Iglesia y Sociedad

Memorias íntimas de Detroit

11 Oct , 2009  

Los miro mientras conversan en sus equipos de trabajo. Vienen de varios estados: Ohio, Indiana, Illinois, Michigan… Algunos han debido viajar hasta ocho horas en automóvil para llegar hasta aquí. Son cerca de cien personas y pasarán en Detroit todo el fin de semana. La mayor parte de ellos son de origen mexicano, aunque haya contados guatemaltecos, salvadoreños y boricuas. Una gran mayoría son indocumentados, no tienen papeles en regla y de vez en vez tienen cambiar de trabajo o escapar de las redadas de la migra. Los demás son residentes legales y una pequeña minoría está constituida por personas que, después de muchos años de trabajar en este país, han adquirido la ciudadanía norteamericana.

Todos tienen el rostro curtido y las manos callosas por los trabajos rudos que desempeñan. Todos llegaron a estas tierras en busca de oportunidades de trabajo y deslumbrados por el espejismo del sueño americano. Las peripecias que envolvieron su entrada clandestina a este país aportarían material suficiente para varios documentales de terror, con carreras a salto de mata, peligros de muerte y tragedias familiares. Como el Israel cautivo en Egipto, este pueblo de migrantes no tiene, para la cultura dominante, más que un solo rostro mestizo y uniforme. No entienden los anglosajones la riqueza de diversidad cultural que representa esta comunidad de habla hispana. Para los gringos no hay mexicanos o peruanos, salvadoreños o ecuatorianos: sólo hay latinos.

Empujados por la incapacidad de sus gobiernos nacionales y locales y por una inicua organización social que terminó de expulsarlos de sus propios países de manera inmisericorde, llegaron aquí para enfrentarse a la cruda realidad de la discriminación, del trabajo mal pagado, del abuso convertido en cultura del desprecio al diferente. Vinieron persiguiendo un espejismo y se desengañaron dos kilómetros después que se adentraron más allá de la frontera.

Mientras los miro trabajando en sus equipos de reflexión recuerdo aquella película que vi en mis años de adolescente y que se llamaba “De qué color es el viento”. Era la historia de dos infantes, un niño y una niña, que eran ciegos y, aunque pertenecían a clases sociales diferentes, se hicieron grandes amigos en la escuela de invidentes en la que eran condiscípulos. Con frecuencia se divertían imaginando cómo sería el sol, los caballos, las noches estrelladas. Un día, el varón fue operado y pudo recuperar la vista. Conversando algún tiempo después con su amiga ciega, ella le dirige la pregunta que da nombre al film: “Oye… ¿De qué color es el viento?”. El niño que era ciego y ahora ve, le contesta con amargura: “Ni preguntes, está muy sucio, no vale la pena verlo”

Pero la luz de la vida se abre paso en medio de las sombras de muerte. En medio de adversas circunstancias, la comunidad hispana va encontrando en sus raíces culturales y religiosas la fuente de una reconstrucción social de su propio valor y dignidad, rodeados de una sociedad racista que los mira con indiferencia, cuando no con desprecio. No es extraño que en muchas de las iglesias católicas de estas regiones haya ya más misas en castellano que aquellas que se celebran en inglés. El espacio de las parroquias ha funcionado de vientre generador para la creación de nuevas relaciones entre los migrantes hispanos, para la reapropiación de su propia identidad y de sus raíces, para la revaloración de sus personas y de sus ancestrales culturas.

El crecimiento y expansión de la comunidad hispana en el seno de las iglesias católicas del Medio Oeste norteamericano es un acontecimiento digno de un estudio socio-religioso. No soy yo, por ventura, la persona calificada para realizarlo. Estoy convencido también que, a la larga, será reconocido como una buena noticia para la entera sociedad norteamericana. Yo, por el momento, me conformo con mirar con ojos arrobados y acompañar, así sea de manera intermitente y marcada por la lejanía, sus esfuerzos por abrirse espacios en la construcción de una interculturalidad que puede ser la salvación, no sólo para la iglesia católica de este país, sino incluso para la existencia misma de esta nación tan llena de contrastes.

A este centenar de agentes de pastoral de distintas parroquias y diócesis, de cuyas vidas he aprendido tanto y con quienes he compartido este encuentro bíblico titulado “La Voz y el Rostro de la Palabra”, debo añadir en mi recuerdo agradecido a los miembros y auxiliares del Instituto Cultural de Liderazgo del Medio Oeste (ICLM), el organismo que lleva adelante un heroico trabajo de acompañamiento pastoral de la comunidad hispana, cuyos rostros y nombres llevo grabados en el corazón a sangre y fuego: Tom y Miriam, Cecilia y Carmen, Félix, Andrea y Sandra, a cuyo lado he trabajado y de cuyo testimonio cristiano he salido tan enriquecido. Me siento profundamente honrado de haber sido, a su lado y durante los últimos seis años –así sea en esporádicas temporadas– compañero de camino.

En esta ocasión, al esfuerzo del ICLM se han unido de manera generosa la jesuita “University of Detroit Mercy”, que gentilmente nos ha facilitado sus instalaciones para el curso y de cuya exquisita hospitalidad he tenido la suerte de disfrutar, la American Bible Society que nos ha favorecido con una parte de los recursos financieros y al Obispo auxiliar de Detroit, también él de ascendencias mexicana, Monseñor Daniel Flores, de cuyo espíritu de fe, sencillez de trato y cercanía con el pueblo hispano he quedado tan edificado.

Como en toda esta región del Medio Oeste y de los Grandes Lagos, en la ciudad de Detroit las estaciones del año están bien caracterizadas. La belleza y colorido de su vegetación son, en pleno otoño, una delicia para los ojos: morados tenues, púrpuras encendidos, verdes amarillentos, colorean el follaje de los árboles y se combinan con los límpidos azules del cielo. Aunque el clima anuncia ya la cercanía de un inverno frío, uno puede disfrutar la variedad de la naturaleza en estos lares como en pocas regiones del país del norte. Nada se compara, sin embargo, con la belleza de la gente hispana que aquí he conocido y su fascinante historia de coraje y de inquebrantable esperanza.

Colofón: Todo lo anteriormente dicho no me hace olvidar el mal rato y las horas de tensión que la irresponsabilidad de la compañía Mexicana de Aviación me hizo pasar en el viaje de ida. Una historia de horror que, de no prosperar el reclamo que contra ellos interpondré en estos días, tendré el placer de contar con pelos y señales en este mismo espacio.

Iglesia y Sociedad

La ausencia de Mercedes

5 Oct , 2009  

Mercedes Sosa, in memoriam

La muerte de Mercedes Sosa duele aquí, en el centro mismo del pecho. Duele en el recuerdo, en los trozos de pasado que fueron acompañados por su canto, en las utopías rotas. La muerte de Mercedes Sosa es inesperada, aunque uno supiera de las enfermedades que la aquejaban, aunque uno recuerde como si fuera ayer las muchas veces que ella había vencido a la otra muerte, a la que se viste de tristeza y desconsuelo, y había salido victoriosa de la depresión y sus demonios.

Mercedes Sosa se lleva consigo jirones de nuestra vida. Al igual que Serrat o los Beatles en la música o Mario Benedetti en la poesía, Mercedes Sosa está ligada a lo mejor de nuestro pasado. Mercedes cantando “Gracias a la Vida” mientras dábamos vueltas al mimeógrafo para sacar las copias de los volantes en los que se exigía la aparición del Charras en febrero de 1974; Mercedes cantando “La paciencia” en nuestras reuniones de seminaristas; Mercedes cantando “María” en las incontables marchas y plantones por la igualdad de género; Mercedes entonando “Sólo le pido a Dios” en las manifestaciones contra la guerra en Irak; Mercedes cantando “Ojos Azules” mientras estudiábamos el evangelio en maya en la fraternidad de presbíteros de Maní; Mercedes lanzando al viento “Vengo a ofrecer mi corazón” en las asambleas diocesanas de CEB’s en la primera mitad de los noventas; Mercedes, todavía ayer, tarareando esperanzas en el plantón de san Antonio Ebulá… Mercedes, siempre Mercedes, con su canto florecido, con la esperanza a flor de música.

Yo he pensado muchas veces en la muerte. A veces pienso que –incluso– de manera un tanto obsesiva. He mirado mi propia muerte, tanto en sueño como en vigilia. Una vez me soñé en el hospital, en el lecho mismo de la partida definitiva. La escena era de una claridad meridiana y hubiera sido aterradora si no fuera porque, desde lo más hondo del subconsciente, la visión estuvo acompañada por el canto de Mercedes Sosa. Eso fue hace ya varios años. Recuerdo que, llegado a la vigilia, escribí casi en escritura automática estas líneas que, como homenaje póstumo, hoy comparto con ustedes.

Con M de Mercedes y de Muerte

Tú conoces la muerte,
la que se clava hondo aquí en el pecho,
la de la depresión y de la angustia.

Tú conoces la muerte, madrecita.
Permíteme decir que tus canciones
la hacen menos pesada.
¡Gloriosa madre nuestra,
amuleto tucumano,
Mercedes de todas las batallas!

Adormece mi noche pletórica de espantos,
de huesudos fantasmas, de aterrador letrero:
“Departamento: oncología. Afección: leucemia galopante”.

Acurrúcame tú allá en tu pecho,
tus abundantes pechos de ambrosía.
Quiero ser el negrito que se duerme
pensando en la mamá que está en el campo,
«Trabajando sí, trabajando y no le pagan,
Trabajando sí, trabajando y va tosiendo
Trabajando sí… trabajando sí…»

¡Ay negra mía! En mis desvelos sucios,
mis sudorosas horas y mi insomnio,
sólo tu canto convoca la esperanza.
Hazme, Mercedes, una sola merced:
no dejes de cantar, que desfallezco.
La muerte nuestra, esta muerte cercana,
será menos de muerte con tu canto.

Tú que saliste de la muerte, madre,
que la brincaste como galgo enfurecido,
como conejo blanco que escapó de la noche,
como naranja tierna que superó la escarcha.

Tú que saliste de la muerte, madre,
voz de los indios, de los diversos todos,
compadécete de mí y abre la boca:
deja salir tu canto de zinzontle,
llena mi aljaba de tu melodía.
Así quizá mi muerte sea más dulce,
más mojada, quizá, más de la lluvia,
más llena de poesía y de rebozo,
más tucumana, de zamba y chacarera.

Todo esto se me ocurre cuando estiro
una mano desde esta mugrienta cama
para encender tu voz y tu recuerdo:

Gracias a tu cantar voy menos solo
al encuentro de la nada y del silencio.

Iglesia y Sociedad

Caminando hacia Ítaca

28 Sep , 2009  

Es el obispo poeta, Dom Pedro Casaldáliga, emérito de San Félix de Araguia en Brasil, el responsable de la frase ‘Toda ruta es puerto’. La frase tiene sabor a tragedia griega y hace recordar aquel memorable poema de Cavafis, algunos de cuyos versos no resisto transcribir:

“Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca / debes rogar que el viaje sea largo, / lleno de peripecias, lleno de experiencias. / No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes, / ni la cólera del airado Poseidón… / Debes rogar que el viaje sea largo, / que sean muchos días de verano, / que te vean arribar con gozo, alegremente / a puertos que tú antes ignorabas… / Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca: / llegar allí, he aquí tu destino. / Mas no hagas con prisas tu camino; / mejor será que dure muchos años / y llegues, ya viejo, a la pequeña isla, / rico de cuanto habrás ganado en el camino. / No has de esperar que Ítaca te enriquezca: / Ítaca te ha concedido un hermoso viaje… / Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado. / Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia, / sin duda sabrás qué significan las Ítacas”.

Largo es el viaje de la transformación de este país, tan largo que a veces perdemos de vista el destino final. Entonces, de repente, como flor crecida en medio de la nieve, aparece la sombra de Ítaca en el horizonte y podemos saborear, así sea en una visión todavía harto lejana, la dulzura de sus costas.

En este país que parece desbaratarse en nuestras manos, toda reivindicación tiene sabor a triunfo. Mayor es la alegría cuando la victoria, así sea incompleta, viene de mero abajo y a la izquierda, de donde nos llegan las victorias verdaderas.

Por eso me parece que el poema de Cavafis ilumina de manera peculiar la realidad que hoy están viviendo los habitantes de san Antonio Ebulá. El pasado 25 de septiembre, a 42 días del violento desalojo cometido ilegalmente por el empresario Eduardo Escalante Escalante, y después de haber resistido todo este tiempo en plantón permanente en los bajos de la sede del poder ejecutivo campechano, los ebuleños firmaron un convenio con el gobierno de Campeche en el que éste les garantiza la inmediata posesión de 31 hectáreas ubicadas en el mismo polígono en el que estaban establecidos y la propiedad legal sobre esa superficie.

No es aún el destino final. La gente de Ebulá confía en recuperar todo su territorio, dado que unos días antes fueron informados de que el Juez primero de distrito de Campeche les otorgó el amparo y protección de la justicia federal, ordenando la reposición de un procedimiento de dotación de tierras tramitado por los pobladores desde hace varios años y que había sido mañosamente integrado para perjudicarlos. Este amparo reposiciona el añejo litigio agrario, revive la esperanza de los desplazados y evita que, impunemente, el empresario siga obrando como si el terreno fuera ya suyo.

El camino a esta pequeña victoria ha sido largo y espinoso. No me refiero aquí solamente a las incomodidades pasadas por los pobladores en más de un mes de dormir en el suelo, cocinar al aire libre, pasar días y noches sin los servicios mínimos que caracterizan a una vida digna, sino a los embates que tuvieron que soportar venidos de la dádiva que intenta corromper, de la infiltración de personas destinadas a sembrar división, del cansancio y la humillación a que pretendieron someterlos quienes, sentados indignamente en la silla de quienes gobiernan, no saben sino mirar a los pobres con desprecio.

La recuperación de un lugar donde vivir dignamente y la inquebrantable decisión del pueblo de Ebulá de continuar su lucha por la tierra, son atisbos de aurora. En medio de esta cerrada noche, vale la pena celebrarlos. No es Ítaca aún, lo sabemos bien. Pero en este tramo del viaje, la entereza de los desplazados y su pacífica astucia, unidas a la solidaridad de las organizaciones que los acompañaron, ha hecho la diferencia.

Ítaca puede parecernos aún lejos (‘falta lo que falta’ se oye susurrar desde las montañas chiapanecas) pero este tramo del viaje, bebido con fervor hasta las heces (‘hasta no verte, Jesús mío’) nos ha dejado a todos muchas enseñanzas.

Iglesia y Sociedad

¿Orgulloso yo?

20 Sep , 2009  

Con el mes de septiembre parece desbordarse, particularmente en los medios de comunicación electrónicos, tan patrióticos ellos, esta rara forma de cursilería que llamamos “nacionalismo”. La cercanía del bicentenario del inicio de la independencia y el centenario de la revolución mexicana lo único que han hecho es subrayar esta tendencia. De manera que es posible que la patriótica melosidad del mes de septiembre se extienda a todo el año.

Las televisoras están convencidas de que pueden tocar los corazones de todos los que vivimos en este país y congregarnos, como rebaño conducido a pastos de felicidad, en torno al mensaje “el orgullo de ser mexicanos”. Yo cada vez que escucho la propaganda con que intentan llenarnos el cerebro, recuerdo aquella frase de la hermosa canción de Fito Páez, “Un vestido y un amor”, que reza: ‘Ya sé, no te hace gracia este país…”

Y sí, este país no me hace ninguna gracia. No puedo estar orgulloso de un país que no ha querido reconocer en los hechos la pluriculturalidad que lo caracteriza y combate a capa y espada cualquier intento de autonomía indígena que intente ponerse en marcha. Que hablen, si no, las juntas de buen gobierno en Chiapas o los municipios indígenas que, como hongos, van multiplicándose ahí donde habitan los pueblos originarios, para testimoniar el hostigamiento permanente del que son víctimas.

No solamente no me enorgullece, sino que me avergüenza que, en pleno siglo XXI, haya pueblos como el de san Antonio Ebulà, en el vecino estado de Campeche, que hayan sido arrasados impunemente por un particular que, en uso del poder que le ofrece su potencial económico y la sumisión servil de las autoridades campechanas, desaloje con vándalos a una población establecida en un territorio en litigio, sin presentar orden de ningún juez y sin recibir ningún castigo por sus fechorías. No puedo sentirme orgulloso de un país en el que sucede esto y el delincuente, en vez de ser detenido y sancionado, es defendido por las fuerzas del orden.

¿Cómo podría estar orgulloso de un país en el que, uno a uno, todos los intentos de democratizar la vida pública han caído en un hoyo oscuro? Las instituciones “ciudadanizadas” no son más que botines políticos y arena de lucha entre los partidos. Las comisiones estatales de derechos humanos, salvo una o dos honrosas excepciones –entre las que no se encuentra, desde luego, la yucateca– son organismos inútiles y dispendiosos, más prestos a justificar las acciones del gobierno que a vigilarlas. Lo mismo puede decirse de los institutos electorales y los de acceso a la información.

Y cuando la ciudadanía, cansada de que sus intentos por enderezar el rumbo de este país y decepcionada de la venalidad de los poderes ejecutivo y legislativo, volteó los ojos hacia el más alto tribunal, la Suprema Corte de Justicia, recibió de premio los dictámenes que exoneraron al gobernador de Puebla y dejaron en la impunidad los delitos cometidos contra Lydia Cacho, contra los pobladores de Atenco y que, en la hazaña más reciente de la Corte, han dejado en libertad a los asesinos materiales de los mártires de Acteal. Junto con don Raúl Vera, digno prelado mexicano, también él ‘rara avis’, dan ganas de decirle a los señores y señoras de la Suprema Corte: ‘Por favor, señores, tengan piedad de este pueblo’.

¿Orgullos yo de que el Poder Legislativo de nuestro estado haya hipotecado el futuro aprobando una deuda que arrastraremos durante 25 años y sin que nadie, nadie, nos explique a los ciudadanos cómo le haremos para vigilar el destino de esos recursos, si no hemos podido recibir siquiera cuentas claras del concierto de Plácido Domingo en Chichén Itzá? ¿Bromea usted?

No hay, en el horizonte de mi corto entendimiento, muchas razones para sentirme orgulloso de ser mexicano. No me seducen las notas del mariachi ni los tres colores de la bandera. Si no fuera por el empeño de quienes, en el esfuerzo cotidiano, a veces criminalizados sin motivo, no dejan de creer y trabajar por justicia y vida digna para todos, este país sería uno de los más invivibles el planeta.

No quiero ser ave de mal agüero, y menos en un mes de patriótica sensiblería. Disculpe usted, paciente lector y lectora, el desfogue de rabia de las líneas precedentes. Quizá opine usted que mi visión es demasiado oscura y que, a pesar de la clase política que nos gobierna, de la corrupción y el espíritu discriminatorio que permea muchos estratos de nuestra sociedad, México sigue teniendo un futuro promisorio, tal y como lo anuncian a voz en cuello los anuncios de Televisa y TV Azteca. De ser así, lo felicito por su espíritu optimista.

Quiero, sin embargo, advertirle que, pese a las notas de ‘México lindo y querido’ y a las luces multicolores que adornaron el Palacio Nacional en la fiesta del 15 de septiembre pasado, cuando a un puñado de gente le va muy, pero muy bien, mientras la gran mayoría sufre penurias, el riesgo de que la soga se rompa por lo más delgado es previsible. Hace 200 años una elite de ricos españoles vivía sin darse cuenta que cientos de criollos y miles de miembros de los pueblos originarios estaban ya cansados del yugo que los sojuzgaba. Y vino la guerra de independencia.

Hace cien años los grandes comerciantes y el círculo de allegados al régimen dictatorial de don Porfirio banqueteaban despreocupadamente, mientras en el campo mexicano, tanto en el sur como en el norte, la gente se moría de hambre. Y estalló la revolución. Celebrar el bicentenario sin escuchar –Marx dixit– ‘cómo crece la hierba’ en la dolorosa realidad de este país, es uno de los peores errores que podríamos cometer. Ojalá me equivoque y este túnel oscuro tenga otra salida. Ojalá me equivoque…

Iglesia y Sociedad

Papeles Inesperados

14 Sep , 2009  

Hay algunos escritores que son muy severos con su propia producción. Así como puede encontrarse, aun entre los grandes, escritores que son de pluma ligera y que publican más de lo que debieran, puede uno hallar también autores que enjuician sus propios escritos con una vara tan alta que deciden dejar impublicados textos de excelente manufactura.

El asunto adquiere una dimensión dramática cuando el escritor muere. ¿Quién toma la decisión de publicar o no su legado? La edición de textos póstumos es una tarea no exenta de polémica. Incluso entre los lectores hay divergencias. Dice Álvarez Garriga que hay dos corrientes de pensamiento que se enfrentan en torno a este hecho: los “lectores héroe”, que quieren leer todo lo escrito por el autor amado, incluso sus notas para el panadero o sus recados de teléfono; y los “lectores vinagreta” que se han hecho ya una imagen acabada del escritor y que consideran una traición a su memoria la publicación de obra que él decidió no publicar o no alcanzó a hacerlo.

Quizá el caso más emblemático sea el de Franz Kafka. Max Brod, su más íntimo amigo, también él notable escritor y crítico, señala que “casi todo lo que Kafka publicó tuve que arrancárselo a fuerza de astucia y de elocuencia… Era preciso vencer muchas resistencias antes de lograr que publicara un volumen”. Cuando Kafka murió lo hizo sin dejar ningún testamento escrito. En su escritorio, entre muchos otros papeles, se encontró uno dirigido a su amigo Max Brod en el que señalaba:

“Todo lo que se encuentre al morir yo (en cajones de libros, en armarios, en el escritorio, ya sea en mi casa o en la oficina o en cualquier otro lugar en que se te ocurra que pudiera haber papeles), me refiero a diarios, manuscritos, cartas, ya sean ajenas o propias, esbozos y toda cosa de este género, debe ser quemado sin leerse; también todos los escritos o notas que tú u otros tengan en su poder deben seguir el mismo camino; en cuanto a los que otras personas posean tendrás que reclamárselos en mi nombre. Si no quieren devolverte cartas mías, por lo menos procura que te prometan que han de quemarlas”.

Más tarde se encontró entre otros papeles, tras una búsqueda más acuciosa, una hoja de papel escrita a lápiz, en la que el escritor reiteraba su decisión: “He aquí pues mi última voluntad respecto de todo lo que escribí para el caso de que se produzca lo que preveo: de todo cuanto he escrito pueden conservarse sólo las siguientes obras: La condena, El proceso, La metamorfosis, En la colonia penitenciaria, Un médico rural, y el relato Artista del hambre. Los pocos ejemplares de Contemplación pueden también conservarse; no quiero dar a nadie el trabajo de destruirlos, mas no han de imprimirse de nuevo. Al decir que pueden conservarse esos cinco libros y el relato no quiero significar que tenga el deseo de que vuelvan a imprimirse para ser trasmitidos a la posteridad; por el contrario, si se perdieran por completo, ello respondería a mi verdadero deseo. Sólo que no puedo impedir a nadie, puesto que ya existen, que los conserve si así le place… Pero todo lo demás escrito por mí (publicado en revistas, contenido en manuscritos o en cartas) sin excepción alguna, en la medida en que puedas obtenerlo mediante ruegos a las personas que lo poseen (tú conoces a la mayor parte de ellas), todo esto, sin excepción, y preferiría que sin leer (sin embargo no te impido que lo hojees, aunque en verdad preferiría que no lo hicieras; en todo caso nadie más tiene derecho a mirarlos), ha de ser destruido y te ruego que lo hagas cuanto antes”.

Una conversación mantenida entre Kafka y Brod en 1921, y conservada por este último, nos revela la reacción del amigo ante la petición de Kafka. Brod le dijo en aquella ocasión: “Si me encargas seriamente eso, te digo desde ahora que no cumpliré tu ruego”. Continúa Brod su relato: “Toda la conversación se llevó a cabo en el tono de broma que nos era habitual, pero, sin embargo, con esa secreta seriedad que siempre estaba supuesta entre nosotros. Si Franz hubiera estado verdaderamente persuadido de que me negaría a cumplir su voluntad y si hubiera tomado esas disposiciones verdaderamente en serio y con un carácter definitivo, habría designado otro ejecutor testamentario”.

Quienes vivimos enamorados de la literatura de Julio Cortázar, estamos agradecidos de que él no hubiera sido tan inclemente con sus lectores. En su testamento, Cortázar dejó establecido con claridad que Aurora Bernárdez, quien fuera esposa del cronopio mayor y fuera nombrada por él como su albacea y heredera universal de su obra, era a quien correspondía la potestad de seleccionar y decidir entre todo el material que Julio hubiera dejado sin publicar.

A esta decisión debemos la aparición de “Papeles Inesperados”, una colección de textos inéditos de Julio Cortázar, publicados ahora en ocasión del 25º aniversario de su fallecimiento. Aparición extraña, sin consideramos que circula desde hace años una edición de sus obras completas (que no resultaron, pues, tan completas, dado que el volumen que ahora sale a la luz tiene nada menos que ¡450 páginas!). Se confirma así aquella expresión de Borges, proferida en referencia a las versiones de Homero, que señalaba que la expresión ‘edición definitiva’ “es un concepto que no corresponde sino a la teología o al cansancio”. Y ya se ve que los amantes de Cortázar están todo, menos cansados de leerlo.

El libro, que puede ya conseguirse en las librerías mexicanas, es una miscelánea de textos que contiene poemas, auto entrevistas y prosa, ésta última subdividida en narrativa breve (“Historias”, “Historias de cronopios” y “De un tal Lucas”), textos de emergencia (“De los amigos” y “Otros territorios”) y páginas inclasificables (“Fondos de cajón”). El prólogo nos ilustra acerca de la historia que se esconde detrás de estos textos, a partir de la noche en que Aurora Bernárdez mencionó a Carles Álvarez Garriga que tenía en su domicilio “algo, unos papelitos a los que quizá te interese echar un vistazo”. Una vez visitada la casa y revisados los textos, el crítico sólo acertó a protestar: “¿Cómo se le ocurre tener todo esto aquí?”.

“Papeles inesperados” está ya al alcance de la mano en cuidada edición de Alfaguara. A los seguidores del narrador argentino no puede sino hincharnos de alegría. ¡Buena lectura!

Colofón: Cada declaración pública de sus propulsores corrobora la intención y el carácter discriminatorio de la recientemente aprobada reforma de ley que define a la familia. En el caso de la adopción por parte de personas solteras, los extraviados diputados y diputadas podrían anotar en las correcciones que vienen: los solteros y solteras podrán adoptar… exclusivamente si son heterosexuales.

Iglesia y Sociedad

Las medias verdades del gobierno campechano

7 Sep , 2009  

Hace tres días, el viernes pasado, más de dos semanas después de que las familias que conforman el pueblo de san Antonio Ebulá fueran expulsadas violentamente del territorio que ocuparon por más de cuarenta años, el gobierno del estado de Campeche hace público un manifiesto en el que, al fin, dice una palabra en torno al caso que ha ocupado a prensa local y nacional durante una veintena de días.

En dicho documento, hecho público una vez que los pobladores de san Antonio Ebulá anunciaron su decisión de retornar a su territorio, el gobierno del estado de Campeche dice muchas medias verdades y omite información que bien conoce, pero que prefiere no mencionar pretendiendo mantener una posición de supuesta imparcialidad.

Mencionaré, para no cansar a los amables lectores y lectoras de esta columna, solamente algunas de las omisiones y medias verdades más relevantes del manifiesto del gobierno campechano. Dice el escrito que la problemática generada en san Antonio Ebulá “se viene atendiendo ante diversas instancias gubernamentales, tanto estatales como federales, desde el año 1989. No se ha constatado algún registro anterior que haga referencia a la misma”. Media verdad ésta cuyo propósito es sembrar en el lector la impresión de que san Antonio Ebulá sólo existiría desde esa fecha, cuando los pobladores tienen testimonios de su permanencia en el lugar desde 1968. Como si la existencia de un pueblo pudiera decretarse solamente cuando éste presenta o enfrenta alguna querella judicial.

Dice el gobierno de Campeche que, enterado del diferendo entre pobladores de Ebulá y el empresario Escalante, realizó una investigación y enumera las acciones legales llevadas al cabo por el empresario, pero omite decir que el 27 de mayo de este mismo año, el Tribunal Colegiado de Distrito resolvió un amparo indirecto promovido por los ebuleños, emitiendo una sentencia favorable a los pobladores y ordenando reponer todo el procedimiento por considerar que dolosamente se habían retirado papeles del expediente. El Juez de Distrito tendrá que resolver por estos días, de acuerdo con lo ordenado por el Tribunal Colegiado. Sin embargo, a los pobladores les quedaría aún la posibilidad de interponer el recurso del amparo directo contra una sentencia que declarase la inexistencia del poblado. En pocas palabras, el gobierno del estado omite decir en su manifiesto que existe un juicio agrario en el que no hay sentencia definitiva, razón por la cual es ilegal cualquier tipo de desalojo.

La decisión del Tribunal muestra cómo las influencias del terrateniente alcanzaron viciar el proceso. Por si esto fuera poco, Escalante realizó un desalojo violento, destruyendo seis casas, justo el 26 de mayo de 2009, es decir, ¡un día antes de que la sentencia del Tribunal se diera a conocer! Una sospechosa casualidad que el documento del gobierno campechano ignora olímpicamente.

Dice el gobierno campechano que “ha procurado resolver la problemática en comento, a través de la mediación entre las partes”. Llama mediación al favorecimiento descarado hacia el terrateniente y a la sordera sistemática hacia las denuncias y reclamos de los ciudadanos y ciudadanas cuyas propiedades fueron destruidas, en una serie de reuniones en las que, con tácticas dilatorias, procuró cansar y desgastar a los desplazados. Nadie me lo cuenta: soy testigo presencial.

Lo que el documento gubernamental no dice –con un cinismo de antología– es lo que el país entero sabe: que el 13 de agosto, estando pendiente un juicio de posesión de tierras, una de las partes involucradas, sin orden judicial y a través de golpeadores contratados ex profeso, arrasó propiedades, taló árboles, lastimó personas, robó animales, todos ellos delitos tipificados en las leyes, mientras que la policía que depende del Ejecutivo del estado no solamente lo permitió, sino que protegió y apoyó al agresor mientras delinquía. Para el gobierno de Campeche todos estos delitos, conocidos hoy por todo el país, simplemente no existen o no merecen ser incluidos en su “imparcial” manifiesto. La lista de por qués publicada por el equipo Indignación A.C. y comentada incluso en el periódico nacional “La Jornada”, en artículo de Hermann Bellinghausen, queda aún sin respuesta.

No obstante los esfuerzos del gobierno del estado por cansarlos y quebrarlos, los pobladores de Ebulá mantienen su decisión de retornar a su territorio. Se ha conformado una Misión Civil de Paz para lograr una solución justa que garantice el respeto a los derechos de las y los pobladores de San Antonio Ebulá. Delegaciones de decenas de organizaciones civiles se harán presentes el próximo martes 8 de septiembre para acompañar el retorno de los pobladores de san Antonio Ebulá al territorio del que fueron violentamente desplazados.

Desde hace ya cerca de una semana, dichas organizaciones han solicitado medidas cautelares al gobernador del Estado de Campeche, Lic. Jorge Carlos Hurtado Valdés, al Secretario de Gobernación, Lic. Fernando Francisco Gómez Mont Urueta, al representante de la OACNUDH, Dr. Alberto Brunori y a los titulares de la CNDH, Dr. José Luis Soberanos y Mtra. Ana Patricia Lara Guerrero, de la CEDHEC, para que, según la competencia propia de cada institución, realicen las gestiones que les corresponden para garantizar seguridad en el retorno que los habitantes de San Antonio Ebulá, así como para que se tomen todas las medidas de seguridad, pues existe un alto riesgo de que se puedan generar situaciones de agresión por parte de los grupos parapolicíacos contratados por el empresario Eduardo Escalante. Se le ha solicitado también que se garantice a los pobladores de Ebulá las condiciones adecuadas para que puedan reconstruir su pueblo. Para ello es indispensable que: a) La garantía de que habiendo retornado no se generará ninguna situación posterior de violencia, agresión o despojo en su contra; b) Se restituyan las condiciones en las que se encontraban los pobladores antes del violento desalojo, es decir, escuela, atención médica, etc.

El momento ha llegado. Se espera que la presencia de las organizaciones de la sociedad civil que conforman la Misión Civil de Paz inhiba cualquier intento de violencia en el retorno de los habitantes de Ebulá. Grave responsabilidad tiene el gobierno del estado en esta hora de riesgo. Tendrá que decidir, ante el escrutinio de medios locales y nacionales, si cumple su deber de garantizar los derechos de los ciudadanos y ciudadanas de san Antonio Ebulá o si quiere mantenerse como defensor de delincuentes. Porque aunque el documento del gobierno campechano prefiera omitirlo, el empresario Escalante ha delinquido, dado que la destrucción generada por la incursión violenta de sus sicarios, no puede ser considerada una acción legal y mucho menos legítima. Y a los que delinquen se les llama delincuentes, aunque permanezcan hasta hoy en la impunidad que el mismo gobierno les garantiza.

Iglesia y Sociedad

Los efectos de la luna

31 Ago , 2009  

Este año se cumplió el cuadragésimo aniversario de la llegada del ser humano a la luna. Hubo quien pensó que la presencia humana en el único satélite natural que ronda alrededor de la tierra significaría la muerte de ese encanto que produce en nosotros y que linda con la fantasía. Se equivocó. La fascinación que la luna ejerce sobre nosotros sigue incólume cuarenta años después que la pisada humana dejara su huella en la lumbrera nocturna.

La relación entre la luna y la especie humana se pierde en el umbral de los tiempos. Son innumerables las culturas que han construido mitos en torno a la luna. Ella ha sido inspiración para las artes visuales y literarias y motivo para la construcción de leyendas románticas y de terror, como la del hombre lobo, y hasta el día de hoy el Diccionario de la Lengua Española sigue definiendo como lunático a “quien padece locura, no continua, sino por intervalos”.

La poesía conversacional de Jaime Sabines ha sintetizado de una hermosa manera algunas de las fantasías que rodean a la luna. No resisto citar aquí su poema «La luna»:

«La luna se puede tomar a cucharadas / o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante / y también alivia / a los que se han intoxicado de filosofía.
Un pedazo de luna en el bolsillo / es mejor amuleto que la pata de conejo:
Sirve para encontrar a quien se ama, para ser ricos sin que lo sepa nadie/ y para alejar a los médicos y las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños / cuando no se han dormido, / y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos / ayudan a bien morir.

Pon una hoja tierna de la luna / debajo de tu almohada / y mirarás lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna / para cuando te ahogues, / y dale la llave de la luna / a los presos y a los desencantados.
Para los condenados a muerte / y para los condenados a vida / no hay mejor estimulante que la luna / en dosis precisas y controladas».

Uno de los tópicos más recurrentes en torno a la luna es el de su influencia sobre la agricultura. Hay muchos consejos que, transmitidos de padres a hijos entre los campesinos mayas y de otros pueblos originarios, conforman una sabiduría que ofrece no poca efectividad. Es por eso que la Escuela de Agricultura Ecológica “U Yits Ka’an” convocó a los alumnos de sus cuatro subsedes (Peto, Valladolid, Xcanatún y San Simón) y extendió esta invitación al público en general, a una sesión de trabajo y convivencia sobre los efectos de la luna en la agricultura. El encuentro tuvo lugar en el local de la escuela en Maní el pasado jueves 27 de agosto.

Don Bernardo Xiu, unos de los conductores del encuentro, definió así el objetivo de la reunión: “mejorar los trabajos agroecológicos y de producción orgánica a partir de los conocimientos que los campesinos y campesinas mayas tienen sobre los ciclos de la luna y sus efectos en las etapas de producción y otras labores del campo. Este conocimiento se ha recibido de una transmisión que viene desde los más antiguos, que convivían con alegría y paz en esta tierra, cuando había muchos animales y muchas plantas en armonía con los seres humanos”.

El encuentro tuvo tres partes. En la primera, don Eulalio y don Mariano, de Xohuayán, don Darwin y don Celestino, de Dzan, y don Gonzalo, de Maní, compartieron con todos los asistentes sus conocimientos ancestrales sobre los efectos de la luna en la milpa, en el corte de la madera, en la siembra y trasplante de árboles frutales y en la meliponicultura. Este intercambio de saberes cumple uno de los más caros anhelos de la escuela de Maní desde su fundación: convertirse en un centro educativo en el que los mismos campesinos sean quienes compartan su experiencia y su sabiduría con otros campesinos.

Después de una larga sesión de preguntas y respuestas en interacción de los ponentes con el público asistente, se pasó al segundo momento. El arqueólogo José Huchim nos compartió cómo las edificaciones realizadas por los mayas en nuestra península responden a cálculos en los que los astros, tanto el sol como la luna, ejercieron una gran influencia, como puede notarse en los fenómenos arqueoastronómicos que conocemos gracias al trabajo del antropólogo Víctor Segovia Pinto y de otros investigadores que han continuado tras sus huellas.

Después de la cena se tuvo un momento de convivencia en que se compartieron cuentos y relatos antiguos que incluyeran a la luna como protagonista. Tradiciones provenientes de Dzitbalché, Chablekal, Valladolid y San Simón fueron escuchadas con atención bajo el manto de un cielo estrellado.

Finalmente se dio paso al tercer y último momento del encuentro: el maestro Hipólito Mendoza, del Centro Regional de la Universidad Chapingo nos compartió las razones científicas que sostienen algunas de las más antiguas tradiciones mayas que se compartieron en el encuentro campesino. Cada una de las dos exposiciones, la del arqueólogo y la del agrónomo, fue seguida de una sesión de preguntas y respuestas.

Era ya cerca de las once de la noche cuando el encuentro llegó a su final. Algunos de los participantes regresaron a sus lugares de origen mientras otros, los que vinieron de lugares más lejanos, pernoctaron en el local de la escuela. El encuentro dejó a todos un buen sabor de boca. La Escuela “U Yits Ka’an” no ceja en su empeño de construir, desde la sabiduría del pueblo maya, una alternativa ante el actual deterioro del ecosistema y ante el abandono y el despojo en el que ha sumido al campo yucateco el actual sistema socio económico y político. Muchos encuentros como éstos.

Colofón: El pueblo de Ebulá ha decidido retornar el próximo martes 8 de septiembre al territorio del que fueron expulsados por la infame acción del empresario campechano Eduardo Escalante Escalante. El gobierno del estado de Campeche debe tomar medidas que garanticen que el retorno pueda realizarse salvaguardando la integridad física de los desplazados. Es ya hora de que dejen de proteger los intereses del terrateniente y cumplan con su tarea de mirar por la vida y la seguridad de los pobladores de san Antonio Ebulá.

Iglesia y Sociedad

Reflexiones sobre Darwin y la religión

24 Ago , 2009  

La aparición de la teoría de la evolución cimbró a una buena parte de las iglesias cristianas establecidas. Una lectura literalista de los relatos del libro del Génesis y una catequesis que fomentaba la oposición entre la ciencia y la fe generaron una reacción de oposición a la teoría evolucionista como si viniera a contradecir la existencia de un Dios creador y ordenador. La mutua desconfianza entre ciencia y fe, cultivada con esmero por muchos dirigentes de iglesias, fue llevando a una radicalización de posiciones que confrontó dos proyectos de pensamiento volviéndolos incompatibles.

Aunque los procesos de observación de Darwin y de los científicos que le han sucedido en esta misma senda intentan explicar la evolución de las especies a partir de la lucha por la sobrevivencia y la adaptación de los organismos vivos a las condiciones del medio ambiente, era inevitable que la teoría de la evolución planteara la discusión filosófica sobre el origen del universo.

El impacto de la teoría darwiniana fue más allá de la biología de la evolución y terminó por cambiar por completo nuestra visión del mundo. La selección natural no planificada ponía inevitablemente en revisión la idea de un Dios creador y organizador, reviviendo un debate tan antiguo como la filosofía misma. En la más reciente película en la que he visto trabajar Nicolás Cage (Presagio) queda planteado, en el drama personal del protagonista, un maestro universitario de ciencias, la alternativa filosófica que se desprende del avance científico: o el mundo responde al puro azar, o se encuentra en su origen una inteligencia que conduciría el proceso.

Y es a partir de esta disyuntiva que se han generado algunas posiciones radicales. Presentaré algunos de sus rasgos, no sin temor de una excesiva simplificación. Podríamos poner, por un lado, el evolucionismo radical, que ve en la teoría de la evolución la comprobación o prueba científica de que la creación no es una explicación admisible del origen del mundo. El origen del universo y del hombre se explicaría sin necesidad de recurrir a la existencia de un Dios creador, noción que habría sido definitivamente superada por el avance científico. Quizá uno de los representantes más recientes y documentados de este pensamiento cuasi religioso sea el biólogo Richard Dawkins, que con argumentos llenos de una fina ironía, sostiene una posición ateísta según la cual la evolución sería la prueba máxima de la inexistencia de Dios.

En el otro extremo habría que situar a los creacionistas radicales, que a partir de una perspectiva literalista, leen los textos bíblicos como si de textos científicos se tratara. La más moderna versión de este creacionismo lo constituye la teoría norteamericana del Diseño Inteligente. El Creacionismo, una corriente formada principalmente por cristianos evangélicos, se desarrolló en los Estados Unidos a principios del siglo XX. En 2005 convencieron al entonces presidente George W. Bush de que la teoría del Intelligent Design (‘diseño inteligente’) debía ser enseñada al mismo nivel que la Teoría de la Evolución en la clase de Biología. Intelligent Design es la tesis creacionista, según la cual la vida surgió de un ser inteligente y originario.

El hecho de que la iglesia católica no condenara nunca a Darwin, como anteriormente lo había hecho con Galileo, convenció a los protestantes más radicales de que los católicos no defendían con el empeño debido las enseñanzas de la Biblia. Pero es que siempre ha habido una diferencia entre la lectura católica y la lectura fundamentalista. Ya en el pasado más remoto de la iglesia católica se encuentra, en la hermenéutica de los textos, cuando menos cuatro sentidos: textual, alegórico, moral y espiritual. La iglesia católica no ha leído nunca la Biblia en su sola literalidad.

La posición de Francisco Ayala

Francisco Ayala es uno de los científicos españoles con mayor prestigio internacional. Actualmente es profesor del Departamento de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Irvine, USA. También es miembro de la Academia Nacional de las Ciencias de Norteamérica. Entre los méritos y las distinciones que le han sido otorgados al Profesor Ayala destacan el hecho de haber recibido la Medalla Nacional de las Ciencias de Estados Unidos. Gracias a su gran prestigio profesional fue elegido como uno de los miembros del comité de asesores del ex presidente Bill Clinton. También fue presidente de la American Association for the Advancement of Science (AAAS). Es autor de varios libros, entre los que destacan: Origen y evolución del hombre (Alianza Editorial, 1980); La teoría de la evolución. De Darwin a los últimos avances de la genética (Temas de Hoy, 1994); Senderos de la evolución humana (Alianza Editorial, 2001); La piedra que se volvió palabra (Alianza Editorial, 2005); estos dos últimos libros en colaboración con Camilo José Cela Conde. En el año 2000 fue investido Doctor Honoris Causa por la Unviersitat de València; institución que publicó en 2006 un libro, titulado: La evolución de un evolucionista, en el que se publicaban, entre otras cosas, varios artículos suyos.

Francisco Ayala ha escrito recientemente dos libros que resumen su posición ante la polémica evolucionismo-creacionismo. El primero se llama Darwin y el Diseño Inteligente, donde el biólogo aborda las cuestiones fronterizas entre ciencia y religión. Y el más reciente lleva el título de El regalo de Darwin a la ciencia y a la religión. Ayala se propone ofrecer datos lo suficientemente claros para que el lector o lectora abandone la idea de la incompatibilidad entre el pensamiento de Darwin y las creencias católicas.

De manera especial, Ayala se propone combatir las dos posiciones extremas que hemos mencionado antes. El punto de partida es el de dos visiones encontradas que, como se verá más adelante, terminan tocándose de cerca. Hay, por un lado, creyentes que ven a la ciencia con recelo porque piensan que, de suyo, es materialista y, por lo tanto, se convierte en un instrumento, muy prestigioso por cierto, del ateísmo. Pero quienes ven así la ciencia se equivocan, puesto que su materialismo metodológico no significa, ni mucho menos, que la ciencia haya demostrado que todo lo que existe sea material y que, por tanto, no existan realidades espirituales como Dios o el alma humana. Una negación de este tipo no es fruto de ninguna ciencia, sino una proposición filosófica.

Por otra parte están los que ven con malos ojos a la religión por considerar que ésta supone un freno para el desarrollo de la ciencia. Pero también ellos se equivocan al valorar así a la religión. El cristianismo, como tal, no sólo no se ha opuesto a la ciencia, sino que durante siglos la ha fomentado. A lo largo de la historia ha habido muchos religiosos que han cultivado la ciencia, del mismo modo que también ha habido muchos científicos de renombre que han profesado una fe sincera sin problema alguno de compatibilidad entre sus creencias religiosas y sus investigaciones científicas. De ahí que Ayala afirme que “propiamente entendidas, la ciencia y la fe religiosa no están en contradicción, ni pueden estarlo, puesto que tratan de asuntos diferentes que no se superponen”.

No extraña que un científico católico señale las inconveniencias de una posición que identifique la teoría de la evolución con al principio filosófico del ateísmo. Ayala considera que los defensores de esta posición fuerzan a la teoría científica de la evolución a ir más allá de sus límites metodológicos y le obligan a realizar afirmaciones que nada tienen de científicas y que son, stricto sensu, filosóficas. Ciencia y religión se mueven en planos distintos y estudian diferentes aspectos de la realidad. La ciencia estudia algunos de los aspectos cuantificables de la realidad material, de ahí que aplique de un modo lícito y muy exitoso el reduccionismo propio del materialismo metodológico; pero esto no significa que la ciencia afirme que sólo existe la realidad material; de tal suerte que Dios y el alma humana, por ejemplo, no sean, respectivamente, más que una ilusión trascendental inevitable y un paralogismo de la razón pura, como dirían los más cultos; o simplemente un mero invento de la mente, como diría el materialismo más burdo. Esos dos planos distintos en los que se mueven ciencia y religión son, por un lado el “descubrir y explicar los procesos de la naturaleza” y, por otro, la búsqueda del “significado y propósito del universo y de la vida”, también la relación entre Dios y el hombre, así como el valor y el alcance de las normas morales que surgen de esa relación, así como su influencia en la vida humana concreta. A este respecto: “la ciencia no tiene nada que decir sobre estas materias, ni es asunto de la religión proveer explicaciones científicas para los fenómenos naturales”.

Extraña mucho más que este científico católico se lance a la yugular contra el creacionismo, particularmente contra su forma más reciente del “Diseño Inteligente”. Los autodenominados “creacionistas científicos”, un grupo intelectual emergido en el seno de núcleos radicales del protestantismo estadounidense, después de varios fracasos judiciales en su intento de abolir legalmente la enseñanza de la teoría científica de la evolución en las escuelas públicas, han cambiado de táctica. Desde hace unas décadas su litigio va por la línea de intentar conseguir que los estados promulguen leyes que obliguen a dedicar el mismo tiempo a la enseñanza de dicha teoría que a la del contenido literal de la creación según la narración literal del Génesis.

En las últimas décadas estos creacionistas científicos han propuesto un nuevo movimiento partidario que denominan: el diseño inteligente (DI). Según estos autores en la naturaleza existirían estructuras complejas que serían irreductibles; o lo que es lo mismo, no podrían haber surgido por evolución biológica de otras estructuras anteriores que paulatinamente se han ido transformando hasta dar lugar a una estructura compleja actual. Si estas estructuras irreductibles no han podido surgir de un proceso de evolución biológica entonces ¿cuál es la causa de su existencia? Según los partidarios del DI dichas estructuras habrían sido diseñadas por un Diseñador Universal Inteligente.

La reflexión de Ayala es apabullante: “Si Dios diseñó a los organismos, Dios tiene mucho que explicarnos. Un ingeniero inteligente no diseñaría estos organismos a propósito, con los defectos, disfunciones, rarezas y crueldad que predominan en el mundo viviente. Igual que las inundaciones y las sequías son una consecuencia necesaria de la tela del mundo físico, los depredadores y parásitos, las disfunciones y enfermedades, son también una consecuencia de la evolución de la vida. Y no son un resultado de un diseño, que en este caso, sería deficiente o malévolo”.

El esfuerzo de los creacionistas por minimizar la teoría de la evolución encuentra en Ayala una respuesta contundente: después de explicar la importancia de las diferencias genéticas para poder establecer los momentos de las divergencias entre especies o entre géneros y demostrar cómo esas diferencias constituyen datos de primer orden para poder estudiar la evolución de los linajes y la diversificación de las especies, Ayala señala: “Se han efectuado muchos miles de exámenes y miles más se publican cada año; ninguno ha dado alguna prueba contraria a la evolución. Probablemente no exista otro concepto en ningún campo de la ciencia que haya sido examinado y corroborado de forma tan extensa y minuciosa como el origen evolutivo de los organismos vivos”.

Así que cuando los creacionistas y los partidarios del diseño inteligente insisten en que la teoría de la evolución solamente es una teoría y no el reflejo conceptual de un hecho, pues nadie ha podido observar la evolución directamente, lo hacen a partir de una concepción errónea acerca de la naturaleza de la ciencia y cómo se prueban y validan las teorías científicas. ¿Cómo compatibilizar que la ciencia es una forma de conocimiento basada en la observación y la experimentación con el hecho de que nadie ha observado, y mucho menos experimentado, la evolución? Ayala sostiene, aunque mi resumen peque de simplicidad, que algunas conclusiones de esta teoría están bien establecidas, muchos asuntos son menos ciertos, otros poco más que conjeturas, y otros siguen siendo en gran parte desconocidos, “pero la incertidumbre sobre estas cuestiones no arroja dudas acerca del hecho de la evolución” (146), del mismo modo que el hecho de no conocer todos los detalles acerca del universo no nos hace dudar de la existencia de las galaxias.

Pero incluso suponiendo que la teoría de la evolución no describiera, más o menos acertadamente, un hecho, esto no significaría que la propuesta del creacionismo o del diseño inteligente fuera correcta. Hay que tener en cuenta aquí la falacia de las explicaciones alternativas. En efecto, si una hipótesis no es correcta eso no hace que su antagónica se convierta en cierta automáticamente. A cada hipótesis le corresponde buscar, independientemente de las otras, sus pruebas a favor.

Finalmente, Ayala remata destacando las imperfecciones que se detectan en el supuesto diseño inteligente de la naturaleza, cerrándose con la afirmación de que el DI no es compatible con la noción de un Dios omnipotente, omnisciente y perfectamente benévolo, puesto que podría haber diseñado mucho mejor ciertos aspectos de los seres vivos, como es el caso del canal del parto de las mujeres, evitándose así miles de muertes de niños recién nacidos y, por tanto, totalmente inocentes; en definitiva, que: “para un biólogo moderno el diseño de los organismos no es compatible con la acción especial del omnisciente y omnipotente Dios del judaísmo, el cristianismo y el islam”. Darwin, en cambio, habría hecho un gran regalo a la teología al mostrar que la explicación de las imperfecciones se debía a la acción, ciega, de la selección natural, y no a la de un agente divino, es decir: “la ironía de que la evolución, que al principio había parecido eliminar la necesidad de Dios en el mundo, ahora ha eliminado de forma convincente la necesidad de explicar las imperfecciones del mundo como resultados del diseño de Dios (…) así es como ve las cosas un biólogo preocupado de que Dios no sea calumniado con la imputación de un supuesto diseño incompetente”.

Es esta visión la que le ha permitido al Vaticano, en un coloquio sobre Darwinismo realizado a inicios de este año, señalar que un cristiano puede creer en el diseño providencial de Dios en la Creación, sin transformar esta creencia en una “teoría científica” que compite con otra: éstos son definitivamente niveles diferentes de interpretación. Y dado que ni la existencia ni la no existencia de Dios pueden someterse a las pruebas científicas porque ciencia y religión ocupan esferas separadas y diferenciadas del conocimiento, el reto para los creyentes es construir una reflexión filosófica que pueda articular, sin confundir, la ciencia en una mano y la fe en otra. De esta manera, sólo cuando se hagan afirmaciones o aseveraciones que vayan más allá de los límites legítimos de cada una de estas esferas será cuando tanto la teoría de la evolución como la creencia religiosa aparezcan como antitéticas.

En el caso de la iglesia católica, ya desde 1950, el Papa Pío XII escribía en la encíclica Humani Generis: “El Magisterio de la Iglesia no prohíbe el que —según el estado actual de las ciencias y la teología— en las investigaciones y disputas, entre los hombres más competentes de entrambos campos, sea objeto de estudio la doctrina del evolucionismo, en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente… Mas todo ello ha de hacerse de manera que las razones de una y otra opinión —es decir la defensora y la contraria al evolucionismo— sean examinadas y juzgadas seria, moderada y templadamente…”

Más recientemente, el papa Juan Pablo II, en su discurso a la Academia Pontificia de Ciencias del 22 de octubre de 1996, señaló: “Hoy, casi medio siglo después de la publicación de la encíclica (de Pío XII), nuevos conocimientos llevan a pensar que la teoría de la evolución es más que una hipótesis. En efecto, es notable que esta teoría se haya impuesto paulatinamente al espíritu de los investigadores, a causa de una serie de descubrimientos hechos en diversas disciplinas del saber. La convergencia, de ningún modo buscada o provocada, de los resultados de trabajos realizados independientemente unos de otros, constituye de suyo un argumento significativo en favor de esta teoría… ¿Cuál es el alcance de dicha teoría? Abordar esta cuestión significa entrar en el campo de la epistemología. Una teoría es una elaboración metacientífica, diferente de los resultados de la observación, pero que es homogénea con ellos. Gracias a ella, una serie de datos y de hechos independientes entre sí pueden relacionarse e interpretarse en una explicación unitaria. La teoría prueba su validez en la medida en que puede verificarse, se mide constantemente por el nivel de los hechos; cuando carece de ellos, manifiesta sus límites y su inadaptación. Entonces, se hace necesario reformularla”.

En cuanto a la polémica entre ciencia y religión, el panorama no es muy halagüeño. Sin embargo, queda la esperanza de que se impongan los análisis serenos. El creacionismo científico y el evolucionismo radical, ambas posiciones que juzgo erróneas, se alimentan mutuamente. Hoy por hoy, el evolucionismo radical parece el contrincante más fuerte: su poder y difusión están aliados con una mentalidad pragmatista muy extendida, en la que la ciencia es para muchos la única fuente de la verdad. La batalla no tendrá final, mientras no se disipe el error en que incurren ambas posturas con sus extrapolaciones. Porque ni la Biblia contiene datos científicos desconocidos en la época en que fue escrita, ni tampoco es legítimo ni científico negar lo que no se alcanza mediante la ciencia. Existen dos parcelas autónomas del saber humano -Filosofía y Ciencia- que no se pueden trasvasar sin caer en extrapolaciones inadmisibles o en una peligrosa pirueta conceptual. El problema desaparece cuando se advierte que evolución y creación se encuentran en planos distintos y, por lo tanto, no se excluyen mutuamente, aunque haya un tipo de “evolucionismo” que es incompatible con la admisión de la creación y un tipo de “creacionismo” que es incompatible con la aceptación de la evolución.

Pese al éxito de la ciencia, hay muchos asuntos de gran interés que sobrepasan a la ciencia. Son los asuntos que conciernen al significado, sentido, y propósito de la vida y el universo, así como a cuestiones de valor, no sólo de valor religioso, sino también estético, moral, y de otros valores. A estas cuestiones pretende dar respuesta la filosofía y la religión. La ciencia es fundamentalmente materialista desde un punto de vista metodológico, es decir, porque sólo se preocupa de estudiar realidades del mundo de la materia, pero esto no significa que la ciencia afirme que sólo existan las realidades materiales. Es decir: “la ciencia no implica el materialismo metafísico”.

Iglesia y Sociedad

Ebulá, Campeche: un retrato a cuatro voces

17 Ago , 2009  

La tragedia: un pueblo arrasado

San Antonio Ebulá es un pueblo de aproximadamente 70 familias, fundado desde 1968. Por más de 40 años han vivido ahí sin que hasta ahora hayan podido regularizar sus tierras debido a obstáculos puestos por las autoridades estatales y federales. Desde hace dos años, el empresario Eduardo Escalante, suegro del fallecido Juan Camilo Mouriño, ha tratado de desalojarlos arrogándose la propiedad. En dos ocasiones había habido intentos de desalojo con violencia, destruyendo la escuela del lugar y varias casas. Escalante, dueño de cientos de hectáreas y propiedades en Campeche, les ofreció reubicarlos. Los habitantes de Ebulá que decidieron aceptar la oferta se encontraron con lodazales que se inundaban en cada lluvia. Regresaron a su pueblo y desde entonces resisten las amenazas del empresario.
El 13 de agosto a las seis de la mañana el pueblo fue arrasado. Más de cien sicarios contratados por Eduardo Escalante llegaron al lugar seguidos de dos trascabos y varias camionetas propiedad del empresario. Las viviendas de la población fueron destruidas y quemadas, mientras la gente, hombres, mujeres y niños, tuvo que huir al monte. Nada fue respetado, ni las propiedades, ni los animales de traspatio, ni siquiera los árboles. “Aquella caoba derribada allá tenía más de treinta años… –me dijo uno de los pobladores– se ve que no quieren ningún testimonio de que estamos aquí desde hace muchos años…”. Varias decenas de policías llegaron y presenciaron los hechos. No se detuvo a ninguno de los vándalos. Lo que fue san Antonio Ebulá es hoy un paraje de destrucción. Entre los escombros de lo que fue su casa, aferrado al más reciente de sus pasados, un anciano sordo y casi ciego, decide permanecer cuando todos han huido. Ninguno de los sicarios se atreve a golpearlo.

Los sicarios o el subempleo de la violencia

La misión de observación de derechos humanos llega a san Antonio Ebulá. Al panorama, ya de por sí desolador, se le ha añadido una barrera: el camino ha sido levantado y no hay vehículo que pueda ingresar al terreno. Sobre los escombros, amenazantes, están los sicarios. No permiten que la prensa se aproxime y cuando intentan hacerlo la alejan a pedradas. De la misma manera son recibidos los observadores de derechos humanos. Cuando los sicarios se enteran que no son de la prensa, les permiten acercarse. “No nos pregunten nada. Nosotros sólo cumplimos las órdenes del patrón de no dejar entrar a nadie”. Dos cigarros después, los observadores escuchan atónitos la más extraña de las propuestas: “Si nos pagan más que Escalante nos pasamos con ustedes. Basta que nos digan a quién tenemos que madrear”.

La negociación: el rey está desnudo

Después de varias horas sin ser atendidos, a las puertas del palacio de gobierno los habitantes de Ebulá cierran la calle. Ante la presión, el secretario de gobierno admite recibir a una comisión de cinco personas. Después de hacerlos esperar otra media hora en el interior del palacio, el secretario se presenta ante ellos. Contrasta el acicalamiento del funcionario –ningún cabello fuera de lugar– con la pinta de aquellos hombres que llevan más de 24 horas a la intemperie, después de vagar por el monte una vez que sus casas fueron destruidas. Los desplazados le exigen al secretario de gobierno que cumpla con su trabajo y garantice el retorno de las familias. Para ello piden que la fuerza pública haga que los sicarios abandonen el lugar. El secretario no sabe más que balbucear evasivas en las tres rondas de conversación. Sabe bien que su trabajo es defender las propiedades de Escalante, no responder a las exigencias de las familias de Ebulá.
“¿No considera usted que el empresario cometió un delito al actuar violentamente y sin orden de autoridad judicial? ¿No es trabajo del poder ejecutivo detener a los delincuentes?” El secretario de gobierno comienza a impacientarse. Ofrece un ejercicio de mediación; quiere que los habitantes de Ebulá conozcan las razones del empresario Escalante. “Alguien viene, con violencia me saca de mi casa, la destruye, roba mis animales, destruye mis sembrados… y usted quiere que yo dialogue con él?”
La conversación se torna ríspida. La abogada del empresario Escalante se hace presente en la última ronda de conversación. Su discurso humillante y mentiroso solamente echa más leña al fuego. Su desprecio por los representantes del pueblo de Ebulá da náuseas. La posición del pueblo se mantiene: aceptan, sí, sentarse en una mesa de negociación, pero con la condición previa del retorno a su territorio. “Usted cumple con su deber y saca a esos delincuentes. Nosotros regresamos a nuestras casas protegidos por la fuerza pública. Entonces participamos en el diálogo que usted propone”. Cuando se le responsabiliza de la sangre que se pueda derramar en un enfrentamiento del pueblo con los sicarios, el secretario de gobierno pierde los estribos y subiendo la voz termina amenazando a la observadora de derechos humanos llamándola “instigadora de la violencia”. En las afueras del palacio ondea una manta colocada por los desplazados de Ebulá que reza: “Hurtado Valdez ¿quién gobierna en Campeche, tú o Escalante?”. Después de presenciar la timorata mediocridad del secretario de gobierno en las rondas de conversación, uno ya conoce la respuesta a la interrogante.

El vigía insomne ante rostro de la resistencia

Hay hombres y mujeres, ancianos y niños. Los rostros curtidos y las manos callosas. Tendidos a la entrada del palacio de gobierno conversan de las cosas que han perdido. “Yo vi que se lleven en un camión todos tus borregos mientras los vándalos se cocinaban mis gallinitas… hasta los árboles grandes los cortaron con sierra eléctrica y se llevaron la madera… no respetaron nada, ni la iglesia…”.
Los niños corretean ajenos a la tragedia. Los jóvenes reclaman con orgullo su pertenencia a la Otra Campaña. Cuando cierran la calle se escucha la consigna: “Zapata vive, la lucha sigue”. Son personas que han experimentado por muchos años desprecios y humillaciones. Pero nada parece robarles la esperanza. “Aunque sea que duerma yo en la copa de un árbol, pero de que regreso a mi pueblo eso está fuera de duda… a cuenta de qué solamente los ricos han de tener justicia…”. Ante esta entereza uno siente vergüenza de la pequeñez humana de los funcionarios del gobierno campechano. Frente a esta digna resistencia el vigía reconoce, una vez más, que sólo mirando hacia aquí, abajo y a la izquierda, este país podrá reconstruirse desde sus raíces.

Colofón: El informe de observación realizado por el equipo Indignación A.C. puede consultarse en www.indignacion.org.mx

Iglesia y Sociedad

¡El problema no es Ivonne! (Una paráfrasis uayé)

9 Ago , 2009  

Un artículo de Umberto Eco, publicado en The New York Times, es ocasión para una jocosa reinterpretación anónima desde los más recientes acontecimientos yucatecos. La paráfrasis uayé está constituida por las secciones colocadas entre paréntesis, inmediatamente después cada párrafo de Eco. Con gusto le cedo este espacio semanal. Que la disfruten.

El problema no es Berlusconi

Será el pesimismo de la edad tardía, será la lucidez que la edad conlleva, la cuestión es que siento cierta perplejidad, mezclada con escepticismo, a la hora de intervenir para defender la libertad de prensa acogiendo la invitación del semanal L’Espresso. Lo que quiero decir es que cuando alguien tiene que intervenir para defender la libertad de prensa eso entraña que la sociedad, y con ella gran parte de la prensa, están enfermas. En las democracias que definiríamos “vigorosas” no hay necesidad de defender la libertad de prensa porque a nadie se le ocurre limitarla.

(Párrafo imposible de parafrasear: En este rincón del sureste mexicano, Yucatán para mayores señas, la libertad de prensa ha sido sustituida por la mercadotecnia. Los periódicos sirven para vender productos (entre otros, los rostros de los políticos), sin excepción ninguna. Por tanto la defensa de la libertad de prensa no es un problema que quite el sueño a las familias dueñas de la prensa o al duopolio que, en todo el país, controla los medios electrónicos)

Esta es la primera razón de mi escepticismo, de la que desciende un corolario. El problema italiano no es Silvio Berlusconi. La historia (me gustaría decir desde Catilina en adelante) está llena de hombres atrevidos y carismáticos, con escaso sentido del Estado y altísimo sentido de sus propios intereses, que han deseado instaurar un poder personal, desbancando parlamentos, magistraturas y constituciones, distribuyendo favores a los propios cortesanos y (a veces) a las propias cortesanas, identificando el placer personal con el interés de la comunidad. No siempre estos hombres han conquistado el poder al que aspiraban porque la sociedad no se lo ha permitido. Cuando la sociedad se lo ha permitido, ¿por qué tomársela con estos hombres y no con la sociedad que les ha dado carta blanca?

(El problema yucateco no es Ivonne Ortega Pacheco. La historia política yucateca está llena de personas amantes de los chanchullos, que se ha enriquecido con descaro, que han sido al mismo tiempo gobernantes y jefes no oficiales de sus respectivos partidos políticos, que han construido ‘a modo’ legislaturas incapaces de contradecir los más mínimos pensamientos del jefe (o jefa) en turno. La historia nuestra está llena también de poderes judiciales sumisos y vergonzantes, de procuradurías hechas a la medida del “señor gobernador”, de ladrones disfrazados de funcionarios públicos y de empresarios metidos hasta el cuello en la corrupción gubernamental por intereses económicos, de falsos líderes mayas vendidos al partido en el poder. En Yucatán esta gente ha llegado al poder porque la sociedad lo ha permitido. Acaso algunos próceres escapen de esta generalización, pero pueden contarse con los dedos de la mano. Ninguno de ellos, por cierto, vivió en el pasado reciente. Ahora que Ivonne Ortega llega al poder, después de la habilidad sorprendente mostrada por el PAN de lanzar a la miarda su posibilidad de marcar la diferencia, ¿Por qué tomársela con la sobrina del cacique y no con la sociedad que le ha dado pase automático?)

Recordaré siempre una historia que contaba mi madre: cuando tenía veinte años, encontró un buen empleo como secretaria y dactilógrafa de un diputado liberal, y digo liberal. El día siguiente al ascenso de Mussolini al poder, este hombre dijo: «En el fondo, vista la situación en que se encuentra Italia, quizá este Hombre encuentre la manera de poner un poco de orden». Así pues, lo que instauró el fascismo no fue la energía de Mussolini (ocasión y pretexto) sino la indulgencia y relajación de este diputado liberal, representante ejemplar de un país en crisis.

(Recordaré aquí a algunas ONG’s que se sintieron traicionadas recientemente por algunas leyes aprobadas en el congreso estatal. Traicionadas, puesto que habían puesto su confianza en diputados a quienes consideraban afines. En ocultos y amañados cabildeos habían logrado sacar la promesa de que tales cambios legislativos no se efectuarían. El Jefe de la Comisión de Puntos Constitucionales muy pronto cambió de opinión y votó según la decisión del arzobispo y de la mancuerna nacional PRI-PAN, que impulsa este tipo de reformas en todo el país. Así pues, quien permitió que la ley haya sido publicada en el Diario Oficial sin que la gobernadora se sintiera mínimamente presionada a aplicar el veto que le permite la ley, es ese diputado (y los demás, que juntos hacen una buena representación del tipo de político que tenemos en este país: comprometidos exclusivamente con la voz de amo y con los puestos futuros que acarician con morosa delectación.)

Por lo tanto, es inútil tomársela con Berlusconi puesto que hace, por decirlo de alguna manera, su propio trabajo. Es la mayoría de los italianos la que ha aceptado el conflicto de intereses, la que acepta las patrullas ciudadanas, la que acepta la Ley Alfano con su garantía de inmunidad para el primer ministro, y la que ahora aceptaría con bastante tranquilidad si el Presidente de la República no hubiera movido una ceja la mordaza colocada (por ahora experimentalmente) a la prensa. La nación misma aceptaría sin dudarlo (y es más, con cierta maliciosa complicidad) que Berlusconi fuera de velinas, si ahora no interviniera para turbar la pública conciencia una cauta censura de la Iglesia, que se superará muy pronto porque desde que el mundo es mundo los italianos, y los cristianos en general, van de putas aunque el párroco diga que no se debería.

(Por lo tanto, es inútil echarle la culpa a Ivonne Ortega Pacheco, puesto que ella representa la manera de pensar y hacer política de los cientos, diré miles, de políticos y ciudadanos que se pelean por ocupar una butaca en los teatros donde ella presenta sus informes ciudadanos. Es la mayoría de los yucatecos los que están felices porque se repartan zapatos, se convierta la política en un show de televisa, se tenga la lastimosa prensa con la que se cuenta en nuestro estado, se mienta impunemente desde los puestos públicos, se derroche el erario en fiestas pantagruélicas o en cosméticas intervenciones –¡Ay, pero qué esbelta luce la gobernadora!–. La mayoría de los yucatecos está de acuerdo en que se meta a la cárcel a los jóvenes sólo por su manera de vestir, que los maricones hagan lo que sea en sus madrigueras pero que no se atrevan a llamar a las cosas por su nombre, que las autoridades religiosas no tengan una sola palabra crítica al ejercicio de gobierno ni establezcan hacia él ninguna ‘cauta censura’, que, en fin, “las cosas de Yucatán, dejarlas como están”).

Entonces ¿por qué dedicar a estas alarmas un número de L’Espresso, si sabemos que esta revista llegará a quienes ya están convencidos de estos riesgos para la democracia, y no lo leerán los que están dispuestos a aceptarlos con tal de que no les falte su ración de Gran Hermano y que, además, en el fondo saben poquísimo de muchos asuntos político-sexuales porque una información mayoritariamente bajo control ni siquiera los menciona?

(Entonces, ¿por qué difundir esta paráfrasis del artículo de Umberto Eco si sé que este documento llegará solamente a los que ya están convencidos de que repartir zapatos no soluciona nada y sí mantiene en sujeción perpetua a la población? ¿Por qué difundirlo si no lo leerá ninguno de los responsables de las secretarías y/o direcciones del gobierno estatal o ningún director de periódico –y aunque lo leyeran lo tirarían inmediatamente a la basura, considerándolo un atentado contra la unidad de los yucatecos en torno a la mujer que llegó a salvarlos con el tren bala– los cuales, además, no ven más allá de sus narices y de sus bolsillos y les interesa un comino hacia dónde va Yucatán porque están ocupadísimos en conseguir un autógrafo de William Levy o de Jacqueline Bracamontes?)

Ya, ¿por qué hacerlo? El porqué es muy sencillo. En 1931, el fascismo impuso a los profesores universitarios, que entonces eran 1200, un juramento de fidelidad al régimen. Sólo 12 (un 1 por ciento) se negaron y perdieron su plaza. Algunos dicen que fueron 14, pero esto nos confirma hasta qué punto el fenómeno pasó inobservado en aquel entonces, dejando recuerdos vagos. Muchos, que posteriormente serían personajes eminentes del antifascismo post-bélico, aconsejados incluso por Palmiro Togliatti o Bendetto Croce, juraron fidelidad para poder seguir difundiendo sus enseñanzas. Quizá los 1.118 que se quedaron tenían razón, por motivos diferentes y todos respetables. Ahora bien, aquellos 12 que dijeron que no salvaron el honor de la Universidad y, en definitiva, el honor del país.

(Eso digo, coño… ¿por qué hacerlo? El porqué es muy sencillo. En 1812, en la sacristía de la iglesia meridana de san Juan Bautista, el padre Vicente María Velásquez, don Lorenzo de Zavala y otros yucatecos ilustres organizaron un grupo de discusión sobre asuntos sociales y religiosos. Abolida la Constitución de Cádiz en España, por la que luchaban, sus anhelos de independencia los llevaron a la cárcel y a la humillación pública. Otros hombres y mujeres de aquella época prefirieron no revelar su carácter independista y siguieron asistiendo a las fiestas de la Capitanía General o del Virreinato, para ver si “desde dentro” podían seguir difundiendo la doctrina de la libertad que debía gozar la Nueva España. Lo hicieron por motivos diferentes y todos respetables. Ahora bien, aquellos hombres y mujeres que recibieron después el nombre de “sanjuanistas”, salvaron el honor de aquella sociedad y, en definitiva, el honor de Yucatán.)

Este es el motivo por el que a veces hay que decir que no aunque, con pesimismo, se sepa que no servirá para nada. Que por lo menos, algún día, se pueda decir que lo hemos dicho.

(Este es el motivo por el que escribo esta paráfrasis uayé, aunque reconozca con realismo que no servirá de nada. Simplemente porque, ante tanta propaganda en prensa, radio y televisión y tanta sumisión y comportamiento lacayo ante la gobernadora, pueda yo decir más tarde: “Ya ven, se los dije…”)

Umberto Eco. Es autor de novela “La Misteriosa Llama De La Reina Loana”, junto con “Baudolino”, “El Nombre de la Rosa” y de “El Pendulo de Foucault”. 24 de julio de 2009

(Anónimo. Solamente le gustaría ser autor de la versión de “Apocalicto yucateco” que aparece en YouTube (¡Ahhhh! ¿verá que la conoces?), sólo que le ganó el genial Melo Collí, que la hizo antes. 07 de agosto de 2009)