Hay concursos de todo tipo: desde los jeopardy en la televisión norteamericana y sus remedos en casi todos los países, hasta los concursos de belleza, representación prístina de cómo el patriarcado se niega a batirse en retirada a pesar de la revolución de género en curso. Algunas de estas competencias tienen jurados más o menos calificados que se encargan de designar al ganador o ganadora del concurso. Otros concursos son más bien decididos por opiniones mayoritarias o como encuestas de selectiva opinión.
Hay un concurso del que tuve noticia hace algunos años. Se trataba de resolver cuál era la palabra más bella del idioma castellano. Es célebre la respuesta del poeta chileno Pablo Neruda: la palabra que consideró más bella, si mal no recuerdo, es “agua”. Entre los poetas, enamorados de las palabras y sus extrañas reminiscencias, hubo opiniones deliciosas: urdimbre, solariego, jacaranda, claridad… Entiendo que concursos similares se han desarrollado en muchos países y lenguas. Hace unos meses me topé con un registro de los resultados de una encuesta parecida entre los escritores italianos. Recuerdo palabras de extraordinaria sonoridad: finestra, pipistrello, farfalla…
A mí me gusta mucho la palabra ventana. No sé si sería la palabra que yo escogería de ser sometido a una consulta del género, pero sí que me despierta muchas evocaciones. La historia de las ventanas es también un asunto interesante. Parecen ser tan antiguas como lo es la vida sedentaria. En Cafarnaúm, conocida como la ciudad de Jesús debido a que en esta ciudad, en la casa de su amigo Simón Pedro, estableció Jesús su primer centro de irradiación, ha sido encontrada recientemente (hablo de los años ochentas del siglo pasado) la casa que, en base a testimonios del primer siglo, puede ser con alta probabilidad la casa de Pedro, donde Jesús se alojaba con una frecuencia tal que Cafarnaúm es llamada ya desde antiguo, como señalé arriba, ‘La ciudad de Jesús’.
La mayor parte de las casas descubiertas en esa hazaña arqueológica que hoy puede visitarse (ya en sí mismo el proceso de descubrimiento y excavación de Cafarnaúm, del que guardan celosa memoria los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, podría compararse con una deliciosa obra de ficción), no tenían ventanas, como si quienes habitaban las casas de las pequeñas aldeas que rodeaban el Mar de Galilea utilizaran las estancias cerradas solamente para dormir y llevaran adelante el resto de sus actividades cotidianas al aire libre, en una especie de cortiles o patios interiores, comunitarios y multifamiliares (salvando el anacronismo, porque entre la concepción de familia de la Palestina del siglo I y nuestra noción de familia nuclear hay una distancia grande). De hecho, han sido encontrados en esos patios, por ejemplo, utensilios de cocina y prensas para extraer el aceite de los olivos. Es comprensible, pues, la casi ausencia total de ventanas en los dormitorios.
Pero no todas las casas eran de ese tipo. Las ventanas son tan antiguas, repito, como la vida sedentaria. Al principio eran simples aberturas, oquedades en los muros, cuyo objeto era dejar entrar la luz y la ventilación hacia el espacio interior de la estancia. La historia de las ventanas cambió radicalmente hacia el año 65 d.C. cuando los romanos introdujeron el uso de las ventanas vidriadas. El invento romano era muy precoz, hay que reconocerlo, porque el uso extendido del vidrio tendría que esperar hasta el siglo XIII para comenzar a aparecer en la construcción de iglesias y hasta el siglo XVI para que el vidrio fuera incluido como un material común en la construcción y habilitación de casas particulares.
No obstante su precocidad, los romanos dieron en el clavo. Más temprano o más tarde las ideas geniales terminan por ser reconocidas y aprovechadas por todos. Las ventanas vidriadas o vitrificadas dieron origen a una búsqueda estética que no ha parado en más de un milenio. El avance en la producción de cristales ha permitido un proceso de innovación en el diseño de ventanas que pasaron de las ventanas en la que los vidrios se sujetaban con pequeños aditamentos de metal, sobre todo plomo, hasta las ventanas de marcos de madera, conocidas como bastidores, que se popularizaron en el siglo XVIII. Quizá el arte ‘ventanístico’ llegó a uno de sus picos más relevantes en la invención de los vitrales multicolores que se construyeron para adornar los edificios religiosos de Europa. Todos hemos visto alguna vez fotografías de los vitrales de la Catedral de Notre Dame, en París y hemos soñado, quizá, con mirar en alguna improbable ocasión la manera como el sol vespertino se filtra a través de ellos, en el atardecer de un otoño cualquiera.
Pero no fue sino hasta 1840 que el desarrollo de la industria del vidrio proporcionó la plataforma para generar el vidrio plano que era, además de más fino que el anterior, también más barato y de dimensiones mayores. Esta inflexión tecnológica dio lugar por primera vez a la construcción de ventanas que permitían una larga vista, sin el obstáculo visual de baquetas que interrumpían la contemplación del horizonte. De esta manera, tanto el interior como el exterior de los edificios pudieron tener ventanales que permitían otear el panorama sin mayores interrupciones.
A mí me gustan las ventanas. El cuarto donde duermo tiene ventanas desde las que puedo admirar todos los días un enorme y verde árbol de aguacate, pleno de floración en estos días. La luz que penetra a través de ellas es tanta que se hizo necesario ponerle cortinas, de lo contrario, bañado por una luz que se cuela hasta los últimos rincones, no podría yo prolongar el sueño más allá de las cinco de la mañana en las temporadas veraniegas.
Las ventanas, además de su belleza y su utilidad práctica, tienen dimensiones de profundo simbolismo. Las ventanas nos remiten a la realidad última, que según apuntan recientes descubrimientos en la física, es la luz. Quizá por eso las usamos en expresiones populares como aquella de que los ojos son la ventana del alma. Quizá también por ello las ventanas son recurrentes en la creación poética, particular aunque no exclusivamente, en la poesía amorosa. Recuerdo un hermoso poema que Ramón López Velarde dedicara a Artemio de Valle Arizpe y cuyo título es, precisamente, Tus Ventanas. Los dejo con el poema hasta vernos en la próxima entrega, si me honran con su lectura, a través de esta nueva y prodigiosa ventana que es la pantalla del ordenador.
Tus ventanas, con pájaros y flores,
tus ventanas que miran al oriente,
están esclarecidas con la gracia
de la aurora riente
que con primicias de su luz decora
la virtud de tu frente.
Tus ventanas de antigua arquitectura
en que el canario, a trinos, alborota
la paz de tu silencio provinciano;
ventanas en que flota,
para embriaguez de los amantes fieles,
la desmayada ofrenda del perfume
de rosas y claveles…
Tus ventanas, Amor, de cuya clave
quise colgar la jaula de mi dicha
para que la cuidaras como una ave;
ventanas de madera
en que en vano soñé dejar prendida
mi devoción como una enredadera…
Tus ventanas que miran al oriente
y madrugan, fragantes, de limpieza
¿esperaron una alba,
de cándida belleza,
o el regreso del novio
que anda en tierras de olvido,
o esperaron, acaso,
el milagro de un sol desconocido?
Ventanas que rondé
en la alborada de mis mocedades,
rejas con agua, y luz, y caracoles
en que Ella gusta de escuchar el sordo
fragor de las marinas tempestades;
rejas dignas de célebres idilios,
rejas de mi noviazgo adolescente,
que yo os mire de nuevo
¡oh ventanas, abiertas al oriente!
Colofón: Los lunes 13 y 20 de abril terminaré el ciclo de pláticas sobre el Evangelio de san Marcos en la Iglesia de María Inmaculada.
La emoción me sobrecoge. Estoy sentado en las escalinatas del Palacio del Gobernador, en la ciudad antigua de Uxmal. Mientras el sol se pone, una veintena de campesinas y campesinos mayas –más una pareja de jóvenes japoneses que visitan la Escuela de Maní– conversan sobre el Xok K’in, ese milenario arte cultivado por los pueblos originarios en el que, a través de la observación de signos diversos (lluvia, sol, viento, niebla, frutos, animales, y un largo etcétera) durante el mes de enero, intentan predecir el clima que prevalecerá durante todo el año.
La Escuela U Yits Ka’an, fiel a su vocación maya, ha acompañado desde hace dos años este proceso de observación en el que, guiados por la sabiduría de don Antonio Mukul y don Mario Euán, ancianos mayas, este grupo de campesinas y campesinos cultiva la ya casi perdida habilidad de deletrear los signos de la naturaleza, darle voz a la palabra que se enreda en el nido de la yuya o que emerge a borbotones de la alocada movilidad de las nubes o de las hormigas. “Lecturaleza”, le llama Moisés Dzul.
Entre el grupo reunido a la luz del ocaso me fijo en las mujeres: Teya, doña Tasia, Cecilia, Sandra, Lupita… mujeres mayas campesinas, departiendo en igualdad de circunstancias y aportando al consenso la sabiduría de sus finas observaciones al clima. Dicen algunos, a la cola de la historia, que la igualdad de género es una moda, el feminismo un arma del demonio y la igualdad de género una ideología perversa que persigue la destrucción de la familia. Cuestión de ópticas y de experiencias. Para mí la revolución feminista es una de las más grandes bendiciones de los siglos XX y XXI y un fácilmente reconocible signo de los tiempos, Locus theologicus. Miro a estas mujeres mayas y doy gracias a Dios por haberme concedido dedicar mi vida a este trabajo. Soy un hombre privilegiado por la vida. Desde abajo y a la izquierda comprendo mejor aquella frase que sirviera de título a las memorias de Hans Küng: “un teólogo feliz”. Rodeado de estas mujeres, y de otras muchas con quienes tengo el gusto de compartir el trabajo y la vida, también yo puedo decirlo: soy un cristiano feliz.
Una parte igualmente importante del trabajo de la Escuela U Yits Ka’an es la conservación, salvaguarda y mejoramiento de las semillas criollas. Un asunto tan relevante, que mereció ser el tema de la Primera Declaración de Maní (puede encontrarse en www.uyitskaan.org), un documento dirigido al Congreso de la Unión a través del cual cientos de hombres y mujeres mayas y aliados de otras latitudes, exigieron al gobierno la derogación de una ley de semillas que pretendía arrebatarle a los pueblos originarios el control y propiedad de sus propias semillas. No se trata, no, de un museo de semillas, sino de mantener la alimentación en manos de las familias y no de las compañías que quieren adueñarse del sistema alimentario. Es una batalla también por la identidad y por la soberanía alimentaria. Y en esa lucha el papel de las mujeres es indispensable.
Todo esto viene a cuento porque, al acercarse el 8 de marzo, Día de la Mujer, la Escuela de Maní lanza cada año un material de reflexión sobre la mujer y la agroecología. En este año, reflexionaremos las sabias palabras de Vandana Shiva, mujer, india y feminista, apasionada por el cuidado de la Madre Tierra e impulsora de la conservación de las semillas nativas, acaso, como bien sugiere el texto que ahora quiero compartirles, el último dique en contra de la privatización de la alimentación. A continuación el texto de Vandana Shiva. Feliz y combativo Día de la Mujer 2015.
“La salud y la nutrición empiezan por la comida, y la comida empieza en las semillas”. Las semillas de la justicia alimentaria residen en la creación de sistemas alimentarios en los que las semillas estén en manos de las mujeres, y en los que su conocimiento sobre la biodiversidad sea la base de la seguridad alimentaria y nutricional. Las mujeres han producido semillas durante siglos, y lo han hecho aportando más diversidad y características que todos los sistemas de producción industrial de semillas reconocidos formalmente. Ciencia y cultura confluyen en la producción de semillas llevada a cabo por las mujeres.
En la India encontramos el ejemplo más claro. He visto cómo mujeres tribales de Chhattisgarh utilizan 21 semillas para realizar una prueba de germinación, rechazando la semilla si más de tres de ellas no germinan. La ceremonia celebrada en Karnataka, en la que hacen germinar nueve semillas durante nueve días en Ugadi -el año nuevo según el calendario indígena local- también es una prueba de germinación de semillas (llamada navdanya). El almacenamiento, la selección y la producción de semillas requieren unos complejos conocimientos que las mujeres han desarrollado generación tras generación. Las semillas, que normalmente habían sido almacenadas y producidas por las mujeres, se han convertido ahora en “propiedad intelectual” de las grandes empresas químicas; en la actualidad, estas empresas también son las mayores productoras de semillas, y controlan el 73 por ciento del suministro mundial. Cuando las químicas patentan semillas, cobran derechos por esa patente, lo cual encarece el coste de las mismas. Las semillas que producen las mujeres son renovables, están al alcance de todos y se pueden compartir y almacenar libremente, mientras que las semillas patentadas no son renovables. Almacenar e intercambiar semillas se convierte en un delito contra la propiedad intelectual. Cuando siembran, las mujeres rezan para que “esta semilla sea inagotable”. Por el contrario, la filosofía de las empresas es “que se acabe esta semilla para que nuestros beneficios sean inagotables”.
‘Las productoras de semillas son invisibles para los regímenes de propiedad intelectual relacionados con las semillas.’
El elevado coste de las semillas supone deudas. Desde que se establecieron los monopolios de semillas con la introducción del algodón Bt, se han suicidado 250.000 agricultores en la India debido a las deudas que habían contraído, principalmente en la zona algodonera. Y cada agricultor que se suicida deja a una mujer viuda.
En todo el mundo, las mujeres han producido por selección y mejoramiento más de 7.000 especies de cultivos, por sus propiedades en cuanto al sabor, la nutrición y la resistencia a plagas, sequías, inundaciones o a la salinidad. Sólo en la India, las mujeres han desarrollado 200.000 variedades de arroz. Navdanya, una red de personas dedicadas a la conservación de semillas y a la producción ecológica que está presente en 16 estados de India, valora esta biodiversidad y hasta el momento ha logrado conservar más de 5.000 variedades de cultivos.
Esto es conocimiento.
Por el contrario, las empresas que reclaman las patentes de las semillas producidas con ingeniería genética sólo han ofrecido cuatro cultivos: maíz, soja, colza y algodón. Estos cultivos sólo tienen dos características (la resistencia a los herbicidas y la presencia de la toxina Bt) pero, en lugar de servir para controlar las plagas y la maleza, contribuyen al desarrollo de plagas y maleza súper-resistentes. ¡Nuestras semillas y cultivos estarían más seguros en manos de las mujeres!
Las mujeres no solo han protegido las semillas como un bien de dominio público; en términos de salud y propiedades nutritivas por hectárea, las pequeñas propiedades agrícolas de gran diversidad biológica que dirigen las mujeres utilizando conocimientos y semillas indígenas producen más alimentos. El estudio de Navdanya titulado Health Per Acre (Salud por Hectárea) revela que las pequeñas explotaciones agrícolas ecológicas pueden producir el doble, en términos de propiedades nutritivas, que las explotaciones agrícolas de monocultivos que utilizan insumos químicos.
Para justificar los derechos de propiedad intelectual sobre las semillas, se argumenta un supuesto aumento de la producción de alimentos debido a semillas de fabricación industrial. Sin embargo, en lugar de tomar en cuenta la biodiversidad de los productos de un sistema agrícola, se mide el rendimiento de uno sólo de los muchos alimentos producidos en la explotación. Las falsas categorías de “rendimiento” y “productividad” crean la ilusión de inevitabilidad, excedentes y éxito. Sin embargo, el aumento de mercancía procedente de unos pocos cultivos en los mercados mundiales no llega a las personas que necesitan comida, en especial mujeres y niños.
¡Nuestras semillas y cultivos estarían más seguros en manos de las mujeres!
La razón que se alega para actuar de esta manera es alimentar a las personas y reducir el hambre. Sin embargo, mil millones de personas pasan hambre, y otros dos mil millones padecen enfermedades relacionadas con la alimentación. El hambre no se reduce, porque es el hambre de beneficios la que configura el sistema alimentario, desde las semillas hasta la mesa. Al contrario, su objetivo es obtener beneficios, a través de una doble estrategia: vender cada vez más productos químicos y semillas patentadas no renovables a los agricultores y agricultoras, incluso si esto se traduce en deudas y suicidios; y al mismo tiempo comprarles, como productores de materias primas, productos básicos baratos.
Necesitamos un cambio de paradigma porque el antiguo no nos funciona. Tenemos que pasar de los monocultivos a la diversidad, de los sistemas mundiales y centralizados a sistemas locales y descentralizados, de la intensificación de los productos químicos y el capital a la intensificación de la producción ecológica y la biodiversidad.
‘El modelo industrial de producción de alimentos y el modelo de distribución globalizado no promueven la justicia alimentaria porque la justicia nunca fue su objetivo’
Cuando hice mi estudio sobre la revolución verde en el Punjab en 1984, el feticidio femenino acababa de empezar. A día de hoy, se ha impedido el nacimiento de más de 35 millones de niñas en la India. Cuando se destruye el papel productor y creador de las mujeres en la agricultura y en el sistema alimentario, las mujeres se convierten en prescindibles. Situar el conocimiento de las mujeres sobre semillas y biodiversidad en el núcleo de la justicia alimentaria, además de reportar otros muchos beneficios, podría servir también para abordar la violencia y la injusticia de género.
Para sembrar las semillas de la justicia alimentaria y de género, habría que seguir los siguientes pasos:
• La agricultura tiene que reconocer los conocimientos de las mujeres en cuanto a la
selección y mejoramiento de semillas.
• Los sistemas agrícolas tienen que basarse en los conocimientos de las mujeres sobre diversidad para así conseguir incrementar la producción en términos nutritivos, fortalecer la capacidad de hacer frente al cambio climático y reducir el uso de tierra, agua y capital.
• Debería crearse bancos de semillas comunitarios, y la selección y mejoramiento de semillas que llevan a cabo las mujeres de manera participativa debería convertirse en la piedra angular de la seguridad alimentaria.
• Las leyes que rigen la propiedad intelectual deben modificarse. El Acuerdo sobre Aspectos de la Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC), de la Organización Mundial del Comercio, contiene un artículo que impone las patentes y los derechos de propiedad intelectual sobre las semillas y otras formas de vida. Esta cláusula iba a revisarse en 1999. La mayoría de los países ha solicitado el cierre de las patentes sobre seres vivos, entre las que se incluyen las semillas. Debería llevarse a cabo esta revisión de carácter obligatorio y así conseguir que las semillas dejen de ser patentables; las semillas no son una invención, y por lo tanto no constituyen una materia patentable.
• Las leyes relativas a las semillas, que intentan ilegalizar las semillas indígenas de polinización abierta, tienen que derogarse. En su lugar, habría que elaborar otras leyes que reconozcan los derechos a las semillas como derechos de las mujeres, y que mantengan las semillas como un bien común de dominio público.”
Respondiendo a una amable invitación, el lunes 23 de febrero ofrecí la primera de tres pláticas de introducción al evangelio de san Marcos en la iglesia de María Inmaculada. La propuesta inicial tenía como destinatarios al equipo de liturgia de dicha parroquia. Terminó siendo una sesión abierta con un notable número de asistentes, más de 300, probablemente animados por el tema y por la inmerecida ponderación que los sacerdotes encargados de la parroquia hicieron de mi persona al hacer pública la invitación en las misas dominicales. La velada fue muy provechosa y las preguntas abundantes al final de la exposición.
Antes de que la segunda sesión pudiera llevarse a cabo, el ciclo de pláticas fue súbitamente suspendido. El sacerdote que me había invitado (lamento que haya tenido que pasar un muy mal rato por mi causa) se disculpó conmigo por los inconvenientes que la suspensión pudiera causarme. Yo comprendí la situación, dado que he tenido experiencias previas en este campo, y cesé la preparación de la segunda sesión y sus respectivos materiales.
Me han informado que ha llegado ya hasta quienes ordenaron la suspensión un CD con la grabación de mi intervención. Me permito ahora transcribir el guión que utilicé para la primera de las tres sesiones sobre el evangelio de Marcos. No es un guión para nada novedoso, sino lo que la investigación bíblica más reciente (y que, con sus matices, podría encontrarse en cualquier introducción postconciliar a los evangelios) sostiene con respecto al tema. Lo dejo para el conocimiento de muchas personas que, escandalizadas, me han preguntado por muchos medios acerca de la suspensión, alarmadas por el contenido de lo que yo estaría predicando. Este es el material que fue enviado a los participantes que dieron su dirección electrónica en la primera (y única) sesión en la iglesia de María Inmaculada.
LOS EVANGELIOS: TESTIMONIO PLURAL SOBRE JESUCRISTO
Tema 1: La formación de los evangelios
“Evangelio”, “evangelizar…” son palabras que se repiten con frecuencia. Se habla de “vivir el evangelio”, de “cumplir el evangelio”. Pero, si alguien pregunta ¿qué es el “evangelio”? muchos quedarán dudando o contestarán: es un libro, es la vida de Jesús, es una doctrina… Efectivamente, la Iglesia posee cuatro libros a los cuales llama “Evangelios”. No es casual que no los denomine “vidas de Jesús”, ni “historias de Jesús”, sino “Evangelios”. Con este nombre se los ha llamado desde la época de los primeros cristianos. Con este nombre se los ha leído, predicado, meditado y utilizado para la oración a través de los siglos.
a. Origen de la palabra Evangelio
En griego, la palabra evangelio significa Buena Noticia. Esta palabra no fue inventada por los cristianos, pues mucho antes que ellos, griegos, romanos y judíos la utilizaban para referirse a los acontecimientos que eran para ellos una buena noticia. Un ejemplo de este uso es la inscripción que la ciudad de Priene dedicó a Augusto en el año 9 dC; su nacimiento se celebraba como buena noticia para el mundo, es decir, evangelio.
Para los cristianos la palabra puede tener tres significados:
– Jesús es la Buena Noticia (Mc 1,1: “Comienzo del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”).
– El contenido de la predicación de Jesús, lo que Él proclamó con su palabra y con su vida (Mt 4,23).
– Buena Noticia acerca de Jesús (Rom 15,19).
b. ¿Qué son los Evangelios?
Los Evangelios son relatos escritos que conservan la Buena Noticia en forma de narración escrita. Fueron compuestos en los primeros siglos de la Iglesia. Cuatro de ellos fueron integrados en el canon o lista de libros sagrados del N.T. y se conocen con el nombre de evangelios canónicos. Otros muchos que no fueron recogidos en dicho canon o lista oficial, reciben el nombre de evangelios apócrifos.
Los Evangelios a primera vista parecen biografías. De hecho son relatos ordenados que nos hablan de Jesús: de su vida oculta en Nazaret, de su predicación, de su vida pública, de su pasión, muerte y resurrección. La intención de los Evangelios no es la de contarnos todo sobre la vida de Jesús. Aunque pretenden narrar con fidelidad lo sucedido, no son “crónicas periodísticas” ni tampoco historia en el sentido actual de la palabra.
El criterio que siguieron los evangelistas al componer sus obras fue claramente pastoral, con el fin de transmitirnos las enseñanzas de Jesús referentes a su Padre, el Dios de cielos y tierra y al amor que tiene para todas sus criaturas.
c. La redacción de los Evangelios
Jesús comenzó su ministerio alrededor del año 27 dC, pero los Evangelios comenzaron a escribirse cuarenta años después de su muerte. ¿Qué ocurrió en estos cuarenta años? ¿Cómo se transmitieron las palabras y los recuerdos sobre Jesús durante aquel tiempo? ¿Podemos fiarnos de lo que nos cuentan los Evangelios? Para responder a estas preguntas es necesario conocer cómo nacieron y se transmitieron los recuerdos sobre Jesús en las comunidades cristianas. Los Evangelios se formaron en tres etapas: el hecho, la memoria y la escritura.
1. El hecho: la vida de Jesús
El origen de los Evangelios se encuentra en el mismo Jesús y en sus discípulos que le acompañaron. La raíz de la tradición evangélica está en las palabras y signos de Jesús, de las que fueron testigos los discípulos, congregados por Jesús para que estuvieran con Él y para ser enviados a predicar (Mc 3,14).
Muchas de las enseñanzas y signos realizados por Jesús quedaron grabados en la mente y en el corazón del pequeño grupo de sus discípulos, con quienes estableció una relación muy especial. Aquí, cabe tener en cuenta la importancia que la memoria tenía en la antigüedad, sobre todo entre los judíos, en la que el maestro enseñaba a sus discípulos y estos a su vez retenían el mensaje en su memoria.
En tiempos de Jesús la instrucción tenía tres ámbitos: la casa, la sinagoga y la escuela, y en los tres el medio de transmisión de la enseñanza era la memoria. En la casa, el padre enseñaba a sus hijos las tradiciones familiares y religiosas. En la sinagoga se aprendían de memoria las principales oraciones y algunos textos importantes de las Escrituras. Por último, aunque no todos tenían acceso a la escuela, esta institución estaba muy extendida y se basaba en la memoria. En este contexto es fácil entender que los discípulos guardaran muy bien en su memoria las palabras y enseñanzas del Maestro.
Jesús no solo llamó a sus discípulos para seguirle, sino que además los envió a predicar el mismo mensaje que Él anunciaba. Este envío suponía memorizar el mensaje que debían transmitir.
2. La memoria: los recuerdos de Jesús
Luego de la muerte de Jesús, sus discípulos lo vieron resucitado. Este hecho marcó tan fuerte sus vidas, que los signos y las palabras de Jesús fueron adquiriendo un sentido profundo y nuevo, pues eran las palabras y los signos del resucitado, del Hijo de Dios. Por eso, los primeros cristianos se empeñaron mucho más en conservar sus recuerdos sobre Jesús, para comentarlos y transmitirlos con la predicación, la catequesis, y la celebración. Al principio los dichos de Jesús, se conservaron y transmitieron aisladamente, sin ningún orden. Poco después los primeros cristianos los fueron agrupando y ordenando según su estilo o tema (parábolas, versos, refranes, proverbios, anécdotas ejemplares). Así se consolidó una colección de dichos de Jesús, que para las comunidades cristianas eran una tradición sagrada, que les servía para iluminar su propia vida y enfrentar sus problemas.
También comenzó la tradición de los hechos de Jesús. Los que le habían conocido y habían sido testigos de ellos, se los contaban a los que no le habían conocido. Así nacieron los relatos de milagros (Mc 5), controversias (Mc 2,1-3,6) y pequeñas unidades narrativas, como el relato de la pasión. Otro recurso importante utilizado para comentar las tradiciones evangélicas fueron las citas y referencias al Antiguo Testamento. Pues la mayor parte de los primeros destinatarios del Evangelio conocían el A. T.
3. La escritura: la redacción
Con la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 dC, el judaísmo se concentró en torno a la Ley de Moisés, como único instrumento para mantener la unidad del pueblo judío. La intolerancia acrecentó las tensiones entre la iglesia cristiana y la sinagoga judía de la época, hasta llegar a un abierto enfrentamiento y ruptura. Este hecho favoreció la identificación de la Iglesia como algo distinto del judaísmo. Al mismo tiempo, la actitud de las comunidades cristianas hacia la cultura helenística y hacia el Imperio Romano era, en esta época, una actitud de diálogo e integración (Lucas y Hechos). Los apóstoles y testigos oculares de Jesús habían muerto y ya nadie podía decir, “yo lo vi”. Por eso, se hacía más urgente conservar de forma fidedigna las tradiciones recibidas. Nacen así diversas tradiciones vinculadas a los principales apóstoles de la primera generación (Pedro, Santiago, Juan y Pablo). Los evangelistas reunieron y unificaron estas tradiciones, algunas de las cuales existían por escrito, dándoles la forma de narración ordenada para iluminar las nuevas circunstancias que vivían sus comunidades.
Marcos es el evangelio más antiguo, utilizó y organizó tradiciones y colecciones anteriores (parábolas, controversias, milagros, relato de la pasión). Mateo y Lucas utilizaron a Marcos como fuente principal, aunque con importantes modificaciones para poder aplicar sus relatos a las situaciones de sus respectivas comunidades. Además utilizaron otras fuentes, en un claro intento de completar la obra de Marcos. El Evangelio de Juan tiene su propia historia.
d) ¿Quién es Marcos?
Según (Hch 12,12) probablemente se trataba de Juan Marcos, hijo de la señora María que prestaba su casa para las reuniones de los seguidores de Jesús. Acompañó a Pablo y a Bernabé en algunos viajes misioneros (Hch 12,25). Estuvo cerca de Pablo cuando estaba preso (Col 4,10). Finalmente, lo encontramos en Roma como secretario de Pedro (1 Pe 5,13). Estos datos nos ayudan a descubrir de dónde fue sacando y juntando el redactor final, el material de su Evangelio que tiene dieciséis capítulos. Probablemente fue escrito en Roma, hacia los años 64 y 70 dC, después de que Pedro fue martirizado en Roma y antes de la caída de Jerusalén. El estilo del evangelio es parecido al de un periodista, que pasa la noticia narrando los hechos de una manera franca, espontánea, inmediata. Su mensaje principal es la cruz: demostrar que Jesús es un Mesías servidor, y que su misión se cumple en el momento de su entrega por fidelidad y amor, en la cruz
e) La cuestión de los símbolos
La Iglesia desde sus orígenes dio un símbolo a cada evangelista. Se fijaron sobre todo en el principio de cada Evangelio y apoyándose en Ap 4,6-7. Los simbolizaron así:
• Marcos. Está simbolizado por el león, se lo simboliza así porque este Evangelio comienza en el desierto, donde vivían los leones (Mc 1,4).
• Mateo. Está simbolizado por el rostro humano, se lo simboliza así porque el Evangelio comienza con la genealogía de Jesús (Mt 1,1).
• Lucas. Está simbolizado por el toro, se lo simboliza así porque el Evangelio comienza en el Templo donde se sacrifican los toros (Lc 1,8).
• Juan. Está simbolizado por el águila, se lo simboliza así porque este evangelista comienza su Evangelio remontándose a los orígenes: “En el principio era el Verbo…” (Jn 1,1).
Hasta aquí el material que sirvió de base para la primera sesión del interrumpido ciclo de pláticas. Esto es lo que compartí el lunes 23 de febrero. Va como apresurada respuesta a la reiterada pregunta: “¿pues qué andabas predicando?” y a manera de apenado y agradecido saludo a las personas que me honraron con su presencia y a los sacerdotes que amablemente me invitaron a compartirlo.
Dos días de la semana, jueves y viernes, los pasó en la sede de la Escuela de Agricultura Ecológica U Yits Ka’an, a dos kilómetros de Maní. No cambiaría esos días por nada del mundo. No solo porque me parece que la noble finalidad de la Escuela apunta con certeza a la –a mi parecer– única salida al desastre actual del ecosistema (producir los propios alimentos, usar la menor cantidad de energías no renovables y sostener, a capa y espada, el tejido social de los pueblos originarios), sino por la gracia de estar al lado de hombres y mujeres mayas que descubren (o re-descubren) sus raíces y su identidad étnica y de ellas extraen un capital humano y ecológico que ofrecen al mundo como su aportación en esta construcción común, hecha desde distintos calendarios y geografías, para lograr un buen vivir.
Pero, entre todas las experiencias que atesoro de mis días en U Yits Ka’an, quiero destacar los desayunos de cada viernes, en compañía de don Bernardo Xiu Uc, a quien no dudo en proclamar como uno de los patriarcas mayas de la agroecología. Oriundo de Mama, municipio enclavado en el sur del estado, don Bernardo es campesino por vocación y por elección. Desde los inicios de U Yits Ka’an hemos tenido la suerte de contar con su compañía y su sabiduría.
“Es cierto eso de los pudzanes…” me dice en el desayuno del viernes pasado. Inicia así don Bernardo nuestra conversación matutina. Está leyendo ahora el libro “Rebelión y Resistencia del Pueblo Maya”, que recorre la historia de los mayas desde una mirada distinta a la que estamos acostumbrados. Es la “otra historia”, la que se decanta desde la memoria de un pueblo que se resiste a ser vencido y a obedecer el mandato de desaparición que se ha decretado en su contra.
“Mi abuelo me contaba de los tiempos de la esclavitud en Mamita, continúa don Bernardo, cuando el hacendado, don Cornelio Rendón, enviaba a sus guardianes, comandados por Narciso Coot, a perseguir y a obligar a que regresaran, a mayas que, cansados de los malos tratos y del trabajo extenuante al que eran sometidos, se escapaban hacia el monte”. Don Narciso le prometía al patrón que enviaría a varias personas en su persecución, y lo hacía. Solamente que, cuenta don Bernardo con una sonrisa sarcástica, don Narciso señalaba un rumbo diverso al que los pudzanes (los huidos) habían tomado. Así, don Narciso conservaba su privilegiado trabajo y permitía que los mayas rebeldes alcanzaran a refugiarse en algún poblado donde no hubiera hacendados.
“¿Sabes qué hacían los guardianes que se iban en busca de los pudzanes?”, me pregunta don Bernardo para enseguida contestarse: “buscaban trabajo en alguna de las milpas del rumbo, sembraban o cosechaban, y después de algunas semanas regresaban diciendo: por más que los buscamos, no pudimos encontrarlos”.
El abuelo materno de don Bernardo es de la familia Uc, una de las más antiguas familias –y ya con pocos sucesores– que poblaron Mama. La cabeza y el corazón de Bernardo están llenos de recuerdos de sus conversaciones con su abuelo. Cuando Bernardo, siendo todavía niño, lo acompañaba a la milpa, escuchó en algún cruce de camino el silbido del viento, o de un pájaro que al niño de le antojó peligroso. Ni tardo ni perezoso se lo comentó a su abuelo. Éste no le dijo nada y continuó su camino. Cuando al regreso del trabajo de la milpa el niño Bernardo le informó, al pasar de nuevo por el cruce de caminos: “Aquí abuelo, aquí fue donde oí el chiflido”, el abuelo le dijo, señalando un árbol: “claro, si ese pájaro aquí vive… pero no tengas miedo, esos pájaros ya no comen a las personas. Desde que apareció la escopeta esos pájaros entendieron que tenían que dejar de atacar a los humanos. Ahora chiflan, pero no se comen a nadie. No tienes por qué tener miedo”. Y cuando el niño Bernardo respiraba tranquilo, el abuelo recomenzaba otra historia: “porque antes de que hubiera la escopeta, esos pájaros atacaban a las personas…” y allí –me dice riendo Bernardo– comenzaba una nueva historia.
Don Bernardo es testigo fiel de la riqueza que encierra la memoria del pueblo maya. Entre mitos y tradiciones, los mayas conservan la fuente de su resistencia. No en balde, después de una larga noche de opresión, humillación y sojuzgamiento, como rescoldo vivo entre las cenizas, la identidad maya se refuerza y la larga noche, de cerca de 500 años, se torna un espacio acotado de tiempo cuando miran la larga historia que antecede a la ocupación española. Todo esto gracias al auxilio que el libro “Rebelión y Resistencia del Pueblo Maya” puede ofrecer al fortalecimiento de la identidad maya y de su camino –lento, pero a mi juicio irrefrenable– hacia la recuperación de la autonomía del pueblo maya peninsular.
Muchas personas, dentro y fuera de la iglesia católica, le reprochan al Papa Francisco la falta de reformas más audaces para toda la iglesia y la conclusión, en concreto, de la reforma de la Curia Vaticana, símbolo –de muchas maneras– de lo que hace falta por reformar en la iglesia. Es comprensible que, después de la esperanza que ha suscitado su nombramiento, la urgencia de reformas sustanciales se vaya haciendo sentir con más fuerza. Yo mismo me siento a veces transido por este sentido de urgencia.
Sin embargo, y sin querer hacer aparecer las declaraciones de Francisco como muy de avanzada, sí me doy cuenta que su palabra y sus actitudes han causado conmoción y que el sector más conservador de la iglesia comienza, después de un breve momento de repliegue, a incursionar en un frente de batalla cada vez más evidente que se reviste de defensa de la ortodoxia para tratar de frenar cualquier tipo de reforma que conduzca a la iglesia a la vuelta a sus raíces originales: el anuncio de la misericordia de Dios y el proyecto de Reino propuesto por Jesús de Nazaret.
Hay varias formas en que los sectores conservadores de la iglesia han comenzado a subirse a la palestra pública para insinuar su desconfianza en el Papa y manifestar su “confusión” ante el discurso de Francisco. Recientemente, el domingo 25 de enero de 2015, el Diario de Yucatán publicó en su página editorial de la sección nacional un artículo escrito por un sacerdote, fundador de una congregación religiosa de reciente aparición y que tiene presencia en nuestra ciudad. La aparición de este artículo me brinda la oportunidad de referirme a la embestida, a veces abierta y confrontadora, a veces de una oblicuidad que es difícil de definir, en contra del Papa Francisco.
Comencé a fijarme en esto a partir de la circulación de la carta de una dirigente del movimiento Regnum Christi de los Legionarios de Cristo, y un tiempo directora del portal electrónico Catholic.net. Declaraba ella su extrañeza en la carta por la elección del Papa Francisco, a quien había conocido y tratado en varias reuniones internacionales de presencia episcopal y que le había parecido siempre alguien que se guiaba, no por la recta doctrina, sino por la búsqueda de aprobación pública.
Más tarde, cuando el Papa planteó la pertinencia del Sínodo extraordinario en 2014 para comenzar a tratar algunos temas referentes a la familia, la embestida alcanzó proporciones monumentales. Unas semanas antes del inicio de las discusiones, y vislumbrando la apertura total que el Papa favorecería en las discusiones de los obispos, cinco cardenales publicaron un libro sobre “las verdades eternas” con respecto a la familia. Ningún lector avezado podía ignorar el oculto mensaje confrontador del libro. Inaudito, sin embargo, era que uno de los cardenales firmantes del libro, considerado por observadores externos como un abierto desafío a la política reformista del Papa, fuera su mismo Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en funciones. Eso no hizo más que advertir a quien quisiera verlo cuán honda era la oposición a la que se enfrentaba el proyecto renovador de Francisco y cómo las resistencias alcanzaban los más altos niveles jerárquicos, lo que habría hecho decir al Papa, en una confidencia que trascendió a los medios, “Oren por mí, que aquí me quieren despellejar”.
Más tarde, la artillería pesada de las corrientes conservadoras leyó complacida el artículo publicado en un periódico italiano por Vittorio Messori, defensor y cuasi biógrafo de Juan Pablo II y Benedicto XVI, que se confesaba perplejo por las declaraciones de Francisco y ponía en duda su capacidad de conducir a la iglesia y llevar adelante a buen término su misión de ser sucesor de Pedro.
No menos importante ha sido en esta embestida contra el Papa la utilización de algunas correcciones litúrgicas aprobadas por Francisco, por parte de sectores que intentan con ellas oscurecer la propuesta reformista del Papa. Hace poco escuché con azoro, en una iglesia de Mérida, a un sacerdote que desde el púlpito, y sin relación alguna con la Palabra proclamada en esa Misa, dedicó la homilía a regañar a la comunidad por abusar de los abrazos a la hora de la paz. “El Papa Francisco lo acaba de publicar”, dijo con enjundia, refiriéndose a un reciente comunicado de la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los sacramentos. No discutiré aquí sobre el tema del saludo de paz en la Misa, a mi juicio irrelevante; sólo quiero subrayar que proclamar a voz en cuello que “lo dijo el papa Francisco” para referirse solamente a estas discusiones menores y no trabajar para que sea conocido su proyecto renovador plasmado en la Exhortación Evangelii Gaudium, es cínico y desvergonzado.
Si a esto le unimos el embate de decenas de portales electrónicos autodenominados católicos que en la red se constituyen en nuevas inquisiciones, deslizan ‘correcciones’ al estilo: “lo que el Papa quiso decir fue…” y cierran las puertas a cualquier posibilidad de discusión franca dentro de la iglesia con el argumento de que son ellos los guardianes de la ortodoxia, podemos aquilatar las dificultades que el Papa enfrenta dentro de sus propias filas.
Ni en los más aciagos tiempos de la persecución desatada en los años 80’s contra de la Teología de la Liberación, los teólogos y comunidades identificados con esta corriente eclesial manifestaron tal desafío al magisterio pontificio como el que está enfrentando Francisco por parte de los grupos conservadores, ahora erigidos –como en el artículo periodístico que motiva estas líneas– en “la representación de todos los laicos del mundo”.
Dios proteja a Francisco de estos santones de la doctrina.
Miro sus rostros. Los repaso uno a uno y siento que el aliento se me escapa. Son hombres y mujeres de los pueblos originarios que conforman México: yaquis, tzeltales, ch’oles, zapotecos, mayas peninsulares, p’urhépechas, zoques, tzotziles, rarámuris, amuzgos, nahuas, otomíes, miztecos… vienen de todos los puntos cardinales; agita cada uno su bandera de sueños multicolores y promisorios. Se reúnen en torno a un altar otomí, compuesto por una asombrosa variedad de semillas y flores y dispuesta en los tres niveles de la concepción indígena del universo. Son hombres y mujeres, miembros de los equipos que acompañan los procesos de pastoral indígena de la iglesia católica en las distintas diócesis del país. Han venido al XI Encuentro Nacional de Pastoral Indígena, promovido por la Dimensión Indígena de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social.
A los rostros, curtidos por los años y por los trabajos del campo, se unen caras nuevas, brotes de juvenil resistencia, muchachas y muchachos indios, orgullosos de su procedencia y herederos de la sabiduría de sus abuelos y abuelas. La reunión duró tres días, cada uno de ellos dedicado a un paso del método consagrado ya en América Latina como instrumento para la reflexión pastoral: Ver, pensar y actuar. En el VER desfilan, junto a la mención del despojo y la voracidad del capital dominante y sus proyectos extractivos en los territorios indígenas, la narración entusiasta de los esfuerzos autonómicos y de la búsqueda de una democracia comunitaria que se desarrolla al margen del corrupto marco de la política de partidos. Ningún partido recibe palabra alguna de aprobación de parte de estos representantes de los pueblos indios.
En el PENSAR se escucha la sabiduría antigua, la palabra sabia de los abuelos y las abuelas, la consonancia cada vez más clara entre proyecto evangélico y culturas originarias, el pensamiento indígena, que sigue un camino distinto al de la racionalidad occidental y que se dirige a un objetivo, acaso superior: no sólo la comprensión del mundo circundante, sino la realización aquí y ahora de la utopía del buen vivir (Sumak Kawsay, le llaman en la tradición andina). Y el pensamiento fluye, no como impetuosa cascada, sino como manojo de riachuelos que, desde un apacible lago de tradición se desbordan al mar donde todas las sabidurías encuentran cabida. El pensamiento indígena se confronta, en este momento de la asamblea, con el proyecto de Reino anunciado por Jesús de Nazaret y vivido conflictivamente por las comunidades cristianas del primer siglo, según nos cuentan los textos que componen el Nuevo Testamento. La urgencia de hacer que la matriz judía del cristianismo se abriera a las nuevas culturas en los inicios de la iglesia, ilumina el quehacer de la pastoral indígena de nuestros días. El panorama se completa con una reflexión sobre el magisterio católico y la atención pastoral de los pueblos originarios, conducida por el Obispo de Teotihuacán, Guillermo Francisco Escobar Galicia, responsable de la dimensión indígena, presente durante todo el Encuentro.
En el ACTUAR se comparten las luchas de los pueblos, sus esfuerzos –invisibles para una buena parte de los habitantes de este país, pero efectivos para el bienestar de los pueblos y sus luchas– en la construcción de las autonomías y de un modelo de país en el que, por fin, se pueda ser dignamente maya y mexicano, rarámuri y mexicano, amuzgo y mexicano… Una esperanza que encontró una formulación inicial adecuada en los Acuerdos de san Andrés, y que se va realizando, a despecho de una oficialidad de partidos e instituciones que niegan a los pueblos indígenas su derecho, y se concreta en territorios en los que la palabra de las comunidades es la que decide. La reflexión viene acompañada de la exposición de la Lic. Carmen Herrera, acompañante de procesos de reivindicación de derechos de los pueblos originarios.
Miro los rostros, distribuidos en las mesas que llenan el auditorio municipal de la comunidad de Temoaya, estado de México, territorio otomí. Los adultos escriben y escriben en los cuadernos que la coordinación del encuentro ha repartido entre los participantes. En una mesa, en cambio, veo a Felipe, un joven tzotzil, escribiendo en su computadora portátil. En un momento de la reflexión, Felipe sube al estrado. Comparte con todos los asistentes la experiencia de autonomía de las comunidades indígenas en Chiapas, la mayor parte de ellas ligada al proyecto de resistencia zapatista. Menciona la sublevación de 1994 como punto de partida de su reflexión. Y yo me imagino a Felipe el 1 de enero de 1994, cuando tendría quizá dos o tres años. Pero él cuenta la historia como si hubiera sido uno de los que se levantaron en armas. No puedo evitar pensar en los judíos actuales, que cada noche de pascua, comienzan su cena familiar con las palabras “Nosotros éramos esclavos en Egipto…”, aunque esa celebración pascual tenga lugar en el siglo XXI y en ciudades tan disímiles como Jerusalén o Nueva York. Cuando, al terminar la misa de clausura, me acerco a despedirme de Felipe y a felicitarlo por sus palabras, un diácono tzotzil, sombrero de cintas multicolores, me dice con el rostro sonriente de padre orgulloso: ¡es mi hijo! Y yo me siento indigno testigo de la transmigración generacional de la resistencia.
La asamblea vota a favor de un pronunciamiento que será compartido con todos los pueblos que se encuentran representados en el Encuentro. En dicho texto, la voz indígena logra expresar lo que el discurso occidental no alcanza: la voz de la Madre Tierra se queja con el lamento isaiano: “Pueblo mío ¿qué te he hecho o en qué te he ofendido? Respóndeme”. Y el elenco de las acciones depredadoras se desgrana desde la voz de una madre humillada y ofendida. Y el lamento es recogido por estos pueblos originarios, acaso el bastión último por el que la humanidad encontrará el camino de su supervivencia. Como bien dijo el teólogo indígena, Eleazar Hernández, en su exposición: “los pueblos indios éramos considerados antes como un problema. Hoy nos damos cuenta, cada vez más, que somos la solución”.
El encuentro termina con la celebración de la Eucaristía en el templo principal de Temoaya. Una decena de presbíteros indígenas preside la celebración. Los signos procedentes de las distintas culturas expresan con sus colores la fe de los pueblos originarios: flores, incienso, lecturas en otomí, ofrendas… En el marco de la celebración se hace la entrega del bastón de mando a quienes serán los anfitriones en el Encuentro del próximo año, el pueblo p’urhépecha que habita en el territorio de la arquidiócesis de Morelia. Salen todos con el compromiso de crecer en la articulación entre la acción pastoral de la iglesia, las experiencias de los pueblos y la acción de las organizaciones civiles que caminan junto a los pueblos originarios. Yo termino con el corazón recargado de energía y renovando mi decisión de vivir y morir al lado del pueblo maya, testigo insomne de su despertar y de sus esfuerzos de autonomía y vida digna.
La pasada navidad escuché que los funcionarios más altos de la UADY habían recibido, de regalo navideño por parte de la institución… ¡un Ipad cada uno! A este comentario se añadieron voces que reclamaban la cantidad de empleados de alto nivel que no trabajaban gran cosa y que gozaban de prebendas pingües.
Ha estallado la huelga de los trabajadores administrativos y manuales de la Universidad Autónoma de Yucatán. Gracias a ella nos hemos enterado de la inequidad que rige las relaciones laborales en aquella institución. Es la primera huelga después de aquella que paralizara todas las escuelas universitarias en febrero de 1974, exigiendo primero la aparición con vida del pasante de leyes y asesor sindical, Efraín Calderón Lara y luego, hasta que el movimiento se fue desgastando, para exigir el castigo a los culpables del homicidio.
En solidaridad con la huelga del Autamuady (Asociación Única de Trabajadores Administrativos y Manuales de la Universidad Autónoma de Yucatán), publico aquí el comunicado del Equipo Indignación:
Autoridades de la UADY, obligadas a garantizar salario digno a trabajadores administrativos
El día viernes 16 de enero del presente año, las y los trabajadores Asociación Única de Trabajadores Administrativos y Manuales de la Universidad Autónoma de Yucatán, iniciaron una huelga, la primera que se realiza en 40 años en la máxima casa de estudios del estado, exigiendo a las autoridades de la UADY la mejora en las condiciones de salario. En concreto las y los trabajadores exigen el aumento de un 10 por ciento al salario, frente a la propuesta del 3.4 ofrecida por la Rectoría de la Universidad.
En principio, es preciso recordar que los derechos laborales se encuentran regulados por el artículo 123 de la Constitución Política y por diversos tratados y convenios internacionales que obligan al Estado a garantizar que todo empleador provea condiciones de trabajo decorosas para las y los trabajadores.
Entre estos derechos se encuentra el de contar con un salario digno, es decir, que sea suficiente para cubrir las necesidades mínimas de vivienda, salud, educación y esparcimiento del trabajador y su familia; y la huelga como un medio legítimo de defensa de los derecho de las y los trabajadores frente a la empresa o el patrón para presionar con el fin de ejercer su derecho a la contratación colectiva, lograr un reparto justo y equitativo de las ganancias, que permita a las y los trabajadores realizar su trabajo con dignidad y alcanzar un mejor nivel de vida. Es decir, tanto el derecho al salario digno, como el derecho de huelga son derechos humanos constitucional y convencionalmente reconocidos.
Frente a esta situación, lamentamos que las autoridades universitarias, lejos de reconocer la precaria situación salarial de sus trabajadores e intentar generar un proceso de diálogo y acercamiento para resolver las demandas, hayan tenido, como primera opción, el plantear un “recuento de los trabajadores para saber si están a favor de la huelga”, que, a pesar de haberse generado en condiciones de presión, lo único que hizo fue reforzar el carácter legítimo del movimiento obrero universitario y de sus exigencias.
Al respecto es preciso señalar que, como principal institución educativa del estado, la Universidad Autónoma de Yucatán debería ser la primera interesada en garantizar adecuadas condiciones laborales para sus trabajadores. Lejos de ello, las últimas rectorías han privilegiado una retribución desproporcionada para los directivos o han creado puestos cuya necesidad es cuestionable, en lugar de destinar recursos al fortalecimiento de los trabajadores de base.
El equipo Indignación manifiesta su solidaridad con el Sindicato de Trabajadores Administrativos y Manuales de la Universidad Autónoma de Yucatán que se encuentran en huelga en demanda de un aumento salarial.
Insistimos en que los derechos laborales son derechos humanos y hacemos un firme llamado a las autoridades de la Universidad Autónoma de Yucatán a no regatear recursos a los trabajadores que tienen, por supuesto, derecho a un salario digno y adecuado.
Reivindicamos la necesidad, urgente en el país y en el estado de Yucatán, de destinar mayores recursos para la educación, en este caso para la Universidad Autónoma de Yucatán, para garantizar a las y los jóvenes el acceso a la educación superior así como a las y los trabajadores de la Universidad las mejores condiciones laborales.
En este contexto es preciso fortalecer las prácticas democráticas dentro de las instituciones educativas y universitarias. La reciente elección del Rector de la Universidad Autónoma de Yucatán expuso dudas sobre un proceso que no es un ejemplo de transparencia ni de democracia. Persisten en la Universidad prácticas antidemocráticas que lesionan a la propia universidad pero que, además, tienen un impacto negativo en la sociedad.
Dentro de tantas necesidades, el salario de los trabajadores manuales y administrativos tiene que ser una prioridad, pues es un derecho para los trabajadores y sus familias.
Reducir la brecha salarial al interior de la Universidad tendría que ser también un objetivo que mostrase un compromiso con los valores de la democracia.
Saïd y Chérif Kouachi han sido detenidos en una población del norte de Francia, acusados de ser los perpetradores de uno de los atentados más estremecedores de los últimos tiempos: extremistas islámicos entraron a las oficinas de la redacción del semanario Charlie Hebdo en París y desataron una ráfaga de balas de fusiles AK47 asesinando a diez caricaturistas y a dos policías. Doce víctimas de una acción extremista, injustificada e injustificable.
El 20 de septiembre de 2012 la revista había publicado una serie de caricaturas sobre el profeta Mahoma. Las caricaturas estaban relacionadas con las protestas que se habían suscitado en varios países de mayoría musulmana a raíz de la exhibición de una película norteamericana titulada “La inocencia de los musulmanes” que, en opinión de algunos practicantes de dicha religión, ofendía gravemente la figura del profeta. Ya en el año 2005 había ocurrido algo semejante en Dinamarca, con la publicación de caricaturas sobre el profeta en la revista Jyllands-Posten.
Ahora, dos años después de la publicación de las caricaturas en el Charlie Hebdo, los fundamentalistas islámicos cometieron el atentado que ha enlutado a 12 familias y ha conmocionado al mundo entero. La policía francesa, sin necesidad de hacer fiscalías especiales, ha realizado una pronta investigación y ha detenido ya a algunos presuntos responsables que, confiamos, serán enjuiciados de acuerdo a la ley y serán sancionados en caso de ser encontrados culpables. Ya quisiéramos esa prontitud y esa confianza social en la actuación de la policía en cualquiera de las muchas masacres que han ocurrido en nuestro país en los últimos años.
Pero vayamos al punto. El horrendo asesinato de los caricaturistas ha puesto de nuevo a debate la libertad de expresión y sus límites. Se trata de una discusión compleja porque toca las fibras sensibles de una fe religiosa. Hace algunos años hubo un fenómeno parecido en nuestro país, aunque sin las consecuencias criminales de París. Se presentó una exposición de artes visuales en un museo. Uno de los cuadros hacía mofa de la Virgen de Guadalupe, a la que, sin mal no recuerdo, se le representaba con un balón de fútbol en el lugar de su rostro. Hubo grupos que amenazaron con irrumpir en la exhibición para destruir los cuadros.
Otro ángulo de la discusión, aunque no tenga ribetes religiosos, es la pretensión de ciertas izquierdas de poner límites a la libertad de expresión en razón de una política anti discriminatoria. Es lo que recientemente ha ocurrido en Uruguay, donde el Instituto Nacional de los Derechos Humanos de ese país ha hecho recomendaciones al Poder Legislativo para que “el nuevo Código Penal cumpla con las recomendaciones dirigidas a Uruguay por órganos de control de cumplimiento de las normas del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, en especial en cuanto a incorporar en el nuevo Código Penal disposiciones que tipifiquen como delito la difusión de teorías de superioridad o inferioridad racial y se prohíban las organizaciones que promuevan la discriminación racial e inciten a ella, así como la participación en sus actividades»
A propósito de esta recomendación Marcelo Marchese, un analista uruguayo, ha dicho con extraordinaria lucidez lo siguiente: El lector podría pensar que estas recomendaciones hacen muy bien pues impiden que cualquier energúmeno salga a insultar a los negros, a los judíos, a los enanos y a los homosexuales. El problema es que por este camino corremos el riesgo de, con argumentos bastante dudosos, tachar a cualquiera de energúmeno. Cuando se razona que lo mejor, para que nadie se ofenda, es prohibir a los energúmenos expresarse, se termina auspiciando que a la postre nadie se exprese, así nadie termina ofendido y todos quedamos contentos. Tal idea, la de convertirnos en unos idiotas que no nos expresemos, tiene indudablemente grandes ventajas, por ejemplo, no habría quién salga humillado u ofendido, ahora, tiene un pequeño e insignificante inconveniente, el cual es constituirse en un atentado a la libertad.
Aunque las dos aristas a las que me he referido, la religiosa y la del pensamiento políticamente correcto, son distintas, apuntan a la misma raíz: ¿debe la libertad de expresión defenderse como un bien en sí, como un derecho humano irrestricto, aunque a veces se convierta en derecho a blasfemar o derecho a burlarse de las personas? ¿O debemos, en cambio, tipificar como delito cualquier expresión que resulte ofensiva, especialmente las dirigidas a las minorías y basadas en estereotipos discriminatorios, y establecer sanciones en contra de los ofensores?
El humor, la crítica, el sarcasmo, se basan regularmente en la mofa sobre los defectos, las discapacidades o las características que hacen singular a un grupo humano. Es justamente la burla la que motiva la carcajada. Pueden pasar cien personas sobre el escenario en una representación, pero la risa estalla inevitable cuando una de ellas tropieza y se cae. El humor es así: se pueden contar por miles los chistes sobre borrachos, mujeres, judíos, homosexuales, negros, yucatecos o campechanos, polacos o gallegos. Algunos de esos chistes pueden resultar ofensivos, vulgares y de mal gusto. El problema es si debemos prohibir que esos chistes sean dichos en público y llevar a la cárcel a quienes los cuenten.
Una caricatura sobre la Virgen de Guadalupe o sobre el profeta Mahoma pueden resultar ofensivas, hasta blasfemas… pero ¿deben ser catalogadas como delito? La igualdad de género y la dignidad de las personas homosexuales son importantísimas, pero ¿debe por eso prohibirse los chistes sobre mujeres y gays?
Yo pienso que los prejuicios deben combatirse. Pienso que un Estado laico y democrático debe ofrecer elementos para que tales prejuicios desaparezcan. Pienso también, sin embargo, que la prohibición de la expresión del pensamiento no es una manera legítima ni efectiva para lograr la desaparición de los prejuicios. El humor no suele ser políticamente correcto y es un arma de subversión desde el tiempo en el que existían los bufones en las cortes reales. La libertad de expresión debe ser salvaguardada aun a riesgo de que se convierta en libertad para blasfemar u ofender. Si aceptáramos alguna limitación en esta materia ¿quién sería el limitador? ¿bajo qué parámetros limitaría? Limitar la libertad de expresión ha sido siempre una puerta abierta al pensamiento único, y con él se abre paso el autoritarismo. Y el autoritarismo termina por construir inquisiciones. Y las inquisiciones, cualquiera que sea su signo, son instrumentos de muerte, no de vida.
La promoción del pensamiento único supone que las personas son estúpidas y necesitan ser reguladas en lo que piensan y creen. Es la tentación de todas las religiones e ideologías. Se olvidan de que el libre juego de las ideas es la única manera que existe para que las personas podamos sopesarlas, ponerlas a prueba y tomar nuestras decisiones. Por eso la respuesta de los caricaturistas de todo el mundo me parece impecable: hacer más y más cartones satíricos. Prueba de que las balas, vengan de cualquier religión o ideología, no logran matar la libertad de pensamiento y de expresión.
El adjetivo es definido así por la Academia Española: Infausto, infeliz, desgraciado, de mal agüero. Así ha sido el año que va terminando para nuestro país. Como acumulación de catástrofes se han sucedido a lo largo de los meses de 2014 desapariciones, asesinatos, persecuciones, impunidad, corrupción de las autoridades, venalidad de los partidos políticos (de todos), represión, crecimiento de la violencia delincuencial (la de las bandas y la de los gobiernos), la venta de los recursos del país al mejor postor, Tlatlaya, Ayotzinapa… un cuento de nunca acabar que ha dejado al desnudo la desaparición del Estado, la frustración definitiva de esta forma de partidocracia mal nacida y del sistema capitalista que la ha engendrado.
Hemos perdido el rumbo. Da vergüenza que nuestro país sea hoy internacionalmente conocido como la patria donde desaparecen los jóvenes, donde se asesina a estudiantes y mujeres, donde se reprime el derecho a la protesta, donde la corrupción galopa al lado del crecimiento de la pobreza. Un país a la deriva.
Pero llega el fin de año. Y en la evaluación de haber y deber surgen otras realidades que, por no mirar hondo, pueden pasarnos desapercibidas. Hay un cus cus de esperanza, surgido seguramente de mi fe cristiana, que se niega a creer que todo esté perdido o que la violencia, ese monstruo grande que pisa fuerte (Gieco dixit), sea la única vía de salida.
Así que ondearé aquí mis dos banderas de esperanza. No son esperanzas menores, sino promesas de una reconstrucción que impida la permanencia de la barbarie que se ha establecido en esta patria en jirones.
Mi primera bandera de esperanza es el Primer Festival Mundial de las Resistencias y las Rebeldías contra el Capitalismo, convocado y organizado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y por el Congreso Nacional Indígena. “Donde los de arriba destruyen, los de abajo reconstruimos” reza el lema del encuentro. Saludo desde este rincón del ciberespacio esta reunión concebida para fortalecer la convicción de que el capitalismo no es invencible. Que se puede vivir de otra manera, sometiendo las ansias de lucro y la codicia a las necesidades que brotan de la fraternidad universal. Pueblos, tribus y naciones que viven y sobreviven en esta geografía de los de abajo se reunirán en un gigantesco intercambio de experiencias con las comunidades zapatistas, para que todos los proyectos autonómicos se fortalezcan entre sí. “Nuestros pueblos que somos del maíz al compartir con ustedes seremos como la milpa que florece, para fortalecernos en nuestras resistencias y cuidar a nuestra madre tierra en este nuevo caminar que queremos compartir” dicen en la invitación. Desde este rincón de letras y teclas, yo los saludo.
La segunda bandera es de reto, además de esperanza. Se trata de la iniciativa de convocar una Nueva Constituyente Ciudadana que rehaga este país desde la voz y la participación de todos sus ciudadanos y ciudadanas. Esta convocatoria, que se dará a conocer en detalle el próximo 5 de febrero de 2015, es fuente ya de una gran esperanza. Se trata de rehacer el esqueleto que sostiene a nuestro país. Un camino largo de reconstitución de nuestra dignidad, de tomar entre todas y todos las opciones que nos hagan un país viable, asentado en las necesidades más urgentes de los pobres, promotor del diálogo y de la conciliación de nuestras diferencias, sin convertirlas en una uniformidad asfixiante. Un camino que nos obligará a mirarnos entre todos y juntos mirar en dirección de la justicia y la felicidad que merecemos. Ruta que es ya puerto, hacia un país en armonía con la dignidad de sus habitantes.
Acaso de la manera como ondeen estas dos banderas dependerá la posibilidad cierta de bordear el peligroso precipicio al que nos hemos asomado, con su dolorosa profundidad, en el año que termina. Son caminos que pueden conducir a un cambo auténtico, ese que no ha sido capaz de darnos el interminable proceso de elecciones que han convertido al país en rehén de los intereses de los partidos. No más elecciones: vamos por todo, por la reconstrucción de la patria.
Feliz y combativo año 2015 a las cinco lectoras de esta columna y a sus familias.
Colofón eclesiástico:
Una señora de la parroquia donde trabajo me comentó de una ocasión en que se había acabado el suministro de agua en algunas manzanas de la colonia. Los vecinos se organizaron para solicitar la regularización del servicio. Después de semanas de penurias con el agua, recolectaron firmas. Un vecino se negó a firmar: él tenía servicio de agua, así que no veía la necesidad de firmar ningún documento que pudiera comprometerlo o pudiera hacerlo ver como un revoltoso.
Los vecinos, cuando no fueron escuchados y se les despreció en las oficinas del agua potable, organizaron una manifestación ante sus instalaciones. El vecino disparejo no se manifestó: yo tengo agua potable, así que las manifestaciones me viene huangas. Mi tiempo no es para perderse en esas cosas, dijo.
Unos días después, el vecino disparejo dejó de tener agua potable. Entonces se presentó en una junta a solicitar que se le admitiera en la lista de nombres de los que protestaron. Hubo una grande discusión en la colonia. Muchos se oponían a que el arrepentido se integrara al caminar común, pero privó la generosidad de la mayoría. “No importa que haya tenido que esperar a que su casa no tuviera agua para pensar en sus vecinos que desde hace tiempo padecían la escasez”, dijo doña Tencha en la asamblea, “tienen razón en ser desconfiados con él… pero si quiere unirse a la lucha, bienvenido”. La palabra generosa de la señora cerró la discusión.
Ha muerto un sacerdote de la diócesis de Ciudad Altamirano, en el estado de Guerrero. El episcopado mexicano ha manifestado su horror ante el suceso violento y ha pedido un alto a la violencia irracional que tiene como fuente a las organizaciones criminales y la complicidad y omisión de los poderes públicos. En los chats eclesiásticos y en los medios de comunicación afines a la iglesia se eleva un clamor que, ahora sí, exige justicia y alto a la violencia. Bienvenida su indignación. Hay quienes esperaban una contundencia parecida en las marchas del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad o, al menos, cuando desaparecieron los 43 estudiantes de Ayotzinapa o varias personas murieron a manos del Ejército en Tlatlaya. No la hubo. Dios dé a la sociedad civil organizada la generosidad de doña Tencha.
Los acontecimientos de Iguala, en que murieron o desaparecieron decenas de estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, han exhibido de manera cruda cómo la delincuencia ha ido apoderándose del país y cómo, las instituciones del Estado, por omisión o por complicidad, han traicionado su misión de ser garantes del orden y la justicia. Ayotzinapa ha puesto a nuestra nación frente al espejo y lo que ha asomado del otro lado no es más que un monstruo de desigualdad, de injusticia, de impunidad, de muerte. Nunca tantos mexicanos y mexicanas habían sentido vergüenza de llevar ese gentilicio.
A la realidad cruda se ha opuesto una vigorosa indignación ciudadana que ha salido a la calle. Durante cerca de dos meses se han ido sucediendo, una tras otra, manifestaciones de protesta que han sacudido las principales ciudades del país, sin que se vea todavía cansancio. Y como a los muertos y desaparecidos ha venido a sumarse la exhibición obscena de la corrupción y el compadrazgo (las casas del presidente, de su esposa y del secretario de hacienda), la rabia ciudadana no ha hecho más que crecer y crecer. Tenemos razones suficientes para continuar protestando por muchas semanas más.
Va llegando, sin embargo, el momento en que tenemos que plantearnos qué es lo que sigue. El tejido social está tan descompuesto que tal parece que este país, si lo comparamos con un rompecabezas, tiene que ser desmontado y vuelto a armar. Los partidos políticos no son sino sucedáneos de la corrupción que priva en el gobierno. Así que tendremos que buscar la salida de este túnel oscuro basados solamente en lo que constituye la verdadera fuerza de una nación: la participación de todos y todas. Así que para reconstruir la patria se van dando muchas sugerencias. Algunas apuntan a acciones individuales o, cuando mucho, familiares. Otras personas insisten en continuar las protestas agregándoles algún elemento de sugerencias y proposiciones. Pero hacía falta una propuesta que planteara una mirada de largo plazo.
Esta propuesta está ya madurando. El próximo 5 de febrero será presentada públicamente. Está animada y supervisada por algunas de las personas rectas más confiables del país, entre ellas, Monseñor Raúl Vera. Se trata de embarcarnos en un trabajo de largo aliento para hacer una nueva constituyente. Sí, de eso se trata: de refundar este país. Este es el boletín de prensa en el que dicha iniciativa ha sido anunciada:
Llamado Nacional a Construir una Constituyente Ciudadana
“Nunca en nuestro país se había vivido un momento tan difícil. El presente sólo es comparable a las crisis que preludiaron los alzamientos sociales de Independencia, Reforma y Revolución. Quienes manipulando el poder político y movidos por un modelo económico egoísta están causando la catástrofe humanitaria que se cierne sobre nosotras y nosotros, no pueden resolver los problemas que originaron; las mayorías nacionales no podremos revertir el deterioro de nuestra vida si no nos organizamos y nos movemos por un fin común: la refundación de México.
Ayotzinapa vino a abrirnos los ojos. La desaparición de nuestros jóvenes, con la intervención del Estado Mexicano, muestran las verdaderas intenciones de quienes gobiernan y están decidiendo el destino de este país, de la mano de los que detentan el poder económico. A ellos les decimos ¿Si no quieren gobernar bien? ¡Que se vayan! Ya basta de sus crímenes, ya basta de su corrupción, ya basta de su impunidad; pero no solamente les decimos eso, sino que les anunciamos que ya falta muy poco para que en México florezca un tiempo nuevo de justicia, paz y dignidad para todas y todos.
Por eso, estamos construyendo un espacio desde la sociedad civil, basados en nuestros derechos constitucionales, que dé lugar a un Congreso Constituyente nacido desde las y los ciudadanos que conformamos el pueblo de México.
Se trata de un proceso desde abajo y desde las grandes mayorías que no fija por ahora tiempos para concretarse. Conscientes, sin embargo, de la extraordinaria urgencia de echar a caminar; convencidos de que si titubeamos o retrocedemos el país se desmoronará.
Esta propuesta se hace desde la sociedad civil y toma distancia de los partidos políticos en su conjunto, porque ya han tenido innumerables posibilidades para hacer algo diferente y sólo han abonado con sus acciones u omisiones a que el país siga desmoronándose. Es un ejercicio democrático que trabajará a partir del consenso e irá construyéndose sólidamente desde todos los puntos del país. Confiamos en la fortaleza de esta iniciativa porque es de y para las grandes mayorías. Ante la nación y ante el mundo insistimos en que para cerrarle el paso a la violencia y garantizar el pleno ejercicio de la voluntad popular optamos por la construcción de una vía pacífica y democrática para salir de la crisis, por la organización de la resistencia y la desobediencia civil pacífica ante el mal gobierno y sus “leyes” injustas.
Convencidas y convencidos en la urgencia de una nueva organización de nuestra patria, fundada en la fuerza de la justicia y el derecho, y en el impulso suave del amor y la compasión hacia nuestras hermanas y hermanos que están sufriendo, el próximo 5 de febrero de 2015 en la Ciudad de México presentaremos públicamente la Constituyente Ciudadana, iniciativa que comenzó sus trabajo ya desde este 2014, y que en esta emblemática fecha iniciará su actividad pública”.
Hasta aquí el anuncio público, el llamamiento que se lanza a todas y todos. El camino será largo. Se prevén tres fases, cada una de ellas con varias etapas. El resultado final será una nación reconstruida desde el corazón de sus pueblos, un país pensado a la medida de sus habitantes. Esto se irá logrando en una larga ruta (que será en sí misma, puerto) cuyo eje aglutinador será un congreso constituyente alternativo, conducido por etapas y con visión prospectiva, cuyo desarrollo irá produciendo un modelo de ciudadanía.
Suena bien…
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