Iglesia y Sociedad

Urnas embrujadas

9 Jun , 2015  

El proceso electoral está en su última etapa. Si a las campañas y su propaganda nos atuviéramos, casi todo el país respondería de manera unánime: ¡Gracias a Dios! El hartazgo de la gente de a pie debido a la sobreexposición de la partidocracia en carteles, espectaculares, lonas, papelería, gorras, camisetas, vasos, plumas, tazas y, por si fuera poco, en los medios de comunicación social, ha sido un común denominador. El dinero público que en eso se invierte rinde magros resultados, salvo, claro, el enriquecimiento de los dueños de los medios.

Pienso que hay buenas y malas noticias en el proceso que está concluyendo. La primera mala noticia es que está todavía lejana la fecha en que el proceso electoral alcance aquella sublime descripción de Ángeles Mastretta: “Acudir a unas elecciones pacíficas, votar por quien mejor nos parezca y ser capaces de creer que ganó el que gane, no puede ser eternamente un imposible. Sin embargo, cuántas veces tal simpleza ha cruzado por nosotros como una fantasía que de seguro colinda con la magia”.

No sé cuántos años más nos lleve superar la oferta de regalos a mansalva, las hordas partidistas presionando a los votantes fuera de las casillas, la desconfianza en los funcionarios electorales (‘segurito que ya los compraron’), la adhesión partidista vista como seguro contra el empleo… Y eso para no hablar de los obstáculos mayores: la imposición partidista de consejeros electorales a nivel local y nacional, la impunidad del ‘partido’ verde… en fin, los agobios de esta forma de democracia tan nuestra y tan necesitada de reconstrucción.

Otra mala noticia, sin duda, es la presencia de elementos de violencia en la jornada electoral. No me refiero solamente a las amenazas del crimen organizado que, según parece, quita y pone candidatos de todos los partidos a su gusto. Me refiero, al menos en Yucatán, a la aparición de fenómenos de violencia que, en Temax, han dejado dos personas muertas y casas incendiadas. Puede ser que el encono político sea llevado hasta extremos de linden con la amenaza de violencia; ya había sucedido… pero ¿personas portando pistolas de 9 milímetros y disparándolas contra sus adversarios políticos? Ese me parece un dato nuevo y grave, al menos en Yucatán.

Cualquier discusión sobre las elecciones no puede dejar de notar el desamparo en el que se encuentran muchos ciudadanos y ciudadanas en algunas regiones del país: expuestos a elegir entre delincuentes y corruptos. Ninguna elección así merece el nombre de democrática. Y tiene razón el centro de derechos humanos guerrerense ‘Tlachinollan’ al advertir que no puede esperarse gran cosa de unas elecciones realizadas en medio de una guerra. Y algunas regiones del país están en guerra.

Un rasgo positivo, no obstante, es la copiosa votación que todavía se recibe en las urnas. Como empeñados en darle una oportunidad a la democracia, miles de ciudadanos y ciudadanas van a votar a pesar de todos estos pesares enlistados arriba. La democracia, esa señora tan mencionada en los últimos meses, parece no servirles de gran cosa: los políticos se sirven solamente a sí mismos, responden solamente a las órdenes de sus amos, venden el país a pedazos, convierten todo el proceso electoral –comenzando por la constitución de los órganos electorales ‘ciudadanos’– en un singular mercado… y las personas siguen haciendo filas para votar. Acaso sea el signo de su aferramiento a encontrar una salida pacífica a sus agobios, su terco deseo de conjurar la violencia, su seguro de vida contra el caos… pero resulta que la democracia electoral ya no parece capaz de garantizar ni siquiera eso. De cualquier manera, no soy de los que piensan que votar sea una equivocación y celebro como cosa positiva que haya tantos votantes (y votantas, que al menos en mi casilla, eran abrumadora mayoría) y que, a pesar de las presiones, haya personas que sin recibir pago alguno cuiden el actuar de los funcionarios y resguarden la casilla mientras hacen el conteo final. Hay entre estas personas historias de heroica resistencia y gracias a su empeño han quedado conjurados decenas de tramposos a quienes se les ha frustrado su numerito.

Otra buena noticia, desde mi perspectiva, es la creciente cantidad de votantes que deciden nulificar su voto. No porque éste sea un medio de conseguir nada, sino como una simple manifestación de protesta. No existe la obligación de votar por el ‘menos peor’. No sé mucho de estrategias, pero me parece que la dignidad del voto nulo no es menor a la dignidad del voto útil. Cuestión de elecciones. A pesar de todas las discusiones abiertas sobre la conveniencia o no de anular el voto, concedo que no termina de despejarse en todos la cuestión de si el voto nulo no habría podido ser mejor utilizado. Pero si algún día encontráramos la manera de que la votación nulificada tuviera un significado pragmático en los resultados, ese día, estoy seguro, los anulistas podrían impedir el triunfo de uno que otro desvergonzado de esos que compiten impunemente.

Y finalmente, Kumamoto y El Bronco, dos sorpresas de distinto calibre, pero ambas botones de muestra de por dónde podría caminar la superación del factor más desencantador de la democracia mexicana: su secuestro a manos de los partidos políticos. Podrá Kumamoto ser un ‘yo soy 123’ en el poder y El Bronco un ex priísta converso gracias a su tragedia familiar, pero ambos, sin juzgar ahora sus virtudes o defectos personales, que conozco muy poco, son signo de que –como nos enseñan los mexicanos que cruzan la frontera norte– siempre es posible encontrarle un hueco al muro, en este caso, al muro del dominio de los partidos que ha sofocado los alientos de todas las recientes reformas electorales.

Las y los zapatistas, expertos en el trato con el poder porque lo han sufrido en carne propia, redujeron las elecciones a su legítima dimensión cuando aconsejaron: voten o no voten, no dejen de organizarse. Por el momento, las elecciones no son otra cosa que la disputa del botín entre los de arriba. Sean del color que sean, ellos están arriba, y para continuar ahí obedecen a los que de veras mandan, a los que están todavía más arriba y no sujetan su poder a urna ninguna. Pero abajo hay vida fuera y más allá de las elecciones. Y algún día, la vida que crece desde abajo, terminará por darle otro significado al voto, a la urna, a la participación; el significado que las y los zapatistas han sellado con su sangre y se proponen hacer realidad en las Juntas de Buen Gobierno: “Aquí el pueblo manda y el gobierno obedece”. Nunca se ha dicho algo tan alto de la democracia.

Ah. Se me olvidaba. El título. Dice un medio de comunicación de esos de paga, que hubo brujería en Suma de Hidalgo antes de la votación. Que en la puerta del Tendejón ‘La Flor’, frente a la clínica del IMSS, apareció un vaso con flores amarillas y tierra colorada. No sé qué augurios trataría de convocar ese sortilegio o qué pediría a cambio de esa ofrenda el demandante. Pero el ingenioso comentario que la nota provocó en el whatsapp sería de carcajada si no fuera porque apunta a nuestra tragedia nacional: “No sé cómo clasificar esto en la compra, coacción y brujería del voto. Pero es verídico, son urnas embrujadas: votas por cualquier candidato y te gobiernan monstruos”.

Así que a organizarnos y a resistir. Que para eso no se necesitan tiempos electorales.

Iglesia y Sociedad

La beatificación de un santo

28 May , 2015  

Parece que las cosas en el cielo son distintas de como las manejamos en la tierra. Y el cielo y el corazón del pueblo pueden confundirse hasta identificarse. Cuando en 1980 Monseñor Romero cayó bajo las balas asesinas, el pueblo reconoció su martirio y lo proclamó santo. No solamente el pueblo pobre de El Salvador, sino la pobrería toda que, reunida en comunidades de base dispersas por toda la América Latina, conocía de la entrega de Monseñor, de su fidelidad al evangelio, trataba de escuchar en radios de onda corta sus homilías dominicales y sabía también de su otro martirio, el de los desprecios y ataques de sus propios hermanos de báculo y de mitra, incluida la indiferencia del obispo de Roma.

Apenas cuatro días después de su martirio, Dom Pedro Casaldáliga convocó todos estos sentimientos y los plasmó en una hermosa elegía. En ella llamaba a Monseñor con el nombre con el que, a partir de ese momento, sería reconocido por todos: san Romero de América, pastor y mártir nuestro. Ignacio Ellacuría, jesuita que sufriría también el martirio nueve años más tarde, junto con otras siete personas, en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), habría dicho pocos días después del martirio de Monseñor: “Con Monseñor Romero, Dios pasó por El Salvador”. Y fuimos cientos, miles, millones de personas en el mundo quienes reconocimos en el asesinato de Monseñor Romero la entrega amorosa y adolorida de un pastor por su pueblo. No había necesidad de hacerlo santo, porque ya lo era en el corazón del pueblo. Como bien dijo Dom Pedro:
América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini
en la espuma-aureola de sus mares,
en el retablo antiguo de los Andes alertos,
en el dosel airado de todas sus florestas,
en la canción de todos sus caminos,
en el calvario nuevo de todas sus prisiones,
de todas sus trincheras,
de todos sus altares…
¡En el ara segura del corazón insomne de sus hijos!

Por eso digo que en la tierra, a diferencia del cielo, es decir, del “corazón insomne” del pueblo, las cosas tienen otros ritmos y otras formas. Así que cuando llegó Francisco a la sede de Pedro y anunció el avance de la causa de canonización de Monseñor Romero, congelada en los dos pontificados anteriores, sólo se repitió lo que el libro de los Hechos de los Apóstoles nos relata acerca del primer Pedro en el capítulo 10. Cuenta el texto que Pedro fue llamado por Cornelio, un oficial romano, para que visitase su casa. Pedro, en obediencia a unas visiones que había tenido, acude a la casa donde Cornelio ha reunido a su familia y lo espera. Las primeras palabras de Pedro al entrar a la casa fueron: “Ustedes saben que a un judío su religión le prohíbe juntarse con un extranjero o entrar en su casa…”, remarcando así que si había llegado a esa casa era, no por su gusto, sino por un mandato especial recibido de Dios. De cualquier manera, después de escuchar a Cornelio y sus peticiones, Pedro comienza a cumplir con su deber de anunciarles el evangelio de Jesús.

El libro ocupa diez versículos en el largo discurso preparado por Pedro. La sorpresa es que, aún no ha terminado Pedro con su larga homilía, cuando el Espíritu Santo se derrama sobre todos los que estaban escuchando la predicación. Pedro y sus compañeros quedan desconcertados. Se supone que el bautismo es la puerta para la recepción del Espíritu. Pero el Espíritu también se sabe saltar las cercas cuando mira obstaculizada su labor. La reacción de Pedro, aunque tardía, termina siendo la correcta: “¿Cómo negar el agua del bautismo a quienes ya han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros? Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Luego le pidieron que se quedara algunos días con ellos” (Hech 10,47-48)

Es así que ha llegado también la beatificación de san Romero. Una medida tardía, pero correcta. Tuve el privilegio de contemplar ese momento en la Plaza del Salvador del Mundo, en el corazón de San Salvador. La posibilidad me fue ofrecida por la gentil invitación de los padres Ismael y Ovidio, Jaime y Efraín, metidos todos ellos hasta el fondo en el acompañamiento de la pastoral indígena en la parroquia de Lolotique, en la región Lenka. Su amabilidad no solo nos permitió, a Atilano y a mí, ser testigos de este importantísimo momento para la iglesia latinoamericana, sino que nos enriqueció con la experiencia cercana de una comunidad indígena que celebró con sus modos y formas la memoria de Monseñor Romero.

La Misa tuvo momentos altamente emotivos. La liturgia, sin embargo, fue pensada expresamente para minimizar la dimensión conflictiva y política del martirio de Monseñor y mantener en los márgenes al pueblo. Quienes esperábamos escuchar la Misa Salvadoreña y los corridos populares más significativos dedicados a Monseñor y cantados a lo largo y ancho del país, tuvimos que conformarnos con cantos que lo mismo podrían haberse cantado en México, Argentina o España. Y no obstante esas aviesas intenciones, nada pudo contener el clamor de las más de 200 mil personas que gritaron vivas a Monseñor Romero una vez leído el decreto de su proclamación como beato y que lloraron de emoción ante el desfile de la camisa manchada con la sangre de su martirio. La emoción del pueblo desbordó la estrecha cárcel litúrgica, haciendo realidad las palabras de Casaldáliga:
(Las curias no podían entenderte:
ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo).
Tu pobrería sí te acompañaba,
en desespero fiel,
pastor y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.
El Pueblo te hizo santo.
La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.
Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio.

Ha sido, pues, una experiencia significativa para mí este viaje al corazón de la iglesia latinoamericana comprometida con los pobres. Le agradezco a Dios por ello. Miro detrás de la beatificación de Romero el empecinado espíritu reformista de Francisco y me parece una buena noticia que un testimonio de fe de tal calibre siga iluminando el firmamento de la iglesia. En mi experiencia personal, lo más emotivo ha sido la visita al hospitalito, lugar de residencia y de martirio de Monseñor Romero y a la cripta catedralicia, en el 16 aniversario de resguardo de los restos de Monseñor por parte de las comunidades eclesiales de base, mantenido con firmeza inquebrantable ante los embates del arzobispado de san Salvador.

Sin duda, quien más ha salido perdiendo en esta conmemoración ha sido el Arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas, a quien todos apuntan como el promotor de la “edulcoración” del martirio de Romero y que apenas dos años antes había prohibido que se mencionara a Romero en el seminario o se le pusiera el nombre de Monseñor a algún edificio de la iglesia. Ahora, en la Misa, tragándose sus palabras, ha tenido que hablar de Romero llamándolo “nuestro amadísimo Monseñor Romero”, ante las abiertas críticas de miembros de su propio clero. Ironías de la vida.

No ha sido para mí un viaje más: ha sido una especie de vuelta a casa. Nunca pude imaginar, cuando en el lejano 1991 puse sobre el altar de la Parroquia de La Asunción en Tecoh, el retrato de Monseñor Romero, e invité a la comunidad a celebrar su novenario, que llegaría con vida a ver la oficialización de su santidad. Ha sido un inmerecido regalo de Dios. Pero cuando digo ‘vuelta a casa’ no me refiero solamente al recuerdo de mi amada primera parroquia, sino a la raíz misma de mi compromiso cristiano: la decisión de vivir mi fe y mi ministerio de presbítero siempre al lado de los pobres. Cuando me arrodillé en la capilla del hospitalito, justo frente al lugar donde Monseñor cayó abatido por las balas, renové ese amor del principio. Que san Romero de América me regalé la fidelidad.

Ahora solo falta lo que falta: como hizo la familia de Cornelio a Pedro después del bautismo, las comunidades pobres de este continente invitan a la iglesia a “que se quede algunos días con ellos”. Solo así la iglesia volverá a sus orígenes. Sólo tras las huellas del testimonio de Romero llevaremos menos indignamente el nombre de cristianos.

Iglesia y Sociedad

Pastor y mártir nuestro

18 May , 2015  

El próximo sábado 23 de mayo será beatificado, en la ciudad de San Salvador, Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, mejor conocido como Monseñor Romero o, simplemente Monseñor. El título de esta entrega es un verso del famoso poema que le dedicara Dom Pedro Casaldáliga cuando se enteró de su martirio. La beatificación me llena de gozo. Han sido proclamados recientemente santos de diversos orígenes, algunos, incluso, que no son en absoluto santos de mi devoción. Es cierto también que, parafraseando el poema de Dom Pedro, el pueblo ha puesto ya a Monseñor en su gloria de Bernini –la del pueblo– pero la aceptación pública de la conflictiva fidelidad de Monseñor al evangelio no deja de ser una muy buena noticia y renueva mi esperanza en el brío renovador del Papa Francisco.

Quiero pues, dado que la vida me concede asistir a la beatificación el próximo fin de semana, ofrecer en estas líneas un homenaje a Monseñor extrayendo, del baúl de la memoria, tres momentos de mi personal relación con Romero.

1. Me siento en una de las escaleras del seminario en el que estudié todos mis años de formación sacerdotal, el seminario de Yucatán. Es domingo por la tarde. Es 1978. No sé manejar bien el radio de onda corta. En realidad, nunca usé el radio más que para escuchar noticias o música. Pero he conseguido este radio en el afán de escuchar las homilías de Monseñor Romero. La convulsa realidad de El Salvador queda al desnudo en las denuncias de este obispo valiente. Eran tiempos sin computadora aún. De pronto, alcanzo a sintonizar la voz del profeta. Apenas unas frases y el corazón me palpita en el pecho. Cuando, al día siguiente, le comenté al Padre Lázaro Pérez, único maestro en el seminario que permitía –y a veces recomendaba– que leyéramos textos de la teología de la liberación, que había logrado sintonizar algunas palabras de Monseñor en su homilía semanal por el radio de onda corta, me dijo: “ese hombre sí que es un cristiano cabal, un modelo de santidad política”. Yo asentí en silencio.
2. Siempre he pensado en lo duro que debió haber sido para san Pablo saber que, en la pascua del año 30, mientras él con toda seguridad participaba de las fiestas pascuales en el templo de Jerusalén, Jesús estaba siendo ejecutado en el Monte Calvario, a pocos pasos de la muralla que protegía la ciudad. Cuando, apenas unos pocos años después, Jesús se le hace encontradizo a Pablo, la vida de quien sería apóstol de los gentiles cambió de manera radical. ‘Para mí la vida es Cristo’, llegó a decir el fariseo, hijo de fariseos, que había abierto su corazón a la Buena Noticia proclamada por aquel hombre ajusticiado. ¡Y pensar que Pablo pudo haber sido testigo de su cruenta muerte! Y en lugar de eso, no tenía más que el amargo sabor de recordar la cena pascual de ese año… pero nada de aquel desconocido que terminó el viernes previo a la sagrada fiesta de la pascua, colgando de un madero como blasfemo y sedicioso.
La misma sensación experimenté yo cuando, a la muerte de Monseñor Romero en 1980, recordé la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano que tuvo lugar en el seminario de Puebla en 1979, cuyas entrañas conocí porque tuve la fortuna de desempeñar en ella algunos servicios ya que me tocó estudiar en el seminario palafoxiano aquel curso escolar 1978-1979. No eran tiempos de teléfonos celulares, así que para tomar fotografías había que tener una cámara fotográfica en forma. Alcancé a tomarme algunas fotos en los descansos de los trabajos de la CELAM con personajes a los que yo admiraba: los obispos Hélder Cámara y Leonidas Proaño, el Abad de Taizé, Roger Schutz –que también moriría mártir algunos años después– y hasta con el obispo de Medellín, López Trujillo, más tarde cardenal del nuevo pontificado y detractor de la Teología de la Liberación. Bueno, hasta con el Papa Juan Pablo II, recientemente nombrado Obispo de Roma, tengo foto… ¡pero ninguna con Monseñor Romero! Es algo que lamentaré toda mi vida.
3. Algunos meses después de la muerte de san Romero escribí una elegía en su memoria. Un fragmento de ella quedó escrito en la parte trasera de un mueble que servía de división en el humilde cuarto de la que fuera la primera iglesia donde serví como párroco, Nuestra Señora de la Asunción, en Tecoh. La elegía formó parte de la colección de poemas ‘Palabras Minerales’, que resultara ganadora de la rosa de oro en los juegos florales peninsulares de Tenabo, Campeche, en 1997. He publicado ya esta elegía en otra ocasión en este mismo espacio, hace más de quince años. La comparto de nuevo hoy con el corazón henchido de gozo por la beatificación de Monseñor Romero y por todo el bien que a la iglesia va a traerle con seguridad su elevación a los altares.

SAN ROMERO
I
Quisiera recordarte enardecido
y con tu mano levantada al viento.
Que quedaras colgado eternamente
en mi memoria rota por el llanto.
Pero tú ya no estás…

II

Todo me huele a muerte en este día.
Me llega a las narices
el hedor de tu cuerpo masacrado.
junto con el aroma
de tu palabra viva, penetrante,
eco de mi conciencia adormecida
y de mi galopante incongruencia.

La sangre del martirio
llegó hasta los rincones de tu patria.

Y se calla tu voz y surgen quince,
y se cierran tus ojos
y veinticinco nuevos se descubren mirando,
y se apaga tu antorcha
y las quinientas sombras de la noche
se iluminan de pronto,
y duermes en la tierra
y surgen de tu ofrenda vespertina
mesas llenas de amor y de alimentos
y escuelas de sonrisas,
millones de mañanas sin mentiras
y seguros sociales contra el llanto
y arroyos de justicia campesina
y fusiles de paz…

III

No ha sido en vano todo:
no puedo hacer las cosas,
después del sacrificio valiente de tu vida,
marcando el mismo paso,
pisando nuevamente mil caminos gastados.

Mi vida no es la tuya y necesito
lanzar también mi voz y mi palabra.

Ese tu cuerpo muerto me recuerda
este reproche interno, cotidiano y quemante:
no ser lo que debiera.

Es tu postrer mensaje, obispo compañero,
tu último regalo…

Iglesia y Sociedad

Caminar juntos

12 May , 2015  

La crisis del Estado Nacional va llegando a límites extremos. Los niveles de descomposición social quedan aún más en evidencia en estos tiempos de proceso electoral. Los partidos políticos, guiados solamente por sus propios intereses, salen, desvergonzados, a reclamar votos para continuar la farsa democrática en un país en que ningún orden de gobierno pareciera estar a la altura de la honda crisis que nos agobia. Tras la estela de las campañas electorales va quedando cada vez más claro que los partidos políticos, éstos que tenemos, todos sin excepción, con su ambición desmedida, su corrupción y su obsequiosidad ante los poderes económicos (los que de veras mandan), son una parte del problema y no de la solución.

Ante el riesgo de que, junto con la confianza en el sistema de partidos, también el alma nacional se vaya por el caño, han ido surgiendo movimientos que tienen por objeto la transformación radical del sistema. Intentan ofrecer vías alternas a la dictadura de los mercados y a la vergonzosa sumisión y rapacidad de la clase política.

En la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa tuvo lugar el inicio de la Convención Nacional Popular el pasado 6 de febrero de este año. Con la presencia de 244 delegados de organizaciones sociales de todo el país arrancó este esfuerzo de “aglutinar y unificar a todas las fuerzas políticas del país, respetando su diversidad y dinámica propia, pero dándole rumbo a través de un programa político’’, según declaró aquel día Vidulfo Rosales, abogado del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan. La Convención Nacional Popular dio inicio a los 132 días de que los 43 normalistas fueron desaparecidos. Sus acuerdos fueron, primero, ratificar que la demanda principal del movimiento social es la presentación con vida de los 43 alumnos detenidos-desaparecidos en Iguala; segundo, la derogación de las reformas estructurales, y tercero, el desconocimiento del presidente Enrique Peña Nieto.

Un día antes, el 5 de febrero, con la metáfora de una casa, el compañero Raúl Vera fue el encargado de explicar las intenciones de la Constituyente Ciudadana–Popular. Esta iniciativa, mucho más ambiciosa y de largo aliento, fue saludada de esta manera por los padres de Ayotzinapa: “El día de hoy salen a la luz pública la Convención Nacional Popular y la Constituyente Ciudadana Popular como dos arroyos de un mismo gran río que es el Pueblo mexicano en busca darle una salida pacífica, popular y ciudadana a la crisis y avanzar en la refundación de México. Ambas iniciativas nos reconocemos como parte del proceso en que nuestros pueblos construyen espacios de reflexión, análisis, resistencia y acción comunitaria, en donde se puedan expresar todas las voces, los saberes, las experiencias, espiritualidades y la poderosa raíz de nuestra cultura. Ambos espacios, además de sumarnos al reclamo de aparición con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa, ponemos en el centro la necesidad de la unidad nacional. Por ello declaramos que vamos andando caminos paralelos pero no opuestos. Los objetivos de cada proyecto nos llevan a dialogar. En los días subsiguientes seguiremos fortaleciendo los puentes de diálogo, comunicación, entendimiento y acción para contribuir a la liberación de este oprobioso e injusto sistema neoliberal”.

La Constituyente Ciudadana-Popular ha tenido, el pasado 2 de mayo, su Primera Asamblea Nacional, a la que asistieron 600 delegados y delegadas de los comités facilitadores que se han constituido ya en 27 estados del país. La asamblea creó una ruta de trabajo para seguir con la consolidación interna de este gran esfuerzo ciudadano y crear lazos con más organizaciones sociales. Un buen resumen de la pretensión de la Constituyente ha quedado en el texto de la convocatoria a esta Primera Asamblea Nacional:

“Creemos que la solución a la crisis actual, a la catástrofe humanitaria, está más allá del 7 de junio. La superación de la crisis radica en la construcción de un proceso de nuevo gobierno, en la elaboración de un nuevo pacto social o proceso constituyente, que hace de la participación ciudadana y comunitaria su razón de existir. Pensamos que poco aportamos si enfatizamos las diferencias dentro de la sociedad civil, entre quienes votan o no. Sería conveniente aprovechar las discusiones que se suscitan en torno a las elecciones del 7 de junio, con el fin de reflexionar y acordar, en la medida de lo posible, el camino, la ruta o rutas que, desde la resistencia y la desobediencia civil pacífica, podemos emprender para que se vayan los responsables del desastre nacional, los causantes de la pobreza, la violencia y la inseguridad en que nos debatimos las mayorías nacionales. Se trata entonces de reflexionar sobre las estrategias para dar paso a la solución de los problemas nacionales, a la construcción de un nuevo gobierno; de ponernos de acuerdo entre nosotras y nosotros, las mayorías nacionales para ponerles un hasta aquí a los criminales que hoy lucran con la tragedia nacional y humana. Se trata de organizar la resistencia nacional, ciudadana, comunitaria y social. De fundir en un solo torrente las luchas cotidianas por la defensa del territorio, los derechos laborales y humanos y la lucha de todas y todos, con la construcción de un nuevo sujeto social de millones que ya ha iniciado su marcha hacia la refundación nacional”. (El documento completo puede encontrarse en: http://constituyenteciudadana.org/wp-content/uploads/2015/05/Constituyente-Asamblea-2-5-2015-FOLLETO.pdf)

Ciertos círculos de izquierda se han pronunciado críticamente en las redes sociales respecto a la Constituyente señalando la inconveniencia de que un obispo católico aparezca al frente de esta iniciativa. Yo también estaría preocupado si no supiera del esfuerzo por parte del equipo plural de ciudadanas y ciudadanos que está detrás de la iniciativa y que han venido trabajando el proyecto por más de dos años antes de que fuera dado a conocer públicamente. Yo también estaría preocupado si no conociera de primera mano la solidez moral y el ejemplar trabajo del Obispo de Saltillo a favor de los derechos humanos. Pero supongamos, como yo creo, que los críticos no poseen estas dos informaciones y que su preocupación es legítima. Creo que es algo que es necesario discutir y considero que estas críticas deberán ser sopesadas en el largo camino que implicará la construcción de la Constituyente.

Lo que sí no me parece es que, en la crítica a la que he aludido, algunos propongan argumentos basados en un jacobinismo trasnochado que termina siendo excluyente y que en nada contribuye a construir un país en el que todas y todos tengamos derecho a manifestar nuestras opiniones y a participar en su transformación. Me refiero en concreto a la argumentación que sostiene que los ministros católicos solamente siguen órdenes y que su lealtad al Estado Vaticano está por encima de su lealtad a la patria. Esas son patrañas, equivalentes a quienes argumentaban desde las iglesias, para oponerse al comunismo, que los comunistas se comían a los niños.

Yo tengo la suerte de contar con un enorme número de amigas y amigos no creyentes. Entre ellos hay muchas compañeras y compañeros de lucha. Nunca he sentido que mi fe religiosa haya sido un obstáculo para establecer con ellas y ellos relaciones de compañerismo y caminar juntos hacia objetivos comunes. No olvidemos que todos los movimientos sociales, tengan nexos con ideas religiosas o no, tienen mártires… y tienen verdugos. Pero no podemos vivir reprochándole a cada católico la Inquisición, como tampoco descalificar a cada persona de izquierda por el genocidio estalinista. Los estereotipos terminan anulando nuestra capacidad de diálogo.

Quienes se convenzan de que la Constituyente puede ser una aportación válida para la refundación de México, que lo hagan no por la figura de don Raúl Vera, sino por lo que la Constituyente, que es un esfuerzo de muchas y muchos, propone y por su viabilidad. Quienes, en cambio, decidan no participar en esta iniciativa, que sea porque el proyecto no les convence y no porque don Raúl Vera haya puesto su capital de credibilidad al servicio de esta causa.

Nunca me convenció la patraña de que los comunistas se comían a los niños. Pero tuve que caminar mucho para valorar en toda su dimensión la aportación de la izquierda y la heroicidad de muchos de sus militantes. Confío en que la Constituyente vaya avanzando en su propuesta de diálogo nacional y que sirva también para que algunos sectores de la izquierda mexicana se den la oportunidad de experimentar que los católicos y católicas no somos súbditos de un monarca extranjero.

Iglesia y Sociedad

La fiesta de las Semillas 2015

30 Abr , 2015  

El pasado 25 de abril tuvo lugar en la Escuela de Agricultura Ecológica U Yits Ka’an el Quinto Intercambio de Saberes, Semillas, Animales e Instrumentos de Labranza. Esta actividad es conocida más popularmente como Fiesta de las Semillas. Tuve el honor de dirigirme a los más de doscientos campesinos y campesinas que se reunieron en la sede central de la Escuela en Maní para darles la bienvenida a nombre de la Dirección. Les comparto las palabras que pronuncié.

Bienvenidas y bienvenidos a nuestro quinto intercambio de saberes y semillas. La familia U Yits Ka’an está de fiesta y nos alegramos porque estamos juntos y juntas hoy, como todos los años, quienes creemos que el futuro de nuestra alimentación debe estar en nuestras manos y no en aquellas de las compañías transnacionales que quieren adueñarse de la industria alimentaria.

Este encuentro lo dedicamos, desde lo más hondo de nuestros corazones, a recordar a Eduardo Galeano, el uruguayo universal recientemente fallecido que visitó esta escuela en el año de 2010 y cuya palabra resuena todavía en este patio central. Galeano es un personaje raro, como un mago, un brujo que adivinaba nuestros pensamientos colectivos y los pasaba al papel. A Galeano le apasionaba el medio ambiente. Por eso se sintió en su casa cuando visitó esta escuela. En uno de sus muchos libros, uno que se llama “Úselo y tírelo”, Galeano expresó: «Este sistema de vida que se ofrece como paraíso y que está fundado en la explotación del prójimo y en la aniquilación de la naturaleza, es el que nos está enfermando el cuerpo, nos está envenenando el alma y nos está dejando sin mundo. Las empresas transnacionales decretaron cuál era, según ellos, la solución del problema del desarrollo: Extirpación del comunismo, implantación del consumismo: la operación ha sido un éxito, pero el paciente (que es la especie humana, que es la naturaleza entera) se está muriendo». A Galeano, pues, por estas y otras muchas lúcidas palabras, le dedicamos esta edición de nuestro intercambio.

Estamos aquí para intercambiar materiales que puedan servirnos en nuestra vida de campesinos y campesinas. Nos reunimos por nuestra propia voluntad. En este tiempo en que los de arriba marcan el calendario con las elecciones y los partidos reparten un dinero que no es suyo en regalos que envenenan la convivencia de nuestras comunidades, nosotros reconocemos que para salvar nuestras vidas, para construir nuestro pueblo, para vivir dignamente como mayas, contamos solo con nosotros mismos. Nos une el amor a nuestra Madre Tierra. Nos une el rechazo a verla convertida en una simple mercancía.

En el futuro el panorama no pinta alentador. Muchas nubes oscurecen el horizonte de nuestros pueblos. Pero mientras los gobernantes de los grandes países le dan la espalda a su propia especie y se niegan a trabajar por el mejoramiento del clima, nosotros, campesinos y campesinas mayas, miembros de la familia U Yits Ka’an, no nos dormimos. Sabemos que la alimentación pasa por nuestras manos campesinas. Sabemos que cada planta, cada animal, cultivados y cuidados con respeto, son fuente de vida que brota de la Madre Tierra. Son el alimento que sostendrá a nuestras familias.

Pueden las grandes compañías pretender llenar nuestros campos de agroquímicos, con falsas promesas de producción abundante. ¡No les creemos! Sabemos que esa abundancia no es más que veneno para nuestros hijos e hijas, veneno para nuestra Madre Tierra. ¡Que con nosotros no cuenten! Aquí están nuestras manos y nuestras trojes. En ellas resguardaremos las semillas nativas, las que cultivaron los abuelos de nuestros abuelos, las que garantizarán nuestro futuro y nuestra sobrevivencia. Las semillas criollas, mejoradas con nuestro trabajo, son un tesoro que nos comprometemos a conservar y aumentar.

Lo nuestro es el intercambio, no la compra-venta. No sólo de semillas, sino de saberes, de conocimientos ancestrales, de pasión por la vida. Intercambiamos porque creemos que los productos naturales no tienen precio, que el trabajo humano no puede reducirse a lo que se cuenta con monedas. Pero intercambiamos sobre todo, porque necesitamos reconstruir la soga, el kuxan suum, la soga viviente. Necesitamos creer en nosotros mismos, organizarnos con nuestros propios modos y formas, rescatar nuestra dignidad del futuro de humillación y olvido al que quieren condenarnos.

Cada quien trae hoy el fruto de su trabajo, de sus horas al sol trabajando la tierra, de su fatiga y de sus esfuerzos. Los queremos compartir porque compartiéndolos, como hizo en otros ayeres un campesino judío, los multiplicamos. Hoy nos decimos los unos a los otros, en presencia del Corazón del Cielo, del Corazón de la Tierra, a quien nos hemos dirigido reverentes en nuestra ceremonia inicial, que aquí estamos dispuestos a dar la batalla por la soberanía alimentaria, por ser un pueblo libre que pueda vivir con dignidad. Las semillas que intercambiaremos son semillas de resistencia cultural, de autonomía, de vida digna para todas nuestras familias y nuestras comunidades. Comencemos la fiesta.

Iglesia y Sociedad

3, 2, 1… Eduardo Galeano

24 Abr , 2015  

Yo me encontré tres veces con Galeano.

Para Alejandro Cárdenas, por la idea

3. La visita a Maní
Es 21 de abril de 2009. La tarde es agradable. El patio central de la Escuela de Agricultura Ecológica U Yits Ka’an está lleno de sillas y adornado como para una fiesta. En unos momentos más deberá llegar Eduardo Galeano. Quienes llenan las sillas no son intelectuales ni literatos, sino campesinas y campesinos mayas. El lugar dista apenas unos dos kilómetros del pueblo maya de Maní, al sur de la península de Yucatán, en México.
Tanto el grupo nutrido de campesinos/as como el mismo Galeano, esperan con ansias este encuentro. Los campesinos y campesinas porque quieren conocer al señor famoso, a aquel cuyas historias les han gustado tanto cuando las han escuchado en boca de algunos de sus maestros. Galeano porque después de haber escrito tanto acerca de los mayas y del auto de fe de Maní, por fin podrá estar en el lugar de los hechos.

Maní es una de las obsesiones de Galeano. Lo expresó bien en uno de sus textos:
“Fray Diego de Landa arroja a las llamas, uno tras otro, los libros de los mayas.
El inquisidor maldice a Satanás y el fuego crepita y devora. Alrededor del quemadero los herejes aúllan cabeza abajo. Colgados de los pies, desollados a latigazos, los indios reciben baños de cera hirviente mientras crecen las llamaradas y crujen los libros, como quemándose.
Esta noche de año 1562 se convierten en cenizas ocho siglos de literatura maya. En estos largos pliegos de papel de corteza, hablaban los signos y las imágenes: contaban los trabajos y los días, los sueños y las guerras de un pueblo nacido antes que Cristo. Con pinceles de cerda de jabalí, los sabedores de cosas habían pintado estos libros alumbrados, alumbradores, para que los nietos de los nietos no fueran ciegos y supieran verse y ver la historia de los suyos, para que conocieran el movimiento de las estrellas, la frecuencia de los eclipses y las profecías de los dioses, y para que pudieran llamar a las lluvias y a las buenas cosechas de maíz.
Al centro, el inquisidor quema los libros. En torno de la hoguera inmensa castiga a los lectores. Mientras tanto los autores, artistas-sacerdotes muertos hace años o hace siglos, beben chocolate a la fresca sombra del primer árbol del mundo. Ellos están en paz, porque han muerto sabiendo que la memoria no se incendia. ¿Acaso no se cantará y se danzará, por los tiempos de los tiempos, lo que ellos habían pintado?”

Galeano había llegado a Yucatán después de una extensa gira por varios estados de México. Venía a presentar su más reciente obra “Los Espejos” y se había presentado en Mérida invitado por la promotora cultural y amiga de las grandes causas, Olga Moguel.
Galeano llega con algunos minutos de retraso a la Escuela. Se ha demorado un poco más de lo planeado en el pueblo de Maní. Ha mirado de cerca el monumental convento franciscano, desde donde Fray Diego de Landa dirigió el Auto de Fe del que ha escrito en el primer volumen de su obra Memoria del fuego. El pueblo maya sangra todavía por esa herida. Ha escuchado con atención el relato de los jóvenes franciscanos que, hace apenas unos años, realizaron un acto de desagravio ante las puertas del convento. Fray Diego de Landa pertenecía a esta orden religiosa. Los ojos de Galeano se afilan cuando escucha la anécdota. Más tarde la incluiría en alguno de sus libros aún por escribir.
Mientras Galeano lee algunos fragmentos de obra, echo la mirada sobre la multitud absorta. El corazón se me estremece. Difícilmente Galeano encuentre en otra de sus presentaciones un público que palpite al unísono de la manera como lo hizo el pueblo maya en aquella tarde apacible. En la Escuela U Yits Ka’an la memoria de Eduardo Galeano ha quedado grabada a sol y viento.
Este mi tercer encuentro con un autor que tanto ha aportado a la reflexión latinoamericana me ha dejado arrobado.

2. Porto Alegre
Durante muchos años se ha realizado en la ciudad brasileña de Porto Alegre el Foro Social Mundial. Es el año 2005. He sido invitado a participar en el Foro de este año. Será el último año que Porto Alegre será la sede única de este tipo de reuniones anticapitalistas que intentan encontrar caminos alternativos para enfrentar el actual des-orden mundial. Va la crónica del Foro que escribí en aquellos ayeres.

Las fotos: Vladimir Ilich Lenin, san Francisco de Asís, el infaltable Che Guevara, Evita Perón. Bob Marley, Buda, el Subcomandante Marcos, Carlos Marx, Mahatma Gandhi, Luiz Inacio da Silva “Lula”…
El río humano parece interminable. Los colores impactan al espectador. La marcha ha salido a las 6 de la tarde desde el Mercado Municipal y los contingentes terminan cuando se llega al anfiteatro “Pôr-do-Sol”. Son las 8.30 de la tarde (¡sí, a esta hora el sol no se ha puesto en estos confines!) y los contingentes siguen arribando. Todo es fiesta y algarabía.

Las causas: la defensa de los ecosistemas amenazados, el alto a la guerra de invasión en Iraq, el fin del sistema patriarcal, la democratización de los medios de comunicación social, los derechos de los pueblos indios, la liberación de Palestina, la defensa de las universidades públicas, la diversidad sexual y cultural, la resistencia en Cuba, la globalización de los derechos humanos, el rechazo a los tratados comerciales injustos…
Después de un tramo de gente, viene la batucada; más allá los tambores; una banda improvisada (con todo y trombón) viene alegrando a otros grupos. Hay niños y ancianos, niñas y mujeres maduras, atletas y personas con discapacidad, rubios y trigueños, la diversidad tiene hoy un nombre: Porto Alegre.

Las organizaciones: Caritas Internacional, Amnistía Internacional, Oxfam, Fraternidades Franciscanas de América Latina, Movimiento Anti-Manicomios, Católicas por el Derecho a Decidir, Organismo de defensa de los osos pandas, Central Única de Trabajadores, una larga lista de partidos políticos de izquierda de países diversos, Red brasileña de prostitutas, Movimiento de los sin techo, Red feminista, Pastoral del Sida de la Conferencia de Obispos Brasileños, Alianza de Obreros Revolucionarios, Mundo Sustentable, Vía Campesina…
Los vendedores traen banderas del foro social mundial en sus carritos. Venden agua y cerveza, refrescos y churros, aquí y allá puede uno conseguir recuerditos para llevarse a casa y contar a todo mundo que estuvo uno en el Foro de Porto Alegre, hay cientos de repartidores de volantes apoyando las causas más diversas y anunciando actividades (parecen no confiar en que la gente vaya a leer un programa que muchos no consiguieron por la excesiva fila de la mañana o que, quienes lo consiguieron, tendrán flojera de abrir porque tiene las dimensiones de un directorio telefónico).

Las banderas: de la Autoridad Nacional Palestina, de Argentina, de Paraguay, de Bolivia, de Cuba, de Puerto Rico, una bandera del pueblo Aymara, cientos de banderas del PT y del partido que se escindió después del primer año de gobierno de Lula, el Partido de Socialismo y Libertad (P-Sol), de la Central Única de Trabajadores, banderas multicolores del movimiento gay, una enorme (tan enorme que, llegados al campo abierto donde sería el espectáculo musical, cubrió a casi una cuarta parte de la multitud) bandera del Brasil y una solitaria, pero nunca más orgullosa, bandera tricolor con el águila en el centro…
La gente va llegando a la plaza al terminar la marcha de clausura. No parece cansada. Vienen bailando, con la sonrisa a flor de labio. El calor del mediodía ha disminuido y sopla fuerte el viento fresco. Tienen causa y eso se les nota en las facciones del alma. Con los cabellos al viento, me parecen los hombres y las mujeres más hermosos del mundo. Lo son.

Lo más llamativo: La figura más discutida y controvertida: Lula. La causa más popular: la lucha del pueblo palestino. El villano más vilipendiado: Bush. El contingente más creativo: las feministas (muchas de ellas vestidas de novias). El símbolo que más llamó la atención: unos ataúdes de los que emergían plantas. El intelectual más celebrado: Eduardo Galeano, a quien la multitud (entre ellos me cuento yo) escucha en impresionante silencio en la jornada de clausura del Foro. Atrae a las multitudes como un rock star, pero solamente dice lo que piensa. ‘Ese es su chiste –me dice un vecino de asiento– decir bonito lo que todos llevamos en el corazón’.

Es mi segundo encuentro con Eduardo Galeano. Conocerlo personalmente no me ha decepcionado. Y eso es mucho decir cuando se habla de escritores famosos.

1. En el fragor del Charras
La Universidad Autónoma de Yucatán, en México, tiene un mártir en su historial. Se trata de Efraín Calderón Lara, mejor conocido como El Charras. Siendo aún pasante de la carrera de Derecho, se dedicó a asesorar a sindicatos que quisieran liberarse del férreo control de las centrales sindicales oficialistas. Eran los tiempos del autoritarismo priísta, ese que parece estar de regreso. Yo era un estudiante de segundo de preparatoria cuando el Charras desapareció. Era 1974.
Me integré al comité de huelga de la Escuela Preparatoria. Fui testigo presencial del ataque armado contra el edificio de la Universidad de Yucatán (no era todavía “autónoma”). En una de las tantas reuniones que manteníamos para sostener la huelga universitaria, un amigo se me acercó cuando notó que yo, adolescente y católico, estaba a punto de tirar la toalla. Largas (y aburridísimas) discusiones entre maoístas y guevaristas en la Facultad de Economía sobre el rumbo que debería tomar el movimiento social en el que participábamos comenzaban a minar mi ánimo. Yo estaba ahí por el corazón, no tanto por la cabeza.
Mi amigo, compadecido de mi hartazgo me comentó al oído: ‘no te pierdas en estos rollos. Te traigo un libro que te va a hacer entender los mecanismos de la opresión en nuestro continente… y además, está muy bien escrito. Salió apenas hace tres años…’
Entonces puso en mis manos “Las venas abiertas de América Latina”. Lo leí en apenas unos días y mi manera de ver el mundo cambió de manera radical (todo lo radical que se puede a los 16 años).
Fue mi primer encuentro con Galeano… en realidad, fue el definitivo.

 

Iglesia y Sociedad

Marcos, el enigmático

14 Abr , 2015  

Lo prometido es deuda. Presento ahora la segunda parte de la introducción al evangelio de san Marcos, sostenida el 13 de abril de 2015 en la iglesia de María Inmaculada. Ojalá les sea de utilidad. Será la última entrega porque la sesión final será de ejercicios de lectura con los participantes.

 

El interés por Marcos es reciente. Ha tenido la desgracia de ser el primero que se compuso; instintivamente, recurrimos a Mateo y a Lucas, que al parecer lo conocieron bien y que resultan por lo visto más completos. En el uso de la iglesia católica, Mateo ha ocupado la primera plana durante siglos; se leía en la liturgia y se partía de él para explicar los otros evangelios. Luego venía Lucas, porque parecía menos judío, mejor adaptado a una mentalidad griega como la nuestra. Marcos tuvo que aguardar a una época reciente para volver a encontrar -o para encontrar sin más, ya que nunca se le conoció de verdad- cierta popularidad. Fue alrededor del año 1900 cuando los historiadores lo pusieron en el candelero; lo juzgaban mucho más creíble que los otros evangelios. Mucho más cercano a la historia de Jesús. Actualmente se ha vuelto a él por otro motivo: el interés hacia la humanidad de Jesús.
El Jesús de Marcos es enigmático. Muestra a veces un comportamiento que nos extraña. Ante muchos actos o palabras de Jesús no tenemos más remedio que preguntarnos: pero ¿qué quiere decir? ¿qué es lo que intenta hacernos comprender? Marcos nos repite continuamente que los discípulos no comprendieron nada. Pero nunca nos dice qué es lo que tenían que haber comprendido. El Jesús de Marcos es realmente desconcertante; quizá sea ése el motivo de que resulte tan atractivo. Lucas nos deja siempre con la impresión de que ha comprendido muchas cosas y que nos las quiere sugerir. Marcos nos deja ante lo incomprensible. Nos plantea preguntas sin respuesta; es a nosotros a los que nos toca responder. Si deseamos familiarizarnos con él, es absolutamente indispensable estudiarlo como un todo, intentar descubrir su construcción de conjunto. Marcos tiene en sus manos los materiales que ha recibido de la comunidad, pero hace con ellos un montaje propio, que es el que tenemos que descubrir. Es preciso que hallemos esos puntos en que insiste y que parecen diseminados por una y otra parte. Es menester leerlo de cabo a rabo para buscar su unidad. No es posible estudiar un trozo sin colocarlo dentro de su contexto, en el conjunto del libro.

No tenemos fotografías de Jesús de Nazaret. Los testimonios que hemos recibido acerca de su persona casi nunca corresponden a testigos oculares. Pero esto, que en cualquier otro personaje histórico resultaría una desventaja, no lo es en el caso de Jesús de Nazaret. En los evangelios nos encontramos con testimonios de fe y no con simples relatos biográficos. Esto quiere decir que no sólo entramos en contacto con la persona misma de Jesús, sino también con la manera como Jesús fue comprendido y amado por el autor del evangelio y la comunidad a la que él se dirigía.
La tradición cristiana identifica al autor del evangelio de Marcos con Juan Marcos, primo de Bernabé (Col 4,10). Aparece por vez primera en el libro de los Hechos de los Apóstoles; allí se menciona que su madre ofrecía su casa a la comunidad cristiana de Jerusalén para reunirse periódicamente (Hech 12,25). Fue, por tanto, conocido de Pedro y, según muchos especialistas, el evangelio de Marcos refleja la predicación del jefe de los apóstoles.
De estos datos introductorios que estudiamos en detalle en la primera sesión (cómo se escribieron los evangelios, quién es Marcos, dónde escribió y cuándo) podemos sacar tres claves para su lectura:
La experiencia misionera de Marcos. Experiencia desgraciada, en primer lugar; pero Juan Marcos se encontraba todavía en los primeros pasos de su vida apostólica y no estaba suficientemente probado (Hech 13,13; 15,36-41). La primera carta de Pedro nos lo muestra con él en Roma (1Pe 5,13). Acompaña también a Pablo durante su primera cautividad en Roma (Col 4,10). Así, pues, Marcos no se quedó en Palestina. Tiene una experiencia misionera en tierras paganas. Nos lo confirma la lectura de su evangelio y veremos que aquella experiencia debió de ser bastante ardua.
Su relación con Pedro. Está bien demostrada. ¿Por qué ha insistido en ella la tradición? Ante todo, para poner el testimonio contenido en este libro bajo la autoridad del apóstol. ¿Nos ayuda esto a comprender este libro? Sí, en cierta medida. Cuando se habla de Pedro en este evangelio, nunca es para halagarlo, sino todo lo contrario. Se dice con frecuencia: “¡Mirad qué viva esta narración! Estamos escuchando a un testigo ocular; es el mismo Pedro el que nos habla…”. Es posible, pero cuando se ve qué pequeño es este número de relatos “en vivo”, en comparación con los que resultan demasiado esquemáticos, no cabe más remedio que pensar: si en el fondo de todo esto está el testimonio de Pedro, es un testimonio fijado ya dentro de un esquema fácil de grabar en la memoria. ¿Y es específico de Pedro este testimonio? Podría muy bien ser de algún otro.
La relación con Roma. Esto nos puede permitir precisar ciertas cuestiones que se plantean al leer este libro: ¿cuál es el área geográfica que supone? ¿dónde ha podido nacer un libro como éste? Cuando leemos a Marcos, nos damos cuenta de que ha sido escrito para pagano-cristianos, para los cristianos convertidos del paganismo, a los que es preciso explicar las costumbres judías, ya que no están al corriente de ellas. Por ejemplo, no cabe más remedio que indicarles que, cuando los judíos vuelven de la compra, tienen que purificarse por haber tenido contactos que les han hecho impuros; necesitan también lavar los platos de tal manera… (Mc 7). Un libro semejante ha tenido que nacer en tierra pagana. ¿Escrito en Roma? Las cosas cuadran perfectamente. También es curioso comprobar el lugar que ocupan las persecuciones en este evangelio. La fe que exige Marcos es una fe que se vive en una situación de oposición, de conflicto, una fe contestada, por la cual es preciso aceptar el riesgo, ya que el ambiente la rechaza como rechaza a los creyentes. Estas numerosas alusiones a una situación de persecución se explicarían muy bien si el libro ha nacido en Roma, alrededor de la muerte de Pedro, esto es, durante la persecución de Nerón en el año 64.

Tres lecturas de conjunto del evangelio de Marcos

Se trata de que leamos de un tirón el evangelio, como una obra de conjunto. Será conveniente que tengamos algunos elementos que nos ayuden en la tarea. Nos preguntamos si Marcos tuvo un plan y cuál fue ese plan al escribir. Propongo dos acercamientos:
– La geografía
– El drama

1. Lectura desde la geografía
Jesús se desplaza con frecuencia en Marcos; está continuamente en camino. Por ello se ha intentado muchas veces señalar el orden de este evangelio a partir de la geografía. Pongamos como ejemplo el que proponía la Biblia de Jerusalén:
1,1-13: Preparación del ministerio de Jesús EN JUDEA;
1,14-7,23: Ministerio de Jesús EN GALILEA;
7,24-10: Viajes de Jesús FUERA DE GALILEA;
11-13: Ministerio de Jesús EN JERUSALEN;
14-16: Pasión y resurrección EN JERUSALEN.
Es verdad que un plan semejante se basa en observaciones exactas; sin embargo, no es satisfactorio y no siempre los especialistas se muestran de acuerdo. Sin embargo, hay algo que conviene retener de esta propuesta, con tal de que comprendamos que no se trata de pura geografía o de pura historia (es probable, por ejemplo, que Jesús fuera varias veces a Jerusalén, como nos dice explícitamente Juan), sino de “geografía teológica”, por así decirlo. El espacio de Marcos está organizado, esto es, se pone a los lugares en cierta relación unos con otros.
Hay una primera oposición: Galilea – Jerusalén. La primera parte (1,14-9) se desarrolla en Galilea. Luego Jesús viene a Judea y sube a Jerusalén (c.10) y el libro se acaba en Jerusalén (c.11-16). Se observa que la época galilea, siempre que se menciona a Jerusalén, es en un sentido hostil. Y, al final de la sección que transcurre en Jerusalén, se dice en dos ocasiones que Jesús “después de su resurrección precederá a sus discípulos a Galilea”. De Galilea es de donde tiene que partir de nuevo el evangelio, después de la resurrección, lo mismo que fue en Galilea donde Jesús empezó a proclamarlo. Jerusalén, por su parte, es la ciudadela de la oposición, la ciudad de donde viene el ataque más rabioso contra Jesús (3,22) y donde los responsables de la nación lo condenan a muerte y lo entregan a los paganos.
La segunda oposición se da entre el país donde hay judíos y el país donde hay paganos. Esta otra oposición aparece sobre todo en la época galilea, entre país donde hay judíos y país donde hay paganos. Se manifiesta de dos maneras: Está, en primer lugar, la oposición entre las dos orillas del lago. En los c. 4 y 5 la cosa está clara: una de las orillas es judía, la otra pagana (el país de la Decápolis). No está tan claro en 6,30-44. Sin embargo, cuando Jesús vuelve a esta parte del lago (6,53), se encuentra con la oposición de los fariseos y de los letrados venidos de Jerusalén (7,1). En la discusión sobre la pureza de los alimentos, Jesús rompe abiertamente con las tradiciones recibidas de los judíos (7,1-23). Y esta ruptura se traduce en la geografía: Jesús sale de allí y se va al país de Tiro, donde se encuentra con una pagana (7,24-26). A partir de entonces se multiplican las indicaciones geográficas y se habla de regiones en donde viven paganos: Tiro, Sidón, la Decápolis, Cesarea de Filipo (7,24-31; 8,27). En 8,10, después de la multiplicación de los panes, Jesús vuelve a la orilla “judía” del lago. Pero una vez más es para encontrarse allí con la oposición de los fariseos que reclaman un signo extraordinario para creer. Jesús se lo niega, “y dejándolos, se embarcó de nuevo y se fue a la orilla opuesta” (8,13). Así, la Galilea de Marcos no tiene fronteras. En ella se oponen dos espacios: uno es el de los fariseos y letrados, que se cierra sobre sí mismo; el otro es el que Jesús abre delante de sí al pasar a los paganos. Marcos insiste en ello, ya que ve allí la preparación de la misión entre los paganos. Por consiguiente, esta geografía tiene un sentido. La forma como Jesús se mueve dentro de ella muestra ya su dirección, inaugura ese movimiento que tiene que impedir para siempre al evangelio dejarse encerrar dentro de cualquier tipo de Jerusalén. La manera con que Marcos organiza su espacio nos permite entonces una primera distribución de su libro.

2. Lectura desde el drama que se desarrolla en el evangelio
Marcos coloca, en el mero inicio de su evangelio, la siguiente frase: “comienzo del evangelio de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios” (Mc 1,1). Si Marcos pone esos dos títulos al comienzo, es porque resultan importantes para él; será interesante averiguar dónde y cómo vuelven a aparecer en su libro. Señalémoslo brevemente.
Cristo: Jesús es reconocido como tal una sola vez por un hombre, Pedro, a quien se le impone inmediatamente silencio (8,29-30); Jesús no aprueba este título más que en el curso de su proceso (14,61-62).
Hijo de Dios: revelado como tal por Dios en el bautismo (1,11) y en la transfiguración (9,7), divulgado por los demonios (3,11; 5,7), este título tiene que permanecer en secreto. Pero Jesús lo acepta durante su proceso (14, 61-62) Y un hombre, un pagano, lo pronuncia al pie de la cruz (15, 39).
El inicio del evangelio nos da, pues, la clave del drama que se desarrollará. Se trata de que el lector descubra, al paso de la narración, cómo es que Jesús es el Mesías, qué tipo de Mesías es él y cómo en su vida descubrimos que es Hijo de Dios.

Excursus: la danza de los siete velos
El lugar era pequeño y oscuro. En algunos rincones podía entreverse a los árabes fumando en sus largas pipas que terminan, por un lado en un frasco de líquido fresco y, por el otro, en la boca del fumador. En el centro del lugar, un pequeño estrado rodeado de mesas y de parroquianos.
Todos esperan el espectáculo anunciado: la danza de los siete velos. Cuando los tambores suenan y las luces se apagan, nuestros sentidos se agudizan. En medio de una tenue luz, y al compás de esa música sin percusiones, típicamente árabe, emerge de las tinieblas el grácil cuerpo de una joven marroquí. Cubierta con velos hasta la cabeza, sólo puede apreciarse la belleza de sus ojos negros.
La música va subiendo en un crescendo apenas perceptible. De cuando en cuando se oye el sonido de unos platillos atronadores. Es la señal para dejar un velo por los suelos. Mientras la música embriagadora continúa, la joven se despoja del segundo velo y, en medio del volumen cada vez más fuerte, va dejando atrás el tercero, cuarto y quinto velos. La audiencia casi ni respira. Hombres y mujeres están pendientes de los cadenciosos movimientos de la joven bailarina. Por fin deja atrás el sexto velo y en la apoteosis musical se prepara para arrojar el séptimo, quedando totalmente desnuda. La música se vuelve atronadora y las luces hiperbrillantes. De pronto el sonido de los platillos suena ensordecedor y, en el clímax de la espera, la mujer hace volar el séptimo velo al tiempo exacto en que las luces se apagan. El espectáculo terminó. Los aplausos son atronadores.
Durante el tiempo que enseñé en el seminario solía contar a mis alumnos este relato de la danza de los siete velos para hablarles del evangelio de Marcos. Con ese modo paulatino de revelación va el autor del evangelio descubriéndonos el misterio del Mesías Jesucristo.

Jesús es el Mesías
A partir del 1,14 y hasta el 8,26 Jesús proclama su mensaje sobre la inminencia del reino de Dios; nos ofrece sus signos por medio de sus palabras y de sus hechos, pero no habla de sí mismo. Durante esta manifestación del reino que se acerca (1,14-8,26) se escuchan algunas revelaciones hechas por los demonios y algunas preguntas planteadas por los hombres. Los demonios saben, pero tienen que callarse: “Sé quién eres tú: el santo de Dios”, exclama un demonio (1,24); Jesús le manda callar. Por consiguiente, se trata de un secreto: Jesús no quiere ser reconocido. Lo mismo ocurre en 3,11-12 y en 5,6-9.
Los seres humanos, en cambio, sólo se hacen preguntas. No entienden quién es este hombre (1,27; 4,41; 6,14-15). Todo esto prepara la proclamación de mesianidad que realizará Pedro en nombre de los discípulos (8,27-9,1). La profesión de fe de Pedro es un episodio central, al comienzo de la segunda gran parte del libro. Se recogen las opiniones de la gente (como en 6,14-16): “¿Quién dicen que soy yo? Unos dicen esto…, otros dicen lo otro…” Se trata de la respuesta de los hombres. En nombre de los discípulos, Pedro responde: “Tú eres el Cristo”. Es la primera vez, desde el comienzo del libro, que aparece esta palabra en el evangelio. “Tú eres el Cristo”: esta es la respuesta a la que llegan los discípulos, respuesta a la cuestión que se planteaban después de calmada la tempestad: “¿Quién es éste?” Para Marcos, se trata de una buena respuesta, ya que corresponde a la afirmación del comienzo del libro y Jesús no la rechaza. Sin embargo, prohíbe que se hable de eso; exige que se mantenga en secreto.
Así pues, Marcos nos presenta a la persona de Jesús en dos partes bien diferenciadas. En un esquema abreviado, pero coherente, nos muestra, del capítulo 1 al 8,27, el misterio del Mesías: Jesús de Nazaret es el Mesías esperado por Israel y por todas las naciones. Tras una larga educación a sus discípulos, ellos, en la persona de Pedro, llegan a reconocer su mesianidad (8,27-31).

El texto de Mc 8,27-30 marca el centro del evangelio. A la pregunta de Jesús: “¿Quién dice la gente que soy yo?”, responden los apóstoles con varias conjeturas. Cuando Jesús clava los ojos en ellos y les dirige, sin ambages, la interrogante: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?” el apóstol Pedro, encabezando la fe de los discípulos, responde: “tú eres el Mesías”.
A partir de ahí, la danza de los velos entra en su momento culminante. El autor del evangelio no descansará hasta darnos una imagen completa del misterio de Jesús. Para ello se ha servido del llamado secreto mesiánico, esa muletilla literaria que nos repite a cada rato: “Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él”. Medio pedagógico que mantiene la tensión del relato, el secreto mesiánico constituye el hilo conductor de toda la primera parte. Gracias al “secreto mesiánico” Jesús aparece como maestro y profeta, pero evita desviaciones triunfalistas y malas interpretaciones de su mesianidad, recomendando muchas veces que no se divulgasen sus obras. Este “secreto mesiánico” es también un medio pedagógico que usa Marcos para irnos introduciendo poco a poco en el misterio de Jesús.

La figura de Jesús no se expresa en Marcos a través de largos discursos, sino que se revela paulatinamente a través de sus acciones y de los conflictos con sus adversarios. Jesús se designa a sí mismo en todo el evangelio como “hijo del hombre”, un título mesiánico muy oscuro, de difícil comprensión incluso para las personas de su tiempo. Este título subraya sin duda, la humanidad de Jesús, su solidaridad con todos los seres humanos. Por eso Jesús aparece mezclándose con los pecadores y hasta admitiendo en su círculo íntimo a uno de ellos (2,13-14). Así, el Jesús de Marcos desafía las discriminaciones sociales y rechaza la hipocresía de los fariseos, que han terminado por tergiversar el mensaje de Dios (2,18-22.23-27).
Esta primera etapa termina con la llamada “crisis de Galilea”. Jesús encuentra una oposición frontal a su mensaje de parte de los fariseos y se ve obligado a retirarse del ministerio en Galilea. Después de trabajar algún tiempo en la región del norte (7,24-8,26) Jesús regresa y encuentra la misma oposición. En la región de Cesarea dirigirá una pregunta a sus discípulos e iniciará una nueva etapa en su predicación.
Podríamos decir que, al llegar al texto de la confesión de Pedro, todos, el lector incluido, puede dar un respiro de alivio: algo se va comprendiendo de la mesianidad de Jesús, a pesar de la dureza de cabeza de los discípulos.

Jesús es un Mesías sufriente
Queda ahora un segundo cometido: aclarar el sentido del mesianismo de Jesús. Un segundo recurso literario será utilizado por el evangelista: los llamados anuncios de la pasión. Cuando se le dice a Jesús: “Tú eres el Cristo”, responde: “El hijo del hombre tiene que sufrir”. Secreto y anuncio de la pasión-resurrección: he aquí cómo progresa este evangelio.
La profesión de fe de Pedro señala por tanto una nueva etapa: “Jesús empezó a enseñarles que…”, escribe Marcos. Aquello tiene el aire de una enseñanza que va a durar; de hecho, nos encontramos con tres anuncios de la pasión-resurrección. Tres veces es una cifra simbólica que significa repetición e insistencia; quizás hubo más ocasiones. Este anuncio de la pasión-resurrección explica en cierto modo el porqué del secreto. Podemos decir por consiguiente: el título de “Cristo” queda prohibido de momento, hasta que Jesús no haya cumplido con su destino de hijo del hombre que tiene que pasar por la pasión-resurrección.

Situados estratégicamente en la segunda parte del evangelio (Mc 8,31-33; 9,30-32; 10,32-34), los anuncios de la pasión son la introducción inmediata al ministerio de Jesús en Jerusalén, que culminará con su pasión dolorosa y su muerte.
Los anuncios de la pasión son indudablemente históricos. Son parte de un material privilegiado que aparece en los tres evangelios sinópticos (Mt – Mc – Lc) y muestra un núcleo de semejanzas que dan testimonio de su veracidad histórica. Algunos han querido negar la historicidad de estos anuncios de pasión, alegando que, como hablan de la resurrección, deben ser considerados material postpascual, es decir, colocado en boca de Jesús por los escritores sagrados, pero nunca pronunciado por el Maestro. Aun cuando la referencia a la resurrección y otros elementos pudieran ponerse en duda, la historicidad de los anuncios de pasión se mantiene por muchas otras razones. Entre otras cosas, son señal inequívoca del nivel de conciencia de Jesús, que previendo su muerte, está dispuesto a enfrentarla con valentía. No se necesita ser adivino para prever que la predicación de Jesús habría de llevarlo a un conflicto con las autoridades judías. Jesús, consciente de su misión, quiere llevarla adelante, aun cuando encuentra signos de una oposición que tal vez terminará de manera violenta. Es consciente de ello y quiere hacer conscientes a sus discípulos.
Los anuncios de la pasión preceden, por otra parte, importantes enseñanzas de Jesús acerca del uso del poder, del ídolo de las riquezas y de la necesidad del servicio y del amor fraterno como señales claras de discipulado.

Tras la respuesta de los hombres, viene la respuesta de Dios. El relato de la transfiguración (9,2-13) culmina en la afirmación: “Este es mi hijo amado” Esta declaración recoge la del bautismo y es la voz de Dios. Por tanto, no hay error posible: Hijo amado quiere decir hijo único, el hijo que tiene con el Padre una relación absolutamente incomparable como no la puede tener ningún otro. En el bautismo, la voz se dirigía a Jesús: Tú eres mi hijo amado, y en Marcos se trata de una interpelación sin asistentes, sin testigos; es una revelación secreta, para Jesús. Aquí, en la transfiguración, la palabra divina se dirige a los tres discípulos; es una revelación privada concedida a tres testigos solamente; una revelación que sigue siendo secreta.

A partir del capítulo 10, nos encontramos con un nuevo giro. En Jericó (10,46-50), un ciego se pone a gritar: “Hijo de David, ten piedad de mí”. Se trata, una vez más, de una respuesta humana: hijo de David quiere decir prácticamente mesías, ya que éste era esperado como descendiente de David, al menos en una de las líneas de la esperanza judía. Significa reconocer a Jesús como el descendiente de David prometido para que renueve la realeza de Israel. En esta ocasión, Jesús va camino de Jerusalén; algunos podían creer que va a tomar las riendas del poder. Por dos veces, el ciego lo proclama “hijo de David”; Jesús no protesta ni le impone silencio. La entrada en Jerusalén (en el c. 11) se describe como una entrada triunfal, aunque quizá con demasiada modestia; señala, sin embargo, la voluntad de obtener una especie de triunfo y las aclamaciones son en esta ocasión: “Bendito el reino que viene, el de nuestro padre David” En dos ocasiones, por consiguiente, Jesús es reconocido como el rey davídico que viene a tomar posesión de su reino. Una discusión, sin embargo, en 12,35, muestra que para Jesús (y para Marcos) este título no es satisfactorio. Toda su estancia en Jerusalén es una especie de discusión en torno al hijo de David.

A través de los pasajes y los relatos que constituyen la actividad de Jesús en Jerusalén, el centro del poder religioso y político de los judíos, en esta segunda parte se ha ido perfilando el despojo de los últimos velos. Se va delineando así, como en una especie de escuela de vida para los discípulos, qué clase de Mesías es Jesús y qué clase de discípulos quiere.
El Mesías que va a presentarnos Marcos es un Mesías SUFRIENTE. Inmerso en una polémica que puede costarle la vida, la valentía de Jesús lo lleva a anunciar el Reino de Dios en medio de la ciudad que es símbolo del poder reinante: Jerusalén. La expulsión de los vendedores del templo (11,15-19), las parábolas polémicas (la higuera estéril 11,12-14; viñadores homicidas 12,1-12; etc.) nos muestran la decisión de Jesús de llevar el anuncio del reino hasta las últimas consecuencias.
Por fin, el relato llega a los capítulos 14-16. Majestuosamente se yergue delante de nosotros una unidad literaria de valor excepcional. La pasión en Marcos es, probablemente, el primer documento con cierta unidad literaria que circuló entre los discípulos en los primeros años de la era cristiana. Es seguro que este relato existía previamente al evangelio completo.

Es hasta 14,55-64 que nos encontramos ahora con la pregunta oficial: el interrogatorio de Jesús ante el sanedrín. El sumo sacerdote le plantea la cuestión de una forma muy solemne: “¿Eres tú el Cristo, el hijo del bendito?” (14,61). Volvemos a encontrarnos aquí con los dos títulos importantes, mientras que ha desaparecido el de “hijo de David”; la cuestión ha quedado liquidada. “¿Eres tú el Cristo, el hijo de Dios?”. Es realmente la cuestión fundamental, ya que recoge los dos títulos de la primera frase del evangelio, aquella frase que nos daba de antemano la respuesta: “Evangelio de Jesús, el Cristo, hijo de Dios”. Lo que afirma aquí la fe cristiana: eso es lo que el sumo sacerdote pregunta ahora a Jesús. ¿Y qué es lo que responde Jesús? Por primera vez en toda esta discusión, Jesús toma una postura abierta. Declara: “Yo lo soy”. Por lo menos, en el evangelio de Marcos; en Mateo su respuesta no es tan clara: “Tú eres el que lo dice”. Es la primera vez que Jesús se pronuncia, y lo hace precisamente en el momento en que se cumple su destino. Este título no podía afirmarse de verdad y con todo su sentido antes de que Jesús muriera y resucitase.

El relato de la pasión constituye el último velo de esta danza teológica del mesianismo de Jesús. Seco en algunas de sus expresiones, el autor del evangelio quiere presentarnos un relato crudo de la muerte de Jesús. No hay matizaciones de orden teológico. La muerte de Jesús no es presentada como su glorificación última, como en el evangelio de Juan, ni tampoco como una cátedra sagrada, como en el evangelio de Mateo. Marcos presenta un relato crudo, una serie de pasajes que retratan el juicio y la condena de un inocente, junto con su sangriento final. Era necesaria esta crudeza para completar el cuadro teológico de la mesianidad de Jesús.

Hay tres grandes declaraciones de la mesianidad de Jesús en el evangelio de Marcos. Su significación depende, en gran parte, del lugar del evangelio en el que se encuentran situadas. La primera aparece en el inicio mismo del evangelio. Me refiero a la primera confesión de mesianidad: “tú eres el Santo de Dios” (Mc 1,24). La elección mesiánica de Jesús es la que lo hace “santo”, como solamente es santo Yahveh. Esta confesión primera está pronunciada, de manera harto significativa, por un espíritu inmundo antes de ser expulsado.
La segunda declaración es la de Pedro, y a ella hemos hecho referencia más arriba (Mc 8,27-30). Es pronunciada por el jefe de los apóstoles que habla, debemos suponerlo del contexto, en nombre de los discípulos que han seguido más de cerca a Jesús.
La tercera declaración de mesianidad, no aparece sino hasta el final del evangelio. Concluido el relato de la pasión, al pie de la cruz, un extranjero, el centurión romano, hace la confesión final de mesianidad: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15,39).

A partir de este momento, nos dice Marcos, podéis decir que Jesús es el hijo de Dios, porque lo habéis visto morir. El hecho de que ese hombre a quien ustedes proclaman como hijo de Dios sea el crucificado, desinfla todos los mitos de hijo de Dios que podrían aplicarse a Jesús… Jesús es el Cristo, pero es curiosa su manera de serlo; no es eso precisamente lo que ustedes esperaban. Es el crucificado el que es hijo de Dios. Ahí es precisamente donde radica el punto neurálgico del evangelio de Marcos. Eso es lo que quiere meter en la cabeza de los cristianos. El lector ha presenciado el despojo del último de los velos. La cruz es el punto culminante, la consecuencia coherente, de la vida de Jesús. Por fin aprendemos la lección final: el mesianismo de Jesús es un mesianismo de entrega de la propia vida en favor de los hermanos, de proclamación del reino hasta sus últimas consecuencias, de una divinidad que se transparenta en alguien perfectamente humano. Como dijera hace muchos años un teólogo de nuestro continente: humano, así tan humano, sólo podía serlo Dios.

 

Algunas fuentes:

DELORME Jean, El evangelio según Marcos (Verbo Divino, Estella 1990)

AGUIRRE – RODRÍGUEZ, Evangelios sinópticos y Hechos de los Apóstoles (Verbo Divino, Estella, 1992)

GNILKA Joachim, El evangelio según Marcos (Sígueme, Salamanca 1999)

Iglesia y Sociedad

Pregón pascual 2015

5 Abr , 2015  

Voy a gritarlo cuarenta y tres veces en Ayotzinapa,
seis veces en Iguala, veintidós en Tlataya,
setenta y dos en san Fernando, Tamaulipas,
cientos, miles de veces a lo largo y ancho de esta geografía,
de esta herida purulenta llamada México:
¡Ha resucitado!
Y su resurrección es fuente de esperanza.
Sin la esperanza, el amor se extravía.
Ya lo dijo Silvio, y lo dijo mejor:
“Que sin esperanza… ¿dónde va el amor?”

Una señora maya despierta temprano,
se llama Bertha, Ramona o Florinda,
desgrana la mazorca mientras siembra,
en lo más hondo del corazón de su nieto,
esta enorme verdad: usted es digno,
usted merece vida completa, no migajas.
Y el niño escucha.
Y la palabra azul de la abuela rompe el aire
y se repetirá algún día,
pronunciada de nuevo,
en los labios del niño que será abuelo
de algún otro nieto o nieta.
Es el milagro de la resistencia,
de la fuerza moral que vence a la muerte:
Frente al despojo y la exclusión, la dignidad paciente,
la que espera su hora,
la que decide sola su destino,
la dignidad de la autonomía en ciernes.
Es, hermanos y hermanas que me escuchan,
la actualización sin fin de la proclama:
¡Ha resucitado!

La esperanza también tiene otros rostros
inconfundibles, tercos, multicolores.
Brenda y Josefa tienen ya su niño:
No existe, porque el Estado, le niega identidad.
Van juntas las dos con el chiquillo en brazos
y atraviesan la jungla de escritorios.
El niño que no existe juega y se ríe,
sacude sus manitas cuando le haces cosquillas.
Sus madres tienen un arsenal de horas
pasadas ante los tribunales y regadas
con abundante y materna leche.
Algún día el dzirís tendrá nombre y apellidos
y rozarán su pelo las aguas del bautismo.
Mientras tanto sus madres abren caminos,
desbrozan montes, hacen tajos al futuro.
Otra vez, hermanos y hermanas que me escuchan,
se anuncia a voz en cuello:
¡Ha resucitado!

Los académicos, sobrios y diligentes, se preguntan
qué hay detrás de la fuerza de esta espera,
de esta incansable construcción de mañanas.
La esperanza no puede analizarse
en los asépticos y fríos laboratorios.
La esperanza no está escrita en libros
ni se describe en fórmulas.
La esperanza brota de un sepulcro vacío
donde la hierba no alcanzó a crecer de madrugada.
La esperanza no se entiende: se descifra,
se araña, se atisba, se atestigua.
¡Ha resucitado! Y cunde el grito
y la historia adolorida se renueva.

Yo les invito a todos, homo et mulier sapiens,
a desperezar los ojos intuitivos,
a escuchar cómo crece la hierba debajo de la nieve,
cómo brota la vida
desde la entraña ardiente de la lava volcánica.
Les invito a encontrar y proclamar
las cuarenta y tres victorias de Ayotzinapa
que se despliegan en los heroicos padres (y madres),
las seis rabias de Iguala,
las veintidós sangres fecundas de Tlataya,
las setenta y dos promesas migratorias:
un día el mundo será una casa abierta, para todos y todas
y nadie se sentirá extranjero en ningún lado.

Si escuchan el silencio, resonará en sus almas:
¡Ha resucitado!
Y la esperanza habrá tenido
-no el crimen ni el engaño, la rapiña o el despojo-
la última palabra.

Iglesia y Sociedad

La Constituyente Ciudadana y Popular

27 Mar , 2015  

El dictamen o sentencia del Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) en su capítulo México es lapidario. Hay diez aspectos de la vida nacional que son muestra fehaciente del desastre en que la clase gobernante ha convertido a este país:
1. Hay una venta de nuestro futuro que se manifiesta en dos signos: la conversión de todas las cosas, incluyendo la alimentación, en mercancías y el empobrecimiento fruto de los llamados “recortes” a los derechos sociales.
2. La vulnerabilidad de los trabajadores, asociados o no, ante los dueños del capital.
3. La destrucción acelerada de la naturaleza (mantos acuíferos, agua, bosques…)
4. Crecimiento de la exclusión social y la migración colectiva que provoca.
5. El avance de la violencia delincuencial y la evidente complicidad de los distintos órganos del Estado.
6. Las condiciones de violencia que viven las mujeres, cuya expresión máxima son los feminicidios.
7. La enorme cantidad de víctimas y de sobrevivientes de la violencia y el desdén del Estado hacia ellas.
8. El miedo como estrategia estatal contra los movimientos sociales y los medios independientes de comunicación.
9. La responsabilidad de los órganos del Estado en el desmantelamiento de los derechos sociales a través de normas que legitiman la rapacidad y el despojo.
10. El récord de impunidad que priva en nuestro país.
Todo esto avala la sentencia perentoria del TPP: Ante una crisis institucional y de legitimidad del Estado Mexicano, el Tribunal Permanente de los Pueblos constata la necesidad imperiosa de avanzar en la refundación de México, a partir de parámetros nuevos que incluyan el reconocimiento pleno y eficaz de los derechos humanos, la identidad y el espacio de los pueblos indígenas y el reconocimiento del papel de las mujeres en dicho proceso.

Prefiero no hablar de mayorías o minorías. Baste decir aquí que una muy buena cantidad de personas en México compartimos este diagnóstico y coincidimos en la necesidad de la refundación de México. El problema es cómo se hace eso. Cómo se refunda un país tan plural. Y como la partidocracia y su mezquindad nos ha llevado al total desaliento en relación con la vía electoral, la solución a este embrollo habrá que encontrarla por otras vías.

Refundar a México desde una perspectiva pacífica es harto difícil. La conciencia colectiva, sin embargo, en el actual estadio civilizatorio, no deja de aquilatar los horrores de la violencia y sus consecuencias. Refundar pacíficamente un Estado con tantas nacionalidades implicaría una labor de filigrana, en la que todas las personas que en estos territorios habitamos, pudiéramos decir nuestra palabra, aportar nuestro punto de vista, construir juntos y juntas la alternativa a la catástrofe en que se ha convertido a México.

Los zapatistas, a pesar de las dificultades en que se ha ido desarrollando su proceso autonómico y las muertes que ha implicado, nos muestran un camino posible de construcción de una casa común basada en la libertad, la justicia y la auténtica democracia. Se necesita abrevar de esa experiencia para diseñar un proceso de largo aliento que involucre, no solamente a los pueblos originarios, sino a todo el país y a todas las personas que en él habitan. Desde diversos ámbitos han surgido propuestas de refundación del país. Algunas de ellas proponen transitar por la elaboración de una nueva constitución que renueve el pacto social y permita desterrar un sistema de ordenamientos legales que ha hecho de la gestión política un botín, de la entrega de los bienes nacionales una manera de aumentar fortunas personales y familiares, de la impunidad, el racismo y el patriarcalismo las normas fundamentales de (mala) convivencia.

Entre estas propuestas está la encabezada por el Obispo de Saltillo, JTatik Raúl Vera, que se presentó en el local del Sindicato de Molineros de la ciudad de Mérida el pasado 26 de marzo de 2015. La propuesta de este grupo plural de activistas parte del diagnóstico del TPP y ofrece un proyecto constituyente del todo singular: no la redacción simple de una nueva constitución hecha por un grupo de ilustrados y/o académicos especialistas; tampoco la utilización de los actuales órganos de “representación” popular. Se trata de una propuesta que aspira, con osadía, convocar a un proceso en el que participen TODOS/AS, en un trabajo que se antoja titánico, de facilitadores y facilitadoras que vayan involucrando a todas las personas que lo deseen en pequeños grupos de discusión a lo largo y ancho de todo el país, entendiendo por éste no solamente las ciudades o poblados de población numerosa, sino todas las comunidades, aun las más pequeñas, y que de esta discusión vaya surgiendo el diseño de una nueva constitución.

Lo primero que salta a la vista es cómo esta propuesta de Constituyente Ciudadana y Popular privilegia el derrotero y no solo el destino final. Es decir, y así lo afirmó a voz en cuello don Raúl en su arenga de presentación, que no se trata solamente de redactar una nueva constitución, sino de reconstruir el país, de crear ciudadanía crítica, de reconocer la igual dignidad de cada persona y el valor de sus opiniones. No es una constitución: es una constituyente. No es un documento, es un pueblo libre que redacta sus consensos fundamentales y ofrece las pautas para que ningún gobernante pueda apartarse de ellos.

Unos párrafos del discurso de JTatic Raúl, con los que quiero terminar esta entrega, definen los ambiciosos objetivos de esta propuesta:
El objetivo es que, a través de un diálogo con la ciudadanía, convocando a todas y todos, quienes queremos un México diferente, poniéndonos al servicio de nuestro pueblo, vayamos a los lugares más apartados, donde está ese pueblo: A las cañadas, a las rancherías, a los barrios, a los parajes, a las sierras y a los valles, a los lugares de trabajo, ahí a donde están los jóvenes estudiantes. Ir a todas partes donde se encuentre la gente que conforma nuestro pueblo, a entablar un diálogo con toda persona sin excepción.
Primero, para que conozcamos todo lo que está pasando, toda esta desviación de poder que nuestros gobernantes están haciendo, y cómo están modificando las leyes para favorecer la extracción de todos nuestros recursos, y lo que se ha hecho para favorecer el despojo del Derecho, y de la justicia que se hace de nuestro pueblo. Necesitamos comprender cómo nos han habituado para que nos convirtamos en trabajadores esclavos. Esto es muy importante que lo conozcamos como pueblo, lo reflexionemos, lo mastiquemos y lo comprendamos juntas y juntos.
Después, queremos que sea ese pueblo el que dicte la nueva Constitución, deseamos que la nueva Constitución se redacte escuchando necesidades y aspiraciones. Esa Constitución deberá incorporar todos los acuerdos internacionales que México ha firmado en cuestiones de Derechos Humanos. La nueva Constitución deberá incorporar el derecho al plebiscito, al referéndum, a la consulta popular y a la revocación de mandato, derechos que no están contenidos aún en nuestra Carta Magna. Todo esto lo debemos hacer incorporando a nuestro pueblo entero, para que sepamos unidos que tenemos todas las facultades de darnos el tipo de gobierno que deseamos, y en el momento que lo decidamos, porque esto lo reconoce nuestra Constitución en el Artículo 39.
El objeto de una nueva Constituyente es generar un pueblo con mujeres y hombres ciudadanos con madurez, para que no generemos ni volvamos a caer en manos de esa clase política, que no tiene ninguna idea de lo que significa ser responsable de la administración del Estado Mexicano. Queremos renovar a toda la clase política, a toda la clase dirigente, y realizarlo a través de este pueblo que formamos y que se está convirtiendo en el sujeto constructor de la historia. Que lleguemos como pueblo a ser los conductores de nuestra Nación.

Colofón: me encanta, debo reconocerlo, que le llamen La Constituyente y no El Constituyente

 

Iglesia y Sociedad

Ventanas

18 Mar , 2015  

Hay concursos de todo tipo: desde los jeopardy en la televisión norteamericana y sus remedos en casi todos los países, hasta los concursos de belleza, representación prístina de cómo el patriarcado se niega a batirse en retirada a pesar de la revolución de género en curso. Algunas de estas competencias tienen jurados más o menos calificados que se encargan de designar al ganador o ganadora del concurso. Otros concursos son más bien decididos por opiniones mayoritarias o como encuestas de selectiva opinión.

Hay un concurso del que tuve noticia hace algunos años. Se trataba de resolver cuál era la palabra más bella del idioma castellano. Es célebre la respuesta del poeta chileno Pablo Neruda: la palabra que consideró más bella, si mal no recuerdo, es “agua”. Entre los poetas, enamorados de las palabras y sus extrañas reminiscencias, hubo opiniones deliciosas: urdimbre, solariego, jacaranda, claridad… Entiendo que concursos similares se han desarrollado en muchos países y lenguas. Hace unos meses me topé con un registro de los resultados de una encuesta parecida entre los escritores italianos. Recuerdo palabras de extraordinaria sonoridad: finestra, pipistrello, farfalla…

A mí me gusta mucho la palabra ventana. No sé si sería la palabra que yo escogería de ser sometido a una consulta del género, pero sí que me despierta muchas evocaciones. La historia de las ventanas es también un asunto interesante. Parecen ser tan antiguas como lo es la vida sedentaria. En Cafarnaúm, conocida como la ciudad de Jesús debido a que en esta ciudad, en la casa de su amigo Simón Pedro, estableció Jesús su primer centro de irradiación, ha sido encontrada recientemente (hablo de los años ochentas del siglo pasado) la casa que, en base a testimonios del primer siglo, puede ser con alta probabilidad la casa de Pedro, donde Jesús se alojaba con una frecuencia tal que Cafarnaúm es llamada ya desde antiguo, como señalé arriba, ‘La ciudad de Jesús’.

La mayor parte de las casas descubiertas en esa hazaña arqueológica que hoy puede visitarse (ya en sí mismo el proceso de descubrimiento y excavación de Cafarnaúm, del que guardan celosa memoria los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, podría compararse con una deliciosa obra de ficción), no tenían ventanas, como si quienes habitaban las casas de las pequeñas aldeas que rodeaban el Mar de Galilea utilizaran las estancias cerradas solamente para dormir y llevaran adelante el resto de sus actividades cotidianas al aire libre, en una especie de cortiles o patios interiores, comunitarios y multifamiliares (salvando el anacronismo, porque entre la concepción de familia de la Palestina del siglo I y nuestra noción de familia nuclear hay una distancia grande). De hecho, han sido encontrados en esos patios, por ejemplo, utensilios de cocina y prensas para extraer el aceite de los olivos. Es comprensible, pues, la casi ausencia total de ventanas en los dormitorios.

Pero no todas las casas eran de ese tipo. Las ventanas son tan antiguas, repito, como la vida sedentaria. Al principio eran simples aberturas, oquedades en los muros, cuyo objeto era dejar entrar la luz y la ventilación hacia el espacio interior de la estancia. La historia de las ventanas cambió radicalmente hacia el año 65 d.C. cuando los romanos introdujeron el uso de las ventanas vidriadas. El invento romano era muy precoz, hay que reconocerlo, porque el uso extendido del vidrio tendría que esperar hasta el siglo XIII para comenzar a aparecer en la construcción de iglesias y hasta el siglo XVI para que el vidrio fuera incluido como un material común en la construcción y habilitación de casas particulares.

No obstante su precocidad, los romanos dieron en el clavo. Más temprano o más tarde las ideas geniales terminan por ser reconocidas y aprovechadas por todos. Las ventanas vidriadas o vitrificadas dieron origen a una búsqueda estética que no ha parado en más de un milenio. El avance en la producción de cristales ha permitido un proceso de innovación en el diseño de ventanas que pasaron de las ventanas en la que los vidrios se sujetaban con pequeños aditamentos de metal, sobre todo plomo, hasta las ventanas de marcos de madera, conocidas como bastidores, que se popularizaron en el siglo XVIII. Quizá el arte ‘ventanístico’ llegó a uno de sus picos más relevantes en la invención de los vitrales multicolores que se construyeron para adornar los edificios religiosos de Europa. Todos hemos visto alguna vez fotografías de los vitrales de la Catedral de Notre Dame, en París y hemos soñado, quizá, con mirar en alguna improbable ocasión la manera como el sol vespertino se filtra a través de ellos, en el atardecer de un otoño cualquiera.

Pero no fue sino hasta 1840 que el desarrollo de la industria del vidrio proporcionó la plataforma para generar el vidrio plano que era, además de más fino que el anterior, también más barato y de dimensiones mayores. Esta inflexión tecnológica dio lugar por primera vez a la construcción de ventanas que permitían una larga vista, sin el obstáculo visual de baquetas que interrumpían la contemplación del horizonte. De esta manera, tanto el interior como el exterior de los edificios pudieron tener ventanales que permitían otear el panorama sin mayores interrupciones.

A mí me gustan las ventanas. El cuarto donde duermo tiene ventanas desde las que puedo admirar todos los días un enorme y verde árbol de aguacate, pleno de floración en estos días. La luz que penetra a través de ellas es tanta que se hizo necesario ponerle cortinas, de lo contrario, bañado por una luz que se cuela hasta los últimos rincones, no podría yo prolongar el sueño más allá de las cinco de la mañana en las temporadas veraniegas.

Las ventanas, además de su belleza y su utilidad práctica, tienen dimensiones de profundo simbolismo. Las ventanas nos remiten a la realidad última, que según apuntan recientes descubrimientos en la física, es la luz. Quizá por eso las usamos en expresiones populares como aquella de que los ojos son la ventana del alma. Quizá también por ello las ventanas son recurrentes en la creación poética, particular aunque no exclusivamente, en la poesía amorosa. Recuerdo un hermoso poema que Ramón López Velarde dedicara a Artemio de Valle Arizpe y cuyo título es, precisamente, Tus Ventanas. Los dejo con el poema hasta vernos en la próxima entrega, si me honran con su lectura, a través de esta nueva y prodigiosa ventana que es la pantalla del ordenador.

Tus ventanas, con pájaros y flores,
tus ventanas que miran al oriente,
están esclarecidas con la gracia
de la aurora riente
que con primicias de su luz decora
la virtud de tu frente.

Tus ventanas de antigua arquitectura
en que el canario, a trinos, alborota
la paz de tu silencio provinciano;
ventanas en que flota,
para embriaguez de los amantes fieles,
la desmayada ofrenda del perfume
de rosas y claveles…

Tus ventanas, Amor, de cuya clave
quise colgar la jaula de mi dicha
para que la cuidaras como una ave;
ventanas de madera
en que en vano soñé dejar prendida
mi devoción como una enredadera…

Tus ventanas que miran al oriente
y madrugan, fragantes, de limpieza
¿esperaron una alba,
de cándida belleza,
o el regreso del novio
que anda en tierras de olvido,
o esperaron, acaso,
el milagro de un sol desconocido?

Ventanas que rondé
en la alborada de mis mocedades,
rejas con agua, y luz, y caracoles
en que Ella gusta de escuchar el sordo
fragor de las marinas tempestades;
rejas dignas de célebres idilios,
rejas de mi noviazgo adolescente,
que yo os mire de nuevo
¡oh ventanas, abiertas al oriente!

Colofón: Los lunes 13 y 20 de abril terminaré el ciclo de pláticas sobre el Evangelio de san Marcos en la Iglesia de María Inmaculada.