero para el buen funcionamiento de los ecosistemas también son necesarios los hongos, las algas, los gusanos, los insectos, los reptiles y la innumerable variedad de microorganismos. Algunas especies poco numerosas, que suelen pasar desapercibidas, juegan un rol crítico fundamental para estabilizar el equilibrio de un lugar. (No. 33 y 34)

Iglesia y Sociedad

Concordancia ecológica

5 Jul , 2015  

Hice la promesa de escribir hoy sobre la nueva encíclica del Papa Francisco. Ofrezco disculpas a mis cuatro lectoras. La encíclica merecerá en estas páginas, se los aseguro, mucho más que una sola entrega porque es un documento que no tiene desperdicio. En U Yits Ka’an trabajamos a marchas forzadas para poder ofrecer a nuestros amigos/as y colaboradores/as un material que les permita, en tres o cuatro talleres comunitarios, acercarse al contenido esencial de un documento que se acerca a las doscientas páginas. Al concluirlo lo compartiré en estas páginas.

Para saldar en algo mi deuda rescato hoy este texto que escribimos Carlos Maciel y yo como prólogo a nuestro libro “La Biblia es verde”, un libro que no puede encontrarse hoy en ninguna parte y no porque se hubiera vendido hasta agotarse, qué va, sino porque, publicado hace 17 años, en 1998, por la extinta Comisión Episcopal de Pastoral Bíblica, que no contaba con una red de distribución para sus publicaciones, ha de estar durmiendo el sueño de los justos en alguna bodega olvidada. Ojalá alguien lo rescatara: es probable que ahora si se vendieran algunos ejemplares…

Comparto este texto con la alegría de encontrar algunas coincidencias entre nuestras ya lejanas intuiciones, de Maciel y mías, y las líneas maestras del documento de Francisco. Ya sabrán de sobra las cuatro lectoras de este portal electrónico que no es muy frecuente encontrar similitudes entre el contenido de esta columna y los documentos pontificios. Así que hay que aprovechar esta singular concomitancia. Les dejo con el texto:

“Era una tarde de domingo en la plazoleta de la ciudad de Bonn, capital de la antigua Alemania Federal. Todos los domingos, el parque público principal se transformaba en una enorme feria de trovadores y pintores, de payasos y caricaturistas.

Aquella tarde, vimos una procesión de personas vestidas de negro; llevaban mantas advirtiendo sobre la inminencia de la catástrofe del ecosistema, y un enorme reloj marcando cinco para las doce, como indicando la urgencia de tomar decisiones que pudieran evitarla. Sentados después en el centro de la plaza formando un enorme círculo, los marchistas escucharon absortos lecturas sobre la belleza de la naturaleza, la responsabilidad de conservarla para las futuras generaciones, junto con horripilantes relatos acerca de la extinción de algunas especies animales. El lector que estaba en el centro del círculo era un joven de unos 25 años y vestía una camiseta en la que estaba dibujado un enorme girasol, en cuyo centro había un nombre: Die Grünen, es decir, Los Verdes, el nombre del Partido Ecologista Alemán. Los transeúntes se detenían para mirarlos con curiosidad, leían sus carteles y escuchaban por algunos momentos sus lecturas. La mayoría los veía con escepticismo y una buena parte los consideraba locos. Nosotros también. Era el año de 1983.

Durante algún tiempo mantuvimos esa opinión. Ante problemas tan graves como la injusticia social, la miseria del Tercer Mundo, las guerras fratricidas, nos parecía que el asunto de la ecología era problema de algunas señoras ricas y desocupadas, patrocinadoras de las asociaciones protectoras de animales. Nuestro escepticismo comenzó a desaparecer cuando los movimientos ecologistas se desarrollaron y se convirtieron en asunto público con sus acciones espectaculares y sus tomas de posición políticas. Como una ola que no puede ser frenada, la conciencia de la posibilidad cierta de la autodestrucción de la raza humana y de su ecosistema, fue creciendo hasta tornarse patrimonio de todos. Algunas de las advertencias de esos grupos comenzaron a cumplirse: playas contaminadas con petróleo y aceites químicos, pájaros muertos, bosques destruidos por las lluvias ácidas, desaparición de la capa protectora de ozono y, en el corazón de un país como México, niños que no podían salir a la escuela en el invierno, a causa del fenómeno de la inversión térmica, fruto de la contaminación atmosférica. Aquellos jóvenes ecologistas, aparentemente locos, habían puesto el dedo en la llaga: eran profetas de una destrucción posible, a la que todos estábamos colaborando de una manera activa o pasiva, con nuestra participación o con nuestra indiferencia.

Hoy todos los organismos internacionales se ocupan del tema. La reciente Conferencia de las Naciones Unidas sobre el medio ambiente y el desarrollo (Eco’92), celebrada en Río de Janeiro y llamada “Cumbre de la Tierra”, puso en evidencia la gravedad de la crisis del ecosistema. Hoy ya nadie piensa que la defensa del medio ambiente es solamente asunto de Brigitte Bardot y sus osos polares, o de algunos “locos” que defienden las ballenas. El mundo es nuestra casa común, creada por Dios como un jardín de vida abundante, y nosotros nos hemos empeñado en convertirlo en un inmenso cementerio en el cual, al final, no habrá manos humanas que coloquen las lápidas.

La Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, realizada en Santo Domingo, acentúa la responsabilidad que, frente al desastre ecológico, tienen los promotores de un tipo de desarrollo que privilegia minorías y compromete el futuro de la humanidad en favor del lucro desmedido y del consumismo como fines absolutos de la sociedad. Este modelo de desarrollo provoca, en gran parte, los actuales desastres ambientales y sociales. Gracias a éstas y otras declaraciones, hemos caído en la cuenta de que, aquellos graves problemas que no han dejado de angustiarnos, como la miseria y la desigualdad, tienen el mismo origen que el actual deterioro ambiental: el triunfo del reino del dinero por encima del reinado de Dios. La lucha es, pues, la misma.

El deterioro del ecosistema, en los niveles de gravedad que ha alcanzado en nuestros días, es una muestra de que los valores del evangelio no han conseguido todavía penetrar en el complejo mundo de nuestras relaciones interhumanas y con la naturaleza. Bien acusan los Obispos de Santo Domingo cuando afirman que hay un modelo de desarrollo que, para favorecer el dinero y el mercado, no tiene reparo en destruir el universo y comprometer el propio futuro de la raza humana. Se hace cada vez más necesaria una nueva mentalidad: el aprendizaje de la sobriedad por encima del consumismo desenfrenado; la recuperación de la sabiduría de nuestros pueblos antiguos en su relación con la naturaleza; una espiritualidad que recupere el sentido del Dios creador que está siempre presente en sus obras, es decir, en la naturaleza; una reeducación que privilegie el valor de la vida en lugar de la promoción de una cultura de la indiferencia y de la muerte; el continuo ejercicio de la crítica ante la riqueza desmedida y las sofisticadas formas de desperdicio; todos éstos son solamente algunos de los temas que componen esa nueva mentalidad que la iglesia latinoamericana está preocupada en fomentar (DSD 169-170). Como todos viajamos en el mismo barco, nadie puede estar ausente de esta tarea.

El libro que ahora presentamos quiere colaborar a producir esta nueva mentalidad que el mundo necesita y cuyos rasgos hemos descrito arriba, para producir en los lectores las actitudes correspondientes. Se trata de un trabajo realizado en la misma línea de nuestra obra anterior (Las trampas del poder, 1993), sólo que la perspectiva de las reflexiones es, ya no el uso y el abuso del poder en la sociedad, sino la realidad sobrecogedora del deterioro ambiental. Esta perspectiva nos ha dado una nueva luz en la lectura de algunos textos bíblicos.

La dinámica del libro, que pretende favorecer su uso en los grupos de estudio bíblico, permanece la misma: presentación del texto, ambientación histórica del mismo, comentarios, y finalmente algunas preguntas que pueden ayudar a la reflexión personal y grupal de los lectores. Indudablemente que para su utilización más fructífera en los grupos de reflexión, es imprescindible la mediación de un guía del grupo que con mejores conocimientos bíblicos, resuelva las dudas e interrogantes de los demás participantes. Por otra parte, el libro también puede ser aprovechado en la lectura personal, y como guía temática de estudio, para acercarse a los textos referidos. Ojalá pueda este libro ser un material útil en la toma de conciencia acerca de la relevancia que hoy tiene, para nuestra vida cristiana, el cuidado y conservación del medio ambiente. Con ello estaríamos satisfechos”.

Raúl Lugo Rodríguez / Carlos Maciel del Río

Nota bibliográfica: Lugo R. – Maciel C., La Biblia es verde. Estudio de los textos bíblicos sobre el medio ambiente (Ed. Comisión Episcopal de Pastoral Bíblica, México 1998)

Iglesia y Sociedad

La Suprema y el matrimonio

23 Jun , 2015  

Era bola cantada. Después de varios fallos a favor de las personas del mismo sexo de distintas entidades federativas, que interpusieron su queja ante el más alto tribunal de la nación por la falta de respeto a su derecho a contraer matrimonio, derecho reconocido para todas las personas en la legislación internacional de los derechos humanos, el 3 de junio de 2015 la Suprema Corte de Justicia de la Nación anunció la publicación en el Semanario Judicial, de la jurisprudencia 43/2015, que a la letra dice:

“MATRIMONIO. LA LEY DE CUALQUIER ENTIDAD FEDERATIVA QUE, POR UN LADO, CONSIDERE QUE LA FINALIDAD DE AQUÉL ES LA PROCREACIÓN Y/O QUE LO DEFINA COMO EL QUE SE CELEBRA ENTRE UN HOMBRE Y UNA MUJER, ES INCONSTITUCIONAL. Considerar que la finalidad del matrimonio es la procreación constituye una medida no idónea para cumplir con la única finalidad constitucional a la que puede obedecer la medida: la protección de la familia como realidad social. Pretender vincular los requisitos del matrimonio a las preferencias sexuales de quienes pueden acceder a la institución matrimonial con la procreación es discriminatorio, pues excluye injustificadamente del acceso al matrimonio a las parejas homosexuales que están situadas en condiciones similares a las parejas heterosexuales. La distinción es discriminatoria porque las preferencias sexuales no constituyen un aspecto relevante para hacer la distinción en relación con el fin constitucionalmente imperioso. Como la finalidad del matrimonio no es la procreación, no tiene razón justificada que la unión matrimonial sea heterosexual ni que se enuncie “entre un solo hombre y una sola mujer”. Dicha enunciación resulta discriminatoria en su mera expresión. Al respecto cabe recordar que está prohibida cualquier norma discriminatoria basada en la orientación sexual de la persona. En consecuencia, ninguna norma, decisión o práctica de derecho interno, tanto por parte de autoridades estatales como de particulares, pueden disminuir o restringir los derechos de una persona a partir de su orientación sexual. Así pues, bajo ninguna circunstancia se puede negar o restringir a nadie un derecho con base en su orientación sexual. Por tanto, no es factible hacer compatible o conforme un enunciado que es claramente excluyente”.

En medio de la jerga jurídica, quien lee acaba por distinguir el interés al que se aboca la SCJN: garantizar que ninguna norma del Estado sea discriminatoria respecto de persona alguna en razón de su orientación sexual. Es este principio del derecho internacional de los derechos humanos el que ha servido de apoyo para la jurisprudencia de la SCJN. Recordemos que esta posición deriva de la reforma constitucional en materia de derechos humanos aprobada el 10 de junio de 2011 (y explicada en sus aspectos esenciales de manera sencilla y comprensible por el Dr. Miguel Carbonell en su blog http://www.miguelcarbonell.com/articulos/novedades.shtml), y que ha sido la reforma constitucional de mayor trascendencia, desde mi punto de vista, asumida por el Estado mexicano, aprobada en un momento en que nuestro país había acumulado ya seis sentencias condenatorias de parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. La reforma, entre otras cosas, establece que queda prohibida la discriminación por causa de “preferencias sexuales”. Antes de la reforma, el texto constitucional se refería simplemente a la prohibición de discriminar por “preferencias”, lo que podía generar ciertas ambigüedades sobre el alcance de dicha prohibición. La reforma deja claramente señalado que son las preferencias sexuales las que no pueden ser tomadas en cuenta para efecto de dar un trato diferenciado a las personas o para negarles cualquier derecho.

Qué ordena y qué no
No ordena, pues, la SCJN que todas las personas homosexuales tengan que casarse, sino que las familias resultantes de la unión de cualquier tipo de personas tenga la protección de la ley, de manera que las personas homosexuales que libremente decidan contraer matrimonio, no se vean impedidos de hacerlo por alguna norma del Estado. Es decir, que quien decida no casarse lo haga porque no quiere, no porque no puede. El Estado, por su parte, está comprometido a proteger a todos los tipos de familias. Por eso es tan enfática la jurisprudencia de la SCJN al enunciar cuál es “el fin constitucionalmente imperioso” de la medida: la protección de la familia como realidad social. No la defensa de una idea determinada de familia, por auténtica o verdadera que se autoproclame, sino de la diversidad de familias que conforman la realidad social. La decisión de la SCJN no se casa con una descripción de matrimonio, provenga del sistema filosófico o religioso del que provenga, sino con la protección de los derechos de las personas que lo conforman.

Queda, desde luego, a salvo el derecho de cualquier institución religiosa de mantener una definición de matrimonio que difiera de aquella que ofrece la SCJN. La ley se refiere al matrimonio civil, que es el contrato matrimonial reconocido por el Estado, no a ceremonia religiosa de ningún tipo. Pensar que la jurisprudencia de la SCJN significará una intromisión del Estado en credos y ceremonias de cualquier culto religioso, es un equívoco fácilmente reparable. Si algún requerimiento de reconocimiento llama a las puertas de las distintas iglesias o religiones seguramente no vendrá de la SCJN, sino de su propia feligresía, y será responsabilidad de cada iglesia responder a las demandas pastorales que esta nueva situación haga surgir, de acuerdo con su credo y su legislación interna.

La historia de la jurisprudencia
La primera incursión de la SCJN en el tema se dio en el año 2010, cuando declaró constitucional la reforma al artículo 146 del Código Civil del DF que reconocía el matrimonio entre personas del mismo sexo. Lo hizo en esa ocasión, no en razón del respeto a los derechos humanos (la reforma constitucional de derechos humanos no había sido aún aprobada), sino a la autonomía de las entidades que conforman la federación.

Pero, una vez aprobada la reforma sobre derechos humanos, como avalancha, empezaron a llegar, procedentes de diversas entidades federativas, solicitudes de amparo y la SCJN comenzó a fallar a favor: la primera el 5 de diciembre de 2012 y la segunda el 5 de junio de 2013, ambas procedentes de Oaxaca. El 24 de abril de 2014 otorgó el amparo a 39 personas de la misma entidad, Oaxaca, determinando con este amparo la inconstitucionalidad del artículo 143 del código civil oaxaqueño. El 25 de septiembre de 2014 la SCJN falló, en el mismo sentido, en contra del código civil de Sinaloa. En febrero de 2015 resolvió un amparo en el mismo sentido proveniente del estado de México. El 19 de marzo de 2015 declaró inconstitucional el artículo correspondiente del código civil de Colima. En abril de 2015 tocó al código civil de Chihuahua y en mayo de este año al código civil de Jalisco. Así que quienes quedaron sorprendidos por la reciente jurisprudencia de la SCJN son solamente aquellos que no quisieron ver hacia dónde se dirigían las resoluciones del máximo órgano judicial a lo largo de los años. No hay peor ciego, reza el adagio, que el que no quiere ver.

Las consecuencias de la jurisprudencia
La jurisprudencia 43/2015, al definir la inconstitucionalidad de las normas que definan el matrimonio en relación con la procreación o lo definan como una unión exclusivamente entre un hombre y una mujer, abre la puerta para que en todas las entidades pueda reconocerse el matrimonio entre personas del mismo sexo. Pero esto no ocurre de manera automática. La utilidad primera de la jurisprudencia es que, en los amparos interpuestos por parejas del mismo sexo en contra del Registro Civil de cualquier entidad federativa, los jueces deberán aplicar este criterio obligatorio de interpretación.

La jurisprudencia, sin embargo, no suple las legislaciones locales. Por eso el ombudsman nacional, Luis Raúl González Pérez, hizo un exhorto a los gobiernos y congresos estatales para que quiten trabas a los matrimonios entre personas del mismo sexo.

De suerte que, a pesar de la jurisprudencia, como bien afirma la activista Lol Kin Castañeda, “En lo inmediato ninguna pareja del mismo sexo podrá acceder al matrimonio civil por la vía simple, es decir, reuniendo requisitos y acudiendo ante la instancia encargada para concretar el derecho. Lamentablemente la dignidad de lesbianas y homosexuales continua sin ser reconocida en condiciones de igualdad a pesar de contar con una Constitución Política que garantiza el respeto a los derechos humanos”. En algunas entidades donde la SCJN ha fallado la inconstitucionalidad de su código civil, como el caso del gobierno de Oaxaca, por poner un ejemplo, no hay hasta el momento, después de varios años, modificación alguna de las leyes locales. Lo mismo ocurrió con Colima, Jalisco y Campeche, que de manera contumaz, construyeron figuras jurídicas alternas para negar el matrimonio a las personas del mismo sexo.

Hay, sin embargo, tres entidades que han seguido un camino distinto: el Distrito Federal, primera entidad en reconocer jurídicamente el matrimonio entre personas del mismo sexo; Quintana Roo, que a decir de Lol Kin, “puso en práctica el más alto estándar de respeto a los derechos humanos al garantizar el acceso al matrimonio civil igualitario, sin mediar modificación legislativa alguna, es decir, con una simple acción igualatoria”. Coahuila, por su parte, según la modalidad de muchos países europeos, modificó su código civil para quitar la definición discriminatoria que guardaba el matrimonio civil, promoviendo con esto la inclusión. Los actuales legisladores no son culpables de la desigualdad del pasado, pero se convierten en culpables si sostienen que dicha desigualdad continúe. Eso tendrían que considerarlo todos los congresos estatales. De ahí la relevancia del llamado del Ombudsman nacional.

La jurisprudencia de la SCJN sienta un precedente sólido en el debate sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo y no debiera ser minusvalorada. Es un camino posible encontrado por el máximo tribunal y argumentado, no solamente en la jurisprudencia 43/2015, sino a lo largo de todos los juicios de amparo a los que la SCJN ha debido responder en años recientes. ¿Hubiera podido haber otros caminos para garantizar el derecho al matrimonio a todas las personas que no fuera una jurisprudencia de este tipo? Probablemente. Pero para ello hubiera sido necesario un mayor nivel de tolerancia y deseo de diálogo en los sectores más conservadores. Como suele suceder, la exacerbación de los extremos lleva a resultados contraproducentes. Poner el matrimonio entre personas del mismo sexo entre lo “innegociable” ha derivado en esta modalidad, inconclusa aún, de reconocimiento de las personas homosexuales a contraer matrimonio.

El camino que esta demanda de igualdad ha seguido en Yucatán tiene su propia historia, de lo más interesante… Pero eso será materia de alguna colaboración en el futuro. La Encíclica del Papa sobre la ecología ha salido ya y nos plantea un reto de tal envergadura que pone en su justa dimensión otro tipo de problemas. En efecto, ante la posible extinción del planeta (y no por falta de procreación, como a veces se argumenta) casarse o no casarse resulta un asunto menor. La próxima colaboración será sobre la Laudato Si’ de Francisco.

Iglesia y Sociedad

Urnas embrujadas

9 Jun , 2015  

El proceso electoral está en su última etapa. Si a las campañas y su propaganda nos atuviéramos, casi todo el país respondería de manera unánime: ¡Gracias a Dios! El hartazgo de la gente de a pie debido a la sobreexposición de la partidocracia en carteles, espectaculares, lonas, papelería, gorras, camisetas, vasos, plumas, tazas y, por si fuera poco, en los medios de comunicación social, ha sido un común denominador. El dinero público que en eso se invierte rinde magros resultados, salvo, claro, el enriquecimiento de los dueños de los medios.

Pienso que hay buenas y malas noticias en el proceso que está concluyendo. La primera mala noticia es que está todavía lejana la fecha en que el proceso electoral alcance aquella sublime descripción de Ángeles Mastretta: “Acudir a unas elecciones pacíficas, votar por quien mejor nos parezca y ser capaces de creer que ganó el que gane, no puede ser eternamente un imposible. Sin embargo, cuántas veces tal simpleza ha cruzado por nosotros como una fantasía que de seguro colinda con la magia”.

No sé cuántos años más nos lleve superar la oferta de regalos a mansalva, las hordas partidistas presionando a los votantes fuera de las casillas, la desconfianza en los funcionarios electorales (‘segurito que ya los compraron’), la adhesión partidista vista como seguro contra el empleo… Y eso para no hablar de los obstáculos mayores: la imposición partidista de consejeros electorales a nivel local y nacional, la impunidad del ‘partido’ verde… en fin, los agobios de esta forma de democracia tan nuestra y tan necesitada de reconstrucción.

Otra mala noticia, sin duda, es la presencia de elementos de violencia en la jornada electoral. No me refiero solamente a las amenazas del crimen organizado que, según parece, quita y pone candidatos de todos los partidos a su gusto. Me refiero, al menos en Yucatán, a la aparición de fenómenos de violencia que, en Temax, han dejado dos personas muertas y casas incendiadas. Puede ser que el encono político sea llevado hasta extremos de linden con la amenaza de violencia; ya había sucedido… pero ¿personas portando pistolas de 9 milímetros y disparándolas contra sus adversarios políticos? Ese me parece un dato nuevo y grave, al menos en Yucatán.

Cualquier discusión sobre las elecciones no puede dejar de notar el desamparo en el que se encuentran muchos ciudadanos y ciudadanas en algunas regiones del país: expuestos a elegir entre delincuentes y corruptos. Ninguna elección así merece el nombre de democrática. Y tiene razón el centro de derechos humanos guerrerense ‘Tlachinollan’ al advertir que no puede esperarse gran cosa de unas elecciones realizadas en medio de una guerra. Y algunas regiones del país están en guerra.

Un rasgo positivo, no obstante, es la copiosa votación que todavía se recibe en las urnas. Como empeñados en darle una oportunidad a la democracia, miles de ciudadanos y ciudadanas van a votar a pesar de todos estos pesares enlistados arriba. La democracia, esa señora tan mencionada en los últimos meses, parece no servirles de gran cosa: los políticos se sirven solamente a sí mismos, responden solamente a las órdenes de sus amos, venden el país a pedazos, convierten todo el proceso electoral –comenzando por la constitución de los órganos electorales ‘ciudadanos’– en un singular mercado… y las personas siguen haciendo filas para votar. Acaso sea el signo de su aferramiento a encontrar una salida pacífica a sus agobios, su terco deseo de conjurar la violencia, su seguro de vida contra el caos… pero resulta que la democracia electoral ya no parece capaz de garantizar ni siquiera eso. De cualquier manera, no soy de los que piensan que votar sea una equivocación y celebro como cosa positiva que haya tantos votantes (y votantas, que al menos en mi casilla, eran abrumadora mayoría) y que, a pesar de las presiones, haya personas que sin recibir pago alguno cuiden el actuar de los funcionarios y resguarden la casilla mientras hacen el conteo final. Hay entre estas personas historias de heroica resistencia y gracias a su empeño han quedado conjurados decenas de tramposos a quienes se les ha frustrado su numerito.

Otra buena noticia, desde mi perspectiva, es la creciente cantidad de votantes que deciden nulificar su voto. No porque éste sea un medio de conseguir nada, sino como una simple manifestación de protesta. No existe la obligación de votar por el ‘menos peor’. No sé mucho de estrategias, pero me parece que la dignidad del voto nulo no es menor a la dignidad del voto útil. Cuestión de elecciones. A pesar de todas las discusiones abiertas sobre la conveniencia o no de anular el voto, concedo que no termina de despejarse en todos la cuestión de si el voto nulo no habría podido ser mejor utilizado. Pero si algún día encontráramos la manera de que la votación nulificada tuviera un significado pragmático en los resultados, ese día, estoy seguro, los anulistas podrían impedir el triunfo de uno que otro desvergonzado de esos que compiten impunemente.

Y finalmente, Kumamoto y El Bronco, dos sorpresas de distinto calibre, pero ambas botones de muestra de por dónde podría caminar la superación del factor más desencantador de la democracia mexicana: su secuestro a manos de los partidos políticos. Podrá Kumamoto ser un ‘yo soy 123’ en el poder y El Bronco un ex priísta converso gracias a su tragedia familiar, pero ambos, sin juzgar ahora sus virtudes o defectos personales, que conozco muy poco, son signo de que –como nos enseñan los mexicanos que cruzan la frontera norte– siempre es posible encontrarle un hueco al muro, en este caso, al muro del dominio de los partidos que ha sofocado los alientos de todas las recientes reformas electorales.

Las y los zapatistas, expertos en el trato con el poder porque lo han sufrido en carne propia, redujeron las elecciones a su legítima dimensión cuando aconsejaron: voten o no voten, no dejen de organizarse. Por el momento, las elecciones no son otra cosa que la disputa del botín entre los de arriba. Sean del color que sean, ellos están arriba, y para continuar ahí obedecen a los que de veras mandan, a los que están todavía más arriba y no sujetan su poder a urna ninguna. Pero abajo hay vida fuera y más allá de las elecciones. Y algún día, la vida que crece desde abajo, terminará por darle otro significado al voto, a la urna, a la participación; el significado que las y los zapatistas han sellado con su sangre y se proponen hacer realidad en las Juntas de Buen Gobierno: “Aquí el pueblo manda y el gobierno obedece”. Nunca se ha dicho algo tan alto de la democracia.

Ah. Se me olvidaba. El título. Dice un medio de comunicación de esos de paga, que hubo brujería en Suma de Hidalgo antes de la votación. Que en la puerta del Tendejón ‘La Flor’, frente a la clínica del IMSS, apareció un vaso con flores amarillas y tierra colorada. No sé qué augurios trataría de convocar ese sortilegio o qué pediría a cambio de esa ofrenda el demandante. Pero el ingenioso comentario que la nota provocó en el whatsapp sería de carcajada si no fuera porque apunta a nuestra tragedia nacional: “No sé cómo clasificar esto en la compra, coacción y brujería del voto. Pero es verídico, son urnas embrujadas: votas por cualquier candidato y te gobiernan monstruos”.

Así que a organizarnos y a resistir. Que para eso no se necesitan tiempos electorales.

Iglesia y Sociedad

La beatificación de un santo

28 May , 2015  

Parece que las cosas en el cielo son distintas de como las manejamos en la tierra. Y el cielo y el corazón del pueblo pueden confundirse hasta identificarse. Cuando en 1980 Monseñor Romero cayó bajo las balas asesinas, el pueblo reconoció su martirio y lo proclamó santo. No solamente el pueblo pobre de El Salvador, sino la pobrería toda que, reunida en comunidades de base dispersas por toda la América Latina, conocía de la entrega de Monseñor, de su fidelidad al evangelio, trataba de escuchar en radios de onda corta sus homilías dominicales y sabía también de su otro martirio, el de los desprecios y ataques de sus propios hermanos de báculo y de mitra, incluida la indiferencia del obispo de Roma.

Apenas cuatro días después de su martirio, Dom Pedro Casaldáliga convocó todos estos sentimientos y los plasmó en una hermosa elegía. En ella llamaba a Monseñor con el nombre con el que, a partir de ese momento, sería reconocido por todos: san Romero de América, pastor y mártir nuestro. Ignacio Ellacuría, jesuita que sufriría también el martirio nueve años más tarde, junto con otras siete personas, en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), habría dicho pocos días después del martirio de Monseñor: “Con Monseñor Romero, Dios pasó por El Salvador”. Y fuimos cientos, miles, millones de personas en el mundo quienes reconocimos en el asesinato de Monseñor Romero la entrega amorosa y adolorida de un pastor por su pueblo. No había necesidad de hacerlo santo, porque ya lo era en el corazón del pueblo. Como bien dijo Dom Pedro:
América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini
en la espuma-aureola de sus mares,
en el retablo antiguo de los Andes alertos,
en el dosel airado de todas sus florestas,
en la canción de todos sus caminos,
en el calvario nuevo de todas sus prisiones,
de todas sus trincheras,
de todos sus altares…
¡En el ara segura del corazón insomne de sus hijos!

Por eso digo que en la tierra, a diferencia del cielo, es decir, del “corazón insomne” del pueblo, las cosas tienen otros ritmos y otras formas. Así que cuando llegó Francisco a la sede de Pedro y anunció el avance de la causa de canonización de Monseñor Romero, congelada en los dos pontificados anteriores, sólo se repitió lo que el libro de los Hechos de los Apóstoles nos relata acerca del primer Pedro en el capítulo 10. Cuenta el texto que Pedro fue llamado por Cornelio, un oficial romano, para que visitase su casa. Pedro, en obediencia a unas visiones que había tenido, acude a la casa donde Cornelio ha reunido a su familia y lo espera. Las primeras palabras de Pedro al entrar a la casa fueron: “Ustedes saben que a un judío su religión le prohíbe juntarse con un extranjero o entrar en su casa…”, remarcando así que si había llegado a esa casa era, no por su gusto, sino por un mandato especial recibido de Dios. De cualquier manera, después de escuchar a Cornelio y sus peticiones, Pedro comienza a cumplir con su deber de anunciarles el evangelio de Jesús.

El libro ocupa diez versículos en el largo discurso preparado por Pedro. La sorpresa es que, aún no ha terminado Pedro con su larga homilía, cuando el Espíritu Santo se derrama sobre todos los que estaban escuchando la predicación. Pedro y sus compañeros quedan desconcertados. Se supone que el bautismo es la puerta para la recepción del Espíritu. Pero el Espíritu también se sabe saltar las cercas cuando mira obstaculizada su labor. La reacción de Pedro, aunque tardía, termina siendo la correcta: “¿Cómo negar el agua del bautismo a quienes ya han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros? Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Luego le pidieron que se quedara algunos días con ellos” (Hech 10,47-48)

Es así que ha llegado también la beatificación de san Romero. Una medida tardía, pero correcta. Tuve el privilegio de contemplar ese momento en la Plaza del Salvador del Mundo, en el corazón de San Salvador. La posibilidad me fue ofrecida por la gentil invitación de los padres Ismael y Ovidio, Jaime y Efraín, metidos todos ellos hasta el fondo en el acompañamiento de la pastoral indígena en la parroquia de Lolotique, en la región Lenka. Su amabilidad no solo nos permitió, a Atilano y a mí, ser testigos de este importantísimo momento para la iglesia latinoamericana, sino que nos enriqueció con la experiencia cercana de una comunidad indígena que celebró con sus modos y formas la memoria de Monseñor Romero.

La Misa tuvo momentos altamente emotivos. La liturgia, sin embargo, fue pensada expresamente para minimizar la dimensión conflictiva y política del martirio de Monseñor y mantener en los márgenes al pueblo. Quienes esperábamos escuchar la Misa Salvadoreña y los corridos populares más significativos dedicados a Monseñor y cantados a lo largo y ancho del país, tuvimos que conformarnos con cantos que lo mismo podrían haberse cantado en México, Argentina o España. Y no obstante esas aviesas intenciones, nada pudo contener el clamor de las más de 200 mil personas que gritaron vivas a Monseñor Romero una vez leído el decreto de su proclamación como beato y que lloraron de emoción ante el desfile de la camisa manchada con la sangre de su martirio. La emoción del pueblo desbordó la estrecha cárcel litúrgica, haciendo realidad las palabras de Casaldáliga:
(Las curias no podían entenderte:
ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo).
Tu pobrería sí te acompañaba,
en desespero fiel,
pastor y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.
El Pueblo te hizo santo.
La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.
Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio.

Ha sido, pues, una experiencia significativa para mí este viaje al corazón de la iglesia latinoamericana comprometida con los pobres. Le agradezco a Dios por ello. Miro detrás de la beatificación de Romero el empecinado espíritu reformista de Francisco y me parece una buena noticia que un testimonio de fe de tal calibre siga iluminando el firmamento de la iglesia. En mi experiencia personal, lo más emotivo ha sido la visita al hospitalito, lugar de residencia y de martirio de Monseñor Romero y a la cripta catedralicia, en el 16 aniversario de resguardo de los restos de Monseñor por parte de las comunidades eclesiales de base, mantenido con firmeza inquebrantable ante los embates del arzobispado de san Salvador.

Sin duda, quien más ha salido perdiendo en esta conmemoración ha sido el Arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas, a quien todos apuntan como el promotor de la “edulcoración” del martirio de Romero y que apenas dos años antes había prohibido que se mencionara a Romero en el seminario o se le pusiera el nombre de Monseñor a algún edificio de la iglesia. Ahora, en la Misa, tragándose sus palabras, ha tenido que hablar de Romero llamándolo “nuestro amadísimo Monseñor Romero”, ante las abiertas críticas de miembros de su propio clero. Ironías de la vida.

No ha sido para mí un viaje más: ha sido una especie de vuelta a casa. Nunca pude imaginar, cuando en el lejano 1991 puse sobre el altar de la Parroquia de La Asunción en Tecoh, el retrato de Monseñor Romero, e invité a la comunidad a celebrar su novenario, que llegaría con vida a ver la oficialización de su santidad. Ha sido un inmerecido regalo de Dios. Pero cuando digo ‘vuelta a casa’ no me refiero solamente al recuerdo de mi amada primera parroquia, sino a la raíz misma de mi compromiso cristiano: la decisión de vivir mi fe y mi ministerio de presbítero siempre al lado de los pobres. Cuando me arrodillé en la capilla del hospitalito, justo frente al lugar donde Monseñor cayó abatido por las balas, renové ese amor del principio. Que san Romero de América me regalé la fidelidad.

Ahora solo falta lo que falta: como hizo la familia de Cornelio a Pedro después del bautismo, las comunidades pobres de este continente invitan a la iglesia a “que se quede algunos días con ellos”. Solo así la iglesia volverá a sus orígenes. Sólo tras las huellas del testimonio de Romero llevaremos menos indignamente el nombre de cristianos.