Iglesia y Sociedad

Los obispos mexicanos y la encrucijada del país

21 Ene , 2017  

Han pasado varios años desde que no leía una comunicación del Episcopado Mexicano que me despertara esperanza. Pero parece que la preocupación y la indignación por el estado de cosas en nuestro país ha rebasado, con mucho, todas las expectativas. Hace dos días, el pasado 18 de enero de 2017, la Comisión Episcopal para la Pastoral Social ha hecho público un comunicado «con motivo de la situación económica del país», que -como todo mundo sabe- es desastrosa.

La palabra de los obispos de la pastoral social me parece pertinente y atinada. Dos cosas me gustan especialmente: por un lado, que partiendo del gasolinazo y sus consecuencias, los obispos echan una mirada más amplia que abarca al entero sistema económico, productor de exclusión y desigualdad, que provoca despojo de los pueblos y desplazamiento de personas y comunidades. Por otro lado, me gusta mucho que el comunicado se haga eco, no solamente de la indignación que recorre todo el país, sino que aliente la generación de proyectos de economía solidaria y de apoyo a los mercados locales. Por último, uno no puede menos que agradecer que la posición anticapitaista de la Laudato Si’ asome, así sea tímidamente, en este comunicado.

Les comparto, pues, este comunicado. Para los católicos y católicas se trata de la voz de sus pastores. Me gustaría mucho que la enjundia con que se asumen los temas de sexualidad, hasta casi la obsesión, se aplicara a la trágica situación en el campo político y social por el que pasa la patria y todos los pueblos que la conforman.

COMUNICADO DE LA COMISIÓN EPISCOPAL PARA LA PASTORAL SOCIAL CON MOTIVO DE LA SITUACIÓN ECONÓMICA DEL PAÍS

A LAS COMUNIDADES Y TODOS LOS FIELES CATOLICOS A LAS AUTORIDADES FEDERALES Y ESTATALES
A LOS SECTORES PRODUCTIVOS
A LOS HOMBRES Y MUJERES DE BUENA VOLUNTAD

Hemos iniciado un año lleno de retos y contrariedades, donde sin duda el que más ha trastornado el entorno social y de paz en nuestra patria, ha sido el gasolinazo que se ha agravado con protestas de los mexicanos por el enojo y el descontento de la sociedad pues el aumento al precio de la gasolina y el diésel provoca la presión para el incremento de precios a muchos productos y servicios que dependen de estos combustibles.

Ante el hartazgo de los ciudadanos y la posibilidad de que la situación precaria en la que viven millones de mexicanos se agudice, los obispos de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social, queremos sumarnos al comunicado de la CEM para pedir a todos que miremos a las comunidades, pueblos y barrios y nos dejemos interpelar por cada familia y persona que sufre, no solo por un aumento a los combustibles, sino por las décadas en las que la pobreza crece, la corrupción se mantiene y la dependencia de las decisiones en los grandes mercados internacionales se perpetúa.

Desde nuestra opción de vida como pastores y con el deber profético de anunciar la Buena Nueva, queremos profundizar en el mensaje social del Evangelio y hacer resonar las palabras del Papa Francisco en su discurso sobre el mundo del trabajo, en Ciudad Juárez, Chihuahua, cuya premisa es que cada persona tenga Techo, Tierra y Trabajo dignos.

Por ello nos atrevemos a preguntar:

  1. Si el aumento a la gasolina era necesario por los precios internacionales de dicho combustible y el precio del dólar y no con fines recaudatorios, entonces ¿es necesario disminuir el impuesto (IEPS) que supera el 30% para minimizar el impacto de dicho aumento?
  2. Respecto de que el subsidio a la gasolina es en beneficio sólo de la clase rica, ya que los más pobres no reciben un solo peso de ese beneficio, habrá que explicar ¿quién absorberá el impacto en los medios de transporte de personas, transporte de mercancías, producción del campo y la industria, productos y servicios que también consumen los más pobres de México?
  3. Habrá que preguntarse si vivimos un tiempo de un Estado pobre, o de una recaudación insuficiente, o bien, ¿tenemos exceso de corrupción y robo al Estado por una serie de personajes que permanentemente dejan vacías las cuentas a nivel municipal, estatal y federal?

La percepción de la gente, es que los recursos de todos no son distribuidos de forma solidaria ni con el objetivo de romper con las asimetrías que se han generado por muchos años. En nuestro país se encuentran las fortunas más grandes frente a los millones de empobrecidos por un sistema que nos ha hecho perder la capacidad de mirarnos con confianza y que nos invita permanentemente a competir. En este sistema económico globalizado, las mercancías y los productos tienen acceso entre fronteras pero las personas son rechazadas y expulsadas sistemáticamente.

Las crisis económicas internacionales son fatales para nuestra economía, las elecciones y decisiones políticas de nuestros vecinos paradójicamente son tan importantes en nuestra dinámica como país, pero no tenemos siquiera la posibilidad de opinar.

Definitivamente, el cansancio de la gente no es por el nuevo costo de la gasolina, sino por la imposibilidad de acceder al desarrollo humano, integral y solidario, de aspirar a que México sea un país cuya meta esté en función de que cada persona tenga acceso a un Techo, a una Tierra y a un Trabajo. El Papa Francisco nos invita a “… decir no a una economía de la exclusión y la desigualdad. Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión.” (EG, 53).

En el Directorio de la Pastoral Social en México tenemos un “llamado a humanizar la economía que de muchas formas el magisterio de la Iglesia ha expresado que enfrenta actualmente un sistema económico dominante inspirado históricamente en el capitalismo liberal a esta economía individualista y globalizada” (493).

Ante las crisis tenemos la oportunidad de generar estrategias creativas que nos desinstalen y nos impulsen a cambiar. Proponemos:

  1. Promover con verdadero énfasis el fortalecimiento del mercado local, antes de poner en competencia productos de importación de los que dependeremos, como lo hacemos hoy, apagando las iniciativas locales y la generación de empleos, especialmente los comunitarios y familiares.
  2. Facilitar la formación, implementación y seguimiento de proyectos desde la economía solidaria cuyo eje principal es el trabajo colectivo con igualdad de beneficios y responsabilidades. Que el ser humano y su trabajo tenga preeminencia sobre el dinero.
  3. Globalizar la cultura, la educación, la tecnología, la solidaridad y la paz. En las relaciones económicas necesitamos ser menos dependientes. Este no será un camino corto, pero podemos comenzar a caminarlo ya.

Animamos a todos, especialmente a los cristianos, a comprometerse y participar ciudadanamente, es necesario que entremos en diálogo con diversos actores. Condenamos todo acto que se ejerza con violencia. La violencia como camino ensucia la libre expresión de quienes buscan cambios eficaces y no sólo palabras.

Esperamos con ansia la disminución de la brecha entre ricos y pobres a través de la generación de empleos estables y aumentando los salarios para que estos sean acordes a las necesidades básicas de cada familia.

La fe en Jesús no puede ser vivida egoístamente, sin compromiso social, sin buscar el bien común. Invitamos por ello, a todas las comunidades parroquiales a promover la pastoral social que evolucione del asistencialismo a la transformación social para que todos, especialmente los más pobres de su comunidad, aprendan a organizarse solidariamente para necesitar menos programas sociales gubernamentales que generan un apoyo mínimo y que incluso, podrían estar bloqueando proyectos de verdadero crecimiento. El desarrollo social no es dar ayudas intermitentes sin promover y generar proyectos serios de desarrollo comunitario, los individuos deben ser sujetos de su propio desarrollo.

La grandeza de nuestro país está en su gente. Como miembros de un mismo cuerpo (1Cor 12, 12), pedimos a María, madre de Jesús, que nos enseñe a ser animadores de nuestro pueblo, como ella lo es.

Que el Señor de la paz, bendiga nuestra Nación.

S.E. Mons. José Leopoldo González González Obispo de Nogales
Presidente
Pastoral Social-Cáritas

S.E. Mons. Carlos Garfias Merlos Arzobispo de Morelia
Justicia Paz y Reconciliación, Fe y Política

S.E. Mons. Domingo Díaz Martínez Arzobispo de Tulancingo
Pastoral de la Salud

S.E. Mons. Jorge Alberto Cavazos Arizpe Obispo de San Juan de los Lagos Pastoral del Trabajo

S.E. Mons. Guillermo Ortíz Mondragón Obispo de Cuautitlán
Pastoral de la Movilidad Humana

S.E. Mons. José de Jesús González Hernández Obispo de la Prelatura del Nayar
Pastoral Indígena

S.E. Mons. Andrés Vargas Peña Obispo Auxiliar de México Pastoral Penitenciaria

Cuentos de navidad,Iglesia y Sociedad

Navidad 2021. Un cuento

2 Ene , 2017  

Para el CNI y el EZLN, con esperanza

¡Hazte a un lado, que tengo que llevarle esto al doctor! María se dirige a la oficina del Jefe de Departamento. Desde que trabaja en las oficinas de salud del gobierno del estado, hace corajes un día sí y el otro también. Ahora lleva en sus manos el resultado de su más reciente estudio de laboratorio: presencia de agrotóxicos en la leche materna.

-Pero si ya sabíamos eso desde hace años, le dice Pepe, ¿No la UADY hizo un estudio demostrando eso desde 2016?

-Fue en 2015, grita ella mientras agita en sus manos el informe, en 2016 se demostró presencia de agrotóxicos en el agua de los cenotes…

Pepe frunce el ceño.

-¿Qué sentido tiene entonces la prisa, María, si sabemos eso desde hace años? Mejor vamos de una vez a casa de Chucho y Elia.

-Que lo diga la UADY es una cosa, dice María mientras atraviesa velozmente el umbral, que lo diga una institución de gobierno, es otra… Así que no voy a descansar hasta que un pronunciamiento del gobierno del estado frene esta marea destructiva.

 

Pepe y María llevan casados desde hace cerca de 30 años. Pepe, se jubiló en el año 2018, cuando cumplió 60, y María entra ya en la cuenta regresiva: su jubilación está prevista para el año próximo, 2022. Se ha propuesto, antes de salir de vacaciones navideñas, dejar lista toda la información sobre la presencia de agrotóxicos porque vive angustiada por la reelección de Trump, que ha mandado al traste todos los esfuerzos en la lucha contra el cambio climático. Aunque todos hicieron alboroto el año pasado, en realidad esta es la primera navidad de los nuevos años 20’s –murmura casi entre dientes María– y no quiero salir de vacaciones sin que el posicionamiento del gobierno del estado sea firme en relación con este tema.

 

Pepe la mira enternecido. María ha llevado guardada en el corazón la lucha por la conservación del medio ambiente durante muchos años (buen vivir, espetaría ella si lo escuchara). La acusan de profeta de desastres cuando, en medio de la fiesta, suelta su perorata de que el mundo se va a acabar en menos de cien años. En voz baja, Pepe la corrige: “la especie humana, Mary, la especie humana… el mundo va para largo… al sol le quedan varios millones de años de incandescencia…” y María lo escucha, y su ansiedad se apacigua. Con renovado tono comienza entonces a hablar sobre la maravillosa aventura de pertenecer a la especie humana, conciencia del planeta, y de lo estúpidos que somos al llevar todas nuestras civilizaciones a la debacle. María es incomparable, piensa Pepe, fue una suerte que nos hayamos encontrado en la facultad después de aquel fugaz encuentro en el que casi echo todo a perder. Y es que Pepe quedó prendado de María cuando, al caminar sobre la calle 60, a la altura de la iglesia de Tercera Orden, se cruzó con ella. A las puertas del Cine Cantarell le lanzó un piropo atrevido. María lo miró con una furia que terminó por desarmar al donjuán callejero. Cuando se reencontraron en la facultad de antropología, Pepe tuvo que batallar mucho tiempo para que María le hablara y le perdonara, hasta que terminaron enamorándose.

 

Pepe regresa de sus pensamientos cuando el celular le anuncia la entrada de un mensaje de su hijo: “Estoy llevando a Elia al hospital. Se le rompió la fuente. Si pueden, no tarden”. Chucho lleva tiempo esperando con ansias este nacimiento. Cuando se casó con Elia, Pepe y María no podrían haber estado más de acuerdo: Chucho había encontrado en Elia una especie de alma gemela. La conexión entre las dos familias fue inmediata. Zac y Chabela eran también antropólogos, así que tenerlos de consuegros fue una buena coincidencia. Chabela y María se hicieron cercanísimas, mientras que Pepe y Zacarías se fueron hermanando por las coincidentes aficiones deportivas. Siendo Elia y Chucho, ambos, hijos únicos, las dos familias comenzaron a reunirse una vez a la semana, a veces para comer, a veces para cenar, otras simplemente para pasar el tiempo en su mutua compañía. Empezaron también a pasar juntos los períodos de vacaciones. Así que el matrimonio de Chucho y Elia transformó a dos familias en una gran familia ampliada. Pepe camina de prisa para alcanzar a María a la salida de la oficina de su jefe: ahora sí vas a tener que hacerme caso. Ya se le rompió la fuente a tu nuera.

 

La sala de espera del IMSS está helada como el carajo, le dice Pepe a Zac mientras fuman juntos un cigarro a las puertas del hospital. Ya para tener dos años el Peje como que los cambios se ven lentos, continúa Zac con sorna, recordando que Pepe fue de los entusiastas defensores de la candidatura de López Obrador en 2018. Pepe, mente plagada de anécdotas útiles, le cuenta a Zacarías que Roger, un amigo yucateco que vive en Uruguay, estuvo en Montevideo el año que ganó por vez primera el Frente de Izquierda. Roger salió a la plaza junto con su esposa con las banderas del Frente a festejar el triunfo de la coalición de partidos progresistas. Roger me animó a ir a la concentración del triunfo de AMLO en 2018 cuando yo, enojado por algunas extrañas alianzas que fueron concretándose a lo largo de la campaña, consideré aquel triunfo decepcionante –le dijo Pepe a Zac. El argumento de Roger fue harto convincente: Yo fui al triunfo de Tabaré, me dijo, al año ya estaba decepcionado de su gobierno… pero así es la vida, Pepito, los triunfos son sólo pasos en un largo camino, son momentáneos, pero ay de aquellos que no sepan disfrutarlos: se pierden el hoy por el mañana. A lo mejor Dios se compadece de ti y te mueres antes de decepcionarte más del Peje, me dijo el pinche Roger. Así que fui al festejo. Pepe y Zac ríen a mandíbula batiente. Pues no se compadeció, remató Zacarías.

 

Dentro, María y Chabela no dejan de preguntar a cuanta enfermera se cruza en su camino que cómo va el trabajo de parto, que si Elia podrá tener al niño de manera natural o tendrán que hacerle cesárea, que en cuánto tiempo calculan que podrá visitársele en el cuarto… y las enfermeras les responden con paciencia. “Se nota que son abuelas primerizas”, les dice una de ellas después de contestar una de sus abundantes preguntas. María y Chabela sonríen. ¿Cómo le van a poner? pregunta Chabela a María ¿Elia? María se enfrasca en una explicación de por qué Elia se llamaba así (que por el profeta Elías, hágame usted el favor) y de la decisión que Chucho y Elia habían tomado de ponerle a la niña el mismo nombre de la que fuera candidata del CNI en las elecciones del 2018. Es un hermoso nombre, le contestó Chabela, y más hermoso aún todo lo que esa candidatura nos hizo sentir durante la campaña.

 

Pepe, con un ojo al gato y otro al garabato, se da cuenta a lo lejos que el doctor ha salido del quirófano. Zac y él corren hacia la sala de espera. María y Chabela están ya escuchando al médico: todo salió de maravilla. La niña nació de parto natural. Apapachen a la mamá que tuvo que batallar mucho para tenerla de esa manera. Los felicito, dice el doctor mientras se aleja. Los cuatro abuelos escuchan con el rostro encendido de la alegría. Por la puerta de atrás, a lo lejos, ven salir a Pepe, todavía con la ropa verde que se usa en la sala de operaciones y la cámara en mano. Va llorando de emoción.

 

Un día después, los cuatro abuelos y el papá rodean la cama del hospital. Han traído a la niña para que, por primera vez, pruebe los brazos de su madre. Sólo han podido verla antes a través del cristal de la cunería. Pinche AMLO, no tiene sensibilidad familiar, susurra Zacarías para seguir jodiendo a Pepe. La niña hace ahora pucheros, arropada por su madre, en la imagen de indefensión mayor que tenemos los seres humanos, la temprana infancia: casi el desamparo. Elia la acurruca en sus brazos y pronuncia el nombre que para ella ha escogido. Si no fuera por las niñas y los niños, dice en ese momento Chucho con la mirada de embeleso clavada en la niña, el mundo sería una mierda.

Iglesia y Sociedad

¡La Vida no es un negocio!

5 Dic , 2016  

Los esfuerzos para enfrentar el cambio climático parecen haber llegado a un callejón sin salida. El actual modelo extractivista de explotación de los recursos naturales ha convertido las reuniones que promueve la Organización de las Naciones Unidas en seguimiento de los Protocolos de Nagoya y Cartagena, en un gran mercado que, amparado en la venta de los bonos de carbono, ofrece falsas salidas a un problema de alcance universal y pone en riesgo la viabilidad misma de la especie humana, llevando al ecosistema a una debacle de alcances descomunales.

 

Por eso, recibo con alegría y comparto con entusiasmo en este espacio, una voz sensata emitida en los comienzos mismos de esa importante reunión. Se trata de la voz de algunos grupos del pueblo maya peninsular, a la que se han adherido varias organizaciones nacionales e internacionales.

 

Declaración conjunta de pueblos indígenas de México, al inaugurarse la COP 13 de la Convención sobre la Diversidad Biológica, en Cancún, Quintana Roo, México

 

CONSIDERANDO QUE:

 

  • La celebración de la decimotercera Conferencia de las Partes (COP 13) de la Convención sobre diversidad biológica, a realizarse en Cancún a partir de este 4 de diciembre de 2016, se sitúa en el contexto de un modelo extractivo depredador;

 

  • El Estado mexicano se ha puesto al servicio de las grandes empresas transnacionales y de la llamada “economía verde”;

 

  • La constante en las COPs pasadas ha sido convertir una asamblea de discusión sobre biodiversidad en una feria de negocios y plataforma de implementación de proyectos;

 

  • Los proyectos mineros, eólicos e hidroeléctricos, así como el avance del modelo de monocultivos y la promoción de uso de agrotóxicos, contribuyen al despojo de las tierras y los territorios de las comunidades indígenas y conllevan graves violaciones a los derechos humanos y los derechos de los pueblos originarios;

 

  • Las empresas contaminan suelos y aguas impunemente, destruyen el tejido social de comunidades indígenas y campesinas, mientras los defensores del medio ambiente son criminalizados;

 

  • Los estudios de impacto ambiental están amañados para responder a los intereses de las grandes empresas y no se respeta el derecho de los pueblos originarios a procesos de consulta previa, informada y definitoria;

 

  • El despojo de los territorios indígenas es también apoyado y promovido por grandes empresas de la industria turística y por la construcción de grandes desarrollos habitacionales de lujo;

 

  • Las amenazas al territorio y la cultura de los pueblos originarios vienen acompañadas de engaños, opacidad, manipulación de contratos, violación a mandatos agrarios, promesas de paraísos económicos y discursos conservacionistas y de preocupación ante el cambio climático que nunca sobrepasan el nivel de meros discursos;

 

  • Cuando estos discursos engañosos no funcionan, se recurre a presionar a los pueblos que resisten, a través de declaraciones de académicos y de organizaciones “ambientalistas” afines al sistema extractivo depredador, supuestas alarmas de los prestadores de servicio y amenazas de retirar programas de apoyo gubernamental, hasta llegar a la actuación violenta de los órganos de seguridad y la constitución de grupos de choque o paramilitares, asociados a veces con el crimen organizado;

 

  • Al despojo territorial se une la privatización de la cultura y el combate contra la identidad indígena, su lengua y su cosmovisión;

 

  • El proceso de criminalización de las personas y comunidades que resisten pone en peligro constante a los defensores de los bienes comunes y realiza una represión selectiva en contra de quienes, en uso de su legítimo derecho, se oponen a este sistema económico de muerte,

 

Los firmantes de esta Declaración, conscientes de que en la COP13 de la Convención sobre Diversidad Biológica se discutirán temas que no son menores, como la regulación de organismos vivos modificados, la bioprospección y el uso de la biodiversidad por parte de pueblos y comunidades indígenas, queremos decir nuestra palabra.

 

Somos pueblos con memoria. No olvidamos la experiencia del ICBG-Maya (conocido en castellano como proyecto de investigación farmacéutica y uso sustentable del conocimiento etnobotánico y biodiversidad en la Región Maya de Los Altos de Chiapas, México), que fue operado por parte del Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), la Universidad de Georgia, con apoyo económico del gobierno de Estados Unidos, y la compañía biotecnológica molecular Nature Limited de Gales, Reino Unido. El ICBGMaya, el proyecto más grande de biopiratería, fue detenido por la fortaleza de las comunidades indígenas y campesinas de Chiapas y por el Consejo de Organizaciones de Médicos y Parteras Indígenas Tradicionales de Chiapas (COMPITCH), quienes pusieron un alto a este proyecto de despojo. Pero sabemos que nuevas formas de colonialismo penden sobre nuestros territorios y sobre las sagradas tierras en las que vivimos.

 

Por ello,

 

DECLARAMOS QUE:

 

El patrimonio biocultural que está en juego no tiene precio: es intangible e inconmensurable. Tenemos la obligación moral, ética e histórica de continuar con su resguardo y su uso compartido, porque está vinculado a los procesos mismos de nuestra vida, procesos que aprendimos de nuestra Madre Tierra y que son fruto del conocimiento ancestral de nuestros pueblos.

 

No estamos en contra de cuidar la naturaleza: hemos sido sus guardianes por miles de años. La imposición de los proyectos arriba mencionados, su implementación a base de trampas y engaños, y el hecho de que ocultan información sobre lo que realmente significan para nuestros territorios, nos convencen de que no tienen como objetivo la salvaguarda de la biodiversidad.

 

Sentimos una gran preocupación por la forma en que se toman las decisiones en la COP 13, porque pueden comprometer los bienes de la naturaleza y poner en riesgo los conocimientos ancestrales que resguardamos.

 

El impulso del proyecto REDD+ (Reducción de Emisiones de gases de efecto invernadero causadas por la Deforestación y Degradación de los bosques, la conservación y el incremento de las capturas de CO2) evidencia la falta de voluntad para encontrar soluciones reales al cambio climático, una de las mayores amenazas contra la vida en el planeta. Los pueblos originarios no somos laboratorios donde puedan experimentarse mecanismos para lograr los objetivos de desarrollo sustentable.

 

Los pueblos originarios sabemos que es necesario mirar y atender las causas reales de la pérdida y degradación de la biodiversidad. Queremos seguir defendiendo nuestros territorios, nuestra cultura, nuestra identidad comunitaria. Hacia los cuatro puntos cardinales del planeta, los pueblos indígenas manejamos nuestros bosques y territorios, nuestros montes y nuestros ríos y mares, respetando y promoviendo la biodiversidad, con lógicas alejadas de la “economía verde” que sólo busca convertir a la Madre Tierra en una mercancía.

 

Estamos decididos a seguir buscando nuestra soberanía alimentaria a través de prácticas limpias, que generen alimentos de autoconsumo y que nos permitan intercambiar nuestros excedentes en mercados locales. Si perdemos el control de nuestros territorios y los entregamos a las empresas transnacionales, se perderá la posibilidad de producir nuestros propios alimentos.

 

No hemos perdido la memoria. A las grandes compañías y sus aliados les decimos:

 

Ustedes han echado a perder la naturaleza. No les interesa el agua, ni el aire, ni la vida. Sólo les interesa ganar más dinero. Convirtieron el petróleo en la única fuente de energía sólo por lucro. Es el lucro el mismo motivo que se esconde detrás de su nueva “economía verde”. Estamos dispuestos a encontrar soluciones a los problemas que su economía depredadora ha causado a todo el planeta, pero ustedes no pueden evadir la enorme responsabilidad que tienen en la actual crisis climática’’

 

COMO PUEBLO MAYA PENINSULAR, HACEMOS UN LLAMADO A las autoridades, a las organizaciones civiles y vinculadas con la agroecología y a la sociedad en general: Los protocolos de Nagoya y de Cartagena, que se discutirán al margen de la COP 13, favorecen a las empresas multinacionales y promueven la privatización de bienes comunes y de conocimientos ancestrales.

 

En nuestro país, quienes encabezan estos proyectos, los grandes “coyotes verdes” (CONABIO, la agencia de cooperación alemana GIZ, entre otros), no se han caracterizado por la búsqueda del bien de los pueblos y de las comunidades originarias, sino el de las multinacionales.

 

Bajo un discurso y un proceso amañados, la Convención por la Diversidad Biológica no nos representa. Une en sus planteamientos una propuesta de desarrollo imparable que es en sí depredadora, con un supuesto deseo de conservar y salvaguardar la biodiversidad. Conocemos ya ese discurso. No les creemos.

 

¡La Vida no es un negocio!

 

¡La Madre Tierra, la biodiversidad y los bienes comunes naturales

no se venden: se aman y se defienden!

Firmamos:

Comunidades y pobladores Mayas de la Península

“U Yits Ka’an” Escuela de Agricultura Ecológica, de Maní Yucatán

Unión de Pobladores y Pobladoras de Chablekal, Yucatán

Movimiento Reddeldía de Los Montes Azules de Chiapas

Consejo de Organizaciones de Médicos y Parteras Indígenas Tradicionales de Chiapas

Chac-Lol

El Consejo Regional Indígena y Popular de Xpujil

Subscriben:

Indignación. Promoción y Defensa de los Derechos Humanos A.C. (Yucatán, México)

Otros Mundos A.C. / Amigos de La Tierra México

Procesos Integrales para la Autogestión de los Pueblos (PIAP, México)

U Yich Lu’um A.C. (Calakmul, Campeche, México)

Movimiento Mesoamericano contra el Modelo Extractivo Minero (M4)

CEIBA / Amigos de La Tierra Guatemala

COECO-CEIBA / Amigos de La Tierra Costa Rica

Colectivo Voces Ecológicas (COVEC, Panamá)

Haiti Survie / Amigos de La TierraHaiti

CENSAT-Agua Viva / Amigos de La Tierra Colombia

NAT / Amigos de La Tierra Brasil

Amigos de La Tierra Argentina

FOE-US / Amigos de La Tierra Estados Unidos

Red Latinoamericana Contra los Monocultivos de Árboles (RECOMA)

Movimiento mundial por los Bosques tropicales (WRM)

Amigos de la Tierra Internacional

Iglesia y Sociedad

Colapso civilizatorio

11 Nov , 2016  

Al Movimiento Ecuménico de Teología India Mayense

En su 26º Encuentro en Kancab, Yucatán

 

Algunos la llaman crisis. Otros, con tono más angustioso, lo llaman colapso. Como quiera que se le denomine, la situación marcada por este cambio de época no deja de ser motivo de análisis y reflexión. Pareciera que los cimientos mismos sobre los que habíamos construido nuestra convivencia como especie están siendo cuestionados por un sistema económico y sociopolítico que ha convertido el lucro en la razón última para el actuar humano, rebasando todos los límites que nos habíamos impuesto para sobrevivir más o menos armónicamente. Las propias bases materiales sobre las que se sostiene la vida están amenazadas por el sistema en el que vivimos. No se trata solamente de una crisis de valores: es la sobrevivencia de la especie humana la que está en juego.

 

La profundización de las desigualdades, la ruptura del tejido social, la desconfianza en las instituciones, el riesgo de la debacle del ecosistema son solamente algunas de las manifestaciones de este colapso. Se trata de un conflicto sistémico, nombrado por algunos especialistas como una “emergencia planetaria”.

 

El analista madrileño Yayo Herrero nos explica de manera comprensible que hay dos características o presupuestos de nuestra civilización que están siendo puestos en cuestión: la ecodependencia y la interdependencia. Lo dice así: “Los humanos somos radicalmente ecodependientes. Todo lo que necesitamos para mantener la vida y satisfacer nuestras necesidades materiales procede de la naturaleza, sobre la base de un planeta físicamente limitado, Asumir estos límites físicos, implica comprender que nada, absolutamente nada, puede pretender crecer de manera ilimitada. Pero, además, los humanos somos también seres interdependientes. Durante toda la vida, pero sobre todo en algunos momentos de nuestro ciclo vital (infancia, vejez, diversidad funcional, enfermedad, etc.) las personas no podríamos sobrevivir si no fuese porque otras dedican tiempo de trabajo a cuidarnos”. (Agenda Latinoamericana 2016, pp. 142-143)

 

Pues bien, son justamente estas dos características, estas dos columnas que han sostenido la construcción de civilización humana y sobrevivencia armónica, las que están en riesgo debido al sistema capitalista extractivo que se ha construido en franca oposición a estas dos relaciones: la ecodependencia y la interdependencia.

 

El régimen del capital pretende ignorar que el planeta tiene límites físicos que ya estamos sobrepasando. La declaración del “Overpassing day” en meses pasados, nos anuncia que hemos comenzado a rebasar los límites: hoy se necesitaría más de un planeta para satisfacer los requerimientos de la humanidad. Todo esto debido a la sociedad de consumo que hemos creado. Este sistema pugna por un crecimiento económico ilimitado, pondera como virtud fundamental la competitividad sin frenos, olvidando que este tipo de crecimiento solamente puede realizarse a costa de destruir todo lo que necesitamos para sobrevivir. Quizá la técnica extractiva conocida como “Fracking” sea el ejemplo más acabado.

 

Quizá también por ello, la mirada que hoy dirigimos al futuro sea tan radicalmente distinta de aquella que teníamos hace unos cincuenta años. Los programas futuristas de los sesentas y setentas (Los Supersónicos, por ejemplo) miraban con optimismo hacia el futuro: todo sería mejor, más rápido, más eficiente y haría nuestra vida más disfrutable. Las películas futuristas de hoy podrían ser consideradas casi películas de terror: naturaleza devastada, hambre, muerte de poblaciones enteras, necesidad de buscar otro planeta dónde vivir…). Cada vez más, traer hijos al mundo es una decisión que debe enfrentar la superación del desaliento ante el futuro que se nos avecina.

 

Han bastado los doscientos últimos años para cosechar los frutos del podrido árbol del capitalismo feroz: la energía fósil ha entrado en franco declive, el cambio climático es una realidad que nos afecta y que sólo es negada por un pequeño grupo (pero con grandes intereses económicos) entre los que se cuenta el electo presidente de los Estados Unidos, y hay una profundización de las desigualdades que causa escalofríos: el 99% de los bienes en manos de unas pocas compañías transnacionales, que dictan a los países, otrora soberanos, las políticas que han de seguir y los ponen al servicio de un sector social privilegiado que no tiene empacho, para garantizar su estatus de vida, en engullirse bosques, ríos, suelos y minerales. Todo, como mercancía que se compra y se vende.

 

No hay planeta, por rico que sea, que aguante esto. La producción que busca el crecimiento económico a toda costa ha dejado de distinguir si produce bienes y servicios que realmente necesitamos o si, en la lógica de la compra venta como motivo de vivir, nos ofrece artefactos indeseables que destruyen y agotan materiales finitos e impiden que la naturaleza tenga tiempo de regenerarse.

 

Yayo Herrero ofrece, en el análisis al que he hecho referencia, elementos para un nuevo punto de partida. Habla de la necesidad de asumir el inevitable decrecimiento porque es consciente de que la humanidad, quiéralo o no, tendrá que aprender a vivir con menos energía y menos recursos materiales. Por otro lado, propone comenzar a “desacralizar y cuestionar la legitimidad de una propiedad ligada a la acumulación que impida una vida devente para muchas personas… la suficiencia material deberá tener una dimensión normativa que ponga límite a los excesos… habrá que repartir los trabajos derivados de la interdependencia para que sean realizados por hombres y mujeres en condiciones de igualdad…

 

El reto será si la humanidad logrará esto a la buena o a la mala. Es decir, si será capaz de diseñar un modelo productivo que se ajuste a la capacidad material del planeta y minimice las desigualdades económicas y patriarcales: volver a poner al ser humano –y no al mercado– como epicentro de la convivencia humana, y si podrá retomar la ecodependencia y la interdependencia como criterios de organización social. Para responde a ese reto habrá que volver los ojos a las culturas de los pueblos originarios, expertas en sobrevivencia. Es paradójico: serán aquellos pueblos, tradicionalmente explotados y depreciados, quienes, en acto de generosidad amorosa, nos entregarán las llaves para la reconstrucción del planeta.

Iglesia y Sociedad

Los extremos de la vida

26 Oct , 2016  

Para Víctor Ariel, mi sobrino nieto, en sus dos meses

Para doña Socorrito, mi mamá, en sus 94 años

 

Si no han tenido la oportunidad de presenciarlo nunca, basta que vayan a Youtube y coloquen “parto de una yegua” y les saldrán numerosos vídeos. No hay ninguno que sobrepase los cuatro minutos. En algunos de ellos las yeguas tienen asistencia humana. En otros, no. De manera asombrosa uno puede contemplar cuán provistos están los caballos recién nacidos de cualidades de subsistencia, dado que se ponen a andar unos minutos después. La fragilidad del ser humano, en cambio, es proverbial. No puede valerse por sí mismo sino hasta pasados varios años: caminar, hablar, son actividades que requieren aprendizaje tardado y que nos colocan en cierta desventaja frente a otras especies del planeta. Lograr la independencia total, es decir, poder sobrevivir por sus propios medios y sin ayuda, es una tarea que el homo (et mulier) sapiens no puede ver concluida sino hasta varios años después de su nacimiento.

 

El inicio de la vida nos pone en contacto con esta fragilidad estructural de los seres humanos. La científica norteamericana Kate Wong, especializada en paleontología y antropología física, lo explica de esta manera:

 

“Los bebés llegan al mundo completamente dependientes de los cuidados y necesidades que necesitan de sus padres. Sin embargo recién nacidos de otras especies primates también necesitan de cuidados, pero los recién nacidos humanos son completamente indefensos porque sus cerebros están completamente en desarrollo… La tradicional explicación para los nueve meses del periodo gestacional y de los bebés totalmente indefensos es la selección natural que favorece el momento del nacimiento en una temprana etapa del desarrollo fetal para adaptar dos cosas: el tamaño del cerebro y el desplazamiento en dos extremidades, características de la herencia humana. Bajo esta óptica, la adaptación al bipedalismo (caminar en dos extremidades) restringe la anchura o amplitud del canal de nacimiento por lo tanto es importante el tamaño del bebé para que pase por el canal de parto. Los bebés humanos por lo tanto nacen cuando su cerebro es menos del 30% del tamaño de un cerebro adulto, para que puedan pasar a través del angosto canal de nacimiento. Después continúan su desarrollo afuera del útero doblando el tamaño del cerebro en aproximadamente el primer año…” (1)

 

Pero en estos últimos siglos hemos venido experimentando que la fragilidad del ser humano, como en un círculo de eterno retorno, regresa en la ancianidad. Digo en estos últimos siglos, porque la tasa de prolongación de la vida ha ido en aumento creciente. Una persona era anciana, en los inicios de la era cristiana, cuando llegaba a la cincuentena. Difícilmente hoy una persona de 50 años, hombre o mujer, aceptaría que la definieran como anciana. Esta prolongación de la vida en la especie humana, gracias a la creatividad del ser humano y al desarrollo científico que ha alcanzado, nos enfrenta a la nueva realidad que ha desplazado la ancianidad hacia los ochenta o noventa años.

 

Me parece extraordinario que ambos extremos de la vida (infancia temprana y ancianidad tardía) terminen tocándose en la característica de la fragilidad. Seres-arrojados-al-mundo, como nos definía Heidegger, tenemos como marca de fábrica la precariedad. Hasta nuestros sueños y deseos son mayores que nuestras posibilidades. La fragilidad estructural del ser humano debería, pienso yo, ser más tomada en cuenta a la hora de plantearnos utopías motivadoras. Nos evitaríamos caer en las decepciones que nos han provocado las utopías ideológicas de los últimos años. A la vista de esto que llamo nuestra ‘fragilidad estructural’ como especie, una piedra de toque que validase cualquier propuesta utópica debería ser su capacidad de generar presentes dignos.

 

Este es, sin duda, uno de los atractivos mayores del pensamiento/acción zapatista: a la construcción de edificios teóricos de salvación o restauración nacional o mundial, han opuesto, sí, un sistema de pensamiento utópico, resumido de manera espectacular en la frase “Para todxs, todo. Para nosotrxs, nada”, pero que, además, ha sido generador de presentes dignos. Véase, si no, la capacidad que han tenido las comunidades zapatistas de construir su autonomía en cosas tan concretas como salud, elección de autoridades, educación, comercio, etc. Repitiendo a la sin par María Eugenia Sánchez, académica de la Ibero Puebla, cuando realizó una crítica al panorama teológico actual y sus propuestas totalizadoras, ha llegado la hora de construir, con mucha mayor humildad, una ‘teología del peregrinaje solidario’, capaz de generar presentes dignos en medio de la precariedad de este desmoronamiento civilizatorio del que estamos siendo testigos.

 

Todas estas reflexiones me vienen a la mente ahora que mi experiencia se enriquece con los dos extremos: el nacimiento de mi sobrino nieto, el séptimo, y la llegada de los 94 años de mi mamá. Dos fragilidades distintas, pero que nos llenan de alegría, nos ofrecen oportunidad de acompañamiento, nos enriquecen como familia. Escribo estas líneas para compartir mi felicidad y también para no prolongar más mi ausencia, ya suficientemente larga, en este espacio de encuentro virtual.

 

 

 

 

(1): Kate Wong, “Porqué los humanos dan a luz a bebés indefensos”, traducción de Jorge Arturo Hernández Quintero, en https://johequi.wordpress.com

Iglesia y Sociedad

Caín y Abel: de Babel a Pentecostés

20 Sep , 2016  

Para Beatriz Rodríguez Guillermo, en afectuoso recuerdo

 

La marcha convocada por el Frente Nacional por la Familia ha dado lugar a una polémica que, confío, terminará siendo saludable a la larga. Teñida de una gran confrontación, a veces buscada expresamente, a veces solamente provocada por el tema mismo, que toca fibras muy íntimas en la población, la marcha ha dado lugar a un proceso de intercambio de argumentaciones (y de diatribas también, claro, pero esas son sólo propaganda, no discusión seria) de parte de quienes aprueban o se oponen al reconocimiento por parte del Estado de los matrimonios entre personas del mismo sexo.

 

En ambos lados del debate hay muchas personas católicas bien intencionadas. Ninguno de los bandos debería olvidarlo. Los niveles de confrontación, sin embargo, han resultado incómodos para algunas personas y es comprensible, porque no han sido solamente ideas las que se han puesto sobre el tapete de discusión, sino también sentimientos, pasiones, sueños. Grupos de whatsapp y de facebook, modernos areópagos de nuestra época, se han visto sacudidos –y algunos desbaratados– por la intensidad de la polémica.

 

Hoy quiero, por eso, referirme a un texto de los llamados ‘relatos de los orígenes’, entendiendo por ello los primeros 11 capítulos del libro del Génesis, relatos de carácter mítico –en el sentido académico de la palabra– que plantean el horizonte utópico del Israel antiguo, de mediados del siglo V a.C., pero que han servido de reserva de sentido a muchas generaciones que han abrevado de la tradición judeocristiana.

 

Se trata del texto de Gn 4,1-16, conocido como el relato de Caín y Abel. Es un relato de familia, aunque no tenga nada que ver directamente con la reproducción –que la familia es mucho más que eso– porque se trata de la historia de dos hermanos. Una vez presentados los dos protagonistas del relato, Adán y Eva desaparecen de la escena. Se trata, pues, de un relato arquetípico sobre lo que debe entenderse por fraternidad y del surgimiento de la violencia entre hermanos.

 

El relato tiene algunas dificultades para un lector de hoy. Recurriendo a un semitismo (afirmación + negación = comparación), el autor, sin dar más razones, afirma que “El Señor se fijó en Abel y en su ofrenda y se fijó menos en Caín y su ofrenda” (traducción de la Biblia del Peregrino). Para nosotros eso es un problema porque hemos terminado concentrando nuestro esfuerzo de comprensión del mensaje del texto en discurrir cuál habría sido la causa de la preferencia de Dios por la ofrenda de Abel, como si la decisión divina hubiera sido el origen del desenlace violento.

 

En este campo, hay múltiples posibilidades de explicación que los teólogos han explorado. Una de ellas es la diferencia de oficios, que escondería el juicio sobre dos culturas de trabajo, la domesticación de animales y/o el cultivo de la tierra. Abel sería el pastor errante, ligado a la vida rural, mientras que Caín sería el constructor de casas y ciudades. En esta posibilidad jugaría un papel importante el antagonismo social entre las ciudades cananeas y la vida de pastores nómadas del Israel más antiguo.

 

Otros especialistas hablan de la diferencia en los sacrificios ofrecidos, que revelarían dos tipos de cultos: uno vegetal y el otro animal. En la historia de las religiones terminó triunfando el culto sacrificial de animales (Gn 8,15-22). El texto habría sido escrito en un momento de profunda nostalgia por la destrucción del templo y la suspensión del sacrificio de animales. Finalmente, algunos otros sostienen que la diferencia estribaría en que Abel era el más pequeño, y es constante la preferencia de Dios por los pequeños a lo largo de la Escritura. Esto explicaría el reproche de Dios “¿Dónde está Abel, tu hermano?” y mostraría la radical equivocación de Caín al contestar: “No sé, ¿soy acaso el guardián de mi hermano?”

 

Pero más allá de esta discusión me importa señalar el hondo significado arquetípico del relato: en la raíz de la misma relación fraterna emerge la violencia. La primera familia de hermanos (no hay esposa, no hay hijos) debería haber sido una familia unida y no lo fue. Por eso, junto con Xabier Pikaza (La Familia en la Biblia, Verbo Divino, Estella 2014), prefiero decantarme más por una mirada al texto que no se centre en los motivos de la preferencia de Dios por Abel en lugar de Caín, porque creo que la sobria mención de la preferencia en el texto sólo persigue la ratificación etiológica de una realidad palpable: la división entre dos hermanos que son distintos. El texto se limita a constatar el surgimiento de la violencia, en el mismo origen de una familia de hermanos.

 

Éste me parece que es el núcleo fundamental de sentido presente en el texto: dos hermanos distintos sólo pueden vivir en paz si aceptan y valoran su diferencia. Cuando, en vez de aceptarse, niegan su diferencia, los hermanos tienden a matarse. Lo menciona así Pikaza: “No basta con que Adán y Eva se acepten como diferentes e iguales en el matrimonio; también los hermanos han de aceptarse y gozarse en la diferencia, teniendo la misma dignidad” (p.52).

 

El relato de Caín y Abel presenta la primera crisis radical y total de la familia humana: lo que podía haber sido lugar para dos casas fraternas y abiertas de hermanos, ha venido a convertirse en pedregal de muerte (Gn 4,11). Volvamos a Pikaza: “Lo más significativo del pasaje (Gn 4,1-16) es el silencio de los hermanos, que en vez de dialogar y completarse, se afrontan y matan. Su enfrentamiento no es del tipo sexual (varón/mujer) ni generacional (hijos/padres), sino fraterno, en un nivel de aparente igualdad… Los primeros combatientes de la historia son hermanos… Estamos ante un hombre (Caín) que se reconoce (se distingue y valora) a sí mismo, matando a su hermano. No soporta que el otro sea diferente, que le vaya bien y que exista, y por eso quiere impedir que viva, aunque en la tierra haya mucho espacio para ambos… Este es el grito más hiriente de la historia (qol dam, la voz de la sangre). Una vez que se ha encendido, el deseo de muerte se propaga: una sangre clama por más sangre, en un gesto de talión infinito que puede conducir a la muerte a todos los hombres.”

 

He subrayado una parte del texto (las negritas son mías) porque creo que el relato de Caín y Abel, leído desde esta perspectiva, puede ayudar a quienes, marchantes o no marchantes, de un bando o del otro de la discusión, tenemos dificultades en construir nuestras relaciones humanas en el goce por la diferencia. Abogar por un mundo unipolar, por un pensamiento único, por una sola óptica para mirar las cosas, además de quimérico, nos conduce hacia la división, hacia Babel. Construir un mundo donde quepan los que son distintos a uno, donde la unidad se construye a partir (y no en contra) de la diversidad y del respeto amoroso, nos conduce hacia una convivencia más humana, hacia el reverso de Babel, hacia Pentecostés.

Iglesia y Sociedad

No marcharé

31 Ago , 2016  

A ‘Tanicho’, como ofrenda luctuosa

A José Ramón Enríquez, por su merecido premio

 

La discusión pública cada vez más informada sobre la orientación y las prácticas de las personas homosexuales es una discusión de largo aliento. Viene de hace muchos años y se ha ido enriqueciendo con aportaciones de las ciencias sociales que han ido acompañando la mutación de conciencia que se ha ido operando en el corazón de personas, naciones y culturas. El cambio que atestiguamos en las nuevas generaciones con respecto al tema parece ser irreversible y no lo pondera solamente quien no quiere hacerlo.

 

Y la mutación de la que hablo es muy simple y cualquiera puede constatarla. Se trata de un colectivo “caer en la cuenta” de que estamos frente a una realidad antropológica que sencillamente es así. Se trata de un auténtico descubrimiento humano, aunque pueda parecer banal. Nos estamos dando cuenta sencillamente de que hay personas que son homosexuales, lo cual no convierte a estas personas en algo especial ni las hace ni más ni menos capaces para realizar cualquier cosa. Para decirlo con las palabras del teólogo católico James Alison: “Sencillamente es así, como la lluvia y las mareas y la existencia de personas zurdas.”

 

Este reconocimiento no ha necesitado de líderes que lo expliquen, ni han servido las ingentes cantidades de dinero y las energías que se han desplegado para frenarlo, sino que cada vez más emerge gente que se reconoce como homosexual, y también reconoce que eso no tiene mayor importancia. Y cada generación más joven tiene mayor dificultad en entender por qué algunos entre sus mayores tienen tanto problema con esto. Y cada vez más países reforman sus leyes para que los derechos de las personas homosexuales sean respetados y se combata la discriminación contra ellas.

 

Entender la sencilla existencia antropológica de lo gay sigue exactamente el mismo cauce que el proceso por el cual hemos llegado a entender el mundo real al dejar atrás creencias supersticiosas. Antiguamente, por ejemplo, se trataba de entender el funcionamiento de los cambios climáticos como atribuidos a ciertas viejas feas, tenidas como brujas, o, como aparece en la película “Apocalypto”, de Mel Gibson, a la sed no saciada de las divinidades mayas. Esto ofrecía a los manejadores de la religión, propagadores y defensores de esa superstición, la posibilidad de disculparse cuando sus pronósticos del tiempo fallaban ostensiblemente. En caso de que hubiera una cosecha mala o una inesperada granizada, siempre había brujas que ejecutar o mayas que sacrificar para declararlos culpables de la catástrofe. Esta práctica supersticiosa, alentada con cierta perversidad, sacó de apuros a los sacerdotes y adivinos, pero retrasó durante mucho tiempo la comprensión del porqué del funcionamiento climático. Fue necesario que la superstición fuera desmontada, que se dejara de creer en la falsa culpabilidad de las brujas o del insuficiente número de mayas sacrificados, para que llegaran a formularse las preguntas que llevaron a entender la meteorología.

 

Esta nueva comprensión viene acompañada del reconocimiento, ya desde la segunda mitad del siglo XX, que no hay defecto psicológico que esté presente entre las personas homosexuales que no lo esté en los heterosexuales y viceversa. En efecto, en cada época histórica han ido desapareciendo prejuicios y hoy no suscribiríamos ideas que apenas hace cincuenta años eran consideradas normales, como que el marido pudiera pegarle a la esposa, o que un negro no pudiera casarse con una blanca. Pero no siempre fue así. Y en las épocas en que esto no fue así, la mentalidad mayoritaria, el prejuicio visto como normalidad, se justificaba diciendo que eran realidades naturales, objetivas, inscritas en la naturaleza humana, aunque hoy nadie se atreva a sostenerlas en voz alta.

 

Desde el campo de las religiones cristianas, sin embargo, este cambio antropológico representa un reto de índole teológica. La emergencia de las personas homosexuales puede ser interpretada desde dos perspectivas: Hay quienes piensan que es producto de la degeneración de nuestra cultura, muestra palpable de la perdición a la que hemos llegado. Otros, en cambio, pensamos que es un signo de los tiempos y que bien podría ser considerado acción del Espíritu, que sopla donde quiere y nadie sabe de dónde viene ni a donde va.

 

La doctrina actual de la iglesia católica parte de la convicción de que las personas homosexuales no existen como tales, sino que sólo existen personas heterosexuales individualmente defectuosas con una tendencia más o menos fuerte hacia actos considerados gravemente inmorales. Éste es el argumento que, sin ser enunciado claramente, sirve de sostén a toda nuestra posición actual como iglesia frente a este tema: que no existen personas homosexuales en cuanto tales, sino que son heterosexuales defectuosos o desviados. Por eso resulta explicable (que no justificable) el apoyo que algunas iglesias han ofrecido a las famosas “terapias reparadoras” que prometen regresar al homosexual a su naturaleza original, la heterosexualidad.

 

El problema es que la concepción que sostiene la iglesia está cada vez más en cuestión y no considera las aportaciones de la ciencia en este campo. Por eso pienso que el “caer en la cuenta” antropológico de la existencia de personas homosexuales no es un asunto anecdótico. En la iglesia tenemos que confrontarnos con esta mutación de conciencia colectiva que se está desarrollando delante de nuestros ojos y dejar de atribuirla exclusivamente a una presunta degeneración cultural. Este debate, ojalá terminemos por reconocerlo de una vez por todas, se está dando en la mayor parte de las iglesias cristianas. Si algunas personas son sencillamente homosexuales y este hecho no obedece ni al pecado, ni al desorden, ni al vicio, ni a fracasos de los papás ni a ingerencias de espíritus malignos, entonces tendremos que enfrentar con nuevas respuestas la cuestión de la diversidad sexual y ofrecer una nueva aproximación teológica a esta realidad.

 

A nada de eso colabora la marcha promovida por el Frente Nacional por la Familia, que a duras penas trata de ocultar bajo el argumento de defensa de la familia su objetivo fundamental: que el derecho de las personas no heterosexuales a casarse y a formar una familia sea reconocido por el Estado. Lamento que la Comisión Permanente de la Conferencia del Episcopado Mexicano se haya unido a esta convocatoria y la promueva. No todos en la iglesia estamos de acuerdo en que el reconocimiento de las uniones entre personas homosexuales sea un ataque a la familia, ni compartimos la creencia –apoyada en afirmaciones catastróficas que se han mostrado mentirosas– de una especie de conspiración internacional que trata de pervertir a los niños y niñas. Por eso no marcharé.

 

Colofón

El Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México ha emitido, en días recientes, un documento con diez consideraciones relacionadas con el tema tratado en esta columna. Aunque, apegado a su jurisdicción, el Consejo se refiere solamente a la Ciudad de México, sus declaraciones bien podrían aplicarse a otras zonas del país. Comparto el texto para enriquecer el debate.

 

Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México

 

Ciudad de México, agosto 29 de 2016.

 

Tras la reciente iniciativa del Gobierno Federal a favor de los derechos de la diversidad sexual y de género, acciones que ya se realizan en la Ciudad de México, diversas organizaciones “pro familia” y grupos religiosos con representación en la capital del país, como el Frente Nacional por la Familia CDMX y la Arquidiócesis Primada de México, han emprendido una desmedida reacción en contra de esta iniciativa que busca brindar condiciones de igualdad ante la ley a todas personas que deseen contraer matrimonio, así como las que busquen el reconocimiento de su identidad de género.

Desde el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México, (COPRED), compartimos lo siguiente:

 

UNO.

Las modificaciones propuestas por el ejecutivo buscan legislar en el terreno de lo civil el matrimonio igualitario, colocando a las personas como el eje fundamental para el goce de derechos y libertades; en este caso, el derecho personalísimo a decidir con quién unirse, voluntad a la que no pueden oponerse gobiernos, ni legislaciones, mismo que está refrendado en el artículo 1° de la Constitución Mexicana donde se prohíbe toda forma de discriminación.

 

DOS.

Es fundamental destacar que los ritos y sacramentos de las iglesias no están a debate, toda vez que la iniciativa no busca modificar los principios con los que estas instituciones definen al matrimonio, es decir, si para una iglesia el matrimonio es entre “hombre y mujer”, así seguirá siendo.

 

TRES.

Los derechos a la libertad de expresión y a la libre manifestación están protegidos en la Ciudad de México, y ya que nuestro país es un Estado laico y la separación Iglesia-Estado está bien definida, alarma el hecho de que la Arquidiócesis Primada de México, a través de la comunidad católica presente en la capital del país, se oponga a esta iniciativa buscando imprimir sus criterios religiosos en los razonamientos para legislar, siendo que la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público de México prohíbe y sanciona a quienes se opongan a las leyes del país o a sus instituciones en reuniones públicas. De continuar los intentos de las iglesias para incidir en las decisiones de gobierno, el Estado tendrá que actuar en consecuencia.

 

CUATRO.

Expresamos nuestra preocupación por la propagación de argumentos falsos que condenan a las personas LGBTTTI por su orientación o preferencia sexual e identidad de género y suponen que su condición es una enfermedad, crimen o pecado, al grado de divulgar videos con mensajes que faltan a la verdad, como los publicados por el Frente Nacional por la Familia (http://goo.gl/o9Av5m ), situación que coloca en mayor vulnerabilidad a este grupo que históricamente ha sido discriminado, al grado de poner en peligro su vida.

 

CINCO.

Asegurar que el modelo de familia ideal sólo es el conformado por un hombre y una mujer, excluye a aquellas familias conformadas por una madre e hijos/as; por un padre e hijos/as; o bien por todas las demás que rompen con el paradigma de la “familia tradicional o natural”. En este sentido, el artículo 4° de la Constitución Mexicana protege la organización y el desarrollo de la familia, ya que el texto no señala específicamente quiénes la conforman.

 

SEIS.

Es falso que exista un “Lobby Gay”. Lo que sí es cierto, es que quienes encabezan este encono optan por reconocer las resoluciones del Tribunal de Estrasburgo y el Consejo de Europa y no las de la Suprema Corte de Justicia Mexicana, luego de que ésta publicara la Tesis de Jurisprudencia 43/2015, donde establece como inconstitucionales aquellas leyes de los estados que consideren a la procreación como finalidad del matrimonio, o bien como el que se celebra entre un hombre y una mujer. Ignorar esta resolución implica el desconocimiento del máximo órgano judicial de nuestro país.

 

SIETE.

Desde hace 6 años, la Ciudad de México puso en marcha el matrimonio igualitario, es así que desde aquel entonces el matrimonio civil se define como “la unión libre de dos personas para realizar la comunidad de vida, en donde ambos se procuran respeto, igualdad y ayuda mutua”. Esta modificación a la ley permite brindarle a él o la cónyuge todos los derechos y obligaciones que del matrimonio derivan.

 

OCHO.

En la CDMX este modelo ha sido exitoso ya que reconocer a las familias diversas no ha perjudicado a la sociedad, no ha acabado con las familias, no ha violentado el derecho de las niñas y los niños, ni mucho menos ha transformado negativamente la forma de relacionarse entre las personas, por el contrario, ha brindado seguridad a la población LGBTTTI, ha consolidado el derecho a la igualdad y ha reconocido la libertad que gozan todas las personas de formar una familia. Así lo demuestran los más de 7 mil matrimonios igualitarios, alrededor de nueve adopciones por parte de parejas del mismo sexo y a diferencia de lo que muchos quieren hacer creer, la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, no tiene registrado un solo caso de abuso a menores por familias homoparentales y lesbomaternales.

 

NUEVE.

Derivado de lo anterior, en el año 2015 la CDMX se consolidó como Ciudad Amigable con la diversidad sexual, hecho reconocido y celebrado por otras ciudades y países del mundo.

 

DIEZ

Desde el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (COPRED), invitamos a no responder a las provocaciones y expresamos nuestra preocupación por el llamado que hacen quienes pretenden confrontar, perseguir, intimidar y -como lo han manifestado recientemente- hasta agredir a quienes legítimamente buscan establecer en las leyes el derecho al matrimonio y a la familia, como lo son las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, transexuales, travesti e intersexuales.

 

Hacemos un llamado al cese de declaraciones con tintes de mensajes de odio, que promuevan escenarios violentos y que no abonen a la cultura de paz.

El matrimonio igualitario y sus derechos llegaron para quedarse.

Sigamos construyendo espacios libres de discriminación.

Iglesia y Sociedad,U Yits Ka'an

Extranjeros en su propia tierra

13 Ago , 2016  

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Son variadas las ocasiones en que la Escuela de Agricultura Ecológica ‘U Yits Ka’an’ ofrece oportunidades de reflexión y concientización en torno a los problemas que aquejan al campo y al pueblo maya y propone la agroecología como uno de los caminos para enfrentarlos. Estos momentos de reflexión acompañan todo el proceso de intercambio de saberes a lo largo del año: el día de la mujer y la agroecología (en marzo), la Fiesta de Intercambio de saberes y semillas criollas (en mayo), el Día de la Tierra (en junio) y el Día del Campesino y la Campesina (en agosto o septiembre).

 

Desde sus inicios, U Yits Ka’an ha buscado visibilizar la situación de los campesinos y campesinas mayas de la región. Por más de veinte años, la Escuela ha intentado acompañar de cerca los gozos y las esperanzas, las luchas y los anhelos de quienes viven y trabajan en el campo yucateco, promoviendo la agroecología integral, no sólo como una mera técnica, sino como un horizonte integral para que las personas y los pueblos sean reconocidos y respetados en sus derechos y dignidad. La Escuela de Maní reconoce y valora el aporte cultural de nuestros pueblos y se une a sus reclamos.

 

El Día del Campesino y Campesina en su versión 2016 tendrá lugar el sábado 13 de agosto y es una actividad instituida y promovida por la Escuela, con el afán de visibilizar la realidad del campo peninsular; sus aportes y sus desafíos.

 

La situación del pueblo maya y la salvaguarda de su territorio es cada vez más difícil y se encuentra en situación de extremada vulnerabilidad. Una serie de megaproyectos han llegado ya a nuestra entidad y otros más se han anunciado. La embestida de los grandes capitales lleva ya varios años: adquisición de extensas zonas para el nuevo aeropuerto de Yucatán, las comunidades mayas que rodean a la ciudad de Mérida que han perdido gran parte de su territorio ocupados por proyectos inmobiliarios, grupos de ejidatarios que venden tierras al mejor postor, sin importarles su comunidad. Son muy conocidas las pugnas y litigios que núcleos de ejidatarios de Halachó y Hunucmá realizan por conservar sus tierras. En el Oriente del estado existen conflictos ejidales en Punta Laguna por la presumible llegada de grandes consorcios turísticos que quieren invertir en ese lugar. La costa del poniente del estado, especialmente Sisal Puerto, ha sido puesta en manos de extranjeros. Lo mismo sucedió cuando se anunció que se construiría el Tren Rápido a Cancún: el solo proyecto generó una avaricia hacia las tierras por donde pasaría dicho tren.

 

La vulnerabilidad de los territorios mayas es peninsular y no sólo privativo de Yucatán; en Holbox, Quintana Roo la pugna por la posesión del territorio continúa hasta nuestros días. Sin olvidar el vergonzoso caso de San Antonio Ebulá, en Campeche, cuyas tierras fueron engullidas por la avaricia y complicidad de empresarios y autoridades o la resistencia de comunidades mayas campechanas contra la siembra de soya transgénica que todavía sacude la región de los Ch’enes.

 

Más recientemente han llegado programas teñidos de verde, utilizando como bandera el cuidado del medio ambiente. REDD+ y sus bonos de carbono, que convierten los montes en mercancías y entregan dádivas a los campesinos/as a cambio de que las naciones que más contaminan continúen haciéndolo. O el anuncio de la llegada de empresas generadoras de energías alternativas, tanto eólicas como solares, que está ya generando especulación de miles de hectáreas que se requieren para su instalación.

 

Ya sea por concesiones de tierras, por renta o por compra, el territorio del pueblo maya está siendo amenazado y puesto en manos de empresas nacionales o extranjeras. En la mayoría de los casos no se tiene en cuenta a los campesinos y campesinas, ni su entorno, ni mucho menos su futuro; si acaso, se les mira como mano de obra futura en proyectos devastadores del medio ambiente.

 

A todo esto debemos sumar la erosión y la enorme contaminación de grandes extensiones de tierra a causa del uso indiscriminado de agrotóxicos vertidos al suelo, la mayor parte de ellos prohibidos en otras partes del mundo. De pronto, los integrantes del pueblo maya se miran como extranjeros en su propia tierra.

 

A la discusión de esta problemática quiere contribuir U Yits Ka’an en este año 2016. Tendremos la oportunidad de analizar juntos/as las principales amenazas que los miembros de la gran familia de la Escuela de Maní descubren en sus regiones. Estudiaremos de cerca las implicaciones de los proyectos eólicos que se han venido anunciando y los graves problemas de contaminación de aguas que han podido documentarse en un círculo de cenotes de nuestro estado.

 

Tendremos también la oportunidad de compartir algunas experiencias de resistencia que han dado resultados: la gobernanza comunitaria de los montes, la organización del pueblo contra los ejidatarios especuladores, la experiencia de autonomía de otros pueblos originarios del país… Todo ello para alimentar nuestra esperanza y organizar nuestra propia resistencia. Los participantes iniciarán el proceso de redacción de una palabra final, una Declaración 2016 que se irá consensando y se hará pública en semanas venideras.

 

Nos está pasando a nosotros hoy lo que con valentía denunciaron hace ya siete años los Obispos de la Región Patagonia-Comahue (Argentina) en su mensaje de Navidad de 2009: «Constatamos que con frecuencia las empresas que obran así son multinacionales, que hacen aquí lo que no se les permite en países desarrollados o del llamado primer mundo. Generalmente, al cesar sus actividades y al retirarse, dejan grandes pasivos humanos y ambientales, como la desocupación, pueblos sin vida, agotamiento de algunas reservas naturales, deforestación, empobrecimiento de la agricultura y ganadería local, cráteres, cerros triturados, ríos contaminados y algunas pocas obras sociales que ya no se pueden sostener».

 

Desde la raíz más profunda del pueblo maya, queremos buscar respuestas, queremos contribuir a la recuperación de la armonía, queremos resistir a la invasión y al despojo. Para eso nos reuniremos este sábado 13, en la sede central de U Yits Ka’an.

Iglesia y Sociedad

Pájaro de mal agüero

29 Jul , 2016  

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“Me ríen mucho, pero no me importa”, dice don Bernardo Xiu, el patriarca maya de la agroecología, cuando se refiere a las burlas que solía recibir de sus vecinos por la decisión que ha tomado de cultivar la tierra de manera respetuosa, respetando sus ciclos y sin usar fertilizantes o abonos químicos.

 

Don Bernardo no se ha sumado a la agroecología movido por la moda. Lo hizo desde hace más de 25 años, cuando lo orgánico era más una extravagancia que una tendencia. Lo hizo convencido por sus amigos y maestros guatemaltecos que le compartieron esta nueva visión que comulgó de manera inmediata con los saberes que don Bernardo había aprendido en su infancia y su juventud de sus abuelos mayas, en el trabajo de la milpa familiar. Desde hace 25 años don Bernardo no ha dejado de aprender y, a pesar de la cantidad de sabiduría que ha intercambiado y acumulado, todavía se deja sorprender por las novedades que las nuevas generaciones aportan, como las que trae su hijo Paolo, que cursa ahora un posgrado agronómico en Costa Rica, cada vez que llega de vacaciones a su casa, o las que desarrolla Lupita, su hija, en los campos familiares a los que, después de graduarse de bióloga, ha regresado para dar vida a una nueva subsede de la Escuela U Yits Ka’an, en el pueblo maya de Mama, en el centro/sur de Yucatán.

 

La familia Xiu Canché es un ejemplo de la manera como puede enfrentarse de manera creativa el drama actual de la devastación medioambiental. Si no fuera porque “me ríen mucho”, como dijera en su uayé don Bernardo, comenzaría ahora mi perorata sobre el ingrato futuro      que le espera a la humanidad debido a que hemos ya perdido la oportunidad de revertir a gran escala los graves daños que le hemos infligido al hábitat que nos ofrece este planeta.

 

Pero no voy a hacerlo… yo. Voy a dejar que nos ofrezca algunos datos recientes David Rieff que, en un artículo titulado “El oprobio del hambre” y publicado en Letras Libres (No. 204, enero 2016), diserta sobre las dos grandes tendencias para enfrentar lo que él considera, ya sin subterfugios, un problema gravísimo y urgente: la inseguridad alimentaria que se va constituyendo como una de las principales amenazas que se ciernen sobre la especie humana.

 

Nos alarman las consecuencias de los grandes flujos migratorios de nuestro tiempo. La manera como cada país decide enfrentar el fenómeno migratorio define la arena de las batallas políticas de nuestra época, como ocurre ahora en Francia y en una buena parte de Europa, o como sucede en la actual campaña para la presidencia en los Estados Unidos, que ha sido motivo de mundial atención en semanas recientes. La cosa es seria: los flujos migratorios, sin precedente cercano, provenientes del África subsahariana y Siria hacia Europa, hacen parecer pequeños nuestros problemas continentales de flujo de migrantes centroamericanos hacia los estados Unidos. Sólo en 2014 más de 200,000 personas emprendieron la travesía hacia la isla italiana de Lampedusa (sí, el primer lugar visitado por Francisco después de su nombramiento como Papa), superando el récord histórico de 70,000, que se había establecido en 2011.

 

Los problemas migratorios no son, desde luego, casuales. Branko Milanovic, en su libro “Los que tienen y los que no tienen. Una breve y singular historia de la desigualdad global” (Madrid, Alianza 2012), subraya que “En un mundo desigual en el que las enormes diferencias de renta entre países son bien conocidas, el fenómeno de la emigración no es una casualidad, ni un accidente, una anomalía o una curiosidad. Es simplemente una respuesta racional a las grandes diferencias en el nivel de vida.”

 

Rieff advierte, con espeluznante claridad, que la combinación de crecimiento de la población, aumento de las temperaturas y niveles del mar a causa del cambio climático ‘antropogénico’, aunado al letal ingrediente del sistema de desigualdad y consumismo que nos aqueja, hace un cóctel mortal. Afirma el politólogo norteamericano, miembro del Instituto de Política Mundial de la New School for Social Research, que:

 

Si estas circunstancias del fin de los tiempos se producen, no habrá nada apocalíptico en el temor de que la visión de Thomas Hobbes de un colapso de la sociedad, tanto en el sur global como en el norte, proclame la guerra de todos contra todos. En tales circunstancias –lo que Marx una vez denominó “una negación general”– la injusticia casi con toda certeza llegará a parecer la menor de las preocupaciones del mundo y los derechos humanos un lujo que un mundo desgarrado ya no podría permitirse tener mucho en cuenta.

 

Puede parecer, y seguramente lo es, bastante apocalíptica la visión de Rieff. No voy a contarles el resto del artículo (que puede consultarse en línea en el portal de Letras Libres) ni a desglosar aquí las dos vertientes de respuestas, pesimista y optimista, que se ofrecen como posibles caminos de salida a la situación que ya se vislumbra como irreversible y que él analiza en la segunda parte de su ensayo.

 

Yo estoy convencido que la migración es un problema, sí, de atención urgente en cuanto drama humanitario, pero que es solamente un reflejo de la crisis estructural del sistema socio económico que nos rige. En esto, los datos del Instituto de Desarrollo de Ultramar de Reino Unido son escalofriantes: para 2030 los desastres relacionados con el cambio climático “sobre todo los vinculados a la sequía, pueden ser la causa más importante de empobrecimiento, lo que cancelará los avances en la reducción de la pobreza para los 325 millones de personas que vivirán en los 49 países más propensos a los desastres en 2030, la mayoría en Asia meridional y África subsahariana”. Esto hará que los flujos migratorios se dupliquen o tripliquen en un futuro cercano.

 

Traigo esto a colación porque quiero, una vez más, manifestar mi esperanzado orgullo en el trabajo que realiza la Escuela de Agricultura Ecológica U Yits Ka’an. “Me ríen mucho” porque, como Jeremías el profeta antes de la invasión de los babilonios sobre el Reino de Judá, suelo ser calificado como pájaro de mal agüero. Quisiera, casi con desesperación, convertirme en el Segundo Isaías y su profecía de consolación (aunque tuvo que realizar su trabajo profético justamente en medio del trauma nacional provocado por el destierro del pueblo judío en Babilonia, augurado antes por Jeremías). Hace ya varios años que, en el cálculo más optimista, he sobrepasado la primera mitad de mi existencia. Por eso me aferro al proyecto de U Yits Ka’an, una de las pocas luces en medio de un panorama de mucha oscuridad.

 

COLOFÓN

No quiero parecer monotemático, ni insistir demasiado en un tema que, por fortuna, está generando tantos y tan importantes debates públicos que nos ayudan a aclarar ideas. Pero en la formación de una opinión propia no hay que echar en saco roto la advertencia de Albert Camus: “Las ideas equivocadas siempre acaban en un baño de sangre, pero en todo caso es la sangre de otro. Por eso nuestros pensadores se sienten libres de decir casi lo que sea.” Y sí, mis queridos lectores y lectoras, la discriminación mata, no solo provoca ostracismo social y restricción de derechos, mata de veras.

Las noticias recientes son alarmantes: en una misma semana (22 y 24 de julio) se han dado a conocer un ataque a una activista transgénero en el Estado de México y el hallazgo de un cadáver calcinado en las inmediaciones de Celaya, de una mujer miembro del colectivo LGBTI (ver www.notiese.org). En este debate con alta carga de encono social, que va mucho más allá de los intercambios de palabras y textos, ya se ve qué parte está poniendo los muertos.

Iglesia y Sociedad

Los zapatos ajenos

18 Jul , 2016  

Hace algunos años se publicó “En qué creen los que no creen”, un interesante intercambio epistolar entre un representante de la cultura laica, Umberto Eco, y un ministro religioso de singular talante, Monseñor Carlo María Martini. Ambos escritores tratan en sus respectivas cartas numerosos temas, pero subyace en el fondo de la conversación una cuestión fundamental: ¿es posible crear un piso ético común entre creyentes y no creyentes? ¿Hay lugar en este tiempo para una ética de mínimos compartidos entre quienes profesan alguna religión y quienes organizan sus vidas al margen de ella?

 

La pregunta conserva toda su actualidad en nuestro tiempo, cuando vemos estallidos de violencia de origen fanático, amparados en tal o cual doctrina religiosa. Los grandes problemas de la humanidad: la desigualdad, la discriminación, el hambre, el deterioro medioambiental, la violencia… requieren para su solución mucho más que de acciones aisladas de grupos humanos, por numerosos que sean: es necesaria una toma de posición en cuanto humanidad frente a estos problemas. Y en esta humanidad, coexistimos creyentes y no creyentes. Y en este proceso de secularización en el que vivimos, es necesario encontrar plataformas comunes que nos ayuden a entendernos y llegar a consensos mínimos, con argumentaciones racionales, sopesadas, que se presenten como visiones en diálogo y no como irreductibles posiciones del “todo o nada”.

 

Durante muchos años he cultivado una amistad singular: yo, ministro religioso, con un expatriado no creyente que escogió venir a vivir en esta ciudad de Mérida. Lamento que la frecuencia de nuestros intercambios haya disminuido por razones ajenas a nuestras voluntades. Recuerdo, con afecto y algo de nostalgia, una de nuestras conversaciones. Emulando al Cardenal Martini, le preguntaba yo a mi amigo cuál era la fuente de su comportamiento ético, cuál la razón más honda de su exitoso matrimonio, mantenido con amor y esmero durante cerca de 40 años, cómo enfrentaba problemas tan espinosos como la tortura, el aborto, la amenaza nuclear, de dónde partía cuando debía hacer juicios de valor a los distintos sistemas sociales y económicos. Las charlas podían prolongarse por horas y no podría describir aquí todas las enseñanzas que me proporcionaban aquellas largas tertulias que compartíamos.

 

En aquella conversación, mientras discutíamos sobre el tema de la interrupción del embarazo hasta antes de las doce semanas, era el momento de una acción legislativa al respecto en el entonces Distrito Federal, mi amigo me ofreció un punto de vista que me pareció harto interesante. Me dijo que cuando llegaba a conflictos de una finura tal, además de informarse para tener a la mano elementos que le permitieran tomar una posición determinada, recurría a un principio que él había convertido en una perspectiva indispensable en su vida. Él encontraba que evitar el sufrimiento humano era una motivación fundamental, aunque no fuera la única, para las decisiones morales.

 

Evitar el sufrimiento (como referente ético fundamental, claro, no quiero decir que haya que evitar el sufrimiento a toda costa o que no haya sufrimientos que valga la pena aceptar), a pesar de ser un descubrimiento humano significativo, tiene todavía una perspectiva de ética de mínimos. Tiene su contraparte mítica en el relato guaraní de “La Tierra sin Males”.

 

El foro realizado la semana pasada, en el que se argumentó públicamente a favor y en contra de los matrimonios entre personas del mismo sexo, me ha permitido encontrar una nueva perspectiva en esta vieja discusión. Se trata de la aportación de Antonio Salgado Borge, que argumentando desde el pensamiento de Phillip Kitcher, sostiene que en la búsqueda de un proyecto ético de la humanidad, uno que camine hacia la igualdad y la justicia, son indispensables dos actitudes vitales fundamentales: la empatía y el altruismo, es decir, aprender a ponerse en los zapatos de las otras personas y ser solidarios con sus problemas y sufrimientos. La empatía y la solidaridad (algo muy parecido a lo que desde el ámbito de la fe cristiana llamamos misericordia) como referentes éticos para la humanidad, nos ofrecen, me parece, un punto de vista positivo que amplía la búsqueda de la felicidad en la especie humana, mucho más allá de la lucha por la desaparición o mitigación del sufrimiento. En el campo de los mitos fundacionales, encontraría su equivalente en el mito andino del “Sumak Kawsay”, el buen vivir.

 

Podrá decir alguno que tanto una como otra de las razones esgrimidas para una ética laica, evitar el sufrimiento y provocar mayor empatía y solidaridad, tienen cierto ribete religioso, dado que puede ser materia de encendida discusión si la experiencia humana se decanta “naturalmente” (para meter un elemento conflictivo más en la disquisición) hacia esos principios (una razón más para desconfiar de los apelativos natural y antinatural, digo yo). La historia de la especie humana, es desde cierto punto de vista, una historia de violencia y estupidez, y no parece haber tenido esos dos principios como rectores de su actuación a lo largo de los siglos. Pero cuando hablamos de ética nos referimos a una apuesta de sentido. Y esta apuesta de sentido es siempre una especie de fe no religiosa. El uruguayo Juan Luis Segundo, probablemente el más lúcido teólogo de la liberación del continente, se refería a este tema en el primer volumen de su obra de tres tomos “El hombre de hoy ante Jesús de Nazaret”, un libro medular en la reflexión teológica latinoamericana. Ahí distingue con meridiana claridad la relación entre fe, religión, dogmas, ciencia, razón, ideología (ahora que las ideologías se han convertido en chivos expiatorios y espantajos para asustar infantes) y se refiere a la ‘fe antropológica’, es decir, la apuesta de valores que una persona hace, independientemente de cualquier credo o aproximación religiosa.

 

Hay, sí, una apuesta de sentido en pugnar porque las instituciones, costumbres, tradiciones, se iluminen con estos valores humanos (aunque enraizados en nuestra pertenencia al ecosistema) de empatía y solidaridad. La ‘fe antropológica’ de Salgado Borge puede ser un camino de encuentro para que, tanto el pensamiento laico como la perspectiva que proviene de la fe, puedan tener un punto de encuentro. Así dejaríamos de convertir los debates de nuestro tiempo en campos de batalla irreductibles y podríamos abonar, desde distintas perspectivas, a hacer de este mundo un lugar con menos sufrimiento y donde todos nos hagamos capaces de ponernos en el lugar de los otros, para tender la mano a quienes están en posiciones de desventaja social. Para esto, como bien apunta Salgado Borge, es necesario reconocer que los seres humanos somos esencialmente iguales… pero eso ya es motivo de otra conversación.