Les anuncio una gran alegría: Dios resucitó a Jesús de entre los muertos. El sepulcro estalló lleno de vida y de gloria en una noche como ésta. Los sumos sacerdotes y el poder romano, los poderosos de la política y de la religión, han quedado enmudecidos. Creyeron que habían triunfado arrebatando la vida del profeta de Nazaret. Hoy deben reconocer, con vergüenza, que Dios le dio la razón a Jesús al resucitarlo de entre los muertos. La vida de Jesús, su ejemplo de amor hacia los más pobres y excluidos, fue una apuesta que valió la pena.
Desde la Sambulá, colonia de empleadas de súper, de mecánicos y traileros, parte del suroeste empobrecido donde apenas pernoctan quienes tienen necesidad de dos o tres trabajos para comer medianamente, desde este espacio de relaciones humanas entrañables, les anuncio esta buena noticia:
De la resurrección de Jesús nos pringa, a borbotones, la esperanza. Nuestro país, se los aseguro, dejará de ser la cueva donde unos ladrones se quedan con el pan de todos, la tumba donde mueren nuestros jóvenes por el simple delito de no tener empleo, la cuadrilla de cómplices que protege a los delincuentes. Desde la raíz, este país será transformado y, entre ensayos parciales, que humanos somos, iremos construyendo una patria de la que ya no nos avergoncemos, un lugar más humano donde la justicia y la paz se den un beso, donde los soldados se ajusten a sus tareas constitucionales y las policías (sean mil o una, que eso no cambia necesariamente la situación de fondo) sean el azote de los delincuentes, no de los ciudadanos y ciudadanas. En los caminos recogeremos frutos y flores, y no los cadáveres de los jóvenes. Y ese país nuevo se construirá, óiganlo bien, a partir de las raíces profundas que atraviesan la patria desde la sierra tarahumara hasta las montañas del sureste mexicano.
Les anuncio que un día, todos y todas tendremos pan en nuestras mesas, y frutas y vegetales. El derecho a la salud será cabalmente respetado y no será la mercancía que pueden comprar solamente quienes tienen dinero. El trabajo será una bendición y no un martirio cotidiano y el hambre, esa bestia feroz que tantas vidas ha devorado, será un recuerdo del pasado, sombra vieja en medio del resplandor de una austeridad gozosa en la que nadie consuma con inconsciencia y desparpajo y en donde nadie viva del trabajo de los demás.
Les anuncio que algún día, con la fuerza del Resucitado, el escándalo que provocó el que una pareja se diera un beso de saludo y por ello fuera llevada a la cárcel en Dubai, se extenderá a todas las personas. Sí, se lo aseguro, llegará el día en que nadie, ninguna persona, entiéndase bien, será encarcelada por un gesto de amor. Ni en Dubai ni en ninguna otra parte. Se acabarán, por fin, todos los prejuicios que impiden a las personas llamar al amor por su nombre y a los niños y niñas suplir la ausencia de sus padres naturales con un hogar que pueda darles el amor que necesitan.
Les anuncio también que encontraremos la manera de que la primavera vuelva a ser lo que antes era, y el verano nos riegue con su lluvia. Les prometo un otoño de olorosos jazmines y un invierno que nos permita valorar las otras ‘calideces’ no climáticas. Sí, el respeto al planeta ajeno nos traerá la paz. Desterrada será la absurda pretensión de poseer algo que le pertenece a la vida, al universo, al equilibrio metagaláctico. Nos miraremos entonces a los ojos, no solo con los otros miembros de nuestra propia especie, sino con los árboles y las ostras, los manglares y los arrecifes, las selvas y los desiertos. Y descubriremos que vivimos en una casa prestada, dispuesta a ofrecernos sus riquezas en tanto nos tratemos con ella de igual a igual.
Este anuncio de resurrección, gritado a voz en cuello en un entorno de destrucción y muerte, tiene una potencia misteriosa escondida en sus entrañas. Jesús de Nazaret, el hombre nuevo, ha despertado del sueño del abismo. Ya nunca más será la muerte la última palabra de Dios para nosotros. Gracias a su virtud utópica, a su motricidad revolucionaria, la resurrección de Jesús puede ser también nuestra propia resurrección. Oigan, si no, lo que los teólogos y poetas dicen de esta fecha:
“Esta es la gran noticia: Dios le ha dado la razón al crucificado desautorizando a sus crucificadores. El rechazado por todos ha sido acogido. El despreciado ha sido glorificado. El muerto está más vivo que nunca. Se confirma lo que Jesús predicaba: Dios se identifica con los crucificados. Nadie sufre que Dios no sufra. Ningún grito deja de ser escuchado. Ninguna queja se pierde en el vacío. Los «niños de la calle», de Bucarest o Sao Paulo tienen Padre. Las mujeres ultrajadas por su pareja tienen un último defensor. Los jóvenes que se suicidan en Europa acaban su vida acompañados por Dios. Y Dios sólo quiere la vida, la vida eterna, la vida para todos. Lo vislumbramos ya en la gloria del resucitado. Hoy es la fiesta de los que se sienten solos y perdidos, de los enfermos incurables y de los moribundos. Es la fiesta de los que viven muertos por dentro y sin fuerza para resucitar. La fiesta de los que sufren en silencio agobiados por el peso de la vida o la mediocridad de su corazón. Es la fiesta de los mortales porque Dios es nuestra resurrección”.
José Antonio Pagola
“La cruz seguirá siendo, / desgraciadamente y para rato / el árbol donde el coche va a estrellarse / cuando todos volvían tan contentos, / la reja insoportable de los presos, / la bala fratricida del fusil, / el látigo legal o físico del amo, / el sobre del despido, / el número del código penal que nos condena. / Pero también, si somos fieles y sencillos, / la bandera animosa, / la dirección segura, / la flecha de la esperanza, / el bastón de la vida / con que Dios, nuestro amigo, nos conduce. / Seguimos caminando, amigos, compañeras. / El reino no ha venido aún del todo: / ¡También tenemos nosotros que traerlo!… / Nuestras pobres alegrías, entre tanto, / no son más que un estreno; / nuestro amor, un besito tímido en la frente. / Y del banquete, / del que Jesús nos habla a cada paso, / no tenemos aún más que unos pocos entremeses. / Lo demás lo iremos preparando / uno a uno y día a día, / todos juntos / lo más rápido posible, / hasta que todos / estemos borrachos por la fiesta, / chiflados como novios / y locos de amistad y esperanza interminable / en la mesa redonda y siempre puesta / del reino de los cielos”.
Víctor Manuel Arbeloa
“Vuestros tiempos perdidos / son mi tiempo de canto. / Me anticipo a gritaros que ya es hora. / Quizá roncos de angustia, / por causa de la noche / los gallos, los poetas, despertamos el día… / Esta es nuestra alternativa; / vivos / o resucitados”.
Dom Pedro Casaldáliga
Se busca un culpable
La muerte de Jesús no fue algo casual. No murió en la cama de un hospital. No pudo disfrutar de una vejez honrosa, como era el ideal judío de su tiempo. Su muerte no es tampoco fruto de ningún accidente. Jesús murió antes de tiempo. Lo mataron en plena madurez y con una violencia que quería ser ejemplar. La muerte de Jesús, que los cristianos y cristianas celebramos con mucha enjundia durante la semana santa, plantea un interrogante insoslayable: ¿quién lo mató? ¿por qué lo mataron? ¿qué dijo o hizo que provocó contra él un odio tan visceral que acabó llevándolo a una muerte ignominiosa? ¿quién se sintió amenazado por su predicación y su actuación?
Hacer estas preguntas no tiene nada de irreverente. En el nivel de la reflexión teológica cristiana el sentido salvífico de la muerte de Jesús puede estar claro. No es éste el asunto sobre el que versan estas líneas. Si Jesús murió o no por nuestros pecados, si su muerte fue o no fue un sacrificio, si obedecía a un proyecto divino o no, son cuestiones que se plantean en otro nivel de reflexión. El asunto que aquí expongo es más pedestre, más de este mundo. ¿Podemos saber, a partir del texto de los evangelios, cuáles fueron las causas por las que Jesús fue condenado a muerte y quiénes fueron sus verdugos o, lo que hoy llamaríamos, los autores intelectuales de su ejecución?
Imposible responder a estas preguntas en el marco breve de un artículo de opinión. Presuponiendo una visión medianamente ilustrada sobre la manera como se estudian modernamente los textos bíblicos, quisiera solamente proponer a la reflexión de los lectores y lectoras tres niveles institucionales que, me parece, fueron amenazados de alguna forma por la predicación y actuación de Jesús. Pido de antemano perdón por las simplificaciones a que quedo obligado en este espacio.
Los fariseos o la imagen del otro Dios posible
Presentados como los principales enemigos de la predicación de Jesús, los fariseos gozan de muy mala reputación. Son acusados de hipócritas y malvados, preocupados por minucias, ansiosos de reconocimiento social y orgullosos de su santidad. Aunque estas acusaciones reflejan mucho más el conflicto entre fariseísmo y cristianismo al momento de la redacción de los evangelios, es incontestable que Jesús mantuvo algunas discusiones y altercados con los farieseos.
El anuncio del reino de Dios que Jesús traía debe haber interesado mucho a este grupo, aunque seguramente los desconcertó. Mientras más lo escuchaban, más discrepaban de él. La libertad de Jesús ante la Ley de Moisés (es decir, ante la Palabra oficial de Dios) debió preocuparlos. Jesús hablaba con autoridad propia, sin atender a lo que enseñaban otros maestros. Lo decisivo para Jesús no era observar la Ley, sino escuchar la llamada de Dios a “entrar” en su reino. Lo absoluto para Jesús no era la Torah, sino la irrupción de Dios que está transformando de raíz la convivencia humana promoviendo una vida más plena para todos y todas, especialmente para los marginados. La principal dificultad de los fariseos parece ser la acogida incondicional de Jesús hacia los pecadores, su mesa abierta a todos, incluyendo a quienes viven fuera de la Alianza y no dan signos de arrepentimiento. Esta actitud reiterada de Jesús debe haber ofendido a quienes consideraban que era preciso exigir a esta clase de gente la penitencia y los sacrificios a que obligaba la Ley.
¿Era esto suficiente para que los fariseos buscaran la muerte de Jesús? Se sabe que los fariseos discutían mucho, que eran apasionados en sus debates… ¿pero matarían a alguien por no compartir su propia visión?
Las autoridades religiosas o la amenaza al culto del templo
Una minoría de ricos conformaban la aristocracia de Jerusalén. Destacaban entre ellos los sacerdotes del alto clero. Sector poderoso y corrupto, dominaban el sanedrín, órgano de impartición de justicia y controlaban los diezmos, tasas y donaciones que llegaban al templo. Llegaron a arrancar a fuerza de golpes los diezmos a los sacerdotes del clero bajo y sus archivos fueron quemados en la revuelta del año 66 para impedir el cobro de deudas atrasadas, según cuenta Flavio Josefo. Eran una instancia de poder con la que contaba el gobernante romano. Muchos de ellos eran del partido de los saduceos
Jesús se colocaba, en su predicación y su acción, al margen del sistema sacrificial del templo. Esto debía irritarlos sobremanera. El desprecio de Jesús por el templo, sus curaciones y exorcismos que atentaban contra el poder de estas autoridades religiosas de ser los intermediarios exclusivos del perdón y la salvación de Dios para su pueblo, seguramente fueron causa de gran preocupación para ellos. Jesús se esmeró en criticarlos en la parábola de los viñadores homicidas (Mc 12,1-8) y en su lamento sobre Jerusalén (Lc 13,34-35). Hay antecedentes, recordados por el mismo Jesús, de cómo la insolencia de los gobernantes religiosos había sido la causa eficiente del asesinato de muchos profetas.
Para estos gobernantes de origen religioso, pero que ejercían un poder que iba mucho más allá de la religión, Jesús abría un camino nuevo, más allá del poder religioso del templo, minando así la autoridad que ellos esgrimían como venida del mismo Dios.
El imperio romano o las consecuencias políticas de la predicación de Jesús
Jesús aparece predicando el reino de Dios. El término griego que usa el NT es “basileia” y sólo se empleaba en el siglo I para referirse al imperio de Roma. Jesús, en cambio, aparece anunciando el imperio de Dios. Oír hablar de un “imperio” que no es el del César, que con sus legiones de soldados establecía la “pax romana”, imponiendo su justicia al mundo entero y exigiendo a cambio de su protección agobiantes tributos a la población, oír hablar de otro “imperio”, repito, aunque se le llame “imperio de Dios” no podía ser muy tranquilizante para gobernantes que veían complots contra Roma en todas partes.
Hay recientes investigaciones que conceden un alto significado político a la actividad exorcista de Jesús. “Si yo expulso a los demonios con el dedo de Dios, es señal de que ha llegado a ustedes el imperio de Dios” (Lc 11,20) podría haber sonado, a los oídos de la gente sencilla de Galilea, que estaba ya pronta la derrota de los romanos, porque en muchas reflexiones judías de la época el imperio romano aparece como la concretización de fuerzas sobrehumanas hostiles a Israel: si Dios controla la historia, ¿cómo es que Israel vive sometido a los dioses de Roma? Si, según la predicación de Jesús, Dios está ya venciendo a Satán, los días de los romanos están contados.
La manera como Jesús sorteó la trampa sobre el impuesto al César (Mc 12,13-17), aun en medio de su ambigüedad, deja clara la resistencia de Jesús al imperio romano y el reconocimiento absoluto de que las personas, particularmente los pobres, le pertenecen a Dios y nadie ha de abusar de ellos. Ni el César. No sabemos si el representante de las autoridades romanas haya dado crédito a las acusaciones contra Jesús, de que andaba “prohibiendo pagar tributos al César” (Lc 23,2), pero el profeta del imperio de Dios resultó seguramente incómodo para quienes sostenían la presencia del imperio romano y se beneficiaban de él: la aristocracia del templo, las familias herodianas y el entorno de los representantes del César.
¿Conclusión?
Difícilmente pueda sacarse una conclusión definitiva de unas cuantas notas pergeñadas con tanta simplificación. Muchos de los datos están tomados de la más reciente, extraordinaria síntesis de descubrimientos sobre el Jesús histórico publicada por José Antonio Pagola. Ahí podrá encontrarse una exposición más detallada. Lo cierto es que la muerte de Jesús no se comprende a fondo si no se toma en cuenta el entresijo histórico que la produjo. Esta cuestión es relevante, no solamente para la construcción de cualquier teología que quiera explicar el fenómeno en otro plano, lo cual precisa tomar en cuenta el acontecimiento histórico de origen, sino para quienes hoy nos situamos como discípulos y discípulas del maestro de Nazaret.
¿Es nuestra predicación y, sobre todo, nuestro testimonio, una herida clavada en el costado de los nuevos imperios de nuestra época o mantenemos una imagen edulcorada de un conflicto que tuvo un desenlace tan cruento que sólo con la simbolización teológica somos capaces de soportar? ¿Somos fieles al perturbador mensaje de Jesús o nos hemos convertido en los sostenedores de una práctica religiosa que resulta inocua y, como decimos en lenguaje común, no mata ni a una mosca? ¿Cómo ilumina esta discusión el testimonio de los mártires de nuestro tiempo y las razones por las cuales los mataron: Monseñor Romero, las hermanas Mirabal, los jesuitas de la UCA, Harvey Milk y Martin Luther King?
Colofón: La cita bibliográfica completa es PAGOLA José Antonio, “Jesús. Aproximación histórica” (PPS, Madrid 2007).
Para Ariel Valdés, en muchos campos colega
El texto de la adúltera perdonada fue leído este domingo en todas las iglesias católicas del mundo. Es un texto raro en el marco de la tradición de Juan. Acostumbrados al lenguaje simbólico y altamente cargado de connotaciones teológicas que tiene el cuarto evangelio, nos asombra encontrar un texto en el que se usa este lenguaje tan simple. En efecto, si leemos el evangelio de corrido, uno encontrará que el texto de la adúltera perdonada es una especie de interrupción entre los elaborados discursos de Jesús sobre el símbolo del agua (Jn 7,37-49) y de la luz (Jn 8,12-20). Algunos especialistas se atreven a hablar de este texto como una especie de aerolito del cielo de Lucas caído por equivocación en el suelo juánico. Como quiera que sea, este texto nos da una luz especial sobre la relación de Jesús con esta mujer sorprendida en adulterio y, en general, sobre la manipulación de la religión para hacer sufrir a los más débiles. Quiero compartir algunas anotaciones con la intención humilde de que pueden ayudarnos a comprender mejor algunos ángulos del pasaje.
La escena nos presenta a Jesús sentado, enseñando en el Templo de Jerusalén, después de una corta estancia en el Monte de los Olivos, donde acostumbraba ir a orar. Son los escribas y los fariseos quienes le presentan a Jesús una mujer sorprendida en adulterio y le preguntan si deben apedrearla, cumpliendo la Ley de Moisés, o no. El evangelista no deja de subrayar que la intención de esta pregunta era ponerle una trampa a Jesús para poder acusarlo. Después de una extraña reacción (‘se puso a hacer dibujos con el dedo en la tierra’) Jesús revierte la situación, avergüenza a los acusadores y despide a la mujer después de perdonarla.
Sobre la pena de lapidación
En el Primer o Antiguo Testamento se castiga el adulterio. Este pecado está incluido en las prohibiciones de los diez mandamientos entregados por Dios a Moisés (Ex 20,14). En una sociedad que consideraba a la mujer como un objeto perteneciente al marido, el adulterio era castigado en virtud de la violación del derecho del otro hombre, con cuya mujer se acostaba el adúltero. Por ello, el pecado de adulterio, tanto si la mujer era ya esposa de hecho, como si era prometida o ‘desposada’, se castigaba con la muerte de ambos adúlteros: “Si uno comete adulterio con la mujer de su prójimo, los dos adúlteros son reos de muerte” (Lev 20,10). Aunque ni este texto, ni Lev 22,22 que citaremos más adelante, especifican qué forma de muerte debía aplicarse a los trasgresores, ya el profeta Ezequiel, al hablar en forma simbólica del pueblo de Israel como una esposa adúltera, sabía que la pena era la lapidación (Ez 16,32-40), lo mismo que en el texto de Juan que estamos comentando. Este castigo horrendo solamente encontraba atenuantes en el caso de que la mujer infiel fuese una esclava. (Lev 19,20-22), porque entonces no se consideraba propiamente adulterio. Pero, precisamente porque la pena era tan grave, no bastaba la sospecha o la convergencia de indicios que hicieran suponerlo: era necesario que los culpables hubieran sido sorprendidos y que los testigos se presentaran ante los tribunales. Es probable que la aplicación de esta pena fuese más bien rara por diversos factores, entre ellos la dificultad de establecer una comprobación plena del hecho y, sobre todo, la posibilidad de que el marido pudiera divorciarse de su esposa, según lo establecido por la Ley (Dt 24,1), lo que ofrecía al marido una salida airosa que dejaba oculta su deshonra.
Sobre la acusación
Llama poderosamente la atención en el pasaje que los escribas y fariseos queden al desnudo en una interpretación maliciosa de la Biblia que se cebaba en las mujeres, haciendo caer solamente sobre ella el peso de la sanción. En efecto, nos avisa el texto que los fariseos apelan a la ley de Moisés para justificar su acción punitiva. Castigarán a la mujer adúltera porque así lo manda la ley de Dios. Los fariseos hacen referencia implícita al texto de Dt. 22,22: “Si sorprenden a uno acostado con la mujer de otro, han de morir los dos: el que se acostó con ella y la mujer. Así extirparás la maldad de ti”. Como se ve, el texto conmina a dar muerte a los dos trasgresores. La sorpresa de Jesús no podría ser mayor: el texto declara que los dos deben morir, ¡pero solamente le traen a la mujer! El dolo de los fariseos queda al descubierto en su misma petición: “La ley de Moisés ordena que mujeres como éstas mueran apedreadas”. Esta es, al menos, una media verdad, y las medias verdades suelen ser las más grandes mentiras. La Ley de Moisés no mandaba que las mujeres fueran apedreadas, sino que ambos transgresores sufrieran la misma pena. La argumentación farisea excluye de culpabilidad al trasgresor varón. Con este tipo de argumentaciones e interpretaciones sesgadas, los fariseos hacían lo que hoy llamaríamos una ‘interpretación sexista o de género’ de la norma mosaica.
Por eso resulta también importante que en el relato los acusadores hayan dicho con claridad que la mujer había sido sorprendida ‘en flagrante adulterio’, es decir, en la realización concreta del acto sexual. ¿Cómo habrá hecho el varón implicado para escapar de los descubridores? ¿No sabrían, los que llevaron el caso ante los tribunales religiosos, quién era el hombre involucrado en esta relación sancionada por la Ley de Moisés? Ante esta clara, dolosa, maliciosa manipulación de la Ley divina, Jesús no puede sino quedar anonadado. Hay quienes sostienen que el acto de ponerse a escribir sobre la tierra manifiesta, precisamente, la incapacidad de Jesús de soportar una hipocresía tan evidente, su estupefacción ante la bajeza de una interpretación de la Escritura que, arropada tras el aparente cumplimiento de la voluntad divina, termina descargando el castigo solamente en la parte más débil.
Sobre el desenlace del episodio
Jesús reta a los escribas y fariseos a lanzar la primera piedra si es que ellos están libres de pecado. La respuesta de Jesús alude a una de las cosas que Jesús criticó con mayor énfasis: la hipocresía. No nos extraña, pues, que el relato nos diga que cuando fueron retirándose los acusadores fueron haciéndolo ‘comenzando por los más ancianos’, como trayendo a la memoria aquel relato de los ancianos que pretendieron aprovecharse de Susana en el libro de Daniel (Dn 13), y a quienes el joven profeta llama ‘envejecidos en años y en crímenes’.
Jesús se queda solo con la mujer. No hay en su mirada ni en su actitud acusación ninguna. La constatación de que no queda nadie que la condene hace que la mujer levante la mirada: ‘Tampoco yo te condeno’, le dice Jesús antes de despedirla. Se cumple así en la práctica aquella palabra de Jesús: “pues no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él” (Jn 3, 17). Este acto de perdón salvífico, es también un acto reivindicatorio de la mujer. Jesús completa su acción cuando le recomienda ‘desde ahora, ya no peques más’. Ella tiene derecho a una vida nueva. Ante las artimañas de un poder manejado por varones, y que descarga la fuerza de la ley en el cuerpo de las mujeres, Jesús se muestra como el Maestro que perdona, que libera, y que regenera a las mujeres, ofreciéndoles una nueva posibilidad de vida.
Una posibilidad de actualización del texto
La acción misericordiosa de Jesús está directamente dirigida a la defensa de la mujer, la parte más vulnerable de la errada interpretación de la ley divina que ofrecían los fariseos. Nunca más, después de esto, deberá usarse la Palabra de Dios para santificar o justificar los ataques en contra de la mujer. En la comunidad nueva fundada por Jesús, todos, hombres y mujeres, somos responsables ante Dios de nuestros actos, pero la acción de la justicia humana debe también ser equitativa, sin descargar su peso en los más débiles. No son pocos los temas actualmente en discusión en las iglesias cristianas en los que tenemos que estar alerta para no usar los textos bíblicos para aumentar el sufrimiento de algunas categorías de personas.
La inequidad de género en los tribunales siga siendo una constante aún en países declaradamente cristianos. Como en tiempos de Jesús, también ahora, nuevos escribas y fariseos, se esfuerzan por exculpar a quienes, por ser varones, pareciera que tuvieran permiso de ser violentos en contra de las mujeres. Basta darse una vuelta por las agencias del ministerio público dedicadas a delitos sexuales. Las mujeres casi tienen que traer al violador confeso para que su demanda corra con suerte. La policía judicial parece coaligarse en contra del testimonio de la mujer. Suele preguntarse a las víctimas cómo iban vestidas, si no fueron provocativas, si no subieron ellas solas al coche donde fueron violadas, etc. El resultado final de muchos de los procesos judiciales en el que las mujeres denuncian violencia es que las víctimas terminan siendo las culpables del delito… ¡aunque usted no lo crea! Si no, véase lo que ocurrió en el caso de la absolución por parte del Tribunal Supremo de un hombre madrileño que había violado a su sobrina de 14 años. Las exculpaciones son de antología: alegó el tribunal exculpatorio que no hubo situación de superioridad y explicó que “la menor pertenece a la etnia gitana que tiene como una de sus costumbres la precocidad en sus relaciones de noviazgo y matrimonio”. La Sala Penal anuló así la condena a dos años y cuatro meses que había sido dictada antes por delito de estupro. Al anunciar la sentencia el Juez añadió otra justificación: que se había comprobado que desde hacía seis meses la joven ¡tenía un novio!
Y esto no sucedió en un perdido país africano o en un subdesarrollado país latinoamericano. Ocurrió en España, en las Cortes de Madrid, y es contado por Nuria Varela, en un valiente libro que lleva por nombre “Íbamos a ser reinas” y que analiza las mentiras y justificaciones con que se pretende justificar la violencia contra las mujeres. Buscar un trato justo y equitativo para las mujeres en los tribunales judiciales de nuestros países es una de las tareas a la que nos invita este texto de la adúltera perdonada.
Los dolores
Las revelaciones sobre la vida personal de Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo, han venido saliendo a la luz desde 1997. Pero las primeras acusaciones presentadas ante instancias eclesiásticas datan de 1956. Se necesitaron veinte años para que las víctimas procesaran su dolor y se atrevieran a hablar públicamente. Han pasado ya más de diez años desde 1997 y las revelaciones no cesan. A los testimonios sobre la pedofilia del sacerdote han venido a añadirse nuevas víctimas: al menos dos mujeres engañadas y varios hijos no reconocidos. Este es el dolor primero: las víctimas directas. Son la deuda mayor de la Legión de Cristo, de la Iglesia Católica, de todos los bautizados y bautizadas.
En el camino hay otra clase de víctimas: los testigos, algunos ex legionarios, que primero fueron desoídos y más tarde públicamente descalificados. También Alberto Athié, presbítero católico que asumió como deber de conciencia buscar justicia para las víctimas de Maciel y tocó todas las puertas que tuvo a su alcance, comenzando por la puerta de su arzobispo, el Cardenal de la ciudad de México. Y todas las puertas las encontró cerradas. Víctimas han sido también algunos trabajadores de la comunicación que se atrevieron a desafiar el poderío de la Legión y su influencia sobre los dueños del duopolio televisivo, para informar sobre el caso Maciel y por ello fueron desacreditados y despedidos de sus trabajos.
Alrededor de Maciel y sus fechorías se estableció una confabulación de silencio. Silencio de quienes, teniendo autoridad sobre el fundador de la Legión, debieron haber tomado cartas en el asunto. Silencio obligado de quienes, bajo una legislación opuesta al evangelio, tenían prohibido hablar de lo que veían o sabían. Silencio de las más altas instancias vaticanas, que tuvieron conocimiento de las denuncias y omitieron hacer la investigación pertinente. Los mismos que ensalzan a voz en cuello a la familia permitieron el sufrimiento de numerosos niños. Este es el segundo dolor: la complicidad. Y venida justamente de quienes ondean la bandera de la verdad y la usan como arma para callar disidentes, pero que fueron incapaces de usarla para investigar al delincuente. Los cómplices tienen nombres y apellidos y han sido públicamente exhibidos en las últimas semanas. La gran mayoría de ellos se mantiene impenitente.
El silencio ha sido roto. Ante las públicas evidencias, diversos niveles de iglesia se han pronunciado. Se habla de un complot contra la Iglesia Católica, orquestado por sus tradicionales enemigos. Se dice que Maciel es sólo un pretexto para desacreditar a la única institución que goza de confianza popular. Se acepta a regañadientes la existencia de los delitos del Fundador, pero se pretende un corte quirúrgico que exculpa a todas las instancias que, de manera cómplice, sostuvieron al delincuente. Nadie parece recordar que el culto a la personalidad de Maciel, su presentación como hombre santo, formaba parte de una estrategia promovida a sabiendas de las acusaciones que circulaban en su contra. Este es el tercer dolor: la ceguera, la contumaz dureza de corazón de quienes, con argumentos religiosos, siguen restándole importancia a un escándalo que ha causado (y seguirá causando) un grave daño a la comunidad cristiana. Mientras usemos subterfugios para no asumir la responsabilidad que nos toca como Iglesia, será difícil que levantemos cabeza.
La esperanza
No basta con decir que la Iglesia perdurará para siempre porque está asistida por el Espíritu Santo para que esto acontezca de manera automática. La promesa de Jesús (Mt 28,20) debe ser leída junto con la advertencia, dirigida no solamente al Israel histórico, sino también a sus discípulos y discípulas: “¿Qué hará el dueño de la viña? Irá, acabará con los labradores y entregará la viña a otros” (Mc 12,1-12).
En lugar de cortes quirúrgicos, hemos de emprender una limpieza de toda la casa. Tal limpieza ha de incluir, no solamente la investigación y castigo de quienes cometen delitos contra la niñez, sino la revisión de algunas prácticas que nos han alejado del evangelio. Detrás de los delitos sexuales, los más llamativos mediáticamente hablando, se encuentra la idolatría del poder y del dinero, con mucho una desviación mayor que las caídas individuales de algunos ministros. La influencia de Maciel y su congregación no se explica sin las cantidades inmensas de dinero que maneja. En la Iglesia, hay que reconocerlo, hemos olvidado muchas veces que no se puede servir a Dios y al dinero y que no hay riqueza mayor en nuestra tradición cristiana que servir a los más pobres y testimoniar nuestra solidaridad con ellos viviendo en una austeridad congruente.
El ansia de poder, criticada duramente por Jesús (Mt 20,20-28), ha generado monstruosidades en la Iglesia. No de otra manera se explica el afán de control de las mentes y el uso tiránico de una autoridad que fue dada como servicio. La obsesión por el poder y el dinero, que rebasa con creces el ámbito de la Legión de Cristo y doblega a no pocos miembros de la jerarquía eclesiástica, ha sido el caldo de cultivo en el que germinó y creció el poder de Marcial Maciel. Todos tenemos que hacernos responsables de esto.
La esperanza, única débil luz en el final de este túnel, es que los cristianos y cristianas encontramos en estos acontecimientos una llamada vigorosa a la reforma. Para iniciar un camino de difícil recuperación de la confianza perdida, en la Iglesia Católica tenemos que revisar, con humildad, muchas de nuestras prácticas, no solamente en materia de transparencia, sino todo lo que, institucionalmente hablando, nos convierte en la única institución monárquica absoluta sobreviviente en estos tiempos.
Al Vaticano II llegamos debido a una fuerte inquietud que tuvo, en sus inicios, fuertes connotaciones litúrgicas. El concilio fue mucho más allá. Nadie se imaginó que de las tímidas aspiraciones litúrgicas surgiera el vigoroso ímpetu de reforma que atravesó a la iglesia en la década de los sesenta. Después de cerca de treinta años de caminar en sentido inverso al espíritu conciliar, quizá el escándalo de Maciel (al que se ha añadido revelaciones de pederastia en Irlanda y Alemania) nos esté presentando una oportunidad providencial de retomar y profundizar las reformas conciliares. Lo cierto es que en cada vez más corazones crece el clamor: reforma, reforma, reforma. Escuchar este clamor puede hacer la diferencia y convertir este tiempo de dolores en tiempo de gracia.
Escribo esta columna desde la Misión de Guadalupe, una misión interreligiosa situada en Comitán, Chiapas y sustentada desde hace 50 años por la congregación de los Hermanos Maristas. Ésta es la razón por la cual esta entrega no hizo su aparición el día de ayer, en el que apenas estaba yo viajando hacia este destino.
El equipo de la Misión de Guadalupe, acorde con la tendencia de los tiempos actuales, es un equipo predominantemente laico. Tres hermanos maristas y una religiosa conviven y trabajan junto con cerca de 15 laicos y laicas dedicados al acompañamiento de 105 comunidades católicas repartidas en nueve zonas pastorales, con 10 o 12 comunidades cada una de ellas.
Las comunidades están situadas en la montaña de Las Margaritas, en la región sureste de la diócesis de san Cristóbal de Las Casas. La gran mayoría de ellas están conformadas por integrantes del pueblo tojolabal, de lengua y costumbres propias y dificultosa intercomunicación geográfica. El nombre de los tojolabales, pueblo de raíz mayense, les viene de la lengua que hablan, el tojolabal, y viene de las raíces “tojol”, legítimo, y “abal”, palabra: son el pueblo de la palabra legítima o verdadera.
Para realizar su trabajo, los miembros de la Misión de Guadalupe se han organizado en tres grandes ministerios: el ministerio pastoral, encargado de acompañar los procesos evangelizadores en vías a la construcción de una iglesia autóctona. En palabras de Don Samuel Ruiz, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas, la necesidad y conveniencia de construir una iglesia autóctona brota del mandato del Concilio Vaticano II, que afirma que “la iglesia, para poder ofrecer a todos el misterio de la salvación y la vida traída por Dios, debe insertarse en todos los pueblos con el mismo afecto con que Cristo se unió por su encarnación a las determinadas condiciones sociales y culturales de las personas con las que convivió” (Ad Gentes 22), de manera que –sostiene Don Samuel– las iglesias poco a poco deben irse configurando según las tradiciones, doctrinas, espiritualidad e instituciones propias de los pueblos.
Efectivamente, la historia nos enseña que la iglesia, que nació judía entre los judíos, tuvo la capacidad de hacerse más tarde griega con los griegos y romana con los romanos. Desafortunadamente, la connivencia con el imperio romano hizo que la iglesia perdiera esta dimensión de su acción misionera al imponer el modelo romano a las nuevas iglesias que se fueron conformando. La iglesia renunció así, durante mucho tiempo, a encarnarse en las nuevas realidades culturales con las que entraba en contacto.
Es hasta el Vaticano II, como decíamos, que la iglesia como conjunto redescubrió esta dimensión encarnacional de su vocación evangelizadora. Animada por el testimonio de evangelizadores de la talla de Mateo Ricci, la iglesia, no sin tener que vencer ciertas resistencias, se puso de nuevo en la senda de una acción evangelizadora respetuosa de las culturas a las que había de llevar la buena noticia del evangelio. Entre las iglesias latinoamericanas, la de san Cristóbal de Las Casas es una de las que con mayor fervor y decisión han llevado adelante estar tarea de construcción de una iglesia autóctona. En México es la única que ha asumido este reto seriamente.
Y es que comprometerse con la construcción de una iglesia autóctona significa, entre otras cosas, procurar caminos de formación en que los ministros, ordenados o no, no tengan que renunciar a su identidad indígena, sino que interioricen cada vez más efectiva y vivencialmente la riqueza de su propia cultura. Esto implica buscar caminos de formación que no tengan el alto costo de la transculturación. Y no basta con que una iglesia tenga clero propio para que sea autóctona: es necesario obedecer a lo que los obispos mandaron en la Conferencia de Puebla cuando afirmaban “que las iglesias particulares se esmeren en adaptarse, realizando el esfuerzo de un trasvasamiento del mensaje evangélico al lenguaje antropológico y a los símbolos de la cultura en que se insertan” (DP 404).
Los otros dos ministerios de la Misión de Guadalupe son, el ministerio de educación, que lleva adelante una propuesta educativa de formación de promotores y escuelas populares, y el ministerio de mejoramiento comunitario, que promueve el uso de tecnologías apropiadas para ayudar al “mejor vivir” de las comunidades, en campos como el de la agroecología, la conservación de los bosques, el uso racional del agua, etc.
Esta descripción sucinta del trabajo desarrollado por la Misión de Guadalupe que he querido compartir con los amables lectores y lectoras de esta columna quiere cumplir con dos objetivos. El primero es presumirles el honor de haber sido invitado por la Misión a acompañarles en el proceso de ‘reflexión y unión del espíritu y del pensamiento’, como ellos le llaman, con el fin de rescatar y sistematizar su práctica, de suerte que continúen firmes en la opción por los pobres que comparten con toda la diócesis de san Cristóbal de Las Casas y que ha sido vigorosamente reafirmada por su actual obispo, don Felipe Arizmendi, y dirijan su acción para dar más y mejores pasos en la construcción de una iglesia autóctona. Estaré con ellos en diversos momentos para prestarles el servicio de la animación bíblica de su proceso reflexivo.
El segundo objetivo es animar con estas líneas a quienes se sienten escandalizados por la revelación de otros delitos cometidos por el fundador de los Legionarios de Cristo. Aunque trataré expresamente el próxima entrega, quisiera que estos datos sobre la Misión de Guadalupe y su encomiable trabajo sean una buena noticia en medio del dolor que ha causado y sigue causando a muchos el caso Marcial Maciel y la red de complicidades que ha puesto en evidencia
Bajo del automóvil totalmente cubierto: bufanda, guantes, gorro y un grueso abrigo son las defensas en contra del clima. Siento el golpe del frío en el rostro; miro la blancura de la nieve mientras finos copos, como plumas diminutas, se posan sobre el abrigo azul que me han prestado para la ocasión.
Es mucho lo que hay que caminar para llegar desde el estacionamiento hasta el edificio universitario donde tendremos la reunión. Son pocos los jóvenes que, caminando de prisa, atraviesan los campos nevados entre un edificio y otro. La Universidad de Notre Dame parece darme otra vez la bienvenida y mientras miro pasar a una valiente joven que, con shorts, hace su ejercicio matutino, pienso en lo hermoso que ha de ser este campus universitario en otoño, con una colorida belleza, muy distinta de esta blancura que, aunque también es hermosa, no permite disfrutar del todo los amplios espacios de esta universidad católica.
Es en el “Institute for Latino Studies” de la Universidad de Notre Dame donde el Instituto Cultural de Liderazgo del Medio Oeste (ICLM) tiene su sede. Se trata de un equipo itinerante formado por seis elementos, entre los cuales están un sacerdote jesuita y una laica consagrada de la comunidad del Verbo Encarnado, que visitan a los agentes de pastoral hispana de más de cuatro diócesis, dispersos en sus parroquias, para ofrecerles un proceso de preparación para el ejercicio del liderazgo y la coordinación en sus respectivas comunidades parroquiales. Al terminar las dos primeras fases del programa formativo, aquellos que así lo deciden, entran al programa avanzado “Vayan y hagan discípulos” que, con el aval de la Universidad de Notre Dame, deja a los alumnos listos para prestar diversos servicios ministeriales en sus parroquias.
A este programa pertenece el taller titulado “La iglesia: raíces, realidad y esperanza. De los orígenes bíblicos a las comunidades hispanas en Estados Unidos”, que he venido a facilitar. El taller iba a ser llevado adelante, al alimón, con el Obispo Daniel Flores, quien era auxiliar de Detroit. Unas semanas antes, sin embargo, el Obispo Flores fue nombrado obispo titular de Brownsville, Texas, de suerte que su cambio modificó los planes del ICLM. La participación del obispo Flores fue suplida por Alejandro Aguilera, director del Comité de Asuntos Hispanos de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos. A mi cargo quedaron las secciones del taller en que estudiamos juntos la conformación de las iglesias cristianas primitivas según los textos del Nuevo Testamento, mientras que Alejandro condujo la reflexión sobre el desarrollo de las comunidades hispanas en los Estados Unidos.
Ya he comentado en otras ocasiones cuánto me impresiona la vitalidad de las comunidades católicas hispanas de los Estados Unidos. Dentro de muy pocos años, la configuración social y eclesial de la Unión Americana no tendrá ya más una mayoría sajona. Son cada vez más las parroquias norteamericanas que tienen servicios bilingües y/o misas en español para la creciente comunidad hispana. Se han multiplicado también los ministerios y grupos apostólicos predominantemente hispanos en las iglesias.
Quizá la explicación de tal efervescencia sea que, en un país en el que –paradójicamente, debido a su origen multicutural– los inmigrantes no son bienvenidos, las comunidades eclesiales se han convertido en lugares de identificación social, espacios de conservación y regeneración de la cultura, casas abiertas para aquellos que no existen socialmente, sino sólo para realizar los trabajos que la población nativa no está dispuesta a realizar.
Es la misma situación migratoria la que permite a los miembros de las comunidades hispanas leer con tanta fecundidad los textos de las iglesias cristianas primitivas. Es asombroso mirar cómo la Biblia se convierte en un espejo en el que ellos pueden mirar sus propias vidas. Repiten, por así decirlo, la experiencia de las comunidades destinatarias de la Primera de Pedro, que de la clasificación “forasteros y peregrinos” hacen, no solamente la descripción sociológica de su situación, sino la presentación simbólica de su realidad espiritual.
En fin, que este lunes no he podido más que escribir de lo que estoy viviendo. Ya pronto, espero, regresaré a Mérida. Ojalá que, en medio del calor reparador, no me olvide yo de la extraordinaria experiencia vivida en estos rumbos. El futuro de la iglesia y de la sociedad está, estoy seguro, en el cruce de culturas. La endogamia nos ha hecho mucho mal.
El Diario francés Le Monde publicó en diciembre pasado una noticia que no ha tenido suficiente eco en nuestro país, sobre todo ahora que se discute el levantamiento de la moratoria para la siembra de maíz transgénico en campos mexicanos. Francia, Austria, Luxemburgo, Grecia, Hungría, Polonia, Alemania, Italia y Suiza son algunos de los países que han tomado medidas restrictivas de control o claramente prohibitivas frente a los organismos genéticamente modificados en sus territorios.
El gobierno mexicano mantuvo, de 1993 a 1999, experimentaciones con maíz transgénico a campo abierto en algunas zonas del territorio nacional. Treinta y dos experimentos de este tipo fueron realizados en los estados de Guanajuato, Morelos, Sinaloa, Nayarit, Sonora, Jalisco, Baja California Sur y Estado de México. Cuando en 1998 el Comité Nacional de Bioseguridad Agrícola (CNBA), organismo encargado hasta 1999 de opinar sobre las solicitudes de siembra de maíz transgénico, expuso el consenso científico derivado de la preocupación científica sobre el flujo genético del maíz y la posible contaminación transgénica de los maíces mexicanos y de sus parientes silvestres, y sobre los maíces que se importaban de Estados Unidos -donde para 1998 la cuarta parte ya eran cultivos transgénicos-, debido al riesgo de que algunas cantidades no fueran consumidas sino sembradas en México, el gobierno mexicano dejó de recibir solicitudes para la siembra de maíz transgénico, con lo que estableció en los hechos una moratoria indefinida.
Las preocupaciones científicas expuestas por el CNBA hace doce años, que dieron lugar a la moratoria de facto a la siembra de maíz transgénico, hoy son certezas ampliamente documentadas por diversos estudios y reportes científicos, civiles y oficiales que, en algunos casos, persisten en condiciones incluso acentuadas o agravadas. A eso se refiere el artículo de Le Monde publicado el 11 de diciembre. Un estudio, publicado en el International Journal of Biological Sciences, ha venido a demostrar la toxicidad de tres variedades de maíz genéticamente modificado de la empresa semillero estadounidense, Monsanto. Así lo anunció el Comité Independiente para la Investigación e Información sobre Ingeniería Genética (CRIIGEN) basado en Caen, Francia, una de las organizaciones que participó en el estudio.
Algunos de los efectos negativos del uso y consumo del maíz transgénico recaen sobre la agrobiodiversidad (pérdida progresiva de las semillas criollas o nativas y de sus parientes silvestres; la pérdida de insectos “no blanco”; la creación de resistencias de plagas y malezas) y otros sobre la salud humana y animal. Estos datos, de los que ya se tenía noticia en México, quedan confirmados con este nuevo estudio sobre tres variedades de organismos genéticamente modificados: MON810, MON863 y NK603, todas ellas propiedad de la empresa semillero estadounidense, Monsanto.
“Por primera vez en el mundo, hemos comprobado que los OGMs no son suficientemente saludables para comercializarse (…) En cada ocasión, para estos tres OGMs, los riñones y el hígado experimentaron problemas, pues son los principales órganos que reaccionan a la intoxicación química alimentaria”, indicó Gilles-Eric Séralini, un miembro experto de la Comisión para la Re-evaluación de la Biotecnología, que fue creada por la Unión Europea en 2008.
Hay cuando menos cuatro derechos que resultan violados por la presencia de cultivos de maíz transgénico en nuestro país:
1. Derecho a gozar de un ambiente adecuado para su desarrollo y bienestar, por los efectos de la diseminación y acumulación de los transgenes en la agrobiodiversidad.
2. Derecho a la salud y a la alimentación y nutrición adecuadas, por los riesgos de contaminarse los cultivos de maíz que en las diversas regiones de México se destinan a la alimentación rural y urbana.
3. Derecho a contar con información clara y objetiva sobre los transgénicos y sus efectos.
4. Derecho de acceso a la justicia para quienes decidieran, ya contando con la información oportuna, ejercer acciones en contra de las siembras o de la entrada de maíz transgénico, por privarles del ejercicio de otros derechos.
Si a estos derechos violados aumentamos aquellos que tienen que ver con la naturaleza del trabajo del campo y de sus principales actores, que son los pueblos indígenas, aparece claro el daño que ocasiona el fin de la moratoria en marzo de 2009 y la necesidad de reestablecerla para todo el país. Para lograrlo se están uniendo decenas de organizaciones y personas en una denuncia popular que se presentará el próximo 25 de febrero de 2010 ante la PROFEPA para desenmascarar la simulación oficial que renuncia a la protección del maíz criollo o nativo frente a los maíces transgénicos, los cuales ponen en riesgo a la diversidad de los maíces mexicanos, a la salud humana y animal, a la agricultura campesina y a la soberanía alimentaria de México.
El contenido de esta demanda popular puede sintetizarse así, en voz de sus propios impulsores: “Es urgente que el Estado Mexicano, en base al Principio de Precaución, determine las bases mínimas para crear un verdadero Régimen de Protección Especial para el Maíz que reconozca al territorio nacional como centro de origen y diversificación continua con el fin de ser protegido de manera integral, como unidad territorial, donde existen infinidad de registros y procesos vivos de creación y diversificación continua del maíz, así como de flujos tradicionales de semillas. Asimismo, urge que determine la reinstalación de la moratoria a la siembra de maíz transgénico, así como su entrada al territorio nacional y contribuir así a garantizar la integridad del maíz criollo o nativo y sus parientes silvestres; de los ecosistemas, agroecosistemas y su biodiversidad asociados; y de la salud humana y ambiental. Es obligación del Estado Mexicano asegurar la aplicación de la normatividad bajo principios como unidad territorial y soberanía nacional y garantizar condiciones jurídicas para el ejercicio pleno de derechos, incluso para su función misma como Estado-Nación”.
Colofón: Hace mucho tiempo que un movimiento social no concitaba tantas adhesiones. La lucha de los estudiantes llama la atención sobre la pésima situación del transporte público y el sometimiento del gobierno a los dictados de las empresas transportistas, las razones de los estudiantes convencen, la integridad de su lucha es una buena noticia que echa abajo el prejuicio de que todos los jóvenes de hoy viven enajenados.
El escritor peruano Sebastián Salazar Bondy (1924-1965), siempre fiel a su estampa, escribió: “Permítanme decir que la poesía es una habitación a oscuras”. Curiosamente, Salazar Bondy es más bien conocido por su obra dramática. De hecho, es uno de los más reconocidos dramaturgos peruanos. Por eso me hubiera gustado que don Sebastián se hubiera dado una vuelta en estos días por los corredores culturales de la ciudad de Mérida para que constatara la efervescencia de producción teatral con la que contamos. Quizá eso le haría decir que, en Yucatán, el teatro “es una habitación luminosa”.
Ya José Ramón Enriquez, destacado dramaturgo afortunadamente avecindado en Mérida, escribía hace algunas semanas en la columna “Pánico Escénico” que mantiene en el periódico capitalino Reforma, que la calidad cultural que ha alcanzado la ciudad de Mérida puede medirse al contemplar, una mañana cualquiera de enero de 2010, a José Luis Cuevas salir del Museo de Arte Contemporáneo de Yucatán donde expone sus obras, para cruzar la Plaza Grande e ir a admirar la obra de Salvador Dalí en el Centro Cultural Olimpo. Pues bien, creo que lo mismo puede decirse del quehacer teatral en nuestra ciudad.
No sé si esto ocurra en todas las capitales de nuestro país, pero yo estoy gratamente impresionado por la vitalidad que se aprecia en las artes escénicas en nuestro entorno yucateco y particularmente meridano. Quiero hoy compartir con ustedes tres recientes experiencias estéticas, procedentes de distintos círculos teatrales, que me han impresionado.
El Centro de Investigación Escénica “El Teatrito A.C.” ha venido a constituirse, como fruto de muchos años de arduo trabajo e inquebrantable rebeldía, en un referente del teatro independiente y de resistencia en nuestro medio. Actualmente monta la obra “Cuando la felicidad así lo requiera. México: doscientos años de memorias insurgentes”, pieza de Ricardo Andrade Jardí, dirigida por él mismo y por Amanda Quezadas. Inspirada en la figura y obra de dos personajes de indiscutible estatura moral (y, quizá precisamente por ello, convenientemente olvidados o disminuidos en la iconografía oficial), Fray Servando Teresa de Mier y Ricardo Flores Magón, la obra ofrece una singular aportación al actual debate del bicentenario de la Independencia y centenario de la Revolución. Las destacadas actuaciones de Silvia Sosa y Amanda Quezadas van introduciéndonos en un diálogo con nuestro pasado e, inevitablemente, con nuestro presente. La puesta en escena confirma lo anunciado en la invitación que hace circular por la red la compañía: “Servando Teresa de Mier y Ricardo Flores Magón, de ideas en apariencia opuestas, y en tiempos distintos, aunque iguales a los de ahora, se acoplan en acción por una particularidad grandiosa: su convicción en la conquista popular de la felicidad como condición irrenunciable de la libertad de un pueblo. Su radicalismo fue motor, en 1810 y 1910, para provocar el inicio de las insurgencias que nos dieron Patria…”
“Murmurante Teatro Producciones”, es un colectivo de artistas escénicos de reciente aparición. Se autodefinen como un grupo que se propone inquietar y cuestionar al espectador, seducirlo sin grandilocuencias, con formas del discurso que se verifican en la sutileza de la palabra y del gesto. Su más reciente producción es una ácida comedia titulada “Tu ternura molotov”, del joven dramaturgo venezolano Gustavo Ott (1965) una obra interesantísima, ágil, entretenida, sarcástica, crítica, un ejemplo del tipo de teatro que puede atraer nuevos públicos a la sala. Convoca a los fantasmas del racismo que llevamos ocultos (¿escondiéndose o simplemente agazapados esperando la oportunidad de saltar sobre su presa?) en el rincón más desapercibido del corazón. Dirigida por Juan de Dios Rath (en su primera y muy afortunada experiencia de dirección), la obra se sostiene en las sobresalientes actuaciones de Ariadna Medina y Sebastián Liera. La virtud mayor del teatro de Ott es que, a través del humor, el espectador puede verse retratado en la escena sin que necesariamente tenga que identificarse con los personajes de la obra. Ninguna definición mejor de la obra que la ofrecida por su mismo autor en entrevista con Paco Medina (Revista SGAE de España, 2004): “Una pareja profesional y de éxito quiere tener un hijo y, de pronto, una caja llega por el correo, desde el pasado. Allí se revela quiénes fueron estos dos personajes y si lo que han sido lo siguen siendo todavía. ¿Somos los mismos? Y si no lo somos, ¿somos entonces responsables de lo que hicimos? Molotov es una pieza que intenta, lentamente y sin anunciarlo, construir una bomba de tiempo sobre los temas de la identidad, la culpa y en particular, sobre los prejuicios. Nos dice que las acciones más censurables y las que más rechazamos son precisamente las que tenemos como ideas comunes. Todo esto levantado desde una situación cotidiana, con textos bastante comunes y corrientes, encerrados en una poesía de la situación. Hay mucho humor, un humor explosivo, utilizado precisamente como detonador de esa bomba”.
Finalmente quiero referirme a la obra “Nuestra Señora de las Nubes”, del dramaturgo argentino avecindado en Ecuador Arístides Vargas y que ha sido puesta en el escenario local por el director Nelson Cepeda. Un texto exquisitamente metafórico, lleno de chispeantes juegos de palabras (“Me parece haber visto su rostro en otro lado… imposible, señora, lo llevo siempre conmigo”), que aborda el exilio desde una polisemia verdaderamente amplia: exiliados de la tierra, del propio cuerpo, de la identidad, del amor. Una pieza de innegable atmósfera onírica, admirablemente sostenida por el talento excepcional de los actores Miguel Ángel Canto y Alejandra Argoytia, que llevan sobre los hombros una multiplicidad de personajes que, en otros montajes de la obra, han sido representados por una variedad más amplia de actores. Y lo hacen con un talento que resalta aún más el propósito de convertir el exilio en una óptica desde la cual recrear la realidad toda. El canto en vivo de María de San Felipe redondea un espectáculo que bien podría calificarse de entrañable.
Tres puestas en escena que denotan la calidad cada vez mayor del teatro que se hace en Yucatán. Y no es, ni de lejos, una aproximación a la totalidad de la experimentación teatral en nuestro estado. Bastaría con recordar a Chéjov, que se presenta actualmente en nuestros escenarios, o a “El Perro del Hortelano”, de Lope de Vega, o el “Tartufo” de Moliere, que se estarán estrenando en días próximos en teatros de nuestra localidad. Una auténtica explosión dramática. Solamente por esto sería ya una fortuna habitar por estos lares.
Uno de los temas que más preocupa a los seres humanos en estos tiempos de crisis es el deterioro del medio ambiente, la llamada crisis ecológica. El actual modelo económico vigente, sumado a actitudes depredadoras e irresponsables, ha llevado al mundo al borde de un colapso. En muchas ocasiones se piensa que la crisis energética, la contaminación atmosférica, el calentamiento global o la basura fuera algo que nada tiene que ver con nosotros, que son otros los que la producen y los que la padecen. Sin embargo, esto no es así, el ser humano, con su actuar, produce un impacto importante en el medio que le rodea. Gran parte de ese impacto no afecta dramáticamente a la naturaleza, sin embargo otra parte sí la afecta de manera duradera, particularmente como producto del reciente desarrollo industrial, tecnológico y científico.
Y aunque se puede decir que el deterioro ambiental apareció sobre la Tierra aun antes de la aparición del ser humano sobre ella, dado que, según algunos especialistas, gran cantidad de gases tóxicos se han liberado a la atmósfera y han permanecido suspendidos durante cientos de años, y algunos de esos contaminantes han sido señalados como culpables de la extinción de algunas especies, es también cierto que el deterioro ocasionado por la intervención del ser humano, sobre todo en los últimos tres siglos, es la causa de las dimensiones catastróficas de esta crisis emergente.
Hace algunos años, cuando el tema ecológico llamó a las puertas de los teólogos, los primeros acercamientos a la Escritura tenían, todos, resonancias bucólicas. El primer relato de la creación (Gn 1,1-2,4), los textos utópicos de los profetas (Is 11,1-9), los salmos de alabanza por las obras de la creación (Sal 8; 96; 104; 148), los apasionados versos del libro de Job (Job 38), etc., marcaron la reflexión teológica inicial. Tiempo después la reflexión teológica se acercó a algunas leyes del Primer Testamento, como muestra de una concepción respetuosa del medio ambiente que marcaba la espiritualidad del pueblo de Israel (Lev 25,2-7; 19,23-25; Dt 20,19-20; 22,6-7).
En los últimos tiempos, sin embargo, han aumentado los reclamos a la manera como las religiones enfocamos el problema del deterioro del ecosistema. Se nos acusa de sabotear, con el antropocentrismo, una visión más holística que contemple al ser humano, no como superior al resto de la naturaleza, sino como parte integrante de la misma. Así lo afirma Carlos Portillo cuando dice:
“Las religiones resultaron para la humanidad creciente y progresista un boomerang que tiene el potencial de decapitar nuestra capacidad de reconocernos a nosotros mismos como parte de la naturaleza… pero quizás la característica mas dañina es que se asume y se considera al Hombre como un ser especial, mas allá de todo lo animal, por encima de todas las otras especies. He aquí el Boomerang. La aceptación y perseverancia de la ignorancia a nivel mundial, ha permitido la destrucción de los bosques tropicales, nuestra principal fuente de oxígeno, la contaminación de las aguas, el desequilibrio indiscriminado de los últimos ecosistemas naturales, y la barbarie que se comete con todos los otros seres vivos. La incomprensión de nuestra verdadera humanidad, son la causa fundamental de todo racismo, guerra, y violencia alrededor del mundo”.
En efecto, los relatos del Génesis, con su enorme carga de belleza, aportan una visión en la que el ser humano difícilmente llega a verse a sí mismo como una parte más de la naturaleza. La centralidad del ser humano está presente en ambos relatos de la creación. Hay textos antiguos de características más holísticas, como ciertas tradiciones mayas en que la bondad o maldad de los seres humanos creados se evaluaba por los dioses en relación con su comportamiento con las criaturas. En el relato del Popol Vuh del pueblo maya quiché, por ejemplo, después del primer ensayo de creación del ser humano, (de lodo), el segundo intento se lleva al cabo con madera:
«Al instante aparecieron los hombres de madera, que se parecían al hombre, hablaban como el hombre y se reprodujeron, poblando la superficie de la tierra; pero no tenían espíritu, ni entendimiento, no se acordaban de sus creadores, caminaban sin rumbo y andaban a gatas. No tenían sangre ni humedad ni gordura; estaban secos. No se acordaban del Corazón del Cielo y por eso cayeron en desgracia. Entonces el Corazón del Cielo produjo una gran inundación que destruyó a los muñecos de palo. Una resina abundante cayó del cielo y los hombres fueron atacados por extraños animales, y se voltearon contra ellos sus perros, las piedras, los palos, sus tinajas, sus comales, por el uso que les habían dado, como castigo por no reconocer a los creadores. Los perros les dijeron: “¿Por qué no nos daban de comer? Apenas estábamos mirando y ya nos arrojaban de su lado y nos echaban fuera. Siempre tenían un palo listo para pegamos mientras comían… nosotros no podíamos hablar… Ahora nosotros los destruiremos a ustedes”. La descendencia de aquellos hombres son los monos que existen ahora en los bosques; éstos son la muestra de aquéllos, porque sólo de palo fue hecha su carne por el Creador y el Formador”.
Lo mismo puede decirse de este famoso y popular texto proveniente de la tribu piel roja Seattle, y que según una tradición extendida, pero no comprobable, dirigió el Gran Jefe Seattle al 14º presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce, en 1885:
«El agua cristalina, que brilla en arroyos y ríos, no es sólo agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos nuestra Tierra, deben de saber y aceptar que es sagrada, y que sus hijos aprendan que es sagrada, y que todos los pasajeros reflejos en las claras aguas son los acontecimientos y tradiciones que refiere mi pueblo. El murmullo del agua es la voz de mis antepasados. Los ríos son nuestros hermanos, ellos apagan nuestra sed. Los ríos llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos…Sabemos que el blanco no comprende nuestra manera de pensar. Para él una parte de la Tierra es igual a otra, pues él es un extraño que llega de noche y se apodera en la Tierra de lo que necesita. La Tierra no es su hermana, sino su enemiga, y cuando la ha conquistado, cabalga de nuevo. Abandona la tumba de sus antepasados y no le importa… Trata a su madre la Tierra, y a su hermano, el Cielo, como cosas que se pueden comprar y arrebatar, y que se pueden vender, como ovejas o perlas brillantes… ¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales desapareciesen el hombre también moriría, por la gran soledad de su espíritu. Lo que le sucede a los animales, luego también le sucede a las personas. Todas las cosas están estrechamente unidas. Lo que le acaece a la Tierra también les acaece a los hijas e hijas de la Tierra. Tienen que enseñar a sus hijos que el suelo que está bajo sus pies tiene las cenizas de nuestros antepasados».
El reto que esta realidad lanza a la reflexión bíblica y teológica es grande. El antropocentrismo, es una posición filosófica que, conectada con ideologías religiosas, justifica que todos los seres y materiales terrestres deben permanecer subordinados a las necesidades del ser humano. La ciencia moderna ha trabajado bajo la clave del antropocentrismo. Pero, en palabras de Leonardo Boff: “el antropocentrismo es un equívoco, pues el ser humano no es un centro exclusivo, como si todos los demás seres solamente adquiriesen sentido en cuanto ordenados a él. El ser humano es un eslabón, entre otros de la cadena de la vida”. Quitar al hombre del centro de todo, en otras palabras, descentrar el antropocentrismo y reconocer que es el planeta, con sus dinámicas complejas, al que hay que situar como centro (y el ser humano como parte de él), es parte de los paradigmas científicos complejos que están surgiendo y que retan a nuestra reflexión de creyentes.
Hay viajes con fortuna. El que acabo de hacer para participar de la asamblea anual de la Asociación de Biblistas de México (ABM) es uno de ellos. En primer lugar porque percibí un auditorio mucho más abierto ante nuevas posibilidades hermenéuticas. Y esto es una buena noticia frente al nuevo embate de fundamentalismo hacia el interior de la iglesia católica. Estudiosos serenos, sensatamente atrevidos, con pasión por la realidad de su tiempo y dispuestos a reconocer la propia tarea de escudriñadores de la Escritura como una tarea de seres pensantes y no de simples repetidores (así se trate de eruditas repeticiones) de las posiciones oficiales, es lo que necesita nuestro tiempo y es el servicio humilde que pueden ofrecer quienes, dentro de la comunidad cristiana, han gozado de la oportunidad de profesionalizarse en el vasto campo de las ciencias bíblicas.
También fue afortunado el reencuentro con amigos y amigas con quienes suelo verme solamente en esta única ocasión del año, algunos de ellos metidos a fondo en la docencia, otros encargados de la pastoral bíblica de sus iglesias particulares, otros más dedicados a la atención pastoral, pero todas y todos conectados por el deseo de comprender mejor las riquezas de la Biblia y convertirla en instrumento que, al alcance de todos los fieles, modele el mundo y la convivencia criatural (no sólo entre la especie humana, sino con toda la naturaleza) según los criterios de Jesús.
Pero lo que, en mi caso, se convirtió en la fortuna mayor de esta asamblea, fue haber conocido y tratado personalmente al que es quizá el mayor biblista de la iglesia peruana, el Padre Eduardo Arens. Maestro de una gran cantidad de generaciones, Arens es un reconocido especialista, cuya fama ha trascendido las fronteras de Perú. Hijo de padre peruano y madre alemana, Eduardo nació en Dresden, Alemania, pero a los dos años de nacido llegó a vivir a Perú, donde creció y se formó. Fue ordenado sacerdote católico en el seno de la Compañía de María, a cuyos miembros suele llamárseles padres “marianistas”. Realizó los estudios de licenciatura en teología bíblica en la Universidad de Friburgo, en Suiza, y los estudios de doctorado en la Escuela Bíblica y Arqueológica Francesa, en la ciudad de Jerusalén. Su tesis doctoral, calificada con los máximos honores, tuvo como título “The Elthon-sayings in the Synoptic Tradition”, en la que estudia todos los pasajes de los tres primeros evangelios que comienzan con la expresión “he venido” que, usada por Jesús, define buena parte de la carga cristológica de dichos pasajes y de la teología de cada evangelista.
El padre Arens fue profesor de la Facultad de Teología de la Universidad de Lima (1976-1980) y durante muchos años (de 1977 a 2009) ha sido el profesor principal de Biblia en el Instituto Superior de Estudios Teológicos “Juan XXIII”. Acompañante de comunidades pobres, los llamados “pueblos jóvenes” que circundan la ciudad de Lima, la producción exegética del Padre Arens no está solamente nutrida de una seriedad intelectual fuera de toda duda, sino de los clamores de las comunidades pobres, con quienes convive y cuya causa lleva en el corazón.
Además del gusto de conocer a un afamado especialista, tengo una razón especial para estar contento de haberle dado un abrazo al Padre Eduardo Arens. Hace algunos meses, en diciembre de 2009 para ser preciso, tuve conocimiento de la culminación de un proceso de persecución en su contra. El Arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, primer miembro del Opus Dei en llegar al cardenalato, después de una campaña lanzada en contra del Padre Arnes, decidió retirarle el permiso de enseñar, sin dar una sola razón de tal decisión fuera de la autoridad que le confiere su cargo.
De muchas partes del mundo le han llegado al Padre Arns mensajes de solidaridad. Resulta incomprensible cómo puede prescindirse de los servicios docentes del más estimado biblista peruano, en la plenitud de su producción teológica. El hermano lasallista Hugo Cáceres Guinet lo describe así en una pública defensa del sacerdote marianista: “…’Destruye lo que no comprendes’, parece ser el lema pastoral del cardenal Juan Luis. Sus berrinches acompañados de improperios, que son bastante conocidos y divulgados sotto voce por los temerosos clérigos que lo rodean, se han dirigido de modo sistemático contra cualquier teología que exija un mínimo de esfuerzo intelectual… no es de extrañar que sus temores y ansiedades se hayan dirigido desde hace más de una década al primer biblista del Perú, el padre Eduardo Arens, sacerdote religioso marianista, doctor en teología bíblica en la Universidad de Friburgo y destacado miembro de diversas asociaciones internacionales de biblistas. El recorrido intelectual y la integridad moral del padre Eduardo son tan reconocidos en el mundo eclesial peruano y, más allá de nuestras fronteras, entre los religiosos y laicos estudiosos de la Biblia tanto como la dureza de mente y corazón del cardenal de Lima… Una comunicación de agosto del presente año al Instituto Teológico Juan XXIII de Lima, donde Eduardo Arens es profesor principal de Biblia, ha sido el manotazo que Cipriani ha lanzado al religioso marianista, afirmando que no le concederá el permiso de enseñar de forma tajante y definitiva”.
Continúa el hermano lasallista señalando que “la campaña de Cipriani contra Eduardo no tiene sólo carácter doctrinal. ¡Qué saludable sería para el mundo teológico limeño el diálogo de un arzobispo preocupado por la ortodoxia y de un biblista que desgrana las riquezas de la Palabra de Dios, esto llenaría los balcones de la Plaza Mayor de Lima! Pero es imposible de esperar esta actitud dialogal en Cipriani cuya única herramienta pastoral es la amenaza y que jamás se atrevería ni siquiera a poner por escrito las razones teológicas por las que se opone con tanta saña a un teólogo… Algunos allegados me han comentado que el retiro de la ‘missio canonica’ a Eduardo Arens fue un viejo anhelo del cardenal quien ha afirmado que no le permitirá enseñar ‘mientras sea arzobispo de Lima’… Eduardo ama la enseñanza pero sobre todo detesta la mediocridad y nunca va a dejar de ser una presencia incómoda para todos los que se contentan con verdades de conveniencia y prefieren no enojar a los jerarcas de turno. Mis amigos y colegas han demostrado simpatía por Eduardo y vergüenza por las herramientas a las que recurre la máxima autoridad de la arquidiócesis de Lima. Pero también ellos me han explicado que si se oponen públicamente a las medidas autoritarias del cardenal, se exponen a sufrir las mismas consecuencias… ¡Qué lástima que el temor sea el único sentimiento que provoca un pastor sobre su grey!… Ya no vivo en Lima, si no pegaría con cinta adhesiva esta carta en la puerta de la catedral. Para mí, como religioso peruano, una prohibición a otro religioso sin mediaciones dialogales no es sólo un insulto a la inteligencia, también es un acto contrario a la dignidad de la vida religiosa”.
En la asamblea de la ABM Eduardo estaba de paso. Nos dictó la conferencia “Job y la dignidad humana” de camino a la sierra tarahumara, donde invitado por un ex alumno suyo, iba a impartir un curso durante cerca de dos semanas. El próximo año regresará a México porque ha sido invitado a ser el conferencista magistral en la asamblea de 2011. Darle un fuerte abrazo solidario y conversar largamente con él ha sido una de las satisfacciones mayores de mi reciente viaje a Veracruz, y quería compartirla con los lectores y lectoras de este espacio.
Colofón: Quienes quieran conocer la denuncia pública completa del lasallista Hugo Cáceres a propósito de la acción del Cardenal Cipriani contra Arens, puede consultarla en http://eclesalia.blogia.com/temas/denuncia.php con fecha del 19.11.2009
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