Iglesia y Sociedad

La marcha nacional del hartazgo

5 Abr , 2011  

Estúpida, incomprensible, insensata, irracional, dolorosa, hiriente… estos y más calificativos merece la violencia que se ha desatado en nuestro país a raíz de la guerra emprendida por Felipe Calderón en contra del crimen organizado, una guerra que ha consumido más de 30,000 vidas en menos de cinco años. Cada día aumenta en nosotros el temor a la noticia del día siguiente: cuántos muertos más, cuánta sangre derramada, cuántos –inocentes o culpables– más tendrán que morir.

En un panorama lleno de confusión, donde el ciudadano y ciudadana no alcanzan a distinguir dónde están los buenos y dónde los malos, la violencia ha llamado a las puertas de la casa de un hombre entrañable, de un intelectual y poeta reconocido y harto querido, Javier Sicilia, y le ha arrancado a un hijo, muerto de la manera más atroz, junto con algunos amigos suyos, casi todos ellos entre los 20 y los 24 años. Hasta el momento nadie se ha hecho responsable… ¿En qué país vivimos?

Es por eso que el día de hoy ofrezco el espacio de esta columna a la voz de Javier Sicilia, que ha escrito en la revista Proceso una carta abierta dirigida a los políticos y a los miembros del crimen organizado, una carta estremecedora en la que invita a retomar en las manos este país extraviado, para ver qué es lo que todavía puede salvarse de esta podredumbre. En la carta, Javier hace mención de una marcha convocada en la ciudad de Cuernavaca para el próximo miércoles 6 de abril a las 17.00 horas, lugar en el que ocurrieron los lamentables hechos, y que por obra y gracia de la solidaridad nacional, se ha convertido en un proyecto de marcha nacional que muestre el hartazgo al que hemos llegado los mexicanos y mexicanas. Esta marcha tendrá su edición local, uniéndonos a las marchas que se llevarán a cabo en las distintas ciudades y pueblos de la república. En el caso nuestro, la marcha saldrá el mismo miércoles 6 de abril a las 5 de la tarde del remate del Paseo de Montejo hacia la Plaza Grande. Estamos todos invitados. Dejo ahora la palabra a Javier Sicilia:

“El brutal asesinato de mi hijo Juan Francisco, de Julio César Romero Jaime, de Luis Antonio Romero Jaime y de Gabriel Anejo Escalera, se suma a los de tantos otros muchachos y muchachas que han sido igualmente asesinados a lo largo y ancho del país a causa no sólo de la guerra desatada por el gobierno de Calderón contra el crimen organizado, sino del pudrimiento del corazón que se ha apoderado de la mal llamada clase política y de la clase criminal, que ha roto sus códigos de honor.

No quiero, en esta carta, hablarles de las virtudes de mi hijo, que eran inmensas, ni de las de los otros muchachos que vi florecer a su lado, estudiando, jugando, amando, creciendo, para servir, como tantos otros muchachos, a este país que ustedes han desgarrado. Hablar de ello no serviría más que para conmover lo que ya de por sí conmueve el corazón de la ciudadanía hasta la indignación. No quiero tampoco hablar del dolor de mi familia y de la familia de cada uno de los muchachos destruidos. Para ese dolor no hay palabras –sólo la poesía puede acercarse un poco a él, y ustedes no saben de poesía–. Lo que hoy quiero decirles desde esas vidas mutiladas, desde ese dolor que carece de nombre porque es fruto de lo que no pertenece a la naturaleza –la muerte de un hijo es siempre antinatural y por ello carece de nombre: entonces no se es huérfano ni viudo, se es simple y dolorosamente nada–, desde esas vidas mutiladas, repito, desde ese sufrimiento, desde la indignación que esas muertes han provocado, es simplemente que estamos hasta la madre.

Estamos hasta la madre de ustedes, políticos –y cuando digo políticos no me refiero a ninguno en particular, sino a una buena parte de ustedes, incluyendo a quienes componen los partidos–, porque en sus luchas por el poder han desgarrado el tejido de la nación, porque en medio de esta guerra mal planteada, mal hecha, mal dirigida, de esta guerra que ha puesto al país en estado de emergencia, han sido incapaces –a causa de sus mezquindades, de sus pugnas, de su miserable grilla, de su lucha por el poder– de crear los consensos que la nación necesita para encontrar la unidad sin la cual este país no tendrá salida; estamos hasta la madre, porque la corrupción de las instituciones judiciales genera la complicidad con el crimen y la impunidad para cometerlo; porque, en medio de esa corrupción que muestra el fracaso del Estado, cada ciudadano de este país ha sido reducido a lo que el filósofo Giorgio Agamben llamó, con palabra griega, zoe: la vida no protegida, la vida de un animal, de un ser que puede ser violentado, secuestrado, vejado y asesinado impunemente; estamos hasta la madre porque sólo tienen imaginación para la violencia, para las armas, para el insulto y, con ello, un profundo desprecio por la educación, la cultura y las oportunidades de trabajo honrado y bueno, que es lo que hace a las buenas naciones; estamos hasta la madre porque esa corta imaginación está permitiendo que nuestros muchachos, nuestros hijos, no sólo sean asesinados sino, después, criminalizados, vueltos falsamente culpables para satisfacer el ánimo de esa imaginación; estamos hasta la madre porque otra parte de nuestros muchachos, a causa de la ausencia de un buen plan de gobierno, no tienen oportunidades para educarse, para encontrar un trabajo digno y, arrojados a las periferias, son posibles reclutas para el crimen organizado y la violencia; estamos hasta la madre porque a causa de todo ello la ciudadanía ha perdido confianza en sus gobernantes, en sus policías, en su Ejército, y tiene miedo y dolor; estamos hasta la madre porque lo único que les importa, además de un poder impotente que sólo sirve para administrar la desgracia, es el dinero, el fomento de la competencia, de su pinche “competitividad” y del consumo desmesurado, que son otros nombres de la violencia.

De ustedes, criminales, estamos hasta la madre, de su violencia, de su pérdida de honorabilidad, de su crueldad, de su sinsentido.
Antiguamente ustedes tenían códigos de honor. No eran tan crueles en sus ajustes de cuentas y no tocaban ni a los ciudadanos ni a sus familias. Ahora ya no distinguen. Su violencia ya no puede ser nombrada porque ni siquiera, como el dolor y el sufrimiento que provocan, tiene un nombre y un sentido. Han perdido incluso la dignidad para matar. Se han vuelto cobardes como los miserables Sonderkommandos nazis que asesinaban sin ningún sentido de lo humano a niños, muchachos, muchachas, mujeres, hombres y ancianos, es decir, inocentes. Estamos hasta la madre porque su violencia se ha vuelto infrahumana, no animal –los animales no hacen lo que ustedes hacen–, sino subhumana, demoniaca, imbécil. Estamos hasta la madre porque en su afán de poder y de enriquecimiento humillan a nuestros hijos y los destrozan y producen miedo y espanto.

Ustedes, “señores” políticos, y ustedes, “señores” criminales –lo entrecomillo porque ese epíteto se otorga sólo a la gente honorable–, están con sus omisiones, sus pleitos y sus actos envileciendo a la nación. La muerte de mi hijo Juan Francisco ha levantado la solidaridad y el grito de indignación –que mi familia y yo agradecemos desde el fondo de nuestros corazones– de la ciudadanía y de los medios. Esa indignación vuelve de nuevo a poner ante nuestros oídos esa acertadísima frase que Martí dirigió a los gobernantes: “Si no pueden, renuncien”. Al volverla a poner ante nuestros oídos –después de los miles de cadáveres anónimos y no anónimos que llevamos a nuestras espaldas, es decir, de tantos inocentes asesinados y envilecidos–, esa frase debe ir acompañada de grandes movilizaciones ciudadanas que los obliguen, en estos momentos de emergencia nacional, a unirse para crear una agenda que unifique a la nación y cree un estado de gobernabilidad real. Las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una marcha nacional el miércoles 6 de abril que saldrá a las 5:00 PM del monumento de la Paloma de la Paz para llegar hasta el Palacio de Gobierno, exigiendo justicia y paz. Si los ciudadanos no nos unimos a ella y la reproducimos constantemente en todas las ciudades, en todos los municipios o delegaciones del país, si no somos capaces de eso para obligarlos a ustedes, “señores” políticos, a gobernar con justicia y dignidad, y a ustedes, “señores” criminales, a retornar a sus códigos de honor y a limitar su salvajismo, la espiral de violencia que han generando nos llevará a un camino de horror sin retorno. Si ustedes, “señores” políticos, no gobiernan bien y no toman en serio que vivimos un estado de emergencia nacional que requiere su unidad, y ustedes, “señores” criminales, no limitan sus acciones, terminarán por triunfar y tener el poder, pero gobernarán o reinarán sobre un montón de osarios y de seres amedrentados y destruidos en su alma. Un sueño que ninguno de nosotros les envidia.

No hay vida, escribía Albert Camus, sin persuasión y sin paz, y la historia del México de hoy sólo conoce la intimidación, el sufrimiento, la desconfianza y el temor de que un día otro hijo o hija de alguna otra familia sea envilecido y masacrado, sólo conoce que lo que ustedes nos piden es que la muerte, como ya está sucediendo hoy, se convierta en un asunto de estadística y de administración al que todos debemos acostumbrarnos.

Porque no queremos eso, el próximo miércoles saldremos a la calle; porque no queremos un muchacho más, un hijo nuestro, asesinado, las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una unidad nacional ciudadana que debemos mantener viva para romper el miedo y el aislamiento que la incapacidad de ustedes, “señores” políticos, y la crueldad de ustedes, “señores” criminales, nos quieren meter en el cuerpo y en el alma.

Recuerdo, en este sentido, unos versos de Bertolt Brecht cuando el horror del nazismo, es decir, el horror de la instalación del crimen en la vida cotidiana de una nación, se anunciaba: “Un día vinieron por los negros y no dije nada; otro día vinieron por los judíos y no dije nada; un día llegaron por mí (o por un hijo mío) y no tuve nada que decir”. Hoy, después de tantos crímenes soportados, cuando el cuerpo destrozado de mi hijo y de sus amigos ha hecho movilizarse de nuevo a la ciudadanía y a los medios, debemos hablar con nuestros cuerpos, con nuestro caminar, con nuestro grito de indignación para que los versos de Brecht no se hagan una realidad en nuestro país.

Además opino que hay que devolverle la dignidad a esta nación.

Esta carta se publica en la edición 1976 de la revista Proceso, ya en circulación.

Iglesia y Sociedad

De teologías y automóviles

29 Mar , 2011  

Para Javier Sicilia, con dolorida solidaridad

Hacer teología es una labor que se antoja imposible. ¿Cómo hablar de aquello que no puede pronunciarse? ¿Cómo acercar la mente y la palabra a quien es Misterio, así con mayúsculas? Esta convicción era la que hacía decir a Erasmo de Rotterdam: “Tengo en tal consideración a la ciencia teológica que acostumbro reservar solamente para ella el nombre de ciencia. Respeto y venero tanto al orden de los teólogos, que es el único en el que me gustaría inscribirme, aunque el pudor me impide arrogarme un título tan eminente, pues no ignoro que las dotes de erudición y de vida están ligadas al nombre de teólogo. Existe algo de sobrehumano en la profesión de teólogo”. De manera parecida, René Descartes declaraba: “Si yo quisiera hacer teología, necesitaría ser algo más que un hombre”.

Y no obstante, hacer teología es inevitable, imprescindible para quien cree. No tenemos más remedio que usar el lenguaje con el que contamos, partir de los moldes culturales en los que pensamos y vivimos, usar las categorías que nuestro tiempo nos ofrece, para hacer ese intento, a la vez sublime y frágil, de pronunciar a Dios, de arañar con nuestras pobres palabras su misterio insondable. Esto incluye, desde luego, a la teología académica, pero no se agota en ella.

En esta tarea han invertido tiempo y esfuerzo innumerables generaciones de cristianos y cristianas. Desde Pablo de Tarso, el hombre tricultural que por primera vez intentó desentrañar el misterio de la muerte de Jesús, hasta el contemporáneo teólogo salvadoreño Jon Sobrino, que sigue hurgando en el sentido de la muerte violenta del Maestro, la teología ha intentado desentrañar el misterio de la salvación y enunciar, con las categorías de su tiempo, una explicación que sea relevante para los hombres y mujeres de su época.

Esta es quizá una de las características de la producción teológica que más importan hoy: su relevancia. Hemos pasado de una cultura que consideraba que el valor de una idea o cosa estaba en relación con la porción de eterna verdad que expresaba, a una cultura que considera todo desde el ámbito relacional. Es mucho más relevante hoy, por ejemplo, considerar al ser humano en relación con sus semejantes que mirarlo desde la perspectiva de sus componentes ontológicos. No quiere decir, desde luego, que los componentes del individuo no importen, sino que son menos relevantes que su aspecto relacional.

Con las ideas teológicas y con las prácticas pastorales que de ellas se derivan, ocurre igual. Interpretar la muerte de Jesús como “rescate” o “sacrificio” es menos pertinente actualmente que interpretarla como “entrega” o “servicio”. Cosas del tiempo y del cambio cultural. Una reinterpretación se construye sobre la otra: no la niega, sino la asume desde otro lugar. En un proceso dialéctico, verdades que fueron fundamentales para otras épocas apenas si mantienen relevancia en nuestros días.

Por eso la teología es un reto al que cada generación tiene que responder. No se trata, como a veces se piensa, simplemente de repetir o aclarar verdades únicas e inamovibles conservadas en un gran cajón de trebejos. Se trata de reconstruir, una y otra vez, la relevancia del misterio que se atisba para las personas de nuestro tiempo. Y lo que se dice de la teología, se dice también de la práctica pastoral. Si el Concilio Vaticano II fue relevante para la modernidad es precisamente porque intentó dar respuestas nuevas a los anhelos de una época convulsionada. Pero también, al mismo tiempo, porque logró la revisión de la práctica pastoral, generó el prodigio de comunidades de fe más vivas, devolvió la Escritura al pueblo, reconceptualizó la liturgia, permitió un énfasis mayor en la dimensión social de la religión. Teología y acción pastoral suelen ir de la mano.

Y en estas cosas, como en otras, si uno no termina viviendo como piensa, termina pensando como vive. El abandono de la teología conciliar se refleja en liturgias cada vez más inmóviles y anquilosadas, en la vuelta a la ponderación de la asistencia social por encima de una pastoral social integral, en la represión de la libertad de pensamiento y conciencia, en una fe cada vez más espiritualista y con ribetes de superstición.

La muestra más reciente de esta tendencia es la visita del automóvil que usara el Papa Juan Pablo II y la alharaca que se ha hecho en torno a ella. En un abuso de lenguaje que se traduce en fetichismo simple y llano, se llama al papamóvil “santa reliquia”. Grave responsabilidad la de poner la fuerza de convocación de la fe al servicio de tan polémica acción. Si esta acción fuera justipreciada como muestra de nuestra creatividad pastoral, saldríamos irremediablemente reprobados, aunque tratemos de revestirla de piedad popular. Y todavía pretendemos que los cristianos de otras denominaciones no hagan escarnio de nuestras costumbres. ¡Existen límites, por favor…! Ojalá no nos hagamos responsables de una irrelevancia aún mayor de la experiencia de fe para las nuevas generaciones.

Iglesia y Sociedad

Una visa para transmigrantes

21 Mar , 2011  

Hace unos días tuve la bendición de acompañar a los compañeros y compañeras que forman el Proyecto Integral de Pastoral de Migrantes de la ciudad de Tenosique, Tabasco, punto de arranque del llamado “tren de la muerte” por el que centenares de migrantes centroamericanos intentan cruzar el país en busca de la frontera norte.

La situación de los migrantes en esta frontera olvidada es grave. Tan solo en los meses de febrero y marzo, este equipo de trabajo ha recibido en la Casa del Migrante a más de 300 personas. La siguiente descripción que me envía mi amigo Fray Tomás González describe el ambiente que rodea su trabajo pastoral:

“En el mes de febrero y lo que llevamos de marzo hemos recibido en el albergue una gran cantidad de personas migrantes, más de 300, de las cuales 40 son mujeres, 15 menores de edad y de estos, lo que más duele, la inocencia de niños entre 4 y 8 años de edad, que sin saber por qué exactamente han tenido que salir de su país, corren por los pasillos, entran al templo, juegan, rompen las lámparas del salón e interrumpen a los frailes cuando dan temas cuaresmales.

De cada diez que llegan a la casa, un gran porcentaje de ellos son asaltados en el puerto fronterizo de El Ceibo, otros tantos son extorsionados por miembros del ejército mexicano y los que no les pasa nada, más adelante son asaltados por otras bandas o perseguidos salvajemente por los agentes federales del Instituto Nacional de Migración…

A principios de marzo recibimos a tres personas de origen salvadoreño, dos hombres y una mujer, ella venía totalmente deshecha de los pies. Según su testimonio el Grupo Beta, quien se supone que ayuda a los migrantes, pasó junto a ellos en una de sus unidades, les hicieron la parada pero la corporación “ni siquiera los volteó a ver”, en menos de media hora llegó la banda que se encargó de despojarlos de todo. ¿Qué nos dice esto? El Grupo Beta abandona a las y los migrantes, sabiendo que el tramo carretero es extremadamente peligroso y los deja a merced de los grupos delincuenciales o a merced de los agentes de migración, que seguramente los detendrán porque ya no pueden caminar… Providencialmente la Cónsul de El Salvador estaba de visita y también el Delegado Regional del INM en Tabasco, este se comprometió a atender el caso personalmente y poner “orden” en el Grupo Beta, acompañamos a los migrantes a poner su denuncia ante el Ministerio público y esta semana empezarán su proceso de regularización.

El viernes 18 recibimos a dos personas migrantes hombres que reportaron que los agentes del INM en un operativo alrededor de las 5 de la mañana los persiguieron con un arma «grande». Cuando pudimos, dos miembros del Centro de Derechos Humanos del Usumacinta, nos trasladamos a la Estación migratoria donde el Delegado nos dijo que era imposible, pero que iba a investigar, el domingo me mandó decir que ya había investigado y que era mentira lo que decían los migrantes. Por supuesto, aquí alguien está mintiendo: ¿los Agentes del INM, los migrantes, nosotros? Los migrantes están dispuestos incluso a carearse con los agentes e identificar al que traía el arma. Y por supuesto que vamos a exigir que los identifiquen.

El sábado pasado, tres personas migrantes (Un adulto, su hijo de 4 años de edad y su sobrino de 17 años) salieron del albergue por la mañana, lograron evadir el retén del INM a la salida de Tenosique, empezaron a caminar, en la noche quisieron descansar en el monte pero aparecieron los delincuentes que les quitaron el poco dinero que llevaban, sin violencia física, “sólo” verbal; dándose cuenta que llevaban un niño, quisieron quitárselo al papá para llevárselo, él no lo permitió pero esto le costó a él y a su sobrino una golpiza brutal, que con todo y eso lograron escapar. El doctor de la comunidad los trasladó a Tenosique a la Cruz Roja, de allí los llevaron al hospital de la comunidad donde ni siquiera les hicieron un diagnóstico y de donde los sacaron después de “vendar” los golpes, el sobrino pidió que me hablaran por teléfono, ya era media noche, el doctor de manera muy grosera le contestó que para qué, que le diera “gracias a Dios” que no le había pasado nada, que por qué había salido de su país sin documentos. Se atravesó el puente y hasta mañana los acompañaremos al Ministerio público a denunciar. Ahora el niño no se separa para nada de su papá y van dos noches que no duerme…”

Hasta aquí el testimonio de Fray Tomás. La situación de los migrantes en tránsito por nuestro país es realmente grave. De manera cotidiana y socialmente aceptada, se violan sus derechos humanos. A esto confluyen la acción de la delincuencia organizada, la complicidad en la que, sea por acción o por omisión, incurre la policía y otro tipo de autoridades, el insuficiente marco legal para proveer protección a los migrantes, la indiferencia de quienes prefieren ver el problema “de lejitos” para no meterse en líos…

Está actualmente en discusión en el Poder Legislativo Federal una iniciativa de Ley de Migración. La iniciativa contiene grandes deficiencias, que han sido oportunamente señaladas por el Grupo de Trabajo sobre Legislación y Política Migratoria, formado por ciudadanos/as y organizaciones civiles que trabajan el tema migratorio. Algunas de las deficiencias señaladas son que la iniciativa no disminuye los riesgos ni la violencia que sufren las y los migrantes a diario y a que su condición de migrantes en tránsito sigue siendo criminalizada. La perspectiva desde la cual está planteado este proyecto de Ley es de seguridad (nacional, pública y fronteriza) y no desde una óptica multidimensional que entienda el tema como un fenómeno social entre cuyas aristas está la de seguridad y la gestión de los flujos, pero no se limita sólo a éstas dos.

Lo que es más grave: persiste en esta Ley una alta discrecionalidad en las acciones de la autoridad encargada de poner en práctica la ley, se continúa vinculando el tema de migración con el de seguridad nacional, la SSP seguirá participando en las acciones de verificación migratoria, no se ordena la desaparición de operativos y verificaciones domiciliarias sin orden judicial y se amplían los tiempos de detención de personas migrantes.

Ante esta lamentable situación, y como parte de una campaña para terminar con los vergonzosos secuestros de migrantes en México, un grupo de activistas, entre los que se cuentan organizaciones con el prestigio del Centro Miguel Agustín Pro, de la Diócesis de Saltillo, de diversas Casas del Migrante, Fundaciones noruegas y norteamericanas y otras organizaciones de derechos humanos, han propuesto la creación de una visa temporal de protección para transmigrantes.

Reconociendo que en México se desarrolla hoy uno de los patrones más brutales de violaciones a los derechos humanos de los migrantes en el mundo moderno (22 mil transmigrantes secuestrados y sometidos a extorsiones, abusos sexuales y/o asesinados por grupos de la delincuencia organizada) y que esto constituye una tragedia humanitaria, el grupo sugiere que, más que un enfoque reactivo con respecto a los secuestros de migrantes, se utilice un enfoque preventivo. Esto se concretaría al otorgar una visa temporal que permita a este sector de población, mayoritariamente centroamericana, atravesar el territorio mexicano por un período determinado, dos meses por ejemplo, de manera que los migrantes pudieran usar legalmente los medios de transporte y viajar al norte en condiciones dignas. Una reforma legal de este tipo podría constituir un golpe mayor a la delincuencia organizada y una efectiva protección a los derechos de los migrantes. Sería una forma sencilla y poco costosa para reducir esta catástrofe humanitaria que sucede todos los días frente a las narices de un país que es conocido en el ámbito internacional como un defensor de los derechos humanos de las y los migrantes y que ha impulsado y firmado todos los compromisos internacionales en la materia.

Una acción de este tipo puede ser la última oportunidad que nuestro país tenga para ganar autoridad en la defensa de los derechos humanos de nuestros propios migrantes en el país del norte. Con todo derecho México solicita a los Estados Unidos que respete las vidas, la seguridad y los derechos de los mexicanos que emigran hacia ese país para sostener a sus familias, incluyendo aquéllos que lo hacen sin contar con la documentación necesaria. Sin embargo, mientras la población centroamericana que viaja por México en búsqueda del mismo sueño siga siendo secuestrada, abusada e incluso asesinada, será más difícil para México abogar por su población emigrante. En la medida en que México detenga estas atrocidades, que dañan las vidas de los transmigrantes que cruzan su territorio, ganará autoridad moral y más aliados en la reivindicación de los derechos de los mexicanos en el extranjero.

Para una mayor comprensión de los alcances de esta iniciativa, los grupos que promueven han publicado un resumen ejecutivo de la acción que han presentado ya al Poder Legislativo Federal titulado “La necesidad de una visa temporal de protección para transmigrantes” en el que explica mucho más claramente el alcance y precisa sus contornos legales. Está disponible en el portal electrónico del Centro Miguel Agustín Pro colocando en el buscador “visa para transmigrantes”. Recomiendo vivamente su lectura.

Iglesia y Sociedad

Hombre, si te dices hombre…

15 Mar , 2011  

Comentarios al libro VILLAGÓMEZ G., ESCOFFIE E., VERA L. (Coordinadoras) Varones y Masculinidades en Transformación (UADY, Mérida 2010)

Introducción

Agradezco a las coordinadoras de este libro la amable invitación que me hicieron a través de la Dra. Ligia Vera, para participar con ellas en la presentación pública de la obra. Su decisión es tanto más generosa y arriesgada cuanto que el que les habla no es antropólogo social, ni médico ni psicólogo, sino solamente un activista de derechos humanos que es, al mismo tiempo, ministro religioso y, para escándalo de muchos, mantiene una opinión “inusual” –por decirlo de una manera suave– sobre algunos temas, como la intrínseca maldad del capitalismo o la riqueza que implica la aceptación de la diversidad sexual. Esto no es tan malo, viéndolo bien: que quien se dirige a ustedes sea un lego en la materia me da permiso de decir aquí todo lo que pienso sin tener que cuidar de manera excesiva una pulcritud técnica que no poseo y de apelar a la bondad de tanta gloria de nuestro firmamento académico, como las que están aquí presentes.

Permítanme por ello comenzar con un comentario muy personal. Tengo 52 años. A algunas personas les parecerá poco y a otras mucho, depende del cristal con que se mire. A mí me parece que, más allá de esas consideraciones, los años vividos vienen marcados por la época en que dichos años se vivieron. A mí me ha tocado, como a la casi totalidad de personas aquí presentes (a menos de que aquí hubiera un niño o niña menor de once años) vivir mis años a caballo entre dos siglos. En mi caso he vivido las cuatro últimas décadas del siglo XX y voy entrando en la segunda del siglo XXI. Esto me ha permitido ser testigo de cambios inimaginables y ha marcado mi comprensión de la realidad.

Hace unos días, el equipo de derechos humanos Indignación con el que trabajo, publicó el segundo Cuaderno para Comadrear. Se trata de propuestas de conversación para mujeres sobre asuntos de equidad de género. En esta ocasión, como las autoras sugieren en su prólogo, las reflexiones están dirigidas “para las mujeres más libres que hay: las que luchan contra el patriarcado en la política, en la escuela, en la familia, en las asambleas ejidales, en la fiesta, en los ritos antiguos… pero que en las iglesias claudicamos de nuestro corazón feminista porque ‘así lo quiere Dios’. El dios del patriarcado, macho, varón y violento, con minúscula, que ha estado tapándonos la boca a tantas mujeres”. Se trata, pues, de reflexiones bíblicas desde la óptica feminista. El cuaderno puede conseguirse en las oficinas de Indignación y consultarse y “bajarse” desde su portal electrónico.

Pues bien, en el prólogo de dicho Cuaderno recibí un piropo que me sorprendió. Y no es solamente porque no esté muy acostumbrado a los piropos (desde hace algunos años recibo iracundos insultos en mucha mayor cantidad que cariñosas alabanzas), sino porque creo que es un piropo que parecerá extraño a muchas personas y que toca el tema al que nos invita a reflexionar el libro que hoy tendré el honor de comentar.

Las compañeras indignadas escribieron en su prólogo titulado “Comadres y Obispas”, lo siguiente: “Así nació este cuaderno. Somos católicas las tres mujeres que parimos este cuaderno, y –diferente de cómo pasa aquí en el pueblo– este cuaderno no tuvo partera, sino partero: el más feminista de los curas, Raúl. Casi parece mujer, y estamos seguras que esto lo llena de orgullo y no de vergüenza, como a tantos que amenazan porque ‘parecen viejas’…”

Nací en 1958. En esas épocas, en que la mayor parte de las calles no estaba todavía petrolizada, jugábamos mucho a las carreras. Era muy común escuchar: “¡vieja el último!”. La identidad femenina como objeto de escarnio. Y ni para cuándo usar alguna camisa de color rosa, porque un varón no debería usar colores “de vieja”. Hoy en 2011, a mis casi 53 años, decir que “casi parezco mujer” se ha convertido en uno de los halagos que guardaré en mi memoria hasta que muera. ¿Qué ha sucedido que, en el arco de apenas cincuenta años, he sido personal testigo de un cambio tan asombroso? ¿Qué ha ocurrido delante de nuestros ojos, que la palabra “macho” ha dejado de ser el símbolo de orgullo que aparecía, hablado y cantado, en las cintas de Pedro Infante y ha llegado a ser un vituperio del que todos quieren tomar distancia: “¡De veritas, te juro que no soy machista!”?

Lo que ha sucedido es que se ha operado una auténtica revolución, la revolución feminista o revolución de género. Venidas de una opresión secular, las mujeres han dicho su muy particular ¡Ya Basta!. Lo han dicho irrumpiendo en el mercado laboral, saliendo del ostracismo de las cocinas en donde los varones las mantenían confinadas, combatiendo la violencia de género, animando cambios estructurales para garantizar la igualdad que se iba conquistando. El resultado de esta revolución está a la vista: han sido trastocadas muchas costumbres dentro y fuera de los hogares y ha comenzado a perfilarse un nuevo imaginario colectivo que, combatiendo inercias, va tendiendo universalmente a establecer nuevos patrones de igualdad en la relación entre los géneros.

Estas modificaciones sustanciales que han venido incorporándose a nuestra convivencia han tenido efectos colaterales, acaso el más relevante de ellos es la lucha abierta y frontal contra la violencia de género. En la medida en que las sociedades se han ido permeando de las nuevas ideas y prácticas de la equidad, se ha ido identificando cada vez con mayor precisión las causas de la violencia de género y esto ha servido también, como en una especie de círculo hermenéutico que se retroalimenta a sí mismo, a definir de mejor manera los contornos de la desigualdad de género. Así, los conceptos “patriarcado y sistema patriarcal” han venido a irrumpir de manera definitiva en el universo conceptual de quienes, por vocación o por obligación, trabajamos en la búsqueda de la igualdad de género.

El derrotero que nos ha abierto la reflexión feminista nos ha llevado de manera irremediable a experimentar, me refiero de manera especial a los varones, una especie de inexplicable orfandad, una situación que en terminología futbolística calificaríamos como “fuera de lugar”. Se trata, ni más ni menos, de que nos hemos quedado sin los asideros que conformaban nuestra manera de ser varones. Antes de la revolución de género, nuestra identidad estaba muy bien delineada: proveedores en lo económico, omnímodos en el ejercicio del poder y la autoridad, rudos, valientes, osados (o como quiera denominarse a nuestra obligación de ser violentos para demostrar nuestra masculinidad). Los tres elementos (dinero, poder y violencia) se han hecho añicos en los últimos años como factores de identidad masculina. Con la crisis y ruptura de la masculinidad tradicional, los varones hemos quedado, para decirlo provocativamente, en desventaja. Reconstruir un nuevo modelo de masculinidad en el marco de la igualdad de género nos está costando a los varones más de lo que nos imaginábamos. Desafortunadamente, repitiendo patrones del pasado que se niegan a desaparecer, esto ha significado un repunte de la violencia contra las mujeres.

El libro

Este es, justamente, el tema del libro que hoy se presenta. No es casual que el título que engloba los 17 trabajos que en él se reúnen sea: “Varones y masculinidades en transformación”, una edición de la Universidad Autónoma de Yucatán, coordinada por la Dra. en Antropología Social Gina Villagómez Valdés, la Mtra. en psicología Elia María Escoffié Aguilar y la médica y sexóloga Ligia Vera Gamboa.

El libro, de más de 300 páginas (313), es una colección de colaboraciones de más de 25 especialistas (27) de las ramas de antropología, psicología, historia, filosofía, medicina, educación y sociología. Las colaboraciones han sido distribuidas en tres capítulos que se acercan a las masculinidades desde sus aspectos sociales, psicológicos y biomédicos y sexuales.

Una lectura lega como la mía, se acomoda mejor a otro tipo de divisiones. Trataré someramente de exponer una clasificación que me acomoda más. Como el objetivo de mis comentarios no es suplir la lectura del libro, sino incentivarla, me referiré muy escuetamente a los trabajos contenidos en el libro para terminar con algunos comentarios finales.

Hay en la obra que presentamos algunos estudios de caso. Se trata de acercamientos de índole investigativa, realizados entre poblaciones muy localizadas y sujetos a una metodología rigurosa. La gran virtud, a mi juicio, de que sean publicados este tipo de trabajos, aun cuando se refieran a microcosmos cuya observación y comprensión difícilmente pueda extenderse a otros campos más generales, es que proporcionan un cúmulo de datos que constituyen la materia prima de posteriores reflexiones. Sin atender a esta clase de estudios, la reflexión de las y los científicos sociales podría ponerse en riesgo de carecer de soporte fáctico y de bordar en el vacío.

Identifico los siguientes estudios de caso:
Masculinidades en transición en una comunidad maya de Yucatán, investigación realizada por la Dra. Denise Faye Brown en Chemax, localidad maya situada al oriente del estado de Yucatán, y que identifica las transformaciones ocurridas en la población a raíz de la emigración de los varones de la comunidad a la zona de desarrollo turístico en la costa del Caribe. La renegociación de género queda de manifiesto en los cambios comunitarios recientes que retan la construcción de lo que la especialista llama ‘performance de masculinidad’ y provocan tensiones y conflictos entre los géneros.
Los hombres y la salud reproductiva. La visión de un grupo de hombres rurales, estudio llevado a cabo por los Dres. Ligia Vera y Roger Mézquita con 50 hombres de la comunidad de Xoy, en el sur del estado, en el que se identifican sus opiniones y creencias sobre salud reproductiva, infecciones de transmisión sexual y uso de métodos de planificación familiar.
Participación masculina en planificación familiar en una comunidad rural de Yucatán, México, realizado por los Dres. Ana María Lucas Navarrete, Andrés Santana Carvajal y la socióloga Yolanda Oliva Peña con casi todos los residentes varones (105 de 116) de la comisaría de Mucel, en el municipio de Chemax y que indaga sobre los factores que influyen en la toma de decisiones de los hombres en materia de métodos anticonceptivos.
Las interacciones sociales en el saber masculino para el cuidado de la salud de la mujer embarazada. Una propuesta de cambio a través de la educación, llevado a cabo por los Dres. Elsa Rodríguez Angulo, William Manrique Vergara y Andrés Santana Carvajal con 40 varones de la comunidad de Chemax, estudio en el que indagan a propósito de qué es lo que saben los varones en relación con el cuidado de la mujer embarazada a partir de la interacción con los servicios de salud, el trabajo de las parteras, el uso de remedios caseros y la práctica de la medicina tradicional.
Masculinidades diversas: prácticas sexuales en jóvenes de Mérida, Yucatán, estudio realizado en el arco temporal de julio 2004 a agosto de 2006 entre ocho varones gay meridanos y que fue la materia prima de la tesis de maestría de su autora, la antropóloga Celmy Teresa Noh Poot. En el trabajo se aborda la manera como la homosexualidad es interpretada desde el molde de la ideología dominante de género y las ambiguas relaciones de los entrevistados con su propia identidad de género, a veces retando la masculinidad dominante, a veces haciéndose cómplice de ella.
Masculinidades desde la diversidad. Sexo anal no protegido y su significado en HSH en Mérida, estudio llevado a cabo por los Dres. Jorge Toledo González, María Rojas Bolaños y Ligia Vera Gamboa para obtener datos que permitan interpretar el significado del sexo no protegido en el contexto de las relaciones estables de pareja. La muestra fue realizada en el otoño de 2006 y en ella participaron 11 hombres gays con experiencia de pareja estable, localizados a través del muestreo en bola de nieve. Los resultados muestran situaciones de poder genérico presentes en las relaciones homosexuales estables y la concepción del sexo no protegido como consolidación de la pareja, con todos los riesgos que esto implica.

La mayor parte de estos estudios nos permiten asomarnos a la manera como el modelo hegemónico de masculinidad, poco erosionado en algunos de los casos estudiados, influye de manera decisiva en la toma de decisiones y mantiene a las parejas femeninas, cuando las hay, en un segundo plano. La noción de masculinidad, es decir, la manera como los actores sociales siguen definiendo quién es y cómo se comporta un varón, tiene una importancia social relevante, con consecuencias en la redistribución del poder, en la modificación de patrones sociales de convivencia y en el cuidado de la salud. Se atisba, sin embargo, las transformaciones que, en el ejercicio de la masculinidad, irán llegando irremediablemente a todos los sectores de la población.

Un segundo bloque de artículos aborda reflexiones que tienen cierta relación con algún trabajo comunitario, sin llegar a ser estudios de caso. Me refiero a los artículos siguientes:

La violencia masculina en las parejas jóvenes, de Elva Rivera Gómez y Cirilo Rivera García, basado en una aproximación al tema de las relaciones de noviazgo entre parejas jóvenes de la ciudad de Puebla.
Abordaje de la violencia masculina en la política pública municipal, de Alicia Canto Alcocer y Rodrigo Cueva G Cantón, que presentan reflexiones verdaderamente desafiantes a partir de la experiencia de trabajo con varones participantes en el programa municipal “Hombres con problema de violencia en la familia” (GHPVF), desarrollado a partir del año 2001 en el Centro Integral de Desarrollo y Atención a la Violencia Intrafamiliar (CIAVI) del Ayuntamiento de Mérida. Presenta el marco de reflexión teórica del abordaje de GHPVF: la perspectiva de género y el humanismo. Uno de los trabajos más lúcidos y comprehensivos.
Masculinidades y violencia en la relación de pareja, de Gina Villagómez Valdés que basa sus reflexiones sobre la relación entre masculinidad y violencia en la participación de cerca de 120 varones que han participado en el Grupo de Hombres con Problemas de Violencia Intrafamiliar, también en el CIAVI del Ayuntamiento de Mérida durante el año 2008 con el propósito de eliminar la violencia que ejercen en sus hogares. La autora deriva sus conclusiones de las declaraciones de algunos de los varones que conforman el grupo y anota las variaciones que se registran en los roles de género y las expectativas que cada género tiene sobre la pareja.
Conversando las masculinidades en Yucatán. Trabajo colectivo desde la sociedad civil, de Sergio Moreno Cabrera, que desarrolla sugerentes reflexiones a partir de conversaciones con varones de distintas comisarías del municipio de Mérida y que muestra el aspecto transicional en el que se sitúa el discurso de las masculinidades, en comunidades que uno podría pensar impermeables a cualquier modificación del discurso sobre los roles de género.
Hombres de papel. Representaciones de la masculinidad en los cómics eróticos mexicanos, de José Gamboa Cetina, un interesantísimo estudio que analiza 100 distintas historietas (CEM: cómics eróticos mexicanos) para encontrar en ellas el tipo de representación social de género que manejan, estudio que se completa con entrevistas realizadas a 100 mujeres lectoras. A lo largo del trabajo desfilan los varones considerados como objetos sexuales, los maltratados, los cornudos, los mañosos, los dominantes y violentos. Las conclusiones insisten en la relación entre este imaginario y la conformación de la idea como se debe ser o no ser varón, reflejando los cambios que se están operando en las representaciones sociales.

Un tercer bloque de artículos es el que desarrolla sus reflexiones sin referencia a grupos concretos de trabajo, sino que lleva adelante sus reflexiones teóricas circunscribiéndolas a un aspecto de la realidad que se analiza a partir de datos estadísticos o documentos publicados. Estos artículos son:

Los niños y niñas de Yucatán. Masculinidades al descubierto, de Leticia Paredes Guerrero, que analiza la influencia de las condiciones de salud y la experiencia de maltrato de niños y niñas en la configuración del patrón de masculinidad. La autora extrae sus conclusiones del estudio de las estadísticas sobre muerte de infantes y a partir de las denuncias registradas sobre maltrato infantil.
Las masculinidades. Construcciones desde la educación, de Carlos David Carrillo Trujillo y Jorge Armando Revilla Fajardo, que mira de cerca el papel que las instituciones educativas (la familia desde lo privado y la escuela desde lo público) juegan en la construcción del rol social masculino. El trabajo hace énfasis en la necesidad de una nueva formación para los docentes en este campo.
Entre masculinidades te veas: HSH y vuelta al clóset, de Roberto Díaz Manzanilla, que aborda los riesgos de traspasar sin más la terminología de “hombres que tienen sexo con otros hombres”, usada en el lenguaje epidemiológico de combate al VIH/SIDA, al discurso académico. El autor señala el retroceso que, a su juicio, esto provocaría en la lucha contra la segregación social de las homosexualidades y el empobrecimiento que de ello resultaría en la discusión pública sobre las masculinidades. Un artículo provocativo.

Un cuarto y último bloque de colaboraciones son aquellas que abordan reflexiones más teóricas, sobre todo en el campo de la psicología. Estos artículos son:

El narcisismo: una dificultad para la transformación masculina, de José de Jesús González Núñez, que aborda, desde la teoría psicoanalítica, la relación de pareja heterosexual, las etapas del noviazgo y los elementos que contribuyen a una maduración en la vida matrimonial. Describe también una caracterización de la persona narcisista, profundizando, a partir del análisis de un caso (no sabemos si real o hipotético), en las implicaciones que este tipo de personalidad tiene en la degradación de la relación amorosa y la vida sexual.
La figura paterna en la construcción de la identidad de género, de Elia María Escoffié Aguilar, estudio que, partiendo de la teoría clásica freudiana y pasando por concepciones más actuales sobre el desarrollo infantil, analiza la influencia de la figura paterna en la manera como aprendemos a ser hombres y mujeres, estableciendo semejanzas y diferencias con nuestras figuras parentales. El trabajo hace referencia tangencial a un estudio comparativo entre niños/as de familias monoparentales y de familias completas realizado en Mérida.
La psicología masculina, de Pedro Sánchez Escobedo, Sandra Martín Tun y Paulina Carrillo Espadas, que partiendo de la escasez de trabajos académicos serios sobre la psicología masculina que vayan más allá de los estereotipos populares de “Marte y Venus”, se propone revisar algunos de los discursos actuales sobre la masculinidad, discernir entre los aspectos biológicos de aquellos que son producto de construcciones sociales y enfatizar los determinantes conductuales, afectivos y cognitivos de la masculinidad y reivindica el derecho a la androginia, entendiendo por esto la posibilidad que ha de tener todo ser humano de manifestar conductas, pensamientos y sentimientos tanto del repertorio masculino como del femenino para contar con mayor libertad de decisión y una flexibilización de estereotipos fijos. Es el trabajo que aborda con mayor énfasis la complementación que se necesita entre los orígenes genéticos y biológicos de la psicología masculina, con los aspectos de socialización y construcción cultural del rol masculino.

Comentarios finales

Como se ha podido ver en esta brevísima (e injusta, precisamente por su brevedad) presentación del contenido del libro, hay en el texto al que hoy nos acercamos “de dulce y de manteca”. Las perspectivas presentes en estos estudios sobre las masculinidades son múltiples, como compleja es la transición que el rol masculino va teniendo en confrontación con la revolución feminista del siglo pasado.

Los estudios son parciales, aun aquellos que pretenden echar una mirada complexiva sobre el objeto de discusión. Y lo son porque, probablemente sin quererlo, son testimonio de una discusión aún en ciernes. No es de extrañar: las primeras reflexiones teóricas hechas sobre este tema no se remontan a mucho más allá de treinta años. En este sentido, el libro que hoy comentamos es un libro pionero, porque permite echar una mirada local y/o regional sobre una cuestión que está en debate continuo en nuestros días desde casi la totalidad de las ciencias sociales.

Quisiera, para terminar, subrayar algunas consideraciones conclusivas:
1. La crisis de las masculinidades no es un presupuesto simplemente teórico: tiene relevantes consecuencias en la convivencia entre los dos géneros. No es casual que una buena parte de los artículos contenidos en el libro hagan referencia a la violencia masculina, una de las manifestaciones más graves relacionada con esta crisis.
2. Varios artículos del libro, haciendo honor al método de investigación científica, no temen abordar temáticas políticamente incorrectas. Hurgar en las motivaciones de la violencia masculina, por ejemplo, no soslaya los avances legislativos y/o judiciales que tienden al castigo de los agresores, y sí nos permite tener un panorama mucho más amplio para lograr la erradicación de la violencia de género, sin clavarnos exclusivamente en la vía del castigo legal o una visión incompleta que sólo aborda el fenómeno de la violencia desde su caracterización delincuencial.
3. Es notable la complementación de las diferentes áreas de trabajo en la búsqueda de una comprensión mayor del fenómeno de la crisis de la masculinidad tradicional y el esbozo, así sea utópico por el momento, de los caminos que pueden conducirnos a una construcción renovada del rol masculino. La colaboración interdisciplinaria nos hace más humildes en la búsqueda de la verdad y en la construcción de vías alternativas de relación entre los géneros.
4. Esta es la mirada de alguien que, como decía al principio de mi intervención, es un lego en la materia. Seguramente será de mucho más provecho a los teóricos de la identidad de género y, espero fervientemente, para aquellos que trabajan cotidianamente en la erradicación de la violencia y la construcción de nuevos modelos de convivencia. Felicito a la Universidad de Yucatán por haber abierto su colección “Estudios de la Mujer y Relaciones de Género” a una temática tan poco explorada en nuestra realidad local.
5. Soy varón y mi identidad de género está en crisis. El piropo de que “casi soy mujer” se convierte en reto y desafío. El patrón de comprensión de qué significa ser varón tendrá que dejar de tener como únicas referencias el dinero, el poder y la violencia. Estos estudios colaboran, sin duda, a someter a la crítica y a la discusión pública los rumbos que las nuevas masculinidades van tomando y los obstáculos para el surgimiento de un nuevo tipo de varón que todavía se resisten a desaparecer.

Iglesia y Sociedad

Las indignadas

8 Mar , 2011  

Para Carlita: niña renacida, mujer de corazón nuevo

Las mujeres de Indignación son rebeldes y tienen Causa. Parecen incansables, pero no es así: se cansan, se cansan mucho, pero su cansancio es siempre fecundo. Cuando no están frente a su computadora haciendo un comunicado, están encaramadas en la estatua de los Montejo dando clases de historia, o desplegando una manta ante el palacio de gobierno o el congreso del estado, o haciendo el servicio de traducción y de defensa en alguna comisaría de Mérida o en los separos de la Procuraduría hablando con algún torturado (en un estado en el que, ya se imaginarán ustedes, no existe oficialmente la tortura, ni para la Procuraduría ni para la CODHEY),.

Las mujeres de Indignación trabajan también cuando son vacaciones: ¿quién les manda a los zapatistas comenzar la sublevación en pleno asueto navideño? Arropan a la familia de los campesinos ecologistas; manejan hasta Ebulá para conversar con las familias desplazadas por Escalante, el empresario impune; animan a las pintoras que quieren pronunciar su ¡Ya basta! hacia la violencia contra la mujer; siembran igualdad en las cocinas y en las asambleas, en las iglesias y los juzgados.

Las mujeres de Indignación se multiplican. Sin que nadie las canonice por ello, llevan a cabo todos los días el milagro de la ubicuidad: parecen estar en todas partes y hacen muchas cosas al mismo tiempo. Son hermanas y tías, comadres y madrinas, teólogas y feministas. Nada puede contenerlas: ni la familia ni el sindicato, ni la iglesia ni los partidos. Tercas, no se resignan a que las cosas sigan siendo siempre como han sido hasta ahora. Contumaces, insisten en la esperanza, conjuran la barbarie, atisban nuevos tiempos.

Las mujeres de Indignación se meten con todos. No dejan, como se dice por ahí, títere con cabeza. Bajo su lupa inmisericorde pasan jueces y funcionarios públicos, curas y terratenientes. Su mirada, rabiosamente tierna, se detiene también en MAR, la joven violada por su propio padre, y en Rosa, la mujer que soportó violencia de su marido hasta que dijo basta. Han denunciado tanto, y de manera tan consistente, que muchos funcionarios y funcionarias se cohíben con su presencia, porque saben que detrás de sus ojos siempre luminosos se guardan fechas y datos, registro de vejaciones y de chanchullos, memoria de mezquindades sin cuenta.

Las mujeres de Indignación han parido de nuevo. Se trata ahora, en el Día de la Mujer del año 2011, del segundo Cuaderno para Comadrear. Lo han escrito acicateadas por la memoria de las obispas Rufina y María, una maya de Yucatán y la otra de Guatemala. Desde que hace dos años publicaron el primer tomo de estos cuadernos, llevaban una espinita clavada en la carne: querían escribir –dicen ellas mismas en su prólogo– “para las mujeres más libres que hay: las que luchan contra el patriarcado en la política, en la escuela, en la familia, en las asambleas ejidales, en la fiesta, en los ritos antiguos… pero que en las iglesias claudicamos de nuestro corazón feminista porque ‘así lo quiere Dios’. El dios del patriarcado, macho, varón y violento, con minúscula, que ha estado tapándonos la boca a tantas mujeres”.

Las mujeres de Indignación han tomado la Biblia en sus manos desde hace muchos años. Junto con otras compañeras y compañeros, la han leído con ojos y corazón de mujer. En este Cuaderno para Comadrear 2, ofrecen a quien quiera mirar los textos bíblicos con la perspectiva con que ellas los miran, cuatro capítulos que constituyen el cuaderno:
1. ¿Santa Palabra?: analiza los textos que reflejan de manera más determinante la mentalidad patriarcal, aquella herencia que aceptamos sin cuestionar, las figuras femeninas que reproducen el sistema de dominación masculina: Eva la culpable, Agar la Otra, Rebeca la Mamich, Tamar o la insoportable idea de no ser madre…
2. Mujeres diferentes antes de Jesús: lee desde la perspectiva feminista algunas figuras del Primer o Antiguo Testamento: Rut la refugiada, la comandanta Judit, las parteras desobedientes, Doña Macabea la madre coraje…
3. Las discípulas invisibles en el movimiento de Jesús: retoma a mujeres del Nuevo Testamento, visitando la fecunda presencia de mujeres libres e iguales en el inicio del movimiento cristiano: Marta, María y los platos, Susana, de las primeras 72, María la de Magdala, Lidia y su casa de seguridad, Priscila la matriarca del reino…
4. Las mujeres de la tierra nueva: en continuidad hermenéutica con el primer tomo de los cuadernos, este capítulo retoma a algunas mujeres de nuestro tiempo que siguen mostrando el camino de la solidaridad y la ternura.

Las mujeres de Indignación son desafiantes. Quien se atreve a entrar por las páginas de este segundo Cuaderno para Comadrear penetra un campo minado. Aquí y allá se esconden bombas que reducen a cenizas ideas largamente sostenidas y apuntaladas por siglos de patriarcado. El Cuaderno para Comadrear 2 es solamente un umbral, un pretexto para preguntarnos cosas, una oportunidad de mirar la Biblia y la vida desde otro ángulo, el de la igualdad de género. Es solamente un umbral, sí, pero yo les aseguro que quien lo atraviese difícilmente podrá seguir siendo el mismo o la misma.

Iglesia y Sociedad

El caso de Roberth Tzab Ek

1 Mar , 2011  

La prensa local dio cuenta en días pasados de manifestaciones realizadas contra la Procuraduría General del Estado y contra la Comisión de Derechos Humanos del estado de Yucatán (CODHEY) por el caso de Roberth Tzab Ek, muerto el 19 de agosto pasado.

Las reclamaciones no son menores: se acusa a la Procuraduría de poner en riesgo la integridad física de las personas detenidas, de favorecer el silencio y la indolencia frente a delitos y violaciones a los derechos humanos de los detenidos aun cuando hay responsabilidad directa y evidente de funcionarios públicos, de encubrimiento por parte de los altos mandos de la Procuraduría, de desdén hacia solicitudes de información debidamente fundamentadas, de mantener a los funcionarios en sus puestos sin iniciar contra ellos ningún proceso de investigación, etc. En el caso de la CODHEY se denuncia la culpable falta de interés del organismo para investigar las violaciones a los derechos humanos, máxime cuando se trata de sospecha de tortura, una de las violaciones más degradantes y combatida por los organismos de derechos humanos de todo el mundo, asumiendo con esto una complicidad que redunda en indefensión de los ciudadanos y ciudadanas.

La gravedad de las acusaciones desnuda, además de la impunidad que, como cáncer maligno, permea las instituciones de procuración de justicia en el estado, las deplorables condiciones de las cárceles en Yucatán donde, según informaciones hechas públicas por la misma CODHEY y algunos medios de comunicación social, han muerto en circunstancias que no se han explicado de manera suficiente 13 personas desde 2006 hasta la fecha, siete de ellas en el año 2010. El caso de Roberth Tzab ha captado el interés de los medios y de los organismos de derechos humanos de otras partes del país y del extranjero, justamente porque se ha constituido en uno de los síntomas mayores de una enfermedad que corroe el sistema de procuración y administración de justicia en Yucatán.

Roberth Tzab Ek falleció el 19 de agosto de 2010, cuando se encontraba detenido en la cárcel preventiva de la Procuraduría del estado de Yucatán con sede en Tekax. El 17 de agosto había sido detenido por elementos de la policía estatal y municipal de Oxkutzkab por agredir a su esposa con un cuchillo, después de una llamada de auxilio realizada por vecinos. Cuando la policía llegó al domicilio, el señor Tzab le disparó a los policías con su rifle e hirió a dos uniformados. Cuando se le acabaron los tiros la policía entró, lo sometió, lo detuvo y lo trasladó a lo separos de la Procuraduría, con sede en Tekax. Esto ocurrió el 17 de agosto en la madrugada. La esposa fue trasladada al hospital pues el señor Tzab la hirió en la espalda con un cuchillo.

El día 18 de agosto el señor Roberth Tzab fue presentado ante los medios de comunicación en su calidad de detenido. Distintos medios de comunicación publicaron una fotografía en la que se ve al señor Tzab de pie. A simple vista no se observan lesiones ni aspecto de gravedad o debilidad alguna. Sin embargo, el día 19 de agosto en la madrugada falleció el señor Roberth Tzab. Su hermana relató al equipo de derechos humanos Indignación A.C. que ese día ella acudió a ver a su hermano pero no la dejaron verlo, por más que insistió que quería ver cómo estaba y llevarle alimentos. Reiteradamente le negaron la posibilidad de verlo en ese momento, le dijeron que tendría que ser después. Ella se retiró del edificio de la Procuraduría y, mientras se dirigía a donde está el sitio de taxis, recibió una llamada de la Procuraduría solicitándole regresar. Volvió y entonces le informaron que su hermano había fallecido esa madrugada.

Algunos medios de comunicación han hecho notar que en el boletín que emitió la Procuraduría por la detención de Roberth Tzab no se menciona que estuviera herido. Ese boletín ya no se encuentra en el portal electrónico de la Procuraduría, pero en el que emitió esa dependencia a raíz del fallecimiento se descarta, sin investigación alguna, la responsabilidad de agentes en el fallecimiento de Roberth Tzab Ek. Vecinos de Ticul, alarmados por el caso, se manifestaron el día del entierro frente al Ministerio Público de esa ciudad. Roberth Tzab era originario de Ticul, fue detenido en Oxkutzkab, en la casa que habitaba su esposa (él acababa de volver de Estados Unidos puesto que había vivido ahí como migrante los últimos años) y falleció en Tekax.

Los familiares, entre ellos el hijo homónimo del difunto, han reclamado de la Procuraduría información suficiente sobre este caso en el que, casi de manera obligada, hay que sospechar que la muerte fue ocasionada por tortura. La revisión del expediente le ha permitido a los familiares notar las escasas diligencias que se han realizado para explicar la extraña muerte de Roberth. La exculpación de los agentes que participaron en la detención por parte del Procurador, inmediata y sin mediación de investigación alguna, fue la última manifestación pública del responsable de la procuración de justicia en el estado. A pesar de ser un caso tan grave, y de la resonancia mediática que ha tenido, no ha habido otra información pública acerca de los avances de las investigaciones, si es que las ha habido.

Algunas personas podrán opinar que no vale la pena “defender” a una persona que llegó a las celdas acusado de ejercer violencia en contra de su esposa. Nadie defiende al difunto de tales acusaciones, desde luego. Roberth, por lo demás, no necesita ninguna defensa porque ya está muerto. El interés, en cambio, por parte de la familia de aclarar las circunstancias de su muerte es un asunto de vital importancia. El sistema de justicia debe procurar el castigo a los transgresores de la ley, no hacerse justicia al margen de la misma. Si los agentes de la policía pudieran eliminar a su antojo a un detenido, sobraría el sistema de procuración de justicia, y estaríamos a merced de quienes no deberían hacer, según nuestras normas, nada fuera de aquello que la ley les permite. Y la ley no le permite a un policía torturar y matar a un detenido, aun cuando su delito hubiera sido grave o deleznable. No hay que olvidar que cualquiera de nosotros podría estar en situación de ser detenido. Dejar que policías ajusticien a un detenido, a cualquier detenido, en lugar de presentarlo a los órganos encargados de procurar justicia, es una puerta abierta a la barbarie.

Puede ser, sin embargo, que la realidad sea otra, y que la muerte de Roberth Tzab pudiera explicarse por otros motivos. Toca a la Procuraduría, en lugar de mantener este sospechoso silencio, rendir cuentas públicas y convincentes del caso. En esto radica la importancia del caso de Roberth Tzab. Es un examen público de la salud o enfermedad de nuestro sistema de justicia estatal. Tanto silencio y encubrimiento oficial en torno al caso hacen sospechar que la procuración de justicia en el estado está tocada por la mortal enfermedad de la corrupción y la impunidad.

Iglesia y Sociedad

Misterio y sorpresa a la vuelta de la esquina

22 Feb , 2011  

El pasado 12 de febrero se cumplieron 27 años del fallecimiento de Julio Cortázar. Comparto con ustedes una conversación que sostuve con la comunidad argentina avecindada en Mérida, en diciembre de 2007.

El título de esta conversación sobre Julio Cortázar refleja los dos elementos fundamentales que quiero abordar. En primer lugar, aquella noción de sorpresa o de tensión resuelta que caracteriza la cuentística de Cortázar y, en segundo lugar, un pensamiento cariñoso hacia el ser humano que tanta gente sigue queriendo y recordando. Y es que creo que Julio Cortázar se ha mantenido en la memoria de muchos precisamente por esa conjunción entre calidad literaria y compromiso humano.

Así que, sin más preámbulos, vayamos entrando en materia. Sin duda, cualquier persona a quien se le pidiera que dijera, rápidamente y sin pensarlo, alguna obra de Cortázar respondería Rayuela. Y no es para menos. Ha arrancado elogios de amplias dimensiones, como el lanzado por el novelista C.D.B. Bryan desde el New York Times en 1969: “Rayuela es la novela más magnifica que he leído y a la que siempre vuelvo. No hay novela de autor vivo que me haya influido más, intrigado más, cautivado más… No hay novela que haya explorado tan satisfactoria, completa y bellamente la compulsión del hombre a explicar la vida, buscar su sentido, desafiar sus misterios”. Así es: Rayuela ha sido un parte aguas en la producción literaria de América Latina. A los diez años de haber sido publicada la novela, en 1973, en una lúcida entrevista que le hiciera Evelyn Picon Garfield, Cortázar comentó:

—Muchos consideran que Rayuela es la cumbre de tu obra, y que después de tal libro no seria posible sobrepasarlo. Ahora, después de muchos libros y diez años más o menos, ¿qué puedes decir de ese comentario?

—No es el tipo de comentario que a mí me gusta demasiado, porque en el fondo todo es una cuestión de perspectiva. Hoy, a diez años de su publicación, justamente Rayuela cumplió diez años hoy, es un niño ya grandecito. Yo estoy de acuerdo con los críticos. Si me preguntaran cuál es el libro que tiene más peso para usted en todo lo que usted ha escrito, yo diría Rayuela… no sé, me gustaría saber dentro de veinte años cuál es la perspectiva, porque yo que he leído bastante literatura comparada años atrás, he visto hasta qué punto los críticos se equivocaban en la estimación de los libros de un determinado autor. Es decir, que a los cinco o diez años de publicados los libros, les parecía que la obra maestra era el libro H y que todo el resto era inferior. Pero veinticinco años después el libro H se hunde y hay otro libro de ese mismo autor que parecía menos importante, que de golpe toma toda su fuerza, todo su sentido. De manera que hay un relativismo y una perspectiva muy cambiante. Pero ahora, a diez años sí, yo creo que Rayuela. Si yo tuviera que llevar uno de mis libros a la isla desierta, yo me llevo Rayuela.

Mi camino a Cortázar, en cambio, ha sido distinto. Todo comenzó por un libro que cayó en mis manos: se llamaba El Último Round y era una espléndida miscelánea que contenía, desde los graffiti pintarrajeados en los muros de París en mayo del 68, hasta juegos literarios conocidos como “pameos o meopas”, que no poemas, pasando por una sesuda discusión con Roberto Fernández Retamar acerca del dificilísimo equilibrio entre el contenido de tipo ideológico y el contenido de tipo literario en una obra, uno de las polémicas más candentes en la literatura contemporánea.

Mi fascinación por la obra cortazariana había comenzado. Por eso a mí me parece que Rayuela, precisamente por su monumentalidad, no es el vehículo más idóneo para un primer contacto con Julio. Yo, por ejemplo, me resistí durante muchos años a la lectura de Rayuela. Un primer acercamiento me dejó cierta impresión de pedantería. Quedé, en cambio, inmediatamente subyugado por los cuentos de Cortázar, esos prodigios de redondez y de concentración. Por eso sostengo que es mejor entrarle al toro por los cuentos (dicho sea esto a pesar de que a Cortázar le gustaba mucho más el box que la fiesta brava).

Y es que nada más difícil que la definición del género literario cuento. ¿Qué lo diferencia de la novela y de otras formas narrativas? ¿Solamente la dimensión y/o el número de personajes? ¿La complejidad de la trama? Cada una de estas proposiciones podría ser desmentida en los hechos. Hay ciertas novelas breves que no se diferencian mucho en extensión de un cuento, como algunas de las novelas ejemplares de Cervantes. Hay cuentos de trama complejísima y que abarcan un gran número de personajes. Miremos, pues, la idea que el mismo Cortázar tenía del cuento:

“Yo creo que nadie ha definido hasta hoy un cuento de manera satisfactoria. Cada escritor tiene su propia idea del cuento. En mi caso, el cuento es un relato en el que lo que interesa es una cierta tensión, una cierta capacidad de atrapar al lector y llevarlo de una manera que podemos calificar casi de fatal hacia una desembocadura, hacia un final. Aunque parezca broma, un cuento es como andar en bicicleta, mientras se mantiene la velocidad el equilibrio es muy fácil, pero si se empieza a perder velocidad ahí te caes y un cuento que pierde velocidad al final, pues es un golpe para el autor y para el lector… Por ahí he escrito que para mí un cuento evoca la idea de la esfera, es decir, esa forma geométrica perfecta en la que un punto no puede separarse de la superficie total, de la misma manera que una novela la veo con un orden muy abierto, donde las posibilidades de bifurcar y entrar en nuevos campos son ilimitadas. La novela es un campo abierto verdaderamente; para mí, un cuento, tal como yo lo concibo y tal como a mí me gusta, tiene límites y, claro, son límites muy exigentes, porque son implacables; bastaría que una frase o una palabra se saliera de ese límite, para que en mi opinión el cuento se viniera abajo. Y he visto muchos cuentos venirse abajo por eso, por destruirlo todo en el último momento, por ejemplo, con una tentativa de explicación de un misterio, cuando el misterio era más que suficiente en el cuento, cada uno podría encontrar allí su propia lectura, su propia interpretación. Hay gente que malogra cuentos, poniéndolos excesivamente explícitos, entonces la esfera se rompe, deja de ser el orden cerrado”.

Y eso es precisamente lo que hay que admirar de la cuentística de Cortázar. Hay una cierta sensación de vértigo y de redondez acabada en La continuidad de los parques, acaso el más breve y más estudiado de los cuentos de Cortázar. Otros cuentos son una explosión de fantasía, como La puerta condenada, Estación de verano o No se culpe a nadie, éste último un extraordinario relato de lo que puede pasarle a una persona al ponerse el suéter. Algunos cuentos de Julio son trasgresores del tiempo: ahí están Sobremesa y Autopista del Sur. O trasgresores del lenguaje, como La Señorita Cora, ese lúdico rompecabezas que hay que armar. Y es que Cortázar es, sin duda, un trasgresor, trasgresor de la lengua y de las ideologías, del tiempo y del espacio.

Algunos otros cuentos hacen honor a las grandes pasiones de Julio: su pasión por el boxeo (Torito), o su pasión por la música, en uno de sus más significativos cuentos llamado El perseguidor. En algunos cuentos, Cortázar realiza lo que muy pocos logran hacer en un texto literario: convertirlo en una metateoría. Me explico: se trata de hacer un cuento en el que la materia misma del relato es la elaboración del cuento y su proceso. Algo parecido a lo que Silvio Rodríguez, ese músico, tan redondo como Cortázar, hace en la canción Playa Girón. Los cuentos Las babas del diablo y Diario para un cuento, son quizá los ejemplos más acabados de lo que vengo diciendo.

Sí, mi territorio cortazariano favorito son los cuentos. Hay una diferencia fundamental entre este género narrativo y el de la novela. Así lo explica Julio: “Para mí el cuento es un texto, continuo y cerrado sobre sí mismo, que exige un alto grado de perfección para que sea eficaz. No quiero decir perfección artificial hecha desde afuera, sino perfección interna. Ahora esa perfección interna del cuento, el escritor tiene que ayudarla y completarla con una versión idiomática perfecta; es decir, el lenguaje tiene que ser implacablemente justo. No puede haber adjetivos de sobra en un cuento. No puede haber indecisiones a menos que eso forme parte de la intención del cuento. Es decir, el cuento tiene que ser un poco como el soneto en la poesía. Tiene una especie de definición formal, muy justa, muy precisa, en mi opinión. La novela es todo lo contrario. La novela permite bifurcaciones, desarrollos, digresiones. Lo sabemos de sobra. Entonces, curiosamente, la novela es un género mucho más peligroso que el cuento porque facilita todas las indisciplinas, todas las negligencias; tú te dejas ir escribiendo una novela. Hay que tener mucho cuidado después en el ajuste final. En cambio yo pienso que en mi caso con un cuento, cuando yo veo con claridad por lo menos el comienzo del cuento, hay algo que hace que al irlo escribiendo sea ya casi perfecto. Hay realmente muy poco que cambiar después en mi caso. En la novela, no”.

Quizá sea en los cuentos donde aparece con más nitidez la que me parece la más atractiva característica de la literatura de Julio y que me atrevo a resumir en una frase: la realidad siempre esconde un misterio y nada, o casi nada, es lo que parece ser. Hay, en efecto, misterio y sorpresa escondidos en el reverso de la realidad cotidiana. Cuando Julio hubiera cumplido 81 años, el 26 de agosto de 1995, yo le escribí una carta al más allá. En ella le agradecía muchas cosas: Rayuela y sus múltiples alternativas de lectura, los ensayos sobre el escritor y la revolución… y, sobre todo, los cuentos. “Este último -le decía yo a Julio en aquella misiva- es mi territorio preferido: tus cuentos, la posibilidad de lo fantástico a la vuelta de la esquina, la casa ocupada de fantasmas, el hombre que vomitaba conejitos cada segundo día, el lector que se descubre la víctima de la novela que lee, el sueño que se convierte en realidad y la realidad que se torna sueño, el boxeador y sus recuerdos de gloria, el embotellamiento automovilístico que dura varios días. En fin: tus cuentos: esos pozos de ingenio y de sorpresas”.

A eso me refiero cuando digo que éste es el gran atractivo de la literatura de Cortázar: es una literatura que no se construye en torno a la certeza, sino a la ambigüedad. Ya lo decía un viejo prologuista de Julio, Alberto Cousé: “una certeza es una verdad central dura y deslumbradora como un diamante o, más modestamente, simple y redonda como una buena papa sacada de la tierra. Pero las seguridades más seguras, si se me permite la redundancia, son abrumadoramente visibles, corpóreas, evidentes. En base a esas verdades absolutas los grandes de este mundo organizan la realidad, los medianos la legislan y los menores (¡pobrecitos!) la repiten a tontas y a locas, copian sus modelos como pueden y con frecuencia la caricaturizan. Pero no importa, porque van sobre seguro: dos más dos son cuatro, yo soy Fulano de Tal, nací en tal parte; todo los respalda: la identidad, el día y la noche, el paso inexorable de los años, las estadísticas, las definiciones del bien y del mal”.

Pero, ¿qué es lo que pasa cuando alguien comienza a sospechar que la realidad es a la vez estática y dinámica, que es vigilia y sueño, coherencia y disparate, causalidad y casualidad, ser y no ser, y todo ello al mismo tiempo? Entonces pueden comenzar a pasar cosas horribles. Hablar de ello está condenado a la impopularidad. Todos quieren verdades groseramente redondas. Pero Cortázar nos enseña que el mundo no es así, sino que está lleno de escandalosas fantasías. Así continúa diciendo ese viejo crítico de Julio: “lo que ocurre es que la foto está movida, el rollo estaba viejo, o el campeón del encuadre todavía no nació. Y cuando se tiene esa intuición toda ortodoxia hiede como un muerto antiguo: no hay más camino que la cuerda floja, ni medio de transporte que no sean los zancos, ni modo de evitar meter a cada rato el dedo en el ventilador…”

Quisiera ahora, si no se han aburrido, pasar a considerar el segundo aspecto de esta disertación: la evocación de la entrañable persona de Julio Cortázar. Escuchemos cómo el mismo escritor nos habla de su biografía remota escrita en una carta enviada desde París en 1963:
“Nací en Bruselas en agosto de 1914. Signo astrológico, Virgo; por consiguiente, asténico, tendencias intelectuales, mi planeta es Mercurio y mi color el gris (aunque en realidad me gusta el verde)… Mi nacimiento fue un producto del turismo y la diplomacia; a mi padre lo incorporaron a una misión comercial cerca de la legación argentina en Bélgica, y como acababa de casarse se llevó a mi madre a Bruselas. Me tocó nacer en los días de la ocupación de Bruselas por los alemanes, a comienzos de la primera guerra mundial. Tenía casi cuatro años cuando mi familia pudo volver a la Argentina; hablaba sobre todo francés, y de él me quedó la manera de pronunciar la «r», que nunca pude quitarme. Crecí en Banfield, pueblo suburbano de Buenos Aires, en una casa con un gran jardín lleno de gatos, perros, tortugas y cotorras: el paraíso. Pero en ese paraíso yo era Adán, en el sentido de que no guardo un recuerdo feliz de mi infancia; demasiadas servidumbres, una sensibilidad excesiva, una tristeza frecuente, asma, brazos rotos, primeros amores desesperados. (El cuento Los Venenos es muy autobiográfico). Estudios secundarios en Buenos Aires: maestro normal en 1932. Profesor normal en letras en 1935. Primeros empleos, cátedras en pueblos y ciudades de campo, paso por Mendoza en 1944-1945 después de siete años de enseñar en escuelas secundarias. Renuncia a través del fracaso del movimiento antiperonista en el que anduve metido, vuelta a Buenos Aires. Ya llevaba diez años escribiendo, pero no publicaba nada o casi nada (un tomito de sonetos, quizá un cuento). De 1946 a 1951, vida porteña, solitaria e independiente; convencido de ser un solterón irreductible, amigo de muy poca gente, melómano lector a jornada completa, enamorado del cine, burguesito ciego a todo lo que pasaba más allá de la esfera de lo estético. Traductor público nacional. Gran oficio para una vida como la mía en ese entonces, egoístamente solitaria e independiente.”

Entre las cosas que yo debo agradecerle a Julio Cortázar está que le gustara el jazz, que fuera -como yo- un apasionado de Janis Joplin, que amara a los gatos (sobre todos ellos a su gato, que para no dejar de joder se llamaba Teodoro W. Adorno), que le gustara fumar pipa y sentarse a oír música en la semipenumbra de las tardes de otoño. Le agradezco la longitud descomunal de su cuerpo (sólo así podía caber en él un corazón de las dimensiones del suyo), su insaciable afán lúdico y su fidelidad a las causas grandes de la justicia y la paz en América Latina. Sí, a Julio le agradezco que haya soportado la injuria y la marginación antes que abandonar su firme posición política ante Cuba y Nicaragua. Le agradezco, en fin, que haya sido el gran cronopio, el hombre generoso que fue.

Puede ser que alguno se pregunte qué es eso de cronopio. Hay una obra de Cortázar que explica la denominación. Se trata de Historias de Cronopios y de Famas, una serie de cuentos cortos escritos en prosa poética “más para ser sentida que entendida”, Cortázar -para quien “el humor es una de las cosas más serias en la existencia”- agrupa a los seres humanos en tres categorías: 1) cronopios (seres artísticos, temperamentales, “desordenados y tibios”, “que se ne fregan”); 2) famas (“en las sociedades filantrópicas las autoridades son todas famas”, “pesimistas por naturaleza”); 3) esperanzas (“se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a ver porque ellas no se molestan”). Cortázar adquiere la noción de esos personajes que llamará cronopios durante un concierto de Louis Armstrong en París en 1952. Escribe entonces una reseña para Buenos Aires Literaria que 15 años después es reeditada en su libro La vuelta al día en ochenta mundos: “Un mundo que hubiera empezado por Picasso en vez de acabar por él, sería un mundo exclusivamente para cronopios, y en todas las esquinas los cronopios bailarían tregua y bailarían catala, y subido al farol del alumbrado Louis soplaría durante horas haciendo caer del cielo grandísimos pedazos de estrellas de almíbar y frambuesa, para que comieran los niños y los perros… Son cosas que uno piensa cuando está embutido en una platea del teatro des Champs Elysees…, y los famas llegados al concierto por error o porque había que ir o porque cuesta caro, se miran entre ellos con un aire estudiadamente amable, pero naturalmente no han entendido nada…”.
Si los cronopios representan a los seres artísticos, temperamentales “que se ne fregan”, entonces Julio Cortázar es, sin duda, uno de ellos.

Diré entonces una palabra breve sobre el Cortázar político. Estamos a veces tan acostumbrados a los últimos años de Cortázar, los años de su incondicional apoyo a la revolución nicaragüense que nos legara el hermoso libro Nicaragua, tan violentamente dulce, que pensamos que fue siempre un zoon politikon. Pero no fue así. A pesar de que en Argentina asumió una posición claramente antiperonista, Cortázar era, en general, bastante indiferente a las cuestiones políticas. Escuchemos cómo lo cuenta el mismo Julio: “Mi actitud política que se limitaba —como las actitudes políticas de la mayoría de mis amigos y de la gente de mi generación— a la expresión de opiniones en un plano privado y a lo sumo en un café, entre nosotros, pero que no se traducía en la menor militancia. Es decir que yo me sentía antiperonista pero nunca me integré a grupos políticos o grupos de pensamiento o de estudio que pudieran tratar de llegar a hacer una especie de práctica de ese antiperonismo. Todo quedaba en esa época en la opinión personal, en lo que uno pensaba. Y curiosamente eso nos satisfacía a casi todos nosotros, nos parecía suficiente. Incluso nuestra posición durante la guerra civil española y durante la segunda guerra mundial. En un caso, claro, estábamos por los republicanos, pero ninguno de nosotros fue a combatir como voluntario a España y ni siquiera actuó políticamente en asociaciones republicanas en Argentina. Y naturalmente, cuando la segunda guerra mundial éramos todos antinazis, pero ese antinazismo no se tradujo nunca en ninguna militancia. Las había y se podía hacer cosas en el plano práctico. Digamos entonces que mis decisiones políticas ya estaban tomadas y daban hacia la izquierda, pero no pasaban de una opinión, en realidad era un punto de vista que no se diferenciaba mucho de los puntos de vista que yo podía tener sobre la literatura o sobre la filosofía”.
¿Qué fue, pues, lo que provocó el giro de Julio hacia la militancia? La revolución cubana, el contacto directo con la realidad de la Cuba revolucionaria de los primeros años. Cortázar anduvo en Cuba en 1961, apenas a dos años del triunfo de los barbudos, lo que produjo una transformación en el escritor. Así lo cuenta: “vi que por primera vez yo había estado metido en pleno corazón de un pueblo que estaba haciendo su revolución, que estaba tratando de buscar su camino. Y ése es el momento en que tendí los lazos mentales y en que me pregunté, o me dije, que yo no había tratado de entender el peronismo. Un proceso que no pudiendo compararse en absoluto con la revolución cubana, de todas maneras tenía analogías: también ahí un pueblo se había levantado, había venido del interior hacia la capital y a su manera, en mi opinión equivocada y chapucera, también estaba buscando algo que no había tenido hasta ese momento. La revolución cubana, por analogía, me mostró entonces y de una manera muy cruel y que me dolió mucho, el gran vacío político que había en mí, mi inutilidad política. Desde ese día traté de documentarme, traté de entender, de leer: el proceso se fue haciendo paulatinamente y a veces de una manera casi inconsciente. Los temas en donde había implicaciones de tipo político o ideológico más que político, se fueron metiendo en mi literatura. Ése es un proceso que se puede ir apreciando a lo largo de los años… (Ahí está, por ejemplo) ese cuento que se llama Reunión, cuyo personaje es el Che Guevara. Ése es un cuento que yo jamás habría escrito si me hubiera quedado en Buenos Aires ni en mis primeros años de París, porque no me hubiera parecido un tema, no hubiera tenido ningún interés para mí. En cambio, en ese momento, el tema de ese relato me resultaba absolutamente apasionante, porque yo traté de meter ahí, en esas 20 páginas, toda la esencia, todo el motor, todo el impulso revolucionario que llevó a los barbudos al triunfo… Entonces, en muy poco tiempo se produce la aparición de lo que actualmente se llama el compromiso. Es decir, que yo empiezo a darme cuenta, a descubrir un territorio que hasta entonces apenas había entrevisto. Lo cual no quiere decir que yo vaya a ser un escritor de obediencia, un escritor que se limita únicamente a defender su causa y a atacar a la contraria, sino que voy a seguir viviendo en plena libertad, en mi terreno fantástico, en mi terreno lúdico…”

Cortázar fue un hombre íntegra, totalmente dedicado a la literatura. Nada más lejos de él que esa imagen de escritor politizado, que usa los relatos a manera de panfletos. Se trata, por el contrario, de un literato que comienza a incorporar o fusionar en su obra preocupaciones de tipo político. A Julio le horrorizaba que pudiera existir un “escritor comprometido”que lo fuera de tal manera que todo lo que escribiera estuviese embarcado e ese compromiso, sin libertad para escribir otras cosas. Cortázar vivía en un mundo de literatura, un mundo lúdico por excelencia, y nunca consideró el compromiso político como una obediencia al deber de ocuparse exclusivamente de cosas ideológicas. Por eso, aún en sus obras más políticas como El libro de Manuel, nos encontramos con buena literatura, no con propaganda política de baja estofa.

Lo dice el mismo Julio con estas palabras: “Cuando a mí me nace la idea de un cuento que tiene una referencia a las desapariciones en Argentina, escribo ese cuento con el mismo criterio literario y la misma absorción literaria con que puedo escribir cualquier cuento puramente fantástico, digamos La isla a mediodía. Para mí se trata de obras literarias, sólo que en el caso de los desaparecidos se trata de un tema que significa mucho para mí, es ese tema espantoso de lo que ha sucedido en Argentina estos últimos años, y se presenta como una posibilidad de desarrollo literario y si lo escribo igual que los cuentos puramente literarios, hay una cosa que me complace, y es que una vez que lo he terminado no puedo dejar de pensar que ese cuento va a llegar a muchos lectores y que además del efecto literario va a tener un efecto de tipo político. Ésa me parece que es la visión del compromiso, la justa en un escritor… El problema consiste en tratar de conseguir una convergencia de la historia contemporánea con la literatura pura. Convergencia particularmente difícil porque en la mayoría de los libros llamados comprometidos o bien la política (la parte política, la parte del mensaje político) anula y empobrece la parte literaria y se convierte en una especie de ensayo disfrazado, o bien la literatura es más fuerte y apaga, deja en una situación de inferioridad al mensaje, a la comunicación que el autor desea pasar a su lector. Entonces, ese dificilísimo equilibrio entre un contenido de tipo ideológico y un contenido de tipo literario me parece que es uno de los problemas más apasionantes de la literatura contemporánea.”.

No puedo terminar esta evocación sobre Julio sin referirme a una de sus características más peculiares: la pasión por el juego, por lo lúdico. Ya sabemos que la base misma del humor es la trasgresión del orden establecido. Si, por ejemplo, una caída en el escenario teatral te produce risa es precisamente porque no debería haber ocurrido. La fuente de la risa se encuentra muchas veces en lo absurdo de la situación. De manera que el sentido del humor capacita a la persona para mirar de manera alternativa la realidad que lo rodea, mirando en ella una constelación de elementos absurdos. Cortázar cuenta que desde niño encontró en el humor una de las formas para hacerle frente a la realidad, particularmente a las realidades de signo negativo.

De este sentido del humor es que brota la creatividad de la cuentística de Cortázar. Por eso cada cuento, cada novela, son un juego que hay que armar, un rompecabezas que hay que unir, una rayuela que hay que aprender a saltar. Nos lo explica así el propio Julio: “Lo lúdico no es un lujo, un agregado del ser humano que le puede ser útil para divertirse: lo lúdico es una de las armas centrales por las cuales él se maneja o puede manejarse en la vida. Lo lúdico no entendido como un partido de truco ni como un match de fútbol; lo lúdico entendido como una visión en la que las cosas dejan de tener sus funciones establecidas para asumir muchas veces funciones muy diferentes, funciones inventadas. El hombre que habita un mundo lúdico es un hombre metido en un mundo combinatorio, de invención combinatoria, está creando continuamente formas nuevas… Para mí, una literatura sin elementos lúdicos es una literatura aburrida”.

Una vez le preguntaron a Julio cuál pensaba que era la influencia que su literatura había tenido sobre los escritores jóvenes en América Latina. Cortázar no era vanidoso, pero no tenía falsas modestias. Nadie podía negar –ni él mismo– que su narrativa ha modificado profundamente una buena parte de la ficción latinoamericana de los últimos años. Así que después de lamentarse por la negativa influencia que creó cientos de pequeños Julios, que publicaban “Rayuelitas” aunque les pusieran sofisticados nombres, todo ello en medio de una mediocridad bastante evidente, Julio reconoce que su literatura ha dejado también una impronta positiva porque liberó de prejuicios y de muchos tabúes literarios a los escritores. Lo dijo con una expresión de solemne cronopio: “mi literatura ha hecho que muchos escritores se quiten la corbata para escribir.”

¡Ah! ¡Cómo quisiera haber conocido a Julio Cortázar! De veras que, como dice Joaquín Sabina en una de sus canciones: “No hay nostalgia peor, que añorar lo que nunca jamás sucedió…” En fin, no quiero menos a Julio por no haberlo conocido personalmente. Pero no haberlo conocido hace que esta evocación sea doblemente dolorosa. Soy hombre de obsesiones. La vida y la obra de Julio Cortázar es una de ellas. El talante humanísimo de Julio sigue ejerciendo sobre mí una extraña seducción. Siempre había para él un resquicio en la más utópica de las sociedades soñadas, una grieta por el que se colaba lo todavía no alcanzado, el otro mundo posible.

Iglesia y Sociedad

Un campesino metido a profeta

14 Feb , 2011  

Carlos Maciel del Río es mi amigo. Fue responsable del área bíblica de la Universidad Pontificia de México y su trabajo de estudioso de la Biblia puede constatarse en sus numerosas publicaciones. Pero además, Carlos es un magnífico narrador. Esta dote singular ha sido puesta al servicio del lector en varios de sus más recientes libros en los que se ha transmutado en biógrafo de algunos cristianos ilustres del pasado reciente (cfr. MACIEL C., Pablo de Anda. Una mano abierta y un corazón sensible, León, 2008). Ahora, esa capacidad narrativa se vuelca a la recreación del ambiente en el que surgieron algunos de los más destacados profetas de Israel.

Me refiero a la colección ‘Constructores de la Libertad’, que la editorial san Pablo ha iniciado el año pasado. De esa colección ha llegado a mis manos el libro “Amós, el campesino metido a profeta”, de Carlos Maciel del Río. Ediciones pulcras, presentación novedosa, abundantes imágenes, esta colección de la editorial san Pablo tendrá, estoy seguro, un especial atractivo para el público juvenil.

La técnica narrativa de Maciel es insólita en el campo bíblico: monta sobre la historia del profeta, una historia de nuestros días en la que el mensaje sustancial del profeta puede verse reflejado. Así, uno tiene en un solo libro, dos historias cuya relación sólo queda de manifiesto al final de la lectura. En el caso de “Amós, el campesino metido a profeta”, la historia actual que acompaña la narración propiamente referida al profeta y su mensaje, es la de un grupo de narcomenudistas que, obligados por el patrón, narco y muy católico, hacen una peregrinación al santuario de La Virgen de san Juan de los Lagos. Al final, la falsa confianza puesta en el culto, tan criticada por el profeta de Tecua, queda desmantelada por la fuerza de la narración. Por lo demás, uno puede escoger, un poco a la manera de Rayuela de Cortázar, cómo leer el libro: siguiendo el orden presentado por el autor, o saltando los capítulos que narran la historia actual para leerlos después de un tirón.

Compartiré ahora con los pacientes lectores y lectoras de esta columna, un breve capítulo de la historia de Amós. Así se podrá aquilatar la fluidez narrativa y quedaremos todos invitados a acercarnos al texto en su conjunto.

Ruge el león ¿quién no temerá? Habla el Señor, ¿quién no profetizará? (Amós 3,8)
–¿A dónde vas Amós tan temprano, si todavía no despunta el sol por entre las montañas peladas de Moab?, –interpeló desafiante Hulda, esposa del ganadero de Tecua y añadió– Ni siquiera se alcanza a ver el resplandor del sol por entre los pliegues rojizos y las gargantas rocosas del monte Nebo. Sosiégate un rato, añadió con firmeza. Hace ya varios días que te noto distraído y distante. Ya ni me abrazas cuando llegas del campo.
-Ya te lo dije mujer—repuso él de inmediato— voy a ir a Betel para decirle a esa punta de sinvergüenzas lo que valen sus victorias y sus ganancias. Jeroboán se siente muy ufano porque sus mercenarios conquistaron un pedazo de tierra en Carnaím. El Señor ruge una vez más desde Sión y habrá que profetizar en su nombre.
-¿Qué tienes guardado allá en Betel? Nada que yo sepa –sentenció la mujer entornando sus ojos luminosos y claros— ni tu padre, ni tu abuelo salieron jamás de Tecua. Y yo no sabía que tú fueras profeta, ni enviado de Dios. ¿De dónde te salió tanto celo por servir al Señor? Será mejor que te aplaques y te quedes en casa, si no quieres morir apedreado por los siervos del rey Jeroboán.
–Además –gritó a grandes voces Hulda, cuando vio que su marido tomaba un pellejo de vino, unos panes de cebada y un montón de higos secos y se metía al corral para aparejar el burro– yo no tengo tiempo de andar pastoreando tu montón de chivas por todos esos cerros. Si te vas a ir, será mejor que se las vendas a tu hermano Samuel. Conmigo no cuentes, que bastante tengo con sacudir los sicómoros y llevarlos a vender en la plaza de Hebrón, para que sirvan de forraje al ganado.
–Haz como mejor te parezca, vende o encarga el ganado con tus parientes –Gritó Amós, mientras se sentaba a horcajadas en un burro pardo y trasijado, para dirigirse hacia la distante ciudad de Betel, por el sendero rocoso que ascendía hacia Belén–; y añadió, viéndola con una mirada penetrante y firme: ¡Dios te habrá de ayudar! –-repuso el ganadero metido a profeta— ya verás que pronto estaré de regreso.
Por el camino a Belén Amós iba recitando de modo balbuceante uno a uno los ayes y las visiones que una y otra noche había contemplando entre sobresaltos y horas de insomnio. Los diálogos interiores que había deletreado, entornando la mirada y aguzando el oído, se le habían grabado con punzón de hierro en la memoria. Los tenía en la punta de los labios. Los iba a relatar sin escamotear una sola letra en los atrios del santuario de Betel.
Mientras llegaba la hora, había que ensayarlo –pensaba Amós— a fin de comunicar un mensaje convincente y retador:
–¿Qué ves Amós? Me preguntó el Señor.
–Respondí: Un cesto de higos maduros…higos maduros.
Me explicó: Maduro está mi pueblo, Israel, y ya no pasaré de largo.
Mientras tanto, Amós remarcaba cada sílaba y afirmaba: “Aquel día –oráculo del Señor—gemirán las cantoras del templo: ¡Cuántos cadáveres arrojados por todas partes!”
–Vas hablando sólo Amós, ¿Acaso has perdido el juicio de un día para otro? –le espetó de pronto un campesino de Tecua llamado Jetró, que lo alcanzó desde un sendero angosto, que subía por el lado del Mar de la Sal y desembocaba en el camino que ascendía de Hebrón a Belén— Y añadió: oí tus gritos desde lejos y quedé intrigado por la fuerza de tus palabras.
–El Señor alza la voz desde Jerusalén. Yo descifré su llamado y me marcho a pregonar las duras palabras de juicio que Jeroboán y todo Israel habrán de escuchar. Y añadió: “Ruge el león, ¿Quién no temerá? Habla el Señor, ¿Quién no profetizará?”
Jetró siguió pensativo su camino, repitiendo mentalmente las últimas palabras de su vecino… “ruge el león… ¿Quién no profetizará?” Unos metros adelante el campesino torció a la izquierda y se enfiló hacia el caserío de Tecua, que recién había abandonado el ganadero metido a profeta.
Amós mientras tanto, se había alejado un centenar de metros de Jetró e hincaba sus talones en la panza del burro, tratando de arreciar el trote del animal. Por el lado del Mar Grande el sol se estaba ocultando y él quería llegar antes de que la oscuridad desdibujara las siluetas calizas de los muros de Jerusalén.
Cuando Amós llegó horas más tarde a la cuesta sureste de Jerusalén, un chorro escaso de luz atravesaba los tejados de la ciudad de David. El asno parecía reconocer el sendero, porque se enfiló seguro por veredas angostas, de tierra compacta y dura, por el incesante trajinar de las cabalgaduras y se paró en seco, cuando se topó con una posada por el rumbo de la Calzada del Batanero. El sistema del trueque seguía vigente, a cambio de un pedazo de queso seco de cabra que Amós sacó del zurrón y entregó al posadero, le ofrecieron un montón de paja seca para estirar sus huesos y un pesebre para el borrico. La primera jornada estaba concluida. La larga noche cobijaría las cavilaciones del aprendiz de profeta.

Hasta aquí la probadita del texto. La publicación, como se estila ahora, viene acompañada de un disco compacto con el contenido de la obra. Termino, compartiéndoles el portal electrónico donde podrán informarse mejor de esta publicación y con un fragmento del texto de presentación que luce en la contraportada:

“Un grupo de jóvenes sicarios emprenden un peregrinaje al santuario de San Juan de los Lagos… ellos y sus jefes pretenden, mediante limosnas, procesiones y rezos, atraer los favores de Dios y lavarse las manos manchadas de sangre. No saben que transitan el mismo camino que recorrieron los israelitas del siglo VIII a.C., quienes tampoco escucharon los gritos del profeta y continuaron acentuando las injusticias, privilegiando al poder y al dinero y promoviendo un culto falso”.

www.sanpablo.com.mx/constructores

¡Buena lectura!

Iglesia y Sociedad

Todos somos Carmen

7 Feb , 2011  

En solidaridad con Carmen Aristegui

“En las democracias del mundo suele verse de vez en vez que se piden estudios médicos para saber cuál es la condición de los gobernantes, qué tipo de salud tienen, pues porque al final de cuentas están en una posición de altísima responsabilidad y las sociedades, hablemos en genérico, las sociedades requieren necesariamente saber cuál es la condición precisamente de quien está tomando decisiones a nombre del interés general.

Por eso, lo que ayer pasó, y por lo que en el clima de las redes sociales se puede percibir, con razón o sin ella, sí merecería una atención seria, una atención particular sobre esta interrogante: ¿tiene o no problemas de alcoholismo el Presidente de la República?

Debería, realmente, la propia Presidencia de la República, dar una respuesta clara, nítida, formal, al respecto”.

Carmen Aristegui
(y Raúl Lugo)

Iglesia y Sociedad

La Estrella de Julia

31 Ene , 2011  

(Palabras pronunciadas en la presentación del libro “La Estrella de Julia”, de Johanna Justin-Jinich, en la Cineteca Nacional del Teatro Mérida, el 30 de enero de 2011)

La Estrella de Julia es un libro, al mismo tiempo que ingenuo, profundamente revelador. Digo que es ingenuo porque su premisa es simple: todo prejuicio que crea discriminación, está basado en un temor o miedo que concibe a las personas diferentes como una amenaza hacia la propia seguridad. Si uno logra superar ese temor inicial con el conocimiento y la convivencia, el prejuicio (que es solamente eso, pre-juicio, es decir un juicio adelantado y temerario) desaparecerá con seguridad. Es lo que hace la niña Julia al invitar a sus amiguitas de escuela a la sinagoga en un Shabat. Conocidas las hermosas tradiciones judías, habiendo comido en la misma mesa, las amiguitas de Julia pueden entender, y al entender comprenden, que si uno se atreve a acercarse a la persona diferente sin prejuicioos, termina por aceptarlo, y la historia puede culminar, como ocurre en el cuento “La Estrella de Julia”, en un canto a la convivencia igualitaria y sin discriminaciones.

Esta clave, así de ingenua, así de posible, es –sin embargo– insuficiente. Desafortunadamente, el prejuicio discriminatorio no se vence, al menos no del todo, con la pura convivencia humana. Seguramente Johanna Justin Jinich, la autora de este hermoso cuento, se dio cuenta más tarde de esto y, justamente por ello, por su preocupación por la suerte de las minorías y los prejuicios discriminatorios que se convierten en violaciones a los derechos humanos, particularmente en el caso de las mujeres, decidió inscribirse en un curso de género y estudios de sexualidad en la Universidad de Nueva York, donde conoció al victimario que habría de acabar con su vida. El 6 de mayo de 2009, el prejuicio discriminatorio acabaría por entrar a la cafetería de la Universidad Wesleyan, donde Johanna estudiaba y trabajaba, y detonaría su pistola asesinándola a quemarropa. Los policías encontraron más tarde, en el automóvil del victimario, una libreta donde había anotado: “It’s OK to kill Jews… Kill Johanna: she must die”.

Éste es la cuestión que hoy nos convoca en este espacio de convivencia. Ojalá la discriminación fuera solamente un asunto de declaraciones. O una simple discusión de principios morales. O un conflicto de visiones religiosas en pugna. Ojalá así fuera. Pero no es así. La discriminación mata. No solamente en un sentido figurado. Mata de veras. La discriminación secuestra, tortura y asesina.

El enfrentamiento del fenómeno de la discriminación, de todas las discriminaciones, pasa, pues, por un entramado de medidas entre las que destacan la labor educativa, pero también por la construcción de medidas legales para que las consecuencias de la discriminación no queden en la impunidad. No es, pues, una tarea simple. El cuento “La Estrella de Julia”, sin embargo, llama la atención sobre una realidad que no puede soslayarse: toda discriminación se incuba en el corazón de la persona, en su herencia educativa, en la alimentación de sus miedos.

Vengo a este foro con una doble representación: soy ministro de un culto cristiano, el culto católico romano, pero soy también, al mismo tiempo, activista de derechos humanos en una organización de la sociedad civil. En esta última faceta, el equipo Indignación A.C., al que me honro de pertenecer, ha trabajado con perseverancia para obligar al Estado, en sus distintos niveles de gobierno, a adoptar medidas que reviertan el fenómeno discriminatorio, particularmente en los temas en que dicho fenómeno se manifiesta en nuestra sociedad local: la discriminación a los mayas, a las mujeres y a las personas homosexuales, es decir, el racismo, el sistema patriarcal que deriva en la violencia de género y la homofobia.

En el camino nos hemos topado con la ceguera y cerrazón de muchas autoridades políticas. Llevamos meses con varios casos de mujeres abusadas y explotadas por sus propios maridos, sin que los poderes responsables hagan justicia. En el campo de la discriminación al pueblo maya, la más reciente respuesta de las autoridades ha sido levantar un monumento al racismo y a la ignominia, que ahora preside la vía más conocida de nuestra ciudad. Y ni qué decir del Poder Legislativo que, olvidando su obligación de legislar para todos los ciudadanos y ciudadanas sin distinción, ha hecho leyes que pretenden restringir a las personas homosexuales derechos contemplados para todos y todas en nuestra Carta Magna y en el derecho internacional. Todo esto nos recuerda que el camino hacia un Estado democrático y tolerante está todavía por recorrerse.

La erradicación de la discriminación, sin embargo, requiere no solamente de leyes. La discriminación es una enfermedad social, un cáncer que corroe nuestra convivencia comunitaria. A veces da la impresión que todos llevamos un discriminador en nuestro interior, que solamente espera la oportunidad para salir de su letargo y envenenar el ambiente social en el que nos desenvolvemos. Y es que la discriminación está basada en prejuicios que sostienen un trato de menosprecio a ciertos tipos de personas que vienen consideradas no sólo distintas, sino inferiores. Dichos prejuicios, desde luego, no son reconocidos como tales, sino que son adoptados por quien discrimina como si fueran verdades naturales e incuestionables. Esto es lo que se conoce como “falacia discriminatoria”, que induce a concebir las desigualdades como resultado de la naturaleza (¡o de Dios!) y no como lo que en realidad son: una construcción cultural. Es ésta la vía por la cual la discriminación encuentra su aceptación y su legitimidad. La mentalidad discriminatoria no sólo busca aislar o marginar a quien considera diferente, sino que, en la medida en que lo distinto parece representar una amenaza para sus propios valores y certidumbres, puede llegar al deseo de su aniquilamiento.

Y aquí entra la segunda faceta de mi persona y mi trabajo. Soy, sí, ministro de un culto religioso. Y me duele, y me avergüenza, que haya veces en que las religiones, concebidas como instrumento de concordia por sus fundadores, alimenten y promuevan la mentalidad discriminatoria. No importa de cuál religión estemos hablando: son muchas las ocasiones, más de las que desearíamos, en que las religiones, olvidando su tarea esencial de construir una comunidad humana en paz, se han dedicado a exacerbar las diferencias y a convertirlas en ocasión de conflicto en vez de posibilidad de enriquecimiento. Quizá el campo en que esto se ha manifestado más recientemente sea el caso de la homofobia y del mantenimiento del sistema patriarcal, pero ha sido también factor determinante, y en esto las comunidades cristianas compartimos una responsabilidad que tenemos que asumir, en el antisemitismo.

Nelson Mandela, sin duda, un hombre singular, empeñado en acabar con la discriminación en su país natal, Sudáfrica, luchó durante muchos años contra el sistema de segregación racial conocido como el “apartheid” y padeció por ello muchos años de cárcel. Cuentan que, una vez que salió de prisión y fue elegido presidente de su país, Nelson Mandela fue invitado a inaugurar una escuela recién construida. Al llegar allí dirigió uno de sus más conmovedores discursos. En un momento determinado, con lágrimas en los ojos, dijo a los niños que, junto con sus maestros, se habían congregado para escucharlo: ‘Alguna vez yo estuve sentado en un aula como ésta, pero las diferencias son varias. En primer lugar, mi escuela era solamente para negros, porque nos estaba prohibido mezclarnos con los blancos. Veo ahora con alegría que aquí hay niños y niñas de todas clases y colores. Pero lo que es más importante: cuando yo estudié en un aula como ésta, los maestros me enseñaron, con la Biblia en la mano, que Dios quería que los negros vivieran apartados de los blancos. Me enseñaron que el origen del apartheid se encontraba en la Biblia. Hoy, en esta escuela –dijo mientras se le quebraba la voz de la emoción– se enseñará que todos somos iguales y que tenemos la misma dignidad. Y eso también puede enseñarse con la Biblia en la mano’.

La reflexión de Nelson Mandela plantea dos cuestiones. La primera es que la lectura de la Biblia y la interpretación que de ella se hace, depende mucho del lugar social del que se lee. No es lo mismo leer la Biblia desde la elegante silla del blanco dominador, que de la barraca inmunda del negro oprimido. La lectura de la cualquier texto sagrado no es aséptica ni totalmente objetiva: está siempre cargada de intereses que el lector lleva en el corazón. Algunos de esos intereses, sin embargo, pueden estar muy lejos de aquellos que originaron la religión de la persona que lee. En tal caso, la lectura que hagamos de la Biblia o de cualquier otra escritura sagrada, por muy piadosa que sea, estará muy lejos del corazón misericordioso de Dios.

La segunda cuestión la planteo como católico. Soy discípulo de un profeta judío, Jesús de Nazaret. La cuestión de la que hablo es si Jesús, la más alta y definitiva revelación de Dios para los cristianos/as, discriminó alguna vez a alguna persona. La pregunta no es banal, ni simple de abordar. En efecto, la religión a la que Jesús pertenecía, especialmente en su interpretación más extendida en su época, era una religión que propiciaba y mantenía innumerables exclusiones. Basta con leer algunas de las prescripciones del libro del Levítico (Lev 20-22; Lev 11) para darnos cuenta de todas las normas cuyo cumplimiento dividía a Israel en dos grandes bandos: personas puras y personas impuras. Jesús se topó con un mundo construido bajo esas medidas. Los grandes grupos expresamente rechazados por esta mentalidad eran los enfermos (particularmente los leprosos), las mujeres, ciertos oficios despreciados (cobradores de impuestos, curtidores de pieles, pastores), los pecadores (particularmente las adúlteras y prostitutas) y los extranjeros.

No hay, sin embargo, ninguna sombra de discriminación en las actitudes de Jesús tal como aparecen en los evangelios. El banquete del Reino de Dios que Él anunció estaba abierto a quienes antes habían sido excluidos de él. Este espíritu gigante del profeta de Nazaret, que borró todo tipo de exclusión, sobre todo las exclusiones debidas a motivaciones religiosas, encontró en los guardianes de las buenas costumbres sus enemigos fundamentales, aquellos que lo llevaron a una muerte violenta y desgarradora. Pero los cristianos creemos que Dios lo arrancó de la muerte y reivindicó su actuación y su vida entera.

Hoy nos convoca una muerte similar, la de Johanna: similar porque es también una muerte injusta, prematura, cruel, injustificable. Ojalá que, como en el caso de Jesús de Nazaret, la muerte de Johanna sea ocasión para una resurrección, una toma de conciencia colectiva de los males que la discriminación conlleva y de la necesidad que tenemos, como humanidad, de poner un freno a la barbarie y de construir un mundo en el que todos podamos vivir como hermanos y hermanas. Si nos empeñamos en esto, la muerte de Jesús, y la de Johanna, habrán valido la pena.

Colofón: La muerte de don Samuel todavía duele. Es preciso todavía guardar silencio. Su reciente paso al Padre no deja por ello de ser, contra lo que sus enemigos de dentro y fuera de la iglesia suponen, una inyección de energía para quienes creemos y construimos otra manera de ser iglesia. Fecunda como pocas, la vida de JTatik… Una vida como la suya es evangelización pura y simple.